Algo que comienza solo con sonrisas y se ensucia con sucesos totalmente ajenos a ti, pero te marcan, marcas invisibles al mundo y solo detectables por todo aquel que te conoce, marcas que van más allá que un simple llanto, una mirada triste o el devenir de un recuerdo turbio que pone lágrimas en tus ojos, esas marcas tuercen tu personalidad y son capaces de girar el timón de tu vida y poner rumbo a la depresión. No fue mi caso, ese timón lo cogí con mis manos y puse rumbo a mi felicidad, pero el recorrido nunca es fácil. El camino a la felicidad trae en sus aguas ineptos que te juzgan sin conocer lo más mínimo de tí, personas que te atacan sin saber que heridas deja eso en tu alma, pero por cada bache que superas, tomas fuerza para seguir adelante. Al final crees que no, pero todas esa piedras dejan marca, lo que lleva a crearte una coraza que las cubre, algo que propones que nadie traspase. Ajeno a lo que era la amistad me vi sumergido en un mundo donde todos hablaban un idoma que no comprendía y que cada paso que das, es motivo de crítica. No comprendía porque no encajaba, pero pronto me di cuenta que no necesitaba a esas personas y que yo solo me bastaba para ser feliz.