16 ⫸¿Por qué?

Skyler POV

Tonterías. Eso era lo que hablaban los hombres a mi alrededor mientras fumaban sus puros traídos de Cuba, como regalo de unos de los que se sentaba a la mesa de caoba oscura del bar privado al que me habían invitado.

Los vasos de whisky descansaban frente a los seis hombres que me rodeaban, pero yo solo bebía de la botella de agua que había abierto con mis propias manos. No me atrevía a tocar algo en un lugar público sin ver de donde salía, no iba a cometer errores de novato por estar confiando en la seguridad que creía haber construido.

Nubia, a mi lado, tampoco bebía, pero le gustaban los puros, mientras más extravagantes fueran sus precios, mejor. Era de sus aficiones de "gente adinerada", así acostumbraba a llamarles. Ella tenía demasiadas de ese tipo, como armar una semana de la moda en una ciudad como aquella para que fuera solo suya.

—¿Qué tal la nueva chica? —preguntó Nubia por lo bajo para que el resto de la mesa no se enterara de qué poco nos importaba las nuevas medidas de la península con respecto a los impuestos.

—¿Cuál chica?

—Tu asistente.

Resistí el primer impulso de removerme en el lugar para sentarme más cómodo. Era la décima vez en la noche que evitaba hacerlo con tal de no demostrar que mi cabeza iba a toda velocidad, por mostrarme impasible.

—No lo sé —dije sin mirarla—. Trabaja directamente con Mario.

—Pero la trajiste aquí.

—Necesitaba una asistente. No podía traer a Mario y dejarla a ella como responsable del hotel y Palermo. Lleva menos de dos meses con nosotros y no creo que sea capaz de manejarse ni con tres años.

—No me pareció lo mismo cuando estaba hablando con Angelo Russo en la cena de ayer.

Tuve que ceder al peso de su mirada, una en la que nos comunicamos como sabíamos hacer porque ella ya era una mujer cuando yo cumplí la mayoría de edad. Que se viera de veinte no le quitaban sus treinta y tantos años o su experiencia.

—¿Qué estás planeando? —preguntó.

Ella sabía que Dakota estaría involucrada, no tenía que explicarle de más, solo lo necesario.

—Voy a encontrar a las personas que pusieron la bomba.

—¿Y después?

—Les sacaré toda la información posible y les pondré una bala entre las cejas.

—¿Y después?

—Buscaré a sus jefes y los jefes de sus jefes y quien verdaderamente esté detrás de todo esto —mascullé porque la sangre empezaba a hervirme en las venas al recordar a esa chica muerta en el Riddle Club.

—¿Los Russo?

—O quien sea.

—Cuidado, chico. —Siempre me trataba como a un niño, pero me respetaba—. ¿Estás seguro de que quieres encontrar culpables?

—Di paz, hicimos un trato. Quien sea que esté detrás de esto, lo está violando. Pienso quitarle la máscara y acabar con todo el que se interponga en mi camino.

—¿Y crees que eso te dará alguna satisfacción?

—Quiero justicia.

—¿Eso es lo que realmente necesitas?

Me quedé en silencio, consumido por las risas que recorrieron a los que me rodeaban. No sabía qué necesitaba. La verdad era que llevaba meses sintiéndome vacío, sin propósito, a la deriva. Al enterarme de esa chica, de ese asesinato, el calor volvió a mi pecho, sentí que había algo que hacer y aun así lo que se agitaba en mi interior me decía que nada de lo que hiciera para encontrar a los culpables sería suficiente.

—Un día a la vez, Nubia. Tú me enseñaste eso —dije para no agobiarme—. De nada vale pensar en el tramo por correr si no has doblado la esquina para ver qué encontrarás.

Nubia dio un asentimiento en señal de respeto justo cuando Fabriccio se acercó a mí. Se inclinó para hablarme al oído, con elegancia y manteniendo la privacidad. Las palabras que pronunció fueron suficientes para que mi farsa, la de estar quieto para no demostrar emoción alguna y mantener los pensamientos hundidos en lo más profundo de mi pecho, se rompiera de un segundo a otro.

⫷⫸

Dakota POV

La noche en Catania no tenía nada que ver con los calurosos días. La temperatura bajaba y el vestido que llevaba se sentía poco. Angelo lo notó en lo que recorríamos la ciudad y me prestó su chaqueta, incluso se ofreció a comprarme unos zapatos, pero la verdad era que no lo necesitaba. Skyler los había escogido y tenía un arte para encontrar los que hacían lucir las piernas, bonitos, sin dejar de ser cómodos.

La música en el auto era baja y permitía que mantuviéramos una conversación. Esperé que fuera desagradable, que quizás se centrara en tirarse encima de mí, pero me sorprendió. Realmente me habló de la ciudad, era la primera persona, después de Mario, que me mostraba lugares que no conocía. Hubo un momento en que me sentí mal porque me habría encantado que fuera Skyler quien lo hiciera.

Estaba dentro de mi libro favorito, viendo lo que me había imaginado a través de las palabras. Mis ojos le daban color a lo que Shinavi había relatado y no era él, no era Skyler quien me lo estaba mostrando.

Traté de concentrarme en Angelo y de disfrutar el momento con la mente alerta a cualquier oportunidad para encontrar un camino hacia la información que necesitábamos sin levantar sospechas.

Durante el paseo no sucedió y la parada que hicimos frente a un club con neones que adornaban la fachada, me dije que la noche sería larga y solo debía ser paciente.

Era otro edificio del mismo estilo de siglos anteriores como el resto de la ciudad, pero el club era bajo el nivel de la calle. Un lugar subterráneo al que entramos para encontrar una gran pista de baile dos pisos más abajo. Al fondo del salón, el DJ animaba a la multitud y variaba los géneros musicales, haciendo que jamás se parara la euforia de los fiesteros, que aumentara con cada canción que se enzarzaba con la siguiente.

Como era de esperar, Angelo tenía un reservado en la zona VIP, pero no me dejó acomodarme.

—¿Crees que te traje aquí para que estuvieras sentada y aburrida como en esa cena y en el desfile? —Rio al verme sin palabras y me brindó la mano—. Vamos a vivir la noche de Catania.

Lo valoré. Era una elección más que me llevaría a uno u otro camino. Cada pequeña decisión contaba. Quería que él viera que mi interés por estar allí era real, por estar con él.

—Bien... pero quiero una cerveza normal porque estoy harta de ver bebidas caras pasando delante de mí.

Caminamos para bajar a la pista de baile.

—Si quieres una piscina de cerveza, haré que la llenen ahora mismo —gritó por encima del sonido ensordecedor de la música.

Reí y lo hice con ganas. Por primera vez quise sentir un poco de libertad en el lugar en que me sentía encerrada. No iba a perder mi objetivo, tomaría una cerveza y ya, pero, como cada vez que dije eso en mi vida, fue un engaño.

Cuando me di cuenta estaba dándolo todo en la pista, con Angelo a mi lado, animándome y divirtiéndose de la misma manera. Una cerveza me hizo olvidar los músculos adoloridos por el ejercicio de días anteriores. Dos me recordaron que sabía bailar y hace mucho no lo hacía. La tercera borró de mi mente que tenía puesto un vestido de más de mil euros y enrollé en mi cintura la cola que rodaba por el suelo y me impedía moverme a mi gusto.

Dos horas más tarde y sin decir palabras, Angelo y yo éramos uno bailando. Era extraño, distinto a lo que habría esperado. El alcohol en mis venas no me tenía borracha, solo liberada y feliz, hasta que el cansancio me invadió y los dos estuvimos de acuerdo en tomar un descanso.

Ya me había quitado los zapatos, mi pelo estaba suelto y se me pagaba a la espalda y los hombros por el sudor.

Trajeron botellas de agua, selladas, como todo lo que había consumido en la noche. No era tan estúpida para caer en la trampa básica de la protagonista a la que drogaban y tenía que ser salvada. Dudaba que alguien pudiera salvarme, me tocaba hacerlo por mí misma al tomar precauciones extra, aunque Angelo parecía más entretenido en pasarla bien que en poner algo en mi cerveza.

Le gustaban las fiestas porque vivir de una a otra hacía enojar a su padre y era la mayor atención que había obtenido de él. Se escondía detrás de aquella ropa colorida, las noches de droga y placer, todo con tal de compensar la falta de amor que había tenido en su vida.

Chocó su botella de agua con la mía para brindar.

—Parecer ser la asistente de el cara de culo de Moretti sabes como pasarla bien —dijo al acomodarse en el amplio sofá del salón VIP con vista privilegiada a la pista de baile.

Me encogí de hombros y el agua me llenó de vida. Bajé la botella de dos largos tragos y antes de que la pusiera sobre la mesa hubo otra para reemplazarla. Angelo estaba pendiente de cada uno de mis movimientos.

—Trabajo para él, no soy él —aclaré.

El Skyler de aquel lugar era insoportable. La cerveza en mis venas me daba una lista de razones por las que había sido una locura que me enamorara de un personaje literario como él mientras leía miles de páginas escritas por Shinavi.

—Me alegra, porque si fuera como él, a esta altura tendrías una pistola apuntando a mi frente.

Fingí atragantarme y soltó una carcajada.

—Los dos sabemos que no le gusto y él tampoco a mí... También sabes que sería capaz de hacerlo.

No aparté la mirada de su rostro que se iluminaba con distintas tonalidades de rosa, rojo y violeta proveniente de las luces danzantes del club. El brillante en su colmillo destelló cuando me dio una sonrisa ladeada.

Tenía que escoger el papel que debía jugar y el de la dama dulce y engañada por su jefe no era el más inteligente.

—No sé de qué hablas.

—¿Segura?

No contesté y se deslizó por el sofá semicircular. Mantuvo una distancia bien calculada para no asustarme.

—Podemos ser sinceros y seguir divirtiéndonos o jugar como más te guste.

Ladeé la cabeza.

—Lo segundo suena entretenido, pero no sé qué quieres que acepte para que seamos sinceros.

—Los dos sabemos que Skyler Moretti es más que el dueño de un cuarto de Palermo y, aunque lleves poco con él, sabes muy bien que me refiero a todos esos "entretenimientos" extra a los que se dedicaba hasta hace un año.

—Lo que no sé es por qué hablamos de esto.

—Estar aquí te puede meter en muchos problemas, ¿no es cierto?

—No me...

—A Skyler no le gusta que se acerquen a sus... juguetes.

Alcé una ceja.

—¿A eso te referías con jugar? ¿Crees que vas a jugar conmigo?

Arrugó el entrecejo.

—Solo si me dejas.

—No soy nada de Skyler —aclaré—. Te has llevado la idea equivocada.

Con los ojos en la botella de agua en su mano murmuró:

—Cierto. Todo para él es un secreto... como mi hermana.

—¿La señorita Alicia?

No contestó, pero pasó u brazo por detrás de mí, sin tocarme, acortando la distancia entre nosotros. El olor a su perfume se agitó y mezcló con el mío.

—No me importa que estés con él si no tienes miedo a las consecuencias de estar aquí conmigo.

Angelo tenía montada una película en su mente y quizás debía seguirle la corriente.

—Soy dueña de mis decisiones —aseguré—. Hoy puedo estar aquí, mañana voltear la cara cuando te vea. No sabía que me habías invitado a recorrer la ciudad porque quisieras hablar de mi trabajo.

—¿Qué tengo que hacer para que no voltees la cara? —preguntó sin darle importancia a lo que acababa de decirle.

—¿No hablarme de trabajo en mi noche libre? —me burlé.

Se mordió el labio.

—Los dos sabemos que ahora mismo estás trabajando.

Traté de no mover un músculo.

—Puede que no sea tan inteligente y frío como Moretti, pero no soy estúpido. Eres su mascota nueva.

Tragué con dificultad. Mi tolerancia era muy baja para hacer un trabajo como ese. El orgullo ganaba y me entraban ganas de gritarle que no era la mascota de nadie.

—Por alguna razón —continuó—, las personas que se meten a la cama de ese terminan haciendo lo que él dice, se vuelven marionetas. —Torció los labios—. Puede que sea bueno follando o tan buen manipulador que te haga creer que nada será mejor de lo que él puede darte... Eso fue lo que le hizo creer a mi hermana.

Yo sabía que no era verdad, no todo. Skyler era un excelente manipulador, pero no había usado a Alicia... ¿o sí? ¿Me estaba usando o jugando con mi mente, sin dejarme saber cuando fingía o era sincero? Ya había perdido la cuenta de las veces en que me había ilusionado en los últimos días.

—Angelo... Preferiría no hablar de trabajo o de Sky... de mi jefe.

—Y yo preferiría que me dijeras lo que quieres de mí y que después hicieras lo que gustes con eso. —Pellizcó su labio inferior con los dedos—. Ya te dije, no soy tan listo, pero no estúpido. Pregunta lo que quieres saber y puede que te lo dé a cambio de algo.

—¿Algo?

—Nada es gratis en esta tierra —se burló.

Decisiones. Camino corto y suicida o camino largo que me mantuviera en aquella tortura sin saber qué obtendría a cambio. En la peor de las circunstancias, Angelo podría matarme, pero ¿qué pasaría si lo hacía? ¿Despertaría en el sofá de Shinavi y saldría del libro? Si fuera así, estaba dispuesta a pegarme un tiro en ese momento.

Camino corto y suicida.

—¿Quién puso esa bomba en el Riddle Club?

Vaffanculo —masculló—. Acabo de perder una apuesta conmigo mismo.

—¿Cuál?

Rio por lo bajo.

—Sobre lo que él quería saber.

Presioné los labios hasta que me dolieron.

—¿Hay más cosas que deba saber?

Abrió mucho los ojos y sonrió.

—Demasiadas, mi querida princesa Moretti.

—¿Cómo cuáles?

Negó repetidas veces con el movimiento del dedo índice. Me percaté de que llevaba tatuajes en cada uno, simulando anillos, la piel llena de pequeños símbolos.

—Dije una cosa a cambio de otra, no la lista larga de problemas con los que Moretti está lidiando y los que están por venir.

Me lo estaba diciendo a propósito, para ponerme nerviosa y desestabilizarme. Sabía muy bien que yo le pasaría esa información a Skyler.

Estaba a punto de hablar nuevamente cuando uno de sus guardaespaldas se acercó a nosotros para decirle algo al oído. Angelo se vio satisfecho y negó. El hombre insistió, se veía preocupado y dispuesto a objetar, pero su jefe dio una clara orden y no le quedó más opción que volver a su lugar cerca de la pared.

—Entonces —dijo Angelo como si la interrupción no hubiese sucedido—. ¿Hacemos un intercambio?

Me ladeé y acomodé frente a él.

—¿Qué quieres de mí?

—Una cena en un lindo restaurante de Palermo.

Me pareció escuchar mal. De los cinco hombres con los que me había relacionado, dos quería comer conmigo: Mario y Angelo. Uno era un pedófilo de mierda y con suerte no tendría que volver a dirigirle la palabra: el señor Russo. Fabriccio me castigaba en el gimnasio y Skyler... él me ignoraba. Habría preferido mil veces ir a cenar con Nubia D'Angelo, incluso con Alicia, antes de hacerlo con el hombre frente a mí.

—¿Eso es todo? —Era demasiado sencillo.

—No creo que esté pidiendo mucho.

—¿Una cena? ¿Nada de espiar a Skyler o darte información?

—No lo harías, al final me traicionarías.

—Si lo sabes, ¿por qué tratarías de cenar conmigo? ¿Quieres convencerme? —me burlé.

—Me gustas.

Fue mi turno de reír.

—Te gusto porque... trabajo con Skyler —dije sin descubrir cartas.

No iba a decir si tenía alguna relación física o sentimental con Skyler. Lo dejaba a la imaginación de Angelo.

—Al principio, sí —confesó—. Ahora me pareces interesante, tanto como para darte información delicada sobre la bomba que pusieron en ese club. ¿No te parece suficiente prueba de mi interés en ti?

—¿Quién me dice que no mentirás?

—Será muy fácil comprobarlo. El de la cara rajada sabe cómo sacar información de debajo de las piedras si tiene un hilo para seguir.

Hablaba de Fabriccio y no me gustó que se refiriera a él de esa manera por su cicatriz, aunque Angelo parecía ponerle motes a todos.

—¿Tenemos trato o no? —insistió.

No perdía nada. La verdad era que en aquel lugar podía perder muy poco.

—Si lo que me dices es cierto y puedo comprobarlo para dar con los que mataron a esa chica... Sí, es un trato.

La sonrisa de Angelo se hizo más amplia, pero no tuvo tiempo a decir nada. Se escuchó el sonido de un arma y me quedé sin aire cuando la punta de una pistola se apoyó en la sien del hombre frente a mí.

—No hay ningún trato que hacer con mi empleada —dijo la voz grave de Skyler.

Apenas pude moverme para ver su cara llena de odio. Su mano no temblaba, pero yo veía aquel fuego chisporrotear en sus ojos a pesar de la oscuridad y las luces de colores.

—Dije que no se movieran —ordenó Angelo cuando sus dos escoltas quisieron intervenir.

El corazón me quería estallar en el pecho.

—Sky...

—Cállate —espetó él sin dejar de mirar a Angelo que se veía más que satisfecho.

—¿Así dejas que te trate? —me preguntó el Russo con sorna—. No me parece justo cuando tú eres tan buena haciendo tu trabajo.

Skyler apretó el arma contra la cabeza del hombre frente a mí, pero eso no le borró la sonrisa del rostro.

—No te vuelvas a acercar a ella, ¿entendido? —La voz de Skyler me hizo estremecer, no por el frío que calaba mis huesos por el aire acondicionado y el sudor que se secaba en mi piel, sino por miedo.

—Moretti, las personas tienen libre albedrío —continuó Angelo como si nada amenazara su vida—. Si la querida Dakota quiere estar aquí, debe haber una razón.

Skyler me miró y supe lo que analizaba. Mi vestido era un desastre, mi cabello, seguramente el maquillaje. Algo en su mirada cambió y le hizo bajar el arma. Angelo desapareció de su radar y fue a mí a quien habló con un tono más suave.

—Nos vamos.

Supe que debía obedecer y me puse de pie. Por suerte, la cerveza no me había afectado y estaba descalza para caminar con mayor seguridad, aunque las piernas me temblaban.

—Te vuelvo a ver cerca de ella —escuché decir a Skyler— y lamentarás haber nacido.

Miré sobre el hombro para ver como Angelo reía y me miraba a los ojos.

—Hasta la próxima, princesa Moretti.

La mano de Skyler se tensó, la que sostenía el arma, pero de igual forma le dio la espalda al Russo y me tomó del brazo para salir del club.

⫷⫸

No hubo palabras para elogiar mi acercamiento a Angelo Russo mientras viajábamos al hotel con Fabriccio al volante. Gané silencio de Skyler que miraba por la ventanilla hacia la ciudad, tranquila a las tres de la madrugada. Fabriccio solo me había dado una mirada reprobatoria.

Llegamos al hotel y caminé junto a Skyler hacia el elevador. Impidió que entrara primero, lo hizo él y con solo ponerse de puntillas alcanzó lo que reconocí como la cámara de seguridad, la arrancó y me obligó a entrar. Sostuve la respiración por su brusquedad y pegué la espalda a la pared para poner distancia. Presionó nuestro piso y cuando se cerraron las puertas, golpeó el botón que detenía el antiguo elevador y nos detuvimos entre un piso y otro.

—¿Qué cojones creíste que estabas haciendo? —espetó a la vez que golpeaba la pared metálica a mi espalda.

Me asusté y un montón de recuerdos que nada tenían que ver con él vinieron a mi mente. Discusiones violentas con mi ex que ya nunca recordaba porque había pasado un año trabajando en dejarlo todo atrás.

—¿Por qué te fuiste con él? —insistió con la misma ira contenida.

—Se supone... —Estaba jadeando—. Tengo que sacarle información —dije sin darme oportunidad de mostrar debilidad—. Estaba trabajando. ¿Por qué demonios me gritas?

—¡Grito cuando me dé la gana de hacerlo!

—¡¿Entonces por qué dices que yo soy una loca cuando lo hago?!

Se acercó a mí y me acorraló en la esquina del pequeño espacio. Su respiración helada caía sobre mi rostro.

—Te fuiste con él —dijo, entre dientes.

—Sí. Hice lo que se supone que tengo que hacer: averiguar quién puso esa maldita bomba y estaba a punto de...

—Hiciste algo sin consultarme.

Mis explicaciones le importaban poco.

—No sabía que tenía que pedir permiso para...

—Quedamos en que vendrías al hotel y que nuestro siguiente movimiento sería a finales de la semana.

—Ni tan siquiera fuiste tú quien me dijo que viniera al hotel —reclamé porque ya estaba harta de que solo me hablara cuando le hacía falta o para discutir.

—Fue una orden mía y lo sabes muy bien.

—Pues te habrías tomado el trabajo de decírmelo a la cara. Eso y que no tengo permitido hacer mi trabajo si no es porque tú lo mandas, en el segundo que lo mandas y cuando te sale de...

—¡Cállate!

Le pegué con fuerza en el pecho porque no iba a permitir que me siguiera gritando, para que se alejara de mí. Nada sucedió, ni tan siquiera se movió un milímetro.

—¿Tienes idea de con quién te estás metiendo? —preguntó sin darle importancia a mi segundo golpe—. ¿Tienes idea de qué era ese lugar?

—Sí. No soy tan idiota como parezco y de tu pequeño mundo conozco mucho más de lo que crees.

—Pues demuestras todo lo contrario al meterte a ese club.

Mis dientes chirriaron.

—No sé por qué te importa tanto si en el puto baile querías que se la chupara al asqueroso de Russo.

—No es lo mismo.

—Sí, lo es, solo que ahora no seguí tus órdenes y no puedes soportar que alguien haga las cosas por su cuenta sin llevarte el crédito de ser el cerebro brillante de cualquier...

—¡Lo que no puedo soportar es que pensé que ese hijo de puta te había secuestrado! —bramó y supe que sus palabras habían salido de una parte muy oscura donde habitaba el miedo y Skyler Moretti no era un hombre que sintiera miedo.

—Yo...

—En ese club drogan y abusan de las personas. Angelo Russo no es de ese tipo, pero tú desapareciste, no te vieron, nadie sabía nada y tuve que barrer media Catania para descubrir que estabas en ese lugar donde...

Se tragó las palabras que iban montándose una encima de la otra por la impotencia con que hablaba. Sus manos, cada una a los lados de mi cara, se cerraron en puño y el metal crujió bajo ellos. Era su manera de controlar lo que estaba sintiendo y eso era todo lo contrario a lo que yo necesitaba. No quería un Skyler tragando sus sentimientos, sino que los mostrara, por oscuros que fueran. Solo la oscuridad podía traer a flote la luz.

—¿Por qué? —pregunté—. ¿Por qué te preocupaba tanto que me hubiesen secuestrado, que me...?

No pude terminar. Estaba agitada y confundida, tratando de controlar mi respiración, acoplarla a la suya, que era un desastre, pero al menos marcaba un ritmo.

Se había deshecho del bonito saco negro. La camisa del mismo color estaba estrujada, con tres botones sueltos, arrancados, como si los hubiese sacado con demasiada fuerza, las mangas estaban dobladas por debajo del codo y en el cinturón llevaba el arma.

Su pelo era un desastre. Sus ojos eran como mercurio con un extraño brillo arremolinándose en ellos bajo la sombra de sus cejas y esa expresión asesina que me helaba la sangre, sin embargo...

Lo tomé del cuello de la camisa y pegué su rostro al mío.

—¿Dime por qué te preocupaba tanto? —insistí a centímetros de sus labios.

Dudó. Abrió la boca, un movimiento suave y pequeño. No supe si para besarme o responder, pero fue solo un segundo que tras haber pasado no estuve segura de haberlo vivido.

Se alejó con la misma furia que había avanzado sobre mí y golpeó el panel del elevador que se puso en movimiento y abrió las puertas en nuestro piso.

—Que no vuelva a pasar —fue todo lo que dijo al dejarme sola.

Me volví a estremecer y con el aliento que exhalé dejé que mi espalda se deslizara por la pared de metal y me abracé las rodillas.

⫷⫸

Skyler POV

Ni todas las duchas heladas podrían borrar lo que me consumía desde que Fabriccio se había acercado para decirme que no tenían idea de dónde estaba Dakota. No era algo que pudiera poner en palabras y el mismo Fabriccio se vio desconcertado ante mi reacción.

Me había cegado por alguna razón desconocida y encontrar a Dakota había sido en todo lo que pude pensar. Fue tan animal y salvaje mi deseo, que cuando llegó al maldito club estaba dispuesto a matar a Angelo sin importar las consecuencias.

Por dos razones no lo había hecho. La primera, él había permitido que yo lo encontrara y que llegara hasta él. Tenía seguridad suficiente para que lo avisaran de mi llegada y de que llevaba una pistola en la mano. Solo estar donde él quería que estuviera, provocándome, llevándose a alguien que me importaba...

Cerré la ducha para cortar ese pensamiento.

La segunda razón fue ver a Dakota, a salvo, sin un rasguño.

Me puse el albornoz antes de salir del baño y caminé hasta el balcón que mostraba una vista de la hermosa Catania dormida, en paz. Había perdido el control por completo y nunca me había sucedido, no así... solo una vez... cuando tenía dieciocho años y mis emociones vivían por encima de la piel.

Cerré los ojos hasta que mi respiración se acompasó y sentí que mi ritmo cardiaco volvía a la normalidad. Lo puse todo en su lugar, cada emoción y pensamiento. Solo así logré decidir que era momento de descansar, apagar mi sistema para recuperar la energía que había gastado. Necesitaba fuerza.

Me quedé desnudo y las sábanas me recibieron, tan frías que mi piel protestó. Mi calor corporal tardó en calentarlas y deseé con todas mis fuerzas quedarme dormido y que todo desapareciera, pero no podía.

El rostro de Dakota seguía apareciendo en mi mente, allí, en el club. Su pelo suelto y rebelde, sudado.

Me di la vuelta para que la ventana quedara a mi espalda.

De nuevo apareció ella. El maquillaje perfecto y sus mejillas sonrosadas cuando me arrodillé frente a ella en la alfombra roja. Me había gustado hacerlo.

Maldije por lo bajo y apreté los dientes porque un conocido fuego bajó a mi entrepierna.

Como la noche anterior, el recuerdo de ella encima de mí en aquel diminuto vestidor me encendió la sangre en las venas. Clavé las uñas en la almohada para luchar contra mi erección, la que crecía sin control a pesar de que intentaba alejar a Dakota de mi cabeza. Era como si mis instintos dominaran, algo que jamás me había sucedido.

Grabada detrás de mis párpados, estaba su expresión en el elevador, cuando preguntó por qué me importaba. Las ganas que había tenido de arrancarle aquel vestido que ya no servía para nada y...

No llevaba bragas.

Me senté de una vez con la sangre pulsando entre mis piernas y fuera de control por segunda vez en la noche.

Ella había pasado la noche con el hijo de puta de Angelo Russo, había bailado con él y estado a su lado, pierna con pierna, sin tener bragas.

Miré la puerta y las ganas de atravesarla para ir a su dormitorio, patear la suya y meterme en su cama fueron como uñas que se clavaron en mi pecho. Alimentaban mi excitación a la vez que me lastimaban.

Quería hundirme en ella y dejarle claro que no podía hacer lo que le diera la gana, que tenía que usar bragas todo el tiempo a menos que yo le pidiera lo contrario y que si eso sucedía era porque iba a terminar en mi cama. La necesidad de hacerle saber que nadie podía tocarla si no era yo me hizo percatarme de que me estaba masturbando.

Jadeé al sentir el alivio que significaba tocarme. No era ni una décima parte de lo que sería estar entre sus piernas, pero, como la noche anterior, solo podía aguantar aquellas ganas irracionales y masturbarme con violencia, como me gustaría penetrarla para escuchar sus gritos de placer.

Era la segunda vez que me correría pensando en ella, en sus labios esperando a que yo me inclinara a besarla, en la suavidad de su piel cuando estuvo encima de mí con una ropa interior tan diminuta y reveladora que me atormentaría hasta el fin de mis días.

Hice presión en mi miembro y cerré los ojos. Transformé su voz en gemidos, sus protestas al enfrentarme sim temor alguno en gritos, la manera en que pronunciaba mi nombre con desdén en súplicas para que le permitiera llegar al orgasmo.

Dos noches seguidas en las que me corría fantaseando con ella y en las que no habría podido dormir sin encontrar antes ese alivio.

⫷⫸

¿Cómo se está después de este capítulo?

¿Qué tal la semana?

¿Alguien quiere awita? Deberían porque beber agua es bueno, dos litros diarios.

🥵

No puedo decir nada porque yo lo que quiero es seguir escribiendo y leyendo MCL. Dakota y Skyler me van a matar de un infarto.

✨✨✨
Ayer estuvimos de celebración por el lanzamiento de "No te enamores de Mia". Ya la bilogía está en papel. 🥹

✨✨✨

Las leo en comentarios y pronto actualización...

Las amo.

💋

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top