Capítulo 6

(Narra TN)

Desde que mi «amigo», o lo que fuera, me prometió que mi padre nunca más iba a hacernos daño, todo iba mejor. Por esa parte agradecía que las pastillas no me hicieran efecto. No sabía hasta qué punto era real la existencia de esa cosa, pero yo escuchaba su voz y papá hacía exactamente lo que le decía esa voz. Era extraño.

Por otra parte, no había parado de intentar que hiciera cosas malas. Lo intenta desde que tengo memoria. ¿A caso no sabía el daño que me hacía cuando escuchaba su voz? Cada vez que intentaba resistirme era como si la cabeza me fuera a explotar. Lo peor es que cada vez tenía más ganas de hacer lo que me decía. Sabía que estaba mal, pero cuando su voz se metía en mi cerebro...

—(TN), cariño, este verano te apuntaremos a clases de hípica —comentó mi madre, mientras cenábamos los cuatro juntos en la mesa. Le miré extrañada. ¿A qué venía eso ahora?

—¿Hípica? ¿No puede ser otra cosa? —pregunté, mientras usaba el tenedor para jugar con la comida. Quedaba solo un mes para verano.

—Ya nos hiciste desapuntarte de ballet hace años —dijo mi padre, serio- Haz el favor de hacer caso a tu madre.

—Claro, cariño. Además, estarás con Emma —siguió insistiendo mamá. Ah, sí, genial... Emma.

—Mamá, ella y yo ya no somos amigas —comenté, algo seria. Mis padres odiaban ese tema, pero era la verdad.

—Eso son tonterías. Seguro que dentro de poco volvéis a ser amigas —dijo tu madre, mientras empezaba a recoger los platos, algo nerviosa.

Suspiré mientras me levantaba para recoger mi plato, mi vaso y mis cubiertos. Nada más dejarlos en el lavavajillas me fui a mi habitación. No tenía ganas de seguir hablando sobre ese tema. Me apuntaría a equitación pero no volvería a ser amiga de Emma. Mis padres querían que lo fuera, ya que era hija de los socios de papá, pero a mí eso me daba igual. Era mala con otros compañeros.

Me senté en el escritorio. Quería repasar un poco antes de dormir. Quedaba poco para los exámenes y quería sacar buena nota. Escuché que mi móvil sonaba. Era un mensaje del chat. No era de ninguno de los grupos. Tenía dos grupos. Uno de toda la clase y otro con Emily y Nora. Nora, la chica nueva, se había hecho amiga nuestra después de defendernos una vez de Emma y su grupito. Era un poco rebelde y macarra, pero era muy simpática y buena persona. ¿Jason? ¿Qué hacía hablándome por privado?

Jason: Oye, (TN), ¿te apetece que estudiemos juntos mañana en la biblioteca después de las clases?

Tú: No sé. ¿Quiénes os quedáis? ¿Han dicho algo por el grupo?

Jason: No, me refería a nosotros dos... Seguro que estudiamos mejor si solo somos dos.

Tú: No puedo... Tengo que volver con mi hermana en autobús, pero a lo mejor otro día que avise a mi madre con tiempo.

Jason: Oh, de acuerdo... Buenas noches.

Tú: Buenas noches J

Dejé el móvil encima de la mesa. ¿Los dos solos? ¿Cómo en una cita? No entendía nada. Había escuchado que él y Emma, una vez, se dieron un beso en la boca en los baños del patio. ¿Eso es que eran novios, no? ¿Entonces por qué quería estudiar a solas conmigo? Yo no iba a darme un beso en la boca con nadie. ¡Qué asco! Eso lo hacían los padres y las madres. O los chicos y chicas más mayores del instituto. Yo era pequeña para eso. Además, había escuchado que podías tener un bebé. Yo no quería bebés hasta que fuera mayor y tuviera un marido.

Me acordé de aquel video que pasaron una vez por el chat del ordenador. Había un chico y una chica desnudos en la cama y... Estaban besándose. ¡Desnudos! ¡Qué vergüenza! No iba a quedar a solas con Jason. Volví a coger el móvil para leer otra vez los mensajes. De repente, noté algo detrás de mí. Me giré asustada.

—¡Oye, tú! —exclamé nerviosa. Era mi «amigo» otra vez. Se alejó de repente—. No está bien mirar conversaciones de los demás.

Como siempre. No me contestó. Bueno, mentira. Si lo hizo aquella vez que yo estaba llorando por lo de mi padre. Me habló moviendo la boca, así que si no me contestaba era porque no quería, no porque no pudiera.

—Oye... Quería darte las gracias por ayudarnos con papá cada vez que viene del bar... —murmuré. No me gustaba hablar de ello, pero necesitaba agradecerle. De no ser por él...

No pude seguir hablando, ya que despareció justo antes de que dijera nada más. Solo me dio tiempo a ver que ponía mala cara. Suspiré. Era una tontería seguir tomándome las pastillas si igual iba a ver a ese hombre. Me daban sueño y me hacían estar mareada y cansada. En fin. Ya estudiaría al día siguiente. Me acosté en la cama y apagué la luz para intentar dormir.

[•••]

Ya estábamos en agosto. Las notas de los exámenes me fueron bastante bien y montar a caballo no se me daba mal. Había estado los primeros días simplemente montando, pero ya había hecho dos circuitos de obstáculos fáciles.

Por supuesto, mi relación con Emma no había mejorado nada de nada. Ella iba con un grupito de amigas del club. Jack también se había apuntado ese verano, pero prefería ir conmigo que con ella, aunque intentará siempre arrastrarle a su lado.

Estaba en el establo, peinando a mi yegua. Se llamaba Sombra, porque era toda de color negro. Era muy bonita. Le estaba pasando tranquilamente el cepillo cuando un ruido nos sobresaltó a las dos. Le acaricié la cabeza para calmarle. Cuando me giré vi que se había caído algo de metal. Me acerqué a una especie de horno donde había brasas medio apagadas. Me agaché y vi que era un palo de metal para marcar animales.

—Vaya, aquí está la tonta de (TN) y la tonta de su caballo —escuché decir a Emma desde la puerta. Me giré hacía ella. Iba con su caballo blanco de pelaje resplandeciente, Sultán.

—El femenino de caballo es yegua —le corregí. Por favor, ¿quién era la tonta aquí?

—Es tan fea como su dueña... ¿Has visto como llevas la coleta? —comentó, con superioridad, mientras metía al caballo en su parcela. Se puso de espaldas a ti mientras le quitaba la silla y las demás cosas. ¿Pues como la iba a llevar? Me acababa de quitar el casco hace nada, pero claro, ella siempre llevaba el pelo perfecto—. Sería una pena que tu caballo se lesionara para la competición de final de verano...

¿Qué? ¿Me estaba amenazando? No se atrevería a hacer daño a un animal, ¿no? Sí le hacía algo a Sombra... «Coge la vara de metal y hazle una quemadura a esa idiota. Enséñale quién manda. No dejes que haga daño a tu caballo».

Ah, no. Otra vez la voz de ese tipo. Sentí un fuerte pinchazo en la cabeza. Miré el palo de metal. La punta parecía estar caliente todavía. Emma se merecía una buena lección. No podía ir molestando a quién le diera la gana. Y menos hacer daño a un animalito. Mi "amigo" tenía razón. Debía ponerle en su sitio. Me agaché y cogí aquel palo. Pesaba un poco. Emma no me estaba mirando. ¡No! ¿Pero estaba loca o qué? ¿Cómo iba a quemar a alguien? No, no, no y no.

—¡Hazlo! —escuché la voz del hombre mucho más clara que antes. Me giré para buscarlo con la mirada. Me estaba mirando enfadado. No movía la boca, pero le oía perfectamente. Como las otras veces—. Hazlo de una vez.

Arrugué la nariz y apreté los dientes. Mi cabeza ardía. Cuanto más me resistía era peor, pero debía resistir. Me giré para dejar el palo otra vez en las brasas, donde estaba antes de caerse, pero se me resbaló de las manos.

—¿¡Qué haces!? —escuché exclamar a Emma, asustada—. ¿Ibas a quemarme?

—¡No! Estaba dejando el palo en su sitio —contesté, gritando.

—¡Voy a decírselo a mi madre! —dijo, enfadada, mientras salía corriendo por la puerta del establo.

—¿Por qué me has dicho que haga eso? —pregunté, intentando aguantar las lágrimas mientras me giraba a para mirar al hombre. Él solo apartó la mirada mientras fruncía el ceño. Siempre igual. Siempre hacía lo mismo. Estaba harta—. Por tu culpa me van a reñir...

No pude aguantar más las lágrimas. Me senté en el suelo, rodeé mis rodillas con mis brazos y me hice un ovillo mientras lloraba sin parar. Estaba cansada de todo esto. Me dolía mucho la cabeza y estaba mareada. ¡No entendía a ese hombre! ¿Por qué me ayudaba pero también me hacía esto?

—¡Cariño! —escuché exclamar a mi madre. Levanté la cabeza y vi también a Emma y a su madre.

—Es que mientras estaba peinando a Sombra se ha caído esa barra... La he intentado poner en el sitio y se me ha caído —intenté explicar. Era difícil hablar mientras lloraba.

—Nuestras pobres niñas se han asustado... —comentó la madre de Emma—. Me encargaré personalmente de que despidan a quién haya dejado esa herramienta ahí. ¿Acaso no son conscientes de que nuestros hijos pueden entrar aquí solos?

Poco a poco me fui tranquilando, ya que mamá me estaba abrazando y acariciando el pelo. Al final no me habían echado la culpa de nada... Aun así, me sentía algo culpable. Por un momento había pensado en hacerle daño a alguien.

La última semana de agosto no tardó mucho en llegar. Las vacaciones de verano siempre se pasaban rápido. ¡Tendrían que ser un poco más largas! Estábamos a punto de empezar la competición de hípica. Solo participábamos seis personas. Emma, tres amigas suyas, Jack y yo. El resto no había llegado al nivel necesario para participar.

Yo era la penúltima en participar. Ya casi era mi turno. De momento, Emma iba ganando. Era la que mejor tiempo había hecho y solo había derribado un obstáculo.

Cuando me subí a Sombra estaba un poco nerviosa. Habíamos practicado muchas veces y había salido bien, pero subirse a un caballo a una yegua siempre daba un poco de miedo. Nada más sonó la señal nos pusimos en marcha. Sobra iba rápido. El viento me golpeaba en la cara. No tendríamos problemas con el tiempo. Obedecía perfectamente mis órdenes. Fuimos saltando todos y cada uno de los obstáculos. Estuvimos a punto de rozar una de las últimas varas, pero creo que nos salvamos por muy poco.

Cuando llegué al final del recorrido, al bajarme de la yegua, lo primero que hice fue acariciarle la cabeza. Lo habíamos hecho muy bien. Después miré el marcador de tiempo. Había hecho el mismo que Emma, pero sin derribar ningún obstáculo. Todo dependía de cómo lo hiciera la última chica.

—Y el ganador o ganadora de esta competición es... ¡(TN) (TA)! —exclamó el árbitro por el megáfono. Alcé las manos, mientras mi padre me elevaba en brazos.

—¡Esa es mi niña! —exclamó contentó. Cuando estábamos con gente siempre era más bueno con nosotras.

Todo el mundo se acercó para felicitarme, incluso Emma, aunque obligada por su madre. Después de dejar a Sombra en el establo, me acerqué al baño del restaurante que había allí en el recinto. Me estaba haciendo mucho pis desde hacía rato.

Cuando me limpié con el papel se me escapó un grito. ¡Había sangre! ¿Me había hecho daño montando a Sombra? Doblé un trocito de papel y lo puse en las braguitas antes de subirme los pantalones.

—¡Mamá! —grité, preocupada, sin salir del baño. Enseguida se asomó.

—¿Qué pasa, cariño? —preguntó, mientras entraba en el baño.

—Me está saliendo mucha sangre de ahí bajo... —contesté, con un hilo de voz.

—Oh, mi amor, no te preocupes —dijo ella, sonriendo y acariciándome la cabeza—. Te habrá bajado la regla. Vamos a casa y te lo explico todo bien. Ahora ya eres una mujercita.

¿Qué? ¿Una mujercita? ¿Hacía falta desangrarte por ahí bajo para ser una mujer? ¿Por qué nadie me había explicado eso antes? Prefería seguir siendo una niña...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top