Capítulo 4

(Narra TN)

¡Hoy era mi primer día en el edificio de secundaria! Sí, era el mismo colegio, y no saldría de ahí esta cumplir dieciocho. En secundaria ya teníamos que ir desde el primer día con el uniforme. Por una parte me gustaba, porque no tenía qué pensar que ponerme, pero por otra a veces me apetecía llevar mi ropa. Mi armario estaba lleno de ropa sin estrenar. Mi madre siempre me llevaba con ella de compras y papá no ponía ningún límite en la tarjeta.

Estaba en frente del espejo vistiéndome. Ese verano me había tenido que comprar mi primer sujetador. Ya no me servía llevar top porque me quedaba un poco pequeño, aunque tampoco es que el sujetador fuera muy grande. Me puse la camisa encima y me ajuste la corbata. Cuando alcé la vista vi al hombre reflejado en el cristal.

— ¡¿Qué haces aquí mientras me cambio?! —grité, mientras lanzaba una zapatilla contra él, pero la esquivó sin dificultad y chocó contra la pared. Notaba que mis mejillas ardían. Qué vergüenza—. Ni se te ocurra volver a aparecer mientras estoy sin ropa.

No me dijo nada. Solo me miraba frunciendo el ceño y de repente desapareció. Me llevé las manos a la cabeza. ¿Por qué le seguía viendo todavía? ¿Es que nunca iba a dejar de verle? ¿Por qué tenía que pasarme eso a mí? ¿Acaso estaba loca?

Cuando salí al salón, mi madre y mi hermana ya estaban desayunando. Había tortitas encima de la mesa. Helena llevaba el babi puesto, ya que hoy empezaba la guardería. Tenía puesta una diadema que le apartaba el pelo. Todo el mundo decía que nos parecíamos mucho.

—Cariño. Ponte esto y apártate un poco el pelo de la cara —me dijo mi madre, mientras se acercaba con otra diadema igual que la de mi hermana.

—Pero, mamá... Quiero llevar el pelo suelto. Sin nada —me quejé, mientras dejaba que me la pusiera.

—Así se te ve más la cara y estás más guapa. No te entretengas o llegaréis tarde al autobús —dijo, mientras se iba a su habitación.

Mi madre nunca había trabajado antes. Mi padre siempre decía que no hacía falta, que solo debía encargarse de la casa y que él traía el dinero. Tampoco había ido a la universidad, porque mi padre también le dijo que no hacía falta. Fueron novios desde que iban al instituto. Ahora le apetecía hacer algo distinto y le habían contratado en el sitio donde iba a hacer costura con sus amigas. Por eso ahora debíamos coger el autobús del colegio, porque ella ya no podía llevarnos.

Una vez acabamos de desayunar y lavarnos los dientes, ayudé a Helena a colgarse la mochilita y nos fuimos a la parada del autobús escolar. Solo teníamos que caminar unos minutos por la acerca para llegar a la parada. No teníamos que cruzar ni nada.

Antes de ir a mi edificio acompañé a mi hermana a la clase de tres años. Los pasillos, los posters, los dibujos... Todo me traía muchos recuerdos de cuando estaba en infantil. Helena me apretaba la mano, parecía un poco nerviosa.

—Tranquila, Helen. El cole es muy divertido y harás muchos amigos —le dije para tranquilizarle, mientras le daba golpecitos en la cabeza.

—¡Hola, (TN)!- exclamó Rachel desde la puerta. Fue mi primera maestra, o bueno cuidadora o lo que fuera. Nos acercamos hasta ella—. Tu hermana es igual que tú cuando eras pequeña. ¡Es increíble lo mucho que os parecéis!

—Sí —asentí, sonriendo—. Aunque creo que ella es un poco más vergonzosa que yo.

—¡No pasa nada! Enseguida hará muchos amigos —comentó la maestra, mientras se agachaba para hablar con ella—. ¿Cómo te llamas, bonita?

—Helena... —murmuro mi hermana agarrándose a mi falda e intentando esconderse detrás de mí.

Al final, la maestra consiguió distraerla con algunos juguetes. Si no, hubiera sido difícil hacerle entrar. Una vez me despedí me fui hacia mi edificio. Tenía muchas ganas de empezar las clases. Además, vendría gente nueva.

Crucé el patio y me metí en la puerta del edificio de secundaria. Nuestra clase, la de «Year 7» estaba en la segunda planta. En la planta baja estaba la recepción, el gimnasio y los vestuarios. En la segunda planta estaba nuestra clase, un laboratorio, una sala de ordenadores y una sala de estudio con estanterías llenas de libros. Cuando llegué ya había varios compañeros en la puerta.

—¡Emily! —grité, mientras me acercaba a abrazarla. Ella me devolvió el abrazo sonriendo tímidamente. Había crecido. Siempre había sido un poco más bajita que yo—. ¡Ahora somos igual de altas!

—Hola, (TN) —escuché a alguien saludarme. ¡Era Jack! También había sido siempre más bajito que yo y ahora me pasaba un poco. Había dejado crecer su pelo y llevaba un poco de melena.

—Hola, Jack. Tú también has crecido —comenté, sonriendo. El me devolvió la sonrisa.

—En unos años seré mucho más alto que tú —comentó, burlándose. Siempre me había metido de broma con él por ese tema. Emma apareció por detrás. También era un poco más alta que yo, pero siempre lo había sido.

—Por favor, (TN). ¿Aún llevas esa diadema? —preguntó, sonriendo con arrogancia- Jack, ven. Vamos con el resto.

Emma se dio la vuelta, sacudiendo su preciosa melena dorada que le llegaba hasta la espalda. Arrastró a Jack, mientras este me hacía un gesto con la mano. Nuestra tutora no tardó mucho en llegar.

Como siempre, nos sentaron en los pupitres por orden de lista. Eso no cambiaba nunca, en todos los cursos era igual. Nos sentábamos de uno en uno, pero a veces nos poníamos por parejas o en grupos. Solo había dos nuevos. Un chico y una chica.

—Hola a todos, me llamo Jason —se presentó el chico. Tenía el pelo castaño un poco largo y los ojos azules.

—Yo soy Nora —se presentó la chica. Tenía el pelo largo y castaño. Muy liso. Era alta y delgada. Parecía algo seria y poco afeminada.

Una vez se presentaron se sentaron cada uno en su sitio. Nuestra tutora nos estaba explicando el horario y las asignaturas que tendríamos. Teníamos todavía más que en primaria y, además, aún más profesores. Cuando alcé la vista para copiar unos materiales que teníamos que comprar volví a escuchar esa voz. La voz de ese maldito tipo que quería que hiciera cosas malas.

Estaba ahí. A un lado de la pizarra. Antes era más fácil pasar de todo lo que decía, pero cada vez era más complicado. Sus palabras se clavaban en alguna parte de mi cerebro y realmente me entraba ganas de hacer todo lo que decía. Cuanto más intentaba resistirme más pinchazos me daba la cabeza. Me lleve las manos a las sienes para apretarme. Eso me aliviaba el dolor. ¿Por qué quería que insultara a mis compañeros? ¿Por qué quería que desobedeciera a la profesora? ¿Qué le pasaba conmigo? ¡No podía más! Se suponía que desaparecería, pero cada vez era más insoportable y doloroso.

—¡Déjame en paz! —grité. Me iba a explotar la cabeza. Me dolía tanto que no pude callarme. Necesitaba que parara. Noté que todos me miraban. Yo solo podía mirarle a él y su maldita cara inexpresiva ¡Le odiaba!

—¿(TN)? ¿Qué ocurre? ¿Qué estás mirando? —preguntó la tutora, extrañada. Mire hacia ella. También había un hombre detrás de él, pero solo le veía yo. Como siempre.

—Es que... —murmuré. ¿Qué iba a decir? No podía explicarlo.

—¡Deja de mirar a esa esquina como si hubiera alguien! —exclamó, alzando la voz—. ¿Te estás burlando de mí, verdad? Ya el primer día de clase. Esto te va a costar caro, señorita.

—Es que está loca. Siempre ha estado loca desde pequeña —comentó Emma. Me giré hacia ella y vi cómo se reía. Ella y su grupo de amigas.

—Déjalo, Emma —dijo Jack, serio. Me miraba cómo si le diera pena.

De repente vi que el hombre estaba cerca de la ventana. Al lado del pupitre de Emma. Le miraba con el ceño fruncido. Abrió la ventana y empujó los folios que tenía en la mesa. Cayeron lentamente hacia el suelo. Todos miraron hacia allí. ¿Qué? ¿Qué acababa de pasar? ¿Eso lo habían visto todos? ¿Por qué había hecho eso? ¿Acaso me estaba defendiendo? Jack se levantó rápidamente a cerrar la ventana y ayudó a Emma a recoger los folios.

—(TN). Ve ahora mismo al despacho del director —me giré hacia la profesora. Tenía el móvil en la mano. Ya no había nadie detrás de ella.

Me levanté sin decir nada y salí de la clase. Todavía me dolía la cabeza. No sabía qué hacer. No sabía cuándo iba a acabar todo esto. Tampoco entendía por qué me pasaba solo a mí. ¡Menuda manera de empezar el primer día! Cuando llegué a la puerta del despacho del director llamé antes de entrar.

—(TN). Siéntate —dijo, serio, mientras señalaba la silla de delante de su mesa. Le hice caso y guardé silencio. No sabía qué decir—. ¿Por qué has montado esa escena en clase?

—Yo... —murmuré. Si contaba la verdad pensaría que estaba loca, pero si no lo hacían pensaría que era una mala estudiante y qué quería burlarme de mi tutora.

Noté que mis ojos empezaban a llenarse de lágrimas. Estaba muy nerviosa. No podía levantar la mirada. Noté como caían por mis mejillas. Escuché que el director empezó a abrir cajones. Puede que estuviera buscando pañuelos. Cuando alcé la vista vi que el hombre estaba allí. Me miraba fijamente con sus ojos grises. ¿Acaso no se sentía mal por todo lo que me estaba haciendo? Bueno, si es que de verdad existía. Estaba serio. Apartó la mirada y unos segundos después desapareció.

—Toma, (TN) —la voz del director me hizo volver a la realidad. Cogí el pañuelo que me estaba dando- Vamos, cuéntame qué te pasa.

—Es que... Bueno. No sé bien cómo explicarlo —empecé a murmurar, mientras intentaba calmarme- Desde que soy pequeña veo a un hombre, peros solo lo veo yo. Creo que es mi imaginación pero lo veo de verdad, como le veo a usted. Mi madre dijo que se pasaría, pero no se ha pasado. Yo le dije que ya no lo veía para que no estuviera triste... Pero sigue ahí y no sé qué hacer...

—Pero y... ¿Te habla? —preguntó el director, algo extrañado.

—Sí. Me dice que haga cosas malas... —contesté.

—Tenemos que hablarlo con tus padres. Deben saber sobre esto —comentó, mientras se levantaba a por un archivador. Lo dejó sobre la mesa. Había muchos números de teléfono—. ¿Tus padres trabajan?

—Sí. Los dos, pero a lo mejor mi madre puede venir —contesté. Sabía que mi padre no iba a faltar a su trabajo por mí. Nunca había venido al colegio.

Después de colgar dijo que mi madre llegaría en un rato. Me quedé esperando en el despacho. Un buen rato después llamaron a la puerta. El director se acercó a abrir. Era mi madre. Me miró preocupada y se acercó para darme un abrazo. Él le hizo un gesto para que se sentara en la silla de mi lado. Me tocó volver a contar todo.

—Puede que su hija tena esquizofrenia o algo así... —comentó el director. ¿Esquizo que? ¿Era una enfermedad?—. Deberíais llevarla a que le hicieran una revisión. Hoy en día los tratamientos son muy eficaces.

—Sí. Tiene toda la razón —murmuró mi madre. Después se giró hacia mí—. Cariño, tienes que contarme las cosas. Mamá solo quiere ayudarte. Iremos al médico y todo se solucionará. ¿Vale?

—Sí, mamá... —susurré.

Así que era eso. No estaba loca, solo estaba enferma. Me darían alguna medicina y se me pasaría. Por fin podría tener una vida normal.

NOTA 📌

Aquí os dejo unas imágenes para que os sea más fácil imaginaros a Nora, Emily y Emma. Aún tienen solo 12 años pero cuando sean un poco más mayores serán así, ahora imaginadlas un poco más pequeñas.

No tengo app para hacer avatares de chicos, si no haría también a Jack y Jason 😔 Solo digo a estos cinco porque son los únicos que he presentado con nombre.

Nora

Emily (así pero con pequitas, que no me dejaba poner)

Emma

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