Capítulo 19
Narra Trevor
Estaba sentado en mi escritorio, revisando algunos reportes, pero mi mente no dejaba de regresar al mismo lugar: la conversación que había tenido con Brenda la noche anterior. Desde que nos dimos la oportunidad de ser honestos, todo había cambiado, y aunque me sentía nervioso por lo que podía significar para ambos, también había una extraña calma, una sensación de que habíamos hecho lo correcto.
Recordaba cada detalle de la charla. Brenda había compartido algo tan profundo y doloroso, su historia con Lucas Christensen Colton. Lo que le había hecho ese desgraciado, cómo la había maltratado, y lo peor, cómo su primo, Nathaniel, el oficial de policía, había ignorado su sufrimiento. Es un hombre podrido que no la había protegido cuando más lo necesitaba. Cada palabra que Brenda había dicho resonaba en mí, y sentí una furia silenciosa contra ambos hombres.
Lucas Christensen... El nombre me había sonado familiar al principio, y no fue hasta que Brenda mencionó a Nathaniel que todo encajó. Sabía de Nathaniel, aunque nunca había tratado con él directamente. El tipo tenía fama de abusar de su poder, y no me sorprendía que hubiera sido dado de baja por conducta indebida. Lo que me enojaba era pensar que, en lugar de proteger a Brenda, había usado su posición para encubrir a su primo y desestimarla a ella.
Mientras Brenda hablaba, me di cuenta de algo más. Lucas había violado la orden de restricción que ella le había puesto, apareciéndose en ese callejón, y eso era una clara violación de la ley. Me esforcé por mantener la calma cuando Brenda me lo contó, pero por dentro, estaba ardiendo de rabia. No podía dejar que este tipo se saliera con la suya otra vez.
Le sugerí que lo denunciara. Aunque sabía que eso significaba revivir algunos de los traumas que intentaba superar, le expliqué que no podía dejar pasar la violación de la orden. Era nuestro deber hacer justicia, y Lucas necesitaba enfrentarse a las consecuencias de sus acciones.
—Bren, te prometo que estaré contigo en esto —le dije, tomando su mano—. Pero tienes que denunciarlo. Lucas violó esa orden, y eso no puede quedar impune.
Ella asintió, aunque podía ver el miedo en sus ojos. A pesar de todo lo que había pasado, Brenda era fuerte, más de lo que creía. El hecho de que estuviera dispuesta a enfrentarse a su pasado, a exponer su historia, mostraba una valentía que admiraba profundamente.
A la mañana siguiente, Brenda fue a poner la denuncia. Estaba con ella, dándole el apoyo que necesitaba, y aunque el proceso fue difícil, sabía que había hecho lo correcto. Ahora, era cuestión de tiempo antes de que las cosas empezaran a moverse, y yo me aseguraría de que este caso no fuera otro que se perdiera en el sistema.
Mientras esperaba los informes sobre la investigación de Lucas y Nathaniel Christensen, mis pensamientos volvieron a la promesa que le había hecho a Brenda. Habíamos acordado darnos una oportunidad, explorar lo que sentíamos, pero sabíamos que esto iba más allá de nosotros. Primero, tenía que ayudarla a cerrar este capítulo de su vida, para que pudiera comenzar de nuevo, libre de todo el miedo y el dolor que Lucas le había causado.
Por fin, el sistema mostró los primeros detalles de la investigación. Lucas Christensen tenía un historial manchado, pero lo que más me interesaba era Nathaniel. Sabía que su expulsión de la fuerza había sido discreta, sin mucho ruido, pero los rumores sobre su conducta eran bien conocidos entre mis colegas. Nathaniel había sido dado de baja no solo por su comportamiento agresivo, sino también por encubrir a otros policías y a sus propios familiares. La deshonestidad corría en esa familia, y no me sorprendía que Lucas hubiera aprendido a ser igual de despreciable.
Me apoyé en la silla, repasando mentalmente los próximos pasos. Necesitábamos reunir toda la evidencia para que Lucas no pudiera evadir las consecuencias de su violación de la orden de restricción. También me aseguraría de que Nathaniel no volviera a tener una oportunidad de usar su influencia para encubrir a su primo o interferir de nuevo.
Pero más allá de la justicia que buscábamos, sabía que esto también era personal para mí. Lo que sentía por Brenda era real, y estaba dispuesto a hacer todo lo posible para protegerla, no solo como policía, sino como alguien que se preocupaba profundamente por ella. Sabía que nuestro camino no sería fácil, pero estaba decidido a caminarlo junto a ella, pase lo que pase.
Me quedé pensando en ese beso que compartimos, un gesto que selló nuestra decisión de avanzar juntos. Fue un momento de paz en medio de todo el caos que la rodeaba. Y aunque el futuro era incierto, lo que teníamos era lo suficientemente fuerte como para afrontarlo, paso a paso.
Me quedé mirando la pantalla por un largo rato, intentando concentrarme en los informes, pero mi mente seguía regresando a esa conversación. Había algo en la manera en que Brenda me miró después de contarme todo; algo más profundo que miedo o dolor. Era como si, al compartir su historia, me hubiera permitido entrar en una parte de su vida que había mantenido oculta, incluso para sí misma.
Y ahora que sabía lo que le había pasado, no podía quedarme de brazos cruzados. No solo porque era mi trabajo, sino porque ella se había convertido en alguien esencial para mí. Me importaba de una manera que no podía ignorar, y cada vez que pensaba en Lucas Christensen, y en cómo la había dañado, sentía una furia silenciosa crecer dentro de mí.
El reloj seguía avanzando, pero yo no. Denunciar a Lucas era solo el primer paso. Sabía que el sistema era lento, que la justicia a veces tardaba, pero estaba decidido a ver esto hasta el final. No solo por Brenda, sino por mí también. Había algo en este caso que me hacía recordar por qué había elegido ser policía en primer lugar.
En el fondo, una parte de mí sabía que esta no era solo una batalla legal, ni siquiera una cuestión de justicia. Era más que eso. Era una lucha por el futuro de Brenda, por su libertad y por nuestra posibilidad de tener algo real, algo que no estuviera manchado por el miedo o el pasado.
Me levanté del escritorio y me dirigí a la ventana. Afuera, la ciudad seguía con su ruido habitual, pero para mí todo estaba en pausa, como si cada paso que diera de aquí en adelante dependiera de lo que hiciera con esta situación. Había hecho una promesa, y no era solo a Brenda. Era una promesa a mí mismo, de no dejar que esta injusticia pasara desapercibida.
Sabía que esto iba a llevar tiempo, que el camino estaría lleno de obstáculos, especialmente con alguien como Nathaniel aún rondando en las sombras. Pero estaba preparado. Había algo más grande en juego, y no podía permitirme fallar.
Narra Brenda
Entrar al consultorio de la terapeuta fue más difícil de lo que esperaba. Habían pasado meses desde la última vez que estuve aquí, y la verdad, pensé que no lo necesitaría más. Me convencí de que tenía todo bajo control, de que ya no necesitaba hablar de lo que había pasado con Lucas ni de cómo eso me había afectado. Pero me estaba engañando a mí misma, y lo sabía. Ya que me he estado cerrando a la oportunidad de ser feliz y sentirme plena como mujer.
Me senté en el sofá, aquel lugar tan familiar, pero que ahora parecía extrañamente incómodo. La terapeuta me miró con esa paciencia de siempre, esperando a que yo rompiera el silencio.
—No pensé que estaría aquí de nuevo —dije finalmente—, pero... supongo que algunas cosas no desaparecen solo porque quieres que lo hagan.
Ella asintió, como siempre, sin presionarme. Eso hizo que soltara un suspiro largo, y de repente, las palabras empezaron a salir.
—Hace unos meses me encontré con Lucas. Violó la orden de restricción. Se apareció en un callejón, y por un segundo... —me detuve, sintiendo el peso de ese miedo que creí superado— pensé que todo iba a empezar de nuevo. Ese hombre tiene una manera de controlar todo a su alrededor, de hacerme sentir pequeña, indefensa. Fue como si los meses de distancia no hubieran significado nada. Sin embargo, me le enfrente porque quería poder tener control, aunque sea un poco, de la situación.
Contarle eso fue más difícil de lo que esperaba. Aunque lo había dicho en voz alta antes, esta vez sentí como si algo más profundo se desmoronara dentro de mí.
—Lo peor es que me había convencido de que podía manejarlo sola, sin ayuda, sin denunciarlo otra vez. ¿Y sabes por qué? —mi voz tembló un poco, mientras Adira Zayas, mi terapeuta se mantenía en silencio —. Porque ya lo intenté antes y no funcionó. Nathaniel, su primo, es un maldito policía corrupto que lo protegió. Yo confié en el sistema, y no me protegió.
Las lágrimas que había mantenido guardadas empezaron a salir, pero respiré hondo, intentando mantener la calma. Mi terapeuta no interrumpió, solo me dejó seguir.
—Y luego está Trevor. —Sentí cómo mi pecho se apretaba al mencionar su nombre—. Lo conocí hace poco, y desde el principio lo juzgué mal. Es policía, y pensé que sería como Nathaniel, que no podía confiar en él. Me daba miedo abrirme a él, miedo a que fuera otro error, otra decepción.
—¿Qué cambió? —preguntó suavemente mi terapeuta.
Me quedé en silencio unos segundos, pensando en todo lo que había pasado entre Trevor y yo.
—No lo sé exactamente. Supongo que me di cuenta de que él no es como Nathaniel o Lucas. —Las palabras empezaron a salir más rápido, más seguras—. Al principio no quería aceptar lo que sentía por él. Lo veía como un reflejo de lo que había pasado con Lucas, como si todos los policías fueran iguales. Pero Trevor... él me escuchó. Me entendió. No me juzgó cuando le conté todo, incluso cuando le hablé de lo peor.
—Eso suena importante, Brenda —dijo la terapeuta Zayas, observándome con atención—. Has compartido tu historia con alguien fuera de tu familia, y él te ha apoyado.
Asentí, sintiendo el peso de esa verdad.
—Sí. Trevor es una de las dos personas a quienes les he contado todo, además de ti y Hera. Y lo sorprendente fue que, en lugar de apartarse, decidió quedarse. —Sonreí un poco, recordando cómo había tomado mi mano esa noche—. Hemos decidido intentarlo, darle una oportunidad a lo que sea que tengamos, y... me sorprendió lo mucho que me entiende. No pensé que alguien pudiera verme así, sin juzgarme, sin pensar que soy débil por todo lo que pasó.
Me quedé en silencio un momento más, procesando lo que acababa de decir. La terapeuta me observaba con su habitual calma, y por primera vez en mucho tiempo, sentí que había dado un paso real hacia adelante.
—Quizás no tengo todo bajo control como pensaba —admití con una sonrisa cansada—. Pero, al menos, ahora no tengo que hacerlo sola.
La terapeuta asintió, dándome ese espacio para respirar, para asimilar lo que acababa de decir. Había algo reconfortante en su manera de escuchar, en no juzgarme, pero también en su capacidad de ver más allá de lo que yo podía. Por eso seguía regresando, a pesar de que intenté evitarlo por meses.
—Es interesante lo que dices —comentó ella después de un rato—. Mencionaste que pensabas que lo tenías todo bajo control, pero aquí estás, reconociendo que no es así. ¿Cómo te hace sentir esa contradicción?
Reflexioné por un momento. La pregunta me dejó pensando en la Brenda que había sido antes de Lucas, esa que creía que todo tenía una solución si solo era fuerte. Y luego la Brenda que intentó reconstruirse después, con tantas capas de protección que ni yo misma podía ver más allá de ellas.
—Es... complicado —respondí al final—. Durante tanto tiempo, me convencí de que ser fuerte significaba no necesitar a nadie. Que, si lograba arreglar las cosas por mi cuenta, eso significaba que había superado todo. Pero ahora, con Trevor, con lo que he empezado a compartir, me doy cuenta de que parte de ser fuerte es también reconocer que no puedes hacerlo sola. Y eso... es aterrador, porque me hace sentir vulnerable de nuevo.
La terapeuta me miró, como si estuviera esperando a que siguiera escarbando en ese pensamiento.
—Con Trevor —continué, mi voz un poco más suave—, me siento expuesta, pero de una manera diferente. No es como con Lucas, donde la vulnerabilidad era sinónimo de peligro. Con Trevor... hay una especie de confianza que me asusta. Porque, ¿y si sale mal? ¿Y si después de todo, esto también fracasa? He fallado antes, y ese miedo sigue ahí, escondido, aunque no quiera admitirlo.
—Ese miedo al fracaso —dijo ella, retomando lo que había mencionado antes—, ¿cómo crees que te ha afectado en tus decisiones?
Me quedé en silencio un momento, buscando las palabras adecuadas.
—Creo que ese miedo ha sido mi mayor obstáculo. Con Lucas, me costó tanto aceptar que las cosas no iban a mejorar, que no era mi culpa, que lo mantuve más tiempo del que debería. Con Trevor, el miedo a fallar, a volver a equivocarme, casi me hizo rechazar algo que ni siquiera había comenzado. No quería sentirme vulnerable, no quería correr el riesgo.
—Pero lo estás haciendo —señaló suavemente—. Estás abriéndote a él, y eso es un gran paso.
—Sí, lo sé. Y eso me asusta. —Exhalé profundamente, tratando de ordenar mis pensamientos—. Con Trevor, me siento más segura, pero al mismo tiempo, tengo miedo de volver a confiar y que todo se derrumbe. Supongo que esa es la parte más difícil de todo esto. Quiero dejar que él me ayude, que me apoye, pero también me siento como si estuviera esperando el momento en que todo se desmorone.
La terapeuta hizo una pausa, permitiéndome procesar mis propios pensamientos antes de continuar.
—Es natural que sientas miedo, Brenda. Has pasado por mucho, y esos temores no desaparecen de la noche a la mañana. Pero lo importante aquí es que estás dando pasos, aunque sean pequeños. Has permitido que Trevor sea parte de tu vida, y eso es un signo de crecimiento. La vulnerabilidad no es debilidad, es valentía, y has demostrado mucha valentía al abrirte a él, al compartir tu historia.
Sus palabras resonaron en mí. Tenía razón. Abrirme a Trevor había sido uno de los actos más valientes que había hecho, porque había implicado confiar, soltar el control, y enfrentar ese miedo al fracaso de frente.
—Supongo que no había visto las cosas de esa manera —dije, sintiendo una leve sonrisa formarse en mis labios—. Es cierto que no tengo todo resuelto, pero estoy aprendiendo a aceptar que eso está bien. Y con Trevor, no tengo que ser perfecta, solo tengo que ser yo.
La terapeuta asintió, y en ese momento, sentí una especie de alivio. No se trataba de tener todo bajo control, se trataba de aprender a vivir con las imperfecciones, con el miedo, y aun así seguir adelante.
—Gracias —dije, mirando a la terapeuta con sinceridad—. No sé si hubiera llegado a estas conclusiones sola.
—Es parte del proceso —respondió, sonriendo—. Y me alegra que estés dispuesta a enfrentarlo.
Me levanté del sofá, sintiéndome un poco más ligera que cuando había llegado. Sabía que el camino aún era largo, que todavía tenía mucho que procesar, pero por primera vez en meses, sentí que estaba en el camino correcto. Afuera, el mundo seguía girando, pero ahora yo estaba más preparada para seguir adelante. Y lo haría, paso a paso.
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