1. Una inusitada rutina

Desde que dejé la universidad, habían pasado dos años. Vivía solo, pues seguía pensando que no era lo mío encerrarme en una oficina todo el día, pero de vez en cuando lo hacía.

Trataba de ir por la empresa solo para ver cómo marchaban las cosas, y al regresar a casa me gustaba ejercitarme un poco.

«No es que sea muy aficionado a los gimnasios, realmente no los tolero, pero me gusta mucho entrenar, por lo cual dentro del departamento tenía —y aún tengo— una habitación equipada con caminadora, mancuernas, una máquina de pesas multifunción e incluso una bicicleta estacionaria.»

Así que aquel día, después de volver de la empresa de mi padre, decidí hacer un poco de ejercicios y luego de mi rutina, me di un baño, cené algo ligero, me serví una copa de vino, tomé un libro y me dirigí a la terraza, dispuesto a leer un poco.

Mi departamento estaba ubicado dentro de un complejo habitacional, —en ese entonces, nuevo— cerrado. Era el último edificio de la primera etapa, quedaba en el cuarto —y último— piso y tenía una terraza privada.

Mientras entrenaba, me di cuenta que estaban preparando el terreno que estaba justo detrás de mi edificio, posiblemente para comenzar la construcción de una nueva etapa... Y así fue.

Las maquinarias comenzaron a llegar —muy temprano— a la mañana siguiente, causando mucho ruido. No lo toleré desde el primer momento, así que decidí pasar la mayor parte del tiempo fuera de casa. Iba a la empresa, a las ocho de la mañana, y regresaba alrededor de las cinco de la tarde —ya que los obreros trabajaban de seis a seis—. Cuando llegaba a casa, lo primero que hacía era ponerme ropa deportiva, a veces, y curiosear —las maquinarias y los obreros que se veían bastante bien con sus cascos, chalecos y pantalones de mezclilla, en la construcción— un poco mientras me ejercitaba.

Un día, —cuando estaban terminando de recoger todo y cerrando con cinta reflectante— los obreros cruzaron delante de mi edificio formando una desordenada y larga fila mientras hablaban y salían, dando por terminada su jornada.

Y esa, esa fue la primera vez que vi a Gun.

No me fijé inmediatamente en él, pero si recordaba su fantástico culo respingón y su cabello castaño rapado en la parte baja y levantado del frente, que desaparecía cuando usaba el casco.

Todo aquello se repitió durante un par de semanas, estableciéndose para mí, una inusitada rutina.

La estructura de la nueva etapa de construcción iba tomando forma y yo ya tenía toda una calificación para cada uno de los obreros, y el que encabezaba mi lista era definitivamente Gun, claro que para entonces yo no sabía su nombre.

Soy gay.

«Salí del closet unos meses antes de graduarme, bueno, ante mis padres. Nunca he sido amanerado, ni voy diciendo por ahí que soy gay, al contrario, siempre me consideré y considero muy discreto.»

Tuve algunas parejas durante mis años de universidad, muy pocos amigos y mientras los días pasaban, unas inmensas ganas de ver en todo momento a Gun porque no lograba sacarlo de mi cabeza en ningún momento... por más que lo intentara.

Eso me llevó en muchas ocasiones a hacerme unas pajas pensando en él —aunque debo confesar que también en otros de sus compañeros—. No le veía nada de malo hacerme una paja pensando en alguien, no significaba que estuviera enamorado o algo así...

Uno de esos días en que mis hormonas estaban más aceleradas que nunca —porque había tenido un roce con un imbécil que se pasó la luz roja del semáforo y magulló mi auto, el calor era insoportable y para colmo de males el aire acondicionado del auto no funcionaba y estaba sudando como un cerdo— me aparqué fuera de la cochera, para que el servicio mecánico pasara a recoger el auto y mientras iba caminando, pensando en mil insultos para aquel imprudente, escuché una voz que me gritaba alguna cosa que no alcancé a entender, seguido por un montón de risas y burlas.

Gun y sus compañeros, se estaban riendo de algún chiste o quizá de mí... Les di una mirada fría, arrogante y de pocos amigos y subí a mi departamento.

Me di una ducha para calmarme, me vestí, pedí de comer, cené, me cepillé y me desnudé completamente, debido al calor y porque además así me gusta dormir. Me fui a la cama, desactivé las alarmas del celular, era viernes, así que al día siguiente no pretendía levantarme para nada. Necesitaba recomponer mi cuerpo y nadie me lo impediría.

"Gracias a Dios, los ruidos de la construcción ya no son tan fuertes como los primeros días", pensaba mientras me acomodaba en mi mullida cama, y justamente con ese último pensamiento, me dormí sin darme cuenta.

𝕰𝖛𝖎𝖎𝕭𝖑𝖚𝖊 ʚĭɞ

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