13
Un tenue rocío mañanero se hizo presente durante unos escasos minutos, pero fue suficiente para ahorrarme el trabajo de regar las plantas y lo agradezco, no me sentía en condiciones para realizar esa actividad hoy.
Era domingo, muy húmedo para mi gusto y el olor a tierra mojada inundaba mis fosas nasales ocasionándome ganas de vomitar.
Me era molesto, pero podía soportarlo, esto no era nada.
―Hija ¿qué ocurre contigo? ¿qué te aflige tanto? ―pregunta mi abuela a mi lado.
Claro, ella con sus ojos acaramelados podía verme hasta el alma por más que intentase ocultársela. Si no le respondo probablemente se enojará conmigo y eso lo que menos deseo en estos momentos.
―Voy a cambiar de trabajo ―presiono mis rodillas contra mi pecho después de decir aquello― no es la gran cosa, sólo un pequeño cambio ―agrego mientras mantengo mi mirada perdida hacia el frente. En realidad, no sé lo que digo.
―¿Trabajo nuevo? ¿de qué será? ―indaga curiosa, esta vez puedo oír su voz casi como un susurro sobre mi oreja.
―Bailarina en un club ―respondo en voz baja, temerosa a que eso pueda decepcionarla― es por las noches así que tendré tiempo de hacer otras cosas ―no me atrevo a verla, no quiero saber su expresión.
Silencio...
Lo único que llena el lugar es el leve sonido de las hojas balanceándose de un lado a otro gracias al viento, viento helado ¿estamos entrando a otoño? Lo dudo.
―Si es lo que más te conviene entonces no hay problema ―contesta automática. Como lo pensé, está decepcionada― ¿cómo encontraste ese lugar?
―Un... ―callo al no saber la etiqueta adecuada para Ricky. Yo nunca lo he visto como un amigo o familiar, tampoco he sentido interés sexual por él― un conocido es el dueño, me propuso trabajar para él y acepté ―no miento, todo fue tan sencillo como se escuchaba. A veces me aterra la facilidad con que me salen las cosas, ya que así mismo desaparecen.
―Pero ¿por qué te ves tan decaída? Te gusta bailar, deberías estar saltando de la felicidad ―alzo los hombros como respuesta, no quiero hablar al respecto.
―¿Usted está bien? ―presiono con más fuerza mis piernas sobre mi pecho― ¿le está yendo bien en ese lugar? ―muerdo mi labio inferior con fuerza.
―Yo siempre estoy bien querida, no lo ves porque no lo deseas ―mi mordida se intensifica más al punto de romper mi labio haciéndolo sangrar un poco― ¿por qué no me miras? ―escondo mi rostro entre mis rodillas― Iveth... ―la ignoro antes de ponerme de pie y caminar hacia la puerta― sólo toma las decisiones que te den tranquilidad, y confía ―entro a la casa y cierro la puerta tras de mí con rapidez.
Presiono mi espalda contra esta y dejo caer mi peso hasta llegar al suelo.
Escucho como esos susurros vuelven a aparecer de la nada, por todas direcciones ocasionándome un intense mareo.
Cubro mis orejas con mis manos en un vano intento de acallar todo. Al final sólo logro que las voces se alcen más y torturen mi cabeza hasta hacerla palpitar de dolor.
―Cállense ―susurro antes de dejarme caer por completo sobre suelo manteniendo una posición fetal.
...
Me encontraba parada en frente de la puerta principal. No sé precisamente cuanto tiempo llevaba aquí, pero sentía la necesidad de mantenerme en esta posición, como si con tan solo un movimiento inapropiado podría encaminarme directo a mi final.
Soy una exagerada.
El timbre suena y no dudo ni dos segundos en abrir la puerta de golpe. Tanto Lineth como su madre se hacen presentes, la pequeña se encontraba sonriente mientras que su madre me regalaba una mirada algo amenazante.
―¿Cómo estás Ivi? ―la pequeña salta a mi lado regalándome un fuerte abrazo. Unas ganas de apartarla de mi cuerpo me invaden, pero controlo ese impulso y lo reemplazo con temblorosas caricias sobre su cabeza.
―Estoy genial ―respondo en voz baja― ¿podrías esperarme en mi recamara? Despídete de tu mamá ―ella sin preguntar obedece mi petición. Se despide de la mano de su madre y corre hacia mi habitación. Cuando escucho que cierra la puerta alzo mi vista hacia la mujer quien analiza toda mi figura de forma despectiva.
Eso ya no me molesta.
―Señora, yo lo siento ―me disculpo con la mayor sinceridad posible― ese día fui irresponsable y no tengo excusas, sé que hice mal al no estar aquí para cuidarla y peor aún, hacerla que fuera a un hospital ―muerdo mi lengua con fuerza al no saber qué más decir, estoy en blanco.
―Nadie tiene la culpa de enfermarse, lo importante es que ambas están bien y sólo te pido que me avises cuando no estarás en casa ―se cruza de brazos sea como sea mi marido y yo no te estamos pagando, no tenemos derecho de llamarte la atención. Además, eso no es nada comprado con todas las cosas buenas que has hecho por ella, simplemente trátala bien, ya sabes como ella es de... buena niña y te aprecia demasiado ―un pinchazo se aloja dentro de mi pecho ante eso― cuídala bien Iveth ―inhala profundamente― nos vemos más tarde ―se da la vuelta y comienza a retirarse a pasos lentos.
¿Así de fácil? ¿Cómo puede seguir confiándome a su hija? Yo no estoy bien... necesito que se la lleve.
―Iveeeeth ―llama a mis espaldas― Oh, ya se fui mi mamá ―estiro mi mano empujando la puerta para cerrarla― ¿aún estás enferma? ¿por qué no me dices nada? ―silencio por favor... no quiero ruido.
Me volteo lentamente antes de encararla. Su expresión se encuentra algo contraída, como si le doliera algo.
―Sólo tengo hambre ―respondo cortante― ¿tienes tarea o algo por hacer? ―camino hacia la cocina sin volver a dedicarle la mirada.
―No tengo, el viernes fue el festival, así que no tuvimos clases ―un escalofrío se esparce por mi cuerpo al oír eso. La simple idea de recordar cualquier hecho ocurrido ese día me espanta sin motivo alguno. Me hace sentir enferma.
Abro la nevera encontrándome solamente con unas cuantas bolsas con carne. Para ser sincera ni recuerdo cuando las compré y mucho menos la razón ya que no me apetece cocinar casi nunca.
―Cuando vayamos a tu trabajo ¿puedo comer un pastel de limón? Ese me gustó mucho ―el trabajo... es cierto. Debo renunciar.
¿Cómo hago eso? ¿sólo lo digo y ya? ¿tendré que firmar algo?
―Saldremos ―cierro la nevera y camino hacia la puerta. Entre más rápido salga de eso es mejor.
―¿A dónde? ¿qué haremos? ―pregunta a mi lado curiosa.
―A ir por tu pastel ―suspiro de manera pesada, algo cansada― ya no trabajo en ese lugar, es mejor ir temprano ―salgo de la casa y comienzo a caminar con rapidez.
―¿Dejarás la puerta abierta? ―me volteo casi de inmediato percatándome que dejé la puerta de par en par. Sin decir nada camino hasta ella y la cierro con fuerza ocasionando un fuerte estruendo.
Quiero acabar con todo esto pronto...
―¿Estás molesta hoy?
―Estoy bien Lineth...
―Pareces molesta.
Suspiro.
―Tengo hambre Lineth, te lo había dicho antes.
―¿Entonces por eso vamos a la cafetería? ¿para comer y que estés más feliz?
Bajo la mirada hacia su dirección topándome con los ojos inocentes de aquella niña angelical.
No puedo seguir así, no puedo tratarla mal.
―Exacto, porque estoy hambrienta ―coloco mis manos sobre sus costados la alzo para cargarla― yo también quiero de ese pastel de limón ―sonrío lo más que puedo hasta que logro que ella me imite.
También quiero un batido.
―Entonces tomaremos un batido también ―presiono su cuerpo un poco más contra el mío sin razón alguna, pero recibiendo una gran dosis de paz ante eso― eres como un peluche ―me despego de ella y la coloco sobre el suelo otra vez.
―¿Un peluche? ―pregunta inocente.
―¿Te parece una carrera hasta la cafetería? ―propongo divertida cambiando de tema. Ella no me da una respuesta cuando ya empieza acorrer― ¡Eso es trampa! ―grito mientras una carcajada se me escapa.
De mí depende si soy feliz o no.
...
―Iveth, lo que te dejaron el viernes está en el vestidor ―comenta Luisa al pasar a mi lado con una bandeja repleta de comida para diferentes mesas. No espera mi respuesta y se retira a pasos apresurados.
Dirijo mi vista hacia la mesa en donde se encuentra Lineth comiendo y una leve sonrisa se me escapa.
Ella no debe saber que tengo sus dibujos.
Camino hacia la oficina del jefe mientras que cierto hormigueo se forma sobre mi nuca. Muerdo mi labio inferior algo incomoda ante la sensación, pero no me detengo, debo acabar con esto de una vez por todas.
Vuelvo a mirar hacia atrás, pero esta vez fijándome si Jordan está por el área, y para mi suerte no es así.
No deseo verlo.
Al llegar a mi destino toco la puerta un par de veces y el respectivo "pase" le da luz verde a un ligero temblor en mis manos.
Al abrir la puerta y entrar, el típico olor meloso inunda mis fosas nasales, pero lo ignoro, hoy no debo centrarme en esas banalidades.
―Iveth, no creí que vendrías temprano hoy ―comenta después de regalarme una mirada rápida para luego centrarla en su computador otra vez― ¿hoy no tuviste clases? No me digas que te fugaste ―alza una ceja, pero sin verme.
Una mueca se forma sobre mi rostro algo incomoda por todo. Cierto peso llamado "cargo de conciencia" se aloja sobre mis hombros con tenacidad y sólo hay una manera de deshacerme de él definitivamente.
―Le mentí ―suelto fría― no estaba estudiando, cuidaba a una niña que lo necesitaba ―eso logra captar su atención y hacer que despegue su vista del aparato electrónico― necesitaba organizar mi tiempo y esa fue la solución que hallé. Sé que fue infantil mentirle, pero ya lo hecho hecho está. Disculpe por mentirle ―hago una pequeña reverencia antes de encararlo con frialdad otra vez.
Él deja los papeles sobre el escritorio mientras me regala una mirada llena de desdén.
―Tú sabrás tus motivos, pero no puedo pasar por alto el hecho de que me hayas mentido ―se pone de pie― habría entendido si me hubieras dicho la verdad, aquí somos una familia y debe haber comunicación, confianza.
¿Familia?
―¿Quién le dijo que los consideraba familia? ―frunzo el ceño― aquí todos son unos mentirosos que se tratan con hipocresía y usted es una persona que sólo le preocupa las ganancias ―siento como mi mandíbula se tensa.
Su rostro se enrojece logrando atemorizarme, sin embargo, no bajo la cabeza, no después de que yo empecé esto.
―Iveth, yo no sé qué te pasa, pero respétame, aquí soy tu jefe.
―¿No que éramos una familia? ―me cruzo de brazos― recuerdo perfectamente el día que tuve el accidente con la moto, todo porque usted me exigía mayor y mayor rapidez. O cuando me hizo meter en ese sitio de mala muerte para entregar un pedido y me robaron absolutamente todo ¿la familia pone en peligro a sus miembros? Señor por favor no me venga con eso ―niego― además no vine sólo a esto. Quería decirle personalmente que renuncio. Yo estoy agradecida por la oportunidad que me dio de trabajar aquí, pero ya encontré otro sitio ―un suspiro pesado deja mis fosas nasales. Al darme cuenta de la forma en la que le hablé sin motivo alguno el temor se vuelve a alojar dentro de mí dificultándome respirar con normalidad.
¿No me podía quedar callada?
―No sabia que te sentías así Iveth... ―baja la mirada― pero mira, no te vayas. Si quieres te despojo de hacer el delivery, pero quédate. Muchas personas vienen sólo para verte ―la preocupación se aloja en su expresión ocasionado que mi enojo vuelva a surgir.
―Ya es una decisión ―musito con firmeza― estaré esperando mi último cheque ―me doy la vuelta y abro la puerta.
―Ya veo que lo decidiste enserio, bueno ―escucho su suspiro― debes entregarme una carta de renuncia y listo, te daré todo tu dinero ―asiento despacio y salgo de la oficina.
Al salir, tal como esperé, el peso que yacía sobre mis hombros es inexistente y una sensación alivio puro se adueña de mí.
Siento que no extrañaré este sitio.
Camino hacia la mesa donde se encuentra Lineth quien degusta de un gran vaso de malteada de chocolate. Se ve linda.
―¿Está rico? ―pregunto mientras me siento enfrente de ella.
―Mucho ¿tú no quieres? Dijiste que tenías hambre ―toma un poco más de su malteada dejando a su paso unos bigotes de chocolate y migajas de pan en sus mejillas.
―Yo comí cuando estaba con mi jefe, ya estoy llena ―sonrío― pero tú eres un desastre comiendo ―bromeo mientras tomo una servilleta y limpio su rostro. Ese gesto hace que la paz que sentía anteriormente se intensifique y me obliga a sonreír una vez más.
Esperé paciente a que ella terminara de comer lo que quedaba mientras hablábamos de cualquier tontería que se nos ocurriera para pasar el tiempo.
Al salir de la cafetería caminamos despacio hacia el centro comercial, el cual quedaba algo lejos, pero de todas formas ambas aceptamos dar el paseo a pie.
―¿Ese Ricky es tu novio? ―pregunta de la nada.
―No... ―respondo algo dudosa por su cuestionamiento.
―Parece tu novio ―musita con el ceño fruncido.
―¿Por qué lo dices? ―alzo ambas cejas curiosa.
―Porque el día del festival él se puso a llorar cuando estábamos en el hospital. Se veía muy triste ―¿llorar?― estaba también algo molesto. Cuando los doctores no decían que tenias empezaba a discutir, daba miedo, pero cuando nos llevaron para tu cuarto él te miró muy bonito y se la pasó todo el rato diciéndote cosas bonitas y tocándote muy suavecito la cara ―siento como mi rostro se calienta ante eso. No puedo creer que hizo todo eso― ¿eso no lo hacen los novios?
La habilidad de hablar desapareció de mí por completo. Lineth no me veía, pero sé que esperaba una respuesta, pero ¿qué podría decirle? él y yo no somos nada, pero tampoco amigos ¿entonces?
Además, admito que me molesta un poco no recordar ese momento en el hospital, no lo sé, me gustaría poder recordar su tacto o sus palabras ¿qué habrá dicho en específico?
―Ya llegamos al centro comercial ―musita dando un pequeño salto― ¿qué haremos aquí? ―adoro como esta niña cambia de tema tan rápido.
―Yo debo escribir una carta en un café internet ―dudo que pueda hacerlo en mi celular― y tú... ¿qué quieres hacer? ¿estar en los juegos mientras tanto? ―ella asiente numerosas veces y toma mi mano obligando a que apure el paso hacia el lugar.
Podría acostumbrarme a esto.
...
No creí que hacer una carta era tan complejo. No sé las palabras educadas que debo utilizar y tampoco sé la cantidad de dinero que me debe dar después que se la entregue.
No había pensado en todo esto.
Alzo la vista fijándome una vez más en como Lineth juega en una resbaladera con otros niños.
Me agrada verla tan animada, pero me estresa un poco la idea de que alguien se la lleve mientras yo estoy aquí. Me da terror despegarle la mirada de encima.
Suspiro con pesadez antes de sacar mi celular y revisarlo.
Como lo imaginé, mensajes de él se hacen presentes.
Quiero verlo...
Él no se molestará si le pido que salgamos, yo lo sé, pero me da algo de vergüenza pedírselo de golpe.
Yo: Debo escribir una carta de renuncia y no sé hacerlo. Además, no sé la ¿liquidación? Que me deben dar ¿me ayudas?
Aún es temprano, debe estar dormido a esta hora.
Apago el computador derrotado y guardo mi celular. Camino hacia la zona de juegos y sin tener que llamarla Lineth baja y se acerca corriendo.
―¿Te divertiste?
―¡Mucho! hice amigos, dicen que la próxima podríamos jugar futbol.
―¿Te gusta el fútbol?
―Sí, veo mucho con mi papá, pero en la escuela los niños no me dejan jugar con ellos y a las niñas nos ponen a jugar voleibol. A mí no me gusta, me da mucho dolor en mis brazos.
Cruza sus brazos inconforme.
―Entonces vendremos otro día para que juegues con esos niños.
―¿En serio? Va a ser muy divertido, voy a meter muchos goles Iveth, ya verás.
Coloco mi mano sobre su cabello y la despeino un poco.
Pasamos al frente de una tienda de arte y sin darme cuenta me quedo parada viendo a través del cristal como los diferentes lienzos, pinturas, pinceles, libretas, acuarelas y demás se hacen presentes.
Poso mi mano sobre el vidrio dejando que un ligero suspiro escape de entre mis labios. Este lugar es como el paraíso, pero... yo no puedo estar en él.
―¿Comprarás pinturas?
Sacudo un poco mi cabeza al recordar que no estoy sola.
―No, sólo veía si mi cabello estaba despeinado. Si ves por un tiempo el vidrio te das cuenta que ves tu reflejo ―sonrío antes de volverá caminar.
Yo no puedo pintar otra vez.
Al llegar a casa nos dispusimos a ver televisión hasta que se acercó su hora de ir a la escuela y cuando la fui a dejar allí el conocido tono musical se hizo presente dentro de mi bolsillo delantero indicándome la llegada de un nuevo mensaje.
Sin esperar un segundo más saqué el móvil y una pequeña sonrisa apareció sobre mis labios al leer.
Ricky: Claro, dime la hora y te paso a buscar.
Amy:
Karicia observaba cada repisa de madera con detenimiento. Una gran variedad de sentidos se encontraba allí, y con eso se refería a: ojos, narices, orejas, lenguas y manos. No entendía para qué Amy insistía en tenerlos, pero no quería averígualo tampoco.
―¿Qué haces? ―Mira de reojo a su hermana en el escritorio, escribía con intensidad algo en un cuaderno.
―Sobre lo de Maicol ―sonríe― no había tenido tiempo de registrarlo.
Si alguien ve ese cuaderno... ―un ligero escalofrío se apodera de ella.
―Nadie lo verá si tú no se lo muestras a alguien ―suspira― ¿Sabes?, en verdad quería dejarlo libre, parecía buena persona ―cierra el cuaderno.
―¿Y desde cuándo te interesa eso?
―Es que no tenía nada que me sirviera y sabes que no me gusta matar así por así. No quiero parecer una psicópata.
Karicia la observa con fijeza, intentando buscar algún rastro de burla en su expresión, sin embargo, no la halló. Lo decía en serio.
―¿Te parece poco torturarlos? ―frunce el ceño― tampoco es que los matases de una vez...
―Es entretenido ―saca una caja de metal de su escritorio― Además así se activan más y tienen mayor duración.
Eso no tenia el menor sentido, no obstante, Karicia no deseaba seguir con ese tema.
―¿Qué harás con eso? ―señala la caja de metal.
―Lo dejaré arriba ―dice maliciosa la albina.
―¿Qué tiene dentro?
―En su momento lo sabrás ―empieza a caminar.
Karicia observó como su hermana salió de su campo de visión mientras que todo se volvió negro a su alrededor.
Me estás empezando a fastidiar ―musita entre dientes con frialdad.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top