Capítulo 9
Habían pasado cinco días desde que dejaron Berk y, como era costumbre, Hans no durmió en el camarote esos cinco días. Elsa sólo lo veía entrar a darse un rápido baño y cambiarse de ropa. La provocaba un poco, discutían, el castaño le dedicaba una sonrisa ladina después de eso, y salía de la habitación a sus deberes de capitán.
A diferencia de cuando recién había llegado al barco, ahora Elsa tenía cierta libertad y podía salir del camarote. Cuando se aburría de estar encerrada, Waltz le hacía compañía, se ponían a hablar y a probar sus poderes a través de la magia de los brazaletes; terminando ella exhausta después de eso. Si Waltz se encontraba ocupado, Elsa también se dirigía a con Rugall quien la ponía junto a él a escribir en las bitácoras y diarios del capitán. También lo ayudaba a remendar algunas velas o prendas desgastadas, como a ordenar la cabina principal que Elsa entonces descubrió que habia en el Venganza de la reina, en donde Hans hacia sus reuniones matinales con los hombres más importantes de su tripulación. Ahí se encontraban todos los mapas y rutas a seguir, así como cada bitácora del capitán y libros e instrumentos de navegación. Aunque en el camarote del capitán tenía su propio escritorio lleno de pergaminos, Elsa se dio cuenta que en la cabina principal habia aún más de éstos.
Así, la reina se pasaba los días ayudando a Rugall en todos esos pequeños deberes para no aburrirse. Al ser este último el más viejo de la tripulación, Hans lo habia delegado a esos triviales trabajos, además de manejar el timón cuando él se iba a descansar. Pero de esto último, Hans aun no lo hacía, y Elsa se habia dado cuenta de eso puesto que por las noches dormía solamente ella en el camarote principal. Y aunque esa privacidad era algo que disfrutaba de momento, aún le quedaba la incertidumbre del preguntarse por qué Hans era tan renuente a dormir por las noches. Sabia por Waltz que durante el día descansaba apenas unos minutos diarios entre horas cuando escalaba hasta el mástil vigía y desaparecía unos momentos del timón. Pero ella sabía que eso no era suficiente para que un cuerpo humano descansara y recuperara su energía. Ese comportamiento en él se le antojaba muy misterioso, y se reprendió mentalmente por pensar tanto en él.
Además, también estaba lo sucedido en la posada de Berk. En su rubia cabeza aún rondaban las palabras dichas por el pirata en el jardín. La amenaza soltada como una promesa: Fuiste mía una vez, lo serás de nuevo. Sabía que lo decía en serio, pero a pesar de eso y de estar a la defensiva los primeros días sobre el barco, Elsa se percató de, que en esos días que llevaban navegando, Hans en realidad no habia insinuado nada o intentado siquiera hacerle algo desde la última vez que estuvieron juntos. Y eso la relajó un poco. Pensar en el excitante y duro cuerpo del pirata cerca de ella la hacía estremecerse al recordar aquella noche. Y no podía dejarse llevar por eso.
Ahora se encontraba en el camarote, sentada sobre el escritorio de Hans. Ya era entrada la noche pero la rubia no podía dormir. Todos esos pensamientos desde que habia vuelto a embarcar sobre el Venganza no habían dejado de dar vueltas sobre su cabeza. Y suspiró fastidiada. Se incorporó de la silla y se dirigió hacia la puerta para salir de ahí. Tal vez el aire fresco de la cubierta la despejaría un poco. Últimamente habia soplado mucho viento esas últimas noches y pensó que lo más probable era que una tormenta los asaltaría un día de estos. Salió a la vacía cubierta, muy probablemente varios de la tripulación se encontrarían dormidos, y se abrochó su capa fuertemente al sentir el viento pegando sobre sus mejillas. Le agradó la repentina ola de frio que la recorrió entera. Entonces se volvió hacia el timón y lo vio a él.
Hans la miraba desde arriba con un intenso brillo en sus ojos verdes. Se estremeció sintiendo un cosquilleo nacer en su estómago. Y entonces se vio caminando hacia las escaleras de madera, dirigiéndose hacia el timón. La atracción de su cuerpo hacia el de él la guiaba inconscientemente, y se maldijo por eso al darse cuenta demasiado tarde.
Hans estaba frente a ella y la miraba con una sonrisa ladeada.
En esos momentos sólo eran ellos dos sobre la cubierta del timón mientras el oscilante ruido del mar los acompañaba de fondo. Y aunque el pirata no habia hablado con ella en esos últimos cinco días sino tan sólo para molestarla, de pronto la situación se le antojo demasiado intima. Sin embargo, ahora tenía una oportunidad para hablar con él que no fuera tan sólo insultos saliendo de sus labios.
Por su mente paso entonces otro de los pensamientos que no la dejaban dormir. El escenario anterior en donde Hans habia visto al príncipe de Svalbard en el puerto de Berk, y Elsa tenía preguntas. Por como Hans habia reaccionado, estaba segura que ese príncipe no le caía para nada bien. Su vena curiosa quería saber que tenía Hans contra ese individuo, y ahora era su oportunidad.
Sin embargo, la primera frase que salió de los labios del pirata la hizo fruncir sus rubias cejas:
-¿Acaso extrañas tanto mi presencia que no puedes dormir, majestad?
Elsa bufó levemente recargándose sobre el nuevo recubrimiento de madera a un lado del pirata. Hans siguió con su vista en el océano al ver como el viento levantaba un poco las olas.
La reina carraspeó cortando el silencio.
-Tal vez yo debería de replantear esa pregunta. – habló alzando una ceja. – ¿Cómo es que no duermes? – y al escuchar esa interrogante, Elsa se dio cuenta como el semblante de Hans habia cambiado tan sólo un poco. Al parecer el castaño no esperaba esa pregunta, e inmediatamente compuso su rostro de nuevo. – ¿Acaso el Venganza corre tanto peligro por las noches que no te permite descansar? – habia continuado Elsa mientras miraba hacia las oscuras aguas al decir eso último. En realidad no creía que el mar representara tanto peligro como para que el pirata no pegara ojo en toda la noche. Y al volverse hacia él, vio entonces un ligero fruncimiento en sus castañas cejas.
-No es eso, simplemente no me gusta dormir demasiado. El dormir incita a los sueños, y los míos están llenos de recuerdos. – Elsa lo miró de pronto un poco sorprendida al escucharlo. No creyendo que el pelirrojo le contestaría de una forma tan honesta. - Ahora estoy lo suficientemente ocupado tratando de llegar a una peligrosa isla como para tener las inconvenientes memorias de un ominoso pasado encima. – y volviéndose hacia la rubia con una sonrisa vacía, continuó: - Creo que en esto podrías coincidir conmigo, majestad. Ambos tenemos pasados que deseamos olvidar.
Elsa alzó sus hombros tras la repentina referencia hacia ella y se compuso.
-Si lo dices por lo sucedido hace cinco años, todo este tiempo he estado remendando mi error. – trató de defenderse. - No puedes decir que...
-¿Error? – pero el pirata la interrumpió casi bramando la palabra. - ¿El liberarte de la opresión que tuviste por tantos años al esconder tus poderes de nacimiento, y sólo por la aceptación de las personas a las que llamas familia, fue un error?
Elsa lo miró entonces desconcertada. No podía darle validez a esas palabras. Aunque muy en el fondo sintió un leve pinchazo en su pecho al recordar tantos años en soledad, no se dejó influenciar por esa sensación. Era cierto, en su niñez habia sufrido de esa opresión ella sola. Pero tenía que recordar que el momento de liberación de sus poderes también habia causado consecuencias muy graves, en las cuales su hermana por poco moría congelada. Y nunca se perdonaría por eso. ¿Cómo tenía él la desfachatez de decirle eso? No podía comprender la situación que habia vivido entonces. Nunca podría comprenderla a ella.
-Eso no fue así. – renegó, sus manos a los costados cerradas fuertemente en puños. - Si el esconderlos significó que mi familia se encontraba a salvo, entonces todo ese sacrificio valió la pena. E incluso volvería a hacerlo. – su mirada azul se volvió gélida hacia él. - Tú no podrías comprender el sentimiento de querer proteger a quienes amas.
Y tras esas palabras de confrontación pensando que Hans se alzaría burlón a rebatir contra ella, a pesar de ese pensamiento, el castaño guardó silencio mientras sus profundos ojos verdes la miraban de una forma diferente. La examinaban, escarbando en su interior, cosa que la estremeció.
-Te equivocas reina. – y cuando habló con su voz profunda remarcado por el sombrío velo que se alzó de pronto sobre sus verdes ojos, la hizo entonces dudar incluso de las palabras que ella misma habia dicho. - Tal vez no seamos tan diferentes como pensábamos, Elsa... – y ahí estaba, su nombre salía de sus labios de nuevo. Eso tan sólo la hacía reconocer que cuando Hans lo pronunciaba, la extraña seriedad en su rostro volvía a él. Y perdiendo su vista hacia el horizonte del mar, el castaño soltó casi en su susurró: - ... pues en el fondo tu y yo siempre quisimos ser aceptados por quienes amábamos.
E incluso ahora que comenzaba a reconocer ciertos gestos del pirata, Elsa no habia entendido esas últimas palabras. No hablaba de lo sucedido con Arendell años atrás, de eso estaba segura. El rostro masculino reflejaba una expresión diferente de seriedad a la que habia visto antes. Parecía incluso un poco desolado. Y Elsa se preguntó si acaso ese último comentario que el pirata habia hecho era quizá por una experiencia propia vivida en su pasado. Le habia dicho que no dormía porque sus recuerdos lo asaltaban, y aunque no sabía si eso era totalmente cierto, Elsa aun así sintió un poco de empatía. Sintió lastima por él. Sentimientos tan humanos que nunca pensó que tendría hacia ese villano. El cual ahora intuía que podía llegar a sufrir lo mismo que una persona normal.
Un tenso silencio se albergó entre ellos después de esa pequeña disputa y Elsa se maldijo por dentro. ¿Cómo es que de querer investigar un poco más de la relación que pudiera tener Hans con el príncipe de Svalbard, habían llegado a esto? A discutir y revelar sentimientos que incluso ninguno de los dos sabían que resguardaban tan dentro. Pero simplemente no lo podía evitar. Hans era la única persona sobre la tierra que la enfrentaba de tal forma y la obligaba a decir cosas que pensaba, pero que nunca habia tenido el valor suficiente para decirlas en voz alta. Hasta el momento en el que ese astuto pirata la llevaba al límite, y Elsa se veía entonces revelando sus más profundos pensamientos.
¡Maldición!
Y entonces se percató.
Ahí en medio de ese silencio, el viento fresco y el arrullo del mar, Elsa descubrió que ya no podía ver a Hans como antes. No desde que se habia entregado a él, y descubría de a poco como sus acciones se contradecían a sus terribles palabras. Sin darse cuenta habían pasado a una relación más íntima de la cual ninguno de los dos quería percatarse y, sin embargo, ésta los sobrellevaba.
La rubia ahogó un gemido por el repentino descubrimiento de sus pensamientos, y Hans se volvió entonces hacia ella interrogante.
Elsa sacudió su cabeza alejando su remolino de emociones y se enfocó en lo que desde un principio la habia llevado hasta ahí.
-¿Qué relación tienes con el príncipe de Svalbard?
La repentina pregunta lo descuadró un poco, y entonces Hans sonrió de lado al ver como la rubia trataba de cambiar de tema rápidamente. Y pensó que era mejor así, el seguir indagando en su falta de sueño que lo hacía recordar su pasado gracias a las preguntas que le habia hecho la reina, no le dejarían nada bueno a él. Estos últimos días en los que se obligó a tomar cierta distancia con la rubia, estando ésta en su camarote, lo habían ayudado a despejar su mente. En Berk se habia acercado demasiado a ella, que ahora podía sentir su presencia en cualquier parte en donde ella estuviera. Lo reconfortaba saber que estaba ahí, pero después el deseo por sentirse dentro de ella lo volvía a invadir. Era por eso que se habia alejado lo más que te podía permitir el barco, pues comenzaba a notar que no sólo sus cuerpos estaban implicados en esta situación. Con la charla que acababan de tener, sorprendiéndose él mismo al darse cuenta que respondía a la rubia con honestidad, se habia percatado que si seguía así sus emociones se involucrarían. Y él era un despiadado pirata, no podía permitirse algo así.
-Svalbard y las Islas del Sur son reinos vecinos, – comenzó a responder, alejando cualquier pensamiento sobre sentimientos y recordando a Svalbard. - así que el trato con ambas familias reales era muy regular. Cuando era un niño, los tres príncipes de Svalbard visitaban muy seguido a mis hermanos mayores. Pero a mí nunca me agradaron. En especial Galder, el menor de ellos. –rememoró Hans lo fastidioso que era ese príncipe. - Coincidimos en edad así que era por eso que se pegaba a mí como lapa para jugar, sin embargo era un príncipe demasiado mimado y un completo idiota. No veía más allá de su nariz, y siempre quería ordenarnos el qué jugar. – soltó un divertido bufido perdido de pronto en una memoria lejana de su pasado. – Por eso Klaus y yo siempre lo evitábamos. – entonces su semblante divertido se tornó drásticamente sombrío al darse cuenta de lo que habia hablado demás, y Elsa se percató de ese cambio.
Hans había soltado un nombre diferente al de sus hermanos, y era bien sabido que los nombres de los trece príncipes de las Islas del Sur comenzaban todos con la letra H. Era una peculiaridad que los reyes habían decidido adoptar para sobresalir ante los demás reinos del Sur. E incluso por lo que Anna le habia dicho tiempo atrás, Elsa también sabía que Hans, el menor de esos trece hermanos, no llevaba una muy buena relación con sus hermanos mayores. Fue por eso que la intriga por saber de a quien se refería Hans crecía dentro de ella.
-¿Klaus? – y no pudo evitar el preguntar por ese extraño nombre, sin embargo Hans la ignoró.
-Tiempo después mi relación con los Svalbard fue mínima. – continuó el castaño, frunciendo el ceño con su mirada aun fija en el horizonte. - El mayor tomó el trono del reino después de la muerte del padre. El siguiente después de él se casó con una princesa de un pequeño reino en desarrollo cerca de Svalbard; y Galder, siendo el menor, tengo entendido que se dedicó a la fuerza militar del reino de Svalbard. – sonrío de lado en tono burlón. – Bueno, al no ser el primogénito es a lo único que los hermanos menores pueden aspirar: casarse con una heredera o servir en la milicia. – bufó. Y Elsa pudo notar que de cierta forma Hans y Galder eran parecidos. Eran los hermanos menores de familias reales, y los cuales tenían la menor posibilidad de ascenso al trono. ¿Era por eso que Hans odiaba a Galder? ¿Lo hacía recordar, acaso, su pasado como príncipe?
- O – puntualizó la rubia al escucharlo. – volverse piratas. – Elsa soltó su comentario sin pensarlo, y sin embargo este no fue en forma de insulto. Más bien pareció... ¿divertido? Y Hans se volvió hacia ella con un intenso brillo en los ojos. La rubia se encogió de hombros, y el castaño regresó su vista al mar pero sin perder la media sonrisa que habia nacido por su comentario audaz.
- Y créeme cariño, estas mejor con un pirata. – Elsa rodó los ojos.
-¿Por qué insistes en eso? El tercer príncipe de Svalbard no puede ser tan malo.
- Oh, pero lo es majestad. Ese hombre tiene ciertos... – dudó un momento y miró a Elsa de soslayo. – gustos excéntricos que no serían apropiados para una dama de respetable cuna como tú. Si disfrutaste lo nuestro la última vez, te aseguro que lo que él te hubiera hecho no hubiera sido nada agradable.
Elsa sintió sus mejillas arder al entender la clase de insinuaciones de las que hablaba Hans por los gustos de ese príncipe.
-No conozco al príncipe Galder lo suficiente como para hacerme una opinión sobre él, - comenzó hablar a la defensiva. - pero si lo que me dices es verdad, ¿qué diferencia abría a la situación en la que me encuentro ahora? Tan sólo estaría cambiando de verdugo.
-Sin embargo, - puntualizó. - y no lo vas a negar cariño, ambos sabemos que te conviene más este verdugo. – Hans le dedicó una gatuna sonrisa mientras parecía envolver el timón con una especia de soga. Elsa rodó los ojos al escucharlo y volvió su vista hacia el ventoso cielo, no poniéndole atención al pirata.
-No comiences con eso Hans. – habló desganadamente. – Sabes que en un principio estuve aquí en contra de mi voluntad. Y ahora tan sólo sigo este cuento para poder regresar a mi hogar. A Arendell.
-¿Por qué te resistes tanto Elsa? – la rubia se volvió hacia él al sentir su voz de pronto tan cerca de ella. Miró el timón el cual ahora se encontraba sujeto con una soga logrando así el rumbo correcto, y frente a ella ahora estaba Hans con ambas manos alrededor de su cadera para que no se moviera. Elsa se estremeció. Habia bajado la guardia al sentirse extrañamente relajada hablando con el pirata, pero ahora él la habia acorralado por sorpresa. – Logre no tocarte en estos cinco días, pero yo no soy tan resistente. – Hans aspiró su fresco aroma, respiró sobre su blanquecino cuello y beso su oreja. - Dime Elsa, - susurró y ella tembló entre sus brazos. - ¿Por qué te niegas a estas sensaciones? – surcó su cuello en cálidos besos, gruñendo del deseo que comenzaba a crepitar. – Déjame liberar tu cuerpo. – y tomándola bruscamente de la cintura, la acercó a su prominente deseo. Elsa gimió y sus mejillas se encendieron recordando el calor abrazador de ese duro cuerpo. – Quiero escucharte gemir, enterrarme en ti. Que me beses y pidas más. – con cada palabra el calor dentro del vientre de la reina se iba intensificando, y de pronto se sintió sin fuerzas. Se tomó de los hombros del pirata y se aferró a él. - Deja ser yo quien te libere...
Y eso fue suficiente para rendirse.
Elsa lo besó.
Lo besó porque ya no podía resistirlo. Porque, aunque lo negara, esos últimos días habia soñado con hacer esto con él una vez más. Tenerlo cerca de su piel y derretirse entre sus brazos como la última vez. Sentir esa infinita liberación que le provocaba el tenerlo dentro de ella, hasta que ambos llegaran al clímax. Quería sentirlo otra vez, y se maldecía por eso. Porque ahora se daba cuenta de que cada vez que quería alejar a Hans de ella, él regresaba con su semblante serio, su cuerpo duro y esa extraña honestidad revelada en sus palabras. Eso la hizo flaquear, relajarse, y cuando tuvo al pirata delante de ella y éste la tocó, no pudo negarse más a las sensaciones que él le provocaba en todo su cuerpo. Hans tenía razón, ella se resistía y lo seguiría haciendo, pero por ahora quería más de él. Quería la excitante promesa de sus palabras.
Elsa se aferró a su cuello y lo atrajo más profundo hacia su boca. Lo besó e invadió su lengua sintiendo el delicioso gruñido del pirata en sus labios. Demonios, por qué ese sonido era tan endemoniadamente excitante. Sintió como Hans embestía su lengua con necesidad pétrea mientras la pegaba a su excitado miembro, la tomó de los glúteos a través de la tela de su vestido y la sentó sobre la cubierta posicionándose entre sus piernas. Elsa no podía dejar de besarlo, de despeinar sus cabellos y soltar ligeros gemidos a través de sus labios... Y entonces la repentina agua que cayó sobre sus cabezas la dejó helada.
Se separó unos centímetros de él para darse cuenta de su entorno. Y entonces lo vio.
El viento y las nubes se habían agolpado aún más desde que habia salido del camarote, y sin darse cuenta habia comenzado a llover. Los labios y caricias de Hans habían sido un gran distractor para no percatarse de lo que se avecinaba, pero ahora ya era demasiado tarde.
La tormenta habia comenzado.
Y entonces Elsa se congeló.
Sus ojos azules se volvieron hacia el oscuro cielo, la lluvia no dejaba de caer mientras los relámpagos surcaban los cielos en veloces luces. Se estremeció y hundió su cabeza en el cuello del pirata.
-La tormenta.... – logró susurrar. – Cuando...
Pero no terminó su oración, y Hans la apretó contra él.
-Demonios – gruñó el castaño ahora completamente en sí, mientras miraba a su alrededor. – La última vez no nos fue muy bien en la tormenta. – bajó su rostro hacia la oreja de Elsa al ver como las manos de ella de pronto se habían aflojado cayendo a sus costados, y de donde un poco de nieve comenzaba a salir de ellas. – Elsa tranquila... - comenzó a susurrar para intentar calmar la repentina angustia de la reina de las nieves. – Tranquila estoy aquí. – pero la tormenta seguía empeorando y Hans tenía que tomar el timón. En esos momentos Waltz apareció en la cubierta junto a Rugall, y Hans ladró unas órdenes para Rugall comenzara a ordenar a los hombres para asegurar el barco. El anciano les dedicó una preocupada mirada a ambos, pero el pelirrojo negó con la cabeza en respuesta. Rugall entendió y tomó el timón mientras el Hans intentaba calmar a la reina, quien comenzó una ligera ventisca alrededor de ellos. – ¡Elsa vuelve en ti, joder! – exigió el pirata con algo de frustración al no poder ayudar ni a su tripulación ni a calmar a la reina. – Demonios ¡sólo es una estúpida tormenta!
-Mis padres... - pero Elsa se veía desorientada, como aquella vez en el barco de Arendell cuando la secuestró. Habia comenzado a hablar temblorosa entre sus brazos, y Hans se dio cuenta que no parecía ella misma. – Mis padres murieron en una tormenta por mi culpa... - soltó un pequeño gemido lastimero. - Yo debería de tener el mismo destino. – y entonces Hans lo comprendió. El que la reina de las nieves no pudiera controlar sus poderes era por un maldito trauma, y se maldijo por comprenderla. Por intentar salvar una vez más a la que habia jurado su enemiga.
-Deja de lamentarte por eso y ¡hazte responsable! – le exigió casi a gritos entre la pequeña ventisca de nieve que comenzó a girar en el barco, mientras la tormenta seguía rugiendo sobre el cielo y el mar. Sin embargo, sus palabras parecieron tener alguna reacción en la rubia pues ésta se separó de él. Su mirada comenzó a tomar brillo, intensa y azul, mientras la ventisca alrededor comenzaba a aminorar.
Pero entonces, Hans vio algo que no le gustó.
La nevada de la reina se habia detenido, y eso tan sólo le dejó ver como cerca de ellos un gran barco se acercaba.
Y no se trataba de cualquier barco.
-¡Joder! – tomó a Elsa, un poco más calmada, de la mano poniéndola tras él; al tiempo que Waltz desde el mástil de vigía le exclamaba potente:
-¡Capitán, Svalbard nos persigue!
Definitivamente, pensó el capitán pirata, las tormentas tan sólo le traían problemas.
o-o-o-o-o
-¿Svalbard? ¿Pero que hace aquí?
Hans se volvió hacia la rubia aun con su ceño fruncido.
-¿Volviste en ti?
Elsa se ruborizó, y miró sus manos fijamente de donde el hielo ya no salía. Asintió seriamente. Después retomaría sus pensamientos en esa dirección, y sobre todo en la ayuda que Hans habia parecido brindarle.
-Bien- sentenció el pirata. – Porque se acercan problemas. – luego se volvió hacia sus hombres, quienes anteriormente veían asustados la pequeña ráfaga que la reina habia creado. - ¡Roger prepara los cañones! ¡Waltz mi espada! – ordenó a gritos. – ¡Los demás a sus posiciones y atentos por cualquier indicio de batalla!
En un instante el Venganza de la reina era un lio de hombres corriendo alrededor acarreando armas y demás.
-¿Porque te preparas para una batalla? – cuestionó preocupada la rubia. – ¿Y si sólo es coincidencia? ¿Si sólo está pasando cerca de nosotros?
-No reina – habló el castaño empuñando su espada, se veía enojado. – El encontrarme con Svalbard nunca es coincidencia. No te expliqué antes, pero somos enemigos. Desde que sabe que soy pirata se convirtió en un pasatiempo enfermo del príncipe el perseguirme y luchar contra mí. – y sonriendo burlón continuó: - Tal vez quiere llevar mi cabeza a mis hermanos mayores para jactarse de eso. ¿Quién sabe? Nunca se lo he preguntado.
Elsa iba a replicar, pero al ver como el buque del reino del Sur se posicionaba a su lado, se volvió sorprendida hacia él. La tormenta alrededor de ellos seguía furiosa pero ahora ya no le afectaba tanto, y la situación con la que se enfrentaba también la hacía olvidarse de a poco de lo que la tormenta la afectaba. Como Hans habia dicho, era Svalbard. Y los hombres de ambos barcos comenzaron de pronto a vociferar y maldecir al anclar ambos barcos con cadenas el uno con el otro. Entonces comenzó la batalla.
-Sé que no es necesario que diga esto reina, pero defiéndete. Usa tus poderes si es necesario. –Elsa asintió sin darle importancia al tono autoritario del pirata, después de todo su propia vida estaba en peligro y no dudaría en defenderse. - ¡Waltz! – ladró entonces Hans y el chico llegó rápidamente. – Estén juntos. – le ordenó y salió corriendo hacia el enemigo.
-Reina por favor, permanezca conmigo. – habló el menor preocupado, y Elsa asintió mientras se abrían paso por la disputa en la cubierta. – Esto ya ha pasado antes así que pasara rápido, créame. Ese príncipe es muy débil.
Se escondieron tras unos barriles sobre la cubierta y Elsa congeló un pedazo de ésta haciendo resbalar al enemigo. Mientras la tripulación de Hans vitoreó contenta por la ayuda mágica y lanzaba al enemigo hacia su propio barco. Elsa sonrío satisfecha. Entonces se volvió hacia Waltz.
-¿Si ya habían disputado antes, por qué en el puerto de Berk no hicieron nada? – recordó entonces.
-Ese príncipe es un idiota. Demasiado despistado como para darse cuenta que un barco pirata está a barcos de distancia del suyo. – se encogió de hombros. – Es idiota. El capitán siempre se lo dice.
A pesar de la situación, Elsa rio levemente. Y era increíble, se dijo, como lo que estaba pasando y la compañía que tenía la hacía olvidarse de la tormenta. Tormenta que le hacía recordar la muerte de sus padres. Sacudió su cabeza alejando ese pensamiento, y volvió a congelar la madera para que los enemigos siguieran cayendo.
-Vamos Waltz – habló la chica saliendo de su escondite. – Quiero ver a ese príncipe con mis propios ojos. – tomó al menor de la mano y se acercaron a la orilla de la cubierta de donde se podía distinguir la lucha del príncipe y Hans en el barco enemigo.
-Hans aunque siempre es un placer luchar contra ti e intentar atraparte, - habia hablado el príncipe enemigo. - ahora vengo por algo más. – Elsa podía escuchar lo que esos dos hablaban mientras combatían con sus floretes. Entonces Hans se rio.
-Y déjame recordarte, que como todos tus intentos hasta ahora, también fallaras hoy.
El rubio príncipe empapado por la lluvia, gruñó furioso y se lanzó contra el pirata. Elsa reconoció su rostro del joven príncipe que habia ido a visitar Arendell tiempo atrás. Ahora creía lo que Hans le habia dicho.
Después de varias colisiones con sus espadas, Svalbard encaró a Hans:
-Sé que llevas a la reina de las nieves en ese mugroso barco, ¡así que entrégamela! O te hundiré junto al barco para encontrarla.
Elsa se sorprendió al escuchar que ella era el objetivo, y la duda de qué podría querer Svalbard de ella nació rápidamente.
Miró a Hans y vio como éste se veía furioso.
-¿Por qué la buscas? – e igual de interrogante que ella.
-Alguien poderoso la necesita. Tengo que llevársela. – aunque era un idiota, Hans sabía que el príncipe no iba a soltar más información. Así que sonriendo orgulloso le espetó:
-Vamos, inténtalo – lo retó. – Pero primero tendrás que derrotarme, y ambos sabemos cómo siempre termina esto.
Svalbard, cn un grito de ira, se arrojó de lleno sobre él iniciando otra contienda la cual después de un rato no pudo ganar.
Hans al ver como el pecho del príncipe sangraba, se subió sobre la cubierta para saltar de regreso hacia el Venganza, pero entonces la voz de Galder lo detuvo unos momentos:
-Esta es la primera advertencia Hawk, la siguiente no tendrás otra oportunidad.
Y sonriendo perverso habló:
-No puedo esperar.
Dio señal a sus hombres para que accionaran los cañones, y arrojando las cadenas que lo ataban al otro barco, junto a la distracción del fuego del cañón, el Venganza se alejó del buque de Svalbard y la tormenta paró en ese momento.
Hans habia llegado a la cubierta y tras él se dio cuenta como la rubia se encontraba muy cerca de la orilla del barco. Y por su cara intuía que habia escuchado lo que ese idiota príncipe habia dicho.
-¿Hans que está pasando? ¿De qué va todo esto? – exigió saber la reina.
El castaño suspiró cansino y paso una mano por sus cabellos mojados. El buque de Svalbard habia desaparecido en el horizonte y entonces se volvió para enfrentarla.
-La verdad, no lo sé. – dijo, y Elsa sabía que decía la verdad. Pues ya comenzaba a distinguir las acciones y gestos del pirata. – Pero lo descubriré – sonó tenaz y con un nuevo brillo en sus ojos que Elsa sintió que podía confiar en él. – Tártaros nos dará las repuestas que buscamos. Sólo unos días más – se dijo así mismo asimilando la información que acaba de descubrir, Elsa lo veía expectante. – Así que mantente a mi alcance.
Aunque Elsa pudo reprimir el rubor en sus mejillas, no pudo evitar el pequeño brinco que sintió en el interior de su pecho al escuchar esas últimas palabras.
-Será fácil de hacerlo dentro de un barco, ¿sabes? – trató de sonar sarcástica, pero el pirata de pronto parecía sombrío.
-Habló en serio Elsa – sí, definitivamente sí halaba en serio. – Ahora estas involucrada en esto tanto como yo.
Pero entonces la rubia frunció las cejas. Está bien, comprendía que ahora era el objetivo de ese extraño príncipe, pero ¿por qué ella? ¿Acaso todo se debía porque habia sido secuestrada por Hans? Si hubiera sido liberada desde un principio tal vez esto no hubiera ocurrido. Pero Hans no la habia liberado, así que era su culpa. La habia involucrado en esto deliberadamente.
-¿Pero qué es esto, Hans? – exigió arrebatadoramente. - Si voy a ser el objetivo de alguien, al menos tengo derecho de saber el por qué. ¿Por qué no me lo dices? ¿Por qué Svalbard me busca? ¿A caso tiene que ver con lo que fuiste a hacer a Berk?
Se veía alterada y parecía que Hans se encontraba de igual forma. El castaño camino en círculos frente a ella aun asimilando sus preguntas, y se pasó una mano por sus cabellos de nuevo.
-No lo sé, Elsa. Puede ser. Es por eso que necesito... necesitamos – se corrigió. – llegar a Tártaros. La fuente de información se encuentra ahí. – y acercándose a ella la tomó por los hombros. – Por ahora confía en mí. Es todo lo que puedo ofrecer.
Elsa examinó sus brillosos ojos verdes unos segundos, y sacudiendo sus manos de sus hombros habló seria:
-Es todo lo que he hecho Hans. Contra mi voluntad o inconscientemente, pero desde que llegue a este barco lo único que he hecho es confiar en ti. – y dándole la espalda para dirigirse al refugio que representaba el camarote, habló por última vez: - No me dejaste otra opción.
Y se fue, dejando a un pensativo pirata detrás. Pero ¿qué podría decirle? No sabía por qué Svalbard la buscaba con tanta ansiedad. Habia dicho que alguien más poderoso la necesitaba, ¿a quién se refería? Además estaba lo del puerto, habia visto a Svalbard en Berk y fue poco el tiempo que paso para que los alcanzara a él y su tripulación. Con lo sucedido comenzaba a sospechar que Galder estaba involucrado con Drago. Pero eso lo descubriría una vez que llegara a Tártaros. Mientras tanto, no podía decirle nada a Elsa. No hasta que estuviera seguro.
El pirata gruñó furioso por sus pensamientos, y recargo el antebrazo contra un mástil.
-Ella tiene razón. – la vieja voz de Rugall lo llamó desde el timón, Hans se volvió hacia él.
-No necesito el consejo de un viejo decrepito.
-Oh capitán, pero lo tendrás. Es todo lo que puedo disfrutar de la vejez, chico. El hablar en momentos inoportunos y salir ileso de eso.
A pesar del remolino que eran sus pensamientos y sentimientos en esos momentos, Hans sonrío por las palabras del mayor.
-Sigue el rumbo a Tártaros Rugall, y no quiero oír nada más.
-¿Sigues empeñado en ir hacia ese infierno, verdad? Recuerda que fue suerte lo que nos hizo salir vivos de ahí años atrás.
El castaño no le tomó importancia.
-Toma bien ese timón Rugall, que la tormenta de hace un momento sólo es indicio de que nos estamos acercando a sus aguas.
-Sí, sí, – hizo un ademan con su mano. – como ordene el capitán. No lo haré cambiar de parecer, así que será mejor que vaya a descansar. En estos momentos, y con el enfrentamiento que acaba de tener, es más ojeras que hombre. ¡Y vaya que se lo dice un viejo decrepito! – el mayor soltó una carcajada por su propio comentario y Hans sonrió. Si fuera cualquier otro hombre de su tripulación quien le hablara de esa manera, ya lo hubiera castigado. Pero se trataba de Rugall, el más viejo y fiel de su tripulación. Juntos habían pasado por muchas aventuras esos últimos años, y juntos habían salido del infierno de Tártaros. Y si no fuera porque muy en el fondo lo veía como a una figura familiar, figura que se le habia negado desde niño, no admitiría jamás que sentía afecto hacia ese viejo.
Hans sacudió su cabeza alejando ese pensamiento mientras se disponía a dar órdenes a sus hombres. Esa noche habia sido demasiado agitada. Además del enfrentamiento con el idiota de Svalbard, también estaba Elsa. Suspiró cansado. Esa noche se habia abierto demasiado, sin darse cuenta habia hablado con la reina sobre su pasado, y todo lo que habia dicho era verdad. Se sentía tan bien el haber estado con ella hablando de esa manera, tan tranquilo y relajado, que incluso en su charla habia salido el nombre de su único amigo de la niñez. Aquel nombre que no lo dejaba dormir por las noches por los recuerdos que lo asaltaban en sueños. Y aunque Elsa habia preguntado por él y Hans la habia ignorado olímpicamente, el recuerdo de Klaus persistía.
Apretó los puños a sus costados mientras gritaba órdenes a sus hombres.
Tenía que alejar el recuerdo de Klaus de su mente. Las memorias de lo que habia hecho seguían ahí en frescas cicatrices, pero no podía indagar más. Incluso no permitiría que Elsa indagara más sobre ese pasado. Hoy por poco estuvo a punto de hablar de más, eso no volvería a ocurrir.
Aunque todo este tiempo se habia convertido en el villano de la historia, Hans siempre se hacía responsable de sus actos. Eso era lo que lo diferenciaba de los demás piratas. Sin embargo, los crímenes del pasado eran pecados que no se perdonaban tan fácilmente.
Y Klaus era el más grande de ellos.
o-o-o-o-o
Gracias por leer! :D
Recuerden ese nombre "Klaus" ya que Hans tendra su propio background, su propia historia que nos hará entender porque es como es.
Nos leemos pronto ;)
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