Cap 9
Capítulo 9:Galliard
—Señorita—Me llamó la enfermera—Puede salir, ya terminamos—Me decía poniéndome un algodón en el brazo—Vuelva mañana, no se olvide.
Asenti en su dirección.
Me acerqué a la puerta quedando frente a Galliard.
—Señorita Leonhart, venga conmigo por favor—dijo una señora detrás de mi, interrumpiendo nuestro reencuentro. Refunfuñe en mi mente.
Apresurada caminé detrás de la mujer, echandole por última vez el ojo a Porco.
—¿La conoce señor Galliard?—escuche a la niña.
—¿Porqué no habla señor Galliard?—fue lo último que escuche cuando llegue nuevamente a la oficina del comandante.
—Leonhart, pude volver a Liberio con su familia—dijo el comandante. Asenti tomando el papel que me entregaba.
—Gracias, me retiró.
A pasó tranquilo me dirigí hacia la enfermería para buscar a Porco, tenía la esperanza de que pudiéramos cruzar palabras luego de cinco años. Al llegar me encontré con esa niña, Gabi.
—Hola—Salude, ella sonrió—¿Quién te acompañaba salió?—le pregunté.
—Si, un señor lo llamó, ¿De donde conoce al señor Galliard?—Indagon
—Es un viejo amigo—Sonreí para salir del lugar.
Misión fallida. Pensé.
Seguramente el comandante le dará la noticia de que será el próximo portadores del Mandíbula, quizás este en su oficina.
Recién se enteraria que Marcel había muerto.
Cuando llegue vi a Reiner parado frente a la oficina.
—Reiner, ¿Paso algo?—Pregunté.
—No nada, tengo que hablar con el comandante pero están hablando con el, ¿Buscas algo?—Pregunto.
—Si, a Porco—El apuntó a la puerta de la oficina—¿Esta adentro?—el asintió—¿Bertholdt ya se fue?.
—Si.
Luego de eso hubo silencio comodo entre nosotros, ya estábamos a acostumbrados a estas situaciones, no había charla pero el silencio estaba bien. La puerta se comandó a abrir llamando mi atención.
—Gracias comandante—Era Galliard que salía, con una mueca en el rostro.
Triste.
—Porco—Salude. Reiner y el cruzaron miradas más no dijeron nada, Reiner sólo entró en la oficina. La mirada de Rubio paso por mi—Te extrañé—Confese abrazandolo sin esperar que dijera algo.
—Yo un poquito—Lo abrace más fuerte—Estoy aquí—Susurró en mi oído, mi mente divago en todo por lo que había pasado los últimos cinco años. Me reconfortaba estar en los brazos de Porco.
Aunque me recordaba a Marcel.
—¿Y la niña con la que estabas?—Pregunté separandome.
—¡Se me olvidó Gabi!—Gritó aterrado para tomar mi mano y correr conmigo hasta la enfermería.
Cuando llegamos ella lo miraba enfadada.
—Otra ves Galliard—Se quejó ella, con un suspiró parece haberse pasado su enojo—¿Se marcha
—Si, vuelve al campo—Ella asintió y caminó hacía la puerta, Porco desordeno su cabello sacándole unas risas.
—¿Te sorprendió verme?—Le pregunté luego del silencio y de haber bajado del tren.
—Al principio no te reconocí, tu cambiaste, no supe que decirte——Cuando estaba hablando un sonrojo apareció en su rostro—Te ves...linda—esto último lo dijo en susurro, avergonzado.
—Gracias, se que estoy hermosa—El Ríe por mi comentario—Paso mucho tiempo, imagine muchas veces que caminaria por aquí de nuevo, dentro de los muros me sentía encerrada—Confese.
—No te preocupes, ya no te dejaremos ir de nuevo a ese lugar—Respondió para abrazarme—Ya no tienes porque volver.
—Si tengo—el me miró—Annie esta en esa isla tengo que volver por ella. Vamos se hará tarde.
Los recuerdos invadieron mi mente al estar a pasos de la residencia Galliard. Recordé cuando jugábamos afuera con Marcel, Annie y Porco.
Detuve mi andar soltando la mano de Porco.
—¿Estas bien?—Asenti levemente—No te preocupes. Entremos— tomó mi mano nuevamente, Nos acercamos a la puerta tocamos unas veces esperando ser recibidos.
Cuando se abrió.
—¡Hijo!, mi hermoso bebe—la señora a quien identifique tomó Mamá Galliard abrazo a Porco comenzando a repartir besos por sus mejillas.
—¡Mama!, mamá, basta—decía sonrojado mientras se le escapaban algunas risas—Mama, es Keiko.
Ella sonrió y se acercó a mi.
—¡Keiko!, no lo puedo creer, estas tan grande—me abraza—Estas hecha toda una mujer hermosa.
—Gracias—le sonreí mientra me reía de la cara roja de Porco.
—¿Y a ti que te pasa?, nunca te niegas a mis abrazos—le decía mamá Galliard regañando a Porco—o será que, ¿Te da vergüenza que te abrace frente a Keiko?—El se puso más rojo.
—¡Mama!, claro que no—decía nervioso.
—Estas tan rojo hijo, bueno deben estar cansados vallan a descansará—nos dijo sonriendo.
—Si pero mamá tengo que decirte algo—Ya sabía que le diría sólo me senté en una silla mientras Porco le decía.
Cuando terminaron fuimos a dormir, seguí a Porco con la esperanza de no dormir sola.
—¿No irás a tu habitación?—Pregunto cuando vio que me sentaba en su cama.
—No, No puedo me recuerda mucho a Annie—Solte deprimida.
Mire la cama donde dormía Marcel esta exactamente como a él le gustaba ordenada con la sábana liza y la almohada sobre la colcha.
—Lo siento—dije en un susurro, nunca se lo dije a nadie más que a Annie pero me sentía culpable por su muerte.
—No te sientas culpable, Marcel no hubiera querido eso—Sonrio—Bruno estando de pie frente a mi—Así que, ¿Dormirás aquí?.
—¿Te molesta?—Indage.
—No claro, que no, puedes dormir en la de Marcel, o en la mía—Sonrio coqueto recibiendo un golpe de mi parte—¿Qué?, yo me paso a la de Marcel—Se excusó.
—¿Y que te hace pensar que yo dormiria en tu cama?—El me miró.
—La mía es más cómoda.
Un silencio adorno la habitación, Porco desvaneció su sonrisa. Recordaba aquella vez en la que dijo lo mismo, Marcel llegó y lo contradijo diciendo que amabas camas eran comodas.
—Son iguales—Me senté en la cama de el castaño mayor.
Mire el uniforme de la legión, aún no le tenía puesto pero sin capa ni chaqueta, por supuesto el equipo lo había dejado en el campo por orden del General.
—Si, como digas—Susurró colocándose su pijama, simplemente un pantalón negro holgado—Oye, mi mamá puede tener ropa que quizás te quedé, podrías preguntarle—Asenti a su sugerencia.
Salí de la habitación para bajar al primer piso, buscando a aquella hermosa mujer.
—Mama Galliard—Llamé buscando con la mirada, unos pasos me hicieron voltear.
—¿Qué sucede?—Indago ella.
—Es que quiero cambiarme y no tengo ropa—Comente.
Ella sonrió.
—Si, tengo ropa que seguro te queda, ven—Acate a su orden inmediatamente, dejó ropa sobre un pequeño banco de mandera y salió dejandome ahí para bañarme.
Cuando termine salí del baño en dirección a la habitación, avanzaba secando mi cabello con una toalla pequeña.
—¿Keiko?—Preguntó Porco frontandose los ojos.
—Si soy yo, sigue durmiendo—Hable suavemente, no tardó mucho en dormirse.
A partir de este capítulo la historia no esta corregida
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