Una cita doble con final inesperado

Scarlett tuvo un día terrible en la universidad, olvidó subir a la plataforma algunas prácticas, además su malestar por la menstruación empeoró tanto que se vio obligada a llamar a su abuela para que la auxiliara. Su corazón se paralizó cuando vio a Ryo en vez de a Leticia.

No le importó los reproches y quejas de las chicas cuando lo agarró de la mano y lo alejó de esa jauría de calenturientas. Le pidió con el corazón en la boca que la esperara mientras se cambiaba el pantalón, y cuando salió su mayor miedo se hizo realidad, Ryo había desaparecido.

Sus ojos se llenaron de lágrimas al no encontrarlo. Miles de escenarios catastróficos le asaltaron, el que más sobresalió fue que sus enemigos se lo habían llevado en contra de su voluntad y lo estaba torturando. El mundo se le vino encima.

Lo buscó por todo el recinto. Llamó a Héctor desesperada, pero sus llamadas caían en su buzón de voz. Y, casi a punto de caer en la locura, lo encontró y volvió a respirar con normalidad. De inmediato la incertidumbre se borró de su pecho. Se quedaron abrazados, en silencio, hasta que se percataron de la hora.

Al día siguiente, quedó con Héctor para trabajar en el proyecto de los Amantes Lunares y mientras le daba golpecitos con el bolígrafo sobre su cuaderno volvió a enumerar las terribles consecuencias de que él fuera a la feria y se ganó el regaño por parte de su amigo y de su abuela que preparaba un jugo para Ryo y Tito que veían Dragon Ball.

El día pasó rápido y pudieron avanzar con en el proyecto. Después que terminó de fregar y, apagó las luces. Entró a su habitación y se tiró en la cama, necesitaba estudiar todo lo posible para sus exámenes finales que se avecinaban y el único modo de concentrarse era encerrarse junto con sus libros, su portátil y sus auriculares.

Colocó una de sus canciones favoritas y al rato dejó salir todas sus inhibiciones, tomó el desodorante para simular que se trataba de un micrófono. Trató de emular la voz de la cantante, algo imposible, pero por lo menos lo intentó. Un grito de espanto brotó de su garganta cuando algo la tocó en la espalda. Era Ryo.

—¿Qué te pasa? —preguntó Scarlett con preocupación al verlo con el semblante decaído.

Ryo cerró los ojos y se tambaleó como si, en cualquier momento, fuera a desplomarse frente a ella. Lo ayudó a sentarse sobre el colchón, intentó reanimarlo al llamarlo con insistencia. Entonces, Scarlett recibió un baño de una luz brillante que emanó del cuerpo de Ryo, tuvo que proteger sus ojos con sus manos para no terminar ciega.

—Fui traicionado. — La voz de Ryo sonó áspera. Le rechinaron los dientes—. Quiero venganza.

Un temor se apoderó de Scarlett. El semblante de Ryo se iluminó, abrió los párpados y en su mirada, persistió una expresión tan dura como el acero, llevando a Scarlett a la conclusión que ese no era el Ryo que ella conocía, un ácido subió a través de su garganta, cuando emanó ese olor a marihuana de su piel. Dejando atrás su aversión, se concentró en sacarlo de su trance.

—Ven a mí—le susurró ella.

Un duro ceño estropeó las claras líneas del rostro de Ryo.

—Por favor—repitió Scarlett con insistencia.

Ryo contuvo el aliento. Entonces, ella llevó su dedo hacia el pecho de él y con voz firme, recalcó:

—Te quiero devuelta. Vuelve a mí, por favor—le suplicó Scarlett.

Con lentitud, Ryo sacudió la cabeza.

—Scarlett —dijo Ryo en voz baja, parando frente a ella con ojos preocupados.

Ryo le pasó el dedo por la mandíbula, después por la garganta y regresó otra vez a su mejilla. Ella cerró los párpados y sintió un pequeño roce en sus labios, que la estremeció.

—¿Qué están haciendo ustedes dos?

La voz adormilada de Tito fue como un balde de agua fría para ambos.

—¿Por qué Ryo brilla? —soltó Tito en medio de un sonoro bostezo, que les indicó que estaba más dormido que despierto.

Scarlett encaminó a su hermano a la habitación de Leticia. Se quedó en el umbral hasta verlo acostarse junto a su abuela que estaba sumida en sus ronquidos. De vuelta en su dormitorio, Ryo había dejado de brillar y contemplaba con un semblante indescifrable la noche sin estrellas.

—¿Te sientes mejor? —le preguntó Scarlett.

Ryo asintió, y Scarlett cerró la puerta sin ponerle seguro. Se acostó en la cama y él a su lado, cubriéndola con su cuerpo como si tratara de protegerla de lo que había a su alrededor. La tensión que había entre ellos podía palparse en el ambiente sin problemas. Saltaban chispas cuando estaban tan cerca y todo apuntaba a que, en ese momento, nada los separaría.

Llegó el día en que Ryo conocería a la chica que le presentaría Héctor que se esmeró en su vestimenta, le recomendó que usara unos jeans desgastados, botas negras estilo militar y, una camiseta con Eddie el esqueleto de Iron Maiden, con una camisa de cuadros y un gorro ancho de lana.

Pidieron un Uber, la feria se encontraba en los alrededores del bosque nacional, en el camino, Héctor le habló sobre Adhara como si ella fuera la diosa de la belleza.

A Scarlett le pareció advertir una sonrisa ufana en el rostro de Ryo, una que le desagradó mucho. Durante un instante se preguntó si todo eso no era más que, un plan de Héctor para despertar sus celos. Lo conocía y sabía de su placer morboso en analizar como si se tratase de un experimento los sentimientos de las personas.

—Llegamos. —La voz de Héctor sonó cantarina y juguetona—. ¡Vamos a divertirnos!

Scarlett fue la última en desmontarse y también la que le tocó pagar el servicio del Uber.

—¡Apúrate, Scarlett! —le apremió Héctor con insistencia—. No ves que no podemos hacer esperar a Adhara y, por favor, quita esa expresión avinagrada.

La aludida le enseñó el dedo del medio como respuesta. Se masajeó la nuca mientras entraban a la feria. El bullicio se mezcló con los gritos de emoción, las luces y el olor a comida que le encantó a Ryo. Encontraron a Adhara en un puesto de palomitas de maíz, llevaba unas botas a juego con las de Ryo, vestido corto y colorido y un séptum. Héctor presentó a Ryo como un estudiante de intercambio que vivía en la casa de Scarlett.

—Es muy bonito —le dijo Ryo, invadiendo el espacio personal de Adhara para tocar su aro.

—¡No la toques! —le reprochó Scarlett.

Adhara salió de su inicial sorpresa y expresó:

—No hay problema—respondió Adhara con las mejillas sonrojadas—. ¿Te gusta?

—Te queda bien—expresó Ryo con una sonrisa.

Un calor extraño, una aprensión se extendió por el pecho de Scarlett. Tragó saliva con dificultad.

Se hizo un silencio que a Scarlett le resultó incómodo y, más cuando, percibió que entre Ryo y Adhara había congeniado. Empezaron a deambular por la feria y, se hizo más notable la química que había surgido entre ellos.

—Y tú que pensabas que no se iba a divertir y ni caso te ha hecho—expresó, Héctor en tono burlón—. Míralo no más.

El humor de Scarlett cayó en picada.

—¡Excelente! —respondió Scarlett. Incluso, hasta ella misma notó el ligero enojo en su voz—. Sabes que, me largo a buscar a Máximo.

Se alejó de ellos con la dignidad en alto, y con el labio encrespándose de asco; que se diviertan, pensó.

—¡Pero qué genio! —le gritó Héctor.

Cerró los párpados por un leve instante y, trató de ignorar la ansiedad que le oprimió el pecho. Se sentó en un banquillo con el único objetivo de respirar. Después de un rato comenzó a caminar, sintiéndose un poco humillada por esa chica que apenas conocía. Encontró a Máximo hablando con unos amigos cerca del tagadá, sostenía un ramo de peonías rojas en las manos.

Scarlett rezó para que esas flores no fueran para ella, porque les tenía un miedo irracional. Y como la mala suerte siempre la persigue. Máximo se las entregó depositando un beso tierno en sus mejillas. Le agradeció el gesto mientras el pánico le dibujó regueros de sudor en su rostro.

«No tengas miedo, solo son unas estúpidas peonías» pensó.

Declinó la invitación de Máximo de subirse a la tagadá. Incluso, compartieron algunas sonrisas, pero en ningún momento dejó de pensar en Ryo y en deshacerse de ese ramo. Luego, entraron a una tienda de tiro al blanco. Para su sorpresa, Máximo era un excelente tirador, al final, ganó un pequeño unicornio de peluche, que le regaló. Después, le compró un hotdog y se divirtieron en la carpa de los espejos y en los carritos chocones.

Scarlett la estaría pasando fenomenal sin las peonías en sus manos y la imagen de Adhara y Ryo divirtiéndose juntos. Algo cansada, se acercó a un puesto de dulces de algodón mientras Máximo contestaba a una llamada. Aprovechó que le daba la espalda, dejó las peonias sobre un escaparate.

Disfrutaron de otras atracciones, entonces Máximo echó de menos las flores en su mano y fue el turno de Scarlett de fingir demencia al expresarle con mucha tristeza que no recordaba donde las había puesto.

Su mirada de decepción no le pasó desapercibida. Entonces, Scarlett divisó a Héctor que estaba atragantándose unas donas, mientras observaba Ryo que, jugaba en el martillo de fuerza. De un solo tiro elevó el platillo que hizo sonar la campana para el asombro de los presentes. El feriante le pasó un enorme peluche en forma de jirafa a Ryo quien se lo regaló a Adhara y, fue tanta su emoción que se arrojó como si fuera un proyectil a sus brazos depositando varios besitos en su mejilla.

Scarlett apretó su mandíbula y el estómago se le tensó cuando se vio forzada a sonreírle a Máximo. No le gustaba criticar a ninguna mujer, no era su estilo, pero pensó que Adhara se comportaba un poco coscolina. Sin embargo, el verdadero culpable de todo esto era Héctor, que tuvo la brillante idea de juntarlos. Durante un estúpido instante se preguntó qué pasaría si ellos terminaban enamorándose.

—¿Ese de allá no es Héctor? —preguntó Máximo mientras se entra a la boca un poco de algodón.

—Sí, es él—espetó ella con la mandíbula tensa, pero pugnó por serenarse—. ¿Te gustaría ir a saludarlo?

Máximo asintió y le susurró con voz cálida y seductora: —Pero solo por un momento, en verdad, solo quiero pasar el tiempo contigo.

Scarlett le sonrió, no muy complacida con su propuesta. Regresó a mirar hacia donde se encontraban ellos y una ola de calidez fluyó a través de ella, cuando su mirada conectó con la de Ryo, pero notó que esté le suspiró con tristeza.

Héctor los saludó con la boca llena, y Adhara aprovechó para colgarse del brazo de Ryo. El corazón de Scarlett dejó de funcionar al verlos juntos. Aún podía sentir el último roce de sus labios sobre los de ella. Su nueva amiga los condujo a un camión de comida donde también había una tarima de karaoke. Pidieron bebidas y unas hamburguesas. La mesera depositó las cervezas sobre la mesa y les explicó que su pedido tardaría un poco más.

—¿Cómo lo están pasando? —preguntó Scarlett mirando a su amigo con una ceja alzada.

—Sin querer, me he convertido en un chaperón—le respondió Héctor, tomando asiento—. Los que sí se han divertido son estos dos.

—¡¿De verdad?! —expresó Scarlett, fingiendo sorpresa.

—Ryo es un amor—añadió Adhara, que aprovechó para darle un golpecito amistoso en el brazo, luego enfocó su atención hacia Scarlett—. Oye, ¿por qué usas esos guantes?

—Tengo una enfermedad, al parecer incurable en las manos—le contestó un tanto impaciente.

—Su toque es puro fuego—agregó Héctor mirando a su mejor amiga con un brillo picaron—. Si no me crees pregúntale a...

Héctor casi saltó de su asiento y dejó escapar un chillido lastimero cuando sintió una quemazón en una de sus rodillas. Se disculpó avergonzado y vio cuando Scarlett se arreglaba uno de los guantes por debajo de la mesa, le pisó con disimulo uno de sus pies mientras le sonreía a Adhara y entonces fue el turno de Scarlett de quejarse.

—¿De dónde se conocen ustedes? — indagó Máximo con interés mientras le daba un largo trago a su cerveza.

—Pero ¡¿qué pregunta es esa mi amigo?!—exclamó Héctor con malicia—. Si Ryo y Scarlett comparten el mismo techo y hasta la misma cama.

Máximo la miró buscando una explicación. La sangre le tronó en los oídos a Scarlett que entornó los ojos en dirección a Héctor y, apenas pudo escuchar la maldición que soltó entre dientes cuando le propinó un puntapié en la rodilla.

—¿Qué te pasa alienígena? —le reprochó Scarlett en medio de un susurro a Héctor.

Una sonrisa curvó las comisuras de los labios de Héctor.

—Pero, si yo no he hecho nada—se mofó Héctor—. ¿No estarás celosa? —le murmuró tapándose la boca.

Scarlett le lanzó una mirada asesina.

—Antes de que llegaran, estábamos planeando hacer un dúo—dijo Adhara tomando de su bebida.

Héctor casi se ahoga de la risa.

—¿Cuál dúo? —indagó Scarlett intrigada.

—Es que Ryo me comentó que le gusta mucho la música y yo sé cantar—expresó Adhara con una sonrisa brillante.

Scarlett palideció mientras giraba la cabeza hacia el aludido.

—No creo que sea buena idea—objetó incómoda.

—No seas aguafiestas —replicó Héctor mientras tomaba un poco de cerveza—. Se está divirtiendo muchísimo. O ¿ es que te molesta que canten juntos?

Su amiga rechinó los dientes. No le contestó, pero la falta de respuesta fue tan fuerte como un grito.

—Dejen que el chino decida—medió, Máximo entre ambos—. Es un hombre y puede tomar sus propias decisiones.

Terminó su oración dándole una sonora palmada en el hombro a Ryo, pero tuvo que apartar la mano con rapidez cuando sintió un corrientazo. Adhara le extendió la mano a Ryo y se fueron agarrados hasta la tarima. El dependiente le pasó los micrófonos cuando les pagó por el servicio. Luego, ella le susurró algunas palabras al oído a Ryo que no dejaba de reírse a carcajadas.

—Parece como si se conocieran de toda la vida—soltó, Héctor fingiendo una mirada embelesada.

—Pensé que ellos eran novios—añadió Máximo tomando otro sorbo de cerveza—. La verdad es que se nota que tienen mucha química y, si no lo son, les juro que de aquí salen siendo novios.

—¿Qué opinas tú? —le lanzó Héctor a su amiga.

—Disculpa, ¿me hablabas? —le respondió Scarlett molando los dientes.

Interpretaron la canción Yo te diré del grupo argentino Miranda. Al principio, Ryo solo le seguía la corriente, a leguas se le notó que no se sabía la letra, pero cuando le tomó el piso dieron el espectáculo de su vida.

—Búsquense un hotel—les gritó Máximo, silbando y agitando su puño como si fuera un gorila.

—¡Desconocía esa parte tan coqueta de Ryo! —exclamó Héctor.

Se le cortó la respiración a Scarlett mientras resonaban los aplausos. El latido de su corazón rugió en sus oídos. Adhara con micrófono en mano anunció con voz melosa que, Ryo, deseaba cantar otra canción a una persona especial. Le dio las indicaciones al chico de sonido. Máximo se movió incómodo en su silla, y Héctor aplaudió como una foca rebosante de felicidad.

Ryo se acomodó en el escenario, sus ojos buscaron la mirada de Scarlett y cuando el opening de la canción Corazón Encantado de Dragón Ball comenzó a sonar. Cantó:

Tu sonrisa tan resplandeciente, a mi corazón deja encantado. Ven, toma mi mano para huir de esta terrible oscuridad.

Scarlett se agarró de los brazos de la silla. Esa era su canción favorita, la que le cantaba siempre antes de dormir a su lado.

Quiero saber si acaso tú conmigo quieres bailar. Si me das tu mano, te llevaré por un camino cubierto de luz y oscuridad. Tal vez sigues pensando en él, no puedo yo saberlo, pero sé y entiendo qué amor necesitas tú. Y el valor para pelear en mí lo hallarás.

Scarlett no podía dejar de mirarlo, y verlo sonreír hizo que su corazón reventara.

Voy a amarte para toda la vida, no me importa si aún no te intereso. Ven toma mi mano para huir de esta infinita oscuridad.

El sonido de aplausos la sacó de su ensoñación. Miró a su alrededor y muchas personas con celulares en manos, hablaban entre sí acerca de la canción y otros de la interpretación. Por otro lado, algunas parejas se abrazaron recordando su anime favorito.

Los aplausos llenos de añoranza duraron mucho después de que Ryo dejara el micrófono en el piso. Incluso, ella vio lágrimas sin derramar en los ojos de Héctor, pero todo se vino abajo cuando Adhara lo abrazó eufórica y le plantó un beso en sus labios.

El lugar se desvaneció alrededor de Scarlett, que le comenzó a doler el estómago. Ryo se apartó de Adhara de golpe, mientras que ella comenzó a ver todo rojo. De pronto, dos disparos retumbaron en el sitio, las personas empezaron a correr despavoridas en medio de gritos. Máximo la tiró al piso, pero ella levantó la cabeza buscando a Ryo.

Casi se muere cuando lo vio aún sobre el escenario, sin ninguna protección. El pulso se le aceleró de miedo ante la idea de que saliera herido o peor, muerto. Héctor corrió a socorrerlo, pero Ryo se quedó inmóvil a pesar de sus intentos por sacarlo de la tarima. Scarlett se soltó del agarre de Máximo, se levantó para ayudar a Héctor a sacarlo del lugar, aun así, fue inútil.

Siguió su mirada y su corazón se detuvo cuando reconoció al asesino de la floristería, que los observó con los ojos brillantes de odio, y una sonrisa cínica que le desfiguró el rostro. Ryo abrió y cerró los puños mientras le lanzaba una mirada teñida del odio más brutal que haya podido imaginarse Scarlett. Uno de sus secuaces disparó dos veces más soltando improperios hacia ellos.

—Tenemos que salir de aquí—les gritó Héctor, que tiraba del brazo de Ryo con fuerza, pero este no se movía ni un milímetro.

—Va... mos, va... vámonos de aquí. —Balbuceó Scarlett que los nervios no le permitían formar las palabras completas.

Ryo ni se inmutó ante las súplicas de Scarlett. El asesino chasqueó sus dedos y sus seguidores se convirtieron en sombras con ojos brillantes y colmillos afilados que chispearon con maldad y emitían un sonido ligeramente zumbantes y rápido, como el resuello de un animal, pero con un tono agudo. Las presencias de estas criaturas generaron un escalofrío en el aire, que suscitó una sensación de temor y desasosiego entre las pocas personas que quedaban allí.

Los ojos de Ryo se convirtieron en esferas intensamente brillantes, como centellas en medio de una tormenta. Con un gesto de sus manos, convocó rayos, que resplandecieron con una luz intensa y cegadora, empezaron a descender del cielo con una fuerza inmensa. Cada uno golpeó con precisión a las sombras, que se retorcían y soltaban aterradores alaridos. Y, en un instante, fueron reducidas. Entonces, un dolor atravesó a Ryo que provocó que se encorvara.

—No podrás combatir conmigo con ese cuerpo tan débil—le gritó el asesino del señor Tanaka, enseñándole los dientes en un gesto de furia

El asesino se mordió los labios tratando de contener una risa victoriosa. Desenvainó una espada majestuosa y lumínica que irradiaba una etérea luz plateada.

—Por favor, Ryo salgamos de aquí—le imploró Scarlett con un nudo en la garganta—. O ¿acaso quieres que ellos me lastimen?

Ella soltó un sollozo. Ryo la tomó en sus brazos, abrazándola mientras todo su cuerpo temblaba, creó una enorme esfera de energía que los protegió a ambos y empezó a correr rumbo al bosque. Scarlett escondió su rostro en el cuello de Ryo y lloró porque sabía que todo eso iba a salir mal desde mucho antes de empezar.

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