25
Hace calor.
Demasiado calor.
Doy par de giros sobre la cama intentando recobrar el sueño, cosa que parece imposible gracias a la alta temperatura de la habitación.
―¿Quién subió tanto la calefacción? ―me quejo mientras me quito la sabana de mala manera.
A pesar de que apenas estamos entrando en otoño el frío está muy presente. Aunque pienso que es gracias a la gran cantidad de lluvia que se presenta durante esta época. Las inundaciones por esta área son muy comunes.
Me pongo de pie y camino de forma pesada hacia el escritorio donde me sostengo con fuerza para no caer.
Mi cuerpo duele demasiado.
Siento como si hubiese tenido un sueño eterno, pero no sé qué soñé, quizás lo olvidé simplemente.
Eso no quita el dolor que tengo, es lo mismo cada día, me siento como una anciana.
Voy hasta el armario y saco el primer vestido floreado que veo. No soy fan de este tipo de vestimenta, pero hoy siento ganas de ponérmela.
No necesito ver el reloj para darme cuenta que ya voy demasiado tarde a mi trabajo. Ricardo se molestará otra vez conmigo. No sé cómo aún no me despide, estoy abusando de su buena voluntad.
Miro la pared frente a mí con detenimiento. Una gran serie de dibujos son los que se hacen presentes. No sé en qué momento los coloqué allí, pero no me molesta en lo mínimo la iniciativa. Se ve muy lindo.
Salgo de la calurosa habitación y me dirijo hacia el baño. Empiezo que desvestirme con rapidez, sin embargo, me detengo cuando llego a mis piernas.
No es que me incomode, sólo no me acostumbro todavía a verlas así. Parecen un suelo agrietado debido a alguna sequía.
Si intentara ocultarlo sería inútil, el maquillaje no podría arreglar esto. Debería usar medias largas.
Tal vez sí me hacen sentir un poco mal.
Entro a la ducha dejando que las frías gotas toquen mi piel. Sé que debería cambiarlo a agua caliente, pero esta sensación se me hace tan familiar que no puedo evitar querer sentirla.
Después de unos minutos mi cuerpo empieza a temblar en señal de que ya debo parar con esto. La última vez que lo hice sentí que mis pulmones explotarían por lo apretado que estaban.
Tengo mucho sueño.
Lavo mi cabello despacio, tocando en el cuero cabelludo las notables asimetrías, como si aquello que hubiese ocurrido en mis piernas también pasó en mi cabeza.
¿Cuándo ocurrió todo eso? Por más que lo pienso no se me ocurre nada.
Restriego la esponja con fuerza sobre mis brazos, una sensación de asco hace que mi movimiento aumente hasta que la piel de mis extremidades se tiñe completamente de rosa y ligeros rasguños empiezan a aparecer.
Limpio la sangre debajo del agua y salgo de la ducha.
Vuelvo a entrar a mi habitación envuelta en una toalla y comienzo a buscar mi ropa interior.
Tengo demasiado sueño.
Seco mi piel y me coloco el vestido cubriendo así por completo mis brazos y piernas. Arreglo la tela sobre mi cuello para que me abrigue correctamente.
Creo que esto me lo dio Ricardo, yo nunca habría comprado algo así.
Me coloco un grueso abrigo y unas botas altas blancas. Cubro mi cabello con un gorro de lana y camino hacia la cocina.
"Ya es de noche"
Pienso al ver a través de la ventana una densa oscuridad.
Me inquieta.
Busco un jugo en el refrigerador, pero no puedo evitar fruncir el ceño al notar la cantidad exagerada de carne que hay dentro de ella.
Quizás deba regalarle un poco a los vecinos o algo por el estilo. Yo no seré capaz de comer todo eso.
Saco el jugo y cierro la nevera.
―Me está empezando a doler la cabeza ―susurro mientras coloco una mano sobre mi frente― duele demasiado ―me apoyo sobre el mesón dejando caer todo mi peso sobre él.
Estoy muy cansada.
Ven... Síguenos Iveth.
No, no lo hagas, te lo prohíbo.
Obedéceme.
Ya dije que no, basta.
Para tú.
Vete Iveth, huye.
¡Ven ahora mismo!
Masajeo mis ojos incomoda, ya me estaba hartando de escuchar las mismas cosas una y otra vez.
Corro hacia la salida y salgo de la casa. Una leve brisa me envuelve, provocándome un escalofrío el cual no puedo ignorar.
Observo como un auto negro se encuentra estacionado frente a mí indicándome que entre a él.
Esto será pesado.
Al abrir la puerta me topo con el rostro sonriente de Ricardo quien me extiende la mano para ayudarme a subir.
―Pensé que no vendrías hoy ―besa mi mejilla― llevo un rato esperando.
―Disculpa por eso ―me coloco el cinturón de seguridad― me quedé dormida.
Lo supuse, por eso no quise molestarte ―enciende el auto.
―Qué jefe tan considerado tengo ―bromeo― ¿no te incomoda tener que venirme a buscar a diario? ―parpadeo con lentitud.
―Para nada, es el tiempo mejor invertido que tengo ―vuelve a sonreír.
―Lo tienes con una empleada inútil ―masajeo mis ojos― soy la anfitriona y siempre llego tarde.
―Pero muchos van sólo para verte, así que no les molesta esperar.
―Francisca dice que irían más si me dignara a volver a bailar ―suspiro― sabes, sólo bailé una vez con ellas, no entiendo su afán por quererme otra vez.
Escucho como él bosteza. Debe estar más cansado que yo.
―Le agradaste, es eso ―vuelve a bostezar― no se conforma sólo con verte por unos escasos minutos ―rasca su ojo― quiere pasar tiempo contigo.
―Te refieres a que quiere ser mi amiga entonces.
―Exacto.
Pero yo no quiero ser amiga de ella. Me siento bien estando sola. Además, no me quiero topar otra vez con su padre.
Oh... ahora que lo recuerdo él me dio algo. Debe estar aún en mi bolso.
Lo empiezo a buscar a tientas, pero el recuerdo de no haberlo tomado del colgadero llega a mí.
¿Cómo se supone que voy a salir sin mi identificación siquiera? Se nota lo descuidada que soy.
―¿Quieres que nos veamos en la tarde? ―pregunta de la nada― bueno, es que no hemos pasado mucho tiempo juntos...
―Si quieres podemos pasar el fin de semana juntos ―humedezco mis labios sin verlo― digo, es probable que duerma hasta tarde así que-
―Me parece buena esa idea ―interrumpe― ¿planeamos lo que haremos?
―¿Y si me sorprendes? ―me hundo en el asiento avergonzada― así como en los libros ―cubro mi rostro con mis manos.
―C-claro ―lo escucho carraspear― lo haré con gusto.
―Bien...
―Bien.
Después de eso nos quedamos en silencio el resto del camino. Mi corazón latía con tanta fuerza que me impedía el poder pensar con claridad.
La idea de pasar tanto tiempo con él me emociona mucho. Es la primera vez que haremos esto ¿es lo que llaman cita? Debo investigar un poco al respecto.
Cuando llegamos al club él me toma por los hombros y me guía por un camino que conozco a la perfección. Los otros empleados nos saludan con amabilidad, pero sé que en el fondo mi cercanía con Ricardo los incomoda. Es notable la preferencia que tiene él hacia mí.
―Dame tu abrigo ―empieza a quitármelo despacio― y el gorro también. ¡Oye, tu cabello está húmedo! ―juego con mis dedos nerviosa― te puedes enfermar Iveth, ya te he dicho sobre eso.
―Lo sé, lo sé ―sacudo un poco mi cabeza con la intención de secarlo.
Los perros son los que hacen así para secarse ―burla.
―Estás de muy buen humor hoy ¿no? ―me cruzo de brazos― como sea.
―Perdón, perdón ―mi cuerpo se tensa ante esas palabras― no lo haré otra vez.
Un ligero mareo me obliga a cerrar los ojos.
―Yo no quise... ―agarro mi cabeza.
―¿Qué murmuras? ―toca mi hombro― ¿te sientes bien? Estás pálida Iveth ―acaricia mi rostro.
―¿Eh? ―parpadeo confundida― ¿qué dices?
―¿Qué dices tú?
―Me voy a trabajar ―sentencio antes de empezar a caminar. Ya los clientes han esperado demasiado, no me sorprendería si me abuchean cuando llegue.
Tomo el micrófono de una mesa y subo al escenario. Más de 90 personas se encuentran mirándome con fijeza, algunos aplaudiendo y otros gritando. No parecían molestos.
―Muy buenas noches ―hago una corta reverencia antes de sonreír. Escucho como algunas personas me devuelven el saludo― al parecer no quieren ver el show de hoy ―hago un puchero― tienen el ánimo oso perezoso ―volteo los ojos.
―¡Buenas noches Iveth! ―gritan al unísono haciéndome sonreír.
―Perfecto ¿ven que no es complicado? ―alzo mi vista hacia el techo― ustedes ya se conocen esta programación mejor que yo ¿no lo creen? ―intento alzar una ceja.
―¡Sí!
―¿Saben qué grupo vendrá?
―¡The Angel Girls!
―Ven que sí se la saben ―sonrío― pero que se la sepan no significa que sea verídica ―alzo los hombros con desinterés― queremos hacer algo divertido hoy, algo nuevo ―empiezo a caminar de un lado a otro― decidimos agregar un grupo más a nuestra familia ―los gritos no se hacen esperar― calma mi gente, déjenme seguir explicando ―estiro mi mano en señal de silencio y ellos obedecen de inmediato― lo gracioso es que aparecieron 4 grupos queriendo participar y son muy buenos ―una música de suspenso empieza a sonar― entonces pensamos ¿y si ponemos a todos a competir? Grupos nuevos y viejos ―rostro de asombro son los que aprecio― serán 5 vacantes y ustedes, publico, serán los encargados de escoger quien se queda y quienes se van ¿no les parece un buen trato?
―¡Sí!
―¡Entonces démosle a bienvenida a todos los grupos! ―sin hacerse esperar más se presentan todos los chicos. Hombre y mujeres, entre 18 y 25 años, amantes del baile y de distintas academias reconocidas.
Todos tienen el mismo uniforme de guerra, pero en diferente color. Es gracioso verlos así. Mis ideas no son tan malas después de todo.
Observo como Rosie me regala una mirada de odio mientras acomoda su gorra amarilla. Ella no estaba de acuerdo con esto ya que fácilmente su grupo podría desaparecer.
Los aplausos no parecen que cesaran pronto, así que decido cortarlos haciendo una señal que conocen muy bien.
Silencio.
―Los presentaré formalmente...
Luego de eso me la pasé el resto de la noche anunciando y comentando cada vez que era necesario. La sonrisa no dejaba mi rostro mientras que el público no paraba de gritar en ningún momento.
Al final uno de los grupos principales fue eliminando, dejando así a la nueva generación. Fue algo triste para Ricardo ya que él estaba muy encariñado con esas chicas, pero nada podía hacer, todos aceptaron las reglas plasmadas.
―Iveth, Iveth ―llaman interrumpiendo mi merecida salida― ¿podemos hablar un poco? ―dice Francisca cuando me volteo hacia ella.
―Escucho ―me cruzo de brazos.
―Es que este fin de semana iremos a la playa y deseábamos que tanto los nuevos chicos como el jefe y tú fueran ―humedece sus labios― será divertido.
―Paso ―respondo sin más.
―Vamos Iveth, te hará bien tomar el sol.
―Tendríamos que viajar un día completo para que al día siguiente podamos hacer las actividades planeadas, luego viajar durante toda la noche y llegar directo aquí para trabajar el lunes ―frunzo el ceño― además no soy buena en los viajes.
Ella bufa.
―Iremos en avión, no será un día completo de viaje.
―No me agradan las alturas.
―¡Ay Iveth! Desde que volviste te comportas más quisquillosa ―infla sus mejillas― antes no eras así.
―¿Desde qué volví? ―ladeo la cabeza― pero si-
―Francisca ya vámonos, Héctor llegó ―interrumpe Camila― buenas noches Iveth ―saluda.
―Eh...
―Nos vemos mañana entonces Iveth, me dices tu respuesta ―se despide con la mano― ¿Héctor vino por mí Camila? ¿me veo bien? ―visualizo como me dejan atrás desapareciendo de mi campo de visión.
¿Qué quiso decir con eso de qué volví?
...
Ya me encontraba aquí, en las afueras de aquella tienda a la cual quería adentrarme desde hace un tiempo, pero no era capaz de hacerlo.
Hasta hoy.
Y es que me dieron ganas una vez más de volver a esto. Siento que es como mi lugar seguro y que nunca debí alejarme de allí. Era una de las pocas cosas que debía mantener viva de mí.
Como una identidad.
Entro a dicho local permitiendo que el olor a caramelo inunde mis pulmones. Se siente tan delicado el aroma que fácilmente podría quedarme dormida ante la comodidad. Es muy raro que algo me haga sentir así.
¿Qué debería comprar?
Camino entre los pasillos de las pinturas encontrándome con una basta variedad. Creo que ni en mis más hermosos sueños me habría imaginado algo así.
Hasta hay colores que antes sólo podía sacar por medio de mezclas, es fantástico.
Creo que compraré uno de cada uno, nunca sabré cuando podré necesitarlos.
Extiendo mi mano tomando un pequeño frasco entre ella.
No, los colores primarios son los principales. Tomo 4 frascos de cada color.
Si quiero empezar como se debe tengo que hacerlo igual que en años atrás. Ya después puedo agrandar la variedad.
Coloco los objetos dentro de la canasta acomodándolos por orden de color.
Pinceles, pinceles, necesito pinceles ―tarareo mientras camino hacia el estante de los pinceles― umm, esto me sirve ―agarro un empaque que trae diez clases de pinceles distintos. Si mal no recuerdo este era el tipo que solía utilizar en el colegio. Su punta es muy suave, como la de una brocha de maquillaje. Por eso es mi favorito.
Necesito un lienzo.
Grande, mediano o pequeño.
Rasco mi barbilla pensativa.
Entre más grande sea más espacio tendré, pero si es pequeño terminaré más rápido y si es mediano sería el equilibrio perfecto. Todos tienen sus ventajas. Podría comprar los tres, no pierdo nada con ello...
Oh, también necesito una paleta, claro ¿dónde se supone que iba a mezclar?
Esto se siente muy extraño. Es como si fuese mi primera vez haciendo compras, aunque creo que la es. Me agrada que el lugar esté casi vacío y que sea muy pequeño, pienso que si fuese diferente estaría sofocada.
Tengo que cambiar eso, debo empezar a adentrarme más al mundo, si no lo hago nunca seré alguien normal. Además, no es tan complicado como parece, sólo hablar con otros y buscar lo que necesito. Fin.
Pero sé que el problema principal es hacerlo sola.
Debo intentar ser independiente. Por mi bien.
De un momento a otro el estante frente a mí empieza a moverse de un lado a otro, dejando ver dos copias de él que se desplazan cada una por su lado.
Unas intensas ganas de vomitar me invaden obligándome a sentarme sobre el suelo cubriendo mis labios con mi mano. Noto como el piso también comienza a moverse haciéndome cerrar los ojos para no desechar todo lo que he comido.
―Señorita ―llaman tras de mí― escuché que quería unas pinturas ―me volteo de inmediato visualizando a Samantha― me hubiera gustado haberle conseguido más, pero sólo tenían de estos colores ―me extiende una pequeña bolsa de plástico.
―¿En serio las compraste para mí? ―me pongo de pie de inmediato secando mis mejillas para luego agarrar la bolsa― pero mi padre se va a molestar...
Ella niega.
―Él no entrará a su habitación y yo soy la única que tiene acceso ―me sonríe― ahora acompáñeme un momento por favor.
¿Vamos a salir? ―pregunto ilusionada.
―Lastimosamente no tengo esos alcances, pero le mostraré algo que sé que le gustará ―empieza a caminar.
¿Qué podría ser? ¿comida? ¿más pinturas? No, eso no, ya me las hubiese dado.
Bajamos por las escaleras y nos dirigimos hacia el despacho. Una leve incomodidad no se hace esperar con cada paso que me acerco a ese lugar.
―¿Mi padre me mandó a llamar? ―pregunto con la mirada sobre el suelo.
―Él no se encuentra en la casa señorita ―pasamos el despacho y nos detenemos frente a una puerta que se encuentra al lado de este. Samantha saca una llave de su bolsillo y la inserta en el cerrojo― sólo le pido que venga cuando su padre no esté ―abre la perilla y se hace a un lado dejándome ver el interior.
Mis parpados se abren lo más que pueden al escanear lo que hay frente a mí.
Es un salón más grande que el despacho, tiene un fuerte olor a polvo, pero eso no me arrebata la impresión. Hay una gran variedad de lienzos, parece una dotación ilimitada. Es lo único que hay aquí. Algunos están pintados, otros rotos, pero otros completamente sanos y hasta en su empaque.
―Mientras limpiaba el despacho de su padre encontré una llave y recordé que el salón de al lado nunca lo había podido abrir. Me tomé el atrevimiento y al abrirlo me topé con esto. Fui al mercado y mandé a sacarle una copia a la llave ―toma mi mano y deposita la llave ahí― mientras su padre no se dé cuenta venga cuantas veces desee y utilice los lienzos ―aprieta los labios― en el mercado no dejan que los trabajadores de esta casa compren lienzos, no sé el motivo.
Este lugar me resulta familiar, se siente extraño ¿he estado antes aquí?
―¿Y si mi padre se entera? ¿si me ve pintando? ¿si revisa aquí?
―Me haré responsable ―acaricia mi cabello― sólo tiene nueve años señorita, no debería preocuparse por esas cosas ―me empuja un poco haciéndome entrar― le conseguiré otros colores de pintura cuando lleguen, así que téngame un poco de paciencia.
Mi nariz empieza a doler demasiado en señal de llanto el cual no se hace esperar.
―¡Muchas gracias Samantha! ―lloriqueo mientras paso mis manos por todo mi rostro― tú y Michael son los únicos que me quieren en esta casa.
―No llore así ―empieza a secar mi rostro― las artistas no lloran.
―¿Y si quieren hacerlo? ―hago un puchero.
―Lo hacen con el color azul en las pinturas ―vuelve a sonreír― así es como los artistas se expresan, con los colores que usan en sus pinturas.
―Entonces todas mis pinturas serán azules ―sorbo mi nariz― y las que tengan otros colores te las regalaré ¿vale?
―Lo que ordene señorita ―besa mi mejilla― ahora vaya a tomar un lienzo y luego iremos a su habitación a pintarlo.
―¿Me verás pintar?
―Sí señorita, me gusta ver lo que hace, es muy lindo.
―¿Te gusta? ―mis ojos se vuelven a cristalizar.
―Mucho... ―se apresura a alcanzar mi posición― ¿pero por qué llora otra vez señorita?
Samantha fue muy cariñosa conmigo, ella me apoyó cuando mis padres no estaban...
Parpadeo lentamente mientras observo el suelo.
¿Eso cuando pasó?
Toco mi frente confundida. Al alzar la mirada me doy cuenta que me encuentro caminando por un parque en dirección a mi casa.
¿Cuándo llegué aquí?
Miro mi mano percatándome de un lienzo, una bolsa con pinturas, una paleta de plástico y pinceles en él.
¿En qué momento...?
No entiendo nada ¿fue un sueño? Pero no explica por qué estoy aquí ¿me cegué por un pensamiento? ¿pero cuando empecé a pensar en esto? Yo sólo veía los lienzos...
Necesito tomar una pastilla para este dolor de cabeza, siento que me va a matar.
Al menos compré todo lo que necesitaba. Cuando Lineth regrese le mostraré mi primer cuadro, sé que le gustará. También le enseñaré el dibujo que hice de ella ¿o debería hacerlo en un lienzo mejor y dárselo a sus padres? No, de seguro lo dejarían dañar.
Choco mi hombro con alguien sin querer sacándome completamente de mis pensamientos.
Perdóneme ―hago un par de reverencias antes de alzar la mirada.
―Fue mi error ―habla el joven de mala manera, pero su expresión cambia cuando detalla mi rostro― ¿Iveth? ―entreabre los labios antes de mirar hacia los lados― ¿qué haces así vestida con este clima? ―se quita su gorro y me lo coloca― te daría mi abrigo, pero debo ir a encontrarme con alguien.
Bajo la mirada hacia mi ropa dándome cuenta que sólo poseo un ligero vestido floreado con tiras delgadas ¿por qué me puse esto? Estoy casi segura que tenía un pijama de algodón ¿cómo no tengo frio?
―Gracias ―acomodo el gorro sobre mi cabeza― es bueno verte otra vez Jordan.
―Pienso lo mismo ―su rostro se enrojece, pero debe ser a causa del frio― ¿y qué has hecho durante todo este tiempo? Ya ha pasado casi medio año desde la ultima vez que te vi ―humedece sus partidos labios.
―¿Medio año? ―frunzo el ceño― pero no hace mucho tiempo dejé de trabajar en la cafetería ―ladeo la cabeza.
―Eso lo hiciste en verano, ya estamos en otoño ―señala el cielo― si no me crees sólo aprecia este horrible clima.
Debe estar mintiendo, no pudo pasar tanto tiempo ¿qué se supone que estuve haciendo?
―He estado trabajando en un club... ―digo distraída― soy la presentadora o algo así ―¿desde cuándo trabajo de eso?
―Vaya, eso me alegra mucho Iveth ―sonríe― yo estoy cerca de graduarme ―se cruza de brazos― Iveth... ―llama preocupado.
―Dime.
―¿De casualidad has sabido algo de Morgan? ―su rostro se aflige― no he tenido noticias de ella desde que se casó, me tiene ansioso. No sé si hice bien en hacerme de la vista gorda.
―¿A qué te refieres?
Baja la mirada.
―Andy tenia algunas reacciones que no me parecían del todo normales ―rasca su cabello― se le veía controlador, no sé, no me agradaba eso.
¿Quién es Andy?
―Morgan ya es una adulta y debe saber lo que hace. Ella ha de estar feliz en alguna playa del caribe ―miro un punto fijo― yo no la he visto desde que me dio la invitación de su boda ―frunzo el ceño― ¿cuándo se casó? Olvidé ir a su boda.
Ahora es él quien me mira confuso.
―Pero tú fuiste Iveth, fuiste con un tipo ―doy un paso hacia atrás― luego te retiraste corriendo y ya no te vi más hasta que días después hablamos en tu casa ―mira su reloj― Dios santo, voy demasiado tarde ―muerde su labio inferior― Iveth ya deberías irte a tu casa, estás tiritando por el frio ―acaricia mi hombro― nos veremos más adelante, cuídate y come bien ¿sí? ―empieza a caminar hasta que desaparece de mi campo de visión.
Yo no recuerdo nada de eso... ¿qué me está pasando?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top