Capítulo 3

(Narra Law)

Cada vez mi misión se ponía más interesante. Corromper a (TN) estaba siendo un auténtico reto. Veía a otros demonios pasearse por el colegio y conseguían influir rápidamente a los niños. Ya me dijeron que con ella sería complicado, pero no imaginaba que tanto.

Cuando le dábamos órdenes a algún humano ellos no las escuchaban como tal. Su cerebro lo captaba y sentían una especie de inclinación por hacerlo, pero no escuchaban las palabras directamente como si una voz les hablara. Sin embargo, aquella niña si parecía que lo escuchara, ya que había intentado establecer comunicación conmigo y me hablaba como si fuera un igual. Ya no lo hacía tanto. Había visto que le traía problemas. Era una chica lista.

La hora del patio era lo peor del colegio. Tantos niños y niñas en un mismo espacio era algo vomitivo. No sabía si en algún momento de mi vida me habían gustado los niños, pero desde que tengo memoria me producen repulsión. Algunos más que otros. Me acerqué a (TN), que estaba con su amiga rubia repelente en las escaleras. La niña pelirroja y otras dos más también estaban allí.

—Mirad. Los míos son todos de princesas y de Ladybug —comentaba la niña rubia, mientras enseñaba una especie de libro con pegatinas que podían despegarse y volverse a pegar.

—Yo tengo un poco de todo. Las tengo ordenadas. Tengo primero las de animalitos, luego las de princesas, luego las de Ladybug y unas de tartas y de donuts con caritas —escuché explicar a (TN). Era organizada hasta para esa tontería.

—¿Me puedes cambiar esa princesa que la tienes repetida? —preguntó otra de las niñas.

—Sí, claro —contestó (TN) amablemente. Era muy educada y querida por todos sus compañeros. Tenía que encontrar una maldita forma de dejar que fuera tan buena—. Emily, ¿tú quieres algún sticker?

—No tengo muchos para cambiar... —susurró la niña pelirroja de gafas. La rubia era repelente y esta era demasiado sosa y vergonzosa. No sabía mucho de ellas ni me importaba. Solo la veía cuando estaban junto a (TN).

—Da igual, te regalo una. Elige la que quieras —insistió ella, pasándole el libro.

—No le des nada. Apártate y dile que se las compre ella —dije. No creía que funcionara, pero en algún momento debía caer. Puede que cuando creciera un poco más... Alzó la cabeza y me miró fijamente mientras fruncía el ceño. No debía de caerle muy bien.

—¿Alguna quiere jugar un partido de fútbol? —preguntó un niño. El niño rubio que siempre iba con ellas.

—El fútbol es para chicos. No nos interesa —contestó la niña repelente, hablando por todas.

—A mí sí me apetece —intervino (TN), mientras se levantaba y se sacudía la falda del uniforme. La niña le estiró del brazo

—No, por fa. Quédate aquí. Me lo estoy pasando muy bien contigo. Eres mi mejor amiga —le pidió la cría, haciendo pucheritos. Era manipuladora desde pequeña. Esa niña sí que sería fácil de corromper.

—Está bien... —dijo (TN). Se giró hacia el niño—. Otro día jugaré con vosotros.

Él se fue, forzando una sonrisa antes de girarse.

[•••]

Ya había pasado otro año más. El tiempo pasaba realmente lento en el mundo de los humanos. Era agotador y desesperante. Por suerte, la ciudad estaba llena de idiotas con los que entretenerme.

—¡Hermanita! ¡Mi hermanita casi va a nacer! —exclamaba (TN), emocionada, mientras se acercaba a la barriga de su madre y apoyaba las manos.

El padre no parecía muy entusiasmado. Él esperaba un niño y le había tocado otra niña. Que se jodiera, por imbécil. Ese tipo no me daba buena espina. Sacudí la cabeza. ¿Qué me importaba a mí eso? Estaba empezando a fijarme demasiado en cosas que no eran de mi incumbencia.

(TN) se había ido a su habitación para hacer deberes. Estaba sentada en su escritorio. Al parecer tenían que hacer una descripción de su mejor amiga de clase. Me fijé que estaba escribiendo sobre las dos. Emma y Emily. Me fijaba en muchas tonterías, pero pasaba demasiado tiempo junto a esas criaturas. Se empezaron a escuchar gritos en el salón. Ella dejó el lápiz en el escritorio y abrió la puerta de su habitación para escuchar mejor.

—Otra puta niña... ¡Otra puta niña! ¿Qué coño te pasa ahí dentro? —se escuchaba exclamar al padre. (TN) salió de la habitación. La seguí por detrás.

—Cariño... Yo no puedo hacer nada. Por favor, no bebas más cerveza —se escuchó decir a la madre.

—¡Cállate, joder! —gritó él, cabreado. La niña observaba desde la puerta. Había otro demonio junto al padre.

—Pégale, pégale, pégale... —repetía una y otra vez.

—¡No! ¡No! ¡No!- empezó a exclamar (TN), mientras miraba a su padre por encima del hombro. Estaba aterrorizada. Tenía esa expresión en la cara que tanto disfrutaba ver en los humanos. Sin embargo, en ese momento no me producía satisfacción. No es que me diera pena, era algo extraño... No sabría definirlo.

—¿A quién coño le hablas? —se preguntó, mientras miraba hacia atrás—. ¡Esta niña está loca! Me largo al bar.

Nada más decirlo, se acercó a la entrada. Cogió la chaqueta del perchero que había cerca de la puerta y salió de la casa dando un portazo. (TN) y su madre estaban paralizadas. Las dos tenían los ojos llorosos. La niña enseguida se lanzó a los brazos de su madre y se dieron un abrazo.

El cambio de actitud del padre estaba siendo un poco brusco. Estaba claro que la cosa no iba a acabar bien. Tal vez eso ayudaba que (TN) pudiera ser corrompida más fácilmente. Sonaba cruel, pero tenía que darme igual. No. Me daba igual.

Durante los siguientes dos años esa escena volvió a repetirse en varias ocasiones. Cada vez que su padre alzaba la voz más de la cuenta (TN) se acercaba a su madre. Era la única forma de que parara. Ahora ya tenía diez años y había otra criatura en casa. Tenía dos años y era muy parecida a (TN) cuando era un bebé.

—Helena, hoy te voy a dar yo la sopita —comentó (TN), emocionada, mientras entraba en la habitación de su hermana.

Dejó el cuenco encima de una mesita y cogió a la niña en brazos. Le costó un poco, ya que estaba algo rellenita. La sentó en un sillón grande con forma de oso. Ella cogió otra silla y la puso delante. Seguidamente cogió el cuenco de sopa y se sentó. Me senté en frente de ellas. La mayor iba dando cucharadas llenas de ese líquido a la pequeña. Cuando me di cuenta vi que (TN) me miraba fijamente.

—Ni lo intentes otra vez. No pienso hacer nada malo a mi hermana —dijo, seria.

Fruncí el ceño. Maldita cría. No había manera. Aun así, me había dado cuenta de que cada vez tardaba más en reaccionar cuando intentaba influir en ella. Eso era buena señal. Puede que en un poco más de tiempo consiguiera algún avance. Solo necesitaba oscurecer un poco su aura, no hacía falta volverla totalmente negra.

Era una mañana cualquiera en el colegio, a la hora del patio Todos los días eran prácticamente iguales. No entendía como los humanos aguantaban la rutina. Era un aburrimiento.

—Emily no puede jugar a este juego —dijo la niña repelente, mientras apartaba a la pelirroja. Otras dos chicas asintieron.

—¿Por qué? —preguntó (TN), extrañada.

—Porque no tiene la pulsera de la amistad... —contestó la niña rubia, como si fuera algo obvio. Se habían comprado una pulsera en la que iban añadiendo varios colgantes, los cuáles costaban bastante dinero.

—¿Y qué? Las amiga no lo son por una pulsera...Además, si sus padres no se pueden gastar el dinero en eso no es su culpa —dijo (TN), frunciendo el ceño. La niña pelirroja estaba en silencio, mientras se mordía las uñas nerviosa. Un demonio que estaba pululando por ahí se puso detrás de Emma. Estaba corrompiéndole para que tratara mal a su compañera.

—¡Menuda tontería! Si no puede comprarse una pulsera que no le apunten a un colegio privado. ¡Qué se vaya a otro! —exclamó Emma, sacándole la lengua a Emily.

—Dile qué se vaya a la mierda. Pégate con ella y defiende a tú amiga —le ordené a (TN), mientras me pegaba a su espalda. Estaba dudando. Vi que apretaba sus puños con rabia- Vamos, pégale. Insúltale.

—Eso que has dicho no es de buena persona, Emma. Si de verdad piensas así ya no quiero seguir siendo tú amiga —dijo, finalmente. ¡Maldición! ¿Por qué tenía que ser tan diplomática? Los niños no solucionaban así las cosas—. Así que Emily y yo nos vamos a jugar solas. Si quieres que volvamos a ser amigas tendrás que pedirle perdón.

Una vez dicho esto, cogió a la pelirroja de la mano y se alejaron de allí. ¡Otro intento fallido más para mi larga lista! Pensaba que estaba a punto de conseguirlo.

Por supuesto, no volvieron a hablarse en todo lo que quedaba de curso. La niña repelente seguía con su grupito y (TN) y Emily empezaron a jugar y a hablar a parte.

No tardó mucho en llegar el verano y con ello la graduación de la clase de (TN). Después de verano empezaría la secundaria. La adolescencia, una buena época para experimentar y cometer errores. Esperaba que ese fuera mi momento para triunfar.

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