19⋆.˚ Simple casualidad

꒰ Irina꒱



—¿Realmente comiste de forma adecuada?

—Sí, Yen. Lo hice, con verduras, fruta, carne y bebí mucha agua. ¿Ahora estás más tranquila?

Oigo el sordo suspiro de Yen a través del teléfono, su preocupación por mí aumentó cuando oyó las sirenas invadir la tranquila calle. Su mirada pérdida siguió mi cuerpo hasta encontrarme entre la multitud, sosteniendo a un herido Almond.

Según uno de sus hijos, ella pasó toda la noche sentada frente al televisor, sin poder conciliar el sueño. De tan solo imaginarlo se me estrujaba el corazón.

—Bien, bien —regaña

—Prometo que me cuidaré, ¿te parece?

Ella ríe con suavidad.

—Espero que sea así o tendré que obligarte a comer, ¿lo entiendes?

—Completamente, Yen

—Salúdalo de mi parte

—Lo haré

El primer timbre se oye y la llamada finaliza.

Hubiera querido ver a Yen está mañana, pero fue tan complicado así que tuve que salir de casa al amanecer. Porque haber faltado estos días al trabajo retrasó un centenar de pedidos que, sin quejarme, comenzaban a complicar mi agenda. Aunque no era tan larga, solo había añadido algo más a mis anotaciones diarias. Ir a trabajar, compras los viernes, lectura cada domingo al atardecer, las invitaciones para cenar de Yen a las cuales no podía faltar y las visitas a Almond que no podía olvidar.

Añadiendo, además, que tenía muchos almuerzos con mi hermano a los que asistir. Y no podía perderme de ninguno.

Ahogando un quejido me muevo de mi lugar y vuelvo a meter otra orden de panecillos en el horno. Este era un pedido que lo catalogamos, desde el otoño pasado, como sumamente especial por el significado que tenía para el cliente, un hombre llamado John, de cabello castaño y ojos oscuros que siempre hacía el mismo pedido para estás fechas. La historia era como una novela triste, reconfortante y cálida, pero recordarla era bonita.

Pues John tenía la costumbre de comprar panecillos para su difunta esposa cada aniversario de bodas, en sus cumpleaños o la fecha conmemorativa de su fallecimiento. Se sentaba al lado de su tumba y charlaba con ella, como si fueran dos viejos amigos encontrándose después de años.

¿El amor era así de fuerte?

¿Esa era la clase de amor que Almond me ofrecía, la misma que yo podría brindar en algún momento?

—¿En qué tanto piensas?

Max limpia el sudor de su frente con un blanco pañuelo, sentándose en el suelo limpio de la cocina.

—En el señor John

—Oh, lo sé. Su historia de amor merece una película que seguramente ganará muchísimos premios. Yo quiero ser la chica, ¿me veré bien con una peluca?

Carcajeó.

—¿Realmente quieres ser actor ahora? —inquiero, él asiente con orgullo

—Por supuesto, soy guapo, tengo buena memoria y en ocasiones soy dramático así que... —eleva lentamente los hombros

—Viéndolo bien, creo que sí puedes ser actor

—¿Lo ves? Ni tú lo niegas —sonríe—. Pero yendo al punto importante, ¿por qué pensabas en el señor John?, ¿ahora te gusta?, ¿qué le dirás al tierno Almond de esto? —se queja

Ruedo los ojos, realmente es dramático.

—Nada, no me gusta el señor John. Es solo que el amor que todavía siente por su esposa es tan especial y devoto que...

—¿Qué?

—Olvídalo —suspiro

—No me digas —él contesta—, ¿te estás preguntando si Almond y tú tendrán esa clase de amor?

—¿Qué comes que adivinas?

Una risilla traviesa escapa de su garganta orgulloso de haber dado en el punto clave. Cruza los brazos e inclina la cabeza hacía atrás terminando de acomodarse, la misma posé de un crítico culinario observando la más extraña creación.

—Deberías dejar de dudar tanto, admite tus sentimientos por Almond y vivan felices. ¿Hay alguien que te lo impide?, ¿crees que lograrás algo pensando tanto en tus padres?

—No es tan fácil, Max

—Lo sé, no es fácil, pero tampoco es difícil seguir adelante. Mírame a mí, soy gay, no me llevó bien con mi familia, no he asistido a sus reuniones familiares en mucho tiempo y aún así espero encontrar el amor pronto

—¿Un chico guapo, sexy y millonario?

—Mi estándar es alto

—¿Y crees que con ese estándar podrás encontrar al chico ideal?

Max sonríe de manera pícara.

—Por supuesto, tengo el gran presentimiento que pronto estaré comprometido




🪐




Respiro hondo cuando finalmente nos detenemos en nuestro destino.

El tráfico había disminuido con el pasar del día, al menos lo suficiente para dejarnos llegar hasta el hospital sin perdernos la hora de visita diaria. Por supuesto que todo el trayecto discutimos sobre el presentimiento de Max, algunos pedidos que no debíamos olvidar de nuestra próxima agenda y como él parecía tan emocionado por abrazar al adorable alienígena.

O por llegar al hospital y dejar el caluroso interior del autobús por un fresco aire acondicionado.

Y no era el único que deseaba ver el rostro despierto y sonrojado de Almond, Yen ya había advertido que mañana era el momento adecuado para visitarlo, así que estaba preparando un enorme bolso de regalos para el alienígena. Luchar contra ella y sus tiernos cuidados, en estos momentos, sería imposible, pero al menos estaba aliviada del cariño que todos, a mi alrededor, le tenían.

Incluso yo, que en un principio me sentí tan desorientada por su presencia, no podía dejar de pensar en él. Ahora yo orbitaba a su alrededor.

—¡Oye, fíjate por donde vas! ¿Acaso eres inútil?

Una voz conocida me alerta.

Frente a mí puedo visualizar, después de mucho tiempo, a un enojado Max. Quien se coloca de pie con dificultad mientras un hombre, precisamente un alienígena, lo ayuda a colocarse de pie escuchando sus ruidos refunfuños. Pero hay algo extraño en el ambiente, el susodicho parece realmente agitado.

Entonces ambos se miran fijamente.

—Oh, hola

¿Max acaba de titubear?, ¿tan rápido se disipó su enfado? Creo que los hombres guapos llegaban a tranquilizarlo más de lo que pensaba.

—Hola —susurra el doctor—, ¿eres un paciente?, ¿te lastimaste en alguna parte?

—¡Ah! No, yo solo vengo a visitar a un amigo

—Ya veo

Max se sonroja de repente.

—Perdón por decirte inútil, yo...

—No hay problema, de verdad

El alienígena lo interrumpe, pero su mano sigue firme sobre la delgada muñeca de Max como si estuviera sosteniendo algo completamente delicado. Es lo primero que detiene la conversación, es lo primero que parece entorpecer su inesperado silencio.

Tal vez esto podría significar algo, lo que él tanto deseaba encontrar.

Porque esa mirada, brillante y distraída, la conocía demasiado bien. Era la misma mirada que Almond sostenía en su rostro cuando estaba cerca de mí, hasta los detalles que los diferenciaban, todo era como el más sutil presentimiento de que había encontrado a la persona indicada.

A su vínculo. Max lo encontró.

Sonrió intentando salir de ahí sin hacer el más mínimo ruido. Porque si me atrevía a interrumpir, a la mañana siguiente debía olvidarme de mi trabajo, salario y probablemente hasta de mi propia vida.

Y sigo mi camino por ese largo pasillo hasta donde está Almond, sentado, con la almohada abrazada contra su pecho y el sol acariciando su tierno rostro. Cuando finalmente me encuentra bajo el umbral de la puerta una sonrisa brillante tiñe sus labios rosados.

Mi corazón hace ruido, demasiado ruido, galopando con ansiedad.

—Cumpliste con tu promesa —dice él

—No pensaba romperla 







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