17. Revelaciones

Haeillmon se pellizca el puente de la nariz luego de quitar la alfombra de la sala de estar. ¿Un glifo pintado debajo? ¿En serio? Es tan cliché que ni siquiera se le cruzó por la cabeza revisar allí. Maldice a las palomas por mera costumbre y se agacha para comenzar su pesquisa. No se sorprende cuando el glifo chisporrotea ante la cercanía de su mano. Por lo que observa a simple vista, es un tipo de portal a Sheol, uno que no requiere ningún contrato ni invocación humana. Además, está bloqueado: solo quien lo abrió tiene permitido usarlo.

Haeillmon tararea.

Si estos portales fueran tan sencillos de hacer, el mundo humano estaría sobrepoblado de demonios y en caos total. Las palomas se volverían locas. Y aunque suena muy divertido, lamentablemente no es el caso. Este es el tercer glifo-puerta que ha visto en su larga vida. Quien anda tras su omega es un demonio con recursos y mucha, mucha energía maldita. Un demonio que vigila, pero que no quiere ser descubierto. Haeillmon esboza una sonrisa maligna. Ese demonio probablemente no esperaba que un Obsygaar apareciera en la casa de Miles.

Mala suerte para él, que el destino llevó a Haeillmon hasta su omega. Una puerta siempre puede abrirse con fuerza bruta, y él tiene mucho de eso. Mucho más que el responsable de poner este glifo, que crepita y rechina cuando sus mecanismos mágicos son presionados por su propia magia. Lo asombra tener que requerir más fuerza de lo que estimaba para romper la cerradura mágica. Quien esté detrás de esto, además de energía maldita, debe tener un entrenamiento en su uso muy pulido. Sea quien fuere, es solo un punto más a favor de que su omega es un demonio, y no uno común y corriente.

Haeillmon se lanza hacia el portal apenas logra abrirlo, un agujero negro del tamaño de una rueda de tractor lo suficientemente grande para que un demonio como él pase a través.

Sus pies desnudos tocan piedra fría y húmeda unos segundos después. Una cueva. Así que "el vigilante" tiene una "base secreta". Examina los alrededores abombados y oscuros con la mirada, luego expande su aura en busca de pistas, aunque lo que obtiene no le aporta demasiado. Solo capta la presencia de almas rudimentarias, muy básicas, que corresponden a elyskos (los "animales" de Sheol) y algunos demonios de rango menor, no muy diferentes a los primeros espiritualmente. Haeillmon no esperaba encontrar al vigilante tan rápido. Ha estado prácticamente conviviendo con Miles en su casa, por lo que es una posibilidad que este haya advertido su presencia allí. O tal vez no. Depende de cuanta habilidad posea realmente. Haeillmon se ha ocupado de reprimir su energía, tanto para no llamar la atención de las palomas ni de otros demonios, o brujos, pero principalmente para no agobiar a su omega. La presencia de los Obsygaar es... invasiva. Diciéndolo de un modo extremadamente suave. El problema es que no está teniendo tanto éxito en retenerse, especialmente cuando Miles despliega uno de sus shows omega, que le revolucionan los sesos y la polla. El vigilante podría haberlo descubierto en alguna de sus "fugas", y si no es el caso, el grito de Miles al llamarlo bien podría haber encendido sus alertas.

Camina por los alrededores de la cueva, tanteando y arrugando la nariz por el olor a humedad y moho. Intenta no sucumbir a la decepción al no hallar nada más que eso, pero termina chasqueando la lengua. Debería haber seguido al vigilante en el mismo momento en que Miles lo llamó, pero no quería dejarlo solo. Además, ¿cómo podría después de que el omega se lo pidiera con esos enormes ojos llorosos?

Parpadea, como si el intenso flechazo que tiene con el omega pudiera disiparse como una fantasía. Tal vez si fuera solo un flechazo, podría. Pero el sentimiento nace de su núcleo, regenerando las raíces que Celyane arrancó. Quiere a Miles, con tanta fuerza que hasta su conciencia oye al alfa rugir en las profundidades, furioso por no haber reclamado aún lo que le pertenece. Quiere encerrar al omega allí con él para que sea solo suyo para siempre. Aprieta los puños y los dientes, su juicio nublado por la urgencia y la posesividad de su primitivo yo. Ningún hijo de puta debería tocar, ni observar, ni mucho menos imaginar siquiera follar a su omega.

Encuentra un conducto hacia las afueras y sale a tomar aire.

Mierda, concéntrate.

Necesita matar cruelmente a alguien para relajarse. Si continúa así, perderá los estribos frente a Miles y lo asustará. O peor...

Frunce el ceño, una molesta vibración lo trae al presente. Entonces cae en la cuenta de que no se encuentra en su sectio, y que no es bienvenido en este lugar.

Otea el espeso bosque azul que lo rodea.

Emêryals.

Este es el sectio de Taemon.

Extiende sus alas y levanta vuelo.

No es bienvenido aquí, genial. Taemon y sus demonios tampoco son bienvenidos en la casa de su omega, y lo va a dejar en claro.

Sobrevuela el castillo de Taemon y desciende directamente hacia el jardín como si llegara a su propia casa. Taemon puede besarle el culo si no le gusta. Ya golpeó a algunos guardias afuera y no está de humor como para andar perdiendo el puto tiempo con ceremonias de mierda. Si alguno de sus hermanos piensa que pedirá permiso están jodidamente dementes.

Al menos no tiene que entrar al castillo para dar con Taemon. Lo halla sentado en una banca de obsidiana, mirando la laguna a sus pies y luciendo igual de miserable que en los últimos veinte años. Puede acompañarlo en el sentimiento, de veras.

Avanza hasta la laguna y se detiene justo al lado de la banca.

—¿Qué haces aquí, Haeillmon?

Taemon rompe el silencio después de un buen rato. Haeillmon se distrajo en algún momento mirándolo. Luce como la mierda, tan pálido como los ojos de los ghouls. Esa banda negra sobre sus ojos incluso le genera una puntada en los suyos por el intenso contraste, al igual que su cabello del color de la banca.

Entonces lo que dijo Norox es cierto. Finalmente se quedó ciego.

—Un demonio de tu territorio está molestando a mi contratista —larga al fin—. Quiero saber por qué, y también quiero que se aleje de él, o lo empalaré enfrente de tu castillo.

—No sé de qué hablas.

Haeillmon echa un vistazo a las efigies de la derecha de la laguna. Solo hay dos. Dos demonios que fueron importantes para Taemon, y que murieron durante La Infiltración. Los reconoce. Eran sus leales súbditos, Leutren y Foûwks.

Taemon perdió mucho durante La Infiltración. Mucho más que él. Celyane no fue el único erobhi que murió, también asesinaron a la erobhi de Taemon. Haeillmon se siente incómodo por un momento.

Al menos Celyane no estaba embarazado.

—Hay un portal en una cueva, a varios kilómetros, en el bosque Aura —se apresura, queriendo acortar su tiempo de estadía—. De allí vengo. El glifo-puerta opuesto está en la casa de mi contratista, en el mundo humano.

Taemon ni siquiera gira su cabeza hacia él. Cualquier otro de sus pares Obsygaar lo cuestionaría respecto de su supuesto "contratista", y él entendería su suspicacia. Ningún Obsygaar se ha preocupado jamás por sus contratistas humanos. Pero Taemon no mete sus narices donde no le incumbe. De sus hermanos, es el más reservado, el más taciturno, y definitivamente el más razonable. También el más desgraciado. Haeillmon cree que el haber poseído Los Ojos durante tanto tiempo podría haberlo vuelto "sabio", si es que la sabiduría se le es permitida a un demonio. Si Taemon fuera menos huraño, y si Haeillmon no estuviera en su lista negra, ¿podría su amistad haber prevalecido?

—No estoy al tanto —reitera su hermano, esta vez con un tono tajante—. Los demonios establecen contratos todo el tiempo y viajan al mundo humano siempre que sus capacidades se lo permitan. La casa de tu contratista no será la única con un glifo.

Taemon no parece querer agregar más a su respuesta, y Haeillmon sabe que es lo único que obtendrá de él. No es que el Obsygaar esté mintiendo, no lo hace, pero tampoco colaborará con él y él no confía lo suficiente en Taemon como para contarle sobre Miles.

—Si no ayudarás, déjame investigar en tu sectio.

Esta vez, la cabeza de Taemon vira hacia él. Aunque sea un hecho que está ciego, Haeillmon se pregunta si podrá ver de alguna otra manera. Probablemente lo haga. Es un Obsygaar después de todo.

—No tienes permitido estar aquí. Vete.

—Tus demonios tampoco tienen permitido perturbar lo que es mío.

—Los demonios no son de nadie. No los gobierno, ni me importa lo que hagan si lo hacen fuera de mi camino. Vete, Haeillmon. No te lo diré otra vez.

—Pues no me meteré en tu camino, así que supongo que no te importará lo que haga.

Taemon no agrega más, por lo que Haeillmon se da la vuelta y despega sin despedirse.

Haeillmon se ocupó de estar en la casa de Miles antes de que regresara de la universidad. Se tragó las náuseas navideñas y comenzó a trabajar en una trampa para el vigilante. Aún no destruirá el glifo. Si el cabrón vuelve a usarlo, quedará atrapado como una rata en una jaula, aunque Haeillmon tiene sus dudas sobre el hecho de que el demonio regrese. Así que también toma una muestra de la energía irradiada por el glifo en un targoth¹ para descifrar la impronta de su magia, algo similar a una huella digital. Atrapará al bastardo y lo hará hablar.

Está ideando formas de tortura cuando Miles llega. Se le cae el alma a los pies al ver su cara enrojecida y sus ojos hinchados.

Su omega estuvo llorando. Apenas sus miradas se encuentran, esas lágrimas brotan de nuevo.

Haeillmon entra en pánico. Llega a su lado en lo que dura un parpadeo y lo acobija entre sus brazos. Miles se restriega buscando su piel para obtener feromonas y calma mientras hipea, llora y moquea.

—Haeil...

—Solo dime nombres —musita, su piel erizada por el impulso alfa de proteger a su omega. Pero su omega niega con la cabeza.

—No... Me... ¡Me quitaron la beca! ¡Ya no podré continuar mis estudios!

Y llora, y llora.

Pero el alivio que siente Haeillmon es abismal. Creyó que su omega había sido ultrajado o lastimado. Suspira y besa la coronilla de Miles.

—Cuéntame qué sucedió —Lo arrastra hasta el sofá para que el omega se acomode sobre su regazo. Considerando la magnitud de su llanto, Miles se relaja con mucha facilidad en esa nueva posición, con las feromonas de Haeillmon flotando plácidamente a su alrededor.

—Fue mi culpa... —se lamenta, hecho una pequeña bola sobre sus piernas—. Es... porque tuve demasiados ausentes, por mis jodidos celos... Una de las condiciones de la beca es tener una asistencia casi perfecta, además del rendimiento académico... M-Me llamó el rector a su despacho y —el mentón de Miles se arruga y sus labios comienzan a temblar—.... me dijo que mi beca termina este año. No tengo suficiente dinero para pagar la matrícula completa. No quiero dejar Blacklaw... Tendré más oportunidades como médico si me gradúo allí, pero... es muy costosa... Y todo es mi culpa, ¡por ser un omega fallado!

—No digas eso —casi gruñe Haeillmon, odiando las consecuencias que padece su omega por haber nacido fuera de su natural ecosistema, lejos de su raza. Lejos de él—. Terminarás tus estudios en Blacklaw. Yo me encargaré de eso.

—No quiero que sobornes o le hagas algún tipo de lavaje mental a nadie... No puedo cambiar lo que soy, no puedo hacer que mi desempeño como estudiante mejore. No seré un buen médico de todas maneras —dice con la voz fina. La desdicha que emana de él es corrosiva.

—No tienes que cambiar lo que eres, omega. No hay nada malo contigo, y te lo demostraré.

—¡Pues no es lo que piensan los demás!

Miles lanza un grito ahogado cuando Haeillmon los tumba repentinamente sobre el sofá. El demonio observa su reflejo en las lágrimas que enlagunan los ojos violetas de su contratista y siente otro pinchazo de reconocimiento en ellos. ¿Es porque se trata de su pareja o... hay otra cosa?

Un pensamiento atraviesa como un rayo todos sus datos reunidos y conjeturas, convirtiéndolos en una brocheta muy interesante. ¿Puede ser que haya conocido a sus progenitores? Aunque el color de ojos de Miles sea poco común entre los humanos, no lo es entre los demonios. Ha conocido a demonios con esos ojos. Como Taemon.

A Haeillmon se le cae la mandíbula.

No. Sería una estupidez pensar eso. No es posible. Pero su boca se mueve de todas maneras.

—¿Cuántos años tienes? —pregunta inopinadamente. Por cada segundo que pasa analizando los detalles de Miles, su teoría gana fuerza. Ellos... son muy similares. No solo en el color de ojos y el cabello. La piel y la forma de su nariz, incluso sus expresiones cuando se siente malhadado guardan una semejanza significativa.

El semblante del omega es el de alguien muy confundido, naturalmente. Alguien no arroja a otro al sofá y lo acorrala con rijosas y depredadoras intenciones para luego preguntar por su edad con la cara tiesa, (a no ser que quiera resguardarse de cometer un delito), y claramente los demonios son la antítesis de la ley.

—¿Qué diablos tienen con mi edad? ¡Tengo veintiúno! ¿Y tú, cuántos? ¿El tiempo siquiera existía cuando naciste?

—¿Veintiúno?

Es una locura que de alguna manera coincide en el rompecabezas de "la identidad secreta de Miles".

Su madre biológica lo dio a unos brujos después de parir, madre que presuntamente es un demonio.

Sus padres adoptivos pertenecían a un aquelarre poderoso y lo encubrieron desde niño. Un niño que veía demonios a su alrededor.

Además, su biología omega es altamente compatible con su biología alfa. Una compatibilidad que Haeillmon jamás ha sentido con otro demonio, ni siquiera con un erobhi.

Un sudor frío rueda por su nuca mientras sigue reuniendo las piezas.

Hay un portal en la casa que lleva al sectio de Taemon, pero Taemon parece completamente ajeno a ello.

¿Podría ser posible? No, de seguro está flipando. La puta Navidad le está jodiendo el cerebro y comienza a imaginar cosas surrealistas. Porque si eso fuera verdad...

Los ojos de Haeillmon acaban formando una circunferencia cuando agrega otra pieza al rompecabezas.

Miles es un demonio, pero no siente molestias por la Navidad. Todos los demonios se retuercen de dolor en diciembre. Entonces, Miles es un demonio... a medias.

Traga saliva.

En el jardín de Taemon, se encontró con las efigies de sus dos leales subditos, pero no la de su erobhi. Por supuesto que no estaría allí, Adamerys cayó en la Garganta de Mefiz-Tofe luego de ser capturada y lanzada allí por una paloma durante La Infiltración. Por eso su cuerpo jamás fue recuperado. Todo el que cae en la Garganta de Mefiz-Tofe es literalmente triturado en cuerpo y alma. Entonces, nadie vio el cuerpo, solo dieron por sentado que Adamerys, y su hijo nonato, murieron de la peor manera posible. Eso fue hace poco más de veinte años.

Solo Taemon los buscó hasta que el agotamiento extremo y el dolor deterioraron parte de su alma, lo que a su vez promovió el deterioro de Los Ojos y comenzó a perderlos gradualmente.

Jamás lo halló. En algún momento, aceptó que su erobhi y su hijo habían muerto en medio de una tortura.

Lo trae al presente el toque delicado de la mano de Miles en su mejilla.

—¿Haeil? ¿Qué sucede?

—Romperé nuestro contrato.

Miles abre la boca, luego la cierra, anulando lo que sea que fuera a decir. Pero Haeillmon detecta la angustia en cada movimiento de sus músculos faciales, en el tenor de sus ojos, en la caída de su energía vital. En su aroma.

—Vale. Entonces tú también vas a abandonarme. Lo entiendo —asume con la voz rota—. Ni siquiera mi alma es un negocio lo suficientemente bueno.

A Haeillmon eso lo enfurece y lo aparta momentaneamente de su increíble teoría. Le reconcome que Miles no oiga a su omega y que deshonre a su alfa. Por eso gruñe con fiereza y muestra sus colmillos, dejando que el alfa se asome para que el omega, tan olvidado, tan rezagado, salga a la luz.

Miles se retuerce y se queja, lo apabulla el aroma que desprende y sus ojos rojos refulgentes como el fuego, lo asusta el gruñido pero a su vez lo despierta, y responde girándose para darle la espalda, su pecho contra el sofá. Su aroma dulce llena la habitación y Haeillmon observa con el corazón acelerado la nuca roja e inflamada bajo su collar protector, llamando a la mordida.

La mordida de su alfa.

—Un alfa jamás abandona a su omega —le dice con suavidad y mucha claridad al oído.

Siente el culo de Miles buscando hacia arriba en su lordosis omega. Haeillmon baja las caderas para darle lo que quiere: su polla. Miles canta un gemido al sentir la dureza entre sus nalgas y se frota vehementemente contra ella. Uno de sus mechones negros se escurre como la tinta entre los dedos de Haeillmon, cuya mano desciende luego al collar para quitarlo del camino. Miles no hace nada por evitarlo, por el contrario, apoya su frente contra la almohada y muestra su nuca pulsante. Se estremece cuando la lengua tórrida de Haeillmon pasa por ahí.

Haeillmon se pierde en el sabor del sudor almibarado que rezuma de sus poros. Anhela morder y hacer real lo que está destinado a serlo.

—Escúchame bien, omega... —susurra contra su piel erizada—. Terminarás la universidad, como tú deseas, y luego te llevaré conmigo y te haré mío. Completamente mío. No habrá ínfimos contratos entre nosotros. ¿Crees que sería un alfa tan frívolo? —inquiere, sonando casi dolido—. No tienes ni idea de lo que significa atrapar a un Obsygaar...

Miles gira su cabeza lo suficiente como para mirarlo por el rabillo de su ojo izquierdo, nublado por la necesidad.

—No sé... No sé de qué hablas...

—Pues solo oye a tu omega y lo entenderás.

Miles lo mira con un popurrí de susto, desconfianza, esperanza y deseo. Haeillmon puede sentir esas emociones en su propia piel.

—¿Y si solo me estás mintiendo?

Haeillmon retiene otro gruñido y también su frustración. Debe entenderlo y darle su tiempo. Puede que los demonios no apliquen la compasión y la paciencia en su día a día, pero la situación cambia cuando el receptor de ellas es su pareja.

El único dios de un demonio alfa es su omega.

—Haré lo que sea para demostrarte mi sinceridad, aún si eso me hace menos demoníaco.

Miles esboza una sonrisa tímida, a la que luego se le une la de Haeillmon, quien le da la vuelta en el sofá, desarmando su posición receptiva para besarlo con ganas. Miles se relaja y le deja entrar en su boca, y un poco también en su corazón. Lo abraza por el cuello para atraerlo y atraparlo, así como Haeillmon aseguró.

—Haeil... —dice entre besos.

—¿Mh?

—Alan... me propuso ser mi compañero de celo.

Haeillmon se queda rígido. Se observan mutuamente, la tensión creando un espacio incómodo e imantado entre ellos.

Se aparta de Miles, su mandíbula apretada luce incongruente con sus movimientos calmos.

—Felicidades —dice con sequedad—. Entonces tampoco hay una razón para que nuestro contrato continúe.

Haeillmon tiene la mente revuelta. Ni hablar de la bestia en su interior, que revive el dolor que sintió aquella vez hace dos décadas, cuando Celyane lo apuñaló por la espalda.

No compara a Miles con Celyane. Ellos no son iguales, así como no es igual el calibre de la atracción que lo une a Miles que lo que experimentó en su momento con su difunto erobhi. Siente... qué podría llegar a caer muy fuerte por este omega. Mucho más profundo que cuando Celyane botó su corazón al abismo. No es que le dé miedo perderse para siempre, ya ha navegado por mareas turbias por mucho tiempo. Esta vez, siente vértigo.

Quiere renacer.

Quería que Miles lo ayudara a hacerlo.

Se levanta del sofá, intentando organizar sus ideas y calmar su temple. Si su omega piensa en otros alfas, es porque él no está siendo lo suficientemente bueno. Debe intentarlo mejor. No es culpa de Miles. Solo suya.

Miles lo sujeta del pantalón.

—Pero yo... quiero hacerlo contigo. —dice, tímido pero seguro—. Quiero... darte mi virginidad.

♡♡♡

(1) Targoth: pequeña bolsa mágica portable que se utiliza como contenedor de una gran variedad de cosas, desde herramientas mágicas hasta almas. A pesar de su tamaño, su capacidad es prácticamente ilimitada.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top