3. El príncipe ardiente
Cuando mi padre me pidió hacerme cargo de la construcción de la nueva etapa de departamentos, no me lo tomé de buena gana.
Había realizado algunos trabajos junto a él, y aunque experiencia no me faltaba, manejar a tantos hombres en una obra era una muy grande responsabilidad.
Apenas me había graduado de la carrera hacía ocho meses y dos meses después, ya estaba asumiendo mi primer trabajo importante como ingeniero en jefe de una obra.
"El príncipe está molesto porque su camisa esta sudada" había dicho, aparentemente no con la intensión de que mis compañeros escucharan, simplemente se me escapó, pero lo hicieron y se soltaron a reír escandalosamente.
Llevábamos algunas semanas trabajando, las estructuras debían alcanzar una altura de cinco pisos, así que conforme íbamos subiendo, pude notar como aquel hombre, de belleza incomparable, solía echarnos la mirada.
Primero pensé que lo hacía a la construcción en sí, pero con el paso de los días, noté que miraba a los obreros. No me molestaba en lo absoluto, pues los hombres de construcción, suelen robarse las miradas tanto de mujeres como de hombres, y es más, en ese grupo había muchos compañeros que eran abiertamente gays. Así que, "ningún problema por el momento", pensaba... Sí, por ese momento, porque después, me encontré haciendo algo que nunca antes había hecho.
No podía apartar mi mirada de aquella ventana, una vez que las persianas eran deslizadas y podía verlo ejercitarse con el imponente torso desnudo.
Comencé a quedarme solo en la obra hasta que caía la noche, solamente para poder verlo caminar completamente desnudo en su habitación. Pero lo que —entonces— me impresionó más, fue verlo en una ocasión mientras se hacía una paja.
El sudor corriendo por su amplio y bien trabajado torso y cómo su rostro se descomponía de manera tan caliente y seductora al alcanzar el orgasmo, me tuvieron a mí mismo, corriéndome dentro de mis pantalones sin siquiera haberme tocado.
¿Qué diablos me estaba pasando?
No tenía una respuesta pero sí la necesidad de reproducir una y mil veces en mi cabeza la imagen de su rostro excitado y las venas de sus manos sobresalidas mientras masturbaba su enorme polla con ímpetu.
No entendía que estaba pasándome, pero a mis veintitrés años, una mañana de sábado, me armé de valor y decidí llamar a su puerta con una tonta excusa, que me permitiría saber que carajos estaba sucediendo conmigo.
—Buenos días. —Saludé.
Y a pesar de haberme memorizado todo un discurso de camino hacia su departamento. En ese momento; viendo su pecho desnudo, que solo estaba cubriéndose solo con una toalla y completamente seguro de que abajo no llevaba absolutamente nada más, se me olvidó hasta como se respiraba.
Felizmente tenía los lentes oscuros puestos y él no podía ver a través de ellos como mis ojos se achicaban, esperando tener el poder de desatar ese nudo medio suelto de la toalla que lo cubría. Estaba ahí, frente a ese hombre casi desnudo, ese hombre que cada mañana salía a trabajar vestido de traje y luciendo como un príncipe de cuento para niñitas, pero que también a mí, me hacía temblar las piernas. Mirando ahora —muy de cerca— su rostro verdaderamente hermoso, su cabello castaño oscuro todo alborotado porque obviamente acababa de despertarse con el sonido del timbre. Sus grandes manos con las venas pronunciadas, que delineaban también sus fuertes brazos, su nariz... tan perfecta, sus hermosos labios tan provocativos... tan hermoso, tan varonil, tan...todo...
Podía sentir su mirada recorrer mi cuerpo entero y una sonrisa de medio lado formarse en sus labrios, mientras sus ojos marrones eran invadidos por una ráfaga de fuego vivo, cuando llegaron a mi cintura y por algún motivo, se detuvieron a mirar ahí y luego el imponente hombre volvió la vista al tablero en mi mano, haciéndome reaccionar de sopetón.
Cierto, mi excusa... la que justificaba el hecho de que estuviera parado frente a su puerta... ¡Ya no me acordaba que iba a decir!
Maldición estaba en problemas.
—El señor comediante —dijo de pronto, usando su voz sarcástica.
Automáticamente una disculpa salió de mi boca y las palabras fueron escupidas una tras otra.
Me sentía regañando por mi comentario del día anterior, pero si él hubiera sabido, que no intentaba burlarme de él, que eso era imposible, y que a cambio, cada día esperaba poder verlo y decirle lo guapo que se veía. Que lo había visto desnudo y me gustaba lo que veía. Que lo había imaginado jadeando y que quería que lo hiciéramos juntos...
"Mi nombre es Gun Atthaphan", le dije antes de empezar a babear y él se riera de lo idiota que era.
Le solté toda una mentira sobre el suministro de agua y de energía, que yo mismo no me creí, pero que al parecer él sí.
Me invitó a pasar y me pidió sentarme, pero si lo hacía se daría cuenta de la enorme erección que estaba tratando de ocultar bajo mis holgados pantalones. Así que permanecimos de pie, él dedicándome miradas y yo sin saber qué era lo que estaba diciendo.
Tanto hablar me dio sed, así que le pedí por favor me sirviera un poco de agua, a cambio él me ofreció una cerveza helada y vaya que la necesitaba.
Mientras bebía sorbito a sorbito, esperaba que el tiempo se detuviera... tan tonto. Ya no tenía más para decir, no tenía motivos para quedarme. Iba a despedirme pero noté que él tampoco quería que me fuera.
Me dio un paquete de cervezas, intentando retenerme unos minutos más y yo estaba seguro de que si me quedaba solo un minuto más, iba a lanzarme sobre él y eso... eso no estaba bien.
Me dijo su nombre y por fin pude marcharme.
Off, el príncipe ardiente se llamaba Off...
𝕰𝖛𝖎𝖎 𝕭𝖑𝖚𝖊 ʚĭɞ
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top