03
―Eres mía pequeña, cada parte de ti, cada trozo de tu piel... ―siento como su húmeda lengua se desliza por mi pierna― eres tan dulce, tan adorable ―su mano viaja hasta mi vientre para luego comenzar a llevarla hasta mi pecho― esperé esto desde hace mucho Sweet Dreams ―aprieto con fuerza la sábana entre mi mano.
―Por favor... déjeme ir ―suplico― por favor se- ―un grito sale de mis labios interrumpiendo mis súplicas al sentir una fuerte mordedura sobre mi entrepierna. Las lágrimas empiezan a salir por mis ojos una tras otra con rapidez, en busca de ese escape que tanto deseo tener.
El hombre se aparta de mí despacio mientras me dedica una mirada cargada de severidad.
―¿Cómo te dije que me llamaras? ―pregunta con voz gruesa, esa misma voz que siempre coloca antes de atacar salvajemente a alguien. Con esa simple oración logró que cada parte de mi piel se erizara.
Tengo miedo.
―Daddy... ―presiono con fuerzas la sábana sobre mi pecho desnudo. Me siento tan humillada...
―Bien pequeña ―se acerca hasta tomar mis mejillas entre su mano y las presiona con fuerzas― nunca me vuelvas a pedir que te deje ir ―aumenta su presión― me das a entender que no te gusta lo que hago y no me gusta sentirme humillado chiquita ―tomo su mano entre las mías tratando de apartarlo ante el inminente dolor que me está causando sin remordimiento alguno― ¿te vas a portar bien de ahora en adelante cariño? ―Trato de asentir lo más que puedo presa del malestar ocasionado por sus dedos― bien ―de un tirón me lanza al suelo logrando que más lágrimas salgan de mí presa del pánico― te voy a enseñar cada cosa que harás de ahora en adelante linda, cada técnica y movimiento. Aprenderás a controlar cada expresión que hagas. Serás el diamante en bruto que tanto busque, ya lo verás ―mi cuerpo se heló por completo ante esa confesión.
Cada parte de mi interior se desmoronó al analizar sus palabras. Y cada cosa que llegué a sentir se esfumó al convertirme en lo que él quiso.
―¿Te gustó? ―pregunta desde la cama con clara arrogancia en su expresión.
―Sí daddy ―respondo a su lado de forma automática.
Abro los ojos despacio notando como la claridad inunda mi habitación.
Miro todo mi alrededor fijándome en la lámpara que se encuentra encendida. Eso delata al causante de mi encandilamiento ocular sorpresivo. Dirijo mi vista hacia el reloj notando que precisamente son las 02:00am.
Debí adivinarlo.
Me pongo de pie no sin antes buscar un cigarrillo dentro de un cajón y colocarlo entre mis labios.
Al salir de la habitación camino hacia el refrigerador y saco dos cervezas completamente heladas. Giro mi rostro en dirección a la habitación de mi abuelita, y unas intensas ganas de llorar entre sus brazos me llegan, obligándome a dar un paso hacía allí.
Déjala dormir tranquila.
Es lo mejor.
Sí, es lo mejor.
Salgo de la casa y me siento sobre el pasto observando como la brisa mueve delicadamente las pequeñas hojas de los arbustos, y detallando como las flores aún duermen.
Quisiera ser una flor y sólo preocuparme por ser hermosa.
Muerdo el cigarrillo un par de veces ocasionando su ruptura y esparcimiento dentro de mi boca. El sabor es horrible y sinceramente no sé porqué lo hago, pero necesito masticar algo.
Para calmar el amargo y tóxico sabor abro una cerveza y elevo su contenido hacia mis labios. Poco a poco la horrible sensación va pasando y la cebada empieza a ganar territorio en mis papilas gustativas.
Me siento tan sola.
Como si el clima estuviera conectado con mis emociones, este despliega una ráfaga de viento helado logrando que mi cuerpo tiemble un poco y me haga desear buscar una chaqueta.
La cerveza no sirve.
Bebo la lata en tres tragos y destapo la otra bebiéndola toda en un instante. Un ligero mareo me llega, pero lo ignoro, eso no es nada comparado a lo que quiero llegar a sentir.
Quiero bailar.
Eso me gustaba, deslizarme por el tubo, elevarme hasta lo más alto y luego caer confiando en la fricción de mis piernas para no golpearme. La libertad ante cada vuelta, acrobacia.
Las miradas.
Los silbidos.
El dinero.
¿Está mal extrañar eso?
Extraño cada parte de ese sitio, pero a la vez odio cada cosa que recuerdo. Cuando estaba allí simplemente me dejaba llevar, no pensaba en nada y no analizaba en mis aptos, era lo que querían que fuera.
Pero ahora que recuerdo todo, me siento sucia, ganas de arrancarme la piel es lo único que me da. Como si tan sólo por el hecho de habitar este cuerpo automáticamente me convirtiera en una escoria, aunque, es muy probable que sí lo sea.
Ese lugar era una burbuja, una burbuja que me agradaba, que era buena, satisfactoria. Pero al compararla con la realidad... se ve la diferencia, y por más que intento encajar no puedo, pero tampoco deseo volver a lo mismo.
Limpio mis mejillas con la tela de mi suéter mientras observo la absoluta oscuridad una vez más.
¿Qué debo hacer?
...
No lo había pensado antes, pero esta cafetería se volvió como mi segundo hogar. Paso aquí la mayor parte del tiempo, mucho más de lo deseado. Creo que a veces sin darnos cuenta el jefe nos hace pensar que nos ayuda cuando en realidad nos explota disimuladamente.
Pero no me interesa, eso es lo que menos me preocupa. Entre más trabajo hay, más propinas, aunque, tampoco sé para qué quiero dinero de más. No me gusta comprar cosas y regalar menos. Los gastos en la casa están equilibrados sólo con mi sueldo normal.
¿Por qué siempre quiero más?
―Linda Iveth ―llama Jordan desde algún punto cercano de la cafetería. Intento ignorarlo el mayor tiempo posible, ya que, a pesar que esté cansada no me gusta hacer mal mi trabajo, y actualmente ordenar los panecillos es mi trabajo.
Siento como me abraza por la cintura con firmeza para luego empezar a besar mi cuello. Cierro los ojos en un intento de controlar ciertas reacciones hormonales, pero mi fuerza de voluntad en este aspecto no es tanta que digamos.
―Sabes que no me gusta cuando me ignoras ―Susurra sobre mi oído acercándome aun más a él― Salgamos hoy ―besa mi mejilla para luego alejarse y hacer como si nada ha pasado.
Volteo hacia su dirección notando como la cafetería se encuentra vacía. Dirijo mi vista hacia él notando como sonríe con inocencia, como si segundos atrás no me hubiera atacado con tal descaro merecedor a un despido.
―¿A dónde? ―Pregunto seca. Hoy no me siento con ánimos de nada, sinceramente sólo quiero dormir.
Lo veo buscar algo dentro del bolsillo de su camisa con extremada lentitud, otorgándole dramatismo a la escena, como tiende a hacerlo con todo.
Al sacar su mano deja a la vista dos cartones coloridos. Ladeo la cabeza confusa ante eso, no entiendo qué podemos hacer con esas cosas.
―Un concierto ―Sonríe con ilusión― bueno, es una presentación de un amigo, pero vamos, escenario, audiencia, canto, es un concierto ―Me acerco a él tomando los cartones. Al leer me doy cuenta que son unas entradas y que el "show" es de 9 a 12.
―Parece interesante ―susurro. En realidad, me parece sorprendente y atractivo, pero algo no me permite expresarlo como quiero.
¿Qué me pasa?
―¿Es tu primer show? ―Pregunta curioso. Casi de inmediato los recuerdos de cuando fui bailarina llegan a mí, pero conecto mis neuronas dándome cuenta que no se refiere a mí como el show.
―Sí, no soy amante a ningún cantante así que nunca tuve curiosidad de ir a ver a uno ―Mentirosa.
―Este también es mi primer show ―Toma mis manos y las envuelve entre las suyas, como si hubiese acabado de hacer el descubrimiento más grande de su vida― Debe ser el destino, quiere que tengamos esta experiencia juntos ―sonríe como endemoniado. Él debe estarme jodiendo.
―O tal vez tu amigo no tiene audiencia y se puso a regalarle boletos a cualquiera y tú decidiste invitarme para pasar el rato y luego acostarnos ―Suelto nuestro agarre y elevo mis manos hasta su cuello― Lo que no me parece mal plan ―me acerco dispuesta a besarlo, pero lo único que siento al hacerlo es la piel de su mejilla.
Me alejo un poco de él para detallarlo. Una expresión algo molesta, y un rubor en señal de enojo son los que me reciben.
Carajo.
―¿No podemos salir como dos personas normales? Como los amigos que somos. Para ti todo debe terminar en sexo, a veces me preocupas ―Su mirada refleja algo de decepción.
Debo causarle pena.
Me alejo de él en silencio y vuelvo a mi trabajo de acomodar los panecillos.
―¿Es en serio? Me jode que te quedes callada cuando digo algo que no te parece ―alza la voz logrando que ese nerviosismo llegue a mí otra vez.
No me grites por favor.
―Perdón dad- ―Detengo mis movimientos de manera abrupta, hasta mi respiración cesó al procesar lo que estaba a punto de decir. Al hacerlo noto como un panecillo cae, rebotando sobre el suelo dándome la señal que debe ser tirado.
¿Qué estuve a punto de decirle?
Una lluvia de imágenes borrosas inunda mi mente, y a la vez mis ojos se empañan por culpa de las lágrimas. Todo tipo de sensaciones llegan a mí, desde la más perversa, hasta la más salvaje. Algo en mi interior comienza a palpitar con fuerza mientras que puedo darme cuenta como el sudor se desliza por mi rostro.
No otra vez.
Jordan niega un par de veces― ¿Sabes? dejémoslo para otro día, hoy ya no quiero salir ―escucho un timbre sonar en señal que acabó su turno― Nos vemos mañana ―y con eso el silencio es lo que me envuelve otra vez.
Iveth cálmate.
Sabes que lo quieres.
No, no quiero.
Lo necesitas.
No...
Lo deseas.
Cierro los ojos y con ello los puños también. Respiro profundamente y exhalo todo el oxígeno que poseo en mi interior e intento eliminar cada pensamiento con eso.
Quiero volver a estar en blanco y simplemente existir, sin preocuparme por nada.
Quiero volver a eso.
Escucho como la campanilla de la puerta suena anunciando la llegada de un nuevo cliente.
Compórtate por favor.
Como soy la única (a parte del jefe) que se encuentra en la cafetería me volteo sonriente para atenderlo. Al hacerlo me doy cuenta que un hombre de unos cincuenta y tantos es quien se acerca. Sus ligeras arrugas confirman su edad, y su porte y vestuario me informan de su posición.
Este hombre debe tener mucho dinero.
―Buenas noches señor ―Me acerco al mostrador sonriendo lo más que puedo.
No lo hagas.
El hombre descaradamente escanea cada parte de mi cuerpo hasta llegar a mi rostro― buenas noches señorita... ―me regala una arrogante sonrisa de medio lado.
Humedezco mis labios con lentitud antes de hablar― ¿desea algo? ―Muevo mis hombros despacio acercándome aun más al mostrador.
Para.
El señor centra su vista en mis pechos logrando que una sonrisa victoriosa se forme en mis labios automáticamente.
Doy asco.
―¿Qué me recomiendas? ―Hasta ahora me percato que tiene acento. Viene de paso.
Camino hacia los estantes de vidrio en donde se encuentran la variedad de pastelillos y panes.
Mentalmente me felicito por colocarme el uniforme más corto que el de costumbre, pero algo muy en el interior me reprocha por mi actitud.
―Tenemos donas cubiertas de chocolate... pasteles rellenos de mermelada, muy dulce en mi opinión ―muevo un poco mis caderas mientras hablo― de beber tenemos jugo de naranja, mango, piña... este último es delicioso ―Vislumbro una ligera sonrisa sobre sus delgados labios― También hay café, té, chocolate, solo diga y le hago lo que pida.
Quiero detenerme.
Vuelvo a caminar hacia el mostrador, esta vez apoyando mis codos sobre este con la intención de mostrar en su máxima expresión la abertura de mi camisa.
Deslizo mi mirada por el sujeto. Un reloj de plata y un anillo en su dedo anular me indican que está casado y que muy probablemente ese reloj sea un regalo de su mujer.
Con disimulo el hombre cubre su mano y cuando la vuelve dejar a la vista el anillo ya no se encuentra.
Lo vi venir.
―Dame un café negro, con un panecillo... ¿hay rellenos con piña? ―Esto último lo comenta con voz más grave.
Estoy perdida.
―Hay ―Sonrío coqueta― puede esperar en una mesa si lo desea, en un minuto estaré allí ―por fin logré decir algo coherente para alejarlo. Vuelvo a tomar control de mis palabras.
―No te preocupes Iveth, yo espero aquí paciente ―me tenso al oír mi nombre salir de sus labios. Unas estúpidas ganas de preguntarle sobre el origen de esa información llegan a mí, pero luego recuerdo que poseo un carnet que brinda esa información en grande― Me llamo Edwin ―vuelve a hablar ante mi silencio. Ganas de ignorarlo me invaden, pero otras ganas me indican que debo mantenerlo contento.
No debo escucharme o si no lo volveré a hacer.
―Me gusta ese nombre... ―escucho un ligero suspiro por su parte― pero me gusta más oír el mío salir de sus labios señor Edwin ―Empiezo a servir el líquido en una taza.
―Nada más exquisito que escuchar el mío salir de tus labios querida ―Muerdo mi labio inferior divertida― ¿eres mayor de edad?
―Sí ―respondo de inmediato― ¿le incomoda eso? ―Coloco la taza sobre el mostrador, él la toma entre sus dedos y bebe con lentitud, dejándome apreciar la elegancia en su estado puro. Que mal que sus palabras no combinen para nada con su aspecto.
―Al contrario, me parece espléndido ―saco un panecillo y lo coloco al frente de él.
―Mi turno termina a las 8 ―una serie de ideas llegan a mi mente ofreciéndome infinitas ganas que llegue esa hora.
Quiero hacerlo, debo hacerlo, tengo que hacerlo.
―Mi coche está afuera, estaré allí esperándote ―como lo esperaba.
―450$ la hora ―la información parece sorprenderlo ya que me mira con los ojos muy abiertos.
Lo hice.
―¿Y qué te hace pensar que pagaré tanto por ti? ―Pregunta retador.
―El que pierde es usted, no yo... ―me acerco con seguridad hasta quedar al nivel de su cuello. Huele bien sinceramente― tengo mis trucos... ―muerdo su oreja con algo de fuerza. El rostro del hombre se encuentra teñido de un claro carmesí, mientras que sus manos sólo forman puños, en señal de que se intenta controlar.
Ellos siempre se alteran con tanta facilidad.
―Bien ―quisiera que se hubiera negado.
...
El auto se encontraba en completo silencio, la tensión era tan grande que la volvía asfixiante. Edwin manejaba con cierto tipo de rapidez que rayaba lo ilegal, pero que claramente no le interesaba. En cambio, yo miraba por la ventana, el sitio donde estábamos era completamente desconocido, pero no parecía de mala muerte.
Unas intensas cosquillas aparecían de vez en cuando por mi vientre mientras que ese vacío crecía dentro de mí.
Quiero terminar con esto.
Noto como aparcamos en lo que parece un hotel, con solo mirar al hombre que recibe el auto me doy cuenta que este sitio es de lujo.
―¿Quién lleva a una amante a un hotel tan caro? ―pregunto sin pizca de vergüenza. Es la primera vez que vengo a un sitio así, los hombres con los que estuve antes siempre me llevaban a moteles de mala muerte.
―¿Quién con dinero se mete en un motel de barato?
―¿Guardas apariencias hasta en los lugares donde llevas a tu amante? Vaya nivel ―me toma por la cintura de la nada y me acerca a su costado.
―¿Y la chica coqueta de hace unas horas dónde está? ―pregunta casual.
―No necesito ser coqueta antes de efectuar mi trabajo.
―¿Harás lo que pida?
―Tú pagas.
Nos acercamos a la recepción y la mujer de allí me lanza una mirada despectiva que sólo ignoro. Si las miradas mataran hace rato ya habría dejado de existir.
Lo veo sacar una tarjeta negra y pasarla por un aparato. Cuando termina el proceso nos encaminamos hacia el elevador.
―Espero que para mí tengas efectivo ―escucho su risa algo escandalosa para mi gusto.
―¿Sólo te interesa el dinero no? ―Ojalá me interesara.
―Y un buen sexo ―al pronunciar eso las puertas del elevador se abren en señal que podemos entrar. El hombre sólo me observa algo atónito por mi poca vergüenza, pero en sus ojos logro ver que le gusta.
¿Qué clase de hombre será? ¿Dominante? ¿Sumiso? ¿Masoquista?
Me perturbaría su es sumiso, odio ese rol.
Oh, ¿qué situación me pedirá? ¿O será todo natural? No pienso preguntar, él sabrá su rollo.
Al abrirse las puertas del elevador una vez más, con lo primero que me encuentro es con una pared crema. Al dar dos pasos me percato que hay un pasillo y en efecto la habitación está ahí, expuesta a cualquiera que suba hasta este piso.
―Sería entretenido si un turista perdido llega hasta acá ―comento más para mí misma, pero mi acompañante me escuchó a la perfección, ya que empieza a reír como si fuera lo único sabe hacer.
Todo es delicado aquí, más los diseños de los azulejos, parece como si una persona se hubiera dedicado a pintar uno por uno. Son simplemente hermosas las siluetas de las amapolas.
―¿Quieres vino? ―pregunta a mi lado― ¿o algo en especial?
Giro mi rostro hacia su dirección, el deseo está claramente plasmado en sus ojos, no entiendo porqué le está dando tantas vueltas al asunto.
―¿Es tu última noche aquí? ―Me quito despacio el chaleco de cuero que poseía.
Edwin asiente mientras me imita y se quita su abrigo― así es la vida de un marinero, un día estás y al otro no ―frunzo el ceño ante eso. Yo he visto marineros, y muchos. Y puedo jurar que este hombre no es uno.
―¿Se puede poner música aquí? ―Fue un gran error venir.
―Creo, yo no sé de estos aparatos ―me extiende una Tablet que yacía sobre una mesa― soy algo viejo para esas cosas.
Sonrío con ironía ante eso― yo tengo 20 años y no sé usar un celular, supongo que estamos a mano ―busco una mezcla que conozco muy bien, aquella melodía que me envolvió hasta convertirme en eso que llegué a ser. Nota tras nota, giro tras giro.
La música de mi vida.
Le doy a reproducir y sin contenerme ni un poco empiezo a mover mis caderas al ritmo de la música. Mis hombros tampoco se quedan quietos y comienzan a ir de atrás hacia adelante una y otra vez. El hombre simplemente me observa en silencio.
Poco a poco deslizo mi blusa hacia arriba, dejando un delicado sostén morado al descubierto. Giro un par de veces hasta llegar a su posición y comienzo a frotar mi cuerpo contra el suyo. Sus manos no se inmutan en dibujar sobre mi abdomen desnudo mientras que poco a poco siento cierto bulto aparecer a la altura de mi trasero.
Me volteo dispuesta a quedar frente a él, su rostro se tiñó de carmesí mientras sus pupilas están claramente dilatadas ofreciéndome luz verde.
―Hazme tuya daddy...
Sin más doy un brinco y engancho mis piernas alrededor de su cintura. Cierro los ojos lista para comenzar a besarlo, besar esos labios delgados y húmedos, claramente deseosos por ser devorados.
Empieza a caminar hacia una dirección desconocida a paso decidido, sosteniendo con fuerza mi cuerpo entre sus brazos. Abro los ojos después de unos minutos apreciando desde muy cerca cada detalle de su rostro.
No me causa nada.
El beso es rápido, húmedo, pero igual a los otros.
Mi cuerpo recae sobre algo acolchado, veo su ropa aterrizar sobre el suelo con rapidez mientras que yo quito la mía con calma.
Sus dedos viajan hasta mis pechos, su boca roza mi cuello, su entrepierna se acopla a la mía. Mis uñas se entierran entre las sábanas.
Necesito más.
...
―¿Te duele mucho? ―Pregunta desde la cama― disculpa si te lastime... mucho ―niego mientras empiezo a abrochar mi sostén.
He recibido peores golpes.
―No fue para tanto ―me maldigo por haber venido.
―¿No fue para tanto? Pe- ―Vuelvo a negar, esto es humillante.
―Fue un gusto Edwin ―subo el cierre de mi jean y comienzo a caminar.
―¡Espera! ―detengo mis pasos ante ese grito― Puedo llevarte a tu casa si quieres ―Niego. No estoy tan loca como para darle mi dirección a un sádico en potencia― toma entonces. No puedo creer que te vas sin cobrar por tan excelente servicio ―Había olvidado este detalle.
Camino hacia él a paso decidido y extiendo mi mano. Al ver lo que hay sobre ella unas ganas de llorar llegan a mí.
―Me sorprendiste hermosa ―sonríe― Espero volvernos a ver en otra ocasión.
―Espero lo mismo ―miento con descaro antes de volver a emprender mi camino.
Sólo valgo un par de dólares.
Amy:
La alta música inundaba cada sección del local. Personas bailaban por todas partes, mientras que algunos, pocos respetuosos, se besaban por las esquinas del sitio.
Sentada sobre una butaca al lado de la barra se encontraba la joven albina con una copa llena de limonada, simulando ser una bebida alcohólica de aquel lugar. Manteniendo su sobriedad en perfecto estado para su misión.
Sus ojos estaban atentos, analizaba cada persona que pasaba al frente de ella. Todo rasgo físico que captara su atención.
Ojos muy grandes.
Cejas demasiado oscuras.
Labios muy delgados.
Piel demasiado oscura.
Estatura no deseada.
Esos y más pensamientos pasaban a gran rapidez por su mente, sus ojos parecían desorbitados, casi hipnotizados.
―No hay nada interesante Karicia ―comenta con decepción― Me duele el cuello por el viaje y fue en vano ―se lleva la copa a sus labios aún con la mirada fija hacia todas las direcciones― Este sitio me da asco ―susurra al ver a tres personas toquetearse sin pudor alguno.
―Vámonos entonces ―musita Karicia poniéndose de pie.
Amy asiente antes de colocar la copa sobre el mostrador y ponerse de pie.
Cuando hace esto último, al no fijarse, choca con una chica castaña haciendo que su bebida se derrame sobre la albina con vestido blanco.
Líquidos rojos y azules se encargaron de manchar la pulcra tela logrando que una rabia desmesurada se esparciera por todo su ser.
―¡Lo siento tanto linda! ―chilla espantada la castaña al ver el desastre ocasionado― No me fijé, lo siento tanto ―trata de limpiar a la albina en vano, ya estaba la tela echada a perder.
―No importa... ―susurra entre dientes Amy al sentir como su hermana tomaba su mano con fuerza invitándola a callarse.
―¡Claro que sí! Vamos al baño a arreglar esto ―toma la mano de la albina ocasionándole un sobresalto por tan inoportuno roce.
―No es necesario, está bien ―Forma puños con sus manos conteniéndose.
La castaña frunce el ceño ante eso, se sentía culpable por lo ocurrido y deseaba enmendar todo.
―Bueno, al menos acéptame un trago ―propone― Vamos, si me dices que no me sentiré mucho peor ―Hace un puchero ridículo ante los ojos de la albina― ven ―sin esperar respuesta la toma de la mano y empiezan a dirigirse hacia una mesa donde se encuentran algunas chicas. Al llegar a esta una de las muchachas se pone de pie observando a la albina con curiosidad.
―¿Quién es Julia? ¿Qué le pasó a su vestido? ―Balbucea claramente alcoholizada.
En ese instante todo le hizo click a Amy en la cabeza y un gran desprecio empezó a carcomer su interior al analizar todo.
―¿Julia? ―ladea la cabeza Amy― ¿cuál es tu apellido?
―Moreau ―responde la castaña con una sonrisa.
Los ojos de Karicia estaban a punto de salirse de su lugar ante esa nueva información.
―Amy, no puede ser la misma, debe haber muchas con ese nombre ―susurra, pero Amy la ignora, la imagen de esa chica adolescente y esta adulta eran la misma, no sabía cómo no lo había notado antes.
―Me llamo Amy ―estira su mano hacia la castaña― Un placer Julia, algo me dice que después de este encuentro seremos muy buenas amigas ―muerde su labio inferior divertida ignorando por completo las miradas del resto de las chicas.
Karicia observaba la escena en pánico ya que podía sentir lo que se iba a avecinar. Y eso no era nada bueno.
Las buenas acciones sólo te acercarán más rápido a tu tortuoso final.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top