04 ⫸Problemas de lectora (Parte 2)
Palermo.
Sicilia.
Italia.
Una voz llamando a la siguiente candidata para asistente rompió el hilo de mis pensamientos. Solo vi su espalda desaparecer al doblar por un amplio pasillo. La que me había reprendido por maldecir ocupó el lugar de la anterior en el largo banco y la imité, tomando el espacio que era suyo minutos atrás.
No estaba segura de si estaba en medio de una simulación o todo era real.
Dakota, imbécil, claro que no es real, pero eso no importa. ¡Céntrate!
Leí los papeles dentro de la carpeta que tenía en las manos. Era un excelente curriculum, impecable. Desde los estudios de contabilidad, negocios, marketing, idiomas. La lista de habilidades me dejó con la boca abierta.
¿Qué coño era Excel y por qué decía dominio total?
Yo no sabía hacer nada de lo que decía ahí, mi experiencia laboral era la de servir cafés, no llevar la contabilidad de... No llegaba a fin de mes con mi trabajo del último año y estaba segura de que por muy bien que pagaran en el nuevo empleo que tendría en el mundo real, tampoco podría. Era un desastre y ¿se suponía que obtuviera un puesto como asistente de Skyler?
La chica del libro era aceptada, sabía muy bien cómo porque lo leí, pero ella no era como yo, además... Me miré de arriba a abajo... Iba de rojo, Skyler odiaba ese color y la primera impresión no sería buena.
¿Qué demonios estaba pensando Shinavi cuando me vistió?
Me iba a volver loca porque ya no sabía si era yo la que pensaba, tomaba mis decisiones, alguien las escribía o estaba soñando.
Me removí en el lugar y recibí una mirada de reojo de la rubia de pelo lacio. Empezaba a sudar por los nervios. No tenía nada, ni tan siquiera una historia pasada, de dónde venía, qué me gustaba, dónde vivía. Supuestamente, así empezaban los libros, mostrando la vida común de la protagonista y...
Cállate, Dakota. Estás para dar un mensaje y salir.
Se me revolvió el estómago al recordar que tenía que ver a Skyler cara a cara.
"Dile que cumpliré nuestro trato, que lo traeré de vuelta", eso dijo Shinavi.
Él quería volver... ¿A mi universo? ¿A mí?
La siguiente candidata fue llamada y me quedé sola.
¿Qué dirá cuando me vea?
Los recuerdos de esas semanas juntos y de la despedida en la playa volvieron tan claros como hace mucho tiempo. Por momentos se desvanecían, pero ahí, tan cerca de él, estaban frescos y vívidos, porque sí, la entrevista era con él y aquel era su hotel, el mismo en el que moriría meses después si yo no lo evitaba con mi advertencia.
Di otra ojeada fugaz. El recepcionista de uniforme azul marino no me miraba, estaba concentrado, de seguro en el ordenador que yo no veía desde mi lugar.
Su hotel.
Al final de la saga, las lectoras obtuvimos todo lo que deseábamos... casi todo.
Skyler se "enderezó". Tenía tanto dinero que podía permitirse comprar, construir y manejar lo que deseara, llevar sus ganancias al lado legal sin sobornar a media isla. Sin embargo, no dejó de ocuparse de su territorio, el norte de Palermo, de cuidar lo que sucedía. A fin de cuentas, que todos estuvieran contentos y fuera una zona tranquila, ayudaba a sus negocios legales. Ya no había extorsiones, pagos por seguridad de un negocio, asesinatos o venta de droga sin control, eso era algo que jamás se eliminaría, habían sido sus palabras en la reunión final con el resto de la familia.
No era un mafioso, era un hombre de bien, derecho, al que sus antiguos subordinados respetaban y apreciaban. Ese era un buen cierre después de siete libros de drama intenso.
Lo único que Shinavi no nos dio fue un final donde Skyler volviera a conectar con una pareja... Amor. Meses de reclamo y dolor para la mayoría de lectoras, aún salían discusiones sobre el tema de vez en cuando y todo se volvía a remover porque querían un "final feliz".
Siempre deseé que encontrara a una persona especial, pero me gustó que el final no tuviera nada que ver con encontrar el amor, sino con él, con perdonar y dejar atrás. Además, imaginarlo con alguien, sin importar que fuera dentro de un libro, no me hacía gracia.
Eres estúpida, Dakota, él...
Me detuve, apagando cada pensamiento o insulto.
Miré mi reloj, eran más de las dos de la tarde. Debía llevar al menos media hora allí y no había parado con mi diálogo interno, pensando de más y resumiendo cosas que ya sabía. Era una jodida protagonista, igual de intensa y pesada, dándole vueltas a todo para informar al lector de lo que estaba pasando.
Mierda.
Necesitaba hacer mi trabajo y desaparecer lo antes posible. No estaba lista para convertirme en la protagonista de nada. Si me estuviera leyendo a mí misma me habría mandado a callar para pasar a la acción.
—Señorita —llamó una voz masculina y profunda.
Me hablaba un hombre de cabello platino, peinado hacia atrás, brillante y en contraste con sus ojos oscuros. Su expresión era seria, profesional, pero accesible. Vestía de traje, un suave color azul y unos gemelos plateados con alguna joya incrustada, diamantes, siempre diamantes... Él era...
—Mario Vitale —se presentó, extendiendo la mano.
No. Era imposible. Mario, el antiguo consigliere y mejor amigo de Skyler, tenía el cabello oscuro y los ojos azules. Palermo, la vista de la ventana, el hotel... Todo era idéntico a lo que había imaginado al leer, pero él...
Mierda por dos.
Era rubio, pero yo me lo imaginaba como quería, lo mismo con el resto de personajes. No le hacía caso a las descripciones físicas, ellos se dibujaban por sí solos en mi mente. Ese era el Mario real, todo lo real que podía llegar a ser.
—Un placer —contesté al ponerme de pie y estrechar su mano.
Indicó que lo acompañara por el mismo pasillo que habían desaparecido las otras dos candidatas. Los tacones sonaban demasiado alto por el amplio y vacío corredor. Mario debió percatarse de mi falta de agilidad al caminar con aquellos zapatos del demonio y redujo la velocidad.
—Excelente curriculum, señorita Jensen...
Un hombre pasó por nuestro lado y lo saludó con un simple asentimiento: cabeza rapada y chaqueta de cuero, nada adecuado para el clima que encontraría una vez saliera a las calles de la calurosa ciudad. Me percaté de que tenía una cicatriz desde la sien hasta la comisura de la boca.
Mario aclaró su garganta para recuperar mi atención, estaba mirando a mi espalda sin tacto alguno.
—Perdón —dije enseguida—. Me distraje.
Le dio una rápida mirada a la tableta en su mano.
—Me pareció muy interesante cuando leí sobre usted —continuó como si un hombre que nada tenía que ver con el lujoso hotel no acabara de saludarlo—. Conocimientos que el señor Moretti apreciará y yo también.
Si supiera que había suspendido Matemáticas cada curso del instituto y aprobé por muy poco en las últimas oportunidades que me dieron, no diría lo mismo.
—Muchas gracias —dije para mantenerme en terreno neutral, seguir el guion, lo que sucedía en el libro.
Me dedicó una sonrisa de labios cerrados, agradable, pero sin quitar la barrera entre posible empleado y empleador.
—Hoy entrevistamos a otras dos candidatas, pero no sienta presión alguna —explicó—. No es una competencia, no la haremos esperar o le diremos que habrá un próximo contacto. Saldrá de aquí con el trabajo o con un agradecimiento por venir.
El estómago me dio un vuelco y tuve ganas de vomitar, algo imposible porque no había comido nada, o eso creía. No podía recordar si la chica que estaba suplantando lo había hecho y cuánto influiría eso en mí.
—El señor Moretti lleva una semana entrevistando a las candidatas —explicó—. Es él quien se encarga de escoger a la persona que considere adecuada.
Me mostró la tableta cuando nos detuvimos ante una puerta doble de madera oscura.
—Si quiere entrar a la entrevista debe firmar este acuerdo de confidencialidad. Léalo.
Eran tres páginas, con pasar la vista entendí de lo que iba. No podía decir una palabra de lo que sucediera una vez pusiera un pie dentro de aquella oficina. Me importaba poco acceder o no, así que solicité el lapicero para firmar.
—No la estamos presionando, señorita Jensen —aclaró—. Podemos pasar ahora mismo después de su firma o encontrar un lugar tranquilo para que valore el contrato. También tiene derecho a consultar con su abogado, tenemos tiempo para...
—Lapicero —insistí y él no dudó en dármelo.
Un juego sencillo. Un contrato de última hora para que mantuviera la boca cerrada, cuando estaba a nada de una entrevista. El escaso tiempo para pensarlo era una manera inteligente de presionar a la vez que decía: "no la estamos presionando". Casi me rio por el método de manipulación sutil en lo que dejaba mi firma y le devolvía la tableta, tuve que toser para disimular.
Mario abrió las puertas y entramos a una amplia oficina. Había dos cómodos sofás, sillones a juego, todos apuntando a una mesa en el medio, el espacio digno para una reunión casual. A ambos lados se levantaban inmensos libreros. Todo en blanco, algunos detalles en negro o plateado, nada más. Minimalista, limpio, característico de...
Skyler.
En el fondo de la habitación había un ventanal, el doble de grande que el de la recepción y el escritorio estaba ahí, la silla cómoda y él, sentado, con el paisaje detrás, un cielo azul despejado, la ciudad a sus pies, el mar a lo lejos.
Skyler.
—Por favor, señorita —dijo Mario y noté que me había quedado pegada al suelo de mármol, a mitad de camino a una de las sillas frente al escritorio, donde debía sentarme.
Cada paso hacia él se sintió eterno. Ahí estaban esos ojos grises, el cabello negro, en vez de despeinado, como recordaba, acomodado a un lado, brillando por algún fijador que lo hacía ver impecable. Las facciones afiladas, los pómulos altos y aquella línea tan cortante de la mandíbula.
Sus labios.
No, no lo recordaba como era. O sufría de mala memoria, o en mi universo la luz era distinta, o ahí las personas brillaban con una luz diferente, eran más... perfectos, incluso de cómo los describía Shinavi. Mario era hermoso y Skyler...
Tragué con dificultad porque no me quitó la mirada de encima ni cuando estuve de pie frente a él, la mesa separándonos. No podía sentarme, me fallarían las piernas y puede que no fuera capaz de volver a ponerme de pie.
El escritorio estaba ordenado y limpio, no tanto como su traje negro al completo. El botón superior bien abotonado, la corbata lo cubría y su piel blanca contrastaba con la exquisita tela. Sus ojos grises me inspeccionaron por segunda vez, le brillaban, eran profundos y me había mirado antes de muchas maneras: riendo, peleando, bajo la lluvia, con horrendos moretones, sudando, mientras jadeaba... mientras me besaba.
Sus manos, cuidadas y perfectas, con anillos en cada dedo. Esas manos con las que hizo girar su teléfono para chequear la pantalla, esas que había recorrido cada centímetro de mi cuerpo, sus dedos habían estado dentro de mí.
El corazón me iba a toda velocidad cuando alzó la vista con expresión despreocupada.
—Su nombre es...
Contuve la respiración. Con una mano sostenía la carpeta con mi impresionante y falso curriculum, la otra colgaba al lado de mi cuerpo con el bolso. Me sudaban, nunca me sudaban las manos.
Ladeó la cabeza sin dejar de mirarme.
—¿Me dirá su nombre o estaremos aquí todo el día? —insistió.
No me recordaba... No sabía quién era yo.
⫷⫸
Creyeron que me había olvidado de la actualización???
😏
¡EL PRÓXIMO CAPÍTULO NARRA A SKYLER!!!!!!!!!!!!!!
Ya me calmo. Ando emocionada con Skyler y Dakota, lo único que me ayuda en estos días.
Les quiero recordar que esto es un borrador, chiquis. Trato de revisarlo para que esté decente, pero no deja de ser un borrador, con errores, repeticiones e incoherencias porque para pulirlo necesito llegar al final de la historia y si así fuera no leen MCL hasta dentro de dos años... Eso no es lo que queremos, así que perdonen los errores... Además, edité con hambre...
Nunca hagan nada con hambre, ahora tengo mareo, pero las quiero.
Cuídense, sueñen con sus crushes literarios y tengan lindo fin de semana. Besito.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top