Capítulo 7

Elsa se despertó con los golpes insistentes de la puerta, entonces se dio cuenta que la llamaban desde fuera.

-Oh querida, es hora de levantarse. ¡Hace un día hermoso! – era la posadera. Elsa se desperezó rápidamente.

-Buenos días señora Mary. - habló encaminándose a la puerta. Al abrirla la rolliza señora le dedicaba su gentil y enorme sonrisa.

-Disculpa si te desperté, cariño. Pero quería asegurarme de que bajaras a desayunar antes de ponernos en marcha. – su voz sonaba animada.

-¿En marcha? – Elsa la miró interrogante, sin saber de lo que hablaba.

-Oh - se sorprendió con una mano en su boca. – ¿Tu esposo no te avisó con antelación? – preguntó desconcertada, pero luego su gesto se relajó con una sonrisa. – Creo que quería dejarte descansar. De todas formas, me dejó una nota para ti. – y extendiéndole un pedazo de papel doblado, Elsa lo tomó.

Querida esposa,

El día de hoy estaré ocupado en cuanto a las reparaciones del barco se refiere. Pero no te preocupes, dejo tu protección a la encantadora señora Mary quien aceptó amablemente el hacerte compañía durante el resto del día. Y se ofreció a realizar las compras contigo. Después de todo, tus pertenencias las han robado los despiadados piratas. Espero no intentes nada para contrariar a la amable posadera que tan bien se ha portado contigo.

Nos vemos en la cena.
Tuyo,

Hans.

Elsa repasó las pulcras palabras del castaño con el ceño fruncido. Y entonces se dio cuenta que desde que habia despertado esa mañana no habia señales de Hans en la habitación. Al ver que Mary seguía ahí, cambió su gesto rápidamente a uno más sereno.

-Él... - carraspeó un poco al recordarse que se hacían pasar por esposos. – Hans me dice en la nota que ¿iremos de compras? – preguntó pues no podía hacer nada más. En esa nota habia captado la cierta amenaza de las palabras de Hans, que aunque podían pasar desapercibidas por la posadera si acaso ésta la habia leído, para Elsa no. Al dejarla al merced de la señora Mary, Hans se habia asegurado con eso que Elsa no intentaría huir. Después de todo no estaba en su naturaleza de reina formal el desairar a una señora la cual se habia portado tan amablemente con ella desde que habia llegado ahí.

-¡Por supuesto que sí! – su sonrosadas mejillas parecían brillar de alegría. – Hans salió muy temprano esta mañana, pero me encargó muchísimo que te cuidara como a una reina. – soltó una leve risita. – Y es justo lo que voy a hacer. Ya le he dicho al señor Huge que este día será sólo para nosotras dos. – Elsa le sonrió amable al escucharla. – ¡Así que alístate muchacha! Tenemos muchas tiendas que recorrer para que tu nuevo guardarropa esté listo para antes de que partan a altamar de nuevo.

Y al ver el indiscutible entusiasmo de la posadera, Elsa pensó que ese sería un día muy largo.

o-o-o-o-o

Después de lo que habia pasado la noche anterior, Elsa se habia hecho a la idea de seguir navegando junto a Hans y su tripulación hasta llegar a la isla de Tártaros. En donde, después de hacer lo que sea que Hans necesitaba hacer ahí, la iba a dejar libre. Así que no tenía más alternativa que por ahora seguir las instrucciones que él habia dejado. Y acompañar ese día a la rolliza señora que tenía frente a ella.

Habia bajado al comedor de la posada a desayunar mientras, para asombro de la rubia, charlaba animadamente con la pareja de posaderos. Eran sin lugar a dudas una amable y simpática pareja, sin ningún tipo de malicia o dobles intenciones. Con esto el lado de añoranza familiar de Elsa cayó completamente ante el trato hogareño que los posaderos tenían para con ella. No lo podía evitar, sus padres habían sido una gran influencia para ella y esa pareja le hacía recordar el añorado sentimiento de agradable satisfacción y bienestar que habia tenido siempre con sus progenitores.

Después de terminada la comida, Mary se levantó de la mesa y llevando a Elsa del brazo salieron de la posada hacia el carruaje que las llevaría hacia las tiendas que habían señalado con anterioridad. Sin embargo, la sorpresa de Elsa fue instantánea al ver como en realidad no era un carruaje el que las esperaba fuera.

-Ella es Fiona. – habló Mary sonriente mientras acariciaba a su enorme dragón y éste le respondía moviendo la cola alegremente. – Nos llevara hasta el condado del Este. Después de todo, no hay muchas telas donde elegir en un pueblo portuario. – seguía la mayor sin percatarse en la reacción atónita de la reina.

-Un dragón... - soltó entonces la rubia aun impresionada.

La mayor se volvió hacia ella y soltó una pequeña risa.

-Oh pero claro, se me olvida que vienes de otro reino. Aunque Hans ya está acostumbrado a ellos, talvez tu todavía no.

-Estoy al tanto de la afable relación que el reino de Berk tiene con los dragones, pero jamás imagine que llegarían a...

-¿Montarlos? – completó por ella aun entre risas. – ¡Pero por supuesto! Nuestro príncipe, no, ahora nuestro joven rey, fue el primero en domar a una de estas maravillosas criaturas años atrás. – continuó mientras seguía acariciando al dragón. – Después de eso la convivencia con ellos se hizo inevitable. Los amigos del rey, ahora nuestros oficiales encargados de cada condado alrededor de Berk, fueron los siguientes en domar su propio dragón. A partir de ahí la técnica fue llevada a los diferentes pueblos de cada condado y se podría decir que cada habitante en Berk tiene a su propio amigo dragón.

-Amigo ¿eh? – Elsa no se resistió a sonreír por esa palabra que Mary parecía soltar con cariño.

-Sí -suspiró. - Después de todo lo que hacen por nosotros, yo no podría ver a esta preciosa criatura como algo diferente a una amiga. ¿No es así, Fiona? – y como si el dragón pudiera entenderla, la enorme criatura se sacudió contenta. – Ahora Fiona, quiero que conozcas a Elsa.

Y después de esas palabras el dragón, un poco ancho y de color café, se inclinó hacia la rubia y ésta posó su mano sobre su frente como Mary le habia dicho. La dragona aceptó entonces su presencia. Y junto a Mary montaron sobre Fiona hacia su destino.

No era la primera vez que veía a un dragón, Elsa aún tenía en mente los que Hans habia traído consigo en su barco, pero sí era la primera vez que montaba sobre uno. Y se encontraba fascinada. El viento rozaba veloz su rostro y, aunque la altura le parecía un poco atemorizante, no podía dejar de sentirse maravillosamente efervescente estando sobre una criatura tan mágica mientras atravesaban los cielos.

Pensar en eso hizo que de sus labios una ligera risa naciera burbujeante desde su pecho.

Aunque seguía siendo la cautiva de un pirata, por un momento Elsa pensó que así es como podría sentirse la libertad.

Sentimiento de liberación que no habia vuelto a apreciar desde hace cinco años atrás, cuando el secreto de sus poderes habia sido descubierto.

o-o-o-o-o

Aunque habia estado renuente en un principio por la tarea que le habia impuesto Hans de pasar todo el día con la posadera, Elsa se estaba realmente divirtiendo en compañía de la rolliza señora Mary.

Después de montar a Fiona y aterrizar en un poblado más grande del que habían arribado en el puerto, la posadera la habia arrastrado hacia la única calle bulliciosa y repleta de tiendas. Visitaron a una modista donde Mary mandaba a hacer sus propios vestidos y en donde, a palabras de la señora, también habia llevado a su hija, ahora ya casada, cuando ésta estaba apenas en edad para buscar marido.

-Aunque me gusta mucho el estilo de esta mujer, Hans me dejó muy en claro que sólo lo mejor para ti. Así que andando.

Tras estar un rato en esa tienda, Mary decidió llevarla con otra modista quien en esos momentos era la más popular en ese condado de Berk. Y con una sonrisa en sus labios, Elsa se dejaba guiar por su entusiasta anfitriona. Entraron a tiendas de sombreros, de chales, botas a la medida, accesorios, aunque estos últimos no les habia tomado tanta importancia al tener con ella dos brazaletes de los cuales no podía deshacerse. Tras el establecimiento número seis al que habían visitado, Elsa dejó de contar y se dispuso a disfrutar del momento. Le llamaba mucho la atención que aunque los diferentes productos estaban a la moda actual, no dejaban de tener su toque vikingo.

Elsa se probaba cada tela, sombrero y chal que Mary le pasaba en cada tienda que visitaban, y se reía de las ocurrencias de ésta. La señora alagaba su belleza aunque le resultara extremadamente pálida, y Elsa se limitaba a sonreírle de vuelta. El agradable trato de pronto la habia puesto un poco melancólica al rememorar en esos momentos a su familia. Extrañaba a Anna, era la única que la llenaba de la misma amabilidad con la que la señora la estaba llenando ahora. Estando sus pensamientos aun en Arendell, Elsa recordó que una ida de compras como esta tan sólo la habia tenido cuando Anna habia necesitado cambiar su guardarropa porque su vientre abultado se habia hecho más prominente por su embarazo. Habían convivido y se habían divertido enormemente y eso hizo inevitable el pensamiento de la reina de que si tal vez no se hubiera empeñado tanto en esconder sus poderes por tantos años, hubiera podido disfrutar de esas agradables situaciones con su familia desde mucho tiempo antes.

Sacudió su cabeza alejando ese pensamiento. No se iba a poner melancólica en estos momentos. No cuando realmente, en medio de su desgraciada situación como rehén de un pirata, se la estaba pasando de maravilla.

Volvió su mirada hacia la rolliza señora Mary, y Elsa no puedo evitar una encantadora risa al ver a la posadera probándose un sombre de lo más divertido y peculiar. El sombrero de un color naranja chillón con enormes plumas azules alrededor, cubría sus rizos rubios.

La posadera frunció graciosamente su nariz.

-Tienes razón – habló al escuchar su risa. – Es simplemente... demasiado.

Elsa asintió apenas reteniendo su sonrisa.

Habían llegado con, tal vez, la cuarta modista y entonces Mary, aun sin rastro alguno de cansancio y la emoción en sus ojos, le tendió a Elsa otro conjunto de telas del azul más puro y hermoso mientras las envolvía a su alrededor para compararlas.

-¡Sí! definitivamente el azul es tu color, querida. – el brillo entusiasta de sus ojos era verdadero. – Prepare una capa con esta tela. –se volvió hacia las encargadas del local en donde se encontraban ahora. Y tomando otra tela de un color diferente, se acercó una vez más a Elsa. La posadera se encontraba tan absorta en el ánimo de estar entre un montón de peculiares tejidos, que habló entonces sin mediar sus palabras: - Sí, definitivamente las mejores telas para la esposa de un afamado pirata. – Elsa en su conmoción por escuchar esas palabras, abrió los ojos. – Oh, esta otra también es exquisita, querida. Deberíamos de...

-¿Pirata? – pero la rubia la habia interrumpido en un susurro. La mayor se volvió a ella sin borrar su enorme sonrisa de su sonrojado rostro.

-Oh, cariño. Disculpa si te asuste. –se veía apenada.

Elsa negó lentamente, aun procesando los gestos y palabras de la señora.

-Sólo no pensé que sabía ese... - dudó. - dato sobre él.

-¡Por supuesto que sí! – hizo un gracioso ademan con su mano. – Sólo que Hans se empeña en hacernos creer que es un 'comerciante'. Y claro, por el cariño que le tenemos, no se lo vamos a negar. Al menos con esto de cierta forma también lo protegemos a él. ¿Sabes? No somos los únicos en Berk que saben su verdadera identidad de pirata. Después de todo... - la señora se lo pensó un poco antes de continuar, y Elsa se dio cuenta de su debate mental al continuar: - ...ayudó a una persona de Berk muy importante para nosotros. – la rubia alzó una de sus cejas, interrogante por lo que acaba de oír. Mary hizo otro gesto con su mano, no dando tanta importancia. – Tal vez no está en mí decirte esto, cariño. Acabas de contraer matrimonio con él, puedes preguntarle tu misma. – y viéndola pícaramente prosiguió. – Dudo mucho que pueda negarte algo. - sus últimas palabras hicieron que Elsa quisiera voltear los ojos, pero se contuvo. Y después de un silencio, la mayor siguió con una pequeña diatriba mientras seguía escogiendo colores: - Cuanto me alegro de que por fin Hans haya contraído matrimonio. Espero que con eso siente cabeza y deje su carrera de piratería pronto. Creo que si sigue diciendo que es un comerciante le ira mucho mejor. Además tú eres una dulzura, cariño. Estoy segura de que...

Pero Elsa ya no la oía, la señora se habia enfrascado en otra charla y no volvió a tocar el tema. Sin embargo, la reina no podía dejar de pensar en lo que la posadera le habia dicho. Sus palabras parecían genuinas y sobretodo tanto ella como su esposo no se veían de naturaleza maliciosa como para mentirle sobre algo así. Eso la hacía replantearse la idea que tenía ella sobre el malvado individuo que era Hans y la imagen totalmente diferente que estas personas tenían sobre él. Pues ¿por qué el pirata se comportaba de una manera distinta con ellos? Y aunque Hans mintiera a la gente de Berk para pasar desapercibido; éstos mismos, aun sabiéndolo, lo recibían con los brazos abiertos. Porque, al parecer, el ser pirata no se sobreponía ni era tan importante como el haber ayudado a una persona de Berk en el pasado.

¿Por qué la gente de Berk lo apreciaba tanto aun sabiendo que era un villano?

Y ¿Quién era esa persona a la que Mary decía que el pirata habia ayudado?

Todas las situaciones alrededor de Hans eran muy contradictorias.

Y Elsa comenzaba a notarlo.

o-o-o-o-o

Después de terminar las compras y encargos, y confirmar que estos estuvieran listos para antes de zarpar al término de la semana, Elsa y Mary regresaron a la posada casi al atardecer. Entonces Elsa subió a su habitación empujada por la posadera después de que ésta le diera instrucciones de relajarse un poco y alistarse antes de bajar a cenar a la sala.

Elsa un poco cansada, asintió y subió a asearse para antes de la cena. Hans no se veía por ninguna parte del dormitorio y entonces se permitió suspirar aliviada. Ese día habia andado mucho con Mary y, aunque no lo iba a admitir frente a ella, el clima caluroso del reino la habia castigado un poco. Así que con la tina llena de agua helada, la rubia se dio un relajante baño, se vistió con uno de los vestidos que Mary le habia traído la noche anterior, y después de una hora bajó a reunirse con los posaderos. Tenía hambre después de tan largo día y aunque estaba segura que a lo mejor se encontraría con Hans ahí, en realidad ya no le importaba. En tan corto tiempo se habia encariñado con la pareja de posaderos y el convivir con ellos era muy agradable y vigorizante para ella. Sus conversaciones le harían demasiado bien a su persona después de pensar que tenía que enfrentar a Hans más adelante.

Para su alivio, el pelirrojo aun no llegaba a la posada para cenar. Y con una sonrisa, Elsa se sentó a un lado de Mary y Huge para acompañarlos durante la noche. El tiempo transcurrió entre animadas pláticas, risas y la deliciosa comida. Para esa noche Mary habia abierto una botella fresca de champan y no dejó que la copa de Elsa se quedara vacía ni un momento. Al sentir el frescor del burbujeante líquido en su garganta, Elsa suspiró complacida. No podía rechazar la amabilidad de los posaderos para con ella. Así que cada vez que Mary le servía, Elsa se encargaba de tomarla. Para cuando el postre llegó a la mesa, las mejillas de la rubia se tornaron curiosamente coloreadas de un claro carmesí y la risa fluía de ella naturalmente.

Fue en ese preciso momento, cuando Elsa se encontraba riendo por una de las tantas ocurrencias de la rolliza posadera, que Hans entró a la sala. La rubia en ningún momento se habia percatado de su presencia, y la risa siguió fluyendo de sus labios.

o-o-o-o-o

Hans habia entrado a la posada después de un tedioso día para él. Habia ido a ver al carpintero que le arreglaría la madera chamuscada de su barco, entre otras reparaciones. Después fue a reportarse con Rugall para ver cómo iban sus hombres en buscar las provisiones y demás tareas encomendadas para zapar al terminar la semana. Habia reñido con unos cuantos por no hacer sus responsabilidades, y dado aún más de éstas a otros. Todo el día habia estado organizando a sus hombres y éstos no habían pasado por alto el peculiar y pésimo humor de su capitán.

Desde la noche anterior en donde tuvo que enfriar su deseo en las heladas aguas del mar, Hans habia estado de mal humor. Y el haber estado ocupado todo el día de hoy al menos lo habia distraído de la rubia reina que seguía en la posada. Esperándolo. No habia regresado en toda el día a la posada, y tan sólo le habia dejado una nota e instrucciones a Mary para que pasara esa tarde con ella. Al menos en la compañía de otras personas diferentes a él y su tripulación, la reina del hielo podría volver a tener la actitud accesible que habia tenido anoche.

Al pensar en ella sus sentidos se volvieron a aflorar, y su deseo punzó en sus pantalones. Su mal humor se debía a sus ganas no saciadas, pero no podía confrontar ahora a la reina. Aun no podía dejarse ganar por el deseo que sentía por ella.

Hans llegó a la posada dispuesto a cenar. Después de ese largo día se encontraba hambriento y, recordando lo que le habia puesto a la rubia en la nota, muy probablemente ésta no se encontraría en la sala puesto que estaba seguro iba a evitar su presencia. Pero entonces algo lo desconcertó por unos momentos. Al acercarse a la gran sala del comedor, una risa angelical llegó a sus oídos. Y su asombro se intensificó al ver de quien se trataba.

La reina del hielo reía naturalmente.

Sus mejillas sonrosadas y sus acuosos ojos azules se volvían pequeños al sonreír. Entonces Hans se fijó en la copa escarchada que sostenía su pálida mano y su inesperado estado de ánimo ahora tuvo sentido para él.

La rubia se habia relajado demasiado con los posaderos que hasta parecía un poco... ¿ebria?

-¡Hans! – lo habia llamado Mary, sacándolo de su estupor. - Llegaste justo a tiempo. Ven, siéntate. Te hare traer un plato de comida caliente para ti.

-A tiempo para deleitarme con el sonriente rostro de mí esposa. – el castaño sonrió ladinamente recuperándose mientras tomaba asiento a un lado de Elsa y le brindaba un lento beso en la mejilla. Elsa habia dejado de reír, sus labios se habían tensado un poco al verlo entrar, pero sus acuosos ojos lo seguían sin parpadear. Eso lo excitó.- Gracias Mary, muero de hambre.

Luego de que la posadera pidiera una porción para el castaño, se volvió hacia él.

-Después de tan largo día, me lo puedo imaginar.

Hans le dedicó una sonrisa y tomando la mano de la rubia quien aún seguía sin apartar la mirada de él, carraspeó para ocultar su deseo.

-Luego de escuchar como mi esposa reía, ¿puedo confiar en que este día ha ido de maravilla para ustedes? – dirigió su mirada verde a Elsa y ésta, aun con los efectos encima del licor, le sonrió escuetamente. Eso lo impresionó. Se dio cuenta también que la rubia ni siquiera estaba intentando apartar su mano enlazada de la suya. Más bien volvía a estar un poco... accesible, por así decirlo. Eso le había hecho recordar la noche anterior.

Mary le había servido a él su propia copa de champan y la apuró en un trago para aliviar en vano la punzada creciente de ardor que comenzaba a nacer en sus pantalones.

-Por supuesto que sí, querido. Hemos pasado un espléndido día, divertido además. Creo que a Elsa le ha venido bien.

La rolliza señora se veía contenta y Hans notó como a la reina se le coloreaban aún más las mejillas. La mano que sostenía entre la suya la sentía helada. Aun así, eso no era suficiente para enfriar la excitación que surgía de su piel al verla a ella tan... sensible.

-Gracias por eso Mary, su ánimo mejorara para cuando zarpemos a finales de semana. Y todo gracias a tu compañía.

-Oh, no digas eso. – se ruborizó la mayor. - Elsa ha sido una dulzura. Me encantaría seguir acompañándola.

Hans se volvió hacia la rubia cuando Mary habló, y la entusiasta sonrisa que nació de los labios de la reina por un momento lo descolocó un poco. Se llevó la copa a la boca pasando por su garganta largos tragos del licor. Su mano apretó la de ella. Y Elsa se volvió hacia él con el sonrojo de su rostro y la media sonrisa junta a sus ojos brillantes.

-A mí también me encantaría, Mary. – comenzó a decir la rubia sin apartar la vista de los pozos verdes. - Su conversación es siempre muy vigorizante. – y batiendo sus pestañas hacia el castaño dijo: - Sobre todo si me cuenta datos curiosos de mi esposo de los cuales no tenía idea. – su sonrisa se habia vuelto ladina y Hans carraspeó sonoramente al verla.

¡Por los mil infiernos! ¿Acaso estaba coqueteando con él?

¿Qué demonios tenían sus ojos y por qué el movimiento de sus pestañas se veía tan sensual?

Removiéndose en su asiento, Hans se acercó a ella siguiéndole el juego.

-Espero no sea algo de lo que tenga que avergonzarme. – le dedicó de igual forma su sonrisa más traviesa y la rubia inclinó un poco su cabeza hacia un lado. Llevando un dedo a la comisura de sus labios en forma pensativa.

-La verdad yo...– dijo. – No estoy segura. – y sonrió.

¡Sonrió!

Y eso fue suficiente para Hans.

Se incorporó de la mesa, con Elsa junto a él al verse halada por su mano. Y rodeándola por la cintura, habló apresurado:

-Lo siento, pero tendremos que retirarnos. – la posadera no pudo disimular su sonrisa al verlos y ser cómplice del intercambio de palabras que habían tenido. – Mary, gracias por la cena. Y aunque tendrán que excusarnos, espero un cuantioso desayuno por la mañana.

-Claro, querido. No debes de preocuparte por eso. Anda, vayan a descansar.

Y aunque Hans salió presuroso casi arrastrando a una confundida y ebria Elsa por detrás, alcanzó a oír la risa de los posaderos por la impaciente celeridad de los jóvenes.

Y realmente tenía que culpar a esa impaciencia. Su cuerpo duro y excitado urgía por pegar a la rubia contra él y acariciarla por todas partes. Los sensibles e involuntarios gestos de la rubia productos del licor lo estaban volviendo peligroso. Seguir en la mesa ya no era una opción.

En cuanto entraron a la habitación. Hans cerró la puerta y empujó a la causante de su deseo contra ésta, tomó de su cintura acercándola a él, mientras con una rodilla separaba sus piernas a través de la fina tela del vestido. Entonces su boca comenzó a devorar frenética la fría de ella.

Oh, por los mil demonios. El beber de sus labios se estaba volviendo adictivo para él.

Maldita fuera la reina de las nieves.

Profundizo su beso cuando sintió como la rubia no ponía resistencia alguna a sus caricias. Paso su mano por su cintura hasta llegar a sus caderas las cuales empujó hacia su prominente erección. La escuchó gemir entre sus labios al sentirlo duro y caliente a través de la tela, y un gruñido salió de su garganta.

-¿Por qué me sigues provocando? – susurró entre sus labios al escucharla gemir cada vez que la acercaba hacia su prolongado deseo. Su boca bajó hasta el pálido cuello de la rubia, depositando de sus ardientes besos por donde pasaba. Sus labios saborearon su piel, y sonrió satisfecho al sentirla temblar entre sus brazos.

Pero entonces su sonrisa se vio forzada a extinguirse cuando ella habló:

-No lo hiciera si... - soltó otro gemido. – me dijeras la verdad...

Hans detuvo sus caricias un momento al analizar sus palabras. Se volvió hacia el rostro de la rubia. Su cara de pasión dormitada lo incitaba a seguir con sus frenéticos besos, pero algo en sus palabras lo hizo detenerse. Esto no se debía sólo a su estado de embriaguez, las palabras que le habia dicho sobre él en el comedor tenían algo que ver, y no habia sido simple flirteo como él erróneamente creyó.

Jadeante la respiración de ambos, la miró a los ojos.

Y Hans se dio cuenta que la reina de las nieves se habia aprovechado de lo único que él no podía controlar... su deseo por ella.

Furioso, el excitado pirata volvió a atacar su boca y el aliento de la rubia se ahogó en un placentero gemido. Hans la acarició entonces frenéticamente por todas partes. Su piel rozando ardiente la fría de ella, haciéndola estremecerse con cada roce.

-Muy bien Elsa. - casi gruñó, saboreando por primera vez el nombre entre sus labios. – Si esta es tu manera de obtener información, la tendrás. – y tomándola bruscamente por la cintura, la llevó hasta la cama. - Pero será mejor que te prepares. 

o-o-o-o-o

Gracias por leer :D

Por su puesto que algo bueno nos espera en el siguiente capitulo :3 

Nos leemos pronto! See ya :D

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