19

En ocasiones... el silencio puede ser el mejor aliado.

Unos minutos en donde ni tus pensamientos se hacen presentes, es perfecto, es tranquilo.

Estar completamente en blanco, no sentir nada.

Quisiera estar dentro de una piscina, flotando, dejándome llevar lentamente con el viento.

Pero los pecados pesan, los pecados me hundirían inmediatamente.

¿Por qué todo debe ser así? Tan complicado.

Esta situación me entristece un poco... o quizás mucho. No entiendo la magnitud del problema.

Alzo la mirada encontrándome fijamente con una puerta, una puerta que lleva a una habitación donde tenía tiempo sin entrar.

Era privado, no era bienvenida.

Me pongo de pie y camino hacia esa dirección, mis pasos son firmes, pero pesados.

Al colocar mi mano sobre la fría perilla, una clase de escalofrío escaló hasta llegar a mi cabeza haciendo que me duela, y mucho.

Muevo mi mano sin más, dispuesta a entrar, sin embargo, no puedo hacerlo.

Está con seguro.

Vuelvo a moverla un par de veces, pero es inútil, sólo con una llave podría adentrarme y sinceramente no sé dónde está.

Es muy probable que no me quiera allí dentro como sospechaba.

¿Ella estará aquí? ¿Se fue? ¿Si la llamo me responderá?

Mis rodillas deciden dejar de funcionar, haciendo que caiga de forma estrepitosa contra el suelo.

Duele...

Intento ponerme de pie, pero fallo. No tengo fuerzas. No tengo fuerza para nada.

Lineth debe estar por llegar.

Debería decirle a su madre que ya no puedo cuidarla, es lo mejor para la niña. Conmigo sólo corre peligro, además, soy una mala influencia.

Sólo en mi cabeza podía existir la posibilidad de proteger a alguien, no puedo cuidarme ni a mí misma.

Soy tan patética.

¿Qué haré con Andy? No quiero ir con él, no quiero volver a ese lugar.

No puedo respirar.

Agarro la tela de mi suéter con fuerza mientras intento recobrar la compostura, pero me veo interrumpida por culpa de la falta de oxígeno.

Mi pecho no deja de subir y bajar, mi garganta no deja de inhalar aire, y todo por inercia, automático.

Yo no quiero esto.

Quiero que me lleve esta vez, irme de aquí, acabar todo.

Pero mi cuerpo no apoya esa idea. Él sigue luchando hasta que logra estabilizarme otra vez.

Caigo al suelo, sintiendo como mis extremidades tiemblan sin intensión de calmarse pronto.

Mi cuerpo lo que tiene de valiente lo tiene de estúpido. No sé para qué insiste en luchar si al final queda desecho, haciéndome sentir peor que antes.

Escucho como tocan la puerta un par de veces captando la poca atención que me queda.

Alzo un poco la cabeza, pero esta cae sobre la fría baldosa del suelo. Me siento tan pesada.

Si no respondo ahora mismo se irán. Su madre correrá a su trabajo y la dejará sola en la casa. Allí ella podría salirse e insistir en venir y puede que alguien la tome y se la lleve.

Andy puede estar esperando esa oportunidad.

Mis alarmas internas se disparan impulsando a que me ponga de pie y empiece a dar largas zancadas hacia la puerta.

Si no la recibo pueden hacerle algo horrible, no podría defenderla, sería mi culpa.

Si le hacen lo mismo que a mí... no lo soportaría.

Abro la puerta de un tirón, encontrándome directamente con la mirada serena de aquella mujer que dice ser la madre de Lineth.

Bajo la mirada dándome cuenta que la pequeña muñeca no se encuentra con ella.

¿Se habrá enfermado?

¿Estará en el hospital?

¿S-se la habrá llevado?

Cubro mis labios ante la idea.

―Iveth ―hace un pequeño asentimiento de cabeza― buen día.

―Buen día ―saludo en un susurro. Mi garganta duele.

Noto como la mujer aprieta con fuerza la cinta de su bolso.

―Vine a darte las gracias personalmente por haber cuidado a Lineth durante este tiempo ―me extiende un pequeño sobre amarillo y lo tomo con duda― no es mucho, pero tanto mi esposo como yo pusimos algo. Sé que te hiciste cargo de muchos gastos de mi niña, tanto en ropa como en útiles. Nunca lo olvidaré ―tomo su mano y coloco el sobre en ella.

―Lo hice como un regalo, no quiero que me pague. A la larga fue mi decisión, no estaba obligada a nada ―muerdo mi labio inferior― úselo para comprarle un balón de futbol y una libreta de dibujo, eso hará muy feliz a Lineth.

El rostro de la mujer se enrojece mientras asiente despacio.

Mueve los labios, pero no sale palabra alguna de ellos. Lo intenta un par de veces más, pero obtiene el mismo resultado. Comienza a negar y luego de unos segundos me mira directamente hacia los ojos.

Están rojos.

―Envié a Lineth con mi madre ―dice al fin antes de apretar sus labios formando una delgada línea― ella se ofreció a cuidarla y darle todo lo que necesite mientras nosotros nos estabilizamos económicamente. En realidad, ella quiso hacer eso desde el principio, pero simplemente no quería alejarme de mi niña, sabes, es muy pequeña, es mía.

Envié a Lineth con mi madre.

¿Eso que significa?

―No la estoy entendiendo ―confieso.

La mujer me mira con ojos llorosos antes de rebuscar en su cartera.

―Ella me dijo que te diera esto ―me extiende una hoja doblada― y que te dijera que para las vacaciones vendrá a quedarse contigo.

¿Qué es lo que me está diciendo?

―¿Y la escuela? ―tomo la hoja despacio. Estoy temblando demasiado.

―Hice todos los trámites para trasladarla, ya debe estar en un nuevo salón haciendo amiguitos ―sonríe― ella es así.

―Pe... ―frunzo el ceño― ¿Lineth sabia de esto? Ella no me dijo nada. Usted no me dijo nada ―empiezo a negar― ¿por qué la alejó tan de repente? ―susurro.

―Iveth, sé que le tomaste mucho cariño ―agarra mis manos parando así un poco mi temblor― pero esto es lo mejor para ella. Le dimos la noticia el viernes y lo aceptó sonriente, sólo me pidió que te diera lo que ya te di y que la trajera para las vacaciones ―una lagrima se le escapa― Lineth es muy compresiva, ella de inmediato buscó el lado bueno de la situación. Ella estaba feliz Iveth ―cubre sus labios― ya me tengo que ir ―niega― gracias otra vez por todo Iveth ―me da la espalda y comienza a irse.

Sin darme cuenta comienzo a correr hacia ella y agarro con fuerza su brazo sorprendiéndola.

―¿Puedo llamarla de vez en cuando? ―pregunto desesperada.

Ella baja la mirada.

―No, no hagas eso ―responde seca― no la hagas extrañarte y que quiera regresar, eso sería injusto ―toma mi muñeca alejándola de ella y vuelve a retomar su camino.

¿Lineth ya no vendrá?

Me duele el pecho.

Doy media vuelta y comienzo a dirigirme otra vez hacia el interior de la casa. Al entrar observo el papel que se encuentra entre mi mano.

¿Por qué no me dejaron siquiera despedirme?

Abro la página y casi de inmediato las lágrimas empiezan a brotar.

Una muchacha con cabello negro y rizado, vistiendo un suéter holgado y unos pantalones para dormir se encuentra cargando a una pequeña niña completamente despeinada y con un lindo vestido verde.

"Cuando vuelva quiero ver muchos de tus dibujos Ivi"

"Te quiero"

Paso mi dedo sobre el papel despacio.

―Haré muchos dibujos Lineth ―caigo al suelo― haremos muchos más cuando vengas pequeña, muchos ―presiono la hoja sobre mi pecho.

Siento que me estoy quemando.

...

Camino a pasos lentos a través del vacío club. Observo como la tarima se encuentra allí, exigiendo que vaya hacia ella y baile hasta que mi cuerpo caiga al suelo por el cansancio.

Pero hoy no tengo ganas de eso.

Alzo mi mano notando como el temblor sigue allí, impidiendo que agarre algo sin que caiga al suelo. No sé cómo mis piernas siguen soportando mi peso.

―Iveth ―escucho una extraña voz masculina tras de mí. Me giro topándome con un completo desconocido quien me sonríe.

Vuelvo a caminar hacia el salón de ensayos, pero el desconocido parece no querer rendirse.

―¿Te olvidaste de mí Iveth? ―pregunta divertido― soy Ángelo, trabajaba donde tú lo hacías antes, era mesero.

Abro mis parpados lo más que puedo enfocado otra vez su rostro.

Yo no me acuerdo de él.

―Ah ―es lo único que logro decir.

Supongo que si está aquí es porque es amigo de Ricky y si es su amigo entonces no hay peligro de nada.

―Bueno, ya no te quito más tu tiempo, ve a ensayar ―sacude su mano como despedida― espero que podamos ser muy buenos amigos ―sonríe.

No me agrada...

Su sonrisa parece forzada.

Emprendo otra vez mi camino dispuesta a encerrarme en aquel salón y no salir más, pero otra voz masculina me llama.

―¡Iveth! ―llega Ricardo hasta mi posición abrazándome con fuerza― Dios, estaba tan preocupado por ti ―refuerza más su agarre― si Francisca no me hubiese dicho que estabas con ella creo que habría enloquecido ¿por qué te desapareciste así?

Observo su pecho con fijeza. Él es tan cálido.

―Disculpa ―susurro― no quiero hablar de eso ―alzo mis brazos envolviendo su cintura― lo siento tanto ―sin darme cuenta empiezo a llorar otra vez. Me siento tan cómoda con él que mis sentimientos comienzan a actuar por sí solos, soy débil a su lado.

―Hey... no llores Iveth ―acaricia mi cabello― no me gusta verte así.

―Lo siento ―presiono más mi rostro sobre su pecho― lo siento mucho.

―No te disculpes tanto, no entiendo por qué lo haces ―intenta separarse de mí, pero lo impido, no quiero dejar de sentir su calor― No trabajemos hoy Iveth ―sigue acariciando mi cabeza― estemos sólo tú y yo ¿quieres? Tomemos el día libre, no habrá problemas con eso.

Alzo la mirada enfocando sus ojos. Tiene grandes ojeras, debe estar exhausto.

―Bien ―acomodo mi mejilla sobre su pecho― hagamos lo que quieras Ricardo.

Su pecho se infla y escucho como un sonoro suspiro escapa por sus labios.

―Entonces deja que arregle unas cosas rápidas en la oficina y nos vamos. Puedes esperarme aquí mientras tanto ―sonríe.

―Está bien ―me alejo de él permitiendo que se vaya.

Tengo frío.

―Iveth ―llama alguien detrás de mí haciendo que me sobresalte― lo siento, lo siento ―ríe Ángelo― es que en el teléfono hay una llamada para ti, al parecer es urgente.

―¿Una llamada? ―me acerco a la barra dudosa. No existe absolutamente nadie que podría llamarme a este lugar.

El chico me extiende el teléfono y se retira, supongo que dándome algo de privacidad.

―¿Aló? ―frunzo el ceño.

―¡Iveth querida! ―esa voz... siento como todo mi cuerpo se estremece ante ella. No puede ser― intenté llamarte a tu celular, pero está apagado. Eres una niña muy mala ¿creíste que así te ibas a deshacer de mí? ―ríe― que ilusa.

―No, no es eso ―me apresuro a hablar― lo rompí sin querer ―todo mi cuerpo tiembla, no quiero regresar allí, no quiero verlo a él.

―Excusas ―bufa― bueno, tengo cosas por decirte así que te espero en el hotel Dymond dentro de diez minutos ―¿un hotel?

―¿Qué? ¿qué haré allí? ―Iveth cálmate.

―Las preguntas aquí las hago yo. Sólo obedece mis ordenes Sweet Dreams ―no quiero...― si no vienes cierto dueño de cierto club...

―¡Iré! ―grito espantada― no hagas nada por favor, estaré allí ―rasco mi cuero cabelludo con fuerza.

―Así me gusta. Entonces nos vemos pronto linda ―lanza un beso antes de colgar.

Suelto el teléfono y empiezo a correr hacia la salida. Ya afuera no puedo evitar expulsar todo lo que se encuentra dentro de mi estómago.

Esto es horrible.

Esto está muy mal.

Me reincorporo limpiando mis labios y paro un taxi de inmediato.

¿Qué hago? ¿qué me hará? Si no le hago caso Ricardo o Jordan sufrirán.

Hasta Lineth podría ser una víctima, si es como su padre entonces es capaz de ubicar personas con rapidez.

Dios, por favor, ayúdame, sé que he hecho muchas cosas mal, pero no quiero que otros paguen por mi culpa y... yo tampoco quiero pasar por esto otra vez.

Más lagrimas ruedan por mis mejillas mientras observo como todos los edificios pasan con rapidez a través de la ventana.

...

Apenas pongo un pie dentro del hotel siento como alguien coloca su brazo sobre mis hombros.

Miro de inmediato al sujeto encontrándome con el perfil de Andy. Este me mira de reojo antes de sonreír.

―Llegaste más rápido de lo previsto ―me acerca más a él― sigues siendo la misma chica de la cual mi padre siempre habla.

¿Él habla de mí? ¿Me recuerda tanto?

Mi estómago comienza a doler, pero lo ignoro, no quiero hacerlo enfadar.

Caminamos hasta un elevador donde empieza a acariciar mi cabeza como si de una mascota se tratase y sé que me ve como eso, un animalito del cual puede sacar provecho.

¿Qué me hará? ¿qué hacemos aquí? Necesito vomitar otra vez, no sé si pueda contenerme.

―Sabes, tomé una decisión ―sonríe― y sé que te gustará.

Salimos del elevador y nos adentramos en una habitación.

¿Qué decisión?

Mis ojos no pueden evitar cristalizarse al notar la figura de tres hombres aquí.

―No... ―cubro mis labios.

Víctor es el primero en sonreírme con malicia, Cristian es el siguiente que me saluda con una mano alzada y Morales, ese no me dedica ni una mirada.

¿Qué hacen ellos aquí? Los recuerdos martillan mi cabeza haciendo que dé dos pasos hacia atrás para así, chocar contra la pared.

Creo que me voy a desmayar.

Es un hermoso reencuentro ¿no lo crees? ―coloca su mano sobre mi hombro, pero me aparto de inmediato, de forma automática― Uy, estás esquiva ―guardo silencio― Lo ignoraré por ahora, estoy de buenas ―suspira mientras se arregla el saco― Estaba pensando Iveth, pensé mucho en ti durante estos días y llegué a la conclusión de dejarte libre ―siento como si la sangre abandonara mi cuerpo por completo― ¿Qué es esa cara? Creí que saltarías de la alegría ―hace un puchero― La verdad es que hace unos meses hablé con mi padre y me dijo que hiciera algo divertido, que incursionara en nuevas áreas ―El señor Abdul sabe que él me encontró, él sabe dónde estoy, él le dice a su hijo lo que debe hacer... estoy perdida― Me dijo: "¿Por qué no pruebas suerte en la industria del porno?" "Es algo que quería intentar, pero bueno, no se pudo" ―¿qué es "porno"?― Entonces la primera opcion que me vino a la cabeza fuiste tú, eres la única con experiencia en mis manos, las otras chicas de mi padre están protegidas por el gobierno o qué se yo, aunque ahora que lo pienso, eso es triste. Gracias a ti están libres y la única que no quedó a salvo fuiste tú ―¿protegidas por el gobierno?― Que desgracia Iveth.

―Entonces Sweet Dreams no volverá al club? ―pregunta Víctor.

―Para nada, ella será la estrella de nuestro canal, todos te reconocerán Iveth ―toma mis mejillas― serás tan famosa.

―¿Famosa? ¿de qué hablas? ―pregunto confundida― no entiendo nada.

Andy se gira hacia los otros antes de empezar a reír.

―¡Debe ser una jodida broma! ―los otros lo imitan.

―No puedo creer que aún seas tan inocente Iveth ―burla Víctor.

De la nada siento como Andy me toma por el cabello y me jala hacia una dirección descocida. Me lanza sobre una cama y cuando alzo la mirada me encuentro con una gran cámara y tres hombres desconocidos.

Veo como por la puerta entran los otros mientras empiezan a despojarse de sus prendas.

―Debo admitir que nunca creí hacer esto sería con Sweet Dreams ―habla Morales― pensé que nunca tendría la oportunidad de probarla― se arrodilla sobre la cama acercándose a mí.

―¿Qué haces? ―me arrastro hasta una esquina de la cama― ¡¿Qué es esto?! ―mi mirada se empaña por completo.

―Tu debut pequeña Iveth ―veo como otro cuerpo borroso se acerca a mí― y es mejor que luzcas muy complacida con todos, está de más decir que si haces algo de mala manera tus allegados serán los que pagaran las consecuencias ―se sienta sobre una silla― espero que te luzcas Iveth, este va a ser tu forma de eximirte por lo que le hiciste al negocio y a mi padre...

...

Mi cuerpo yace tirado sobre el puesto trasero de un vehículo que no conozco. No sé hacia dónde vamos o quien es el conductor, pero no tengo fuerzas para preguntar absolutamente nada.

Me siento sucia.

Silenciosas lagrimas dejan mis ojos mientras observo el suelo del vehículo.

Eso fue horrible.

Cuando el carro se estaciona escucho como se abre una puerta y luego la que está al lado de mí.

―Señorita, ya estamos en su casa ―el hombre toca mi cabeza, sin embargo, me aparto de inmediato arrinconándome lo más que puedo en el otro extremo.

Abro la puerta detrás de mí, cayendo así de espalda contra el duro asfalto, pero no me interesa. Me pongo de pie como puedo y rodeo el vehículo. Al llegar a la acera caigo al suelo y me veo obligada a gatear hasta la puerta principal.

Me duele todo el cuerpo.

Alzo la mano para abrir la puerta, no obstante, me detengo a medio camino.

Yo estoy tan sucia... no puedo entrar.

Más lagrimas se escapan por mis ojos mientras gateo hacia el patio trasero. Pequeñas piedras se entierran en la piel de mis rodillas, sin embargo, ese dolor no es nada comparado con lo que siento.

Ya estando en el jardín trasero tomo la manguera como puedo, dejándola caer un par de veces antes de colocarla sobre mi cabeza y empezar a rociar el agua por todo mi cuerpo.

Está helada.

Restriego la piel de mi cuello con fuerza, hasta cuando siento que arde y aun así tengo la sensación de que está sucio. Imito la acción con el resto de mi anatomía y agradezco internamente que todos los vecinos se encuentran durmiendo para que así no noten tan miserable escena.

Miro el cielo por unos instantes y dejo que mi cuerpo se desplome hacia atrás, sobre el suave pasto mientras mis parpados ceden casi de inmediato.

Ojalá en esta ocasión tenga suerte y no despierte otra vez.

Amy:

Observaba con fijeza su pequeño pizarrón de corcho. Allí todo se encontraba colgado. Desde fotos del castaño, hasta sus amigos, lugares favoritos y familiares. No quería olvidar nada y por eso por horas se quedaba repasando todo una y otra vez.

Ya se habia convertido en un hábito.

Con cada día que pasaba reafirmaba más que necesitaba a ese chico a su lado para que fuera su acompañante hasta el final y para que al fin pudieran ser felices. Tal y como era antes de su desaparición.

―Así que me cambiaste por él ―su piel se eriza al escuchar esa conocida voz masculina― Ya olvidaste tu objetivo.

Ella se voltea de inmediato, viendo directamente su gran congelador. Corrió hasta allí y lo abrió sin dudar.

Una congelada calavera es lo que le da la bienvenida, mostrando así, como se encontraba incompleto.

―No, no lo he olvidado ―toca el frio hueso― Lo tengo muy presente ―abre sus párpados lo más que puede. No recordaba cuando fue que quitó la piel que le había conseguido y la falta de labios no le agradaba.

No pude haberlo olvidado.

Pensó sin seguridad.

Ahora que lo meditaba bien, llevaba semanas sin recordar a su señor, es más, reconocía al chico por el nombre de Matías, no el de su señor.

―Perdón ―agarra la mano― pero sé que es su reencarnación, por eso me siento tan cómoda con él. Es usted ¿esto es una prueba? Le aseguro que mi corazón late sólo por usted mi señor Emiliano y sé que pronto seremos la familia que siempre quiso. Usted me amará como lo hacía antes, así que le suplico que se manifieste en su nuevo cuerpo, recuérdeme ―sus ojos se cristalizan un poco.

Besó los fríos nudillos y cerró con fuerza dicho congelador.

Caminó hacia su pizarrón y tomó una foto del castaño entre sus manos con delicadeza, suspirando en el proceso.

―Lo haré recordarme ―besa la imagen― si te traigo lo recordarás todo, nos amaremos ―sonríe.

Encendió su computador y busco el perfil del joven, ya allí se dirigió a "mensajes" e hizo lo que no se atrevió en meses.

Le escribió.

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