02 ⫸ Demuestra que eres Skyler

Solté una carcajada tan alta, que las dos personas que iban en los primeros asientos del autobús terminaron mandándome a callar.

—¿De qué te ríes?

—Perdón —me lamenté sin poder respirar y cubriendo mi boca con las manos—. Al final va a ser verdad y tengo que ver a un psicólogo por mi obsesión con personajes literarios.

—¿Cómo?

Se me escapó otra carcajada.

—Di-disculpa. —Traté de recomponerme y no seguir riendo, apenas se me entendía al hablar—. No escuché bien tu nombre.

Se enserió. Sonreí para que me tomara algo de lástima y respondiera.

—Skyler Moretti.

Mi cerebro se negó a aceptarlo.

—¿Skyler Moretti? —repetí.

—¿Me golpeas y te quedas sorda? —cuestionó, alzando una ceja.

—¿Estás diciéndome que tu nombre es Skyler? —Asintió lentamente—. ¿Y tu apellido es Moretti?

Bufó y negó con la cabeza dándome por caso perdido.

>>¿Estás diciéndome que tu nombre es Skyler Moretti como el protagonista de la saga «Los deseos de Skyler»? —señalé para destacar lo inverosímil de la situación.

—¿De qué?

No iba a caer en su juego y empezaba a molestarme.

—Me estás dando un nombre falso y no entiendo la razón —dije chequeando que no hubiese cámaras ocultas en el autobús, lo cual era imposible—. Te quería ayudar. No hace falta el teatro, no tengo ganas ni tiempo que perder en ir a urgencias por una nariz que ya paró de sangrar.

—No te estoy dando un nombre falso porque alguien como tú no es un peligro —aseguró de mala gana—. No eres más que una niña.

—¿Niña? —No podía creer su altanería—. Pues dime, Skyler Moretti, ¿qué edad tienes? —cuestioné forzando una sonrisa y cuando fue a hablar le corté—. Espera que adivino, veintitrés.

—Acertaste —respondió imitando mi sonrisa.

—Qué bonito —ironicé ladeando la cabeza—. Seguro ahora me dirás que eres el jefe de los Moretti, la familia más importante de la mafia italiana, ¿o me equivoco?

Mi ataque hizo efecto y su expresión se congeló al verse atrapado.

—¿Cómo demonios sabes eso? —murmuró entre dientes acercándose a mi rostro e invadiendo mi espacio personal—. ¿Quién me traicionó? ¿Cómo me trajeron a este lugar? ¿Para quién trabajas?

Me tensé al escucharle y entendí que había tomado en broma lo que podía ser un peligro. Quizás el chico era un obsesionado con los libros y se metía en el personaje más de lo debido.

Evalué su vestimenta. Imitaba el estilo del personaje. No sabía que los chicos también se obsesionaban con las historias de Wattpad. Lo mejor era tratar la situación con cabeza y deshacerme de él lo antes posible.

—No trabajo para nadie —dije jugando sus mismas cartas—, solo adiviné.

—Nadie adivina algo así, mucho menos alguien que vive en un continente del que jamás había oído —señaló con gesto receloso, tan creíble que casi me río de lo metido en el personaje que se veía.

—Puede que lo leyera por ahí —dije conteniendo la sonrisa.

—¿Dónde?

—Haces muchas preguntas, Skyler, y no creo que seas quien dices ser.

—¿Cómo sabías de mi familia? —insistió.

—Sabiendo.

—¿De dónde sacaste la información?

—Hagamos un trato —propuse, sabiendo que faltaba poco para la siguiente parada y solo necesitaba ganar tiempo—. Tú pruebas que eres Skyler Moretti y yo digo como sé tanto de ti.

—Hecho —aceptó y estuve convencida de que era estúpido.

No podía ser tan autosuficiente de creer que era la única persona en todo Prakt que leía «Los deseos de Skyler», una saga con millones de lecturas en Wattpad.

—Genial —dije acomodándome en el asiento—. ¿Por qué tu segundo nombre es Alessandro?

—No tengo segundo nombre —respondió con una sonrisa—. Me alegra comprobar que sabes tan poco como aparentas.

—Sabía que no tenías, era una pregunta trampa —dije, borrando su gesto triunfal—. ¿A qué edad te enamoraste por primera vez?

—Obviamente no sabes nada de mí.

—Está bien, macho alfa. —Hasta sus reacciones eran similares a las del personaje, pero yo era experta en Skyler y ningún fanático de pacotilla me timaría—. Dime entonces, ¿a dónde llevabas a tu primera novia el día que murió?

—¿Cómo sabes eso? —Apretó con fuerza el pañuelo ensangrentado que seguía en su mano, lo hizo hasta que sus nudillos estuvieron blancos como la cal.

—Tenemos un trato, Skyler —dije marcando las palabras—. Tú demuestras quien eres, yo te digo como sé tanto.

Ese era un dato que casi nadie conocía, algo que no estaba en los libros y que la autora mencionó en un directo hace muchos años al terminar el primer libro de la saga.

El falso Skyler parecía a punto de retirarse y darme por vencedora de aquel ridículo teatro, pero tensó la mandíbula antes de hablar muy bajo, tanto que me costó escucharlo:

—A la playa, la llevaba a una playa a pedirle matrimonio.

Tuve ganas de darle una colleja por desfachatado. Eso era un asunto importante para el personaje y se esmeraba en actuar incómodo, como si le doliera de verdad. Conmigo le tocaría fingir mejor.

—¿Cómo la mataron? —cuestioné sabiendo como poner el dedo en la llaga—. ¿Fue tu culpa?

Con asombrosa rapidez cerró su mano en mi cuello y me acercó a su rostro. Me asusté por primera vez y me mantuve quieta para evitar complicaciones. Tenía que estar loco.

—Sí, fue mi culpa —aceptó en voz baja—. La ahorcaron con un cable frente a mis ojos, ¿contenta?

Aparté su mano en el instante que el autobús se detenía y abría las puertas. No estaba para perder tiempo con un fanático desquiciado.

—Como digas, Skyler —dije poniéndome de pie y bajando del autobús.

Apenas había dado dos pasos en la transitada calle y me frenó al tomarme del codo.

—¿A dónde vas?

—¿Por qué me persigues? —Intenté librarme y apretó mi brazo hasta que dolió.

—¿Cómo sabes tanto de mi vida?

—Suéltame.

—Cumple tu parte del trato —exigió.

—Dije que me soltaras.

—Respondí tus estúpidas preguntas, ahora responde la mía.

—Lo leí en un libro —dije entre dientes—. ¿Contento?

—¿Cuál libro?

—Tienes que estar mal de la cabeza —murmuré, incómoda por su cercanía—. Lo leí del mismo libro donde lo leíste tú, estúpido.

Me pegó a su cuerpo y nuestros rostros quedaron a escasos centímetros.

—Dime la verdad.

—Estoy diciéndote la maldita verdad, fanático de pacotilla. Lo leí en la saga «Los deseos de Skyler» y si no me sueltas pienso gritar y terminarás arrestado.

Miró alrededor y entendió que no estaba en una posición ventajosa. Algunos empezaban a observarnos. Era una calle principal y repleta de gente.

—Dices que lo leíste en un libro.

—Un jodido libro de mafia —confirmé cuando me soltó y pude darle una sonrisa sarcástica—. Deja de fingir que eres Skyler, puede que sirva con alguien que no lea la historia, conmigo no.

—¿De qué hablas?

Bufé.

—Que Skyler Moretti es un personaje ficticio y sé muy bien de donde salió. No me puedes engañar con tu facha de impostor —dije señalando su vestimenta.

Restregó su rostro y tiró tan fuerte de su cabello que creí que lo arrancaría.

—Perfecto —murmuró con los ojos cerrados—. En una ciudad que no conozco me ha tocado dar con una loca.

—¿Loca? ¡¿Yo soy la loca?! —exclamé llamando la atención de los que pasaban por nuestro lado—. Tú dices ser un personaje ficticio de una novela de Wattpad y yo soy la loca. No le encuentro fallas a tu lógica —añadí con sarcasmo.

—Baja la voz —pidió viendo que cada vez llamábamos más la atención.

—¿Te molesta que grite, Skyler? —dije marcando su nombre para avergonzarlo.

Terminó tomándome de la muñeca y arrastrándome hasta la esquina, pasando una pequeña cafetería y dejando atrás la parada. Me deshice con facilidad de su agarre y le encaré cuando se detuvo en una zona donde llamábamos menos la atención.

—¿Tienes algún problema mental? —preguntó todavía en aquel estúpido papel.

—Unos cuantos. ¿Por? ¿Me recomendarás a tu terapeuta francés del parche en el ojo?

—¿Cómo sabes del doctor Moreau? —cuestionó, tenso y mirando a todos lados.

—Porque... lo... leí... en... el... dichoso... libro —repetí articulando cada palabra.

—¿Cuál libro?

Puse las manos sobre mi cara y chillé ahogando el sonido antes de volver a verle. Su cabello desordenado debía ser el reflejo del mío.

Tuve ganas de pegarle una patada en la entrepierna y dejarlo retorciéndose antes de irme corriendo.

—¿Cuál es tu nombre? —pregunté para darle una última oportunidad.

—Skyler Moretti —repitió, irritado.

No iba a darse por vencido.

—Yo conozco a un Skyler Moretti, pero es un personaje de una novela de mafiosos, no una persona real.

—Está loca —murmuró dando dos pasos atrás.

—Veamos quién está más loco. —Bufé—. El Skyler que yo conozco tiene una marca de nacimiento detrás de la oreja derecha.

Sus ojos se abrieron demasiado y supe que ahora no tendría cómo mentir.

>>¿Me enseñas esa marca?

Se resistió, pero terminó mostrándome una pequeña marca color café claro que me dejó sin palabras. Pasé el dedo varias veces y no se cayó.

—¿Te tatuaste su marca de nacimiento? ¡¿Estás loco?!

—No me tatué nada. —Volvió a poner distancia entre nosotros—. ¿Por qué pondría tinta en mi cuerpo para ser más fácil de identificar si me mandan a matar o más difícil de fingir mi muerte con un cadáver falso?

Quise darle un coscorrón solo por repetir una frase del personaje.

—Bien —dije, agotada de juegos—. Si quieres jugar sucio, lo haremos. Enséñamela.

—¿Qué?

—Que me la enseñes.

—¿Qué cosa?

—Tu pichula.

—¿Mi qué?

—Tu pene, tu verga, tu pito; como le quieras llamar.

Sus facciones se relajaron ante la evidente sorpresa.

—Estás realmente perturbada.

—No lo estoy —dije rebuscando en mi mochila hasta dar con la regla que cargaba siempre—. El Skyler Moretti que yo conozco tiene una verga de veinte centímetros según la autora y ese no es un tamaño que abunde o que puedas conseguir con un alargamiento de pene.

—¿Qué mierda hablas?

—Tampoco lo puedes falsear como ese tatuaje detrás de la oreja así que enséñamela.

—No te voy a enseñar nada.

—¿Te da pena tenerla chiquita? —me burlé—. Tranquilo, las he visto de varios tamaños.

—Me importa poco tus provocaciones. No voy a sacarme la verga en medio de la calle y masturbarme para que puedas medir con una regla que, por cierto, es demasiado pequeña.

Miré a lo que se refería. Era la que podía llevar a todos lados, de diez centímetros. Sonreí con cinismo.

—Dudo que llenes esta regla, cariño.

—No me importa de qué tamaño creas que la tengo —dijo sin inmutarse—. No pienso hacerlo, mucho menos en medio de la calle.

—¿Te da pena la gente? Eso se puede arreglar —miré alrededor buscando intimidad—. Podemos meternos a ese callejón.

—No te la voy a enseñar en ningún lugar —concluyó haciendo que mi vista bajara al bulto entre sus piernas en lo que intentaba averiguar cómo exponerle sin ver su dichoso pito de «no Skyler».

Noté su teléfono marcándose en el bolsillo del ajustado pantalón y tuve la mejor de las ideas.

—¿Qué haces? —dijo deteniendo mis manos.

—No te voy a manosear, loco. Solo quiero tu teléfono.

—No vas a tocar mi teléfono —alegó intentando alejarme sin llamar demasiado la atención.

—Si no vas a enseñármela, igual puedo demostrar que estás mintiendo con ver tus contactos, tus últimas llamadas y tu galería de fotos —insistí, forcejeando.

—¿Cómo sé que no haces todo esto para husmear en lo que no debes?

Dejé de intentar robar su teléfono y le enfrenté.

—Porque si de verdad eres quien dice ser, tus contactos tendrán los nombres de las personas que conozco. La última llamada será a la querida Alicia y las últimas fotos en tu galería de cuando estaban cogiendo en su apartamento. —Sus ojos reflejaron el pánico por unos segundos—. Los teléfonos celulares no mienten, Skyler.

—¿Estás espiándome?

—Ya dije que no y dame tu celular. Terminaremos esto en dos segundos.

Extendí la mano a la espera de que accediera. Me miró de arriba a abajo, detallándome por primera vez, y luego a la calle. Algo estaba valorando, pero terminó por entregar el teléfono, negro y moderno, con una sonrisa de suficiencia que me desconcertó.

—Si sabes la contraseña puedes revisar lo que quieras.

Chisté y reí por lo bajo.

—Eres tan obvio, señor impostor, tendrás la misma que él.

Tecleé la conocida contraseña en el teléfono de última generación y estuvo abierto. Ignoré su pregunta sobre cómo la sabía y fui directo a la galería donde encontré fotos nada recatadas de él con una chica, pero no pude apartar la mirada.

No era posible que alguien descargara material de internet o hiciera extraños fotomontajes para tener en su galería y meterse al papel de un personaje literario. Parecía reales y, si quitábamos la sangre en su camiseta blanca y lo despeinado que se veía, era la misma persona de las fotos.

—¿Cómo hiciste esto? —murmuré sacando cuentas y sabiendo que el capítulo llevaba una hora de publicado.

Dijo algo que no fui capaz de entender. Empezaba a dolerme la cabeza.

Revisé los contactos. Los nombres pertenecían a personajes que conocía. Peor, los números tenían códigos de lugares desconocidos, ninguno del continente.

Le detallé por última vez. Ojos grises y cabello negro. Cejas rectas y pobladas que ensombrecían una mirada profunda y vacía, carente de expresión humana. Más de metro ochenta y ropa casual, pero cara.

No estaba imitando el estilo de Skyler, era Skyler.


⫷⫸

Hola de «tenía estos capítulos hace casi dos meses y la idea de la historia desde principio de año y necesitaba publicarla de una vez».

A todo el que llegue aquí, necesito saber qué le pareció.

No tengo nada más escrito de la novela, aunque sé por dónde se va a mover. No sé si vale la pena ponerle tiempo y esfuerzo, solo sé que me divierte la idea de estos dos siendo un desastre por todo el libro.

¿Alguna opinión para dejar?

¿Dudas? Respondo todo por aquí.

Ya saben que las actualizaciones serán con calma.

Estaré leyendo sus comentarios.

Besitos!!!💋

Cuídense.

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