5. La ventaja de ser un solterón

—Lo lamento, debería haber tocado.

—A-Ah... no te preocupes, justo estaba por salir. —Y realmente quiere salir corriendo, pero el alfa no se aparta de la puerta.

—Tú... Nos vimos en el Starbucks la otra vez.

Miles quiere ser absorbido por un agujero negro y luego lanzado a otra dimensión.

—Sí... —Ríe forzosamente, rascándose la cabeza.

El alfa, por su parte, lo repasa de pies a cabeza, demorándose especialmente en su cuello, pecho y vientre.

—La quemadura... —señala. Su expresión es neutral, pero sus pupilas negras han devorado casi todo el verde del iris—. Ya sanó...

—Oh, sí... Utilicé una pomada... como tú me sugeriste —intenta Miles. Aquella respuesta parece dejar bastante satisfecho al alfa, la comisura de su boca se ladea hacia arriba—. Vale, entonces...

«Dile que le ayudarás a lavar su camisa.»

La voz del demonio reverbera dentro de su mente provocándole un repeluzno. Lo desorienta tanto que ni siquiera lo cuestiona, obedeciendo de inmediato.

—¿Necesitas ayuda con eso? E-Es decir... tú me ayudaste anteriormente... quiero devolverte el favor.

—¿Lo harías? —responde Alan, fascinado. A su media sonrisa se le suma el brillo en su ennegrecida mirada.

—¡S-Sí! Si no la limpias ahora, la mancha podría no salir del todo luego... sería una lástima.

Alan permanece un tiempo más observándolo antes de comenzar a desabotonarse la camisa. Al caer en la cuenta de lo que acaba de ofrecer y las consecuencias que eso conlleva, Miles se olvida de cómo respirar. La cobardía arrasa con la brizna de autoconfianza que milagrosamente había obtenido, y cuando el alfa le tiende la camisa con una enorme sonrisa, no es siquiera capaz de salir del marasmo mental por sus propios medios.

«¡Reacciona!» acucia el demonio.

Miles recibe la camisa, o más bien se la arranca de las manos a Alan. No obstante, cuando cree haber despertado del aturdimiento, una vez más olvida los pasos a seguir, su nombre y las reglas del lenguaje. Al sentir la glauca mirada del alfa sobre sí, empieza a entrar en pánico.

El demonio se mofa dentro de su mente.

«Nunca había conocido a un ser tan socialmente obtuso.»

«Ayúdame» le implora Miles en un pensamiento. Haeillmon cree sentir un retorcijón en su pecho etéreo, muy semejante a la conmoción, pero experimentar tal cosa sería ridículo e inaceptable, por lo que descarta la sospecha inmediatamente. Ha colaborado con cientos de humanos torpes y malhadados anteriormente, y ninguno de ellos le despertó jamás empatía. La empatía ni siquiera existe en su mundo, todos son cabrones y ególatras sin excepción. Es decir, él también lo es. Pero Miles tiembla y Haeillmon siente sus réplicas en su propio corazón. No llega a comprender qué clase de conexión se ha forjado entre ellos como para que tal fenómeno inaudito tenga lugar.

«Abre ambas llaves y regúlalas hasta que el agua salga tibia». Aguarda a que el cerebro del omega maquine y emprenda la acción antes de indicar el siguiente paso. «Vale, así está bien. Ahora abre esas puertitas que están debajo del lavabo... sí, esas. Allí hay jabón blanco. Frótalo en la mancha».

«¿F-Funcionará?»

Haeillmon se pregunta cómo es que el omega puede tartamudear incluso mentalmente.

«Sí. Por suerte el humano al que empujé tenía una bebida blanca».

Miles frunce el ceño, pero Alan interpreta su molestia como un gesto de concentración. El alfa se muestra naturalmente interesado; un lindo omega con trasero respingón y labios de puto se mostró servicial y complaciente con él. Mientras sus ojos vagan por la silueta sensual, su mente discurre entre fantasías sucias.

—¿Cómo te llamas? —indaga.

Las pequeñas manos de Miles tropiezan entre ellas mientras luden la camisa bajo el agua del grifo.

—Miles...

Se abre un silencio suspensivo. Tal vez Alan espera que le devuelva la pregunta, pero Miles siente la lengua adormecida y teme no poder articular de manera decente, por lo que se queda callado.

—Yo soy Alan... —suelta después de entender que el omega se encuentra cohibido—. El organizador de la fiesta.

—O-Oh... bueno, aquí tienes. —Miles le tiende la camisa, pero ni siquiera le mira a los ojos.

Haeillmon suspira desde el techo.

—Vaya, muchas gracias. Te prepararé una bebida, ¿qué dices? En agradecimiento por tu ayuda. ¿Qué te apetece?

—Uhm, no lo sé, es que mi amigo ya... —Haeillmon le da algo similar a un pisotón en el pie—. ¡Vodka! M-Me gusta el vodka...

El alfa sonríe jovial y se aparta del umbral para dejarlo pasar. Miles camina tieso a su lado por el pasillo, Alan aún se encuentra semi desnudo y toda esa piel expuesta lo conflictúa. Al mismo tiempo, tiene mucha curiosidad y deseo de admirar los dotes del alfa así que, aunando todo el oxígeno y la valentía posibles, le lanza un vistazo de refilón.

Lo primero que observa lo deja patidifuso. El tatuaje de una cruz enorme cubre buena parte del brazo. Desde el hombro hasta la muñeca serpentea una enredadera espinosa, trazada con la misma tinta negra.

—Aguarda un segundo —le dice repentinamente Alan. Miles da un repullo y asiente con sus mejillas ardiendo. Espera no haber sido atrapado.

Alan entra a uno de los varios cuartos del corredor y sale un par de minutos después vistiendo una sudadera limpia. Miles se siente tremendamente aliviado y, por ende, con mayor soltura.

—A veces es bastante práctico hacer fiestas en tu casa —señala.

—Lo es cuando tienes amigos gilipollas que te tiran la bebida encima.

—Entonces tal vez deberías tener cuidado conmigo —intenta bromear.

—No lo creo, tú puedes tirarme lo que quieras.

A Miles se le escapa una risa nerviosa. Por muy antisocial y despistado que sea, es imposible pasar por alto una indirecta como aquella. ¿Alan Murphy está flirteando con él? ¿Realmente está sucediendo? Sin embargo, ni tiempo tiene para emocionarse. Abandonan el pasillo desierto demasiado rápido y la algarabía vuelve a rodearlos. Miles se ubica detrás del alfa para usarlo como escudo y así poder caminar sin temor a ser atropellado. Hay tanta gente que se siente asfixiado. Gracias al cielo, son pocos los que se toman la molestia de girarse a mirarlo. La música y el alcohol se llevan todo el protagonismo.

—¡Alan! —vocifera un tío con corte de cabello estilo militar y porte gigante. Miles apuesta que se llama Brad y que fue el capitán del equipo de fútbol en la preparatoria.

Alan Murphy se abre paso hacia el grupo donde el otro alfa se encuentra, lanzando cada tanto vistazos hacia atrás para cerciorarse de que el omega lo sigue de cerca.

—Hey, hermano.

—¿Arreglaste el desastre en tu camisa? —inquiere el presunto Brad, advirtiendo en ese momento la presencia de alguien más. Sus ojos oscuros examinan rigurosamente a Miles, al igual que los otros seis pares de ojos presentes en la ronda.

Todos son alfas, fibrosos e imponentes. A Miles le hormiguea el cuello bajo su collar protector e instintivamente da un paso atrás. Como ninguno de ellos es su alfa, su omega interior gimotea temeroso y empequeñecido, desprovisto de protección. Además, hay mucha feromona alfa acumulada y eso lo inquieta. De alguna manera, ha acabado metido en la boca del lobo.

—Este chico lo hizo —responde Alan, cerrando su mano sobre la nuca de Miles—. Me ha ayudado mucho, así que debo recompensarlo. Su nombre es Miles.

La mitad de los alfas le sonríen mientras que los demás aún pasean sus miradas descaradamente por su cuerpo.

—¿Has venido solo? —le pregunta un tío con la cabeza teñida de azul.

—No... vine con un amigo.

—¿Estudias en Blacklaw, Miles? —le interroga ahora "Brad".

—Sí...

«No respondas con monosílabos. Si no quieres que estos tipos te devoren vivo, devuelve la pregunta y no te sometas».

—Estudio medicina, estoy en tercer año —agrega velozmente, aliviado de no haber sonado tan inseguro como se siente—. Ustedes estudian en la facultad de humanidades, ¿verdad?

—Todos estos gorilas que ves aquí sí. Yo estoy en último año de medicina —contesta orgullosamente Brad.

Alan, que se había retirado por un momento dejándolo aún más desarmado, regresa con un par de vasos llenos y se reubica muy cerca de él. Le ofrece uno de ellos, muy sonriente, y al segundo siguiente está aplastando a Brad con sus filosos orbes verdes.

—Brandon, ¿por qué no le dices al DJ que ponga otra cosa?

¿Brandon? Oh, bueno, estuvo cerca. El aludido sonríe presuntuosamente.

—¿Qué tiene de malo la música? Creo que está muy bien.

—Entonces solo vete a la mierda.

Brandon pone los ojos en blanco.

—¿Qué tal si Miles nos presenta a su acompañante primero?

—O-Oh... claro, debería ir a buscarlo... —Y entonces huirá despavorido. Miles no se entiende a sí mismo. Tenía tantas ganas de estar con Alan, pero ahora que lo tiene al lado no puede esperar para escabullirse ante la menor oportunidad.

—No, quédate conmigo —le dice Alan, sin rodeos y sin el menor ápice de vergüenza—. Brandon puede salir a cazar por sus propios medios.

—Qué aburrido.

—Piérdete.

Los alfas bromean durante un momento más antes de que el grupo se desintegre. Solo queda Alan, Miles y el sujeto de cabello azul, que pronto advierte estar siendo la tercera rueda y se esfuma tras darles un asentimiento y sonrisa breves.

Sintiéndose terriblemente incómodo, Miles sorbe furiosamente de su pajilla para que el alcohol rebalse su organismo y ahogue sus miedos. La mano caliente del alfa le suelta la nuca al fin, dejando tras su tacto un suave ardor.

—Miles... —susurra con morosidad, paladeando el nombre—. ¿Tienes pareja?

El omega se atraganta con su bebida, pero consigue disimularlo con un carraspeo discreto que la música engulle.

—No, no...

—Es bueno saberlo.

«Felicidades. Has desbloqueado el ítem "una polla en tu trasero". Puedes usarlo cuando gustes...»

Haeillmon se lo pasa en grande con las reacciones del omega. Su rostro pasa por tantos colores que parece la bandera del orgullo gay. Se preocupa un poco cuando su tez adquiere un color purpúreo, pensando que su contratista se está asfixiando con su propio bochorno.

«¿Qué diablos? ¿No deberías sentirte feliz?»

«Yo... soy virgen...» evidencia Miles con su voz mental.

«¡No me digas! ¡Estoy muy sorprendido!»

«¡Jódete! ¡No sé hacerlo! ¡No sé cómo tener sexo!»

«Realmente no hay mucha ciencia en ello. Muestra tu agujero y deja que el chico haga su trabajo».

Miles se siente cabreado con los consejos de mierda del demonio.

—¿Quieres bailar? —le invita Alan, advirtiendo que algo anda mal con su objetivo de jodida. Esta vez tiene un artículo de lujo entre sus garras y teme que se le escape antes de que pueda darle una probada.

No obstante, el omega se tensa y su rostro vuelve a irisar. ¡Tampoco sabe bailar!

—Tal vez... ¿podrías acompañarme a fumar? —farfulla, buscando salvar la situación... pero se arrepiente de su pedido en el instante en el que abre la boca. El cigarrillo puede dañar su imagen ante Alan, pues los estereotipos glorifican a los omegas sanos y delicados y tachan con rojo al resto.

Gracias a los Cielos, Alan acepta sin indicios de asco.

Durante el camino al jardín, Miles se zampa todo su vodka. Empieza a sentirse mareado y el frío no ayuda. O sí, depende de dónde se lo mire. Alan lo conduce con sus enormes manos en su cintura y se siente liviano como un globo, aunque hay un pinchazo de inquietud en su estómago que no le deja disfrutar del todo. ¿No fue todo demasiado rápido? ¿No debería haberle costado más? ¿Acaso solo necesitaba cambiar su estilo "de abuelito" para ligar con el alfa de sus sueños? Si lo hubiera sabido antes, ¡no hubiera intentado hacer un amarre! ¡Y ahora no tendría ningún odioso demonio pegoteado a él como chicle en el cabello!

Alan lo lleva hasta un lugar desierto del jardín, innecesariamente alejado de la casa. Se estremece por el aire gélido y el alfa lo atrae hacia su cuerpo cuando se sientan al borde de una fuente de agua llena de peces Koi.

—Debería haber traído un abrigo para tí...

—E-Estoy bien... —dice con los dientes castañeando.

Alan sonríe y le pasa una petaca de metal que saca de quién sabe dónde.

—Bebe esto.

—¿Qué es?

—Absenta. Te ayudará a entrar en calor.

«¡Ya lo creo! Yo que tú no bebería eso.»

«¡Cállate! ¡Arruinas el momento!» refunfuña Miles en su fuero interno. Ignorando la sugerencia del demonio estúpido, agarra la petaca y le da un trago cuantioso.

Haeillmon es un remolino inconsistente, pero se las arregla para hacer una mueca. Dos segundos después, su contratista lucha por oxígeno en medio de un ataque de tos. Alan lo consuela sobándole la espalda.

—¿Te encuentras bien? —inquiere el alfa. Su expresión revestida de preocupación hace reír a Haeillmon—. Sabes... tengo unos caramelos en mi cuarto. ¿Deberíamos ir a buscar algunos?

—Está ahogado. Salvo que quieras terminar de matarlo, no necesita llevarse nada a la boca.

Miles se sobresalta por la repentina aparición de su amigo. Niall lleva dos vasos y una expresión más aguardentosa que el contenido de los mismos. Alan le sonríe con frescura, como si sus intenciones fueran de lo más inocentes.

—¿Y tú eres...?

—Soy amigo de Miles —contesta Niall después de un instante de vacilación.

Alan mira al beta de arriba abajo y Haeillmon no llega a identificar si se trata de un gesto desdeñoso o si realmente lo está midiendo. Los matices calculadores ocultos en las acciones y expresiones del humano le dan un poco de curiosidad, a decir verdad.

—Bueno, amigo de Miles —dice socarronamente Alan—, ¿no te enseñaron en tu casa que meterte en las conversaciones ajenas es de mala educación?

—Me enseñaron a respetar a los omegas y a cuidarlos de los aprovechados.

Alan ladea la cabeza con fingido desconcierto mientras una chispa de diversión se enciende en sus ojos.

—Vaya, los betas son muy éticos y honestos. Qué lástima que solo sirvan para ser extras.

A Niall se le crispa la comisura de la boca, pero antes de que pueda responder a la provocación, Miles consigue superar su ataque de tos y habla primero:

—Niall, ¿qué diablos haces aquí? —se queja. Está tan ebrio que ni siquiera le da importancia a lo indignado que suena. Cualquiera podría aseverar lo mucho que desea estar a solas con el alfa.

El alfa en cuestión sonríe zorrunamente, regodeándose de la cara larga del rubio platinado.

—Vete. Claramente tu justa y moral persona no es necesaria aquí.

Niall lo ignora, reacio a apartar la mirada y la atención del omega.

—Miles.

Estoy bien —balbucea este, entumido. El "bien" se estira más de lo necesario y las vocales tropiezan entre ellas.

Ese trago de absenta le jodio el cerebro de varias maneras. Haeillmon debate internamente qué tipo de borracho será el omega. La balanza se inclina hacia el borracho melancólico, aunque tiene sus dudas. También parece ser del tipo agresivo. Apenas se sorprende cuando Miles se recuesta sobre el hombro del Alan, liberando feromonas engatusadoras. Así que resultó ser del tipo calzones flojos.

—Hace mucho frío y estás desabrigado —continúa Niall. Su insistencia comienza a marcar la vena de la frente de Alan—. Deberías...

—¡Alan!

Una voz dulce pero chillona canturrea a lo lejos. Medio minuto más tarde, un cuarto sujeto se suma al trío y acaba por destrozar las posibilidades de Miles. Un omega bonito, muy rubio y muy coqueto se acerca contoneándose mientras chupa una paleta roja, que le ha teñido los labios, dotándole de una traza que raya lo obsceno. Lleva una minifalda rosa pastel y unas medias de red blancas hasta por encima de las rodillas sonrosadas.

A Miles se le arruga el ceño y la nariz instintivamente, sintiéndose amenazado. Especialmente porque los ojos "amables" de Alan lo abandonan para posarse en el recién llegado.

—¿Candy?

—Oh, ¿estás ocupado? —dice el omega, Candy, paseando sus ojos entre Miles y Niall hasta que finalmente se detienen en Miles. Lo observa con curiosidad, que pronto se convierte en algo más filoso. Alan ríe, como si hubiera captado algo que los demás no.

—No, no, solo acompaño a mi pequeño amigo.

Miles se siente inexorablemente molesto con la respuesta de Alan.

—Genial, porque te necesitan adentro.

—¿Otra guerra civil entre los swingers y los poliamor?

—No esta vez. —Una de las mejillas de Candy se abulta por la paleta. Ninguno de los presentes lo pasa por alto, pero todos se hacen una imagen distinta en su cabeza—. Carl se folla al novio de Thomas.

—Dime algo que nadie sepa.

Uhm... El novio de Thomas está de tres semanas y no sabe quién es el padre.

Alan exhala una carcajada.

—No jodas.

—¿Cómo puede causarte gracia la desgracia ajena? —bufa Niall—. ¿Y no se supone que es un secreto? ¿Qué hay con andar ventilándolo por la vida?

—Bueno, en realidad acaba de dejar de ser un secreto hace unos minutos. Por eso el escándalo. —El omega rubio señala hacia la casa—. Deberías ir a poner orden, cariño.

Alan se levanta y le revuelve el cabello, lo que hace que Miles se sienta aún más desgraciado que ese tal Thomas.

—Ya regreso, ¿me esperas aquí? —le dice entonando una voz ronca y magnética que dispara un asentimiento automático en Miles. Luego se aleja junto al omega rubio, que gira su cuello subrepticiamente hacia Miles para dedicarle una sonrisita malintencionada.

La rabia hierve en el interior de Miles.

«Vele el lado positivo. Si sigues soltero y virgen nunca te pondrán el cuerno» lo consuela Haeillmon.

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