8. Touch & go
La semana siguiente a la catástrofe, Miles comenzó a sufrir pequeños cambios en su vida.
Sufrir.
Finalmente cayó en la cuenta de que hizo un pacto con un demonio cuando las consecuencias llegaron inclementes, una tras otra.
Ya no puede caminar libremente por los pasillos de la universidad. Ahora siempre aparece alguien que lo intercepta para saludarlo o invitarlo a eventos extraños. Miles anotó las direcciones para luego denunciarlos a la policía. También llegaron más seguidores a su Instagram y, de alguna manera, varios se las arreglaron para conseguir su número de teléfono. Ya ha bloqueado a cinco personas.
No ha vuelto a ver a Alan, y está agradecido por ello. Evitó concienzudamente el comedor de la universidad, el único lugar donde se ha topado con el alfa en varias ocasiones.
Miles está avergonzado de sí mismo. No solo por estar evitando a su crush como un gilipollas, sino porque su cuerpo se siente extraño desde que tocó descaradamente la entrepierna del demonio.
No es que lo atormente recordar su desfachatez, más bien le asusta lo que sintió al tocarlo y lo que está sintiendo desde entonces. Y ese aroma...
—¡Miles!
—¡¿Ah?! ¡¿Qué...?!
La voz de Daisy lo arroja de vuelta a la realidad. Cierto. Hay clientes que esperan ser atendidos. Él debería estar trabajando, no pensando en guarradas.
—L-Lo siento, ahora mismo voy.
Apenas es mitad de semana y su cabeza ya no funciona. ¡Todo por culpa del jodido demonio! Miles siente que se le ha metido bajo la piel y no tiene idea de cómo arrancarlo.
—¡Tú! ¡Déjame en paz! —ladra cuando llega a su casa bien entrada la noche.
Tiene la hipótesis de que el demonio está poseyendo su cuerpo, aunque la realidad objetiva diga lo contrario. Lo cierto es que Haeillmon ha dejado de actuar como un púber ocioso e insoportable para tomarse en serio su papel y hacer honor a su naturaleza. Ya no lo molesta —tanto—, incluso ya no lo ve holgazaneando en el sofá o haciendo el ridículo con su delantal de cocina. Ahora ni siquiera aparece en su forma física. Miles no puede deambular por su casa sin que el vello de su nuca se erice. Sabe que el demonio está allí. Es una presencia asfixiante y pesada, y aterradora, y odiosa.
Odia al maldito demonio.
Odia no poder quitárselo de su sistema. Miles jamás fue un ejemplar humano cachondo, por eso ahora no es capaz de comprender y manejar lo que sucede con su cuerpo cuando recuerda los sucintos contactos físicos con Haeillmon. Y su olor. Ese jodido aroma...
El demonio no responde a su despotrique, así que se traga su frustración y se lava la furia y la calentura con una ducha de agua tibia. Cuando sus pensamientos atascados comienzan a fluir nuevamente junto a las suaves gotas que chocan contra su piel, se da cuenta de un hecho muy importante. Ya están a finales de octubre. Su celo.
¡Por supuesto! ¡El jodido celo!
Si su periodo reproductivo está cerca, eso explicaría por qué anda cachondo 24/7. ¡No tiene nada que ver con el demonio! El cuerpo de Miles simplemente está ansioso por tener a un enorme alfa montándolo, martilleando en su agujero con su caliente y gruesa polla. La temperatura de Miles se dispara de nuevo gracias a sus pensamientos descarriados. Suspira.
Normalmente el celo de los omegas llega cada noventa días, pero el suyo lo hace cada setenta o incluso sesenta días. Ha empeorado desde su pubertad, y no solo por su frecuencia, sino por su tortuosa intensidad. Antes era capaz de manejarlo, pero con el correr de los años la falta de una pareja sexual ha incrementado la agresividad de su impulso biológico. Sus últimos celos fueron un infierno. Los consoladores ya no son eficaces para bajar la fiebre y no puede permitirse unos buenos inhibidores.
Sus uñas apuñalan sus palmas. No quiere pasar otra vez por lo mismo. Le aterroriza que el momento llegue. La última vez estuvo a punto de salir corriendo de su casa a las dos de la mañana para buscar a un alfa cualquiera que lo liberara de su calvario... lo cual puede desembocar en un calvario mucho mayor. Ha oído muchas historias terroríficas de omegas que han sido abusados y marcados en contra de su voluntad durante sus celos, a los cuales la sociedad y el alfa que los mancilló les dieron la espalda. Ni hablar de los embarazos. Traga saliva, las palabras insidiosas de Haeillmon retornan a su mente con su insoportable voz:
"Eres pobre, no podrías hacerte cargo de un crío".
El demonio dice muchas gilipolleces, pero en esa ocasión fue muy atinado. Él no puede mantener a un niño. Apenas puede cubrir sus propias necesidades.
En conclusión, su celo lo asusta por muchos motivos.
La temperatura de Miles cae abruptamente. Nada mejor que pensar en las consecuencias para pisotear su sexualidad. A la mierda la sexualidad. Se encadenará a su cama y arrojará la llave lejos si es necesario.
—¿Por qué eres tan dramático?
Miles lanza un chillido y se cubre el cuerpo con pudor cuando Haeillmon se materializa frente a él en el baño. Maldice el momento en que decidió usar sus únicas cortinas como mantel una vez que Niall se quedó a cenar en su casa. Ahora no tiene nada para ocultarse.
—¡Sal de aquí!
—Eres la criatura más complicada que he conocido.
Miles se da la vuelta para ocultar sus partes íntimas y Haeillmon se traga la risa. Tiene una magnífica vista de las mejillas redondas de su culo, sonrojadas por el golpeteo del agua.
—Vete, no quiero hablar contigo —refunfuña Miles.
—¿Por qué no te coges a tu amigo?
—¿Qué?
—El rubio oxigenado.
—¡Su color de cabello es natural!
—¿Has visto los pelos de su polla? —lo molesta Haeillmon.
—¡Vete!
—Ese humano tiene los cojones a estallar cada vez que te le pones cerca.
—¡Cállate!
—Una de sus fantasías sexuales es joderte sobre un escritorio en la universidad.
Miles le avienta un shampoo, pero el recipiente atraviesa la estúpida cara risueña del demonio y acaba aún más frustrado. No extrañaba para nada a este Haeillmon, aunque definitivamente es mejor que el Haeillmon siniestro que lo atormentó últimamente.
—Niall es mi amigo y nada más —proclama Miles, su voz impostada—. ¡Deja de decir cosas horribles sobre él solo para exasperarme!
—¿Cosas horribles? ¿Qué hay de malo en que quiera azotar sus bolas contra tus nalgas?
Miles estalla en llanto y la sonrisa de Haeillmon se desdibuja. Se siente terriblemente incómodo, no por el hecho de haber hecho llorar a su contratista, sino porque es extraño no sentir ningún tipo de regodeo por su desgracia. Se siente incómodo por sentirse incómodo, y eso lo hace enojar, lo que triplica la incomodidad.
—Ya, deja de llorar.
Miles se abraza bajo el agua, que ya empieza a salir helada. Haeillmon lucha contra su molestia y educa su rostro en una expresión ladina. ¿Desde cuándo tiene que fingir ser un hijo de perra?
—Como sea —bufa, forzando un tono burlesco—. Sal y vístete, tienes visita en diez minutos.
La cabeza de Miles gira para mirar sobre su hombro, pero el demonio ya se ha ido. Hijo de puta.
Con un peso extra sobre los hombros y su cuerpo completamente vacío de calor, se aleja de la lluvia congelada y busca un toallón para usarlo cual capa de superhéroe. ¿Tendrá visita en diez minutos? ¿A esta hora? Solo se le ocurre que puede ser Niall. Su estómago se aprieta en una bola de nervios.
Realmente desearía que las palabras del demonio rebotaran en sus oídos. No quiere que las cosas se vuelvan raras con Niall solo por las estupideces que rebuzna.
En diez minutos ya ha recobrado un poco de calidez gracias a su felpudo pijama de oso y espera a su amigo con una sensación apretada en el pecho. Intenta patearla a un lado al igual que a su expresión turbada cuando suena el timbre.
Apenas le dio el tiempo para vestirse y no le queda de otra que recibir a Niall con el cabello húmedo. Espera no congelarse con los dos grados de afuera cuando abra la puerta.
Miles se congela cuando abre la puerta, pero por motivos muy distintos.
—Hey... —lo saluda Alan, su sonrisa brillante—. Lamento la hora, acabo de desocuparme.
La atonía silenciosa del omega lo hace carraspear. Miles lo mira como si una persona muerta se hubiera presentado en su puerta.
—Puedo volver mañana...
—N-No, espera —farfulla, sus pupilas arremolinándose por la vergüenza y la sorpresa—. Ven, p-pasa.
¿Alan Murphy está parado en su porche? ¿Es realmente Alan Murphy? Recién cae en la cuenta de que no está alucinando cuando contempla al alfa de pie en el vestíbulo. Sus hombros anchos envueltos en una parca onerosa y su intenso aroma crean un contraste fuerte con el fondo, su presencia es extraña e insoslayable y disuena en la cotidianidad de su hogar. Y le encanta. Está fascinado con lo novedoso de la situación a pesar de que le cueste asimilar que el amor de su vida ha llamado a su puerta.
Y él lo ha recibido con un pijama de oso. Sus orejas empiezan a arder furiosamente y ya no puede hacer nada para remediar la deshonra. ¡Jodido demonio! ¡Podría haberle advertido!
Alan ríe, pero no hay matices de burla en ese sonido angelical que emboba a Miles.
—Te ves muy bonito. Vaya, me alegra haber venido tarde.
—¡I-Iré a cambiarme! —chilla con pudor. El alfa lo detiene antes de que huya por las escaleras.
—No te molestes, he venido a traerte esto. —Alan saca algo de su bolsillo, sujeta la mano sudorosa de Miles y ubica sobre su palma el objeto.
Su billetera.
Miles la mira ceñudo. ¿Por qué diablos Alan tiene su billetera? Mientras se llena de incógnitas, otra parte de él ya tiene las respuestas a todas y está rodando los ojos imaginariamente. Esto apesta a Haeillmon.
—La encontré en mi casa de campo —explica el alfa con un toque de gracia coqueta que combina de maravilla con su semblante atractivo—. Estaba entre los cojines de uno de los sofás. Lamento no habértela devuelto antes, mi familia de Londres vino de visita y no me han dado un respiro. Tu dirección estaba en tu identificación, espero que no te moleste que haya venido hasta aquí.
—Oh... Pensé... Pensé que la había perdido —improvisa—. Gracias... Realmente te lo agradezco.
Miles pone su mejor sonrisa y, de lejos, Haeillmon contempla la escena francamente asombrado. No esperaba semejante desempeño de su contratista, esta vez no ha necesitado ayuda para hilvanar frases ni para actuar con coherencia . Además, el alfa ha quedado encantado. Lo demuestra sonriendo como un gilipollas y rascándose la nuca.
—No hay porqué. Bueno... La verdad es que podría haberte buscado en la universidad, pero... no quería desperdiciar la oportunidad de venir a verte.
Miles parece un M&Ms rojo, un jodido confite colorado dentro de un envoltorio de pelo sintético. Haeillmon quiere tomarle una foto y luego subirla a las redes sociales para que sea víctima de los bullies, pero lamentablemente no está aquí para hacer maldades.
O sí...
Miles continúa con su buena racha y lanza una propuesta interesante.
—¿Ya cenaste? Puedo prepararte algo si gustas...
—Oh, no quiero molestar, de verdad... —contesta rápidamente Alan, avezado en ligar y en asumir el papel de pijo agradable—. Cené, pero un café me sentaría bien.
Miles asiente con entusiasmo. Y alivio. Si Alan aceptaba quedarse a cenar, solo podía ofrecerle arroz.
—Vale. —Suelta una risita tímida—. P-Puedes sentarte en el sofá, ¡ya regreso!
Desaparece por el comedor y exhala una gran bocanada de aire en cuanto queda fuera de la vista del alfa. Sus omóplatos chocan contra la pared y se lleva la mano a su corazón desbocado.
Alan Murphy está sentado en su sofá, a metros de él, esperando por un café.
Alan Murphy vino a su casa porque quería verlo.
Una sonrisa inminente achispa su rostro. Automáticamente se muerde el labio con la intención de reprimirla, incrédulo y receloso por estar sintiendo felicidad. Los instantes felices en su vida han sido pocos y efímeros. ¿Quién puede culparlo por haberse convertido en un resabiado?
Suspirando y con el pulso un poco más calmado, se pone manos a la obra. Por suerte su pobreza nunca le impidió comprar un café de calidad y una buena máquina. En unos pocos minutos prepara dos tazas —la astillada se la deja él— y regresa a la sala de estar donde dejó esperando al alfa. Va pensando en poner música desde la cuenta de Spotify de Niall cuando la escena frente a él lo atropella. No deja caer las tazas de milagro.
Alan se encuentra arrellanado en el sofá chequeando su teléfono... y Haeillmon está sentado a su lado. El demonio ha ubicado uno de sus brazos prominentes por encima del respaldo, rozando la nuca de Alan como si lo estuviera abrazando. La sangre de Miles se enfría en un segundo y su rostro pierde color, lo que llama la atención de Alan cuando desvía la vista del móvil.
—¿Miles? ¿Necesitas ayuda?
—N-No —El alfa es completamente ajeno a la presencia del demonio. El único que está actuando extraño es Miles, por lo que se apresura a llegar al sofá con una sonrisa forzada.
Se sienta al otro lado de Alan y deja los cafés sobre la mesita frente al sofá.
—¿Lo prefieres con azúcar? —balbucea.
—No, está bien así.
Miles recoge el control de la televisión y pone Netflix como estrategia de evasión. Dos pares de ojos están clavados en él. Lo ponen extremadamente nervioso y se rehúsa a hacer contacto visual con cualquiera de ellos.
"¡¿Qué haces aquí?! ¡Vete, esfúmate!" le ladra mentalmente a Haeillmon. El demonio solo sonríe. Algo se trae entre manos.
—¿Vives solo?
—A-Ah... Uhm, sí.
—Es una casa muy grande para una sola persona —opina Alan, divertido por el tono carmín de las orejas del omega.
—Debería adoptar un gatito... ¿Quieres ver algo en particular?
—Me gustaría verte a la cara —ronronea el alfa. La columna de Miles se tensa. No le queda otra opción que dejar de ser patético y ponerle el pecho a las balas.
Se gira hacia Alan, pero lo primero que ve son las largas garras de Haeillmon acariciando la pierna del alfa. Sus ojos se desorbitan.
—¿Qui-Quieres ir a la cocina? —chilla. Teme que el lunático le haga algo—. Estarás más cómodo para beber el café.
—Estoy bien, en serio. Y dime, hace cuanto que...
Alan habla con labia y su risa es encantadora... pero Miles escucha solo la mitad de lo que dice y su boca solo emite oraciones desarticuladas. La mano del demonio se desliza lentamente por la pierna del alfa, desde la rodilla hasta la cremallera del pantalón. La sonrisa ladina de Haeillmon se acerca descaradamente a la oreja, la mordisquea y lame en tanto la mano sigue subiendo hacia los pectorales. Allí traza círculos encima de los pezones y baja con lascivia hacia el abdomen.
El cuerpo de Miles parece subirse a una Ferrari. Su temperatura sube a doscientos en pocos segundos.
Lo sabe.
El maldito demonio lo sabe.
Su mayor fetiche...
Ver a dos alfas atractivos toqueteándose frente a él.
Sus pulmones se atascan y ya no puede respirar con normalidad.
La palma de Haeillmon se cierra alrededor de la entrepierna de Alan, acaricia y aprieta. Al son, sus labios perfectamente proporcionados dejan una huella de besos húmedos en el cuello fibroso.
Alan, desconcertado al ver al omega en las nubes y con una expresión tiesa, comienza a pensar que no es bienvenido.
—Hey, Miles... Si quieres que me vaya, solo... —Un aroma fuerte a flores de azahar invade sus fosas nasales y lo deja mudo. Las feromonas de omega se enroscan a su alrededor como una cobra sosteniendo una invitación en sus peligrosos colmillos.
Mira a Miles con nuevos ojos y es cuando advierte que sus mejillas y cuello han cambiado su tonalidad a un rojo sugestivo. Incluso la vista del omega está anclada descaradamente en su polla. Alan tiene la convicción de que un buen alfa no pierde el tiempo y jamás desatiende a un omega hambriento de polla. Entonces, ni lento ni perezoso, deja la taza de café sobre la mesa y lo besa. Miles se sobresalta al principio. Luego gime y su cuerpo se ablanda. Le gusta. A Alan le gusta mucho esa reacción. Le encanta que este omega tímido ruegue silenciosamente por su polla e imagina cómo reaccionará una vez que obtenga lo que tanto añora. Imagina sus expresiones llenas de necesidad y placer y sus labios gordos formando una enorme "O" mientras es rudamente penetrado. Alan también es de los que creen que los tímidos son los más ardientes en la cama.
Miles es empujado hacia atrás y su espalda choca contra los almohadones del sofá. El alfa se cierne sobre él sin dejar de saquear su boca. El beso lo ha descolocado. Su mente baila entre la incredulidad y la nada absoluta, porque las feromonas de Alan, su lengua y el contacto físico van borrando paulatinamente todo su raciocinio. Sus extremidades se vuelven de gelatina y no puede controlar los sonidos lascivos que salen de su garganta, al punto que llega a creer haber sido poseído por el demonio.
Pero Haeillmon se encuentra sentado tranquilamente sobre la mesa frente a él, observando todo con una sonrisa ominosa.
—A... Alan... —gimotea entre besos—. A-Aguarda... Ah...
Algo duro y muy grande presiona entre sus piernas. Se siente mojado. La tela de su ropa interior raspa contra su agujero sensible y empieza a humedecerse. Alan lo huele y su lado animal enloquece. Mientras una de sus manos baja hacia su pecho, la otra se incursiona hacia más abajo, buscando la pretina del pantalón para meterse bajo sus calzones... El problema es que el pijama de oso de Miles es de una sola pieza. El alfa gruñe exasperado al no poder lograr su cometido. Además, con un pijama lanudo de por medio, tampoco puede alcanzar los pezones.
Su polla está a punto de explotar y los gemiditos del omega no ayudan. Se sienta y lo agarra por la espalda, levantándolo para ponerlo a horcajadas en su regazo. Es suave y maleable con un lindo muñequito.
—A-Ah, espera...
—Quítate eso.
Miles está demasiado enfocado en la enorme cosa que se clava en su trasero como para comprender la orden. Alan ataca su boca de nuevo y acapara cada una de sus nalgas en sus manos, masajeando y empujándolo contra su dura polla.
—Ah...
—Hueles delicioso... —Olfatea su cuello con avidez—. Esas feromonas tan intensas... Me deseas, ¿no es así?
La cabeza de Miles da vueltas. El alfa huele a madera y almizcle y su agujero responde empapándose. Su pene también gotea profusamente. Todas las sensaciones que Alan le provoca son novedosas y demasiado abrumadoras para un omega inexperto como él. Y en el fondo, muy por debajo del placer, está asustado. Lo quiere, pero le teme. Le avergüenza dejarse ir frente al alfa y quedar al descubierto, de todas las formas posibles.
El móvil de Alan empieza a sonar en el bolsillo de su abrigo, pero lo ignora y sigue concentrado en él como un perro con un hueso carnoso. Finalmente consigue dar con el cierre del pijama en la parte de la espalda. Lo baja con presura y la tela peluda cae, descubriendo los hombros sonrosados de Miles y, poco después, sus pezones, hinchados y rojizos. Alan es hipnotizado por ellos y gruñe cuando el omega intenta taparlos. Quiere chuparlos y acabar sobre ellos.
—N-No veas...
—Omega, ¿acaso no tienes idea de lo caliente que eres?
Miles desvía la mirada, abochornado. ¿Caliente? ¿Él?
El móvil deja de sonar pero vuelve a hacerlo a los pocos segundos.
—Jodida mierda, espera un minuto —escupe, agarrando el aparato con furia. Odia ser interrumpido a mitad de su cena. Atiende—. Emily, ¿qué sucede? Estoy ocupado justo ahora...
Miles observa cómo su rostro bello y salvaje muta paulatinamente a uno confundido.
—¿Cómo que estás en la comisaría? —chilla—. ¿Qué hiciste?... ¡¿Qué?! Es una broma, ¿verdad? Joder, niñata idiota, espérame, no digas ni hagas nada, ¿me oyes?
Alan corta la llamada y mesa su cabello. Mira a Miles con resignación antes de apartarlo con cuidado de sus piernas.
—Lo siento, surgió un inconveniente. Debo irme.
—Oh... S-Sí, no te preocupes.
Miles intenta prestar atención a su rostro, pero sus ojos se ven inevitablemente atraídos por la tienda de campaña en sus pantalones. Alan se adecenta un poco alisándose la ropa y el cabello y luego camina incómodo hacia la puerta. Miles se acomoda velozmente el pijama, le abre la puerta con torpeza y lo acompaña hasta el porche. Alan se voltea a mitad de camino.
—¿Tienes planes para el fin de semana?
—No...
—El sábado a las siete pasaré por ti —proclama. No aguarda la confirmación de Miles, solo corre hasta la coupé BMW aparcada frente a la casa.
Miles ve con cara de bobo al alfa, que se despide con la mano, se mete al carro y sale pitando dejando huellas negras en el asfalto.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top