07 ⫸La fiesta (I)

—¿Por qué tengo que usar esto?

Skyler sostenía la camisa negra que le acababa de dar como si fuera un pescado podrido.

—Porque debes ir de negro. —Rebusqué en el armario hasta dar con lo que buscaba—. Además, tienes que hacer lo que yo diga. Acabas de acordarlo.

—¿Incluso usar una camisa de tu ex?

—Incluso llevar esa mochila y cuidarla como si tu vida dependiera de ello —aseguré, señalando la que estaba en el piso junto a la puerta.

—¿Por qué necesitaríamos una mochila llena de quién sabe qué en una fiesta ilegal?

—Porque yo lo digo —zanjé con una sonrisa antes de entrar al baño a cambiarme.

Salí con un pantalón ajustado y de rodillas rasgadas, botas altas y una camiseta holgada de una de mis bandas favoritas: Rage Against the Machine.

—No puedes ponerte eso —señalé cuando tomó su americana y le analicé de pies a cabeza—. Tampoco los zapatos, pero ir descalzo no es una opción.

—¿Por qué no puedo usarla?

—Se nota que es ropa de lujo, mal asunto —Inspeccioné sus manos. Llevaba anillos en casi todos los dedos—. Puedes conservar los anillos.

—Valen más que todo lo demás.

—Pero en la oscuridad y entre la gente califican como baratija que usa la mayoría. Ayudará a que te integres.

Obedeció sin rechistar en lo que terminaba mi disfraz con una gargantilla y varías pulseras que llevaba meses sin usar.

Me evalué delante del espejo y encontré a Didi, la chica que fui por tres años. No me gustó.

Ignoré la sensación y, en lo que me maquillaba, Skyler observaba desde la puerta con los brazos cruzados sobre su pecho. Lo veía a través del espejo.

—Deberías dejar tu reloj aquí.

Frunció el ceño al tiempo que agarraba su muñeca protegiendo el accesorio.

>>Sé que no te lo quitas jamás, pero perderlo no es algo que te hará feliz y no sabemos qué pueda pasar.

Valoró mis palabras con la vista pegada al objeto.

Empezaba a incomodarme saber tanto del él. Estar al corriente de que el reloj era el primer y único regalo de su difunta madre, que tenía una inscripción al dorso y que no lo dejaba fuera de su vista desde los dieciocho años.

Se deshizo de la prenda y la dejó en mi escritorio.

—¿Estás segura de que no lo robarán?

—Es un barrio horrible, pero no uno donde roben apartamentos en los que poco podrán encontrar.

Terminé con un labial rojo oscuro y le sonreí por compromiso.

Pareció más convencido cuando pasé seguro a la puerta de mi habitación y a la del apartamento.

No hablamos mucho en el camino hasta el subterráneo. Fue un viaje largo en el que terminé escuchando música solo por relajarme y no pensar.

Una hora después, estuvimos en la parte sur de la ciudad, un universo distinto. Zona residencial con hermosas casas precedidas de jardines bien cuidados. Perfectas y con espacio suficiente para una familia decente, un perro, una piscina y cenas amenas cada noche.

Guie a Skyler por las calles iluminadas y bien asfaltadas en búsqueda de la parada de autobús. Apenas tuvimos que esperar cinco minutos cuando apareció. Iba vacío, algo evidente al ser las once de la noche y su destino bastante alejado.

—¿Puedo saber qué escuchas? —preguntó cuando íbamos a mitad de camino.

—Fear Factory. ¿Quieres?

Ofrecí un auricular y se acomodó en el asiento antes de aceptarlo.

—Tienes buen gusto musical —dijo en lo que me veía revisar mis listas de reproducción.

—Lo sé y tú también. —Guardé el teléfono. Me ponía de los nervios que alguien mirara lo que hacía cuando lo tenía en la mano—. Pero deberías dejar de invadir mi privacidad. Ver las listas de reproducción es casi tan irrespetuoso como revisar mi armario.

Rio por lo bajo.

—Lo dice la que conoce mis gustos musicales.

—No es mi culpa que una persona con excelente gusto te dotara de ellos y decidiera hacerte el protagonista de un libro —señalé—. Yo no busqué esa información.

Lo miré a los ojos porque llevaba ese tiempo observándome fijamente y estábamos a una distancia reducida con tal de compartir auriculares.

>>Es hora de que entiendas la diferencia entre un acosador —puntualicé, señalándolo— y una lectora.

—Creo que eres peor que yo —concluyó acomodando la cabeza en el asiento y quedando muy cerca de mi hombro—. Una lectora obsesionada es otro nivel de acoso.

Refunfuñé por lo bajo. Podía mentir y negar verdades, pero esa no.

—Por cierto —dije con tal de cambiar el tema—, ¿dónde está el arma con que me apuntaste el día que nos conocimos?

—No tengo ningún arma —contestó cerrando los ojos y disfrutando de la música—. Ese día te apunté con un paquete de chicle que tenía en el bolsillo. Eres muy fácil de engañar.

Mi boca se abrió involuntariamente cuando sacó una cajita de chicles del bolsillo de su pantalón. Había caído como una tonta.

>>Aunque debo aceptarlo —continuó—, ahora no te creo tonta, pero ese día parecía drogada. —Alzó ambas cejas y me evaluó—. No te drogas, ¿cierto?

—No te importa.

No tenía ganas de seguir quedando en ridículo por haber sido extorsionada con un paquete de chicles.

—Sabes que drogarse es malo, ¿no?

—Y tú, ¿sabes que soy mayor de edad y que puedo hacer lo que me dé la gana?

—Es un consejo —alegó encogiéndose de hombros y volviendo a cerrar los ojos.

—En vez de regalar consejos deberías explicarme como llegaste del libro a Prakt. —Torció los labios—. Eso no lo has comentado hasta ahora —señalé al no obtener respuesta—. ¿Arte de magia? ¿Una luz al final del túnel?

Bufó por lo bajo.

—Solo aparecí en una carretera y caminé por más de tres horas hasta dar con una ciudad.

—¿Así de fácil? ¿No tienes un recuerdo de lo último que estabas haciendo?

Abrió los ojos, grises e impasibles, y los mantuvo fijos en el techo.

—Recuerdo a Alicia, haber subido al auto y estar manejando por la carretera en dirección a Palermo para ajustar cuentas con su hermano.

Eso no había salido en la historia, habría sido imposible. La novela era sobre Skyler, pero jamás narrada desde su punto de vista.

—¿Solo eso?

—Una luz blanca —murmuró—. Creí que era un auto que venía de frente, cegándome, pero un instante después estaba despertando en medio de la nada.

Era extraño, pero en ese punto, nada podía sorprenderme.

¿Habría un universo real y paralelo para cada historia?

¿Podrían todos los personajes salir de sus libros?

El frenazo que pegó el autobús me ayudó a salir de la peligrosa dirección a la que se dirigían mis pensamientos, un lugar oscuro y sin salida donde terminaría cuestionando mi existencia.

Bajamos con el anuncio de la última parada y reconocí la calle principal y estrecha de dos vías. Estaba bordeada por pequeñas y descuidadas casas, casi todas deshabitadas o a oscuras.

Cuando el autobús dio la vuelta, calculé las horas que quedaban para que volviera a pasar y las dos oportunidades que tenía para regresar antes del amanecer.

—¿Esto es un pueblo fantasma?

—Más o menos. No vive mucha gente. —Avanzamos por la oscura avenida—. Supuestamente sería una pequeña ciudad en las afueras donde se asentarían los trabajadores de la fábrica.

—¿Cuál fábrica?

—A la que vamos y donde es la fiesta.

Un par de autos con música ruidosa nos pasaron hasta doblar a la derecha, dos calles más adelante. Iban al mismo lugar.

>>La fábrica quedó en el olvido junto a los trabajadores y las promesas, pocos se quedaron. Por eso hacen fiestas aquí. Buscan lugares donde no haya quién los denuncie o puedan pagar a los lugareños para que no lo hagan.

Nos internamos por la estrecha calle que se adentraba en el pueblo en dirección a nuestro destino.

—¿Puedo hacerte una pregunta?

—¿Desde cuándo pides permiso para eso?

—Esta es personal. —Mantuve el silencio para que siguiera hablando y entendió al momento—. ¿Qué hace tu ex?

—Existir y ser un cretino.

—Sabes lo que te estoy preguntando.

Varios recuerdos se arremolinaron y tuve ganas de no responder. La única razón por la que lo hice, fue por dejar claro a dónde estábamos caminando.

—En mi universo, como en el tuyo —expliqué en un intento de hacerlo posible—, hay personas que se dedican a ganar dinero de forma ilegal.

>>Tráfico de drogas, prostitución, control de criminales menores bajo sus intereses, extorsión, sobornos y quién sabe cuánto más. Personas que tienen negocios legales a la vez y son capaces de cubrir toda la mierda que mueven. En resumen, son...

Me controlé de usar la palabra, los mafiosos no disfrutaban ser llamados así. Skyler no era la excepción y lo sabía. La familia, los negocios o lo nuestro, pero nunca mafia.

—Son delincuentes a los que no se les puede probar que lo son —concluí.

—Como yo —agregó—, en mi... universo.

—Y como tú, hay un jefe de cada organización. A ese responden varios segundos, terceros, cuartos y todo el paquete.

>>Desde el que administra un bar en el centro de la ciudad, hasta el que se encarga de amenazar y recaudar impuestos extorsionando a pequeños negocios por supuesta protección. Desde los que mueven droga o lo que contrabandean de un lugar a otro, hasta los niños que la venden en los barrios.

—¿A eso se dedica tu ex?

Centré la vista en el camino. La carretera de asfalto, mal hecha y reparada. Las casas se iban volviendo más pequeñas, desvencijadas y alejadas en lo que nos acercábamos al final de la calle.

—Benny empezó muy pequeño porque no le quedó otra opción. La casa y la familia en la que creció no fue de ayuda, el barrio tampoco.

>>De niño hacía encargos por un par de dólares, nada peligroso. —Tragué en seco por lo tanto que me afectaba su historia a pesar del daño que me había hecho—. Creció intentando tener lo que no podía, viendo a esos hombres de traje y con los bolsillos llenos de dinero cuando en su casa vivían en miseria.

Fruncí los labios por todas las veces que ese pasado me hizo perdonarle, tenerle lástima.

>>Encontró una salida fácil y la tomó —agregué, intentando cerrar el tema—. Paso de hacer recados a vender droga y a codearse más de cerca con uno de los jefes.

Skyler me prestaba toda su atención.

>>Es un mundo del que no puedes salir, pero es fácil escalar si estás dispuesto a hacer lo que te pidan.

—Lo sé —intervino con el pesar marcando su voz.

—Así fue como se empezó a encargar de las fiestas, respondiendo a uno de esos pequeños jefes.

El silencio volvió a invadirnos cuando el asfalto terminó y el camino se convirtió en gravilla bordeada por hierba que me llegaba al hombro.

—Si sabes tanto de hasta donde estaba metido él —habló en lo que yo intentaba alejar los recuerdos equivocados—, ¿hasta dónde estabas metida tú?

—¿Qué quieres decir?

—No te habrían dejado saber tanto si no formaras parte y la persecución en la que te conocí, apoya esa teoría.

Rodé los ojos. Esa era una pregunta que no iba a contestar.

—¿Recuerdas cuando dije que deberías hacer todo lo que dijera? —Asintió con desconfianza—. Pues, no tengo ganas de caminar. Cárgame.

—¿Qué?

—Que me cargues hasta la fábrica.

Me detuve, no pensaba avanzar un paso más si no me obedecía.

Estaba tentando mi suerte. Skyler, a simple vista, podía pasar por un chico en el inicio de sus veinte, uno extremadamente atractivo. La realidad era otra. Detrás de esa facha encantadora había un criminal, uno refinado, pero criminal.

Era lo que conocía del libro, una persona entrenada para matar si así lo deseaba. Con un arma o un paquete de chicles podía hacerme el mismo daño y yo le exigía que me cargara.

El conflicto es que seguía sin creer que aquello fuera real y mi vida no era algo que apreciara.

Su mirada no me asustaba y no perdería la oportunidad de guardar en mi memoria la experiencia de que mi crush literario me cargara.

—Me cargas o regresamos —repetí.

Gruñó antes de moverse con agilidad. Pasó una mano por debajo de mis rodillas y otra por mi espalda. Chillé cuando me elevó en sus bazos y quedé contra su pecho como un bebé.

—¡Era que me cargaras a tu espalda! —protesté en lo que seguía caminando sin importar que me retorciera.

—No puedo porque me obligas a llevar una mochila repleta de cosas que no sé de qué van a servir.

Bufé en lo que me acomodaba para sentirme segura a una altura considerable.

—Reza a lo que no crees para que no tengamos que usar nada de lo que hay en esa mochila.

Las preguntas se acabaron. No protestó o se agitó por mi peso en los siguientes minutos de camino y no fui consciente de lo que estaba haciendo hasta que vi la fábrica y me tensé de manera involuntaria.

Una nave alargada con un ala destrozada y otra a medio construir se extendía por lo que serían doscientos metros. En el extremo más alejado estaban los autos en el parqueo improvisado. Por la conocida entrada se acomodaba la interminable fila de personas.

—No te detengas y no me bajes —murmuré antes de que nos acercáramos a la gente—. No mires a nadie y finge que conversamos.

—¿No sería mejor conversar? —Imitó mi tono de voz y conectó nuestras miradas.

—Podríamos, pero está claro que no tenemos mucho de lo que hablar, a menos que quieras conversar de tu libro.

—De mi vida, querrás decir.

—Como quieras llamarle. Solo sigue caminando hasta el inicio de la fila.

—¿Por?

—Dime cómo son los que están en la puerta.

Observó con disimulo sin cambiar el ritmo despreocupado de su paso conmigo en brazos. Noté las miradas de los que pasábamos en la fila.

—Moreno, cabello rizado y ropa holgada. Comprueba algo en su teléfono antes de dejar pasar a las personas. Tiene dos tipos de seguridad con él.

—Perfecto, es Magnus. Sigue hasta la entrada y bájame cuando los matones te cierren el paso. No hables, no te muevas, sígueme la corriente y déjame resolverlo.

No apartó la mirada y entrecerró los ojos en gesto calculador.

—Eres una chica peculiar, Dakota Jensen.

—¿Qué quieres decir?

—Que tienes más sorpresas ocultas de las que creí.

¿Eso me hace más interesante? —bromeé.

—No, te hace más estúpida —soltó antes de que nos cerraran el paso y, como pedí, me bajó con delicadez para dejarme a su lado.

Los tipos debían medir dos metros, eran más altos que Skyler. Músculos grandes, espaldas anchas y trajes oscuros.

—Quiero ver a Magnus —demandé como si hiciera aquello cada fin de semana.

—Haz la fila —ordenó el de la derecha con un acento típico del este.

—Yo no hago fila —aseguré, dejando que Benny y sus costumbres egocéntricas se apoderaran de mi cuerpo—. Quiero ver a Magnus.

Creí que nos obligarían a retroceder, pero la suerte hizo de las suyas.

—Didi en llamas —pronunció la teatral voz de Magnus antes de abrirse paso entre los matones—. Casi no te reconozco.

Su amplia sonrisa hacía contraste con su oscura piel y no pude evitar devolver el gesto antes de abrazarlo.

—Te extrañé, hijo de puta —murmuré al tiempo que me estrechaba de la misma forma.

—Yo también, Didi —respondió con cariño y un deje de preocupación—. ¿Qué haces aquí?

—Vine y me voy —aseguré al separarnos—. Solo quería enseñarle el lugar a un amigo.

Entrelacé mi mano con la de Skyler que respondió con la naturalidad que lo caracterizaba.

Magnus observó el gesto con una ceja alzada.

—¿Sabes que Ben está aquí?

—Lo suponía.

—Y, ¿estás segura de que quieres entrar? —Miró a Skyler de arriba a abajo antes de continuar—: No me gustaría volver a meterme en uno de sus líos.

—Ya no hay nada entre nosotros, esa etapa pasó —dije, consciente de cuantas veces había dicho lo mismo y está era la primera vez que lo expresaba con seguridad—. Es hora de superarlo.

Mi antiguo amigo se encogió de hombros tras un largo suspiro y terminó por sacar el sello que nos marcara las muñecas para darnos pase libre y gratis a la fiesta.

Agradecí y en un abrir y cerrar de ojos habíamos atravesado el portón de hierro que conducía a la fábrica.

Lo primero que me golpeó fue el potente bajo de la música. El techno industrial y repetitivo marcaba un ritmo que molestaba dentro de mi pecho. La falta de costumbre, hace un año no lo habría notado.

El lugar tenía el ala preparada para la fiesta. El equipo de Benny se había encargado de destrozar lo que quedaba para convertirlo en un escenario digno de una rave.

Aquí y allá encontrabas pedazos de maquinaria que fue imposible desmontar, pero adornaban el lugar creando extraños efectos con sus sombras sobre las paredes y la gente.

La luz violácea reinaba en el espacio y se encargaba de sumergir al espectador en aquel tono antinatural e hipnótico. Otras luces, intensas y más claras, se movían y flacheaban al ritmo de la enérgica música.

La tarima del DJ estaba hecha de la madera restante de las mesas de trabajo de la propia fábrica. Con ayuda de las luces, decoraban el podio como si fuera un trono luminoso al fondo del espacio.

Miré alrededor sin ganas de reconocer rostros. El lugar estaba a mitad de su capacidad, pero era muy temprano, apenas media noche.

—Y dime, Skyler —hablé bastante alto para que el volumen de la música le permitiera entender—. ¿Cómo piensas encontrar a tu escritora?

Me ignoró y, aunque seguíamos tomados de la mano, no dejo de caminar e internarse en la fiesta con la mirada de águila barriendo cada esquina.

—Sabes que nadie conoce su cara y que podría no estar aquí —expuse en lo que atravesábamos grupos de personas—. Sabes que quizás estaba afuera y la pasamos sin saber.

—No, afuera no estaba —aseguró.

—Y eso quién te lo contó, ¿un hada? —especulé con sarcasmo, entendiendo que era hora de ejecutar mi plan inicial y dejarlo en la fiesta para volver a casa.

—No estaba, lo comprobé.

—Es imposible que la encuentres entre tanta gente y mientras más tarde sea, más personas habrá.

No me hizo caso y dimos un recorrido al lugar. Cuando tuvo la intención de dar un segundo, lo frené y solté su mano.

—Basta, no voy a seguir dando vueltas.

—Ayúdame a encontrar a alguien con...

—¡No vas a encontrar a Shinavi! —interrumpí—. Incluso si vas persona por persona, ella negaría quién es y tú terminarías expulsado de la fiesta o peor.

>>Además, aquí la mayoría estará tan mal dentro de una hora que no recordará ni su nombre.

Seguía ignorándome y empezaba a frustrarme, una vez más. Mantenía la vista fija en lo que sucedía a mi espalda.

Palmeé su hombro para ganar su atención y le sonreí con una mueca desagradable.

—Mucha suerte, bonito, yo me voy en lo que encuentras a tu fantasma.

Intenté quitarle mi mochila, pero sostuvo mi muñeca y señaló sobre mi hombro.

—No creo que quieras irte, acabo de encontrarla.




⫷⫸

Hola, champiñones.

Por adelantado pido perdón por los errores. Estoy en proceso de aceptación de que, lo que publico, es un borrador y no será perfecto.

¿Les gustó el capítulo?

El que viene conoceremos a "la escritora"... Esto va empezando y saben que se va a complicar.

¿Qué habrá en la mochila de Dakota?

¿Qué les gustaría ver?

Tengo a medias el próximo capítulo, pronto nos leeremos, no sé cuándo.

Las amo...

Cuídense, tomen awita y no lean mucho +18, pecadoras.

💋

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top