Capítulo 2: Su sonrisa
Debo decir que mi valentía solo duró hasta que salí del café, donde mis verdaderas emociones aparecieron de manera inconsciente. No sé cómo describir lo que sentía, pero era una mezcla de vergüenza, dolor, tristeza, y sobretodo, arrepentimiento. Por ello, ni bien salí del café, agaché mi cabeza, sentí como el fuego subía por mi rostro y me fui corriendo hasta llegar a mi casa.
No recuerdo cómo llegué a mi casa, ya que no podía dejar de pensar en lo que había sucedido. No lo podía creer. Finalmente le había hablado a mi cajerita. Pero el problema fue que dije cosas que la incomodaron... ¿Por qué le dije eso? ¿Por qué me dejé llevar así por mis emociones?
Entonces, al sentarme y mirar por casualidad al suelo, vi los brillitos de los todavía no había podido deshacerme. Y recordé el brillo del arcoíris de sus ojos y la felicidad de sus movimientos, y simplemente suspiré. Sé por qué me dejé llevar. Pero ¿estuvo bien? Probablemente no. Debía disculparme por mi comportamiento para que las cosas no fueran incómodas entre los dos... Aunque de por sí no éramos nada, ni lo seríamos nunca y eso había quedado claro, pero nos veíamos todos los días...
Entonces, me pregunté ¿debía seguir yendo a ver a mi cajerita? Y la respuesta estaba en ese chico.
Todavía no lo conocía, y a pesar de que hubieran pasado un par de días, su rostro había quedado grabado en mi mente. Abrí mi computadora y comencé a buscar. No tenía idea de lo que buscaba, pero debía comenzar por algún lado. La forma en la que mi cajerita había sonreído me hizo pensar que debía ser alguien famoso, así que comencé por buscar a todos los grupos y solistas que hubieran en la industria de la música en Corea. Y me fui directamente a la música, pues después de tanto tiempo viendo a mi cajerita cantar y bailar, fue la primera opción que apareció en mi cabeza. Y luego de unas dos horas, lo encontré. El muchacho era el lider uno de los grupos de música pop de Corea. El grupo era bastante conocido aunque todavía estaban creciendo. Luego de leer un poco de la biografía de este chico, la esperanza y la fé comenzaron a abandonar mi cuerpo lentamente hasta que desaparecer por completo. Este chico era apuesto y su sola imagen se veía impresionante, pero no solo se veía sino que también lo era. No solo escribía y producía canciones, sino que cantaba, rapeaba, y bailaba, era modelo y presentador de televisión, amaba hacer deporte, especialmente nadar, hablaba cuatro idiomas, y por lo que leí de las fans, cuidaba mucho a su equipo además de ser muy amable, carismático y educado.
Me recosté sobre el asiento y miré al techo mientras contemplaba mi derrota contundente. No había forma alguna, ni remota, que yo pudiera llegarle a los talones a ese chico. Sin importar cuánto tiempo yo hubiera ido o llegara a ir a ese café a verla; por más que quisiera y lo intentara de mil maneras, nunca podría provocar en mi cajerita la emoción y la felicidad que sintió al verlo; jamás.
Entonces, fue ahí que mi cerebro me dijo que era estúpido seguir gastando mi tiempo, mi dinero y mi esfuerzo en alguien que nunca me vería como yo la veía a ella, y que era hora de dejarla ir por mi propio bien.
Sabía que era lo correcto, pero... No quería dejarla ir. Sentí una opresión en mi pecho y supe que era angustia y frustración. Jamás me había sentido tan derrotado en mi vida y encima después de todo el trabajo que había puesto en cumplir mi sueño... Quería tener una oportunidad, y no... No quería renunciar...
Todo el día caminé pensando y pensado, y lo único que logré hacer fue pisar brillitos hasta el hartazgo ya que estaban esparcidos por toda la casa. Estaba cansado, y ya no quería saber mas nada...
Entonces, lo decidí. No volvería a ese lugar. El dolor era demasiado, y las cosas debían cambiar. Yo debía cambiar. Una vez que la dejara, las cosas serían mejor. Podría dejar mi otro trabajo, estar más tranquilo... Era lo mejor.
Por eso al día siguiente, a las 8:30hs, estaba... en el café esperando a que me atendiera mi cajerita. Sí, yo tampoco lo entendía, pero esta era una fuerza que iba más allá de la costumbre. Era una tortura y lo sabía. Suspiré.
Miré a mi cajerita con su sonrisa de manzana de bruja y vi que hoy llevaba un broche de mariposa en su cabello. Sonreí sin darme cuenta. Estaba perdido. Jamás podría dejar a mi cajerita a no ser que otro me la arrebatara. Y si lo pensaba bien, el otro chico era muy famoso, rico, apuesto y estaba rodeado de otras mujeres igualemente famosas y ricas y hermosas, así que probablemente él nunca saldría con mi cajerita... Sé que ella era especial, pero este tipo estaba rodeado de gente especial y seguramente no había una razón en particular por la que elegiría a mi cajerita. Y por más que ella lo idolatrara, muy probablemente yo todavía podría tener una oportunidad. Además, ¿cuáles eran las chances de que este tipo regresara?
Pues bueno, parece que muchas, pues de nuevo, y como por arte de magia, justo delante de mí estaba el chico que la hacía feliz.
- Mierda – pensé -. Ahora no podré sacarme los brillos por un mes...
No quería mirar. Volvería a sentir el dolor de verla perdidamente enamorada de otro chico al que yo ni siquiera me le parecía, ni podría parecérmele nunca. Además la sorpresa de verlo de nuevo me hizo agachar la cabeza inconscientemente. Más que nunca, me sentía derrotado y frustrado.
Pero como no miraba, al escuchar su charla me di cuenta de que él no le hablaba en coreano, sino en inglés. Y ni bien me di cuenta de eso, alcé mi mirada sin pensar, sorprendido. Nunca había escuchado a dos nativos hablar en inglés y la musicalidad de sus palabras me hizo sonrojar. Realmente se notaba que había química entre ellos y las risitas entre frases le agregaban gracia y dulzura a la charla. Terminé sonriendo sin darme cuenta, pues el ambiente se había tornado cálido y brillante. Era como si hubiera pequeñas lámparas flotantes a alrededor de ellos que se elevaban lenta y graciosamente mientras hablaban. Era mágico, y sin creerlo posible, quedé atrapado en ese hechizo. No tenía la más remota idea de lo que decían pero eso no importaba. El hechizo había sido lanzado y me habían derrotado por segunda vez. Pero tal vez lo peor era que no me sentía mal por ello.
Al terminar de pedir su orden, el chico se despidió de mi cajerita saludándola con su mano mientras le mostraba una sonrisa tan grande que sus ojos desaparecieron. Mi cajerita estaba sonrojada, pero igualmente sonriente, e hizo una leve reverencia para despedirse (ya que el protocolo de su trabajo no le permitía saludar de otra forma).
Y fue mi turno, y la vi toda colorada hasta las orejas, pero sonriendo con felicidad y calidez; la calidez del momento que había vivido con ese ser tan especial para ella. Yo le sonreí con dolor y le dije lo que quería. Hoy pedí unos waffles con chocolate y crema batida y un vaso de leche tibia para poder ahogar mis penas y engordar con mi tristeza y decepción. Pero, al ser un pedido que llevaba más tiempo de preparar y mi cajerita no estaba encargada de hacer mis waffles, tuve un momento para contemplarla y pensé:
- Hoy te ves realmente hermosa. Ese broche te queda muy bien. Pareciera que una mariposa se posó casualmente en tu cabello...
Y de pronto la vi mirarme con sus ojos enormes y sus mejillas súper coloradas, y entonces, sin entender nada, le quise sonreír y ni bien junté mis labios me di cuenta de que... precisamente mis labios estaban separados. Eso quería decir que mis pensamientos en realidad habían salido de mi boca y ella los había escuchado. El calor comenzó a subir por rostro y no supe cómo reaccionar. Mi cerebro me había traicionado de nuevo, y mi boca había dicho algo que no debía en el momento menos indicado. Cerebro, ¡¿por quéééééééééé?! ¡¿Por quééé eres asíííí?! ¡¿Y ahora yo qué hago?! ¡¿Dónde me meto?! ¡No puedo salir corriendo! ¡Tampoco puedo esconderme! ¡¡¿Qué mierda hago ahora?!!
Y de repente escuché decir:
- Gra... Gracias. Es uno de mis broches favoritos – y lo tocó con suavidad.
- Eh... - no podía creer que me hubiera respondido - Re... Realmente es muy bonito... - le dije mientras rascaba mi nuca con algo de nerviosismo.
- Aquí está el pedido de waffles – dijo un chico desde la cocina y ella corrió a buscarlos.
Terminó mi pedido como siempre, y aunque el momento no se parecía en nada con la magia que se había vivido antes, pude percibir una leve sonrisa en el rostro de mi cajerita y eso no dejó que el calor de la vergüenza abandonara mi cara. Además era una sensación tan extraña, pues estaba avergonzado de la felicidad que sentía por ver esa expresión en su rostro.
Al recibir mi pedido, me despedí como siempre y me fui casi corriendo. Salí afuera y el frío me golpeó abruptamente. Ahí noté que estaba extremadamente transpirado por los nervios que había sentido, y mi cara ardía. Me tapé el rostro con las manos y dije:
- Ayyyyyyyyyy, mi cajerita... Se suponía que era yo el que te provocaría para que hicieras expresiones extrañas, no al revés...
Y como pude me fui a mi casa. Ese día, afortunadamente no hubo brillitos en mi comida, y los de mi casa de pronto desaparecieron. Pero por alguna razón, el calor de mi cara no se fue en todo el día.
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