Capítulo 26

Narra Brenda

El día del prelanzamiento llegó, y la emoción no me cabía en el pecho. Mientras me vestía frente al espejo, con ese vestido rojo vino que había elegido el día anterior, sentía cómo una corriente de felicidad me recorría. Hoy era el día. Hoy, ese segundo libro que tanto me costó escribir vería la luz, y lo haría rodeada de las personas más importantes de mi vida. Mi familia estaba aquí, mi novio Trevor estaba aquí, y todo estaba listo para celebrar este momento tan especial.

Cuando llegamos al evento, el lugar estaba decorado a la perfección. Las luces suaves creaban una atmósfera cálida y acogedora, las mesas estaban llenas de arreglos florales delicados, y copias de mi libro estaban expuestas estratégicamente por todo el salón. Todo era justo como lo había imaginado, tal vez incluso mejor.

Al entrar de la mano de Trevor, miré alrededor y vi a mi madre charlando con los padres de Trevor, ambos con sonrisas en el rostro. Mi padre, de pie junto a Dafne, me lanzó una mirada llena de orgullo, y supe en ese momento que este era uno de esos días que nunca olvidaría. No importaban los obstáculos que había enfrentado para llegar hasta aquí, ni los momentos en los que pensé en rendirme. Todo valía la pena por sentir esto: el apoyo incondicional de quienes me rodeaban.

Trevor me apretó la mano suavemente, y me sonrió con esa mezcla de calma y seguridad que siempre logra tranquilizarme. Este era su momento tanto como el mío, aunque él probablemente no lo veía así. Había sido mi inspiración para escribir, para creer que las segundas oportunidades existían, y para sanar heridas que pensé que nunca cicatrizarían.

Cuando llegó el momento de hablar, me acerqué al micrófono con el corazón latiendo fuerte. Respiré hondo antes de empezar, dejando que la energía de todos los presentes me envolviera. Al tomar la palabra, mis nervios se desvanecieron lentamente, reemplazados por una profunda gratitud.

—Gracias a todos por estar aquí —empecé, mirando al público—. Este libro es muy especial para mí, no solo por el proceso creativo que llevó, sino porque está inspirado en una parte muy importante de mi vida. He pasado por momentos difíciles, y este libro refleja ese viaje, pero también el descubrimiento de algo hermoso.

Hice una pausa y busqué a Trevor con la mirada, sabiendo que este era el momento.

—Me inspiré en alguien muy especial para escribir esta historia, alguien que me ha mostrado lo que significa confiar de nuevo y abrir mi corazón. Ese alguien es Trevor, mi pareja.

Decirlo en voz alta, frente a todos, fue liberador. Escuchar los aplausos mientras veía la emoción reflejada en los ojos de Trevor me llenó de una felicidad indescriptible. Él siempre había estado a mi lado, y ahora, compartir ese reconocimiento con él hacía que todo cobrara más sentido.

Al continuar con mi discurso, vi a Fernanda en el fondo del salón. No pude evitar notar su expresión tensa, casi como si estuviera incómoda con el éxito que estaba celebrando. Sabía que hoy no era el día para preocuparme por nuestra relación profesional. Mañana pondría fin a todo eso, después del lanzamiento, cuando oficialmente mi contrato con ella terminara. Pero hoy... hoy no iba a permitir que nada empañara este momento.

Concluí mi discurso entre aplausos y abrazos de quienes se acercaban a felicitarme. Sentí la calidez de mi familia, el apoyo de Dafne, y el orgullo de Trevor, quien no me soltó en ningún momento. Todo había salido perfecto, tal como lo había soñado.

Después del evento, nos dirigimos al departamento, donde Trevor y yo terminamos la noche de la mejor manera posible. Abrimos una botella de vino para celebrar, sentados juntos en el sofá, riéndonos de las anécdotas de la noche y hablando de todo lo que vendría después.

—No podría estar más orgulloso de ti —dijo Trevor, acariciando suavemente mi mano—. No solo por el libro, sino por todo lo que has superado para llegar aquí.

—Lo mismo digo de ti —le respondí con una sonrisa—. No estaría aquí si no fuera por ti.

Pasamos el resto de la noche hablando sobre los planes para el futuro, sobre lo increíble que había sido esta etapa de mi vida, y sobre todo, disfrutando de la felicidad compartida. Estaba rodeada de amor, éxito y una tranquilidad que hacía mucho no sentía. Y mañana... mañana cerraría el capítulo con Fernanda, pero eso ya no importaba tanto. Hoy era nuestro día, y eso era todo lo que necesitaba.

Después de la celebración en el sofá, con las copas de vino vacías y el sonido suave de la música de fondo, Trevor y yo nos quedamos en silencio por un momento. No era incómodo, era uno de esos silencios que se sienten completos, donde las palabras sobran porque todo ya se ha dicho con miradas y sonrisas. Mi cabeza descansaba en su hombro, y podía sentir la calidez de su piel a través de la tela de su camisa. Me sentía en paz, como si este momento fuera el refugio que había necesitado durante tanto tiempo.

—¿Sabes qué es lo mejor de todo esto? —dijo Trevor, rompiendo el silencio con su voz suave.

—¿Qué? —pregunté, curiosa, levantando un poco la cabeza para mirarlo.

—Que hoy no se trata solo de tu éxito profesional, sino de todo lo que has logrado personalmente. Me siento increíblemente afortunado de estar a tu lado, de haber sido parte de tu inspiración, pero más que nada... —hizo una pausa, mirándome a los ojos con esa intensidad que siempre me desarma—, me siento afortunado de haberte encontrado.

No pude evitar sonreír, sintiendo una calidez inundar mi pecho. Con Trevor, todo siempre parecía más fácil, más claro. Me había enseñado a creer en el amor otra vez, y aunque no había sido un camino sencillo, ahora estábamos aquí, juntos, celebrando mucho más que un libro.

—Yo soy la afortunada —le respondí, acariciando su rostro con delicadeza—. No solo por todo lo que has hecho por mí, sino por cómo me has permitido ser yo misma, sin juzgarme, sin presionarme. Me has dado el espacio para sanar, para volver a creer.

Trevor sonrió y, sin decir nada más, acercó sus labios a los míos, dándome un beso lento, suave, lleno de cariño. Sentí cómo todo a mi alrededor desaparecía, dejando solo ese momento, solo nosotros dos. Mi corazón latía fuerte, no por nervios, sino por la emoción que me invadía cada vez que estaba con él. Este no era solo un beso de celebración, era un beso que hablaba de promesas, de confianza, de un amor que habíamos construido juntos.

Cuando nos separamos, apenas unos centímetros, nuestras respiraciones se entrelazaban y nuestras miradas seguían conectadas. Trevor deslizó una mano por mi mejilla, acariciándome suavemente antes de llevar su mano a la parte baja de mi espalda, acercándome aún más a él.

—No sé qué haría sin ti —murmuré, con la voz apenas un susurro.

—No tienes que averiguarlo —contestó, con esa mezcla de seguridad y ternura que siempre me hacía sentir en casa.

Nos quedamos así, cerca, conectados, sin necesidad de hablar demasiado. Trevor empezó a besarme de nuevo, más intensamente esta vez, sus manos recorriendo mi espalda con una delicadeza que me hacía estremecer. Mis manos subieron por su cuello, enredándose en su cabello, mientras sentía su respiración cada vez más profunda, más cercana.

Nos movimos lentamente hacia la cama, sin romper el contacto, dejándonos llevar por el momento. No había prisa, solo el deseo de estar el uno con el otro, de compartir este instante de intimidad que nos pertenecía solo a nosotros. Cada caricia era una reafirmación de lo que sentíamos, de la conexión profunda que habíamos construido a lo largo del tiempo.

Trevor me recostó con suavidad, su cuerpo sobre el mío, y mientras sus labios continuaban recorriendo mi piel, sentí una oleada de gratitud por tenerlo en mi vida. No solo era el hombre que había inspirado mi libro, era el hombre que me había devuelto la esperanza, que me había mostrado lo que era amar y ser amada de verdad.

Cada beso, cada susurro, cada movimiento, era una declaración de ese amor. Nos perdimos en esa noche, celebrando no solo el éxito de mi libro, sino lo que habíamos creado juntos, esa relación que había florecido a pesar de los miedos, a pesar de las heridas del pasado.

Y así, en medio de sus caricias y susurrando nuestros sentimientos, el mundo a nuestro alrededor se desvaneció. Todo lo que importaba era él y yo, juntos, en esa burbuja de amor que habíamos construido. Una burbuja que, por primera vez en mucho tiempo, se sentía inquebrantable.

Trevor me rodeaba con sus brazos, haciéndome sentir completamente segura y protegida. Cada vez que me tocaba, su tacto era cuidadoso, como si me estuviera recordando que me valoraba, que todo lo que compartíamos era especial. Su cuerpo se movía con el mío, acompasado, y cada beso, cada caricia, nos unía más, sin necesidad de palabras. El silencio se llenaba con nuestras respiraciones y el calor que compartíamos.

Mientras sus labios recorrían mi cuello, me permití cerrar los ojos por un momento, dejándome llevar por la sensación de estar tan conectada a alguien de esta manera. Era algo que no había sentido en mucho tiempo, y que, hasta hace poco, pensé que nunca volvería a sentir. Con Trevor todo era diferente. Era suave y atento, pero también intenso, profundo, como si quisiera demostrarme en cada gesto cuánto me amaba.

Mis manos exploraban su espalda, su pecho, y sentía su piel contra la mía como un recordatorio de lo real que era este momento. No había más fantasmas del pasado que pudieran interferir, no había más miedos que me hicieran dudar. Era solo él, solo nosotros.

Trevor levantó su rostro, sus ojos buscándome, y me miró de una manera que hizo que todo a mi alrededor desapareciera de nuevo. Sus manos enmarcaron mi rostro, y por un momento nos quedamos quietos, solo mirándonos, como si el tiempo se hubiera detenido.

—Te amo, Brenda —murmuró, su voz baja, pero llena de convicción.

Esas palabras resonaron en mí con una fuerza inesperada. Aunque sabía lo que sentíamos, escucharlo decirlo en ese momento, después de todo lo que habíamos pasado juntos, me hizo sentir una felicidad que era difícil de describir. Era como si cada pedazo roto en mí finalmente hubiera encontrado su lugar. La seguridad que me transmitía, la paz, el amor... todo se unía en ese instante.

—Yo también te amo —respondí, sin dudarlo ni un segundo.

El brillo en sus ojos fue suficiente para hacerme entender que también había estado esperando ese momento, y cuando volvió a besarme, lo hizo con una suavidad que me desarmó por completo. Era como si ese "te amo" hubiera sellado algo entre nosotros, algo que ya estaba presente pero que necesitaba ser dicho en voz alta.

La noche continuó siendo nuestra, íntima y profunda, cada gesto entrelazado con el amor que ambos habíamos construido. Todo se sintió natural, como si siempre hubiera sido así, como si estuviera destinado a suceder de esta manera. Y mientras la oscuridad envolvía nuestro pequeño mundo, compartimos algo más que una celebración por el lanzamiento de mi libro. Compartimos la certeza de que habíamos encontrado algo único, algo que nos pertenecía solo a nosotros.

Cuando finalmente nos quedamos en silencio, nuestros cuerpos todavía entrelazados, sentí una paz que no había sentido en mucho tiempo. Sabía que el futuro nos traería nuevos retos, pero también sabía que ya no tendría que enfrentarlos sola. Trevor estaba a mi lado, y ahora, más que nunca, estaba segura de que juntos podríamos con todo.

Con su respiración tranquila al lado de la mía, el día finalmente empezó a desvanecerse. Mientras me acomodaba en su pecho, con su brazo rodeándome, cerré los ojos sabiendo que este era solo el comienzo de algo hermoso. Y, en ese momento, todo se sentía perfectamente en su lugar.

Narrador omnisciente

En una elegante oficina, decorada con tonos neutros y detalles modernos, se encontraba Hera, una de las casamenteras más experimentadas de la empresa "Casamenteros Hazim". Sus ojos se paseaban por las pantallas que detallaban el progreso de una de las parejas más prometedoras que habían trabajado: Trevor y Brenda. Ambos ya eran oficialmente novios, y cada día su relación se fortalecía. Hera sonrió para sí misma, sabiendo que su misión estaba cerca de completarse.

—Todo va mejor de lo que esperábamos —dijo Hera, volviendo su atención a Artemisa, la presidenta de la empresa, quien estaba sentada en su imponente escritorio, revisando los informes. Artemisa, con su postura impecable y una mirada serena pero poderosa, esbozó una sonrisa de satisfacción.

—Sabía que este caso sería especial —respondió Artemisa, con una nota de orgullo en su voz—. Trevor y Brenda eran el reto perfecto, pero sabíamos que eran compatibles. Sus padres hicieron una gran inversión emocional en esta relación, y nosotras nos encargamos de que todo avanzara según el plan. Pronto, podremos dar por finalizada nuestra intervención.

Hera asintió, sintiendo una mezcla de satisfacción y nostalgia. Después de meses de analizar sus personalidades, intervenir sutilmente en ciertos momentos, y asegurarse de que ambos tuvieran las oportunidades necesarias para conocerse de verdad, la relación de Trevor y Brenda estaba floreciendo.

—No es solo que sean novios —añadió Hera—, es que cada día que pasa, su vínculo es más fuerte. Se respetan, se apoyan, y ambos están enamorados. Creo que nuestra misión está casi cumplida.

Antes de que pudieran continuar con la conversación, la línea telefónica parpadeó, indicando una llamada entrante. Artemisa levantó el teléfono con un gesto elegante.

—¿Señoras Harris y Sheperd? —saludó con una leve sonrisa. Al otro lado de la línea, las madres de Trevor y Brenda, respectivamente, estaban en la cafetería de los padres de Brenda, disfrutando de un café en la oficina del señor Sheperd.

—¡Artemisa! —dijo la madre de Trevor con entusiasmo—. Solo queríamos agradecerte por todo lo que has hecho. Trevor está feliz, y Brenda... bueno, ella parece estar en las nubes. Nunca imaginamos que esto funcionaría tan bien. A pesar de que su unión fue cosa del destino en sí, porque no estaban en nuestras opciones principales.

La madre de Brenda rió, uniéndose a la conversación—. Exactamente, no podríamos haberlo hecho sin tu ayuda. Aunque ellos no tienen idea de nuestra pequeña intervención.

—Y es mejor que siga siendo así —respondió Artemisa, con una leve advertencia en su tono—. Hemos sido muy cuidadosas, pero cualquier información que se filtre podría poner todo en riesgo. Lo importante es que ellos se vean como el resultado natural de sus propios esfuerzos y sentimientos.

Lo que Artemisa no sabía era que Fernanda, la agente literaria de Brenda, había llegado temprano a la oficina de la cafetería para su reunión. Había sido citada para hablar sobre su relación profesional con Brenda, pero la curiosidad la había llevado a detenerse fuera de la puerta al escuchar a las madres hablar. Desde su posición, podía oír con claridad la conversación.

—Así que esa es la razón por la que mi prima Dafne está tan cerca de Brenda —pensó Fernanda, comprendiendo de repente la cercanía y el apoyo incondicional de Dafne hacia Brenda. Dafne siempre había sido un misterio, pero ahora todo tenía sentido: su prima sabía sobre la existencia de esta empresa de casamenteros, y probablemente había intervenido de algún modo.

Fernanda se apoyó contra la pared, procesando lo que acababa de descubrir. La información era oro puro, y Fernanda no podía evitar sonreír al darse cuenta de las posibilidades que esto le ofrecía. Podría usar este conocimiento a su favor, sobre todo ahora que sabía que Brenda planeaba romper la relación profesional con ella. Tal vez aún tenía una carta para jugar.

Dentro de la oficina, las señoras seguían conversando alegremente.

—Por cierto, Artemisa —añadió la madre de Brenda—, realizaremos una fiesta en honor al éxito de Bree. Nos encantaría que vinieras para que veas lo feliz que está, aunque por supuesto, mantendremos nuestro pequeño secreto a salvo.

Artemisa agradeció la invitación, pero se disculpó diciendo que prefería mantenerse en las sombras. Para ella, lo más importante era que Trevor y Brenda vivieran su historia de amor sin ninguna interferencia visible.

—No se preocupen, señoras —les aseguró Artemisa antes de despedirse—. Pronto todo estará en sus manos, y podrán disfrutar de la felicidad de sus hijos sin que nadie más lo sepa.

Mientras tanto, Fernanda se retiró con cuidado, evitando ser vista. Sabía que debía aprovechar esta oportunidad, y tenía la ventaja de conocer secretos que pocos sabían. Mientras esperaba su reunión con Brenda, se decidió. Utilizaría esta información en su propio beneficio, y Brenda pronto descubriría que Fernanda aún tenía mucho que ofrecer... y quizás mucho más poder del que cualquiera se imaginaba.

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