09.3
Ricardo:
El tiempo había pasado volando, ya se cumplían 2 meses desde que empecé a trabajar aquí y mi pensamiento del sitio no había cambiado en lo mínimo.
Era una basura.
Entre más analizaba todo más cosas turbias encontraba. Era sorprendente como un lugar así podía seguir operando con total naturalidad, como si fuera una panadería.
Lo único que me reconfortaba era ella. Verla bailar e intentar sobrellevar una conversación conmigo me alegraba, creo que hasta podría considerarla gran causante de mi entusiasmo por seguir adelante.
―¿Vas a la universidad? ―pregunta mientras da un par de vueltas sobre el tubo. Antes me sorprendía como podía mantener una conversación mientras bailaba, pero ya me acostumbré a su forma de socializar. Ella quieta no puede hablar con total normalidad.
―No, me limité a acabar el colegio ―alzo los hombros restándole importancia― ¿y tú? ―Tomo mi mochila y la abro con la idea de buscar algo.
―¿Por qué no seguiste? Estudiar es divertido ―ignora olímpicamente mi pregunta como era de costumbre. Las cosas que sabía de ella eran limitadas, para ser sincero a duras penas sabía que se llamaba Iveth Gutiérrez.
―Los pobres no tenemos esa dicha ―saco una barra de chocolate con una sonrisa― mira lo que te traje ―se la extiendo.
Ella de inmediato deja de bailar y se arrodilla a mi lado para tomar mi regalo.
―Es blanco ―lo toma cautelosa y lo examina― ¿cómo lo hacen blanco? ―mira con sorpresa el empaque. Aun no comprendía como la mayor parte de las cosas que le traía era algo desconocido para ella, hasta lo más normal como una cereza para ella era como una esmeralda, hasta se entristecía al comerlo porque no quería arruinarlo.
―No sé cómo obtiene ese color, pero te puedo asegurar que es muy rico ―alza las cejas y abre un poco los labios― ¿no lo abrirás? ―Alzo una ceja.
―No quiero dañarlo, se ve bonito ―hace un puchero― ¿por qué me regalas cosas? ―Pregunta aun mirando el empaque.
Esa pregunta tenía respuestas variadas, respuestas que sabía, pero no sabía cómo expresarlas para que ella me comprendiera.
―Porque me agradas ―juego con mis dedos algo nervioso― pero debes darme una cosa a cambio ―sentencio.
Ella al fin me mira a los ojos, pero en ellos puedo ver algo que no me agrada.
Desilusión.
―¿Qué me pides? ―muerde su labio inferior algo incómoda. La observo confundido hasta cuando mis neuronas conectan y entienden el porqué de su reacción.
―¡No seas tonta! ―alzo la voz― ¡Jamás te pediría eso! No soy como las bestias esas que te frecuentan ―frunzo las cejas.
Noto como se encoge en su lugar y presiona el chocolate con fuerza sobre su pecho.
A ella no le gusta cuando alzo la voz.
―Iveth no te asustes, sólo alcé la voz porque me espante, no te reprochaba nada, no has hecho nada mal ―coloco mi mano sobre su cabello y la despeino un poco. Luego la deslizo hacia su mejilla para terminar en su mentón y alzarlo― sólo te iba a pedir una sonrisa, no te he visto hacerlo para mí desde que llegué aquí ―le sonrío de boca cerrada.
Ella posa su mano sobre la mía y la desliza hacia mi antebrazo con suavidad mientras me mira a los ojos.
―Para sonreír se necesitan motivos ―ladea la cabeza― y ahora mismo no he tenido motivos para eso ―se aleja de mi agarre y gatea hacia el tubo― y tampoco te devolveré el chocolate, me agradó de cierta manera ―relaja su expresión y se sienta algo alejada de mí para empezar a comer su nueva adquisición.
Ella es muy dulce.
...
Un mes después:
―Dime Iveth, ¿cuál es tu sueño más grande? ―pregunto.
Ella se lo piensa un poco desde lo más alto de tubo. A veces llego a pensar que ella es 1 con ese objeto, me parece sorprendente como tiene control total de su cuerpo y le permite desplazarse como desee.
―Vivir en una casa ―deja caer su cuerpo casi a la altura del suelo― y tener una familia ―baja la mirada algo distraída.
Siento como mi corazón da un vuelco ante eso. Lo dijo con tanta desesperanza en su voz, como si estuviera atada y no tuviera la oportunidad de tener eso jamás.
Es triste.
―¿Eres huérfana? ―pregunto con cautela. Era la primera vez que me brindaba algún tipo de información personal, no quiero arruinarlo.
Ella niega sin dudarlo― ellos deben vivir en mi pueblo. Yo me escape de la casa cuando tenía 14 ―alza la vista hacia mí― en cierto punto no me arrepiento. Y no hagas preguntas sobre eso ―achina los ojos.
Ya puedo decir que me conoce un poco. Sabe perfectamente que me planteaba bombardearla con preguntas, pero entiendo, si no quiere hablar de aquello por algo será.
―Mis padres murieron cuando tenía 14 ―confieso― y cuando cumplí 18 me fui de la casa de mi tía. Por eso no entré a la universidad, no tenía ni donde caer muerto ―sonrío con melancolía mientras bajo mi mirada.
Esos 4 años en esa casa fueron los peores de toda mi vida, tan solo recordarlos me dan ganas de...
―¿Querías a tus papás? ―Pregunta despacio a mi lado ¿en qué momento se acercó?
―Ellos me amaban y yo ellos. Siempre estaban conmigo, me escuchaban y aconsejaban cuando necesitaba ayuda ―inflo mis mejillas en busca de fuerzas para seguir hablando e intentando de esa manera deshacer el nudo en mi garganta que se forma con rapidez― mi mamá todos los días me hacía batidos, eran muy dulces y sabrosos ―Sonrío haciendo que se me escapen un par de lágrimas― mi papá jugaba a los videojuegos conmigo cada vez que venía del trabajo, era entretenido cuando mi mamá nos regañaba a ambos por quedarnos hasta tarde jugando ―Siento como unos dedos acarician mis mejillas con suavidad― Pero... un día salieron de compras y... y nunca volvieron ―Esto último salió casi como un grito ahogado― só-sólo vi por las noticias que... ―los sollozos me impiden seguir hablando. Simplemente me sumerjo en esos recuerdos dolorosos que jamás regresarán y en todas las cosas que nunca sucederán. En un bucle que creí superado ¿pero ¿cómo se supone que superas algo si nunca lo has afrontado?
Los delgados brazos de Iveth envuelven mi cuello mientras su cabeza se reposa sobre mi hombro. Sin dudarlo ni dos segundos poso mis brazos sobre su cintura y sumerjo mi rostro en su cabello.
―Tuviste la dicha de tener buenos padres. Hay personas que los tienen en vida y viven un infierno constante ―susurra― lo siento mucho ―hunde su rostro más en mi cuello.
Ahora menos quiero alejarme de ella.
...
3 meses después:
Hoy era 28 de septiembre. Oficialmente cumplía 24 años. Me sentía viejo, no lo voy a negar. A la vez mi cabeza se llenaba de dudas sobre el rumbo que estaba tomando mi vida, era simplemente frustrante ver como pasa todo frente a tus ojos y tú allí, sin poder hacer absolutamente nada, estancado.
Me apoyo sobre la barra y espero pacientemente a que Iveth salga en cualquier momento.
Verla logra animar mis días.
Varias veces le pregunté qué hacía aquí, le propuse irnos, empezar de 0, pero sus respuestas siempre fueron negativas o simplemente me ignoraba. No entendía qué era lo que tanto la ataba aquí, aunque para ser sincero en diversas ocasiones la idea de que estuviera amenazada o algo cruzaba mi mente.
Me sentía tan impotente.
Hablando un poco con Ángelo descubrí que el dueño de este sitio tiene contactos por todos lados, específicamente en la policía y eso explica porqué aun no le han cerrado el club.
Por otro lado, Víctor no se me volvió a acercar otra vez y tampoco me enviaron a la sección B, aunque necesitaran personal con urgencia.
En cierto punto mi cobardía se alegraba por eso, no tenía que enfrentar aquello una vez más, pero Iveth era la prueba viviente de la existencia de ese sitio y no podía ignorarlo con tanta facilidad.
Quería entender sus motivos.
Veo como la figura de la muñeca se hace presente. Siempre vistiendo pantalones cortos ajustados y una franela blanca, era como su uniforme diario.
Me acerco al escenario sonriente y le extiendo una pequeña bolsa.
―¿Qué es? ―Frunce el ceño sin tomar el presente.
―No te hagas de rogar y tómalo ―Me acerco más a ella hasta que lo acepta y empieza a abrirlo― me dijiste que tu sueño era vivir en una casa y tener una familia ―rasco mi ceja nervioso cuando veo que saca el objeto de la bolsa de papel― Y creí que ese podría ser el primer integrante de tu casa. Claro, también para que te haga compañía mientras estás aquí ―Bajo la mirada mordiendo mi lengua para callarme. Tal vez fue una mala idea regalarle eso, podría tomarlo como una burla ¿lo habré arruinado?
―¿Un pingüino? ―Pregunta en voz baja. Cierro con fuerza mis ojos esperando alguna risa o comentario indignado, pero lo que escuché me dejó altamente sorprendido e ilusionado― Es lindo... ―escucho como tenues sollozos empiezan a llenar el lugar haciendo que la mire con rapidez. Gruesas lágrimas escapan por sus ojos recorriendo sus mejillas hasta perderse en su mentón. La veo presionar el peluche sobre su pecho con fuerza antes de mirarme a los ojos con una sonrisa― Muchas gracias Ricky ―más lágrimas escurren por su rostro a la vez que este adquiere un tono carmesí más intenso, pero ese gesto en sus labios permanece allí, cada vez ensanchándose más.
Una sonrisa tan grande y brillante como nunca había visto antes en otra persona. Era una sonrisa real, pura.
Y en ese momento supe que las únicas lagrimas que quería ver saliendo de sus ojos eran esas, de felicidad.
...
Noviembre del 2016:
Hoy ella se encontraba mucho más relajada de lo normal y eso era extraño. Se veía tan pasiva, como si una suave brisa tropical fuera lo que se moviera en su interior. Era agradable verla así.
Ella no hablaba mucho de su sentir y por eso me costaba entenderla con facilidad.
Desde el principio dejó bien claro que no tocaría temas de su trabajo, de la sección B, y que ni siquiera se me ocurriera preguntar sobre la sección C y yo como si fuera un niño pequeño obedecía.
Porque a veces es mejor vivir en la ignorancia que abrir los ojos ante un mundo tan podrido.
―¿Qué hay de nuevo en el exterior? ―Pregunta a mi lado mientras saborea una paleta de limón.
―Nada diferente a lo que has visto antes. Personas, autos, fiestas y esas cosas ―alzo los hombros restándole importancia al tema. No quería que se sintiera mal por estarse perdiendo las festividades.
―¿Cómo son las fiestas? Escuché a unos meseros decir que los bailes son lo mejor ¿cómo son? ¿Me enseñas? ―Se acerca a mí de manera exagera sin respetar en lo absoluto mi espacio personal.
Y eso no me incomodaba.
―Termínate esa paleta primero ―Veo como la muerde tres veces y acaba con ella. La mueca gracias al congelamiento cerebral se hace presente casi al instante― te he dicho que precipitarse no está bien ―me pongo de pie y subo al escenario.
―Esto no es nada. Ahora muéstrame ―Se para en el centro y espera ansiosa mis explicaciones.
Me gusta cuando se ve interesada en algo, sus ojos brillan más que de costumbre y esa pequeña sonrisa adorna su angelical rostro.
―Este es el único baile que sé, me lo enseñaron en el colegio así que no esperes una gran explicación ―Advierto divertido. A ella parece importarle un bledo ya que su expresión sigue intacta esperando aprender todo con atención― bueno, primero necesitas un faldón ¿sabes lo que es? Podría conseguirte uno para ma- ―Asiente muchas veces y se va corriendo sin esperar que termine de hablar.
Era gratificante ver como tantos meses de esfuerzo al fin brindaban frutos. Iveth parecía confiar hasta cierto punto en mí, se le veía más animada y hasta podría decir un poco liberada.
Parecía menos muñeca y más humana.
A los minutos veo como aparece con un gran faldón azul que la cubre completamente hasta sus pies.
―Es perfecto ¿cómo lo conseguiste? ―Me acerco y toco la tela dándome cuenta que es de muy buena calidad.
Ella ignora mi pregunta y se para al frente mío esperando otra explicación.
―Bien, como desees ―Volteo los ojos divertido― Debes alejarte un poco e ir caminando a mi alrededor haciendo este paso ―Imito tener una falda y la muevo de un lado a otro haciendo pasos cruzados. Ella capta todo rápido y empieza a hacerlo por su cuenta― excelente Iveth, en el colegio me tomó 1 mes lograr hacer eso ―y no mentía, mi fuerte no era el baile.
―¿Qué más? ―Deja de bailar y me mira de manera fría. Su seriedad era divertida.
―Mientras tú das vueltas yo debo quedarme en el medio haciendo pasos como los tuyos pero no cruzados ―empiezo a hacer mi parte― Luego la música se acelerará y yo debo caminar hacia ti ―Camino hacia ella mientras doy giros y simulo tener un sombrero en mi mano― y empezamos a dar vueltas juntos ―Chocamos en la primera oportunidad haciendo que casi se caiga, pero por suerte mis reflejos fueron más rápidos y logré sostenerla por la cintura― Para ser sincero me sorprendió que te demorarás tanto en equivocarte. Ya me había asustado tu perfección ―la estabilizo y me alejo un paso de ella.
Iveth vuelve a empezar a bailar, pero esta vez con los ojos cerrados, totalmente confiada.
―Creo que en las festividades fueras muy solicitada para los bailes ―comento― tienes esa gracia e inocencia que no muchas poseen para esto ―Me acerco a ella y empiezo a dar vueltas como dicta la regla del baile.
―¿Crees que desperdicio mi talento? ―Pregunta de la nada.
Observo como aun con los ojos cerrados no se equivoca en ningún paso y mantiene su distancia prudente para no chocar conmigo.
―No entiendo porqué trabajas aquí ―tomo su mano y la extiendo hacia el frente avanzando en línea recta, ella se acopla y sigue mi movimiento― No entiendo nada de ti ―tomo su cintura y la alzo lo más alto que puedo. Es muy ligera.
En ningún momento abre los ojos, es como si supiera que no la dejaré caer, y así es. Nunca la dejaría caer.
―A veces las personas creen que estar en esto es para ganar dinero fácil ―abre los ojos al quedar al frente mío y toma mi mano rompiendo la armonía del baile para empezar otro― piensan que esta vida es para cobardes o algo así ―Alza mi mano y comienza a dar un par de vueltas― Cuando trabajé en las calles vi como muchas compañeras se iban en carros y a veces no volvían nunca ―Coloca su otra mano sobre mi hombro y apoya su cabeza sobre mi pecho― A veces éramos amenazadas, insultadas y golpeadas sólo por trabajar en esto. Esta ciudad puede ser muy cruel cuando se trata "de la vida del pecado" ―empezamos a bailar un lento vals― Luego al subir de rango quedas bailando en un escenario frente a muchos hombres. Algunos creen que es el baile de putas, pero no es así, el baile no es así ―Se aleja de mí y camina hacia un tubo― Aquí nadie te toca, nadie te insulta. Sólo recibes halagos, flores, eres libre hasta cierto punto ―sonríe y se impulsa hacia arriba quedando suspendida en el aire gracias a sus brazos― bailar en esto no te vuelve menos, es simplemente el arte de la flexibilidad ―se desliza hacia abajo quedando en su famoso split― Pero luego... subes al otro nivel ―Gira un par de veces hasta quedar otra vez frente a mí― y allí pierdes cada rastro de dignidad que te queda. Te encierran en una jaula de oro en donde tu única escapatoria es la muerte ―simula una pistola con su mano y la coloca en su sien― te programan a su antojo hasta que te vuelves en la muñeca perfecta para ellos. Eres como una alcancía, almacenas todo su dinero y al final te rompen para sacar su recompensa ―Coloca sus manos sobre mis hombros acercándose más a mí― y tú sólo te quedas allí, roto ―sonríe un poco― nadie toma este camino porque sea fácil, al contrario, es el rumbo más peligroso que pocos en su sano juicio toman. Te pintan un mundo de colores que no existe ni en tu imaginación y te atan ―suelta con amargura.
―¿Tú-
―No digas nada y escucha ―regaña y me callo― yo empecé aquí cuando tenía 14 años ―mis párpados se abren por completo y mis movimientos se congelan en ese instante― vine engañada y al final no supe cómo salirme ―alza la mirada en mi dirección― Yo pensé que todo estaba perdido y que este era mi final, pero... apareciste y no lo sé, a veces llego a pensar que sí tengo alguna oportunidad para huir... juntos ―Toma mi rostro entre sus manos― quiero ser libre Ricky, quiero irme ―sus ojos se cristalizan― vámonos por favor.
Huyamos juntos.
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