¡Papá Noel existe!
—Sé que tengo que hacer algo —dice un tanto desesperado.
Creo que esta conversación la hemos tenido como mil veces en la última semana. A lo mejor es solo mi sensación, pero juraría que sí. Y a medida que se acerca el 24 de diciembre más aún. Niego con la cabeza y él me mira ofendido. Nada nuevo, es de rápida ofensa, aunque de rápido perdón también.
—¡Deja de ponerme esa cara! —me reprocha.
—¿Y qué cara quieres que te ponga? —le pregunto finalmente—. No sé cuál es tu idea de hacer algo, pero eres muy capaz de querer abrir un boquete en cada casa a modo de chimenea.
Abre mucho los ojos y yo también. No puedo evitarlo porque creo que encima le he dado una idea. ¡Lo que me faltaba!
—Stupa! —dice entonces Antonio.
A pesar de lo raro que es escucharlo hablar en idioma minion o minionesse, o como sea, la gran mayoría de las veces, lo cierto es que suele ser la voz de la razón.
—¡Si no estoy haciendo nada! —se defiende Joaquín.
—Pero lo estás pensando seguro —añado yo—. Estoy de acuerdo con él, para ya.
Joaquín da una patada en el suelo y se cruza de brazos, señal de su enfurruñamiento.
—Me want banana —vuelve a hablar Antonio.
—Sí, yo también. Vamos tú y yo a comer algo y que luego "gruñosito" se acople si quiere.
—¡No soy gruñosito! —gruñe.
Tanto Antonio como yo nos reímos de él, quien se pone de pie rápidamente, para no quedarse atrás.
Se está genial estando de vacaciones. Durante el curso no teníamos tanto tiempo para quedar, porque teníamos deberes que hacer y porque debíamos volver pronto a nuestras casas. Pero ahora sin clases, podemos quedar para echar el día juntos.
No sabía que estos dos idiotas me iban a caer tan bien, y que yo les iba a caer bien a ellos. Nuestro primer encuentro no había sido el mejor, pero luego conseguimos hacer a un lado nuestras diferencias, aunque aquello habría parecido impensable al principio.
—Pero ess que pensadlo. —Vuelve a la carga. Cuando se pone fino a pronunciar todas las eses del mundo es que me pone mala—. Solo quedan dos días. ¡Doss! —insiste poniendo dos dedos delante de nuestras caras.
Miro a Antonio, buscando que me apoye. Pero él solo piensa en comer y ya ha desconectado de la conversación. O tal vez no, pero ya no quiere entrar en la lucha contra la pared que es nuestro amigo cuando quiere algo.
—¿Y si Papá Noel no puede entrar en todass lass casass?
Vuelvo a negar con la cabeza y me arrebujo más en mi abrigo, tratando de que no entre ni un poco del aire helado que se nota hoy en el ambiente.
—¿Ess que no me vaiss a ayudar? —nos reclama.
Me paro en seco, y eso hace que ellos se paren también. A lo mejor no es la mejor idea, teniendo en cuenta que estamos a unos pasos de la puerta del centro comercial donde comeremos, lo que significa estar calentitos y a gusto.
—Creo que ya es hora que sepas —comienzo, poniéndole una mano en el hombro. Espero no hacerle demasiado daño con lo que le voy a decir—. Papá Noel no existe.
No sé soltarlo de forma más suave. En fin, tenemos catorce años, creo que ya es momento. Raro es que no lo hubiera descubierto antes por sí mismo.
—¡Pues claro que sí! —replica.
—¿Peeeeerdona? —pregunta Antonio.
Me encanta cómo, a veces, el minionesse es tan parecido a nuestro idioma, porque de nuevo dice justo lo que yo pienso.
—¡Claro que existe! —Este chico está muy mal de la cabeza. ¿Los padres lo sabrán?—. Y es mi obligación, como Little Pony que soy, de tratar de facilitarle el trabajo. Porque somos, por encima de todo, dignos seguidores de la felicidad —concluye con una pose de lo más digna.
Lo miro con los ojos muy abiertos y sin apenas parpadear.
—Tulailoo ti amo —dice Antonio poniéndole la mano en el otro hombro, en señal de apoyo.
—Yo también os quiero —le contesta Joaquín con una sonrisa.
—Estáis locos —les reprocho mirando alternativamente de uno a otro y apuntándoles con mi dedo acusador.
—Vamos, Alegrosi... —Le pongo la mano en la boca para que no diga mi apodo en voz alta. Sobre todo con su alarmante y alto volumen.
Miro a todos lados, comprobando que nadie esté lo suficientemente cerca como para haberle escuchado. Ahora me alegro más que nunca de no haber llegado a entrar en el centro comercial. Allí se le habría escuchado igual que con un megáfono, y eso era justo lo que necesitaba.
—¡Oh, vamosss! —consigue decir zafándose de mi mano. Luego se acerca un poco para bajar la voz—. Tu missión como Oso amoroso también tendría que ser eso, ¿no?
Niego con la cabeza efusivamente.
—No tengo ninguna misión.
—¿Vess como Little Pony son los mejoress dibujoss del mundo? —se jacta.
Lo miro entrecerrando los ojos. Se está pasando y lo sabe, pero no voy a discutir aquí en medio acerca de eso. La próxima vez que venga a mi casa le sacudiré en toda la cabeza con mi cojín de arcoíris, para que aprenda a no decir tonterías en contra de los Osos amorosos.
—¡Me. Want. Banana! —insiste Antonio separando bastante las palabras. Es la máxima expresión de enfado para él.
—Que sí, pessao —le responde Joaquín—. Vamoss a comer, anda. En la messa pensamoss un plan.
Los dos retoman el camino y me dejan aquí plantada, mirándolos como si les hubiera salido tres cabezas a cada uno. Se paran, se giran, y me hacen un gesto para que les siga. No sé dónde me estoy metiendo, pero lo hago. La verdad es que yo también tengo hambre a estas horas.
Todo en el centro comercial está decorado. Nada nuevo, porque lleva así desde noviembre, que cada vez ponen la decoración antes. Está todo lleno, de gente que corre de un lado para otro con bolsas de las distintas tiendas. Tal vez no ha sido buena idea venir aquí, lo mismo ni encontramos sitio, pero es un buen lugar para poder pasar el rato. Podemos comer en algún sitio y luego entretenernos en hacer otras cosas, en las tiendas de videojuegos sobre todo. Y lo tenemos cerca de casa, lo mejor para que nuestros padres no nos pongan pegas.
Conseguimos una mesa en el Burguer, es lo mejor porque es muy barato y podemos echar el día entero rellenándonos la bebida. Al sentarnos Joaquín vuelve a la carga. Por suerte se acerca y baja la voz, para que no nos escuchen las mesas de alrededor. Hay tanto ruido ambiente que dudo que nadie lo haga.
—Vale. Vamoss a pensar que no podemos abrir una chimenea en cada cassa —nos dice casi susurrando.
—¿Vamos a pensar? ¡Pues claro que no podemos, Joaqui!
—Sparkle —me corrige. Los Little pony no me caen mal, pero tienen unos nombres muy absurdos, lo reconozco.
—Joaqui —espeto.
Ahora es su turno de mirarme mal.
—Antonio, dile algo —pido a nuestro otro amigo.
Él ya lleva comiendo un rato, así que tan solo se encoge de hombros y sigue con sus patatas.
—No podemos abrir chimeneas, ¡y Papá Noel no existe!
Por desgracia, esta vez soy yo quien ha alzado un poco más la voz, ganándome miradas de reproche de unos padres con una niña de unos cinco o seis años que está en la mesa de al lado, y que ahora nos mira con ojos llorosos.
—¡Claro que existe! —la insistencia de Joaquín me estaría desesperando, si no fuera porque eso mismo es lo que la niña quiere escuchar—. Es un ser mágico y fabulosso. Y por cierto, le voy a esscribir para que no te traiga nada.
Miro de reojo a la niña y parece más tranquila, así que suspiro con alivio. Una cosa es que trate de ayudar a que mi amigo se caiga por fin del guindo, pero otra es que quiera destruir la infancia de nadie.
Levanto una mano, pidiendo perdón en silencio al matrimonio, que ya no parece que me quieran matar. Por un buen rato, me dedico solo a comer.
—¿Sabess? —vuelve a hablar Joaquín, en un tono bajo y tranquilo—. Yo una vess dejé de creer en Papá Noel. Y loss regaloss me seguían llegando. Pero me faltaba algo, ¿sabesss?
—¿Qué se supone que te faltaba? —pregunto interesada.
—Ilussión, magia... y la Play4.
—Kampai! —dice Antonio levantando su vaso.
Nosotros levantamos los nuestros y le chocamos, diciendo también "salud".
—Pero luego lo vi claro. Tenía que sser un Little pony. Era necessario para el mundo de mi alrededor. Porque nadie cree ya en Papá Noel, y entoncess nunca me iba a traer la ilusión, la magia, ni la Play4.
Lo miro parpadeando lento. Está superorgulloso de lo que dice, se lo noto en su cara y en su expresión feliz.
—¿Sabes tú que lo que dices no tiene sentido, verdad?
—Estamoss en una mesa zentados una chica que es una Ossa amorossa, un chico que solo habla minion y un Little pony. Los tress aquí tan tranquilos comiéndonos un Whope.
Lo sopeso un momento, y lo cierto es que un poco raro sí que puede parecer.
—Así que la cosa esss... ¿cómo podemos facilitar el trabajo a Papá Noel con el tema de la aussencia burda y absssurda de chimeneass en las casasss? Porque se zegurííííssimo que si lo conseguimos, ¡este año me cae la Play!
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No es algo nuevo, porque fue parte de la antología del perfil de Humor-ES, pero quería dejarlo por aquí para tener todos los relatos de mi chico Pony juntitos. Para que nadie se pierda ninguno. De camino, aprovecho para dedicárselo por su cumple a una artista como Bel Windmills, que resulta que es fan de Sparkle, así que, con un poquillo de retraso: ¡Felicidades!
Sé que MarcePeralta le va a dar el recado ;)
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