Capítulo 23


Narra Brenda

Todavía no puedo borrar la sonrisa de mi cara. Desde anoche, siento que estoy flotando. Finalmente, Trevor y yo dimos ese paso. Somos novios. Me cuesta creer que lo estoy diciendo en voz alta, que después de tanto miedo, tantas dudas, me permití abrirle mi corazón. Y lo mejor de todo es que no me arrepiento de nada.

Esta mañana, mientras desayunábamos, me sentía tan plena, tan en paz. Él estaba tan tranquilo, tan natural, como si todo entre nosotros siempre hubiera sido así de fácil. Nos mirábamos y nos sonreíamos como si compartiéramos un secreto, uno solo nuestro. Anoche fue... especial, y no solo por lo que pasó entre nosotros físicamente, sino porque sentí que, por primera vez, confiaba completamente en alguien. Lo dejé entrar en cada parte de mí, y no tengo miedo de lo que eso significa.

Ahora estoy sentada en el consultorio de Zayas, mi terapeuta. Me mira con esa paciencia que siempre tiene, esperando a que empiece a hablar. No me apresura, pero sabe que estoy lista para soltar todo lo que llevo dentro.

—Zayas, ¡tengo tanto que contarte! —le digo, casi saltando de la emoción.

Me sonríe, y con ese tono calmado me pregunta:

—¿Por dónde quieres empezar?

—Por Trevor —respondo sin pensarlo—. Anoche me pidió que fuéramos novios. ¡Y le dije que sí! Estuvimos juntos, de una manera que jamás me hubiera imaginado. Fue tan... increíble. Lo quiero tanto, Zayas, y cada día me siento más segura con él. Es como si finalmente pudiera soltar todo lo que me pesaba.

Zayas asiente, animándome a seguir.

—Trevor ha sido paciente, comprensivo. Me escucha, me apoya, no me juzga. Nunca pensé que podría sentirme así con alguien después de todo lo que pasó con Lucas. Pero Trevor es diferente. Me siento segura con él... protegida. Y no solo eso, también me siento deseada, importante.

Suspiro, tratando de calmar un poco los nervios que aún me recorren el cuerpo por tanta emoción.

—Y, por si fuera poco, ¡el lanzamiento de mi segundo libro es dentro de nada! —añado con una risa—. Ya está casi todo listo. Fernanda y la editora en jefe han revisado los últimos detalles y en dos semanas será el prelanzamiento. Es un gran paso para mí. Quiero que todo salga bien, quiero que este libro tenga éxito.

Zayas me mira con atención, escuchando cada palabra, y sé que está viendo algo diferente en mí. Sabe que estoy cambiando, que me estoy dejando llevar por esta nueva fase de mi vida, una que no está llena de miedo, sino de ilusión.

—Me siento... emocionada, Zayas. Me siento viva.

Salí del consultorio de Zayas con una sensación de alivio, como si al hablar de todo lo que estaba sintiendo hubiera soltado una carga invisible que llevaba dentro. Me sentía más ligera, más clara, y, sobre todo, emocionada. Hablar con ella siempre me ayudaba a poner en orden mis pensamientos, pero hoy era diferente. Hoy todo lo que tenía dentro era felicidad.

El camino a la cafetería fue rápido, aunque la ciudad estaba en su habitual caos de tráfico y ruido. Al llegar, todo se sintió como una bocanada de aire fresco. Este lugar siempre había sido mi refugio, el sitio donde podía perderme entre mi imaginación y el aroma del café. Saludé a algunos de los clientes habituales mientras preparaba los últimos detalles del menú para el día.

A lo largo de la mañana, estuve ocupada entre servir café, escribir algunas ideas nuevas que se me habían ocurrido para un futuro proyecto y pensar en Trevor. Cada vez que su imagen se aparecía en mi mente, sentía ese cosquilleo en el estómago, como si todo esto fuera un sueño del que no quería despertar. Esas mariposas se alborotaban más cuando se acerca la hora cuando Trevor viene a por su café habitual, desde esa vez que tropezamos en la entrada del negocio nunca más ha dejado de venir.

Después de cerrar la cafetería, volví a mi departamento para cambiarme. Tenía planes con Dafne, se podría decir que mi única amiga real, y sabía que esta salida iba a ser algo que necesitaba. Nos conocíamos desde hace poco, y era una de las pocas personas que realmente entendía cada rincón de mi vida. Me vestí cómodamente y salí hacia el cine, donde habíamos quedado de vernos.

Al llegar, Dafne ya me estaba esperando, con una sonrisa enorme y una bolsa de palomitas en la mano.

—¡Tardaste! —me dijo con una risa.

—Lo sé, lo sé —le respondí mientras nos abrazábamos—. El tráfico estuvo horrible, además de que no tengo auto, pero ya estoy aquí.

Entramos a la sala y disfrutamos de la película, aunque debo confesar que una parte de mi cabeza seguía pensando en Trevor, en la noche anterior, en cómo todo había cambiado entre nosotros en tan poco tiempo.

Cuando salimos del cine, Dafne sugirió ir a uno de esos puestos de comida rápida que tanto nos gustaban. Era nuestro nuevo ritual de amigas: cine y comida chatarra para cerrar la noche. Nos sentamos en uno de esos pequeños bancos de metal al aire libre, compartiendo unas hamburguesas enormes y papas fritas.

—Y bien, ¿qué está pasando en tu vida? —preguntó Dafne, dándome un codazo mientras mordía su hamburguesa—. Hace días que no sé nada de ti, ¡cuenta, cuenta!

No pude evitar sonreír, sabiendo que no era cierto que teníamos días sin hablar, sin embargo, lo que iba a decirle la haría saltar de la emoción.

—Bueno... —empecé, jugueteando con una de las papas—. Trevor y yo estamos saliendo oficialmente. Anoche me pidió que fuéramos novios, y... ya sabes, pasamos la noche juntos.

Dafne dejó su hamburguesa en la mesa y me miró con los ojos abiertos como platos.

—¡¿Qué?! —gritó, atrayendo la atención de algunas personas a nuestro alrededor—. ¡Brenda! ¿Me estás diciendo que por fin lo hiciste y que no solo fue apapacho? ¿Que ya son novios? ¡Oh, por Dios!

Solté una carcajada ante su reacción, y asentí mientras ella se llevaba las manos a la cabeza, claramente emocionada.

—¡Sí! —le dije, riendo—. Ya somos novios, y... bueno, la verdad es que fue increíble. Me siento muy bien, Dafne. Como si todo estuviera empezando a encajar de alguna manera.

—¡Sabía que esto iba a pasar! —exclamó, señalándome con una papa frita—. Desde que me hablaste de él, desde que los vi juntos, supe que ese hombre era para ti. ¡Y tú también lo sabías! Solo que te costaba admitirlo.

Asentí, sintiéndome emocionada de compartir esto con ella. Hablarlo con Zayas había sido importante, pero compartirlo con Dafne era como hacerlo real de otra manera.

—Me siento más segura que nunca —le confesé—. Con Trevor, todo parece tan fácil, tan natural. Y no solo eso, también tengo el lanzamiento del libro a la vuelta de la esquina. Todo está yendo tan bien que a veces me asusta un poco... pero estoy aprendiendo a disfrutarlo.

Dafne me miró con una sonrisa llena de cariño.

—Brenda, te lo mereces todo. Y te mereces ser feliz. Así que, por favor, prométeme que vas a seguir disfrutando cada momento de esto.

Le devolví la sonrisa, asintiendo. No sabía lo que el futuro me traería, pero en ese instante, en esa noche llena de risas y confianza, todo parecía posible. Y estaba lista para seguir adelante.

Narra Trevor

Anoche fue uno de esos momentos que nunca pensé que llegaría a vivir de la manera en que sucedió. Brenda y yo estábamos en mi departamento, sentados en el sofá, hablando como lo hemos hecho tantas veces antes. Pero esta vez, la conversación fue diferente. Había algo en el aire, como si todo lo que habíamos pasado juntos nos empujara a un nuevo comienzo.

Le pedí ser mi novia, directo, con el corazón latiéndome fuerte en el pecho. Me miró por unos segundos, y pensé que iba a rechazarme o que diría que aún no estaba lista. Pero en lugar de eso, sus labios formaron una pequeña sonrisa, y sus ojos se suavizaron. Aceptando mi propuesta.

Nos besamos, primero despacio, como si estuviéramos descubriendo algo nuevo, y luego con más urgencia, con la certeza de que este momento era nuestro. Terminamos en mi cama, entrelazados, nuestros cuerpos conectados de una manera que no había sentido con nadie antes. Cada caricia, cada suspiro, todo parecía tener más significado. Fue más que solo estar juntos físicamente, fue un acto de confianza, de entrega.

Y ahora, esta mañana, estamos sentados juntos, desayunando en la mesa. Ella lleva mi camiseta, y me encanta cómo se ve en ella, relajada, casi despreocupada. Aunque lo que más me gusta es que parece feliz, en paz. Estoy tomando mi café, y ella me sonríe entre bocados de pan tostado.

—¿Tienes algo pensado después de la cafetería? —le pregunto, observando cómo se le ilumina el rostro.

—Sí, quedé de salir con Dafne. —Menciona, mientras asiento.

Le devuelvo la sonrisa, aunque en mi cabeza estoy pensando en cuánto me gustaría quedarme aquí con ella todo el día. Pero el trabajo me llama. Me levanto, y ella también lo hace. Nos acercamos a la puerta, donde me pone una mano en el pecho antes de besarme.

—Cuídate, Trev, — me dice, con esa mezcla de ternura y fuerza que la hace ser quien es.

—Tú también, Bree, —le respondo, y antes de salir por la puerta, la beso una vez más, sabiendo que, aunque la veré más tarde, ya la estoy echando de menos.

Salgo a la calle, con una sonrisa en los labios y la certeza de que, por primera vez en mucho tiempo, las cosas están yendo justo como deberían.

Han pasado solo unas horas desde que regresé a mi departamento y Brenda salió, pero ya siento que ha sido toda una eternidad. Cada vez que miro el reloj, las manecillas parecen avanzar más despacio, y no puedo evitar contar los minutos hasta que vuelva a verla. Sé que está con Dafne, la vecina, probablemente hablando de todo lo que ha pasado entre nosotros. A veces pienso que ella aún no sabe lo que provoca en mí. Esa sensación de calma y al mismo tiempo, esa necesidad constante de estar cerca de ella.

Después del trabajo, el departamento se siente un poco vacío sin Brenda. Acomodé algunas cosas, intentando distraerme, pero mi cabeza seguía en ella. En cómo me sonrió esta mañana mientras se ponía mi camiseta. En cómo su cabello caía desordenado por su rostro y, aun así, se veía tan hermosa. La quiero aquí, conmigo, compartiendo más momentos como ese.

Es tarde, y sigo contando los minutos. Me asomo por la ventana del departamento, esperando ver su figura caminando por la calle. Dios, parece que llevo siglos esperándola.

Finalmente, escucho el sonido de su risa en la distancia. Me levanto del sofá y, sin pensarlo dos veces, voy hacia la puerta antes de que toque. Cuando la abro, ahí está, con esa sonrisa que ilumina todo a su alrededor. Veo que esta con Dafne, riéndose de algo que solo ellas entienden. Mi corazón da un salto en el pecho, como si fuera la primera vez que la veo

—Hola, Trev —dice, su voz suave y juguetona, como si supiera cuánto la he echado de menos.

No digo nada. Solo la jalo hacia mí y la beso. Primero, despacio, probando sus labios con esa urgencia contenida, pero luego, el beso se vuelve más intenso, como si todo lo que he estado sintiendo desde que se fue quise salir de golpe. La abrazo con fuerza, y ella responde, enredando sus brazos alrededor de mi cuello.

—Te extrañé —susurra entre besos, y siento cómo su cuerpo se relaja contra el mío.

—Yo más —respondo, medio en broma, pero sé que en parte es verdad. Desde que se fue, todo ha estado demasiado vacío.

Nos quedamos ahí un momento, en la puerta, besándonos como si el tiempo se hubiera detenido. Es increíble cómo después de todo lo que hemos vivido, todavía me sorprende lo que siento por ella. Cada beso, cada caricia, sigue teniendo esa chispa, esa intensidad que me hace querer más.

Finalmente, me separo un poco, aunque no suelto su cintura.

—¿Qué tal tu salida con Dafne? —pregunto, al darme cuenta de que estamos solos en el pasillo, mientras le acaricio el rostro con la yema de los dedos.

—Muy bien. Le conté de nosotros, y casi se volvió loca de la emoción —ríe, y yo también sonrío al imaginar la escena.

—Me lo imagino —le digo, aún con esa sensación cálida en el pecho—.

Brenda asiente, y entonces toma mi mano, entrelazando sus dedos con los míos.

—¿Puedo quedarme aquí esta noche? —pregunta suavemente, mirándome con esos ojos que me desarman por completo.

—Bree, no tienes que preguntar eso —le respondo, llevándola hacia adentro—. Sabes que siempre eres bienvenida aquí.

Nos adentramos al departamento, cerrando la puerta detrás de nosotros. Es extraño cómo, con ella aquí, todo el lugar cambia. Se siente más lleno, más cálido, como si todo cobrara sentido. Esta mujer, mi novia, ha transformado todo. Y no puedo esperar a ver qué más viene para nosotros.

Nuestras miradas se enlazaron y a paso lento nuestros labios se unieron, formando una creciente pasión que desato un gran torrente. Profundo, apasionado, solo eran palabras que quedaban vacías en este momento.

Nos movimos hacia el sofá, el cual daba cerca del ventanal, donde nos despojamos de nuestras ropas. Mis manos agarraron sus nalgas para elevarla, cerrando ella las piernas en mi cintura por instinto para no caerse.

Lo de anoche fue más despacio, hoy no teníamos paciencia para perder. Bren no pudo contener el grito cuando la penetre en esa posición. A pesar de que estábamos en la sala, cerca del ventanal, y que cualquiera puede vernos si están a nuestra altura ni eso nos detuvo.

Cambie nuestra posición, dejándola a horcajadas mientras ella se movía bajo el ritmo que había impuesto. La acompañe en cada golpe de nuestros cuerpos, en esa fusión maravillosa que hemos logrado alcanzar.

Con un gran grito llegó al orgasmo, mientras estaba a pasos de acompañarla. Otra vez, cambie nuestra posición para que quedara debajo de mi cuerpo y continue llenándola. Al tiempo que le susurraba al oído todo lo que me gustaba. Por primera vez en la noche logré alcanzarla, no sin antes llevarla otra vez al paraíso. Sabiendo que no sería la última de la noche.


Nota: Buenas noches, les traigo un maratón. Por eso tardé un poco en publicar, espero les guste y comenten.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top