2. El amarre male sal
Por primera vez en su vida, Miles lamenta no haber seguido los sacrosantos caminos del Señor. Si así hubiese sido, quizá ahora llevaría consigo un crucifijo o algún amuleto para protegerse de la sombra con forma humanoide que le sonríe abiertamente mientras se frota las manos cual villano que trama un malvado plan.
Cuando las delgadas pupilas del espécimen no identificado se pasean por su cuerpo, sondeándolo de arriba abajo, Miles se vuelve repentinamente consciente de sí mismo y de su patética desnudez. Se cubre las partes íntimas con un ligero rubor en las mejillas, lo que dice mucho sobre su nivel de pavor. En condiciones normales moriría de vergüenza, pero ahora su sentido de supervivencia impera por sobre todo lo demás.
—¡¿Q-Quién eres tú?! ¡N-No te acerques! —Presa del pánico, busca algún artefacto contundente en el cuarto para poder defenderse, pero nada tiene a su alcance. Solo una chancla.
Coge la chancla y se escuda con ella.
—¿Es en serio? —cuestiona la criatura.
Miles chilla y le arroja el calzado con todas sus fuerzas.
—¡Vete! ¡Déjame en paz! ¡E-En el nombre de Dios!
La entidad lanza una carcajada y se ventila el rostro con la chancla que atajó. Ignorando completamente el clamor aterrorizado del pobre humano, se aproxima a su cuerpo trémulo y se acuclilla para no parecer tan amenazante. No obstante, sus buenas intenciones tienen el efecto contrario y Miles se desmaya del susto.
Al despertar, Miles apenas siente las extremidades y su cabeza contiene un enjambre de preguntas. Se incorpora con mucha dificultad, intentando recuperar la sensación de poseer piernas y brazos, los cuales comienzan a hormiguearle después de frotarse con sus manos durante un buen rato. ¿Qué diablos hace desnudo y tumbado en el suelo?
Ah, sí. El ritual.
Se pone de pie y recoge las velas y el móvil. Revisa la hora. Las tres de la mañana. Un escalofrío le recorre la columna vertebral y no es exactamente debido al frío que se ha apoderado de su sistema. ¿Qué sucedió después de que culminó con el amarre? La idea de haberse quedado dormido cruza fugazmente por su mente antes de juzgarla como ridícula. Miles tiene problemas para conciliar el sueño, y aunque no los tuviera, sería imposible dormirse con el cuerpo aterido. Se apresura a deslizarse dentro de su pijama con los dientes castañeando y ordena someramente la habitación antes de meterse a la cama. Misteriosamente, las mantas están tibias. ¿Habrá sufrido algún episodio de sonambulismo?
En ese momento percibe algo moviéndose bajo las sábanas. Algo calentito. Un sudor helado le humedece la nuca cuando levanta las mantas y hace contacto visual con un par de esferas rojas que flotan en la oscuridad. Antes de que un grito de auxilio abandone su garganta, una enorme mano vaporosa se propulsa desde la negrura y se aferra a su cuello, dejándolo sin aire.
—Shhh, tranquilízate o te desmayarás de nuevo —le susurra una voz espectral, etérea.
Las sombras movedizas y retorcidas salen de debajo de las sábanas, moldeándose y ganando solidez sobre Miles hasta que un sujeto de cabello blanco y piel chocolatosa lo acorrala entre el colchón y su mastodóntico cuerpo. La mano lo libera y el oxígeno regresa a sus pulmones.
—¡T-Tú! —Los recuerdos lo abofetean de repente.
Por supuesto, tenía que cagarla, no podía haber sido de otra manera, sino perdería su esencia y dejaría de ser Miles. Miles simplemente no puede existir si no la caga. Es solo que ahora parece haberse ido al extremo y hay un... un...
—Un demonio.
¡... un demonio en su cama!
Espera ¡¿un QUÉ?!
—¡¿C-Cómo?!
—Oh, por todos los infiernos —bufa el demonio—. ¿Por qué mierda me invocaste? Solo dime a quién tengo que borrar del mapa así luego puedo devorar tu alma y ambos felices ¿qué dices?
Miles está a punto de hiperventilar de nuevo.
—¡Y-Yo n-no invoqué a ningún demonio! —Y ni siquiera tiene sentido el hecho de que el "demonio" luzca como un modelo de Playboy. ¡Se supone que los demonios son horrendos, no ardientes! Bueno, tal vez ardientes sí, en el sentido más literal, pero ¿qué diablos con ese rostro apolíneo?—. ¿Acaso eres un íncubo?
¡Eso tendría más sentido! Los íncubos, según lo que ha leído Miles en internet y en algunos libros de mitología, son demonios macho con un elevado sex appeal. Generalmente se posan sobre sus víctimas mientras estas se encuentran en el lecho para mantener relaciones sexuales con ellas y así absorverles la energía como un jodido dementor. Y en este momento, Miles está acostado en su cama con un demonio jodidamente atractivo cernido sobre él.
La sangre se drena de su rostro.
Jamás hubiera pensado que perdería la virginidad de esa manera.
—Estás pensando cosas muy extrañas... —ronronea el demonio. El regodeo se asoma en su sonrisa—. No soy un íncubo, pero puedo desvirgarte si lo deseas.
—¡No! —vocifera Miles. Aparta la sensual cara de la entidad con la palma de su mano, aunque la retira con un meteórico movimiento cuando siente un mordisquito en uno de sus dedos—. ¡Ha habido un error! No quise invocar a ningún demonio, solo quería... q-quería hacer un hechizo de amarre —confiesa completamente mortificado. Su medidor de dignidad marca por debajo de cero.
—Eso es patético —reconoce su acechador, machacando su autoestima. Las mejillas de Miles pasan de estar rosadas a bordó—. Suelen invocarme para cobrar venganza por infidelidades, por eso no me explico por qué un niñato virgen requiere de mis servicios...
—¡Te dije que fue una equivocación! Así que ya puedes irte. —Necesita lidiar con su miseria a solas.
—Las cosas no funcionan así, humano. Pediste mi ayuda y me prometiste tu alma a cambio. Si no tienes ninguna petición, tomaré tu alma y volveré al Infierno.
A Miles no le afecta en demasía la idea de haber vendido su alma a un demonio por error, le preocupa más el hecho de que si no le pide algo al demonio, será devorado en ese preciso instante y, desgraciadamente, morirá virgen. Nunca conocerá el increíble pene de Alan Murphy y el único recuerdo que le quedará será el de aquella polla torcida del desconocido de la app de citas. Debería aprovechar la oportunidad, ¿no es así? Después de todo ya está condenado, tanto si acepta la ayuda del demonio como si no la acepta.
—Entonces...
—E-Espera... —farfulla Miles con timidez. La cercanía y la situación (él compartiendo cama por primera vez con otro hombre, o demonio, lo que sea) están provocando estragos en su prístino cuerpo. Ignora con toda su fuerza de voluntad las pupilas dilatadas del demonio y el movimiento de su lengua cepillando su labio inferior—. Tengo... una petición. Quiero que alguien se enamore de mí.
—No seré tu celestina, kryshs'sia. ¿Acaso parezco un hada madrina?
—Realmente no, pero eso es lo que quiero que hagas —sostiene Miles—. Esto es una especie de contrato, ¿verdad? Tú cumples con tu parte y yo te doy mi alma... Haeillmon.
Una nueva chispa de interés surca por los rubíes de Haeillmon ante la mención de su nombre, tal vez debido a la manera en que ha sonado en la boca regordeta y roja de ese omega puro, o el simple hecho de haber sido modulado por una criatura llena de candidez y fragilidad. Ese crío es una pieza tan difícil de encontrar... a Haeillmon se le hace agua a la boca y una sucinta y resuelta oración se graba a fuego en su putrefacta alma.
Voy a corromperlo.
—Está bien. Cumpliré tu deseo. —Su cuerpo vibra por la anticipación. No puede esperar a tener al omega en sus garras, a ultrajar su albura con todo tipo de pecados.
Miles asiente hesitante... y el trato está hecho.
—¡Ahora sal de mi cama!
—Por supuesto que no. También es mi cama ahora —reivindica Haeillmon. Se deja caer a un lado del humano, a quien voltea con suma facilidad para poder pegar el pecho a su espalda y la polla a su culo en una cucharita.
—¡¿Qué haces?! ¡Quítate! —Miles se remueve como un indómito corcel pretendiendo librarse de los brazos férreos que lo envuelven desde atrás, pero lo único que logra es que sus nalgas se sacudan contra algo duro. Se cohíbe de tal manera que la rigidez lo asalta repentinamente.
—Mmmm... ¿por qué te detuviste?
Miles se siente desfallecer del bochorno.
—¿N-No deberías estar haciendo tu trabajo en lugar de quedarte aquí? —pregunta en un nuevo y menos peligroso intento de quitárselo de encima.
—¿Con "trabajo" te refieres a coaccionar a ese humano rico y popular de tu universidad para que te folle?
—No tienes que decirlo de esa manera —espeta Miles, cabreado por el exceso de humillación—. Y no me refiero precisamente a eso. ¿Acaso no te necesitan en el Infierno? ¿No tienes otros... clientes?
—Justo me encontraste de vacaciones, kryshs'sia. Y no muchos están dispuestos a entregar su alma para cumplir un deseo, así que... no, no tengo trabajo. Podrás gozar de mi agradable compañía las veinticuatro horas del día hasta que tu deseo se realice —canturrea Haeillmon, demasiado divertido por la tensión que emana su contratista.
—¿Y-Y cuándo será eso? —Miles percibe que el demonio se encoge de hombros.
—No seas tan pretencioso. Me has pedido el amor de alguien, no su muerte. Pueden ser días, meses, años...
—¡¿Años?! ¿No puedes embrujarlo y ya? —Da un brioso salto que lo arranca del abrazo del demonio—. D-Dijiste que ibas a coaccionarlo...
—Mira... como te lo explico —tararea Haeillmon, golpeándose la barbilla con el pulgar—. Si quieres follar con ese humano, puedo hacer que esté aquí dentro de veintiún minutos y treinta segundos con su polla dura y lista para joderte. Pero no es eso lo que me pediste. Tendrás que ser paciente.
—¡No pueden ser años!
—Uhm... tal vez pueda lograrlo en un par de meses —calcula, escaneando al omega que lo mira con una chistosa desesperación—. Pero deberás colaborar...
—Haré lo que sea... siempre y cuando no incluya actividades... ilegales. —Miles no se fía de los medios del demonio, por obvias razones.
—No traficarás órganos, humano. Aunque se me antoja un hígado en este momento... Estoy bromeando, no pongas esa cara.
Miles le lanza una mirada desconfiada.
—El viernes iré a una fiesta en la casa de Alan. ¿Crees que puedes hacer algo para que me note?
Haillmon sonríe, exhibiendo sus caninos largos y sobrecogedores. Miles lo interpreta como una respuesta afirmativa. No quiere pivotar demasiado sobre las repercusiones de haberse aliado con una criatura maligna para conseguir un ligue.
Se apea de la cama sin darle más rienda a la conversación. No hablará con la criatura más de lo estrictamente necesario y las palabras que intercambien tendrán por motivo lo que se refiera al contrato exclusivamente.
—Hey, ¿a dónde vas?
—¡A dormir al sofá!
—Te acompaño...
—¡No! —Se da la vuelta impetuosamente, señalando de manera amenazante al montón de sombras que aspiraban a seguirlo. Parece ser que el demonio puede tornar del estado material al inmaterial en cuestión de segundos. Como ambas formas le ponen inquieto, Miles simplemente hace caso omiso y levanta la barbilla, esmerándose por disimular el miedo—. Hasta que tengas mi alma, quién pone las reglas soy yo. Primera regla, debes respetar mis espacios personales. Te quiero por lo menos a tres metros de distancia.
La risa vaporosa de las sombras le producen escalofríos, aunque para su sorpresa el demonio no se muestra ofendido ni cabreado, solo tremendamente divertido.
—Como usted lo ordene, amo.
—Me llamo Miles —lo corrige.
—Estás sonrojado. Aw, te dio vergüenza.
—¡C-Claro que no! Mi piel es muy sensible —se excusa—, enrojece por cualquier cosa...
El dato despierta la polla abstracta de Haeillmon.
Serás un cliente muy interesante, profetiza el demonio.
Miles no pudo dormir durante el resto de la noche. Apenas logró pegar ojo cuando el cielo comenzó a clarear. Cuando se levantó alrededor del mediodía, no había rastros del demonio. Hasta llegó a creer que lo había imaginado todo. Sin embargo, no pudo ignorar la opresión en su pecho y la sensación de sentirse observado. Perpetuamente observado, como si unos ojos del color del asesinato se hubieran enganchado a sus calzones. Al menos una decena de veces en el día Miles se volteó a escudriñar las esquinas oscuras de su casa, esperando hallar en ellas movimiento y dos círculos como pequeñas linternas levitando, devolviéndole una mirada burlesca. Y a pesar de que las esquinas de su casa permanecieron quietas y mundanas, los pelos de su nuca se mantuvieron erizados hasta que otra noche llegó. Al día siguiente tendría que ir a la universidad, pero dudaba poder sostener su consciencia en la superficie después de haber pasado tantas horas sin descansar. ¿La inhumana presencia lo seguiría también a la institución? ¿Asustaría a sus compañeros de clase?
Tal vez lo mejor sería llamar a un exorcista para revertir su "error". Sí, eso haría, el lunes se encargaría de arreglar la mierda en la que incurrió por haber sido una paria, un miserable omega rezagado suplicando por amor. Algún sacerdote lo regañaría y luego enviaría al demonio de vuelta al Inframundo, Alan nunca se enamoraría de él, él se quedaría solo por el resto de su vida y su vida acabaría en la más burda normalidad, como debía ser.
El lunes, Miles no llamó a ningún sacerdote. Fue a la universidad aún sintiéndose extraño y se reunió con Niall en el salón de clases.
—No me enviaste ninguna foto con tus atuendos —refunfuña el beta. Tiene la nariz arrugada en un gesto gracioso.
—Tuve... un pequeño inconveniente.
—¿Qué? ¿Sucedió algo?
Miles se muerde el labio, nervioso. ¿Debería contarle a Niall lo del demonio? No quiere quedar como un gilipollas frente a su único amigo, pero ya no sabe qué hacer con esa molesta presencia que lo sigue a todos lados. Incluso ahora, Miles se siente tenso y su mirada zumba incontroladamente hacia cada sitio medianamente oscuro. A veces siente un hálito caliente rozándole el lóbulo de la oreja, pero racionaliza los sucesos diciéndose que se ha vuelto paranoico.
—Te cuento en el descanso...
—No es nada grave, ¿verdad? —quiere saber Niall. Sus ojos azules brillan con preocupación.
Miles va a responder con una negativa para dejar al beta tranquilo, justo cuando una voz fantasmagórica y chancera le susurra al oído:
—Tu amigo quiere follarte.
Salta de la silla, atrayendo las miradas de todos sus compañeros. Inmediatamente su susto muta a oprobio. Detesta ser el centro de atención. Hace como que recoge algo del suelo y se sienta rápidamente en un intento de disimular el contratiempo.
—¿Qué diablos? —sisea Niall, desconcertado.
—N-Nada...
—Te mira la boca y se le para la polla mientras piensa en lo rico que se sentirían tus gordos labios a su alrededor.
Miles se pone pálido. Ha dejado de escuchar a su amigo y ahora el estómago le duele por la indigestión que le está causando el jodido demonio.
—Dile algo, se está preocupando...
—¡Déjame en paz!
Una vez más sus compañeros voltean hacia él, bisbiseando que es un rarito. Niall luce sorprendido antes de desviar los ojos a su carpeta, dolido y ofendido.
—N-No te lo decía a ti, Niall...
—Vale... lo siento, sé que no te gusta que te agobien con preguntas...
—Rompiste el corazón de la pulga —se mofa el invisible demonio.
Miles aprieta la mandíbula hasta que sus dientes se quejan. Parece ser que es el único que puede oír las pendejadas de Haeillmon. ¡Debería de haber llamado al exorcista apenas se levantó! Ha pasado solo un mísero día desde que invocó accidentalmente al demonio y ya no lo soporta. ¿Cómo se supone que aguantará "un par de meses"? ¡Ni hablar! Dibuja en su cuadernillo una mano con el dedo corazón levantado y una risa flota a su alrededor. En ese momento el profesor entra al salón y Miles deja de escuchar el molesto susurro. Recupera una parte de su compostura y se devana los sesos pensando en maneras de lidiar con la latosa entidad hasta que Alan se enamore de él. Eso por un lado. Por otro, se ha quedado rumiando sobre lo que el demonio le dijo. ¿Que Niall quiere follarlo? ¡Patrañas! Es solo su amigo y siempre lo ha visto salir con mujeres, algunas omegas, pero en su mayoría betas. Además, nadie en su sano juicio querría follarlo. ¡Por eso mismo es que ha tenido que recurrir a la brujería! Ahora siente pena por Alan Murphy y un sabor acre le inunda la boca.
Alan no te quiere, ni siquiera sabe quién eres, pero tendrá que estar contigo en contra de su voluntad, eres una basura; recita una lacerante voz en su cabeza, la cual suena como su propia voz. Esta vez no es el demonio el que habla, y tampoco son mentiras las que escucha. Y la verdad duele jodidamente mucho. Ojalá pudiese vivir con mentiras. Bueno, quizás lo consiga... lo que tendrá con Alan será una mentira, después de todo, solo que no durará mucho. Dicen que las mentiras tienen patas cortas. De alguna manera eso lo hace sentir mejor, menos culpable. No se quedará en la vida de Alan para siempre, pues el demonio se llevará su alma en cuanto el contrato finalice. En cuanto descubra lo que es el amor, Miles morirá y se desprenderá de Alan cual garrapata liquidada. Alan se olvidará demasiado pronto del omega que se folló, uno entre los tantos con los que compartió fluidos, y vivirá feliz para siempre con otra persona, una persona que amará sin hechizos de por medio y que será inolvidable. Miles solo será la pequeña mácula en la perfecta vida del alfa, la cual se quita fácilmente con solo un poco de detergente.
Haeillmon tuerce la boca al pasearse fugazmente por la mente de su contratista. Cumplir con su parte del trato puede llegar a ser más difícil de lo que pensaba. Suele deleitarse con los sentimientos negativos y los pensamientos insidiosos de los humanos, pero en estas circunstancias son contraproducentes y no le agradan. Deberá poner la misión en marcha cuanto antes. La buena noticia del día es que el muchacho que dice ser amigo de Miles le será de mucha utilidad a sus fines. Además, adora usar a personas inocentes. Huele el apestoso olor del amor y el cariño en él, y también el delicioso aroma del deseo carnal... y el de la mentira. ¿Por qué le habrá mentido a Miles diciéndole que es beta? Haeillmon se encoge de hombros en su incorpórea forma, tampoco es algo que le incumba.
Sale de la cabeza del omega y vuela como una ráfaga de maldad hacia la ubicación del alfa llamado Alan Murphy para investigar sobre sus gustos. Casi se echa a reír al encontrar en su patético cerebro humano fantasías eróticas con bondage y sadomasoquismo. Al alfa le agrada azotar culos gordos y jugosos de omegas bonitos en sus veintes. Si Haeillmon fuese humano, probablemente simpatizaría con Alan. El problema radica en que esa sádica faceta dominante en su psiquis dista infiernos de la beatífica imagen que se ha formado en la mente de su contratista. Ni modo, tampoco es de su incumbencia la incompatibilidad de intereses. El omega encaja en el estereotipo de belleza de Alan Murphy y eso es más que suficiente, al menos del lado del alfa.
El que le hará las cosas complicadas será su propio contratista. Tal vez ese omega realmente necesita unos buenos azotes en el culo.
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