18
Susurros...
Aquellas voces ligeras que navegan por donde desean, con libertad, diciendo mentiras o verdades, pero sea cual sea que exclame, será muy dolorosa para quien las escuche.
Voces delicadas que calan los oídos hasta el punto de hacerlos sangrar.
Cuchillas que cortan las pizcas de cordura que te quedan e incitan a envolverte dentro de un agujero de desesperación puro. Alejándote de la realidad y obligándote a vivir entre tus más oscuras pesadillas.
Me siento tan atormentada.
―¿Qué se supone que haré? ―rasco mi cuero cabelludo ignorando por completo el intenso ardor― él debe saber que estoy aquí, él me mandará a buscar y me matará, yo no quiero morir ―me acurruco más en mi pequeño ovillo humano.
―No debí hablar con nadie, no debí involucrarlos ―muerdo mi labio inferior― esto podía pasar, yo lo sabía, me hice la ciega y ahora todos moriremos por mi egoísmo.
No...
Esto no puede ser, es mentira, lo es, yo sé que lo es.
Fue un mal sueño, una de las tantas pesadillas que tuve en el pasado, no es más que eso. Si dejo que me afecte mi vida se estancará otra vez y no deseo que eso ocurra.
Yo ya estoy logrando integrarme a la sociedad como debe de ser. Un mal sueño no acabará con todo mi esfuerzo, no lo permitiré.
Me pongo de pie y me dirijo hacia baño en donde empiezo a desmaquillarme y sonreír con alegría.
―Todo está bien ―limpio el delineador corrido que se encuentra sobre mis mejillas― todo está normal ―una ligera risa se me escapa mientras noto como las lágrimas se escapan sin mi permiso otra vez.
...
―¿Entonces nos veremos hoy Francisca? ―presiono un poco más el celular contra mi oreja.
―¡Claro! ¿te parece si vienes a mi casa como dentro de una hora? Las chicas también vendrán.
―Bien, entonces dame la ubicación y estaré allí ―busco un papel y lápiz.
―Es en Paloma Blanca, por la calle De la Rosa en la casa 42. Le diré al hombre de la garita que vendrás.
―Bueno, entonces estaré allí pronto ―doy un par de pasos― me iré a arreglar.
―¡Okis! ―cuelga.
Tiro el celular sobre mi cama haciéndolo rebotar hasta que cae sobre el suelo abriéndose en tres partes.
Se arruinó.
Me siento sobre el suelo observando los objetos por unos largos minutos hasta que decido desviar mi vista hacia abajo de la cama.
Al hacerlo una pequeña caja se hace presente, rogando que me acerque a ella y utilice su contenido.
No lo dudo ni dos veces e inserto mi brazo debajo de la cama. Cuando la caja ya se encuentra sobre mis piernas la destapo sin dudar, recibiendo una variedad de productos que creí, no vería pronto.
―La última vez que usé esto fue hace tanto ―susurro al tomar una de las bolsitas con ese polvo blanco entre mi mano― Era una niña aún ―sonrío― Que tiempos... ¿Cómo habría sido mi vida si me hubiese quedado? Ya ni recuerdo el rostro de mis padres ¿Mis hermanos estarán bien? ―dejo la bolsita en su lugar sacando un cigarrillo en su lugar y lo coloco entre mis labios― En el fondo no me arrepiento, al menos mi vida tuvo un ligero sentido durante este tiempo ―saco un encendedor y acerco la llama al cigarrillo― No todo fue tan malo. Tal vez fue un pequeño castigo por mi actuar, por desviarme del camino ―alzo mi mano hacia el techo― Dios sólo hace su trabajo con una pecadora como yo. Una adicta, prostituta, asesina río― No es más que mi merecido. Y pronto volveré a ser castigada, no he sido eximida aún y quizás nunca salga de aquí ―suspiro― Intenté vivir una vida que no era mía y por eso todo me salió mal ―doy una pequeña calada dejando el humo se quede en mis pulmones― Ojalá esto me mate rápido, todos estarían bien y sería más sencillo.
Mi existencia no tiene la mínima relevancia en este plano existencial. Sólo sé causarles problemas a todos, todo por querer alcanzar algo que nunca merecí.
Una vida normal.
Tapo otra vez la caja y la coloco en su lugar. Tomo los pedazos del celular y los guardo dentro de mi bolsa para después encaminarme hasta la salida de mi casa.
Seguiré siendo un poco egoísta aún. Igual, mi final ya fue trazado desde hace mucho.
...
―¡Iveth, llegaste! ―abre la puerta una Francisca sonriente― Eres la primera, por fin hay una puntual en el grupo ―me regala un ligero abrazo antes de conducirme hacia el interior de la casa.
Este lugar se siente tan tibio.
―¿Por qué estás tan sudada? ―pregunta mientras me seca el rostro con sus manos.
―Es que como me dijiste que la casa era la 42 pensé que estaba cerca de la garita, pero resultó ser casi una de las últimas ―suspiro― pero no fue tan mala la caminata, ya conozco el entorno.
Me mira asombrada.
―¡Me hubieras preguntado! Caminaste un motón ―se acerca a la mesita y sirve un vaso con jugo― Siéntate, siéntate, debes estar exhausta ―obedezco mientras veo que me extiende el vaso.
Al tomarlo lo pruebo sin dudar dándome cuanta que su sabor es muy dulce. Me gusta.
―Cariño... ―habla una voz masculina, pero no me inmuto en mirar hacia aquella dirección, el jugo merece toda mi atención― Oh, ¿esa es la chica nueva de la que tanto me hablaste? ―escucho la voz de aquel sujeto más cerca.
―Sí, ella es Iveth ―coloca su mano sobre mi hombro― Iveth, este es mi papá ―ante la inminente presentación me veo obligada a alza mi mirada hacia él― se llama Michael ―al centrar mi vista en el rostro del hombre una lluvia de recuerdos golpea mi mente obligándome a mantener mis ojos en él.
―Michael... ―me pongo de pie de inmediato y él entreabre los labios― Michael ―miro su cuerpo de arriba abajo encontrándolo exactamente igual a ese guardaespaldas que estuvo a mi lado por tantos años.
―¿Se conocen? ―pregunta Francisca curiosa.
De inmediato muevo ligeramente la cabeza en negación, indicándole al hombre que niegue todo y él parece captarlo.
―No cariño, es primera vez que la veo.
―Es lo mismo para mí ―bebo todo el jugo de golpe― es que así se llamaba mi padre y me emocioné un poco ―sonrío antes de volver a sentarme erguida.
―¿Llamaba?
―Sí, murió hace unos años ―rasco mi cabello algo incomoda.
―No sabes cuánto lo siento ―dice Francisca― mi abuela murió hace algunos años también.
―Es triste ―digo centrando otra vez mis ojos en Michael. Él baja la mirada y empieza a mover su pie con rapidez.
―Francisca, necesito unas cosas del supermercado ―le extiende un papel a la pelirroja― sé que estarás ocupada hoy, pero lo necesito con urgencia, nuestra despensa está vacía y tus amigas querrán comer algo.
La chica toma el papel.
―Pero me tardaré demasiado. No puedo con todas las bolsas. Además, Iveth está aquí. Ve tú.
―Cariño, estoy horneando y si te dejo a ti a cargo se te quemará.
Me apresuro a mirarla.
―Tu padre parece muy interesado en lo que cocinará, deberías ir y decirle a alguna de las chicas que vienen en camino que te acompañe ―rasco mi oreja― yo quisiera ir, pero siento que mis pies explotaran. Yo puedo esperar a las otras aquí y darles la bienvenida.
Veo en los ojos de él que quiere hablar conmigo con urgencia. Yo debo advertirle que no hable de más, ni con su hija ni con alguien del pueblo. No puedo exponerme, todo se irá más a la mierda si él decide abrir la boca.
Los planetas se alinearon para traerme personas que pensé, nunca me encontraría.
Esto está mal.
―Tienes razón, es lo más factible ―mira a su padre― pero me llevaré el auto, no vaya a ser que alguna de ellas me plante y me toque cargar todas esas bolsas en un taxi ―mira sus uñas perfectamente pintadas.
―Bien cariño, toma la llave ―veo como la saca de su bolsillo― y disculpen las molestias.
―No hay problema por mí ―hablo mientras agarro un poco más de jugo. Mi garganta está seca.
―Igual debía comprar más snaks ―se acerca a su padre y besa su mejilla― nos vemos ahorita Iv ―se despide con la mano y desaparece de mi campo de visón.
Escucho como cierra la puerta y minutos después un auto arranca indicándome que ya se ha ido.
―Iveth... ―no alcanzo a girarme del todo cuando ya tengo a Michael encima rodeándome con fuerza entre sus brazos― pensé que no te vería otra vez ―acaricia mi cabello― estás tan grande y hermosa. Ya eres toda una adulta ―quedo estática, ni en mis más alocados sueños habría visto a Michael abrazándome con tanto ahínco.
Cuando se separa de mí lo observo con más detalle esta vez. Tiene arrugas y algunas canas. Envejeció.
―Gracias ―comento confundida aún― creí que no te vería más. No pensé toparme con alguien del pasado.
―Ni yo. Estaba muy preocupado por ti y no había manera en qué pudiera contactarte ―se sienta a mi lado― tu padre me envió a Suiza y lleve una vida tranquila con Francisca ―baja la mirada― pero no hubo día en que no pensara en ti. No sabía lo que tu padre podría llegar a hacerte, estabas completamente sola allá.
Alzo los hombros con desinterés.
―Me pudo ir peor ―suspiro― memoriza bien mi rostro, porque esta será la última vez me veras ―ladea la cabeza― y está de más pedirte que por ni un u otro motivo le digas a mi padre que me viste.
―Espera ¿él no sabe que estás aquí?
Muerdo mi labio inferior.
―Me envió a una universidad del extranjero, pero fue en una carrera que no me agradaba y me salí ―miento descaradamente― con el dinero que me mandaba compré un boleto de avión y me regresé, pero a otra ciudad muy alejada. Ahora estoy llevando una vida independiente y no me va nada mal ―sonrío con rigidez. Es la mentira más barata que me pude inventar.
Lo veo colocar su mano sobre la mía compresivo.
―No sabes lo feliz que me hace saber eso ―noto como su rostro se enrojece mientras las lágrimas salen de sus ojos sin previo aviso― siempre desee que pudieras vivir como una chica normal, haciendo lo que quisieras ―un jadeo se le escapa― perdóname Iveth, por favor perdona todo lo que hice ―veo como se aleja del sillón y se arrodilla frente a mí― fui un ser horrible contigo, te lo suplico, perdóname ―no puedo pensar en nada, toda mi atención está puesta en esos cabellos rojizos postrados ante mí― no soporto este cargo de conciencia, dame tu perdón por favor ―toma mis manos― por favor.
¿Qué hace? ¿Por qué se humilla así?
―Levántate ―muevo sus hombros, pero él no cambia su posición― Michael, todo está bien.
Alza la mirada centrando esos iris grisáceos en mí.
―Todo estuvo mal ―más lagrimas se le escapan― y yo fui parte de todo eso.
Niego.
―Sólo seguías ordenes ―miro nuestro alrededor― para poder darle una buena vida a Francisca, lo hiciste por ella. Entonces todo está bien ―coloco mi mano sobre su cabeza― yo no guardo rencor, levántate, todo está bien.
Él asiente despacio mientras se vuelve a reincorporar y seca su rostro.
―¿Sabes algo de Samantha? ―pregunto serena después de unos minutos.
―Samantha... ―suspira― sí, mantuve contacto con ella, compartíamos el mismo cargo de conciencia ―lo volteo a ver despacio. Su rostro está más afligido que antes― pero ella no soporto la pena, al año murió ―mi mirada se empaña impidiéndome ver la expresión que hace Michael en este momento.
―¿Murió por mi culpa? ―mi garganta arde, haciendo que doliera pronunciar esa simple frase.
―No, no Iveth ―toma mi mano― mis actos y los de ella fueron los que acabaron con su vida. Tú no tienes culpa en lo absoluto ―me da un leve apretón― pero su deseo era que pudieras encontrar la felicidad por fin. Siempre tuvo buenos deseos hacia ti, al igual que yo Iveth. Queremos que estés bien.
Samantha hasta el último de sus días pensó en mí. Ellos sí me querían, ellos sólo estaban atados sin poder ayudarme.
Si me apreciaban en esa casa...
―Yo nunca les guardé rencor ―sorbo mi nariz― creo que si no te hubiese encontrado jamás habría pensado otra vez en ustedes. Simplemente me esforcé en olvidar todo aquello que ocurrió en ese pueblo ―rasco mi cabello― pero me alegra saber que le importé de verdad a alguien allá. Pensé que estaba sola todo ese tiempo, pero me apoyaron desde las sombras ¿no es así? ―sonrío ligeramente.
Él baja la mirada mientras empieza a llorar otra vez, pero en esta ocasión sin apiste de control. Es un llanto lleno de pequeños gritos ahogados y grandes estremecimientos de cuerpo.
Me causaba dolor verlo así.
Al pasar unos minutos vi como él se puso de pie y desapareció de mi campo de visión sin decir nada, al poco tiempo el timbre sonó anunciando la llegada de una de las chicas.
Poco a poco todas aparecieron y empezamos nuestra pequeña convivencia en donde comimos y bebimos mucho. Recibí muchas felicitaciones y varias muestras de cariño.
Y aunque intenté relajarme en ese ambiente sólo podía estar alerta a todo. Temía que en algún momento llegase alguien y nos acribillara a sangre fría, pero por suerte no fue así.
Cuando todo culminó y nos estábamos retirando sentí como una mano tomó la mía con fuerza y dejo algo allí. Cuando me giré me encontré con el rostro afligido de un Michael irreconocible.
No sé a dónde había ido ese hombre de hierro que siempre estuvo conmigo. Este no era ni el cascarón.
―Iveth ¿nos vamos juntas? ―pregunta Camila― ¿dónde vives?
Guardo el pequeño papel que me dio Michael en mi bolso, no quiero verlo por ahora.
―Iré a un bar ―miento― que está casi a las afueras de la ciudad.
Ella frunce el ceño.
―¿Por qué tan lejos? Podrías ir al club de Ricky, beberías gratis ―mueve su mano fingiendo que es una botella.
―Quedé en verme con alguien ―apresuro mis pasos― nos vemos mañana Camila, cuídate.
Un taxi aparece en mi campo de visión y lo paro sin dudar. Digo mi dirección y me encojo un poco en mi asiento.
Hoy fue un día extraño.
Veo a través de la ventana como poco a poco, con el pasar de los minutos los comercios y casas se vuelven más conocidos indicándome que ya estoy cerca de mi casa.
Al llegar le pago al taxista y salgo del vehículo, pero en ese momento desee haberme ido de verdad a un bar al otro lado de la ciudad.
―¿Qué haces aquí Jordan? ―pregunto molesta― Eres un descarado de verdad.
Él me mira con seriedad, pero no mueve ni un músculo.
―Vete, no te quiero ver otra vez ―señalo la acera― No eres bienvenido en esta propiedad ―digo entre dientes.
Él suspira y comienza a caminar hacia mi dirección.
―No deberíamos tener esta charla afuera ―alza su mano para agarrarme, pero me aparto― Iveth, no seas ridícula por favor ―su rostro comienza a enrojecerse.
―Tú nunca vas a pisar el interior de mi casa ―su mandíbula se tensa― no eres más que un intruso.
Él alza la mano dispuesto a golpearme, pero no me inmuto, esta reacción no me sorprende, la veía venir.
―Llevabas tiempo sin alzarme la mano ―ladeo la cabeza― los de tu calaña nunca cambian.
Empieza a rascarse la cabeza con fuerza antes de tomarme por los brazos y empezar a sacudirme.
―Iveth, yo te dije que no lo volvería a hacer ―acerca su rostro al mío― nunca te he puesto un dedo encima ¡¿Por qué te haces la ofendida ahora?!
―El sólo amenazarme ya es maltrato y eso lo haces constantemente ―me safo de su agarre― ya me tiene harta estar contigo, no tenemos futuro Jordan, entiéndelo.
―¡Lo tenemos! ―grita― Si te esfuerzas puede funcionar ―coloca sus manos sobre mis mejillas― Yo te voy a cuidar.
―¡Me violaste cuando estaba borracha! ―todo rastro de esperanza se esfuma de su rostro, dejando un cascarón grisáceo― ¡No puedo estar con alguien así!
―¡No te violé! ―me toma el brazo con fuerza― ¡Tú quisiste! ¡No es la primera vez que pasaba!
―¡Nuestra relación había cambiado! ¡Estábamos como amigos! ―aparto mi brazo de un tirón― Además estaba ebria, eso no es excusa, mi consentimiento en esas circunstancias no era válido Jordan, tú sí estabas sobrio ―mis ojos se cristalizan― Antes pensé que tenía culpa de que esto no funcionara, por no saber entenderte y por decir o hacer cosas que no debía y no es mentira, en parte era culpable. Pero lo nuestro empezó mal desde el comienzo. Nunca fuimos novios y cuando intenté que fuéramos amigos tú te empezaste a comportar extraño, celoso.
―¿Cómo no voy a estar celoso? ¡Es tu culpa por ser una fácil! ―me mira sorprendido antes de empezar a negar― No, no quise decir eso ―cubre sus labios.
―Tú me ves cómo alguien con quien te puedes acostar cuando se te plazca. Crees que debo tener las piernas abiertas para ti siempre, pero no es así. No soy así ―muerdo mi labio inferior― entiende que ya no quiero nada contigo, déjame por favor.
Él da un par de pasos hacia atrás.
―¡¿Me dices que fuiste infeliz conmigo?! ―ríe― yo tuve que soportar tantas estupideces por tu parte y ahora me sales con esta mierda ―me mira distraído― ¿quieres decir que no valoras el esfuerzo que hice por ti? Si yo no estoy contigo nadie lo estará Iveth.
―Prefiero estar sola a compartir el mismo aire que tú.
Mis manos tiemblan y mi voz quiere dejar de salir, pero no permito que eso me afecte, si flaqueo ahora todo volverá a hacer igual.
―¿Es por el hombre de ayer? ¡¿Crees que puedes tratarme así porque ya tienes a otro entre tus sabanas?!
―¡Él no es un promiscuo como tú! ―frunzo el ceño― Lo que teníamos se extinguió el día que me invitaste a ese concierto, pasó mucho tiempo desde eso Jordan. Sólo no quisiste darte cuenta.
Él comienza a negar mientras tira un poco de su cabello. Sus ojos están completamente cristalizados, pero no permite que ni una lagrima se le escape.
Me mira decepcionado.
―Espero que te hagan esto que me hiciste a mí, pero multiplicado por diez ―camina hasta quedar a mi lado― y cuando estés completamente sola búscame, mi casa estará siempre abierta para ti ―escucho como sus pasos se alejan lentamente, arrastrándose...
Empiezo a caminar hasta la puerta de mi casa y sin mirar atrás entro, cosiendo así, una abertura en la tela de mi vida.
Un problema menos...
Me deslizo hasta caer al suelo dejando que las lágrimas fluyan por mis mejillas a su antojo.
Sea como sea él estuvo conmigo siempre, me hace sentir mal alejarlo así. Pero debía hacerse.
No estamos bien.
Me recuesto sobre el suelo encogiéndome en un apretado ovillo humano.
―Gracias Jordan... ―susurro antes de permitir que mis ojos cedan poco a poco.
Amy:
La oscuridad era densa, la luna se podía ver y las estrellas se escondían. La brisa era persistente, pero no fría, más bien tibia, otorgaba un calor innecesario.
Ella observaba desde lejos una ventana, esperando pacientemente que esta apagara su luz.
Ya conocía su rutina física, sabía todo de él.
Su pecho se expandía con cada pensamiento sobre el chico y su rostro se sonrojaba al imaginarse escenarios ficticios.
No podía evitarlo.
Vio como su petición fue cumplida y la luz desapareció, dejando a su paso una oscuridad absoluta.
Caminó a posos lentos, viendo hacia todas direcciones por si alguien aparecía, sin embargo, no fue así. Cuando estuvo segura que todo estaba en orden, brincó la pequeña cerca de madera, ya que si abría la rejilla esta haría un sonido no deseado.
Se acercó a la ventana que observaba minutos atrás y se asomó a través de la pequeña abertura que había entre ambas telas de la cortina.
Un cosquilleo se esparció por su cuerpo al notar al castaño acostado sobre su cama. Sostenía su celular a la altura de los ojos, mientras que con su otra mano tocaba más abajo de su vientre.
Era una escena escandalosa para ella, pero por algún motivo no podía separar sus ojos de ahí, es más, ella se dejó llevar un poco y deslizo su mano por inercia hacia su cosquilleante intimidad.
Así se repitió cada noche que iba, cada vez con mayor frecuencia y con menos pudor.
Se sentía satisfecha con ello.
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