7. El dios del demonio

—¡Adoración de pies!

Los ojos de Miles se desorbitan. No tiene ni puñetera idea de las bases y condiciones de lo que sea que la sociedad contemporánea llame "adoración de pies" —y tampoco busca tenerla—, pero está completamente seguro de que no es buena idea juntar el adjetivo adoración con el sustantivo demonio. Ni aunque haya un pies entremedio. Definitivamente el pies lo empeora. Sus ojos saltan hasta los pies del demonio. ¡Está descalzo! Miles recula horrorizado. Haeillmon tiene una sonrisa colosal y un rubor intenso en ambas mejillas, sus ojos brillan con perversión.

—¡El veintitrés debe adorar los pies del cincuenta! —proclama la omega. El movimiento de sus tetas pone énfasis a la cuestión. El público aúlla y varias apuestas comienzan a circular. Apuestas sobre vaya a saber qué que asustan a Miles.

—N-No... Y-Yo... yo no...

—Solicitaré un cambio —sentencia el demonio, hablando por sobre el titubeo de su contratista para solapar su balbuceo de nerd—. Quiero ser el adorador.

—¡Como eres un rojo, tu solicitud será concedida!

—Oh, y nada de móviles apuntándome. Si me entero que alguien graba o saca una foto, lo empalaré en la entrada de la finca.

La omega se abanica el rostro, no parece tener objeciones sobre la amenaza de Haeillmon. Los que tenían el móvil arriba se lo guardan, estrías de miedo surcando sus semblantes.

Alguien empuja una silla hacia el "podio" y Miles evalúa formas de morir repentinamente y sin dolor. Como sabe que no encontrará ninguna en el futuro cercano, se pregunta por la integridad de sus pies. ¿Qué si el demonio les echa una maldición y se le caen? ¿Será la última vez que verá sus pies? ¿Será la última vez que pueda mantenerse sobre ellos? Se arrepiente enormemente de haberse bañado antes de venir a la fiesta. Al menos le hubiera gustado llevarse la nariz del hijo de puta consigo al Infierno.

Miles encuentra a Alan entre el montón y lo mira como si fuera la última vez.

Alan se estremece. Había estado tan pendiente del culo y los pezones del omega que no se dio cuenta de lo lindos que son sus ojos... especialmente cuando lucen así de desesperados. Su polla tiembla.

—Siéntate y sácate las botas —ordena Haeillmon. Miles le lanza una mirada subversiva.

"No seas ridículo, ¿qué imagen le estás dando a tu príncipe?" se burla.

"¡¿Qué me harás?!"

"Ya me prometiste tu alma, ¿en serio te preocupan tus pies?"

"Con mi alma no puedo patearte, ¡necesito mis pies!"

"También podrás golpearme con tus muñones."

"¡Oye...!"

Miles acaba sentado luego de haber sido arrinconado entre el demonio y la silla. Cuando Haeillmon le quita los borcegos y se arrodilla, Miles gime atemorizado, causando una excelente reacción en el público. La expectativa se huele en las feromonas que salen a raudales de los cuerpos.

"Lo estás haciendo bien..." ronronea plácidamente Haeillmon.

"¡No quiero, quítate...!"

El hálito caliente que sale de las fosas nasales del demonio impacta contra la planta del pie de Miles y una exclamación se atasca en su garganta. La superficie de su piel erizada patentiza el ridículo estallido de placer que se extendió por su sistema.

—¿Qué...? ¡Oh!

Haeillmon ha dejado un inocente beso sobre la punta de su dedo gordo, pero el contacto entre sus labios fríos y la suavidad de la yema —Miles se deshizo de sus callosidades esa misma mañana—, le generan una estampida de sensaciones inconcebibles. El demonio mima al resto de sus dedos y luego desciende por la planta, haciendo que su contratista se remueva en la silla como si sufriera la peor tortura. Los pequeños dedos, tanto de sus manos como de sus pies, se rizan y estiran sin cesar. La espalda de Miles se aplasta contra el respaldar y su cabeza cuelga hacia atrás mientras ve estrellas tras sus párpados, sus ojos fuertemente cerrados y temblorosos como su agujero. No puede dejar que escape el fluido que comienza a lubricar sus paredes internas. Si se moja, todos los alfas y omegas pervertidos que presencian la escena lo olerán. Olerán su excitación, sus feromonas sexuales... olfatearán su obscenidad. Alan descubrirá lo sucio que es. ¡Estará arruinado!

Ngh... Detente... —Ahora es la lengua del demonio la que repasa su blanco pie. ¿Cómo puede sentirse tan bien perder una extremidad? Miles tiene la certeza de que la saliva del demonio es corrosiva. No obstante, lo ve allí de rodillas, un cuerpo enorme y fibroso tratando a su pie con tanta delicadeza y dedicación, besándolo, arrullándolo, acariciándolo, envolviendo alternativamente sus pies con sus manos fuertes y venosas...

El rostro de Miles arde y exhibe un sonrojo saturado. Al final, su músculo anal no puede contra la debilidad que le produce el placer y acaba flojo y abierto... hambriento.

—¡Ti... T-Tiempo! —balbucea la omega pelirrosa. Su piel ha variado algunos tonos y no se distingue de su cabello.

Miles deja de ser estimulado, pero aquella droga parece tener un efecto residual y no es capaz de despertar por completo. Alguien le ayuda a ponerse el calzado y a levantarse, tiene la sensación de que es Niall, pero no puede asegurarse por su visión huracanada.

El ambiente huele a muchas cosas, un menjunje de perfume sintético, feromonas, tabaco, marihuana y popper, pero la nariz de Miles puede distinguir un deje salado y almizclado entre el agridulce.

Semen.

—El... El tipo que estaba conmigo...

—¿El maldito pervertido de pelo blanco? —bufa Niall mientras lo arrastra lejos de la habitación. Los invitados se han dispersado y muchos han desaparecido. Tampoco encuentra a Alan—. No lo sé, se marchó en cuanto terminó de, ugh, chupetear tus pies. ¿Cómo pudiste hacer eso, Miles? ¿Ahora te excita calentar a un montón de depravados?

—No... ¡No es eso! —Ni siquiera se percató de la gente una vez que Haeillmon se apoderó de sus pies. Aún le hormiguean. Sus piernas se sienten etéreas como las alas de una mariposa. Su trasero... No quiere hablar de su trasero. Por delante, su pequeño amigo se encuentra persistentemente duro—. Alan, ¿adónde fue?

—¡Habrá ido a pajearse como la gran mayoría! Al menos tuvo la decencia de no hacerlo en público, jodidos fetichistas.

—¿Pajearse?

Miles no cree que sus pies ensalivados hayan causado en los demás el mismo revuelo que causó en sí mismo

—Deberíamos irnos —sentencia Niall—. Estás borracho y esta casa es una madriguera de aprovechados.

—No, no, aún es temprano. Primero quiero encontrar a Alan.

Miles se zafa del agarre de su mejor amigo y se desvía hacia el pasillo donde anteriormente se había encontrado con el alfa en el baño. Quiere lavarse los pies, si es que aún los tiene. También necesita hacer algo con su calzón mojado. Agradece que el pantalón sea impermeable, sino tendría una pecaminosa mancha de humedad.

"No deberías ir allí."

La voz aguardentosa del demonio irrumpe en su cabeza, pero ya no lo sorprende tanto. Está acostumbrándose.

"¡A la mierda contigo! ¡Lo único que haces es arruinarlo todo!"

—¡Hey, espera!

Miles ignora a Niall y al zopenco con cuernos y avanza con violentas zancadas hasta dar con el baño. Abre con idéntico despecho.

Ni siquiera oyó los gemidos que se filtraban por las paredes.

Ahora tiene que pagar las consecuencias.

Un pene entra y sale toscamente de un culo empapado. El pene de Alan. El culo de Candy. El omega está siendo follado sobre el lavamanos. Miles empalidece en un primer momento; en el segundo, sus sentidos mermados comienzan a captar el sonido y el aroma del sexo. Las dos cabezas se giran hacia él al mismo tiempo. Candy le sonríe, pero la expresión embebida en lujuria de Alan se desvanece en buena parte. Sus embestidas rudas vacilan hasta detenerse.

—¿Miles?

—Y-Yo... Lo lamento, debería haber golpeado —farfulla. Alan le había dicho lo mismo hace un rato, en el mismo lugar. Cuando aún tenía esperanzas. Qué estúpido.

Cierra con fuerza y sale corriendo por el pasillo. Niall, que está algo asqueado por la inesperada secuencia, zumba tras él con cierta preocupación.

—¡Miles! ¡Oye!

—¡Vamonos!

No debería haber venido. Todo fue un desastre desde que llegó.

O tal vez el desastre es él.

—¿Cuándo piensas cambiar esa cara de nerd afligido?

—¡Cuándo deje de serlo! ¡Y cierra la boca, te dije que no te quiero cerca!

Han pasado tres días desde la fiesta. El número de seguidores de Instagram de Miles ha aumentado considerablemente, sus ganas de cabecear una bala también. El pequeño evento de sus pies no fue publicado en las redes sociales —gracias al Cielo—, pero sí le han llegado decenas de propuestas indecentes. En una de ellas, una chica alfa, conocida de Alan y su grupo, lo invitó a ser partícipe de su lluvia dorada. Miles creyó que se trataba de una lluvia de oro, o de dólares —esas cosas de ricachones—, y estuvo a punto de aceptar, hasta que Haeillmon le explicó lo que significaba. El resto de las propuestas giraron alrededor de lo mismo. Sexo impúdico. Sexo impío. Algunos mensajes fueron escritos con labia, otros con formalidad, pero la mayoría eran bastante groseros. Miles no es religioso, aunque ha pensado en meterse en la iglesia después de la fiesta. No es que quiera expiar sus pecados, solo necesita que alguien lo crucifique.

En cuanto a Alan...

Miles dejó de seguirlo.

Apenas pensó en lo idiota que iba a quedar frente al alfa; cuando lo hizo, estaba consumido por el resentimiento. A pesar de que le dijo al demonio que estaba bien si Alan tenía otros compañeros sexuales, ya no siente la misma convicción. No ha podido quitarse la amargura de la boca desde que lo vio follar a ese omega.

Al final, Niall tenía razón. Miles no encaja en ese mundo. El problema es que no encaja en ninguno.

Haeillmon lo contempla desde el sofá y le avienta la lata vacía de la cerveza que se robó de un kiosko.

—Ese alfa no te debe nada, ¿lo sabes? Puede meter su polla donde se le antoje.

—¡Ya lo sé! —brama el omega. Está tan indignado con el tema que ni le prestó atención al golpe en su frente. Tan deplorable luce, sentado en el suelo hecho un ovillo con un pote de helado a medio comer... Haeillmon lo robó para él y no pudo negarse—. Solo... ¿Por qué tenían que estar haciendo eso en el baño? ¡Teniendo tantas habitaciones!

—A muchos les emociona la idea de ser atrapados.

Haeillmon se encoje de hombros. Si por el fuera, se hubiera cogido a su contratista enfrente de todos esos humanos desinhibidos en lugar de conformarse con chupar sus adorables pies. Miles hace un puchero y sus ojos se empañan.

—¡No es justo!

—¿Qué cosa?

—¡La vida!

Eso hace sonreír al demonio. La justicia jamás existió en su mundo, pero le gusta oír al omega hablar de ella. Suena un poco menos utópica en sus labios... más real. Y solo lo real puede pisotearse y manipularse a su antojo.

—¿Quieres probar mi sable justiciero?

Miles lo mira con interés. El demonio casi siente pena por estar jugando con su inocencia, su mente debe de estar invocando algún tipo de arma mágica que pueda ayudarlo a golpear a los descarriados.

—¿Para qué sirve? —quiere saber Miles.

Haeillmon se aguanta la risa.

—Traerá alegría a tu vida, pero solo funciona si lo frotas un poco.

La boca de Miles forma una pequeña o.

—Oh... Vale, enséñamelo.

Antes de que la carcajada del demonio se desate, Miles se le trepa y se sienta sobre sus piernas. Un signo de pregunta levita sobre los cuernos de Haeillmon y un segundo signo de exclamación se adiciona cuando el omega le agarra la polla sobre el pantalón.

Con timidez, Miles comienza a acariciar el bulto blando, su palma llena de él. Puede percibir la mirada penetrante del demonio sobre sí y el calor que despide en toda la superficie de su cuerpo. Es la primera vez... que toca una polla. Es la primera vez que una polla se pone dura bajo su toque. El bulto toma una forma concreta y firme, alargada y gorda, inclinada hacia un costado y a punto de asomarse por la pretina del pantalón. La visión le choca, pero no se deja espantar y sigue friccionando hasta que huele un aroma extraño. Siente que sus sesos se perforan cuando aquel olor intenso pasa a raudales hacia sus pulmones y de sus pulmones a sus neuronas. En cuanto impregna la primera de ellas, Miles se descoloca. Su organismo falla y comienza a funcionar de manera ominosa, enviando un gran torrente de sangre a sus partes bajas.

Haeillmon advierte demasiado tarde que dejó salir sus feromonas. Fue un instante, solo se perdió por un segundo en el arrebato inesperado del omega y en su cuerpo cremoso y flexible, y recién despertó del shock cuando el tembloroso Miles empezó a mojarse sobre su regazo. ¿Un humano reaccionando a sus feromonas? ¿Sus propias glándulas reaccionando al contacto de un humano? ¿Qué clase de broma es esa?

Miles se asusta de su propia respuesta y aparta su mano de la entrepierna de Haeillmon, dejando su trabajo a medio terminar.

—No soy tan idiota como crees —susurra, haciendo un gran esfuerzo por reprimir el temblor de su cuerpo—. Así que deja de tomarme el pelo.

Como venganza, Miles se arma de valentía para levantarse de las piernas del demonio; recoge el helado del suelo y se retira a su cuarto. Haeillmon contempla su grácil silueta subir por las escaleras, sus ojos carmín demorándose en el fino cuello y el collar que lo protege de una marca no deseada...

Entonces, después de mucho, mucho tiempo, su corazón, que creía podrido y drenado, vuelve a la vida con un brinco.

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