Capítulo 5

(Narra Law)

(TN) había ido varias veces al hospital hasta que por fin le diagnosticaron la esquizofrenia. Los síntomas que presentaban estaban claramente relacionados con esa enfermedad, pero unas pastillas y unas cuantas reuniones con psicólogos no harían que dejara de verme.

Esa cría conseguía hacerme sentir raro. Cuando la estúpida niña rubia se metió con ella en clase tuve el impulso de fastidiarle. Cuando la vi llorar tuve que irme de la habitación. No pude seguir mirándola. ¿Me sentía mal por ella? Eso no era posible. Desde que tengo memoria nunca he sentido nada por los humanos, solo desprecio. Me divertía verles pasar por malos momentos. Los humanos llevan el mal dentro. Nosotros solo les ayudamos a sacarlo, y a veces, ni si quiera les hace falta nuestra ayuda. Son seres despreciables y débiles. Pero (TN) no era así. Ella era buena. Era buena y estaba sufriendo más que personas malas. Todo a causa de mí...

Me llevé una mano a la cabeza. ¡Por favor! ¿Qué hacía pensando en ese tipo de tonterías? Yo era un demonio. Un ser maligno. Obviamente no debía preocuparme lo más mínimo por esa criatura. Solo debía cumplir mi misión. En unos años los humanos serían completamente eliminados y se convertirían en almas oscuras para ser dominados por nuestro Príncipe. Con un ejército tan grande podríamos eliminar a los seres de luz y ser los únicos presentes. Yo solo quería vivir mi existencia tranquilamente, solo cumplía órdenes. Odiaba que me dieran órdenes, pero si al acabar el plan me dejaban en paz... Me servía. Nos estábamos alejando de nuestra función como demonios, pero me era indiferente.

Ya habían pasado unos cuantos meses desde que (TN) comenzó el tratamiento. Solo le había estado observando desde la distancia. A alguna parte de mí le sabía mal acercarse demasiado, ya que ella pensaba que con esas pastillas todo se arreglaría. A veces le daban mareos y se dormía en clase. Debían ser efectos secundarios de ese medicamento.

Era por la tarde. Estaba tumbado en el tejado de la casa. Mierda. Debía dejarme de tonterías. Ya habían pasado once años desde que empezó todo y solo quedaban unos siete para que nuestro plan se pusiera en marcha. En estos años debía conseguir mi objetivo. Me transporté a la habitación de (TN). Estaba sentada en su escritorio. En frente del portátil. Debía estar haciendo deberes. Era increíble como esos aparatos habían ido evolucionando durante los años. Puede que los humanos no fueran tan estúpidos en ese sentido. Me acerqué por detrás. ¿Pero qué? ¿Qué estaba viendo esa niña? ¡Era una página porno! Me quedé algo impactado. De haberla visto jugando a los superhéroes en el patio habíamos pasado a esto.

Se sobresaltó y se giró hacia atrás. Nuestros ojos se encontraron de golpe. Vi como sus mejillas se iban tiñendo de rojo poco a poco. Se levantó gritando e intentó empujarme, pero me atravesó. Yo podía elegir cuando los humanos podían tocarme o no. Por suerte eso también funcionaba con ella.

—¡No es lo que parece! —comentó, avergonzada, mientras miraba al suelo- Estábamos haciendo un trabajo por el chat... Y un compañero ha mandado un enlace. Pensaba que era algo de información...

Me resultó gracioso ver como intentaba justificarse. De pronto, su expresión pasó de ser avergonzada a estar preocupada. Alzó de nuevo la cabeza y me miró fijamente.

—Tú... Se supone que no tendría que seguir viéndote —murmuró—. ¡Me estoy tomando las pastillas! ¡Vete de aquí! ¡Vete de aquí!

Pude observar como estaba a punto de llorar antes de lanzarse sobre la cama y hundir la cabeza en la almohada. Sentí otra vez aquellos estúpidos sentimientos. Sentimientos que un demonio no debería sentir, ya que son propios de humanos. Me largué rápidamente de allí. No porque ella me lo pidiera, sino porque necesitaba despejarme. ¡Mierda! Tenía que hacer algo malo. Tenía que sembrar el caos en algún sitio. Necesitaba sentir que recuperaba mi maldad. Iría a dar una vuelta por la ciudad.

Era una noche cualquiera. Otra más en mi larga y maldita existencia. Ni si quiera después de morir podías descansar en paz. (TN) estaba en su habitación viendo una película de un tal Harry Potter. Se escucharon unos ruidos que venían del salón. Bajó el volumen y se acercó a la puerta para abrirla sigilosamente.

Su padre estaba insultando de nuevo a su madre. Parecía que acababa de llegar del bar, como siempre últimamente. (TN) tenía la mirada perdida en el pasillo. Se escuchó el ruido de un golpe. Abrió mucho los ojos y empezó a correr hasta el salón. Fui directamente hasta allí.

—¡Déjala! —gritó, desesperada, mientras se lanzaba encima de él. La mujer estaba en el suelo, hecha un ovillo, intentando protegerse de las patadas.

—¡Lárgate a tu cuarto! —gritó el hombre, mientras le apartaba de un manotazo. (TN) cayó al suelo. Maldito cabrón cobarde. Su aura ya estaba más que corrompida. (TN) cogió un cuchillo que había encima de la mesa.

—Si no la dejas... —murmuró, mientras lo sostenía con las dos manos. Su padre se levantó y se giró hacia ella.

—¿Qué harás? —preguntó, mientras caminaba lentamente hacia su hija.

—No, por favor... —murmuró la madre, mientras se incorporaba con dificultad.

—¡Tú cállate! —exclamó el hombre. Apestaba a alcohol y se tambaleaba mientras caminaba.

Esta era mi oportunidad. El momento que había estado esperando. Si me aprovechaba del miedo y la rabia de (TN) conseguiría que hiciera daño a su padre. Incluso podría llegar a asesinarlo. Eso oscurecería su aura casi por completo y acabaría mi misión con éxito. ¿Era cruel? Sí. Pero no me importaba. Nunca me había importado nada de eso.

Se lo ordené. Le ordené que corriera hacia él y le clavara ese cuchillo. Estaba borracho y no le daría tiempo a apartarse. Debía hacerlo, por su madre. Cerró los ojos y empezó a negar con la cabeza mientras fruncía el ceño. «Deja de resistirte. Hazlo. Acaba con él. Protege a tu familia. A tu madre. A tu hermana». Estaba dudando. Podía notarlo. Con lo de protegerlas le había hecho pensárselo bien. Había sido un golpe bajo, pero podía funcionar.

Aun así, se quedó quieta. Su padre llegó lo suficientemente cerca como para quitarle el cuchillo de las manos. Le agarró del pelo y acercó el cuchillo a su cara. La madre se acercó por detrás, pero él le apartó fácilmente. Pensándolo bien, si la niña moría también se solucionaba el problema. No lo había pensado desde esa perspectiva. Tal vez solo debía dejar que el padre hiciera su trabajo.

—Ahora te vas a enterar... Aprenderás a no meterte en cosas que no tienen que ver contigo —balbuceó, mientras movía el cuchillo cerca de ella.

Tocó una de sus mejillas con él. Vale, no. No podía dejar que pasara esto. De manera inconsciente me lancé sobre él y le empujé, apartándole de (TN). Cayó al suelo entre quejidos. La madre observaba la escena, aturdida. No comprendía nada. (TN) me miraba fijamente, boquiabierta. Joder. Otra vez. Otra vez le había ayudado.

—¡Me cago en todo! —gruñó el padre, mientras se levantaba—. Me largo a dormir a un hotel. No quiero estar ni un segundo más aquí.

Dicho esto se dirigió a la puerta, con dificultades, y cerró de un portazo. La madre de (TN) enseguida se acercó a ella para abrazarla. La niña seguía mirándome fijamente.

—Mamá... Tenemos que ir a la policía —murmuró, unos segundos después.

—No, cariño. No pasa nada. Papá estaba borracho y no sabía lo que hacía. Mañana hablaré con él y verás como todo se arregla —dijo, nerviosa, mientras se separa un poco de ella—. No volverá a pasar. Todo irá bien. Ve a dormir, vamos. Mañana hay que ir al cole.

Me largué de allí. Eso que acababa de pasar era otra muestra de la estupidez humana. Esa mujer estaba ciega. Ni si quiera ella misma se creía las palabras que acababa de pronunciar. Estaba claro que no quería escándalos en su «vidaperfecta». ¿Acaso no le preocupaba la seguridad de sus hijas?

Lo peor de todo es que me estaba importando esta situación. Estaba pasando demasiado tiempo ahí. No podíamos volver hasta que se cumpliera el plan. Debíamos quedarnos allí hasta que el portal se abriera, para asegurarnos de que esos niños no impedían que lo cerráramos. Pero... ¿Cómo iban a hacerlo? No tenían ni idea de lo que estaba ocurriendo. Puede que el Príncipe exagerara... No podíamos llevarle la contraria. No era idiota, sabía que no tenía nada que hacer contra él. No me quedaba otra opción.

Cuando fui a la habitación de (TN) vi que estaba en la cama, pero no estaba dormida. Tenía la cara apoyada contra la almohada para ahogar sus sollozos. Mierda. ¿Por qué me sentía así? Nunca me había cruzado con una persona tan buena. Siempre me había dedicado a influenciar y a joderle la vida a mala gente, o por lo menos que yo recuerde. Me acerqué y me senté en el borde de la cama. Se sobresaltó y se incorporó de golpe. Nos estábamos mirando fijamente. La luz que entraba por la ventana me permitía apreciar perfectamente sus ojos llorosos.

—¿Crees que lo he hecho bien? —preguntó, mientras las lágrimas caían por sus mejillas. No contesté. No debía interactuar con ella—. ¿Tendría que haberle matado como tú me has dicho? ¿Tendría que avisar a la policía? ¿O hago caso a mamá? No quiero que nos vuelva a hacer daño. Y menos a mi hermana. Tengo miedo de que le haga algo...

—No va a haceros daño —contesté, frunciendo el ceño. Mierda. La había cagado. Abrió mucho los ojos, sorprendida. Era la primera vez que le hablaba de verdad y no a través de pensamientos—. Duérmete ya.

Puse un dedo en su frente y le empujé para que se tumbara de nuevo. Desparecí rápidamente de la habitación. Me senté y me apoyé contra la chimenea. Me llevé una mano a la cabeza. ¿Cómo se me había ocurrido decir eso? Joder. Es que la veía tan indefensa que me habían entrado ganas de protegerla. Si el Príncipe se enteraba de esto... Me desterraría.

Estaba claro. Protegería a ella, a su madre y a su hermana de aquel maldito imbécil, pero eso no significaba que fuera a dejar de intentar que (TN) cometiera malos actos. Aún me quedaba tiempo para conseguirlo.

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