33 ⫸Un año después

—¡No te vayas, perra! —protestó Mar cuando intenté levantarme de nuestra mesa en la cafetería de siempre.

—Tengo cosas que hacer.

—Mentirosa. Irás a encerrarte.

Me obligó a volver al asiento.

—Déjala en paz —dijo Vi en lo que terminaba su batido de helado y pedía otro—. Si quiere irse es porque la tienes agotada. No paras de hablar, ¿sabes?

—¡Calla! —espetó Mar y me dedicó un puchero—. ¿Vienes a la fiesta hoy?

—No me voy a perder mi fiesta de graduación. —Logré que me soltara el brazo—. Pienso ir a todas las que hagan por las próximas dos semanas, pero ahora me voy a casa.

—Aguafiestas —refunfuñó Mar mientras besé a Vi en la frente para despedirme.

—No lleguen tarde —advertí antes de atravesar la cafetería y salir a la calle.

En la avenida principal encontré la parada de autobuses. Faltaban cinco minutos para el mío y decidí contestarle a mamá que me había llamado a mitad de la ceremonia de graduación.

*Mamá: ¿Me puedes enviar fotos?

Decidí llamarla como primer intento y cuando perdía la esperanza de que contestara, lo hizo.

—¿Cómo fue todo? —preguntó sin darme tiempo a saber si estaba ocupada.

—Bien, no me caí subiendo a recibir el diploma —me burlé.

—¿Tienes fotos? ¿Puedes enviármelas?

—Mamá, te las voy a enseñar cuando nos veamos, no seas pesada.

—Nunca me quieres enseñar nada —protestó y sentí voces al fondo, la estaban llamando.

—Hablamos más tarde.

—No, puedo decirles...

—Ve a trabajar, no te preocupes.

Un silencio le acompañó a mi declaración.

—Lo siento —murmuró—. Lamento no haber podido cambiar el turno para estar en tu graduación.

—Es un estúpido diploma y la ceremonia me dio sueño —la tranquilicé.

—A tu padre le habría gustado que fuéramos.

—Papá habría disfrutado más de cenar pizza después de la ceremonia.

Dejó salir una risa baja.

—Tienes razón.

—Entonces nos vemos para comer pizza. Es viernes y voy a salir.

—No bebas de más.

—Pienso emborracharme, prepárame algo para la resaca.

No permití que protestara, alegando la llegada del autobús.

—Mañana nos vemos. Te quiero.

Colgué y subí de última en la corta fila. No me detuve hasta llegar a los asientos del fondo. Tenía un mensaje al sentarme.

*Mamá: Ten cuidado. Te quiero.

Sonreí y puse algo de música para distraerme en el camino.

Me quedaban dos semanas de vacaciones antes de empezar a trabajar. A diferencia del resto de mis compañeros, apliqué a un programa de pasantías en la filmación de una película y gané el puesto. Pasaría un mes entero al sur del continente para moverme con el equipo de grabación.

Era un reto al que le temía, pero me había esforzado tanto para conseguirlo que mientras más se acercaba, más deseaba que las horas pasaran a toda velocidad. Por eso quería aprovechar cada día restante, sin embargo, esa tarde necesitaba tiempo para mí.

El apartamento que compartía con Mar y Vi, mis únicas amigas, desde principios de año, estaba a treinta minutos de la zona universitaria, en un barrio complicado que las tres conocíamos. No era seguro, pero vivir en Prakt significaba conocer las reglas si querías sobrevivir o ser de clase alta y residir en un lugar decente de la ciudad.

Seis pisos después y agitada como si acabara de correr un maratón, llegué a casa. Un espacio pequeño con tres habitaciones y un baño compartido. Era un desastre porque ninguna de las tres aprendía la lección de conservar el orden y todo estaba fuera de lugar. Mi habitación era la peor de todas y planeaba, como cada final de curso en mi vida, recoger y dejarla brillante.

La música continuó, saliendo del ordenador sobre mi pequeño escritorio en vez de los audífonos. Y me concentré en ordenar la ropa sucia para lavar el domingo en casa de mamá.

A consciencia, había pasado el día con la mente ocupada, sin dedicarme a pensar demasiado y esperando que la noche llegara para que la fiesta se tragara aquellas veinticuatro horas. Iba bien hasta que la lista de reproducción decidió caer en Ace of Spades de Motörhead, como si alguien la hubiese puesto a propósito.

Me detuve, acuclillada en el piso, intentando alcanzar una camiseta que creía perdida y había estado todo ese tiempo bajo la cama.

Pude escuchar como él cantaba en lo que conducía. Sus golpes sobre el timón y la sonrisa, la que no veía desde hace un año. Trescientos sesenta y cinco días desde aquella despedida en la playa.

Abandoné la cacería de la camiseta y me quedé sentada, con la cabeza apoyada en el colchón, mirando la esquina opuesta donde se encontraba el librero de siempre, con mis libros de la adolescencia y los dos o tres que había comprado ese año.

Dejé que la canción sonara, intentado no recordar aquellas semanas, solo ese fugaz momento en lo que él conducía por la carretera cerca de la costa norte y en dirección a casa de mi tía, en el que una despedida no dolió, fue divertida, casi un mal sueño, muy diferente a la que tuvimos en la playa.

Cuando terminó la canción, me puse de pie y pausé la música. No me detuve hasta llegar al librero, el único espacio recogido y limpio de la habitación, posiblemente de la casa. Saqué el conocido primer tomo de su saga, siempre a la vista y en un lugar privilegiado. Regresé a sentarme en el suelo, con la espalda recostada a la cama y miré la sinopsis, la cubierta, lo toqué como si hacerlo pudiera convocarlo.

Sonreí cuando me acomodé el cabello detrás de la oreja y me encontré con algo húmedo en mi mejilla. Una lágrima silenciosa se me había escapado en algún momento y empapaba mi dedo anular, el que recuperara su uña, pero tenía una cicatriz y portaba el anillo que me regalara.

Sorbí por la nariz e imaginé lo que se burlaría de mí al verme tan sentimental, lo que diría.

"Hasta lloras por mí, Dakota, te traigo mal".

Sí, eso diría y yo le habría lanzado lo primero que tuviera a mi alcance, nunca el libro. Quizás lo habría obligado a recoger mi habitación como una vez hizo o a lavar mi ropa.

Abrí el libro y miré la primera página, la primera línea.

Skyler, Skyler no sabía lo que era el mundo hasta que la conoció a ella.

Definitivamente, la limpieza quedaría para otro día porque pensaba leer sin importar lo que protestarán Mar y Vi por los momentos que escogía para hundirme en la lectura. A fin de cuentas, nunca era mal momento para releer tu libro favorito.



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A @maariiluu0 que fue la última a la que le pude dedicar personalmente. Es para ti, linda.

Siempre recuerden que lo que hago es para ustedes y pierdo muchos de sus mensajes para dedicatorias. Sin embargo, escribiré muchos libros y habrá muchas más dedicatorias.

⫷⫸

Sigan leyendo, champiñones...

💋🍄

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