Narra Trevor
Las últimas semanas con Brenda han sido como un sueño del que no quiero despertar. Cada día que pasa, siento que nuestra relación se va haciendo más sólida, más real. Nos estamos conociendo a un nivel que nunca había experimentado con nadie. No es solo la pasión, aunque no puedo negar que cada encuentro entre nosotros sigue siendo increíble. Es algo más profundo. Estamos conectando de una manera que me hace sentir que todo lo que he vivido antes me llevó a este momento, a ella.
Hemos compartido tantas cosas, pequeñas rutinas que, de alguna manera, se han vuelto nuestras. Las tardes en mi departamento, cuando ella llega después de un día largo en la cafetería y nos sentamos a hablar sobre cualquier cosa, o cuando cocinamos juntos, aunque no somos los mejores en la cocina. Todo parece fluir naturalmente. Y cada vez que la tengo cerca, confirmo que hice lo correcto al pedirle que fuera mi novia.
El viernes fue un paso importante. Íbamos a cenar a casa de los padres de Brenda. Me sentía nervioso, pero también emocionado. Conocer a su familia en un ambiente más íntimo era algo grande para mí, y aunque ya había escuchado mucho de ellos, estar allí en persona, sentado a su mesa, era un desafío que estaba dispuesto a enfrentar. Cuando llegamos, todo fue más fácil de lo que pensé. Su familia me recibió con los brazos abiertos, especialmente su mamá, que nos sirvió una cena deliciosa. Nos reímos, conversamos sobre anécdotas de la infancia de Brenda, y todo fluyó de manera tan natural que, por un momento, me sentí como si ya formara parte de ellos.
En un punto de la cena, Brenda me lanzó una mirada cómplice y supe que era el momento de mencionar lo que tenía en mente.
—Mis padres quieren verte, Brenda —dije, tomando su mano bajo la mesa—. Quieren que vayamos a cenar mañana. Están muy emocionados de saber más de ti.
Brenda sonrió, un poco nerviosa, pero asintió. Sabía que era un paso grande para ella, pero estaba lista para darlo. Al final de la cena, nos despedimos con abrazos, y su mamá me dijo que estaba encantada de que yo estuviera en la vida de su hija. Eso me dejó una sensación de alivio y felicidad.
Al día siguiente, sábado por la tarde, íbamos camino a casa de mis padres. Estaba manejando mientras Brenda miraba por la ventana, sus pensamientos claramente en el encuentro que íbamos a tener.
—¿Estás nerviosa? —le pregunté, soltando una mano del volante para entrelazarla con la suya.
—Un poco —respondió, dándome una sonrisa tímida—. Quiero causar una buena impresión.
—No te preocupes. Les vas a encantar. Además, están felices de verte otra vez y de que estés conmigo.
Brenda apretó mi mano, y el resto del camino fue tranquilo, con la música sonando suavemente en el fondo y nuestras conversaciones llenando el espacio entre nosotros.
Al llegar, mis padres nos recibieron con sonrisas y abrazos. Mi mamá, como siempre, estaba entusiasmada, preguntándole a Brenda sobre su vida y el lanzamiento de su libro, mientras mi papá me dio una palmada en la espalda y me guiñó un ojo, claramente emocionado por mi noviazgo con Bren.
Durante la cena, Brenda mencionó su próximo gran logro: el lanzamiento de su libro.
—Me gustaría invitarlos al evento de lanzamiento —dijo, con una mezcla de timidez y orgullo en su voz—. Será en una semana aproximadamente, y significaría mucho para mí que estuvieran ahí.
Mis padres se miraron, y ambos sonrieron con emoción.
¡Por supuesto que iremos! —dijo mi mamá, encantada—. Nos encantaría estar ahí y apoyarte. Además, ahora eres la novia de Trevor, así que por supuesto que estaremos a tu lado.
Brenda se sonrojó, y no pude evitar sonreír al ver cómo desde el primer día iba ganándose el cariño de mis padres, tal como había ganado el mío. Sabía que, para ella, estos pasos eran importantes, y me llenaba de orgullo verla enfrentarlos con tanta determinación.
Cuando terminamos la cena, nos quedamos un rato más en el salón, conversando y riendo. Era como si todo estuviera encajando perfectamente. Mi mamá no dejaba de hablar sobre lo emocionante que era que Brenda fuera escritora, y mi papá estaba fascinado con las historias que ella contaba sobre su proceso creativo.
En el camino de vuelta, Brenda me miró y sonrió.
—¿Ves? Te dije que estaban emocionados por nuestro noviazgo —le dije, dándole un beso en la mano.
Ella rio suavemente, apoyando su cabeza en mi hombro mientras manejaba de regreso a casa. No había palabras para describir lo que sentía en ese momento. Todo estaba yendo mejor de lo que había imaginado, y sabía que lo que teníamos Brenda y yo solo iba a seguir fortaleciéndose.
Narra Bren
Salí del consultorio de la doctora un poco más tranquila. Había sido una semana larga y, honestamente, estar aquí era lo último que quería hacer, pero ya no podía seguir retrasando la cita.
Me senté frente a ella, explicándole mi situación. —La inyección me da alergia, — dije, moviendo las manos nerviosa. —Y las pastillas... bueno, con la gastritis que tengo, es imposible. Me generan un malestar tremendo. Por eso uso los parches.
La doctora asintió, comprendiendo. Ya lo había hablado con ella antes, pero sentía la necesidad de reiterarlo. Me daba tranquilidad escuchar su confirmación de que el parche seguía siendo una buena opción para mí.
—Lo que me preocupa, —continué, —es la efectividad. Sé que no hay nada perfecto, pero ¿qué tan confiable es el parche realmente? Quiero estar segura. Ya que no estaba activa sexualmente.
Ella sonrió de manera calmante, una sonrisa que decía que entendía lo que no estaba diciendo.
—El parche tiene una efectividad alta si se usa correctamente, Brenda. Solo asegúrate de seguir las instrucciones al pie de la letra, como lo has estado haciendo hasta ahora. Si lo aplicas bien y lo cambias a tiempo, no deberías tener problemas.
Suspiré aliviada, aunque aún quedaba esa inquietud rondándome. No es que no confiara en el método, sino en el hecho de que, a veces, la vida tenía una manera de jugarte malas pasadas cuando menos lo esperabas. Porque quiero hijos, pero cuando me sienta preparada y estable.
—Gracias, doctora, — dije, sonriendo tímidamente. Me levanté y tomé mi bolso. Ella me deseó suerte, y yo salí de su consultorio sintiéndome un poco más segura, pero aún con ese pequeño nudo en el estómago que nunca parece irse del todo.
Me puse los auriculares y decidí que tal vez, solo tal vez, un café me ayudaría a calmar el nerviosismo que quedaba tras la visita.
Cuando salí del consultorio, el aire fresco me recibió, dándome una pequeña sensación de alivio después de la conversación con la doctora. Hablar de mi cuerpo y de decisiones tan íntimas siempre me dejaba con una mezcla extraña de incomodidad y calma. Decidí caminar un rato para despejarme, y sin darme cuenta, terminé frente a la cafetería de mi papá.
Era uno de esos días en los que un café bien cargado sonaba como la mejor idea del mundo. Justo cuando entraba, vi a Dafne sentada cerca de la ventana, con su típica sonrisa relajada y los auriculares puestos. No había manera de ignorarla; además, me encantaba charlar con ella. Me acerqué, levantando la mano para saludarla.
—¡Hey, Dafne! —le dije, y alzó la mirada, quitándose un auricular.
—¡Brenda! —respondió con entusiasmo—. ¿Qué haces por aquí?
—Ya sabes, cosas de adultos —hice una mueca exagerada—. Visita al médico, preocupaciones varias... Lo de siempre. ¿Puedo acompañarte?
—Claro, siéntate —respondió, moviendo un poco su chaqueta para hacerme espacio.
Me acomodé en la silla frente a ella y enseguida se acercó el camarero, que ya me conocía por ser la hija del dueño.
—Un café, por favor —pedí, antes de girarme a Dafne—. Pide lo que quieras, invito yo.
—¿Estás segura? —preguntó ella, medio sorprendida.
—Segurísima. Es más, es una celebración —le dije, tratando de sonar enigmática.
Dafne me miró con curiosidad mientras pedía un cappuccino y una porción de pastel. Mientras el camarero se retiraba, saqué con cuidado una pequeña invitación de mi bolso, la misma que llevaba días esperando entregarle.
—Quería darte esto en persona —dije, entregándole la tarjeta de mi prelanzamiento—. Es la invitación oficial para el evento de mi libro. Va a ser en menos de una semana, y me encantaría que estuvieras allí.
Sus ojos se iluminaron mientras tomaba la invitación con ambas manos, leyendo los detalles.
—¡No puedo creerlo! Brenda, ¡qué emoción! —exclamó con una sonrisa radiante—. ¡Por supuesto que estaré allí! Me siento honrada de que me hayas invitado.
—Sabía que no podías faltar. Además, eres de las pocas personas que conoce todo el proceso detrás de este libro. No hubiera sido lo mismo sin tu apoyo.
Dafne me agradeció una vez más, y pronto nuestras charlas derivaron hacia temas más relajados: las últimas películas que habíamos visto, su nuevo proyecto de fotografía, y lo delicioso que estaba el café de mi papá.
Entre sorbos de café y risas compartidas, me di cuenta de lo importante que era tener a personas como Dafne a mi lado. Ella no solo aceptaba mi invitación, sino que lo hacía con una calidez y apoyo incondicional que me hacía sentir, por un momento, que todo estaba en su lugar.
La tarde pasótranquila, y cuando nos despedimos, sabía que esa invitación significaba muchomás que un simple evento. Era una señal de que estaba rodeada de la gentecorrecta, lista para celebrar cada pequeño paso hacia adelante.
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