20
¿Por qué estás tan lejos?
Alzo la mano lo más que puedo en dirección al antiguo techo cubierto por cielorrasos. Están algo amarillentos y las arañas se encargaron de decorarlo a su antojo.
Es tan sucio.
Este sitio se está desmoronando más rápido de lo que creí.
Coloco mi brazo sobre mis ojos sintiendo como este se humedece casi de inmediato.
No puedo más.
Esto es suficiente.
Cubro mi rostro con mis manos para luego girarme quedando de medio lado.
El suelo es tan helado.
¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿una? ¿dos semanas? ¿cuándo fue la última vez? ¿cuántas veces fue?
Por favor ―susurro mientras agarro con fuerza el brazo de aquel desconocido― no puedo respirar...
Veo como alza la mano y la estampa contra mi mejilla. El hormigueo se esparce por todo mi rostro haciendo que unas cuantas lagrimas se me escapen.
―¡Corten! ¡corten! ―grita exaltado Andy― ¿Qué es esa cara Iveth? ―tomo mi rostro entre su mano. Duele― te ves tan miserable... ―abre sus parpados lo más que puede y a su vez sonríe con exageración― creo que ya hemos tenido esta conversación antes ―sonríe más― no quieres que me enoje contigo ¿cierto?
El rostro de Ricardo llega a mi mente de golpe.
―No, perdón, no volveré a dañar la toma ―trago grueso asqueándome en el proceso. Mi boca tiene un sabor horrible― mira, ya está todo bien ―sonrío― sigamos ―giro mi rostro hacia el desconocido― disculpa, no me volveré a quejar, haz lo que mejor te parezca para el video ―bajo la mirada.
Si lo comparo hasta cierto punto, esto es mejor que antes. Los hombres son jóvenes y puedo... ¿en qué estoy pensando? ¿qué me pasa? Esto no está bien por ningún lado, no puedo buscarle lo positivo. Es un maldito suplicio, mi cuerpo, mi mente... ya no pueden más. Estoy al borde de un gran edificio lista para caer en cualquier momento y terminar entre espadas afiladas... ¿por dónde eso es bueno?
No quisiera admitirlo, en verdad quisiera que fuese una ilusión por culpa de las circunstancias, pero para mi maldita suerte no es así.
Ese tipo es mucho peor que su padre. No sabía que se podía ser tan horrible y miserable.
Y yo estoy a su merced, a la de ambos sinceramente.
Estoy como un perro, con una gruesa cadena alrededor de mi cuello que me impide dar más de dos pasos por mi cuenta sin verme interrumpida.
Tuve que irme más lejos, mucho más lejos.
¿Y si hago lo mismo que antes? Si lo denuncio...
No, no, antes yo no tenia familia que arriesgar, ahora todo es distinto. Él no me hará nada a mí, pero me obligará ver lo que les haga a ellos como castigo.
No puedo hacer nada...
¿Por qué Morgan tuvo que conocer precisamente a ese sujeto? ¿Por qué se hicieron pareja?
Esperen...
Morgan está casada con ese tipo.
Me siento de golpe.
Está con alguien tan horripilante... ―cubro mis labios con mi mano.
¿Y si sólo se casó con ella para meterla en este mundo? En este preciso momento ella puede estar siendo...
No, él no llegaría a tanto, es su esposa... ¿o sí se atrevería?
Morgan... a pesar de todo ella es una mujer pura, no debe ser manchada como yo, no debe conocer esta parte del mundo, ella tiene que seguir en su burbuja, no puede caer, no puede.
¿Pero qué puedo hacer yo?
Yo no debo meterme... todo puede empeorar para ellos.
Sin embargo, tampoco puedo quedarme callada, no quiero que sufra.
Sí... él no se enterará que yo le dije algo, no tendrá tiempo. Si le cuento todo a Morgan ella se espantará y huirá. Yo puedo ayudarla con ello, puedo darle mi dinero para que se vaya muy lejos y haga una nueva vida con su familia.
La tengo que ayudar.
Me pongo de pie y camino hacia la puerta decidida.
...
Sé que no debería hacer esto, algo en mi interior me dice que me dé media vuelta y corra. Es territorio movedizo. Pero mi cabeza me indica que siga, mi cuerpo apoya la moción y yo obedezco.
Esto es lo mejor que puedo hacer en este momento.
Toco el timbre un par de veces sintiendo como un escalofrío recorre mi cuerpo.
¿Y si él está aquí?
Escucho pasos acercase haciendo que la tensión dentro de mí aumente.
Veo como una mujer de unos veinte años abre la puerta. Me mira curiosa mientras sonríe con amabilidad.
―Buenos días señorita ¿en qué puedo ayudarla?
Señorita... hace años no me llamaban así. Me recuerda a Samantha.
―Buen día ―bajo la mirada― ¿se encuentra Morgan? ―entrelazo mis dedos nerviosa― soy una amiga... ―es algo patético decir esto, podría considerar que ella en verdad me odia.
La chica parece algo sorprendida y no evita mirar mi aspecto de pies a cabeza un par de veces. Quizás creyó que pediría limosna.
―Le voy a preguntar, espere aquí unos minutos ―empieza a cerrar la puerta, pero se detiene a medio camino― disculpe, ¿cuál es su nombre?
―Iveth ―respondo sin pensarlo.
La chica cierra la puerta por completo y escucho como sus pasos empiezan a alejarse.
Me doy media vuelta por instinto mientras rasco con fervor mi brazo.
Esto está tan vacío.
Su auto no se encuentra estacionado, quizás esté en su trabajo. Creo que es mi día de suerte.
Todo mi cuerpo pica y mis ojos no pueden dejar de ver hacia todas partes. Mi corazón late a tal punto que me hace pensar que dejará de funcionar en cualquier momento por trabajar tanto.
Necesito fumar ahora mismo.
―Señorita ―doy un brinco espantada antes de observar hacia el lugar donde provino la voz― ¿está bien? Se ve algo pálida.
Intento hablar, pero mi voz no sale. Estoy aterrada.
Asiento con un intento de sonrisa.
―La señora Morgan dice que-
―Déjalo Lucy ―interrumpe una voz femenina― yo me encargaré de esto.
―Como ordene señora.
La chica desaparece de mi campo de visión y en su lugar se aproxima una figura muy reconocida para mis ojos.
―Morgan ―intento entrar para alcanzarla, sin embargo, ella interpone su brazo entre ambas.
―¿Qué quieres? ―pregunta con fastidio― ¿cómo sabes que vivo aquí?
―Morgan, vine a decirte algo ―miro hacia los lados― es algo importante, déjame entrar.
―No ―acomoda la manga de su vestido― lo que sea que quieras dímelo aquí. No tienes permitido entrar a mi casa.
Observo como la parte blanca de su ojo izquierdo se encuentra teñida de rojo sangre. Ella parece notarlo ya que lo cubre con un mechón de su cabello.
―¿Estás bien? ―pregunto preocupada.
―¿Qué es esa pregunta? ―frunce el ceño ¿viniste a cuestionarme? Que patética eres ―voltea los ojos― Mira todo bien Iveth, vivo como una reina, obvio estoy bien.
Enfoco toda mi atención en ella, lo que menos me interesa saber son las condiciones económicas en las que se encuentra gracias a ese tipo. Es dinero sucio.
―Morgan, tienes que irte ―me acerco tomándola por los hombros― el hombre con quien te casaste no es un buen sujeto, es un demonio, te hará mucho daño si sigues con él ―aprieto mi agarre― él me está haciendo cosas horribles y su padre destruyó mi vida, me dejó marcada. Morgan no quiero que te hagan nada ―deslizo mi mano hasta su mejilla y la acaricio― quiero que vivas feliz...
Ella me mira sorprendida, frunce el ceño por unos segundos y luego comienza a asentir.
―Entiendo... ―susurra― él tenía razón.
¿Él?
Ella se zafa de mi agarre y se aleja unos pasos.
―Mi marido me dijo que te le estabas insinuando desde que lo conociste, no quería creerle porque pensé que amabas a Jordan, pero al ver que llegaste con otro a mi fiesta de bodas me di cuenta que era verdad. Eres una zorra ―vuelve a asentir― Ahora intentas hacer que desconfíe de él para que te deje el camino libre ¿cierto? Pensaste que era una idiota ¿no? ―ríe― no pensé que ibas a caer tan bajo Iveth, que vergüenza.
¿Qué me dice?
―Morgan, estás equivocada ―intento acercarme, pero ella retrocede― créeme, ese tipo es muy malo y su padre-
―¡¿Su padre qué?! ―grita― ¡Deja de usar a un difunto en tus mentira! ¡No seas tan lamentable!
¿Un difunto?
―Él te mintió...
―No, me hizo ver con claridad. Me dijo que algún día vendrías a difamarlo.
―Me preguntaste que cómo sabía que vivías aquí ―asiento― él me obliga a grabar videos para adultos y luego me manda en su auto con su chofer a mi casa. Un día viajó conmigo y se bajó aquí, por eso lo supe ―tomo su brazo― ¡Ese tipo prostituye chicas Morgan! ¡A niñas! ¡Su padre me-
Siento como de un momento a otro mi rostro hormiguea y mi mirada queda centrada en una pared a mi lado.
―¡Mentirosa! ¡mentirosa! ―me propina otra bofetada haciéndome retroceder un par de pasos― ¡Vete! ¡vete! ¡No quiero saber de ti maldita mentirosa! ―me da empujones hasta que me saca de la casa― ¡Ojalá te mueras rápido, sólo sabes dañar a todos! ―cierra la puerta de un tirón haciendo un escándalo. Observo como unos vecinos se asoman y centran su mirada en mí, logrando que el nerviosismo me consuma.
¿E-ellos habrán visto mis videos? ¿sa-sabrán quién soy? Es probable que me reconozcan...
Bajo la mirada espantada y comienzo a correr hacia una dirección desconocida para mí.
No quiero que nadie me vea así, que nadie me juzgue.
Yo no quería, no quiero, no me vean, no lo hagan.
Mi pecho empieza a doler haciendo que mis pasos cedan. Mis piernas se sienten tan débiles que en cualquier momento me obligarán a caer sobre la acera.
Esto es horrible.
El recuerdo de las palabras de Morgan me invade, haciendo que el dolor aumente obligándome a agarrar la tela de mi sudadera con fuerza.
Ella tomó su decisión, pero... él sabía que yo haría esto, estaba preparado y la preparó a ella.
Morgan puede decirle que estuve ahí.
No, ella le dirá que estuve allí, de eso estoy segura.
Él hará algo, él me va a castigar, no, peor, me puede matar.
No...
Ricardo, Lineth... no, no.
Todo esto fue en vano, soy una estúpida, no debí preocuparme por ella. Cabe las tumbas de todos.
Dios mío ¿qué hago ahora?
...
―Esto está mal, todo está mal, yo estoy mal.
Susurro mientras muevo mi cuerpo hacia delante y atrás.
Agarro mi cabeza con fuerza intentando ordenar mis ideas, pero es inútil, sólo logro empeorar todo.
―Él va a venir. Lo arruine, lo arruine ―arranco un mechón de mi cabello― todo está mal, todo está mal.
Escucho como tocan la puerta un par de veces haciendo que me sobresalte. Me arrastro lo más rápido que puedo hacia un rincón de la sala, como si eso lograra hacerme invisible y evitar el caos que se aproxima.
―Iveth soy yo ―esa voz― ábreme por favor, estoy muy preocupado por ti.
Es Ricardo.
¡Es Ricardo!
Él no puede estar ahí, si Andy lo ve...
―¡Vete! ―grito con todas mis fuerzas― ¡déjame en paz! ―meso mi cuerpo con mayor rapidez mientras muerdo mi dedo pulgar.
―Iveth, desapareciste de la nada, ya ha pasado casi un mes ―escucho como intenta abrir la puerta― estamos demasiado preocupados.
Estamos.... No, más gente no.
―¡Lárgate maldita sea! ¡Déjame vivir en paz! ―mi mirada se nubla― ¡Déjame sola de una buena vez!
―¡Me dijiste que no te alejarías otra vez! ―grita enojado― ¡me dijiste que estaríamos juntos! ¿acaso me mentiste? ―cubro mis labios silenciando los inevitables sollozos― Iveth, no te pienso dejar otra vez, por favor, no nos hagas esto, confía en mí.
Lo siento tanto Ricky.
―Sólo gastas tu tiempo, no quiero tenerte más cerca, me sofocas ―mentirosa― sinceramente me he empezado a arrepentir de haberte encontrado, fue un error ―para― déjame Ricardo, vete.
Miento, miento, miento.
Soy una basura, esto es horrible, soy un asco.
Después de unos minutos escucho como un auto arranca y casi de inmediato desaparece.
Él se fue.
Realmente se fue.
Sólo daño a todos, es mi culpa, no debí involucrarlo.
Cierro los ojos con fuerza.
―Perdón, perdón, perdón, perdón ―niego― merezco todo esto, lo merezco.
...
―¡Suéltame, suéltame, déjame! ―abro los ojos abruptamente mientras me reincorporo apretando con fuerza la empapada sudadera entre mi mano.
Miro hacia todas partes por inercia, encontrándome sólo con la absoluta oscuridad.
Ya anocheció.
Dicen que dormir es la mejor manera de olvidar los problemas, pero dormir sólo logra hacerlos revivir de mil maneras peores. Es demasiado...
Me pongo de pie y me encamino con pasos temblorosos hacia la cocina.
Siento mi garganta seca.
Enciendo la luz y busco un vaso. Sirvo un poco de agua en él notando como mis manos tiemblan más de lo normal.
―Cálmate ―sostengo el vaso con ambas manos― todo va a estar bien.
Me giro despacio mientras bebo un poco de agua. Siento como el frío líquido se desliza por mi garganta hasta llegar a mi estómago regalándome algo de calma.
Cuando alzo la mirada el vaso se resbala de mis manos impactando contra el suelo rompiéndose en mil pedazos.
¿Qué es esa figura en la sala? ¿Cómo no la vi antes?
El temblor en mi cuerpo aumenta obligándome a sostenerme del mesón para no caer.
La figura se gira hacia mi dirección relajado, haciendo que la tensión en mi cuello aumente más.
―Estabas dormida tan plácidamente que no quise despertarte ―se pone de pie― no sé si lo sabes, pero cuando duermes hablas mucho, mejor dicho, te quejas demasiado ―camina hacia mi dirección― "aléjate" "me lastimas" "duele" "por favor para" que tierna eres, al parecer tienes buenos sueños gracias a mi padre y a mí. Deberías estar agradecida ―alza sus manos y las coloca sobre mis mejillas― entonces si fui tan bueno contigo ¿por qué fuiste a mi casa? ―presiona mis mejillas con fuerza― eres tan ingenua. Era una simple prueba y no supiste serme fiel ni por tres semanas ¿crees que soy tan imbécil como para dejar que conozcas mi dirección sin tomar medidas antes? No eres de fiar Iveth, yo estoy delante de ti por muchos pasos, no te quieras hacer la lista.
Él está aquí dentro... y no puedo hacer nada. Está ensuciando la casa con su impureza y no puedo mover ni un dedo.
Lo siento tanto abuela.
―Perdóname ―tomo sus brazos― fue un impulso estúpido, perdóname por favor ―ruego― estoy arrepentida, mucho Andy, prometo no pisar tu casa otra vez. No me acercaré a nada que sea tuyo sin tu permiso Andy, perdóname.
Ladea su cabeza.
―No te preocupes Iveth ―acaricia mi cabello― después de lo que te haré hoy no podrás pisar nada durante un largo tiempo.
―¿Qué? ―veo como una delgada sonrisa se forma en sus labios.
Sonríe Iveth, tendrás vacaciones ―camina hasta la sala― tal vez. Veré cómo ubicarte. Total, lo único que sirve de ti es lo que tienes allá abajo y tu linda boquita ―veo como toma algo del sillón y lo esconde tras su espalda― date la vuelta Iveth ―humedece sus labios― hazlo ya.
No puedo huir, será peor si hago eso, mucho peor.
Hago exactamente lo que dice y él sin dudarlo coloca algo sobre mis ojos sumiéndome en la oscuridad.
Mi piel se eriza al sentir sus dedos sobre mi cuello mientras me obliga a caminar haciendo que cada movimiento que haga esté lleno de duda.
―Sabes Iveth, yo quiero mucho a mi esposa, es mía ―aprieta con mayor fuerza mi cuello― y la amé mucho más cuando me enteré que era tu amiga, ella es perfecta para mí ―me choco con fuerza contra una pared lastimando mi frente― lo siento, no me fijé ―toma mi hombros y sigue encaminándome hacia algún lugar― si ella te hubiese creído, si no la hubiese prevenido ―impacta su puño contra mi costado haciéndome caer de rodillas sobre el suelo― Me habría dejado solo sin consideración alguna ―toma mi cabello entre su mano obligándome a ponerme de pie otra vez― Oh Iveth, perderé algo de dinero durante este tiempo ―siento como algo... un cinturón o látigo golpea mi rostro haciendo que un chillido escape de mis labios― pero no importa.
―¡Piedad! ―grito desesperada― para por... AH ―otro golpe con ese objeto lastima mis manos que cubrían mi rostro. Arde.
―Mal. Mal ―toma mis manos con fuerza― tendré que amarrar esto.
―No Andy, te lo ruego, no ―intento forcejear, sin embargo, otro golpe impacta mi estomago dejándome sin aire.
―Tus ruegos ya se volvieron aburridos y repetitivos. Inventa otros ―siento como ata mis manos con lo que supongo es una soga. Muy apretado― Mira hacia acá ―muevo mi rostro siguiendo su voz― Ves que todo va bien cuando se obedece ―coloca algo dentro de mi boca impidiendo que mi voz se haga presente― no queremos que los vecinos escuchen ¿cierto? ―es inútil si intento huir... esto me lo merezco, no debí involucrarme en lo que no debía, yo lo hice enojar, es mi culpa― Le dijiste a mi querida esposa que soy un monstruo. Si tienes esa perspectiva de mí entonces la haré cierta ―empieza a quitarme el pantalón haciendo que mi corazón se acelere y mi pánico aumente― no te asustes, el día que decida cogerte no será así ―pasa su mano con lentitud sobre mi piel desnuda. Se siente tan asqueroso― Necesito que sientas muy bien el castigo. No debes olvidar que soy alguien amable, el castigo te lo estoy dando a ti y no a ese traidor de Ricardo o a la pequeña niña.
¿Traidor? ¿él sabe que Ricardo fue el que me ayudó? ¿cómo?
―Esto será entretenido ―puedo escuchar como suspira. Lo disfruta.
El cinturón empieza a impactar sobre mis piernas una y otra vez, haciendo que me remueva como un gusano por inercia. Mis alaridos descontrolados se vieron interrumpidos gracias a lo que sea que se encuentre entre mis labios.
Todo esto arde demasiado, es como si pequeñas cuchillas se enterraran en mi piel y desgarraran.
Nunca me habían hecho algo así, duele mucho... quiero que pare ya.
Él con cada correazo parece entusiasmarse más, haciéndolo con mayor fuerza y rapidez.
Siento como mis piernas después de un largo rato dejan de palpitar por el dolor, se quedan inertes sobre el suelo, entumecidas a tal punto que no responden aunque desee moverlas.
Él sigue con su juego hasta cuando parece cansarse, sus jadeos inundan la habitación por completo, convirtiéndose en el centro de mi atención.
―Pensé que a estas alturas estarías llorando, pero al parecer no lo haces ―me pica el brazo, es molesto― ¿Sabes? Cuando llegué aquí mi idea era partirte las piernas, y estuve a punto de hacerlo ―siento como el sudor frío se desplaza sobre mi frente en forma de gruesas gotas― Pero al verte atada reflexioné y me di cuenta que la recuperación es muy lenta y no pienso darte vacaciones tan largas ―acaricia mi mejilla― espero que hayas aprendido algo con esto. Te dejaré descansar por unas semanas. Alguien vendrá a traerte comida y te curará las heridas. No quiero que mi estrella parezca una anoréxica torturada, aunque tal vez con maquillaje cubramos el desastre de tu cuerpo ¿qué piensas? ―huele a húmedo, tal vez llueva pronto― Cuando vuelva a ver tu sensual presencia espero que parezcas una mujer decente. Arréglate, vístete bien, péinate, no quiero tener que castigarte por esas banalidades que como mujer debes saber hacer ―mueve su mano hacia mi torso y alza el suéter dejando expuestos mis pechos― mi padre me dijo que te había mandado a implantar unas grandes ¿acaso te las quitaste? Debiste haberte acostado con muchos para pagar tan buen trabajo, ni parece que hayas pasado por una cirugía ―juguetea con mi pezón― voy a analizar la idea de ponértelos otra vez, y en el trasero... ¿por qué te los quitaste también? Me imagino que te veías perfecta ―aparta su mano de mi piel haciéndome sentir algo relajada― si ves que las heridas se curan antes de que venga por ti me avisas para no posponer más el trabajo. Confío en ti Iveth ―escucho como cierra algo― te dejaré así, ya encontrarás la manera de librarte de eso, eres astuta ¿no? Si no es así entonces espera a que venga alguno de mis hombres. Nos vemos pronto escucho sus pasos alejarse hasta cuando abre la puerta y la vuelve a cerrar.
Mantengo mi posición intacta y mi mente en blanco.
Escucho como algo pequeño golpea contra la ventana y el grifo de la cocina deja caer gotas de agua cada 7 segundos.
No vale la pena pensar en otra cosa que no sea esa gota cayendo cada 7 segundos...
Omnipresente:
―Admito que tu mensaje me sorprendió un poco ―comenta Matías antes de llevarse la taza de té hacia los labios― Y mucho más cuando me fuiste a buscar hasta mi universidad ―suspira. No se sentía cómodo en aquel lugar. Le parecía extraño el hecho de viajar tantas horas sólo para mantener una charla casual.
Sin embargo, tenía la necesidad de complacer a aquella albina.
Pensaba que con ella podría sentir cerca a su hermana una vez más. Una idea tonta, pero con sentido para aquel chico con el corazón destrozado.
―Siento haberte arrastrado hasta acá ―muerde su uña con preocupación. Lo que menos deseaba era hacer enojar a su señor otra vez― Lo siento, no debí escribirte ―se pone de pie dispuesta a esconderse. Su actuar había sido imprudente.
Matías imita su acción y la alcanza tomándola de la mano.
Un tacto cálido y nuevo para ella.
―No te preocupes Amy ―le sonríe ligeramente― estoy feliz de estar aquí contigo ―miente con descaro logrando que así, la albina le regale una gran sonrisa la cual lo descoloca un poco.
―¿En serio? ―pregunta con ilusión. Al ver la sonrisa del castaño como respuesta su corazón empezó a latir con el mismo frenesí de cuando asesinaba a alguien.
Era satisfactorio.
―Claro, pero dime ¿de qué querías hablar? ―se vuelve a sentar mientras toma la taza de té entre sus manos― Debo regresar pronto...
―¿Regresar? ―sus sentidos se alarman― ¿No te quedarás? ―abre sus parpados con exageración y a su vez sus pupilas parecen disminuir de tamaño.
El castaño se encogió en su lugar inquieto ante la escena. Ese cambio de humor había sido demasiado abrupto.
―Debo ir al trabajo ―rasca su mejilla― no puedo quedarme por mucho tiempo ―baja la mirada y se lleva la bebida caliente a los labios. Se sentía incómodo.
―Tú no puedes regresar ―se acerca a él con rapidez― debes quedarte aquí, tenemos que ponernos al día con muchas cosas ―ladea el rostro― ¿me piensas abandonar otra vez?
Un leve escalofrío inundó el cuerpo del joven. Había sido un error haber accedido a los deseos de esa chica.
―¿A qué te refieres? ―se pone de pie alejándose un paso― creo que fue mala idea venir... ―se da media vuelta dispuesto a irse, sin embargo, casi al instante cayó al suelo y toda su visión se oscureció al recibir un fuerte golpe sobre su nuca.
La albina dejó caer el jarrón floreado logrando que este se partiera en cinco pedazos y ligeros trazos con sangre mancharon la blancuzca baldosa.
―Nosotros estaremos juntos para siempre. ―se arrodilla al lado del cuerpo inerte― Seremos muy felices mi señor...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top