Capítulo 20

Narra Brenda

El sonido del teléfono me sacó de mis pensamientos. Era Trevor, y su tono me hizo saber que tenía noticias.

—Brenda, ya tenemos más detalles sobre Lucas y su primo —me dijo al otro lado de la línea. Su voz, aunque firme, tenía un matiz de preocupación que no podía pasar por alto.

Me quedé en silencio por un segundo, intentando procesar lo que eso significaba. La investigación estaba avanzando, y aunque había estado esperando este momento, parte de mí no estaba preparada para lo que implicaba enfrentarlo de nuevo. Trevor me dio los detalles: Lucas seguía bajo la mira por violar la orden de restricción, pero ahora también estaban reuniendo pruebas contra Nathaniel por encubrimiento.

—Sabía que Nathaniel había hecho algo sucio, pero tener las pruebas finalmente... no sé, hace que todo sea más real —le dije, tratando de mantener la calma.

Trevor me escuchó en silencio, como solía hacerlo, dándome el espacio que necesitaba para asimilar todo. Era una de las cosas que más apreciaba de él. No me presionaba, no intentaba arreglar las cosas de inmediato. Simplemente estaba ahí.

—Vamos a hacer que esto avance, Brenda —me aseguró—. Pero quiero que sepas que no estás sola en esto.

Su voz me tranquilizó de una manera que no esperaba. Agradecí su apoyo, y aunque no éramos oficialmente una pareja, nuestras citas, nuestras conversaciones, cada pequeño momento que compartíamos, nos estaba uniendo cada vez más. De alguna manera, sin darme cuenta, Trevor se había convertido en un pilar en mi vida.

Pasaron dos semanas, y aunque la investigación seguía su curso, Trevor y yo también íbamos encontrando nuestro ritmo. Íbamos a cenar de vez en cuando, paseábamos por la ciudad o simplemente nos quedábamos en su departamento o el mío, hablando de todo y nada. Había algo en nuestra relación que se sentía... natural. Aunque no había una etiqueta formal entre nosotros, la conexión que teníamos era innegable, y cada día me sentía más cómoda, más segura a su lado.

Sin embargo, entre todo esto, Fernanda seguía insistiendo con el libro. A cada rato me preguntaba si ya lo había terminado, me lanzaba comentarios sarcásticos sobre mis progresos y me hacía sentir como si estuviera en una carrera contra el tiempo. Admito que su persistencia me fastidiaba un poco, pero al mismo tiempo, me ayudaba a mantener el enfoque. Ya que por mi bloqueo había perdido el ritmo, cuando desperté de mi trance solo me faltaba un mes y diez días. Finalmente, después de lo que parecieron meses de lucha interna y escribir sin parar, lo terminé. A catorce días del prelanzamiento.

Cerré mi computadora portátil y sentí una mezcla de alivio y euforia. ¡Por fin! Lo primero que pensé fue en Trevor. Tenía que contárselo. Sin pensarlo dos veces, agarré el manuscrito impreso, salí de mi departamento y crucé el pasillo hasta el suyo. Toqué la puerta con fuerza, mi corazón latiendo de la emoción.

Cuando abrió la puerta y me vio ahí parada, sonreí de oreja a oreja.

—¿Terminaste? —preguntó, adivinando lo que traía entre manos.

—¡Sí! —respondí, levantando el libro con orgullo—. ¡Lo terminé, y quiero que lo veas!

Trevor me dejó entrar, y al ver la portada, su expresión cambió. Lo hojeó lentamente, sus ojos deteniéndose en algunas páginas. Cuando llegó al protagonista, me miró con una mezcla de sorpresa y diversión.

—¿Este soy yo? —preguntó, levantando una ceja con una sonrisa que me derritió.

—Bueno, tal vez... me inspiré un poco en ti —admití, sintiendo mis mejillas sonrojarse—. Solo un poco.

Él sonrió, encantado, y se acercó para besarme en la frente. Sentí una calidez envolvente en su gesto, una conexión que iba más allá de las palabras.

—Esto tenemos que celebrarlo —dijo con entusiasmo—. Vamos a cenar. Tú eliges el restaurante.

No pude evitar reírme. Era tan típico de Trevor encontrar una razón para hacerme sentir especial. Así que, esa noche, salimos a cenar a un pequeño restaurante que me encantaba, uno de esos lugares tranquilos y acogedores donde el tiempo parecía detenerse. Celebramos el final de mi libro, pero más que eso, celebramos el camino que habíamos recorrido juntos, el que habíamos decidido caminar paso a paso, sin prisas, pero con certeza.

Mientras compartíamos una copa de vino y reíamos sobre los pequeños detalles del libro, supe que, aunque aún quedaba mucho por enfrentar, algo en mí había cambiado. Y aunque aún no éramos una pareja formal, lo que teníamos era real, y eso era más que suficiente para seguir adelante.

Narra Trevor

Cuando Brenda apareció en mi puerta esa noche con una sonrisa radiante y ese manuscrito en las manos, supe que algo grande había pasado. Sabía cuánto había trabajado en su libro, cómo cada palabra la conectaba con una parte de sí misma que todavía estaba sanando. Verla allí, tan emocionada, me alegró de una manera que no esperaba.

No podía quitarle los ojos de encima mientras me mostraba el libro. Me quedé revisando las páginas, notando los detalles, las descripciones. Y entonces, lo vi: el protagonista. Me tomó solo unos segundos reconocerme en él.

—¿Este soy yo? —le pregunté con una sonrisa burlona.

Ella se ruborizó de inmediato, algo que siempre me encantaba de Brenda, esa mezcla entre confianza y vulnerabilidad. Pero no lo negó. Solo sonrió, como si admitirlo fuera una pequeña confesión.

—Bueno, tal vez me inspiré un poco en ti —respondió, como si no lo hubiera dejado claro con esa sonrisa traviesa.

La besé en la frente, una costumbre que había adoptado sin darme cuenta, como si ese simple gesto le dijera más de lo que las palabras podrían.

—Esto tenemos que celebrarlo —dije, sintiéndome genuinamente feliz por ella. Sabía lo que significaba para Brenda haber terminado ese libro. Era más que un logro profesional, era una victoria personal, una manera de mostrarle al mundo —y a ella misma— que había sobrevivido a todo lo que Lucas le había hecho. Que era más fuerte de lo que pensaba.

Nos preparamos y salimos a cenar. No era la primera vez que salíamos juntos, pero algo en esa noche se sentía diferente. El restaurante que eligió era acogedor, con una atmósfera tranquila que nos permitía relajarnos, disfrutar de la compañía sin las prisas del mundo exterior. Compartimos una botella de vino, y la conversación fluía como siempre. Brenda y yo teníamos esa conexión que no necesitaba adornos. Todo se sentía... fácil. Natural.

Mientras ella me contaba detalles sobre el proceso de escribir el libro, vi la pasión en sus ojos. La forma en que hablaba sobre cada personaje, cómo había puesto parte de su alma en cada página. Y aunque no lo dijo directamente, sabía que el protagonista, ese que había basado en mí, representaba algo más profundo para ella. Quizá una versión de sí misma que había encontrado a alguien que la entendía y no la juzgaba. Y, lo admito, eso me hizo sentir algo que no esperaba: orgullo.

No sé en qué momento de la noche ocurrió, pero mientras la observaba reírse de una broma que había hecho, me di cuenta de que todo lo que habíamos vivido juntos hasta ahora nos había traído aquí. Brenda y yo no habíamos hablado de ser "oficialmente" pareja, pero a estas alturas, eso no importaba tanto. Lo que sentíamos era real, sólido, y cada vez que estábamos juntos, lo confirmábamos.

Caminamos de regreso a su departamento después de la cena, el aire nocturno refrescando la cálida sensación de la noche. Cuando llegamos a la puerta, Brenda se detuvo y me miró, esa sonrisa tranquila en su rostro.

—Gracias, Trevor —dijo suavemente.

—¿Por qué? —pregunté, curioso.

—Por estar aquí. Por creer en mí. Y, bueno... por ser tú.

No sé si alguna vez había escuchado algo tan sencillo y significativo al mismo tiempo. No necesitaba decir más. Sabía lo que significaba, y también sabía que yo no la dejaría enfrentarse a lo que estaba por venir sola. No mientras estuviera a su lado.

Le di un beso suave, un gesto que había llegado a significar más que mil palabras, y la acompañé hasta su puerta. Habíamos vivido muchas cosas juntos ya, y sabíamos que aún quedaba un largo camino por recorrer, con la investigación de Lucas y Nathaniel en marcha. Pero esa noche no pensábamos en eso. Esa noche celebrábamos el presente, el haber llegado hasta aquí. Y aunque no lo dijéramos en voz alta, ambos sabíamos que esto solo era el principio.

Cuando llegamos a su departamento esa noche, no tenía prisa por irme. Habíamos pasado una velada perfecta, celebrando su libro y disfrutando de cada momento juntos. Pero algo en su mirada, en la manera en que me había agradecido, me hizo querer quedarme un poco más. Nos sentamos en el sofá, hablando de todo y nada, como solíamos hacer. A medida que la conversación avanzaba, el tema inevitablemente giró hacia su agente.

—Voy a dejar de trabajar con ella —dijo Brenda, con una determinación que no había visto antes. Me miró, sus ojos serios—. Una vez que obtenga el dinero del lanzamiento del libro y se venza el contrato, ya no quiero seguir siendo representada por ella.

Pude ver lo que eso significaba para ella. Fernanda había sido una constante en su vida, pero también una fuente de estrés. Y Brenda estaba tomando el control, una vez más, tomando decisiones que la acercaban más a la vida que quería vivir. Me acerqué un poco más, poniendo una mano en su rodilla, y le sonreí.

—Es lo correcto, Bren. Te mereces a alguien que realmente te apoye —dije, viendo cómo su expresión se suavizaba al saber que la entendía.

Seguimos hablando hasta bien entrada la noche. La conversación fluía tan fácilmente como el tiempo, y antes de que me diera cuenta, ya eran casi las dos de la mañana. A pesar de que sabía que debía irme para descansar antes de mi rutina matutina, no quería dejarla sola. Era una de esas noches en las que simplemente quería estar cerca de ella, protegerla, y ofrecerle la tranquilidad que necesitaba.

—¿Por qué no te quedas? —sugirió Brenda con una sonrisa traviesa—. Podemos acurrucarnos en la cama, sin prisa.

No me lo dijo dos veces. Nos movimos a su cama, y me acurruqué a su lado, abrazándola mientras el cansancio empezaba a ganarnos a ambos. Sentir su respiración tranquila a mi lado era un recordatorio de todo lo que habíamos logrado juntos. Y aunque las cosas seguían sin estar completamente definidas entre nosotros, esta noche sentía que no hacía falta decir más.

A la mañana siguiente, el despertador sonó temprano, como siempre. Me levanté con cuidado, intentando no despertarla, pero Brenda, a pesar de estar medio dormida, me miró con ojos entrecerrados.

—¿Ya te vas a correr? —preguntó con una voz adormilada.

—Sí, pero no te preocupes, vuelve a dormir. No necesitas levantarte —respondí, inclinándome para darle un beso suave en la frente.

Brenda asintió, demasiado cansada para discutir. Sabía que, para ella, levantarse a esa hora para correr era un sacrificio innecesario. Mientras me ponía los zapatos, ella ya estaba volviendo a acomodarse en la cama.

—Te veo después —murmuró, antes de cerrar los ojos de nuevo.


La observé un segundo más antes de salir del departamento, una sonrisa en mi rostro. Sabía que volvería a verla más tarde, y por ahora, eso era suficiente.

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