09.2
―¿Con que muy listo no? ―un golpe se aloja directamente en la mejilla de castaño logrando que ese sabor metálico inunde sus papilas gustativas― ¿Qué dijiste? "Entramos, nos infiltramos y nos escapamos con la información" ―una patada impacta sobre su rostro haciéndolo ver todo negro por unos instantes― esto no es un juego, o estás con nosotros o no estás ¿captas? De aquí sólo sales muerto ―toma su cabello con fuerza haciéndolo alzar el rostro para poder verlo― ¿crees que no nos daríamos cuenta que tratabas de sacarle información a Sweet Dreams? ¿Qué querías saber de esa zorra? ¿Eres policía acaso? ―Impacta la cabeza del chico contra el suelo― no debiste intentar meterte con nosotros idiota ―saca un arma y la coloca sobre la frente de Ricardo. Este simplemente cerró los ojos esperando el impacto sin temor alguno. Si morir era la única manera de redimirse por haber sido partícipe de un lugar tan sucio lo aceptaría sin objeciones.
No quería seguir con ese peso, con esos recuerdos.
―Morales para ―interviene Cristián― ni siquiera lo dejaste hablar, te dedicaste sólo a golpearlo ―se acerca examinando la escena. El estado del chico era deplorable.
―¿Y si es un jodido policía? ―Afirma el arma con mayor fuerza sobre la frente de Ricardo― no podemos dejar cabos sueltos ―carga el arma.
―Al menos defiéndete Ricardo ―comenta Víctor desde una esquina con una sonrisa― sólo te haces ver más sospechoso así ―ensancha más su sonrisa llena de satisfacción.
Todos esperan las palabras del castaño, pero lo único que reciben como respuesta es el sonido de una puerta siendo azotada contra la pared.
―¡¿Qué le están haciendo?! ―Chilla la enrulada antes de arrodillarse y tomar la cabeza del castaño para colocarla sobre sus piernas― ¡él no ha hecho nada! ―Aparta el arma que apuntaba la frente de joven y cubre su cabeza con su cuerpo.
Víctor se pone de pie mirando con fingida ternura la escena.
―Cosita... no me digas que ese gusano te gusta ―se acerca a la chica y jala su cabello con fuerza― que adorable escena. Quién diría que las putas podían sentir amor ―aprieta más su agarre.
La enrulada ignora sus palabras y se centra en todo aquello que había descubierto desde las sombras.
―Las putas no están ciegas y ven como ciertos bar tender roban dinero de la caja ―Víctor toma con fuerza el rostro de la chica obligándola a ponerse de pie.
―¿Qué dijiste? ―Sonríe aun más, pero esta vez luciendo como un maniático por su forzada expresión.
La chica se suelta de su agarre y se para más cerca de él sin demostrar miedo, aunque en el fondo está apunto de caer de rodillas y llorar.
―Las putas recuerdan cuando son violadas por los bar tender. También ven como permiten la venta de su droga aquí y como permiten verdaderos infiltrados de otros clubes ―mira hacia el hombre que minutos atrás golpeaba a Ricardo― ellas ven muchas cosas ―aprieta sus dientes con fuerza en un intento de mantener la firmeza en su voz.
Víctor alza una mano dispuesto a golpearla, pero se ve interrumpido por el cuerpo de Cristián cubriendo a la chica.
―No seas idiota, no puedes golpearla ―regaña― ella sabe mucho Víctor, piensa por favor ―la chica entierra sus uñas en las palmas de sus manos espantada por lo que acababa de hacer, no podía creer que se enfrentó así a alguien tan peligroso.
―Déjenla... ―todos dirigen su vista hacia el dueño de esa voz tan débil― vete ―susurra a la chica.
Esta lo mira confusa. No entendía como en esa situación se creía capaz de exigir algo, debería estar agradecido de estar con vida aún.
―Él también es peligroso ―dice al fin Víctor― no me sorprendería si nos llegase a denunciar por su "cargo de conciencia" no saben cuanto maldigo el día que le propuse que trabara aquí ―golpea su frente fingiendo estar indignado. Perfectamente sabía que eso ocurriría, pero no creía que la chica iba a intervenir― hay que matarlo para no dejar cabos sueltos ―muerde su labio inferior. Esa frase hizo que la rizada empezara a temblar presa del espanto. No quería que él muriera y ella no pudiera hacer nada― o llegar a un acuerdo ―le hace un gesto a Morales y este toma a Ricardo sentándolo con la espalda recostada a la pared― sal Iveth, contigo hablaré después ―ordena Víctor. La chica sin esperar más sale del lugar sin mirar atrás. Su impulso podría arruinar más la situación.
Cuando ya la enrulada había salido de su campo de visión Víctor relajó sus músculos y se agachó al nivel de Ricardo.
―Mira, no sé qué tanto hablaste con ella, pero al parecer está de tu lado y eso no nos conviene ―el castaño a duras penas podía mantener sus ojos abiertos debido a la inflación de sus párpados― pero su vida también está en juego. Si ella habla yo también lo haré y me encargaré que ella muera de la forma más dolorosa, lenta y frente a ti ―acerca su rostro al castaño― a nadie le interesa la vida de una prostituta, hasta tú mismo las denigras ¿no crees que eres un poco... hipócrita? ―El castaño evade la mirada del pelinegro, en cierto punto tenía razón― dices ser correcto y trabajas en un club de este tipo, dices ser moral y te atrae una puta. Tus padres deben estar tan desilusionados de ti ―comenta malicioso. Esa frase calentó cada parte del cuerpo de Ricardo y de un momento a otro se abalanzó sobre Víctor para luego comenzar a golpear su rostro con todas sus fuerzas.
―¡Con mis padres no te metas maldito! ―siente como cada músculo de su cuerpo arde gracias al dolor, pero no le interesa, nada le interesa. Sólo quiere acabar con ese asqueroso hombre.
Cristián y Morales toman a Ricardo alejándolo lo más posible de Víctor mientras este comienza a reír.
―Que ternura, había olvidado que eres un triste huérfano ―limpia la sangre de sus labios― como sea. Espero que pienses sabiamente en tus actos, no te querrás quedar sin ella también, seria triste ―se encoge de hombro y comienza a caminar hacia la puerta― se inteligente Ricardito ―ambos hombres lo sueltan haciéndolo caer al suelo y caminan directo a la salida dejándolo solo en aquel cuarto de iluminación tenue.
Diversos pensamientos navegaban por la cabeza del chico, cuestionamientos que lo llevaban a conclusiones erradas, pero que para él eran la verdad absoluta.
Estaba a punto de ponerse de pie y caminar hacia la estación de policía más cercana, pero la delgada figura de esa chica logró que volviera a replantearse sobre las consecuencias de sus actos.
―¿Estás bien? ―Pregunta la rizada desde el marco de la puerta― no debiste trabajar aquí. Pensé que eras un terco cliente de la sección A, ellos tienden a ser intensos ―se acerca a él con expresión fría― eres un imbécil ―se sienta frente a él y coloca una caja entre ambos. Saca un algodón con alcohol y comienza a pasarlo por sus heridas sin delicadeza.
El castaño tiene tantas cosas en su mente que no se permite tener reacción a nada, ni siquiera al ardor que le está provocando la inexperta chica.
Ella no parecía mala mujer.
―¿Cómo terminaste aquí? ―pregunta frío― no entiendo, tantos trabajos y quedaste siento esto ―mira todo su cuerpo con detenimiento.
Los ojos de la chica se cristalizan, pero no permite dejar salir ni una sola lágrima, es más, sonríe con melancolía mientras empapa otro algodón con alcohol.
―¿Cómo tú terminaste en esto? ―Inquiere tranquila― no todo es lo que parece Ricardo, no seas retrógrado, no va con tu físico ―el castaño alza su mano y toma la mejilla de la rizada de la nada logrando que está lo mire espantada. No le gustaba que la tocaran.
―¿No estás aquí porque quieres? ―pregunta en voz baja. Esta evade su mirada y relaja sus tensos músculos. Ese chico no sabía lo que preguntaba o en el lío que podría meterse― ¿qué ocurrió? Dime... ―la chica temerosa por lo que él pueda hacer o lo que puedan hacerle si se entera de todo, toma su mano y la aleja de su rostro.
―Me llamo Iveth ―acerca la caja hacia él― debes ir a un hospital, creo que te rompieron la nariz ―se pone de pie y corre hacia la salida― por favor, no vuelvas aquí, no te arriesgues por algo que no lo vale ―y con eso se va.
Ricardo se quedó sentado viendo la puerta como si fuera lo más importante en su vida, y en cierto punto sí lo era.
Lo que más deseaba era irse corriendo y escapar. Contar todo y quitarse ese peso de encima, porque se sentía sucio.
Pero por otra parte quería saber más acerca de esa rizada, él pudo visualizar en sus ojos que no quería estar allí, que no fue su decisión, que quería salir de esa soledad.
Y él quería estar con ella, con la chica que sin ninguna obligación lo ayudó enfrentándose sola a 3 hombres desquiciados.
Él no podía ignorar su existencia.
Y así fue como se puso de pie y con una mano sobre su abdomen y la otra apoyándose contra las paredes caminó hacia la salida dirigiéndose al hospital cercano.
No podía dejarla sola.
Por otro lado, Iveth se encontraba acostada en posición fetal sobre el frío suelo de su habitación. Estaba aterrada con lo que podría pasarle por haber abierto la boca de más.
No debió involucrarse.
Escuchó el chirrido de las bisagras llenar toda la habitación ocasionando que su piel se erizara por completo.
―Así que me espiabas ―escucha esa voz más cerca de lo normal. Siente como toma su cabello con fuerza haciéndola ponerse de pie― y te atreviste a chantajearme ―pasa su mano libre por la mejilla de la chica hasta llegar a su clavícula― ¿qué deberíamos hacer contigo? ―la empuja con fuerza logrando que caiga al suelo.
Ella de inmediato se arrodilló y bajó su cabeza hasta que su frente tocara el suelo.
―Perdón, perdón ―suplica con desespero― no lo volveré a hacer, por favor perdóname ―cierra los ojos con fuerza esperando algún golpe.
El pelinegro sonrió divertido ante la escena. Le sorprendía como esa chica podía llegar a ser tan cobarde, sumisa, maleable. Era perfecta para él.
―Levanta la cabeza linda ―cuando la chica obedeció él volvió a acariciar su mejilla.
Unas intensas ganas de abofetearla hasta que quedara su piel violeta lo invadieron, pero para su mala suerte no podía dejarle ni un tipo de marca visible.
La chica quería vomitar, odiaba cuando la tocaba cualquier hombre con tanto deseo plasmado en su rostro. Todos eran así con ella, Iveth sólo deseaba ser vista como una persona más.
―Sabes que a pesar de lo que digas puedo destruir a ese chico, ¿no? ―Alzó una ceja mientras se arrodillaba al frente de la chica antes de darle un corto beso― Tu rostro me dice que no lo habías pensado ¿cierto? Que linda eres Sweet Dreams ―la chica bajó la mirada ante ese apodo. Sabía lo que venía cada vez que él la llamaba así.
―No le hagas nada por favor ―levanta sus brazos y los envuelve sobre el cuello de Víctor― Haré lo que quieras y no diré que fuiste tú ―Se acerca más a él― sé lo que quieres de mí... daddy ―susurra― Seré tu sumisa si lo quieres, pero aléjate de él ―esas tres palabras lograron que el pelinegro perdiera total control y empezara a devorar los labios de la rizada sin previo aviso.
Así fue como empezó un calvario más para el infierno de Iveth... cargado de dolor físico, que era totalmente soportable para ella mientras que aquel muchacho que por primera vez la vio como una humana estuviera bien.
...
Dos semanas después
Iveth se encontraba sentada sobre el escenario viendo hacia la puerta de entrada. Sabía que él no volvería otra vez, pero en el fondo ya se había acostumbrado a sus visitas.
Se puso de pie dispuesta a irse a arreglar para trabajar, pero el sonido de la puerta abriéndose captó su atención.
Cuando se volteo sus labios se abrieron ligeramente al visualizar quien se había hecho presente.
―Hola Iveth ―saluda Ricardo cuando la ve. Escuchar su nombre pronunciado por primera vez después de tantos años era nuevo para ella― tenía que tomar unos días de reposo, pero ya estoy al 100 ―alza su pulgar hacia la chica.
Esta lo observa con detenimiento, aun sin creer que él se encuentra allí, prácticamente al frente de ella.
―¿Qué haces aquí? ―Mira hacia la barra agradeciendo de Víctor no se encuentra― Te dije que no volvieras ―frunce el ceño.
Ricardo baja la mirada y suspira un poco antes de hablar.
―Te dije que sería tu amigo, ese plan sigue en pie ―se sienta sobre el escenario quedando a sus pies― ¿estás bien? ―Ladea la cabeza.
La sorpresa de Iveth sigue intacta plasmada en su rostro. No entendía porqué ese chico no actuaba como alguien normal.
―¿Cuántos años tienes? ―Pregunta acercándose a él.
―23 ―Responde automático.
―¿Por qué eres tan bruto si tienes 23 años? ―Ladea la cabeza― vete ahora que puedes, eres libre ―señala la puerta suplicándole que se vaya.
―El día que deje de trabajar aquí es porque tú también lo harás ―esa había sido su conclusión después de tantas horas de insomnio. Él no tenía nada que perder, nadie por quien llorar o quien lo llorara, estaba solo― Nadie debe estar solo ¿lo recuerdas? ―Cita sus propias palabras.
La rizada lo miró atónita. Cada palabra de ese chico tenía menos sentido, era como si cavara su propia tumba.
―¿Por qué eres tan raro? ―Pregunta más para si misma.
―¿Por qué eres tan reservada? ―Contraataca.
Iveth volteó los ojos mientras se sentó al frente de él.
―Yo no quiero amigos.
―¿Por qué me ayudaste?
―Te veías miserable ―responde sin titubeos. Ella nunca aceptaría el porqué de sus actos.
El castaño la observa en silencio detallando su rostro. Se da cuenta como un tenue sombreado violeta se aloja bajo los ojos de la chica, además de marcas rojizas en su cuello, muñecas y tobillos.
―Te ves miserable en estos momentos, entonces tengo total derecho de ayudarte ―eso logra que la rizada baje la mirada hacia sus muñecas y acaricie sus marcas― Empecemos otra vez ¿te parece? ―extiende su mano hacia ella― mucho gusto, me llamo Ricardo Maure ¿y tú? ―Sonríe.
La rizada mira la mano del chico como si se tratara de un objeto extraño.
Ricardo al ver que ella no entiende qué hacer se acerca un poco más y toma su mano con delicadeza.
Al sentir el toque sus palabras salen por si solas.
―Me llamo Iveth Gutiérrez ―responde viendo su agarre cálido― Mucho gusto ―Alza la vista centrando sus ojos en los de él y fijándose en la gran sonrisa que este le regala.
Todo de aquel muchacho era raro.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top