08

Aún puedo sentir esa calidez dentro de mi pecho al ver a Ricky. Es que no sé cómo explicarlo, su sola presencia logra sacar las mejores partes que poseo, es como si su cuerpo expulsara algún tipo de esencia calmante.

Es complicado.

Quiero verlo otra vez, claro que lo deseo. Es la única persona que llegué a considerar como... alguien importante. Con él puedo ser yo, sin esconder nada, él sabe todo.

Bueno, no todo.

Nadie conoce toda mi historia y deseo que siga así. Hay cosas que son mejor guardarlas bajo llave.

Saco mi celular dispuesta a escribirle a Ricky para vernos, pero un cercano carraspeo hace que dé un pequeño respingo.

Odio cuando se me acercan así, de la nada.

Volteo mi rostro recibiendo la expresión interrogante de Jordan como bienvenida. Veo como alza una ceja y señala el aparato que se encuentra entre mi mano.

―¿Desde cuándo tienes un celular y por qué no tengo tu número? ―me arrebata mi nueva adquisición de la mano con expresión ahora curiosa― ¿Quién es Ricky? ¿Por qué tiene un corazón? ―frunce el ceño― y rojo...

Veo como lentamente su tono de piel se va elevando hasta quedar en un tenue carmesí. Doy un paso hacia atrás temerosa mientras que siento mis latidos acelerarse un poco.

No quiero que se enoje conmigo.

―Lo compré hoy ―susurro la respuesta.

Me lanza una mala mirada y voltea la pantalla hacia mi dirección mostrándome el contacto del pelinegro― ¿Quién es Ricky? ―vuelve a preguntar, pero esta vez entre dientes.

El temor me invade por completo impidiéndome procesar una respuesta o, mejor dicho, la sé, pero me da miedo hacerlo enfadar.

―Jojo ―llega Morgan logrando captar la atención de ambos. No me había sentido tan feliz por su mala costumbre de interrumpir hasta hoy. Jordan le sonríe como respuesta y yo aprovecho esa pequeña distracción para arrebatarle el celular y guardarlo en el bolsillo de mi vestido. Este me mira con severidad, pero lo ignoro, no tengo que darle explicaciones de nada― El jefe dice que vayas urgente a su oficina. Pasó no sé qué con el horno ―Jordan abre los párpados lo más que puede y camina con rapidez hacia el sitio mencionado.

¿Horno? ¿Qué hizo ahora?

Morgan camina hasta mi dirección sonriente y detiene sus pasos cuando llega a mi lado.

―Jojo me dijo que se reconciliaron ―un suspiro exhaustivo abandona mis labios al percatarme de lo que está haciendo― estoy muy feliz por eso, si él es feliz yo lo soy.

Asiento como respuesta y miro hacia las afueras gracias al ventanal, hay mucho movimiento.

Dentro de poco debo ir por la niña.

―Iveth me gustaría que arregláramos las cosas también, sé que me equivoqué al hablarte así y estoy muy arrepentida. No lo dije enserio ―siento como toma mi mano y la entrelaza con la suya― quiero que volvamos a ser amigas, un borrón y cuenta nueva ¿te parece? ―giro mi rostro hacia ella y empiezo a analizar sus ojos notando como hay una pizca de sinceridad en ellos, pero esa pizca debe ser por la parte de "Lolo me dijo que se reconciliaron".

Yo no soy idiota, ella teme que le diga a Jordan toda la basura que predicó y quedar mal ante él. No pienso hacer eso porque sinceramente la amistad entre ellos y mis "problemas" con ella son cosas distintas, no deben mezclarse, además me vale mierda todo aquello.

―No finjas Morgan, no le diré nada a Jordan ―aparto mi mano de la suya― tranquila.

La chica asiente un par de veces algo pensativa para luego retirarse en silencio.

Nunca acabaré de entender las relaciones personales.

Escucho la campanilla de la puerta sonar e inmediatamente alzo la vista hacia esa dirección. Observo como un muchacho de más o menos mi edad entra sonriente mientras que al parecer busca a alguien en específico con la mirada.

No alcanzo a pronunciar ni la "b" de buenos días cuando veo a una chica morena lanzándose a sus brazos de forma dramática.

Hago una mueca de asco cuando noto como aprieta el trasero de Morgan con fuerza y descaradamente. Paso mi vista hacia los clientes agradeciendo que están tan metidos en sus asuntos y no notaron la maleducada escena.

Hasta yo sé los límites de las cosas.

Siento como alguien posa su brazo sobre mis hombros y me acerca a su pecho. Con solo percibir el olor a vainilla me doy cuenta que se trata de Jordan.

―Chicos, miren quién me vino a visitar ―se acerca Morgan sonriente sosteniendo la mano del tipo.

―Hola Andy ―Jordan le extiende la mano cordial― pensé que nunca vendrías ―ríe un poco cuando estrechan sus manos.

―Estaba muy ocupado con el trabajo ―al escuchar su voz un leve escalofrío invadió mi espina dorsal. Fue tan sorpresivo que logró dejarme la mente en blanco por unos instantes.

Me quiero ir.

Es el único pensamiento que recorre mi mente.

No sé por qué, pero siento el miedo expandirse desde mi pecho hasta cada sección de mi cuerpo.

¿Qué me pasa?

―Ella es Iveth, es nuestra mejor amiga, de la que tanto te conté ―el hombre escanea todo mi cuerpo con disimulo para luego sonreír ocasionando que los latidos de mi corazón se aceleren aun más.

Y no de buena manera.

―Iveth mucho gusto ―me extiende la mano― eres mucho más hermosa que la descripción que me daba Jordan ―observo su mano con detenimiento analizando si debería tomarla o no. Andy al darse cuenta que no pienso corresponderle se acerca un poco y toma mi mano con fuerza― es un placer ―suelto nuestro agarre casi de inmediato al sentir tal tacto tan frío.

Dirijo mi vista espantada hacia Morgan, pero esta parece en la luna jugando con una pulsera que trae en su muñeca. Alzo mi mirada hacia Jordan pero este empezó a hablar anímicamente con Andy.

¿Me soñé lo que acabó de pasar?

¿Por qué nadie dice nada acerca de eso? ¿están ciegos?

Escucho como una musiquita empieza a resonar y todos dirigen su vista hacia mí. Muevo mi cabeza hacia los lados en busca del proveniente del escándalo sin éxito alguno.

―¿No vas a apagar la alarma? ―Pregunta Andy. Lo miro extrañada hasta cuando mis neuronas conectan y me doy cuenta que se trata de mi celular.

Lo saco de mi bolsillo y observo como dice "Lili" miro la hora dándome cuenta que en teoría ya debería ir en camino.

Sin mediar palabra empiezo a caminar hacia la oficina del jefe y toco dos veces la puerta al llegar.

En realidad, estoy huyendo, ese ambiente estaba pesado, turbio, sentía que iba a ser devorada en cualquier momento.

Es horrible.

Pase ―lleno de oxígeno a mis nerviosos pulmones y abro la puerta con seguridad. Sólo doy un paso dentro de la oficina y el olor a tutifruti se impregna en mis fosas nasales. Es tan fuerte que logra hacerme destornudar. Por eso odio venir aquí.

―Buenas tardes ―masajeo mi tabique en un intento de mermar las ganas de estornudar que me atacan por segunda vez. Creo que soy alérgica a esto.

―Dime Iveth, estoy muy ocupado ―veo como teclea con fervor algo en su laptop― Jordan destruyó el horno y ahora debo hacer un gasto imprevisto, pero que no crea que se la dejaré pasar, se lo descontaré ―murmura entre dientes para luego volver a alzar la mirada hacia mí― ¿Qué deseas? ―pregunta frío.

Me planteo seriamente si pedirle el permiso o no, al parecer su humor anda como un volcán y lo que menos deseo es recibir algún tipo de regaño.

―Debo comprar un libro... ―susurro. Veo como alza una ceja invitándome a seguir hablando― al parecer es obligación comprarlos y como toda la mañana estuve muy ocupada acostumbrándome al sistema educativo no me alcanzó el tiempo de ir a la librería. Le juro que sólo tardaré 15 minutos ―no sé por qué estar bajo presión me obliga a mentir de esta manera, soy patética.

―Tienes 10 minutos ―empieza a teclear otra vez― y si te llevas una moto pueden ser 5 minutos, no tardes, necesito que hagas unas entregas ―frunzo el ceño ante eso.

―¿Por qué debo hacer las entregas? Ese es el oficio de Alexis ―el hombre suspira antes de formar una sonrisa ladina.

―Digamos que soy el jefe y se me antojó que hicieras las entregas ¿no estás de acuerdo con eso? ―sonríe aún más― de alguna manera debes ganarte el salario ―y con eso su rostro se vuelve serio y gélido.

Asiento sin mediar palabra y salgo de la pequeña oficina con rapidez.

Eso fue aterrador.

Bueno en cierto punto tiene razón, el trabajo por las noches está muerto, lo más probable es que me quedaría sentada mirándome las uñas. Pero odio hacer delivery, no conozco bien los lugares y me pierdo con facilidad a pesar de tener GPS. Además, es incómodo cuando se acostumbran a Alexis y luego llego yo de la nada. Me quieren tratar como a él y por obvias razones no soy capaz de imitar el actuar de mi compañero. Luego se quejan con el jefe y me descuenta dinero.

Me empieza a molestar demasiado este trabajo, esta tiranía.

Debería hacer el intento de encontrar otro ¿pero de qué?

Tomo una llave de un cajón y salgo haciendo todo lo posible para no ser interceptada por ningún conocido. No deseo que me pregunten qué haré o tener que despedirme de alguna forma de ese tipo.

Me asusta demasiado.

Ahora que lo pienso, mi cabeza a estado vuelta un lío desde que conocí a Lili. Es tanto el enredo que no tengo tiempo de pensar en nada más. Tengo tanto estrés encima que hasta olvido el rostro de las personas que he visto hace 10 segundos, cosa que antes no me pasaba.

Y creo que eso es bueno.

No fijarse en nada te quita peso de encima, te impide pensar en todas las posibilidades que tiene una persona X y no te permite fantasear de más.

Es agradable.

Me siento sobre la moto y la enciendo para luego arrancar a toda velocidad hacia la escuela. Queda muy cerca para ser sincera, caminando me puedo tardar unos 15 minutos más o menos y en moto unos 3 minutos creo.

Sea como sea ya llegué.

No logré ni sentir bien el viento golpeando mi rostro, pero bueno, también puede influir el hecho que manejo a una velocidad poco permitida y que no me he estrellado por obra y gracia de Dios.

Me bajo de la moto y poso un brazo sobre el asiento, la posición no es cómoda, pero me asusta alejarme de ella y que me la roben.

Una vez me paso.

Veo a lo lejos como una pequeña con dos largas coletas se acerca sonriente. En su mano derecha trae una lonchera mientras que en su otra mano arrastra su maletín. Cuando llega a mi posición me abraza de forma exagerada logrando que recibamos miradas curiosas de los padres de familia y algunos estudiantes.

―Iveth, Iveth, hoy hice muchas cosas ―se separa de mí para empezar a abrir su maletín― mira, a mi maestra le gustó mucho ―me muestra una hoja en donde se plasma una... ¿rosa?― la vi en tu jardín ¿es linda no? ―pues...

―Sí... sólo te saliste de los bordes. Mañana lo arreglaremos, lleva a la casa tus temperas ―abro la caja donde se guarda el delivery y acomodo el casco de tal manera que pueda guardar su maletín y lonchera.

―Llevaré todas mis temperas, haremos muchas pinturas ―veo como da brinquitos animada. Me siento sobre la moto y le hago un gesto para que se acerque― ¿iremos allí? ―señala la moto con emoción.

―Si no fuera así no te estaría diciendo que vengas ―volteo los ojos. La niña se acerca y coloco mis manos sobre su cintura con fuerza para alzarla y sentarla delante de mí. Lili mira todo con fascinación logrando que una sonrisa se forme en mis labios.

No lo voy a negar, se ve chistosa cuando es curiosa.

Estoy a punto de arrancar, pero una voz femenina capta mi atención.

―¡¿Estás loca?! ―chilla una mujer a mi lado― ¡¿cómo vas a llevar a una niña en una moto?! ―tiene los ojos tan abiertos que no me sorprendería que se le salieran.

―Así como lo está viendo ―respondo obvia.

―¡Es peligroso! ¡¿qué le pasa?! ―veo como su hijo me mira curioso ignorando por completo los gritos de su madre.

Bueno, en teoría sí es peligroso...

―Listo ―comento orgullosa después de haberle colocado el casco que traía en la caja. Le queda ridículamente grande, pero peor es nada― bye ―me despido y arranco a toda velocidad para no escuchar los reclamos de esa vieja.

Lili agarra mis brazos con fuerza y podría jurar que ni está respirando.

Creo que debí avisarle antes de arrancar.

Acelero un poco más acortando el camino ya que al parecer ella no se siente cómoda y eso me inquieta.

Al llegar a la cafetería me aparco en el pequeño estacionamiento de motos y la bajo de inmediato quitándole el casco en el proceso. Noto como sus brazos tiemblan y a duras penas puede mantenerse en pie.

Demonios.

―Disculpa ―me agacho a su nivel y me doy cuenta que su rostro está rojizo ― nunca más te subiré en una moto ¿está bien? ―asiente en silencio antes de abrazarme. Quedo estática escuchando sus pequeños sollozos.

No debí hacer eso ¿en qué estaba pensando? Pudo haber terminado mal ¿y si hubiera saltado? Dios, ¿qué hice? No debí comprometerme a cuidarla, estoy haciendo todo mal, estoy cometiendo demasiadas faltas, es mucha irresponsabilidad por mi parte.

Soy una mala persona...

―¿Me comprarás una dulce? ―susurra en mi oído― tengo hambre ―cuando veo su rostro me doy cuenta que no está empapado en lágrimas como creí, es más, ella se encuentra más serena que yo.

―¿No estás asustada? ―frunce el ceño.

―¿Por? ―ahora soy yo la que frunce el ceño.

―¿Por viajar en la moto?

―Mi papá tiene una, no me da miedo ―alza los hombros― soy valiente.

―¿Y por qué me abrazaste?

―Pensé que me decías que no me buscarías más en la moto para que no te regañaran las señoras ―toca mi mejilla― creí que estabas triste.

¿Qué?

―¿Y por qué sollozaste?

―Estaba aguantando las ganas de reírme. Tu cara triste es chistosa ―y con eso empieza a reír logrando que me ponga de mal humor.

Me vio la cara de estúpida.

Me preocupé tanto por nada, maldita sea.

Saco sus maletas de la caja y camino hacia la entrada de la cafetería a pasos rápidos. Siento como toma el borde de mi vestido y jala de él en señal que me detenga, pero la ignoro.

La llevo hasta la mesa más alejada, pero dentro de mi rango de visión desde la caja y la siento sobre una silla.

―Si viene un señor gordo y vestido con una camisa verde a preguntar qué haces aquí le dices que vienes a hacer tareas o que esperas a tu madre ―miro hacia atrás fijándome si no hay meseros chismosos― te voy a estar vigilando, pórtate bien o dejaré de cuidarte ―rasco mi cuello nerviosa. Al parecer el estrés puede más que mis nervios― ahora te traigo algo para comer ―y con eso me doy la vuelta volviendo a mi sitio de trabajo.

Necesito que hagas unas entregas.

¡ME LLEVA LA MIERDA!

¿Con quién dejo a la niña?

Mierda, mierda, mierda, mierda.

Siento como alguien toca mi hombro y le doy un manotazo como respuesta.

―Oye, oye tranquila ―alza ambas palmas en señal de paz― ¿dónde estabas?

Esto debe ser un regalo divino.

―¿Ves a la niña que está sentada en esa mesa? ―señalo y Lili nos saluda con ánimo.

―¿Qué ocurre con ella? ―pregunta confundido.

―Cuídala hasta cuando regrese ―sonrío.

―¿Qué? ¿por qué debería hacer eso?

―Eres mi amigo y los amigos se ayudan ―beso su mejilla y camino hacia donde la pequeña con rapidez tomando a Jordan de la mano.

―Lili, él se llama Jordan y te cuidará hasta cuando regrese, pídele lo que quieras y él te lo dará ―me muerdo una uña tensa.

―No dejes de Román la vea ―digo a Jordan― es una historia muy larga ―me alejo de ambos y corro hacia la oficina del jefe.

El hombre me dio una lista como de 20 lugares a los que debía llegar antes de las ocho. Fue caótico estar yendo y viniendo sólo para cerciorarme que la niña se estuviera portando bien ¿por qué? Bueno, olvidé que tenía un celular y que podría llamarle a Jordan para que me informara.

Los padres de la niña llegaron puntuales a las 7 y por suerte yo estaba allí para entregársela con una gran sonrisa y rezando interiormente para que Lili no dijera todo lo que pasó hoy.

Sé que no me pagan ni nada y, es más, les hago un favor. Pero si se dan cuenta de mi cuido de mierda no podré darles charla de moralidad con seguridad y es lo que menos deseo.

Pero mi obra de caridad resultó muy caótica para mi pequeño ser.

―Y así fue como terminé cuidándola ―me desplomo sobre el mostrador exhausta.

Quiero dormir.

―Me sorprende que hagas todo eso por una niña, y gratis ―lo sé― creo que es una responsabilidad muy grande y si sientes que no puedes con ella deberías dejarlo. Por el bien de esa familia y la tuya.

Y por estas cosas es que no me gusta contar mis asuntos.

―No lo entenderías ―masajeo mi rostro antes de reincorporarme― Ahora explícame cómo dañaste el horno ―cambio de tema y noto como empieza a rascarse la nuca nervioso.

―Larga historia... ―ríe mirando hacia el suelo― Oye ¿y qué te pareció el novio de Morgan? parece buen tipo ¿no? Cuando desapareciste ambos se fueron, me dejaron solito ― y esa simple frase logró que todo tipo de entusiasmo o ganas de socializar que tenía se esfumaran como sal en agua.

―Tal vez lo sea ―musito en voz baja― estoy muy cansada, nos vemos mañana ―beso su mejilla y me retiro de lugar sin esperar su respuesta.

Había olvidado por completo la existencia de ese hombre ¿por qué tuvo que mencionarlo?, simplemente me aterra recordarlo, no sé por qué me da tan mala vibra.

¿Será un mal tipo para Morgan?

No... no debería meterme en esos asuntos... ella lo conoce desde hace años así que todo está bien, no sería tan idiota como para cagar su vida con un mal tipo ¿o sí?

Suspiro y centro mi vista hacia el cielo nocturno, la luna se encuentra en su punto más alto, grande, blanca y brillosa.

Así estaba el cielo ese día...

Ese día...

¡Ricky!

Había olvidado por completo su existencia. Demonios.

Saco mi celular y empiezo a buscar mi único contacto y lo llamó sin rechistar. Mi emoción crece aún más cuando responde casi al instante.

―Habla Ricardo ―el sonido de la alta música apenas me permitió escuchar su voz ¿dónde está? ¿es un antro? ¿lo estaré interrumpiendo?

―Soy Iveth ―susurro.

Un silencio (el que puede permitir la música) es lo que me brinda respuesta por un par de minutos que se me hacen eternos, pero no hablo otra vez.

―¿Dónde estás? ―su voz ronca me sorprende por completo. No la había oído así antes.

―Camino por un parque ―miro mi alrededor, todo se encuentra vacío.

―Dime dónde es y voy por ti ―la música desapareció por completo de un momento a otro permitiéndome apreciar más a fondo su voz― necesito verte.

―También necesito verte ―mi ubicación abandonó mis labios de forma automática y en cuestión de unos 20 minutos un auto azul, casi negro se estacionó frente a mí.

―Buenas noches Iveth.

Amy:

¿Cuándo pararás? ―pregunta Karicia mientras se apoya sobre la mesa.

―Cuando él esté listo ―mira de reojo el gran congelador.

―Constantemente le cambias partes, así nunca acabaras ―comenta con malicia.

―No es cierto... ―susurra Amy con mirada perdida― sólo busco lo mejor para él.

Karicia suspira, se arrepentía con todo su ser por haberla incentivado a esto.

―A veces creo que... ―baja la mirada― olvidaste su rostro...

Una risotada escapa por los labios de la albina, no podía creer lo que acababa de oír.

―No digas eso más ―se expresión se ensombrece haciendo que Karicia se aleje un par de centímetros― yo vivo por él. Sería una ofensa si quiera pensar en otra persona que no fuese él. Mis pensamientos han sido volcados en su órbita ¿cómo podría olvidarlo?

―Pasaron muchos años Amy, eras una niña ―dice con cautela― no tienes ni una foto de él, no sería una sorpresa que lo olvidarás.

―No toques ese tema más ―se pone de pie― iré a cocinar.

Empieza a subir por las escaleras hasta que desaparece de su campo de visión.

Karicia deja escapar un largo suspiro mientras mira todo a su alrededor.

Era tétrico.

Antes creía que ella le regalaba cordura a la albina, pero ¿quién podría tener cordura en medio de ese entorno tan hostil? Ya se había vuelto costumbre apreciar desde las sombras la búsqueda sangrienta de su hermana.

Karicia era mucho peor que ella.

Sólo ella sabía la verdad de todo, pero no quería hablar, no deseaba volver las cosas más complicadas y ser señalada como culpable.

Ella iba a guardar silencio, pero en algún punto haría estallar todo y huiría.

Ese era su plan.

Sencillo, pero radical.

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