Capítulo 2
El teléfono sonó y me hizo despertar de mis pensamientos.
Cansada, di un suspiro y abrí mí cuaderno, el que tenía para mis apuntes; miré su foto pegada en la tapa de este.
Sonreí al instante al ver su peculiar sonrisa y aquellos lindos ojos, que siempre me asechaban con su celeste tan profundo y especial.
Sin evitarlo, el corazón se me disparó y me latió fuerte y con alegría en el pecho. Soñé con volver a verlo y que estuviéramos juntos.
Ese día, Leandro no me llevaría en su auto, puesto que tenía mucho trabajo y se quedaría hasta más tarde trabajando en la oficina.
Llegué a casa y luego de que hablé con Ainhoa por teléfono, me tumbé en la cama y me puse a escribir un rato.
Escribir era mi hobbie, algo que había hecho desde los quince años. Ahora me había creado una página en internet y mis historias las publicaba allí. Tenía muchas historias de amor y todas se las había dedicado a él, a Joey. Algo que a Leandro le causaba un poco de risa.
Concentrada en lo que escribía, mi celular sonó.
Era él por una video llamada...
_ Hola mi amorcito.
_ Hola amor ¿Cómo estás?
_ Cansado. Me quedé hasta después de las ocho allá en la oficina.
_ Oh, pobre.
_ Solo te llamaba para darte las buenas noches y que descanses.
_ Tú igual, amor...
Así de corta fue esa conversación. Entendía que estuviera cansado, de modo que era mejor que se fuera a dormir.
Al otro día...
Ida en su foto en mi cuaderno, tuve un sueño despierta con él; pensé en Leandro y desperté.
<< Lástima que solo seas un sueño, mi Joey >>
El teléfono sonó y fruncí el ceño.
_ Redbus Urbano. Buenos días...
Al cabo de colgar la llamada di un suspiro y tuve la necesidad de llamar a Leandro...
Su celular marcó y marcó. Esperé con ansias y nervios, pero, para mala suerte, me salió el buzón de voz.
No fue gran sorpresa para mí, ya que no era la primera vez.
Miré por la ventana los buses rojos en el terminal, y justo comenzó a sonar en la radio una canción, de Nirvana, y me desanimé un poco; preferí no indagar en aquello, ya que esa tarde Leandro iría a verme a mi casa, algo que me alegraba.
Me subí al bus y me senté junto a la ventana.
Me coloqué los audífonos y me puse a escuchar toda su música, la que me fascinaba y amaba, mientras me dirigía rumbo a mi hogar.
En aquel viaje no pude evitar pensar en Leandro y en nosotros. Sabía que algo no estaba del todo bien, pero no quería afrontarlo.
Me bajé rápido del bus con la ilusión de lo que vería.
Mientras esperaba a que llegara por mí, miraba con cariño una muñeca Barbie. Ese era otro de mis pasatiempos favoritos; coleccionaba Barbies, pero no cualquieras, las de mi época y algunas que me había regalado mi querido papá, de niña.
Me ponía tan feliz al sacarlas de sus cajas y tenerlas en mis manos. Siempre las esperaba con anhelos e ilusiones y cuando por fin me llegaban, era muy, muy feliz. Les tenía un cariño especial.
Algunos podían pensar que era una tontera de niña infantil, pero para mí no. Tenían un significado muy especial para mí, por mi padre.
Olía el suave y rico perfume del largo cabello dorado de una de mis Barbies, cuando sonó mi celular.
Salté de la cama al ver que era Leandro.
_ Estoy afuera.
_ Ok. Salgo de inmediato...
Abrí la puerta y vi su auto estacionado frente a mi casa. Le sonreí al instante.
Fui hasta su auto, me subí y me senté a su lado.
Nos saludamos y Leandro me dio un tierno beso.
_ Hola, mi pequeñita.
_ Hola mi amor ¿Cómo estás?
_ Uf, cansado. Estoy muerto.
_ Oh, amor – le sonreí y le acaricié su mejilla - ¿Quieres pasar un rato a mi casa?
_ No, es que mi hija está sola en la casa y tengo que ir a verla...
_ Pero amor. No nos hemos visto.
_ Pero aquí estamos.
_... – solté un suspiro – Mi mamá igual quiere verte – sentí que él no quería hacerlo.
_ Ya. De acuerdo, vamos, pero por un rato ¿Ok? – le sonreí.
_ Si...
Le tomé la mano al bajar, de su auto, pero él me la corrió.
No quise darle importancia a aquello y caminamos a mi casa.
Fue una reunión corta con mi mamá, abuela, hermano y nosotros dos.
Leandro platicó y se rió; mi madre le ofreció una taza de té, pero él le dijo que ya debía irse...
Lo fui a despedir a su auto y ahí nos quedamos otro rato.
_ ¿Quieres ir a mi casa mañana? Te puedes quedar el fin de semana completo.
_Ok...
_ Mi hija quiere verte – le sonreí.
_ Jejeje, que bueno...
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