14 ⫸Déjà vu

Dakota POV

Ir de compras no era algo que estuviera en mi vocabulario.

Antes de los trece años mi familia estaba en una buena posición económica, pero era muy pequeña para apreciar las comodidades o los bienes materiales. No lo hice hasta años más tarde, cuando mi padre fue diagnosticado de cáncer y lo fuimos perdiendo todo poco a poco. El esfuerzo de mi madre para darme lo mejor, a pesar de que yo no era más que una adolescente ingrata, fue lo que me enseñó a jamás codiciar lo que no podía tener y cuidar lo poco que llegaba a mis manos.

Hubo un momento en que quise negarme a la tarde de compras, concentrarme en que estaba ahí para cumplir un deber. Sin embargo, negarme al cliché del mafioso adinerado que lo paga todo y te llena de lujos solo por el hecho de existir y respirar su mismo aire... Quería vivir eso, dejarme llevar, experimentar lo que tantas veces había leído y disfrutado... Ahí estaba mi oportunidad de hacerlo real.

Mientras caminábamos por las calles principales de Catania, me permití disfrutar de la vista. Hacía un calor con el cual podrías derretirte en las calles adoquinadas y lamenté andar en sandalias porque se me quemaban los pies.

Había demasiada gente en la calle: locales y turistas. Las construcciones eran antiguas y a diferencia de Palermo no se mezclaba con los edificios modernos. Se veía animada y bulliciosa a la vez que oscura. Cuando pregunté por qué estaba todo tan sucio, Skyler me explicó que el monte Etna siempre desprendía cenizas que se esparcían por la ciudad. Era un volcán que en cualquier momento podía entrar en erupción.

De igual forma había una calle estrecha y llena de establecimientos con lujosas marcas de ropa y accesorios. Valía la pena estar en peligro de muerte.

En la primera tienda fue incómodo que nos atendieran con tanta rapidez, que Skyler se paseara escogiendo ropa y yo detrás como su sombra hasta que se aburrió, he hizo que me lo probara todo. Fue quien decidió qué llevaríamos y pagó.

En la segunda me arriesgué a tomar algunas cosas que llamaron mi atención y solo recibí una mirada de reojo de Skyler antes de que me obligara a hacer un desfile con todo. Se limitaba a asentir o negar sin casi mirarme. El personal que nos atendía apenas me prestaba atención, solo ponían una pila lo que él aprobaba y se llevaban el resto.

En la tercera tienda entré de primera y fui yo quien seleccionó. Escogí a lo loco solo por demostrar que era yo quien me vestiría, no tenía interés en ser su Barbie. No protestó. Simplemente, tomó asiento en el pequeño salón privado que nos ofrecieron para que yo modelara la ropa para él y los empleados.

En el vestidor me probé un vestido negro de tela fina que se ajustaba a mi cuerpo, de mangas largas y que hacía resaltar mi pelo rubio. Salí y un hombre de traje que trabajaba en la tienda me ofreció lo que supuse que eran los zapatos a juego. Caminé de un lado a otro para verme en los espejos que nos rodeaban en el pequeño espacio circular.

—Demasiado simple —dijo Skyler con la vista en el teléfono—. Ponte otra cosa. Nos faltan un par de tiendas y tenemos que llegar al hotel antes de que anochezca para cenar con Nubia.

No le dije todo lo que quería decir por ser tan desagradable y volví a los vestidores. Me quité la ropa y los zapatos y probé un conjunto de pantalón y camisa: elegante y aburrido. Salí y de nuevo me ofrecieron zapatos a juego.

—Ese sí —dijo Skyler tras una ojeada.

—¿Te crees que porque pagues puedes escoger por mí? —estallé y mi voz salió más alto de lo debido.

Los dos empleados que nos acompañaban fingieron fundirse con las paredes. Skyler se acomodó en el blanco y espacioso sofá, dejó, por primera vez, el teléfono a un lado.

—¿Quién dijo que yo voy a pagar algo de esto? —señaló con desdén a la ropa que lo rodeaba.

—Entonces, ¿quién lo pagará?

—Tú.

—¿Qué?

—Tú, mi asistente, con tu salario —explicó, dándole fuerza a cada sílaba como si yo fuera estúpida.

—Pensé que también era tu amante —mascullé.

—No le compro ropa a nadie por meterse en mi cama. Todo el mundo sale más que satisfecho. No necesito compensar nada con ropa o regalos.

—A Paula le regalabas cosas.

El silencio nos aplastó. Sus ojos grises destellaron y tuve miedo de que cruzara la sala para arrastrarme a un salón de interrogatorios por mencionar a su exnovia la tiesa.

—¿Qué sabes tú de Paula? —murmuró.

—Mucho más de lo que puedes imaginar... —dije, olvidando lo peligroso que podía ser dejarme llevar por mis emociones—. Todo —espeté—. ¿Te voy a dar detalles? —pregunté con sarcasmo—. No... ¿Te explicaré cómo lo sé? Tampoco... ¿Te quedarás con la intriga de...?

—Cambié de idea... No me interesa saber —interrumpió—. Lo descubriré por mis medios.

Maldito hijo de puta.

—Te contaría toda la verdad si me dices que tú vas a pagar por todo esto —dije, señalando a nuestro alrededor.

Una mentira, no le diría nada.

—No me interesa —repitió—. Es más entretenido ver como me debes dos años de trabajo por una simple tarde de compras.

Volvió a su teléfono y me dejó ahí, parada como un maniquí. Era eso lo que realmente me molestaba, su indiferencia, no que escogiera la ropa.

Los zapatos que llevaba puestos costaban mil euros, el conjunto aburrido unos cuatrocientos. No quería ni pensar en los vestidos, pantalones, blusas y carteras que descansaban en el maletero y el asiento trasero del auto. Skyler me pagaba bien, pero ni con dos años saldaría la deuda, quizás unos cinco.

Si lo hacía para torturarme o molestarme porque le daba placer, no parecía estarlo disfrutando. Lo único que hacía era escribir en su teléfono con el ceño fruncido.

Regresé al vestuario y miré a las veinte prendas que debía probarme. En aquel lugar había unos diez mil euros como mínimo. Yo no tendría que pagar eso. La película vería su fin antes de poder usar un tercio de la ropa que estábamos comprando.

No ganaba nada si peleaba con él por algo que realmente no me importaba, pero me había percatado de algo durante nuestro viaje. Skyler había tenido lo que llamó un déjà vu, pero no, había sido un recuerdo. Solo necesitaba disparar eso, traer al Skyler que yo conocía. Cuando discutíamos, como en la gala mientras bailábamos, vi rasgos de la persona que había conocido.

Tenía que repetir patrones, simular lo que habíamos vivido, hacerlo ser su versión joven, la que él mismo me había dicho que había olvidado, lo que logró ser en mi universo. Miré a mi alrededor y no había nada en una tienda lujosa que se pareciera a nuestro caótico viaje por carretera, pero había algo que yo siempre podría hacer muy bien: sacarlo de sus casillas, hacerlo explotar.

Rebusqué hasta dar con un conjunto de ropa interior de color negro, transparente, simple y delicadas tiras de encaje. Un sujetador pequeño, de mi talla, y bragas que dejaban poco a la imaginación.

Salí del vestidor sin pudor alguno. La mujer que se ocupaba de ordenar la ropa que escogíamos se quedó con la boca abierta y el hombre que me ofrecía los zapatos no supo donde escoger entre sus opciones porque una mujer en ropa interior y casi desnuda no era lo que estaba esperando.

Skyler, que al parecer detectó el silencio absoluto, levantó la vista y se atragantó con su propia saliva al verme.

—¿Qué demonios haces? —Miró a su alrededor—. ¡Fuera!

Los dos empleados desaparecieron y él se levantó de voladas para tomarme del brazo y meterme en el vestidor porque el salón también tenía cámaras y el único lugar sin ojos u oídos era el vestidor.

—Te pregunté qué demonios hacías —espetó al soltarme.

No me alejé de él y lo encaré con una media sonrisa.

—Probarme la ropa que voy a pagar, es lo que he estado haciendo hasta ahora.

Me miró de arriba abajo.

—Ropa interior.

—Sí.

—No lo hiciste en otras tiendas.

Me encogí de hombros.

—Necesitaba confirmar que esta me servía. Escoges demasiado grandes los sujetadores, no tengo con qué llenarlos a menos que me lleves a ponerme tetas —dije señalando mi pecho— y después me digas que tengo que pagarlas a pesar de que sea un capricho tuyo.

Estalló en carcajadas y apreté los dientes para no pegarle.

—¿Quieres que pague por tu ropa? —preguntó y me mantuve callada—. Bien.

Sacó una cartera fina y pequeña en la que guardaba varias tarjetas y una a una me las tiró a la cara. Cerré los ojos de manera involuntaria cuando el plástico me golpeó con tal de que no me sacara un ojo.

—Paga lo que quieras con ellas, son ilimitadas —dijo al quedar con las manos vacías—. Si quieres comprarte un yate, una casa, una nave espacial... Son todas tuyas para derrochar, pero deja de gastar mi tiempo.

La ira que subió desde lo más profundo de mi ser, no tenía comparación con nada que pudiera recordar. Había querido alterarlo, pero él lo había logrado conmigo mucho más fácil y rápido.

Cerré la mano en puño como Fabriccio me había enseñado y lo golpeé en la mandíbula con la fuerza de todo mi cuerpo. Fue tan rápido que no pudo esquivarlo, no el primer golpe, el segundo fue imposible acertarlo. Capturó mi brazo y lo hizo girar en una maniobra que también me habían enseñado Fabriccio, diseñada para inmovilizar, pero mis pies seguían libres y le pateé la rodilla. Eso lo hizo perder el equilibro y lo tiré al piso.

Batallé con todo lo que pude. Tenía una pequeña ventaja al tener total movilidad de mi cuerpo mientras él llevaba ropa que le hacía más difícil luchar. De igual forma, entre un giro y otro, terminé debajo de él. Me quejé por el dolor de la espalda al chocar contra el suelo, evité el porrazo en la cabeza gracias a que él me la sostuvo y amortiguó el golpe con su mano.

Le chillé un par de insultos cuando fui incapaz de moverme porque atrapó mis piernas entre las suyas y mis manos sobre mi pecho.

—Deja de retorcerte como un pescado —gruñó.

—Deja de restregarme tu dinero en la cara y después aguantarme la cabeza para que no me la abra en dos cuando me atacas —le grité.

—Tú me golpeaste primero.

—¡Tú me tiraste esas cosas a la cara!

—¿De verdad te molesta tanto pagar por ropa?

Lo insulté sin cuidar el volumen de mi voz. Me aplastó con todo el peso de su cuerpo y me tapó la boca, una oportunidad única porque lo mordí y eso me dio una apertura para ganar ventaja y hacerlo girar.

Quedé a horcajadas sobre él y fue lo suficientemente rápido para atraparme por la cintura, pegarme a él y evitar que me alejara de su torso. Mis manos seguían apretadas entre nuestros pechos.

—No quiero pagar por cosas que no me interesa tener —dije al darme por vencida, no podía ganarle.

Yo estaba agitada, él no. Nuestros rostros estaban demasiado cerca, respirando el aroma del otro. No lo pude evitar. Mis ojos se fueron a sus labios, húmedos, curvos, tan irresistibles como siempre.

Mierda.

Estaba recordando es noche en el granero.

No, Dakota, no.

Mi cuerpo se relajó, no quería, pero los músculos reaccionaron al recuerdo. Lo extraño fue que la mirada de Skyler también se volvió suave, la ira se disolvió. Tragó con dificultad. Lo estaba recordando, una parte inocente de mí quería pensar que sí, que no me veía como una extraña.

—¿Otro déjà vu? —murmuré con temor.

Sus dedos se enterraron en mi cintura, sentí sus uñas, el frío del metal de sus anillos.

—Casi —susurró en lo que recorría mi cuerpo con la mirada.

Se dejó descansar sobre la espalda en el suelo alfombrado, coloqué una mano al lado de su cara para mantenerme erguida, pero inclinada sobre él. Era la misma posición, la misma situación del granero.

—Déjà vu —dijo y el sonido fue tan bajo que solo pude identificar las palabras por el movimiento de sus labios—. Ahora sí es un déjà vu.

Se acordaba, me recordaba. Me temblaron los brazos, las manos, pero traté de no moverme.

—¿Qué ves? —quise saber.

No me quitaba los ojos de encima y sus manos cayeron sobre mis muslos, justo encima de la rodilla. Fueron subiendo y el calor de la excitación disparó un cosquilleo a mi vientre.

—Pelo mojado —dijo como si una visión se presentara frente a sus ojos—. Tienes el pelo mojado.

No se refería a ese momento. Mi pelo caía seco, en cortina, dándonos intimidad entre nuestros rostros porque yo cada vez me inclinaba más sobre él. Esa noche en el granero había tenido el pelo mojado por la lluvia.

Sus manos siguieron ascendiendo por mis muslos.

—¿Qué más? —pedí.

—¿Qué mierda es esto? —preguntó con voz firme, pero cargada de miedo, sí, hubo miedo.

—Son recuerdos —confesé y quedé a centímetros, nuestras narices se rozaron—. Los tienes, solo tienes que alcanzarlos —murmuré.

—¿Qué recuerdos?

—Tuyos... Nuestros.

—No...

Su voz podía ser de incredulidad, negación, pero sus ojos también estaban en mis labios y sus manos a nada de alcanzar mi trasero que quedaba expuesto por la diminuta ropa interior de puro encaje.

Iba a besarlo cuando se escuchó el sonido de su teléfono. Se había quedado en el salón contiguo y no dejaba de sonar.

La burbuja se rompió con la misma facilidad que se había creado tras aquella pelea. Quise besarlo de igual forma, pero lo impidió al incorporarse y quitarme de encima de él. Se puso de pie con agilidad y acomodó su camisa.

—Pagarás por la ropa que te guste, el resto la pagaré yo —dijo sin mirarme a los ojos—. Si puedes vestirte antes de salir de aquí te lo agradecería, no queremos escándalos tontos circulando en la prensa, no ahora.

No me permitió decir nada. Pedirle que olvidara el teléfono y se quedara para contarle la verdad porque tenía tantas ganas de besarlo y recordarle la persona que... No era posible. Hacerlo podía traer terribles consecuencias.

Me quedé en el suelo, me abracé las piernas para proteger mi pecho y recosté la frente sobre las rodillas. Necesitaba un minuto para tomar fuerza y seguir.

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Una habitación junto a la otra, muy cerca, en un piso reservado por Skyler para que nadie en el hotel se atreviera a acercarse. Me lo explicó cuando llegamos después de las compras de la tarde. Lo hizo con total calma, como si en aquel vestidor no hubiese pasado nada entre nosotros, como si eso también lo hubiese olvidado.

La prensa sabría que nos estábamos quedando en el mismo piso, pero no tendría nada para confirmar una relación. Angelo Russo también estaría al tanto porque Fabriccio nos dijo que tenía un ojo encima de nosotros, que sus informantes nos habían seguido desde que habíamos entrado en Catania.

Después de eso no recibí de Skyler nada más, solo una indicación de vestirme elegante y que debía estar en el lobby a las ocho de la noche.

Tragué cualquier sentimiento que intentó anidar en mi pecho o calar en mi mente. No podía permitirme ser emocional. Me senté, tomé papel y lápiz porque no quería dejar evidencia digital de lo que necesitaba aclarar en mi cerebro y escribí.

Acercarme a Angelo Russo. Una flecha que indicaba el siguiente paso. Ganarme su confianza en el menor tiempo posible o conseguir lo que necesitaba de él con un par de juegos: saber quién estaba detrás del sabotaje en el Club. Otra flecha. Encontrar a los culpables y asegurarme de que Skyler no los mate a sangre fría como un ajuste de cuentas que dará una razón para que empiece la guerra. Otra flecha. Fin del libro con un Skyler no corrupto. Otra flecha. Si no hay historia para contar, no hay Dakota que deba existir en este universo.

Con suerte, y si el diagrama que acababa de garabatear resultaba, los pasos seguros me sacarían de aquel lugar. Podía estar equivocada, podían aparecer miles de obstáculos, pero si evitaba la guerra, mi película terminaba antes. Muchos eventos ya no habían sucedido gracias a mis intervenciones, no permitiría que la historia se alargara demasiado.

Necesitaba salir de ahí, alejarme de Skyler. No me hacía bien y empezaba a notarlo.

Fue con mis objetivos claros que pude ducharme, vestirme y arreglarme con ayuda de una estilista que el hotel ofreció para peinarme y maquillarme. No era capaz de tanto con mi experiencia nula en eventos de etiqueta.

Esa noche fuimos a un restaurante en medio de Catania con Fabriccio como conductor y un auto que nos seguía con cinco guardaespaldas, seis si contabas el que iba en el asiento del copiloto con nosotros. El negocio estaba reservado por Nubia D'Angelo que nos recibió como la deslumbrante anfitriona que era.

Llevaba un vestido dorado de cuello alto con la espalda morena y brillante al descubierto. Sus brazaletes de oro tintinearon cuando nos saludó, a mí como si fuera una amiga más y no la asistente del poderoso Skyler Moretti.

El salón reservado ya estaba casi lleno, no eran más de veinte personas y las mesas del pequeño restaurante habían sido acomodadas para que todos los invitados pudieran disfrutar de la cena juntos.

Nubia se sentaba a la cabeza con Skyler a su derecha. A su izquierda estaba la querida Alicia. Había olvidado la amistad de las dos mujeres que confiaban ciegamente la una en la otra. De nuevo me llegó la punzada de los celos, pero esa vez porque yo también habría querido ser amiga de la mujer que presidía la cena.

Yo estaba junto a Skyler y ellos tres hablaban sin parar. No había nada serio o de cuidado en la mesa o las charlas, en cómo Nubia se burlaba de esa vez que Alicia había escupido el martini encima de Skyler una tarde en el hipódromo. Eran bromas de amigos, intercambio de gente rica.

No había nada glamuroso o fuera de lo normal en aquel restaurante. Era pequeño, todos vestían bien, pero nadie estaba ostentando como en la gala, no era un lugar para mostrar el dinero o la posición social. Las personas sentadas a la mesa eran tan poderosas que demostrarlo se hacía innecesario. Todas personas de confianza, menos una: Angelo Russo.

Estaba lejos de su hermana, aunque se mantenía al pendiente de ella. Un par de veces supe que tenía su mirada encima, pero fingí no haberme percatado de su presencia porque Skyler me había dicho que era lo más inteligente, jugar, en el primer momento, al desinterés.

Angelo no estaba ahí por casualidad. Nubia lo había invitado a pedido de Skyler. Pero no hubo indicios de que la situación fuera extraña, la cena fue calmada y familiar.

Me sentí algo sola porque no conocía a nadie y los tres rostros familiares se conocía demasiado bien entre ellos para incorporarme a su conversación. Lo más relevante que sucedió fue cuando el camarero fue a servirme el primer plato y Skyler lo impidió.

—Pedí un menú sin pescado o marisco para ella.

Me tomó desprevenida que se hubiese tomado el tiempo de hacerlo, supuestamente esa era mi tarea por ser su asistente. El camarero se disculpó y mi comida no tuvo nada que ver con la del resto de comensales.

El tiempo pasó lento y me empecé a preguntar la razón, a preocuparme, porque no sucedía nada relevante, ni yo veía una manera en la cual intervenir en la historia. No fue hasta el final de la cena y tras media hora de sobremesa que entendí el propósito de estar donde estaba.

La mesa se fue despejando. Skyler y Nubia se fueron con un hombre a conversar a un salón privado y Alicia se quedó conmigo. Me sonrió con dulzura. Ese día llevaba el pelo en un medio recogido y un vestido blanco de tela suave, siempre digna de una turista siciliana y no de una mujer nacida y criada en la isla.

—¿Puedo? —dijo con una inclinación de la cabeza para señalar al asiento que unos minutos antes había ocupado Skyler.

Asentí y, con la gracia que la caracterizaba, rodeó la mesa y estuvo a mi lado.

—Creo que lo más cerca que hemos estado de intercambiar una palabra fue el día que le tiraste la limonada a Skyler —dijo con cierto tono burlón—. Excelente manera de molestarlo, debo ser sincera.

No pude reír o mostrarme cómoda, no lo estaba.

—Casi me despiden por eso.

—Pero no lo hicieron y no puedo evitar preguntarme por qué.

Jugueteó con la copa de vino que Nubia había dejado sobre la mesa y en la que todavía quedaba un hilo de bebida que rozó el cristal con el movimiento.

No me gustaba a dónde estaba dirigiéndose la conversación y de Alicia sabía muy poco, solo que había sido la amante de Skyler y se había obsesionado con él. Nunca fue parte de los juegos mentales o las guerras entre las familias.

—Supongo —agregó—, que eres muy valiosa para Skyler Moretti.

—Supongo que mi trabajo no lo vale una limonada en el suelo —dije sin que mi voz desvelara emoción alguna.

Alicia me miró directo a los ojos por demasiado tiempo.

—Sé que algo están planeando, aunque él me haya mentido.

—No sé a qué se refiere, señorita Russo.

—Alicia, mi nombre es Alicia, y no hace falta formalidad entre tú y yo... tampoco mentiras. No me dirás nada, pero...

—Si sabes que mi trabajo está en asistir al señor Moretti —la interrumpí—, entonces sabes donde descansa mi lealtad.

—Y también sé que planean hacer algo con mi hermano.

Tragué con dificultad. No tenía idea de cómo enfrentar aquello.

—Angelo es la última persona a la que Nubia querría cerca —dijo como si hablara de un extraño—, aunque lo sabe ocultar muy bien. Si lo invitó es por algo y él no ha parado de preguntarme en las últimas semanas sobre ti, sobre la nueva asistente de Skyler y lo que pasa entre ustedes dos.

—Nada sucede entre el señor Moretti y yo.

—Lo sé —dijo al momento—. Conozco demasiado bien a Skyler para saber cuando se está follando a alguien.

Apreté los dientes con fuerza para no decir una tontería.

—Sé que tú y él no están follando —aclaró—, pero he visto otras cosas que me parecen más interesantes.

—No sé a qué te refieres.

—En la gala. —Ladeó la cabeza y ya no sabía qué pensar de sus intenciones al hablarme tan directamente de tema—. Hubo algo en ese baile falso, en esa proximidad forzada.

—Solo bailamos, Alicia. No veo qué tiene de malo que mi jefe me saque a bailar, también bailé con Mario.

Miró a la nada como si tratara de recordarlo

—El baile era falso, pero la manera de moverse. —Negó repetidas veces—. La manera en que se mueven uno junto al otro, dentro y fuera de ese salón... Se notan... otras cosas.

Alcé una ceja.

—¿Tanto nos has observado?

—Lamentablemente, Skyler siempre estará en mi radar. —Sonrió con un ligero encogimiento de hombros—. No puedo evitarlo.

—Pues puede quedarse en tu radar el tiempo que desees, es solo mi jefe.

Rio por lo bajo.

—Los jefes no piden menú especial para su asistente, Skyler no haría eso jamás.

Estaba a punto de contestar cuando lo noté. Yo no comía pescado o marisco, nada que viniera del mar, comida que abundaba en Sicilia siendo una isla. Sin embargo, nadie lo sabía, no allí, ni tan siquiera Mario, con quien más tiempo pasaba, o Fabriccio que me daba una lista de alimentos para que no faltaran en mi dieta.

Solo había dos opciones para que Skyler hubiese notado eso. O había estado al pendiente de lo que yo comía, algo improbable, dado que pocas veces habíamos comido a la misma mesa... o lo recordaba de mi universo, en donde yo sí le había contado de mi aversión a los animales del mar, a su olor y su sabor, lo que detestaba que mi madre cocinara ese tipo de cosas o trabajar en el restaurante de mi tía. No recordaba cuando, pero lo había hecho en algún momento de esas horas en carretera en que hablamos de todo y nada.

—No veo... —Me aclaré la garganta porque no quería hacerme ilusiones—. No veo como eso puede ser objeto de tu preocupación, Alicia.

—No lo es —dijo al momento y algo me hizo pensar que no mentía—. No me preocupa la extraña... cercanía... conexión... entre Skyler y tú. —Batalló para encontrar la palabra correcta y por cómo torció los labios no se vio convencida de que esas fueran—. Me preocupa que veo a mi padre y a mi hermano levantando defensas y a Skyler moviendo fichas.

Terreno oficialmente peligroso porque estar junto a ella era estar junto al enemigo y mis palabras a partir de ese momento podía salvarnos o condenarnos.

—Le ofrecí a Skyler mi ayuda y se la ofrecí a mi padre —continuó ante mi silencio—. Ninguno de los dos me toma en serio o creo que quieren protegerme demasiado. He intentado miles de veces interceder, hacer hasta lo imposible para que no se maten unos a otros y todas las veces he fallado.

Desvió la mirada y se mordió el labio.

—No quiero que ninguno salga lastimado, ninguno. —Hizo énfasis en la última palabra—. No soy tonta, puedo no saber ahora mismo lo que sucede, pero veo cómo se mueven, todos. Me tocó ser la niña pequeña, la menor, la que dejan al margen, pero no siempre será así y no pienso contemplar a las personas que quiero en lo que se lastiman hasta destruirse.

Había fuerza en sus palabras, una motivación real, pero ese no era mi problema.

—Te entiendo, pero tampoco veo cómo eso tiene que ver conmigo.

—No lo tiene, pero es mi manera de decirte que si necesitas ayuda, en el momento que sea, vengas a mí porque yo voy a hacer lo que pueda.

Su voz tembló, pero la mirada era firme, decidida.

—Tranquila, Alicia. —Puse una mano sobre la suya, consciente de que la conversación estaba por terminar porque Skyler y Nubia regresaban de su fugaz reunión privada—. No creo que pase nada de lo que estás imaginando, sea lo que sea, y que yo desconozco porque de Skyler y sus negocios solo manejo temas del hotel. Sinceramente, no sé a lo que te refieres.

Entendió que debía retirarse, pero de igual forma tomó mi mano entre las suya.

—Pues si necesitas cambiar las sábanas del hotel, remodelar habitaciones o cambiar al personal, recuerda que siempre tendrás mi ayuda.

Que su interés por ayudar fuera sincero, una trampa o con el objetivo de molestarme porque realmente creía que había algo entre Skyler y yo, no lo sabía.

—¿Quieres conocer la azotea, Dakota? —dijo Nubia cuando llegaron hasta nosotros—. Creo que te encantará. —Miró alrededor—. Creo que a todos no vendrá bien una copa bajo las estrellas.

No me pareció que las cenizas del volcán Etna nos permitieran ver estrellas, pero era mi primera vez en la ciudad, ¿quién era yo para opinar?

Skyler se acercó a mí y susurró las palabras necesarias:

—Es ahora.

No hizo falta más para saber que al llegar a la azotea debía alejarme de todo y de todos para que Angelo Russo encontrara su camino hasta mí. Fue junto a la barra mientras pedía una botella de agua que apareció a mi lado.

—Llevo una semana esperando cierta llamada —dijo la voz seca de Angelo al tomar asiento en la silla alta a mi lado.

—Nunca dije que te llamaría.

Entrecerró los ojos y el destelló verde en ellos encendió todas mis alarmas: peligro.

—Dijiste que lo pensarías —aceptó—. Entiendo que el juego de palabras fue para no negarte a mi proposición, pero tampoco aceptarla.

Le sonreí para que supiera que había acertado.

Angelo Russo era el segundo de los hermanos, la sombra del mayor que había huido, el hijo ignorado por su padre que solo tenía ojos para su primogénito o la niña consentida, la menor: Alicia. Mucho se rumoreó durante varios libros sobre Angelo y su padre, la distancia entre ellos, los enfrentamientos, la posibilidad de que fuera el hijo de una amante de la señora Russo. No era algo relevante en ese momento, pero al tenerlo tan cerca podía entender la razón de tantas dudas.

Angelo tenía la piel de un suave color canela y no era por el típico bronceado de los sicilianos que estaban acostumbrados al sol y su piel se curtía, dorándose, tomando un brillo peculiar, como el de Alicia. Él era de ese color, más oscuro, brillante, sin llegar a ser moreno. Sus ojos eran verdes, oscuro, profundo y ensombrecidos por unas pobladas cejas. Era un poco más alto que yo, pero más bajo que Skyler y vestía de manera diferente al resto.

Tanto en la gala como allí, su traje no era de los clásicos colores sobrios para eventos formales. Usaba rojo vino la noche en que nos cruzamos fuera del baño de las damas y me dio su tarjeta. Ese día llevaba uno de color fucsia y le quedaba bien. Desentonaba por razones diferentes a las que lo hacía Skyler. Sabía que era una competencia silenciosa que llevaba él solo y sin ser como mi actual jefe, lograba lo mismo: llamar la atención.

—He estado ocupada —dije al tomar un sorbo de agua, apoyándome en la barra, dejándole saber que estaba interesada en la conversación, pero no lo suficiente como para sentarme—. Sigo en mis tres meses de prueba con el señor Moretti. No es fácil ser su asistente.

—Nada es fácil cuando te unes al mundo de... la hostelería.

Los dos sabíamos que no hablábamos de la hostelería.

—Entonces asumo que no has conocido Palermo como es debido —continuó—. Mi oferta sigue en pie.

—No creo que tenga tiempo para paseos turísticos cuando vuelva a Palermo —dije, moviendo mi primera ficha.

Ladeó la cabeza.

—¿Tendrás tiempo en Catania?

Me encogí de hombros.

—No lo sé. El señor Moretti dejó muy claro que estas no eran vacaciones, que veníamos a trabajar.

Un sonido grave se escapó de su garganta.

—Hay varios eventos en la semana. Créeme cuando te digo que por lo menos en tres tu presencia será totalmente innecesaria.

—¿Cómo cuáles?

—Uno de los desfiles... Quizás el del día antes del cierre de la semana de la moda sea un mal momento para estar al pie de la pasarela.

—¿Mal momento?

—Es aburrido. El show final es el que vale la pena.

Calculé mis opciones.

—Puede ser que me escape —murmuré, acercándome solo un poco para que la conversación fuera más íntima—. ¿Le mostrarías Catania a una turista?

Sus ojos recorrieron mi rostro en busca de algo. Puede que yo no le gustara, que no le resultara atractiva, pero mientras pensara que Skyler estaba interesado en mí, tendría su atención.

—Sería un placer, señorita.

—Pues veré si puedo huir de mi jefe —acepté—. No le gusta tenerme lejos de su vista.

Sus ojos volvieron a destellar frente al desafío, la guerra solitaria que luchaba contra Skyler.

Se inclinó hacia mí para susurrarme al oído.

—Si tu jefe no te suelta, prometo raptarte.

Quise seguir el juego, pero una mano me tomó de la cintura y me alejó de Angelo.

—Te estaba buscando, cariño —dijo Skyler con voz sensual y grave muy cerca de mi cuello, me había apresado por la espalda—. Necesito a mi asistente estrella.

¿Me había dicho asistente estrella?

El rostro de Angelo se endureció y puso la mayor distancia entre nosotros si moverse del asiento en el que estaba. Skyler me alejó de él con un movimiento sutil de sus pies y con los dedos clavados en mi cintura. La manera en que se miraron me hizo pensar que estaban a punto de sacársela para ver quién orinaba antes sobre mí y me reclamaba como suya.

Espera... ¿Me había dicho cariño?

Tuve ganas de vomitar. A Skyler le desagradaban los apodos, al del libro y al de mi universo, también a mí.

—Un gusto saludarlo, señor Russo —dije para cambiar el tono de la conversación, fingir que la cercanía entre él y yo era un secreto ante Skyler.

Tan simple elección de palabras hizo que Angelo se relajara.

—Siempre encantado de verla, señorita Jensen.

Le dediqué una sonrisa imperceptible y me di la vuelta para quedar cara a cara con Skyler.

—¿En qué lo puedo ayudar, señor Moretti?

Satisfacción, él también estaba feliz porque sabía que, aunque pequeño, mi avance con Angelo iba según lo planeado, puede que mejor porque casi teníamos una cita arreglada para el final de la semana.

—Siempre hay muchas cosas con las que me puedes ayudar, Dakota.

Su voz baja y seductora, delicada, pero al volumen necesario para que Angelo escuchara, me aflojó las rodillas.

—Estaré encantada de cumplir con mi deber —dije en lo que nos alejábamos y su mano seguía en mi cintura.

—Bájala más —dije, consciente de que Angelo nos seguía con la mirada.

Skyler supo que me refería a su mano y la deslizó hasta rozar mi cadera.

—Más —insistí y ya no sabía si era porque era una idea muy buena para provocar al hombre a nuestra espalda o porque necesitaba su tacto.

—¿Así? —preguntó al tiempo que primero enterraba los dedos en mi piel, más abajo de mi cadera, algo fugaz que deshizo para acariciar la zona, rozar mi trasero disimuladamente y colocar, finalmente, la mano sobre mi espalda alta en el más respetuoso de los toques.

Jadeé y no fui capaz de controlarlo.

—Bien —dijo Skyler en tono juguetón.

—¿Bien qué? —pregunté y supe que tenía la cara roja, me hervía, y esperaba que no se notara bajo las luces de colores de la terraza.

—Te he tocado tan bien que te ha excitado —dijo cuando estábamos a pocos pasos de Nubia y sus amigos—. Significa que Angelo se lo ha creído todo.

No pude contradecirlo o defenderme, negar lo que su tacto provocaba en mí.

—No soy de piedra —dije para no quedarme callada, mentir habría sido estúpido porque él había notado la tensión en mi cuerpo antes sus roces.

—Nadie lo es, Dakota, y eso puede jugar a nuestro favor o en nuestra contra. —Me miró de reojo—. Es normal que te excites cuando alguien como yo te toque en los lugares apropiados y esta noche vamos a bailar mucho juntos, así que espero que estés preparada.

Sostuve la respiración.

—Tómalo con un entrenamiento, porque reacciones naturales del cuerpo o no, tanto tuyas como mías, esto es una farsa y quiero que hagas bien tu trabajo.

—Eso estoy haciendo —dije a la defensiva.

—Sí, eso estás haciendo —murmuró cerca de oreja cuando nos unimos al pequeño grupo de Nubia— y hasta el momento lo estás haciendo muy bien.

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Para Elena, que no conozco su usuario aquí en Wattpad, pero deberían agradecerle por tener capítulo antes de tiempo.
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El lunes en Twitter:

Evidentemente no pude cumplir enseguida. Pero me puse manos a la obra a terminar y editar el capítulo, por eso lo tienen antes. Adoren a Elena y sepan que es la última vez que pasa esto. Ya sé de lo que son capaces por una actualización y no vuelvo a caer.😂
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Hola, champiñones.

¿Comentarios del capítulo? Quiero saber qué pensaron. También me leeré todos sus comentarios. 😈

Hoy es un día muy lindo porque anuncié que "No te enamores de Mia" también saldrá en físico. Es el segundo mis libro que tendremos en papel y sé que por aquí hay muchas que me conocieron gracias a Nika y Mia. Les agradezco, una vez más. 🥹

Las quiero mucho. Hablamos más por Instagram y Twitter para comentar de las actualizaciones. ❤️

Beso. 💋

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