•Capítulo 1: Ayuda•

Las risas burlonas de los pandilleros se oían cada vez más cercanas mientras ustedes corrían con todas sus fuerzas, esperando perderlos de vista, pero desafortunadamente aquellos hombres los habían guiado a un cementerio de autos, el cual no era del todo transitado.

—Tengo miedo, onee-chan.

—Todo estará bien, Yato. Sólo sigue corriendo. —respondiste tirando de la mano del menor, para que este no se quedara atrás, sin embargo al ser un infante, su resistencia era menos que la tuya

Lamentabas no haberle echo caso a Takano al permitir que sus guardaespaldas te acompañaran a Japón, pues solo te comunicabas con ellos por llamada, para informar tu situación y la de Yato.

—¡Deténganse ahora o les irá peor! —obviamente ustedes no iban a detenerse por esa simple amenaza, seguirían corriendo

—¡Rodéenlos! —ordenó el que parecía ser el líder— ¡Ustedes vayan por la izquierda!

—¡Ah! ¡Onee-chan! —gritó el menor al ser alcanzado y separado bruscamente de ti

Un hombre de cabello rojo lo retuvo, colocando su brazo al rededor de su cuello, con intención de ahorcarlo si tú hacías un movimiento en falso.

—¡Yato! —apenas te detuviste, dos sujetos ya estaban al frente tuyo

Una idea llegó a tu cabeza, a lo que te agachaste rápidamente, sacándote el zapato, seguido de tomar un gran puñado de tierra en tu mano, para así arrojárselo a los tipos frente a ti. Las películas policíacas que viste te sirvieron de algo.

Tu rapidez al lanzarles la tierra del suelo no les dio tiempo para que se cubriesen o cerraran sus párpados a tiempo, provocando que los ojos de aquellos pandilleros ardieran, e instintivamente se cubrieran el rostro, dejando una brecha para que avanzaras hasta Yato.

—¿CÓMO TE ATREVES? ¡AHORA VERÁS! —antes de que otro pandillero te impidiera el paso, te volteaste y le tiraste tu zapato directo al rostro

— ¡Maldita! —gritó furioso el líder, mientras arrojaba bruscamente tu zapato, manchado de sangre, al suelo. Le habías roto la nariz

—¡Agh! —se quejó el pelirrojo que retenía a Yato al ser mordido por este mismo, a lo que Yato aprovechó y se liberó apenas pudo

Era igual de inteligente que tú.

—¡Ven! —exclamaste evadiendo a los otros pandilleros, tomando a tu hermano de la mano

Los demás pandilleros se quedaron atrás, ya que al parecer no tenían mucha resistencia física, pero los otros cinco tipos, que se encontraban con ustedes, eran todo lo contrario.

—¡Persíganlos y tráiganlos como sea! ¡De esta no se salvarán!

Cuando al fin estaban por llegar a una zona donde sí transitaba gente, uno de los hombres cogió una barra de metal perteneciente al cementerio de los autos y se lo lanzó a Yato, sabiendo que él era tu debilidad.

—¡Yato! —gritaste preocupada al ver que tu hermanito caía al suelo, sin poder seguir corriendo a causa del golpe

—¡Ahora sí, agárrenla! —los rodearon a ambos en un círculo, y comenzaron a reírse burlonamente cuando los demás compañeros, de la misma pandilla, por fin los alcanzaron

—¡No, Yato! —gritaste al ser separada de tu hermano, por el mismo pelirrojo de antes

Los hombres te arrastraron a regañadientes, hasta alejarte del menor unos cuantos metros, y en consecuencia, terminaste perdiendo tu otro zapato, quedando descalza.

—Onee-chan... —susurró el menor a duras penas. Ni siquiera podía hablar bien debido a que sentía su cabeza doler fuertemente, junto con un líquido espeso bajar hasta su rostro, dándose cuenta de que era sangre

—Sáquenle la ropa y el bolso. —el líder se relamió los labios con malicia— Le enseñaremos a las malas que no puede desobedecer a un hombre.

—¡Suéltenme! —a pesar de saber que esas palabras no funcionarían contra ellos, tenías la esperanza de que alguien te oyera o sucediese algún milagro— ¡No! ¡Déjenme!

—No caminarás por el resto de tu vida, perra extranjera. —los hombres comenzaron a desvestirte, dejándote solamente en ropa interior

—¡No le hagan daño, por favor! —rogó Yato, removiéndose del agarre de manera desesperada, pese a su herida en la cabeza— ¡Onee-chan no les ha echo nada! ¡Déjenla, sino su ángel los castigará por ser malos!

—¡Cállate, mocoso! —el pelirrojo que lo sujetaba le tiró un golpe en las costillas— Esto es por morderme. —volvió a tirarle otro golpe más fuerte

—¡Detente! ¡No lastimen a Yato! —te removiste bruscamente al ver a tu hermanito siendo golpeado

—¿Escuchaste eso, Ken-chin?

—Sí, lo oí. —respondió el más alto— Vino de ese callejón, y parecía ser la voz de una mujer junto con un hombre...

Ambos se vieron mutuamente y caminaron apresurados hasta pasar el callejón y ver como los hombres te sujetaban de los brazos y piernas.

—Ese uniforme es perteneciente a los Black Dragons, ¿no? —cuestionó Draken

—Sí... Al parecer siguen causando problemas. —Mikey se quedó observando la situación, con sus manos metidas dentro de sus bolsillos, listo para intervenir junto con Draken, pero se detuvieron al ver como tus ojos brillaron, y de una patada lograste derribar a uno de los hombres, haciéndolo caer para atrás

Aprovechaste la conmoción y con tu cabeza golpeaste la barbilla de uno, dejándolo aturdido, cuando tuviste liberado tu brazo derecho, formaste un puño para tirárselo al líder y así liberar tu otro brazo.

—¿Qué rayos? ¡¿Cómo es que ahora tienes tanta fuerza?! —preguntó el líder en voz alta

Uno de los pandilleros te agarró del pie, provocando que perdieras tu equilibrio, aunque por suerte pudiste amortiguar el golpe con tus manos.

El líder, ya recuperado, se subió encima de ti para impedir que escaparas y te tiró una cachetada. Tu cara se volteó, e inmediatamente un hilo de sangre comenzó a salir de tu pómulo.

—¡Te mataré a ti y a tu hermano! —gritó uno de los pandilleros que quedó aturdido por tu golpe— ¡Pero primero los haré sufrir a ambos, empezando por el más pequeño!

Te asustaste ante el odio que transmitía su mirada. Definitivamente no podrías huir otra vez, pues ya no sentías la adrenalina recorrer tu cuerpo. Te estabas dando por vencida.

—Creo que... Quiero dormir onee-chan... —abriste tus ojos con miedo al alcanzar a oír las palabras de Yato, acordándote que tu hermano aún sangraba

—... ¡Dejen ir a Yato y haré lo que quieran! —sollozaste debido a la impotencia y temor. Tu cuerpo comenzó a temblar— ¡No me resistiré más! ¡Sólo dejen a mi hermano!

—¡Jaja! La niña nos salió inteligente. —rió su líder— ¿En serio harías eso por un simple mocoso? Vaya que las extranjeras resultaron ser sumisas y fáciles.

—Él no es cualquier persona, es mi hermano y mi única familia... Lo que menos quisiera es que viera a su hermana en este estado...

No querías aceptarlo, pero debías ser realista al ser tú sola contra diez hombres con mucha más fuerza y armas de hierro.

—N-no... —Yato tomó aire para poder hablar— ¡Onee-chan, no me iré! ¡Quiero quedarme contigo! —el menor se encontraba llorando, sin saber qué hacer para ayudarte

—Por favor... Si tienen algo de humanidad, dejen ir a mi hermano... —apretaste más tus párpados, evitando llorar, mas el temblor en tu voz te delataba— Hagan lo que quieran conmigo, no me resistiré... Sólo dejen ir a Yato.

Ambos espectadores, Mikey y Draken, no pudieron evitar sorprenderse por tus palabras, hasta abrieron un poco sus ojos, impactados.

—Bien. Tú misma lo propusiste, linda. —respondió el líder apunto de quitarte el sujetador, sino fuera porque en menos de un segundo su cara ya se encontraba contra el suelo, junto con una marca de patada

—¡E-es Mikey! —gritaron los demás asustados

—¿Estás bien? —te preguntó el rubio de baja estatura, luego de posar su pie sobre la cabeza del líder

Simplemente te le quedaste mirando, sin poder dar una respuesta clara, hasta que escuchaste el grito de tu hermano, haciendo que te alertaras. Draken vio esto y derribó fácilmente al pelirrojo que retenía a Yato.

Mikey golpeó a los otros hombres, impidiendo que alguno huyera. Te sorprendiste al ver que ni siquiera usaba las manos, pues las seguía guardando dentro de sus bolsillos.

—¡Yato! —te intentaste levantar del suelo para ir con el menor— Agh. —te quejaste al ser tomada del cuello por el líder, quien se recuperó del golpe de Mikey

El líder recibió un fuerte puñetazo en su cara por parte de Mikey, siendo lanzado varios metros lejos de ti y quedando esta vez inconsciente.

—Creí que te había desmayado con el primer golpe. —comentó Mikey en tono indiferente, pese a que el líder ya ni lo podía escuchar

—Yato. —lo llamaste incorporándote a duras penas. No te importaba lo que pasara con esos hombres que yacían en el suelo llenos de golpes, sólo te preocupabas por tu hermanito menor, al ver su cabeza cubierta de sangre

—Toma. —Mikey se acercó a ti y se sacó su chaqueta para dártela, cubriendo así tu cuerpo semidesnudo

—Gracias... —susurraste limpiando tus lágrimas traicioneras, para luego avanzar hacia tu hermano

Tus pasos eran lentos y se notaba el temblor en tus piernas, por lo que Mikey te siguió y te sostuvo justo a tiempo, antes de que cayeras ak suelo.

—Estás muy débil, ni siquiera puedes mantenerte en pie. —agregó girando su cabeza para verte. Ambos conectaron miradas

—¡Onee-chan! —Yato se acercó a ustedes y se abrazó a tus piernas debido a tu altura. Mikey los vio expectante— ¡Lamento no haber podido salvarte!

—Ayato... Me alegra que estés bien. —luego de pronunciar esas palabras, te desmayaste en los brazos de Mikey

—¿Quieres que yo la cargue? —cuestionó Draken, mientras terminaba de darle un último golpe a uno de los pandilleros

—No, sólo ayúdame a ponerla en mi espalda. —le respondió Mikey

—Bien. —Draken te colocó en la espalda de Mikey, a lo que este te agarró de los muslos, evitando que te cayeras

—¡E-esperen! —ambos miraron al menor— ¿Qué le harán a mi herma... na? —su pregunta apenas la pudo completar, pues él también terminó desplomándose en el suelo, aunque nadie lo agarró

—Parece que ambos hermanos tienen la tendencia de desmayarse, ¿no Ken-chin?

—Por algo son hermanos. —respondió Draken, cargando al menor

—¿Vamos a mi casa? Emma puede prestarle ropa.

—Si, tampoco podemos dejarla en ese estado. —comentó Draken, mirándote por un breve tiempo— Además, mi casa no es un lugar muy adecuado para el mocoso. —añadió haciendo una mueca

—Espera, ¿y sus pertenencias? —la pregunta de Mikey hizo que ambos pararan su andar

—Yo las traigo, tú ve adelantándote. —Draken se metió al callejón nuevamente, aún cargando a Yato en sus brazos. Solo tomó tu bolso y se apresuró en ponerse a la par de Mikey

—¿Sólo era eso, Ken-chin?

—Uh, supongo que sí. —rascó su nuca con su mano libre, pues en su otro brazo cargaba a Yato y tu bolso al mismo tiempo— Lo demás era ropa, pero estaba toda rota, ni siquiera Mitsuya podría arreglarla.

—Ya veo. —Mikey frunció su ceño al recordar a los pandilleros que se atrevieron a agredir a una mujer y un infante— Será mejor apurarnos, Ken-chin. Parece que va a llover.

—Cierto, se pueden resfriar. —apoyó Draken

Esta vez siguieron su camino a casa de Mikey, con ambos hermanos en brazos, asegurándose de tomar atajos para no ser vistos por la gente y ser acusados de secuestro.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top