Capítulo 5
Hans despertó al día siguiente casi al atardecer. Aún quedaban un par de horas de sol y lo supuso al ver a través de la ventana de la habitación. Odiaba dormir tanto. El dormir significaba sin duda alguna soñar. Y él detestaba sus sueños. Lo regresaban a su pasado en las Islas del Sur, a esa lejana niñez que quería olvidar. Incluso más que lo ocurrido hace cinco años en Arendell. Pero no podía no dejar de dormir, aunque navegara Al venganza de la reina y vigilara toda la noche, también tenía que descansar pues su cuerpo se lo exigía.
Sacudiendo su cabeza de esos pensamientos, se desperezó y estiró sus extremidades un rato. Joder, aunque odiaba dormir vaya que habia necesitado ese descanso. Al menos habia tenido dos días completos sin poder descansar como debía. Entre el secuestro de la reina y sus desmayos ocupando ella su camarote, y él vigilando toda la noche su barco y trazando la ruta correcta, no habia podido pegar el ojo ni un momento.
Sin olvidar también sus constantes enfrentamientos con la rubia. Aunque admitía que le fascinaban, de cierta forma lo dejaban exhausto. Tanta ira contenida. Tanta furia por parte de ella. Y el inusitado deseo que comenzaba a crecer por parte de él, lo dejaban exhausto. Demonios. Paso una mano por su rostro. Tarde o temprano desahogaría ese deseo, pero por ahora no era oportuno. Primero tenía que concentrarse en llegar a Berk. A encontrarse con ese sujeto, y ponerlo al tanto de todo lo que habia descubierto cuando habia capturado a esos dragones que ahora llevaba sobre la cubierta. Días atrás antes de su tropiezo con el barco de Arendell, habia enviado una carta al joven rey de Berk. Y sabía que para entonces ya esperaba su llegada.
Se incorporó de la cama esperando que no tuviera contratiempo ese día en el puerto de Berk. La reina lo habia amenazado con escapar, así que podía esperar cualquier cosa. Sonrió de lado al recordarlo.
-Veremos si lo intentas – susurró para sí. Y de pronto, desde que se habia despertado, no se habia percatado de la ausencia de la mujer que rondaba sus pensamientos.
Con sus cejas fruncidas volvió su mirada, ahora más despabilada, alrededor del camarote.
Nada.
La rubia no estaba en ningún rincón del camarote. Entonces se dirigió al cuarto de lavabo, al tocar y no recibir respuesta alguna entró precipitadamente. Nada. La reina no estaba en el camarote.
-Tch. – chasqueó la lengua molesto, y calzándose sus botas, salió de la habitación.
o-o-o-o-o
La encontró en la cubierta rodeada de la mitad de sus hombres. A un lado de ella Waltz, y frente a ellos la enorme jaula de uno de los dragones que estaban sobre la cubierta.
Oh, vaya. Parece que la reina habia encontrado otra especie de dragón y al parecer esta criatura se llevaba mejor con ella que la anterior. Alrededor los piratas vitoreaban divertidos a la reina mientras ésta se acercaba al dragón azul, posicionado a un lado del dragón que la habia atacado noches antes, y al parecer esta vez la reina no le temía.
-¡Vamos, su majestad! ¡El dragón es como usted!
-¡Si! También arroja hielo.
-¡Pero nos odia! ¿Cómo es que usted se puede acercar tan fácilmente a él? – decía uno de sus hombres asombrado.
-Tal vez es por eso. – habló Waltz analizando la situación. – Tanto la reina como el dragón son elementos de hielo.
-Oh, chiquillo. Otra vez con tus balbuceos sobre la magia.
-¡Calla Rugall! Deberías de estar en el timón.
-¿Y perderme la demostración de la reina de las nieves? ¡Ni pensarlo!
Aun no se percataban de su presencia, y Hans miró entonces atento como la rubia se acerca al dragón azul. Una sonrisa surcaba el rostro de la rubia y no habia temor alguno, eso le molestó. Estos últimos días habia intentado implantarle terror a la rubia sobre los hombres de su tripulación y estos idiotas hacían todo lo contrario. Ahora festejaban animados las osadías que su rehén estaba intentando hacer.
Entonces lo que pasó a continuación también llamó su atención. Elsa habia tocado la cabeza del dragón y éste le habia correspondido inmediatamente. Con su otra mano libre, la reina habia hecho una especie de ademan y miles de copos de nieve salieron de ella. Sus hombres gritaron fascinados comenzando a bailar bajo la improvisada nevada que caía sobre la cubierta. Y Elsa comenzó a reír ante ese peculiar panorama. Al parecer, se dio cuenta Hans, el dragón de hielo parecía transmitirle cierta energía a la rubia.
Enseguida de ese dragón, la criatura roja que la habia atacado en su encuentro, gruñía por lo bajo molesto tal vez de verla a ella. O a lo mejor porque ella era en estos momentos el centro de atención. O tal vez porque estaba simpatizando con su compañero dragón azul y los demás piratas. Hans resopló en un gruñido poniéndose del lado del dragón rojo.
-¡Capitán!
En ese preciso momento uno de sus hombres gritó al caer en cuanta de su presencia haciendo que los hombres, antes divertidos, pararan sus danzas para volverse con miedo hacia él.
-Ahora en lugar de piratas, tengo a un puñado de circenses ambulantes. – sus palabras resonaron sobre la cubierta, y su mirada se dirigió hacia la rubia.
Elsa frunció el ceño al ver como los piratas antes alegres, bajaban sus cabezas por las palabras de su capitán.
-Oh vamos, ¿qué tan malo puede ser un poco de nieve? – soltó sin pensar a la defensiva. Y entonces los piratas se volvieron a ella con un nuevo brillo en los ojos. – Después de todo, quería agradecer la hospitalidad con la que me han tratado. – la reina encogió elegantemente uno de sus hombros y una sonrisa ladina surcó la mitad de su rostro.
Elsa sabía que esas palabras no le iban a gustar para nada al capitán Hawk y aún menos si estas mismas ponían a sus hombres del lado de ella.
Elsa nunca se imaginó que la tripulación de Hawk fuera tan... peculiar.
Cuando llegó la mañana de ese día, Elsa vio como Hans seguía profundamente dormido. Fue entonces cuando se decidió a salir. Waltz le habia dicho en su charla del día anterior que podía confiar en la tripulación, y a pesar de las terribles palabras que ya habia escuchado de Hans sobre ésta misma, decidió confiar en Waltz.
Y así fue como sucedió.
Salió a la cubierta donde Waltz la recibió con una enorme sonrisa en su rostro, y entonces se dispuso a presentarle a toda la tripulación quienes la miraban con ojos maravillados y curiosos. Sabían de ella y sus poderes, y más que parecer hombres en busca del placer carnal de una mujer, como Hans le habia hecho creer; más bien parecían hombres extremadamente curiosos viendo un animal exótico de otro mundo. Eso hizo que Elsa se relajara un poco. Conoció, a palabras de Waltz, a los hombres principales y de más confianza que Hawk tenía sobre ese barco. Entre ellos estaba el ya mencionado Rugall, quien Elsa pudo darse cuenta que era el más viejo de la tripulación. Estaba al mando del timón mientras Hans dormía, y la miraba con unos cálidos y viejos ojos grises. Waltz le explicó entonces que él y Hans habían estado juntos desde el principio en una vieja tripulación de piratas y cuando Hans decidió hacerse con su propia tripulación y nombre, el viejo Rugall lo siguió. Los demás hombres eran también más jóvenes que Rugall pero no más jóvenes que Hans. Y al igual que el mayor, habían desertado de otros barcos piratas para unirse a Hawk.
Después de eso la reina comenzó a ser atacada con preguntas sobre sus poderes y refunfuños dedicados a su capitán por no haberla presentado antes. Entonces fue cuando decidieron que diera alguna demostración de su magia. Y al ver las caras iluminadas de los cansados hombres de Hawk, sintió cierta compasión. Después de tanto tiempo entre el mar y ver las mismas personas todos los días, tal vez tan solo querían alguna distracción. Ella ahora era una cara nueva, que se estaba volviendo el centro de atención de esos marinos, y no pudo evitar el intentar hacerles una demostración al ver entonces la cara igual de sonriente de Waltz.
Fue entonces cuando le presentaron a los dragones y Elsa se dio cuenta de que habían más del que la habia atacado hace dos noches. Su atención entonces se fue hacia el hermoso dragón azul. Sus escamas relucían cristalinas y la reina de pronto se habia sentido extrañamente atraída hacia él. El sentimiento era muy diferente al que habia tenido con la criatura portadora de fuego de la última vez. Este dragón azul le trasmitía extrañamente paz, y al acercarse a él habia sentido un agradable estremecimiento recorrer su cuerpo.
Y fue cuando el bullicio para animarla comenzó. Y entonces Elsa, con la energía que sintió al tocar a aquella criatura mágica, creó una pequeña nevada sobre la cubierta y la tripulación pirata comenzó a bailar de la emoción.
Pero en ese preciso momento fue cuando Hans decidió aparecer.
Y ahora se veía molesto.
Le habia prohibido salir del camarote y eso era exactamente lo que Elsa habia hecho mientras él dormía. Y al parecer que sus hombres se divirtieran junto a ella aumentaba su molestia.
-¡La demostración se acabó! – vociferó entonces el capitán. - Y la hospitalidad también. – miró a la rubia mientras decía esto último. – Ahora ya conocen a quien nos acompañara un tiempo sobre La venganza de la reina. Y como vieron en su demostración, ya saben de quien se trata. Si se meten con ella y terminan congelados en el fondo del océano, no será problema mío. – a pesar de su tono amenazador, Elsa sintió que Hans realmente no parecía enojado. Sin embargo, los hombres alrededor de ella de pronto dieron un paso atrás al darse cuenta ahora que se trataba de la mismísima reina de las nieves. Aquella que habia congelado un reino entero. Y Elsa pensó que tal vez Hans habia dicho aquellas palabras intencionadamente. Y extrañamente no sabía que pensar sobre esa acción. – ¡Ahora basta de estupideces y preparen todo para anclar! Estamos llegando a puerto.
La tripulación vocifero un sí señor al unísono y cada hombre se dispuso a hacer lo que le correspondía en el barco. Mientras tanto, Elsa comenzó a mirar todo a su alrededor. De pronto se dio cuenta de que era verdad. Se estaban acercando a puerto, y la enorme isla que era Berk se iba acercando cada vez más. Los dragones comenzaron entonces a inquietarse al sentir el panorama familiar de su al redor y la rubia se retiró rápidamente de las jaulas.
Llegaron al puerto de Berk y anclaron. Una vez que todo estuvo listo, Hans se dispuso a ladrar órdenes:
-¡Atención bastardos! Al menos estaremos aquí una semana. El barco necesita reparaciones y hay que abastecernos de provisiones. Cada quien sabe sus tareas, una vez cumplidas pueden utilizar el tiempo restante que les quede para satisfacer sus inmundas necesidades. – la tripulación dio un grito de júbilo al escucharlo. – ¡Y atibórrense lo suficiente pues al menos estaremos un mes en el mar hasta el próximo puerto!
-¡Sí, señor!
Tras eso la mayoría de los hombros salió rápidamente del barco hacia el pueblo del puerto entre risas y palabras de júbilo. Mientras otros tantos se quedaban sobre la cubierta al parecer intentando mover las enormes jaulas que contenían a los excitados dragones.
Elsa no sabía que pensar. ¿Un mes en altamar hasta el próximo puerto? Definitivamente no. Era demasiado tiempo. Ahora era cuando tenía que hacer algo para poder escapar. Sería su única oportunidad y no la podía arruinar. Tal vez se habia familiarizado con Waltz y un poco con la peculiar tripulación que apenas acababa de conocer, pero tenía que escapar de ahí. Arendell la necesitaba, y si el capitán Silver y Kai habían regresado a Arendell con la noticia de su secuestro, entonces estaba segura que Anna se encontraría sumamente preocupada por ella. Y en su estado no lo podía permitir.
Tenía que volver.
Pero entonces la presencia de Hans frente a ella la sacó de sus pensamientos, y se volvió hacia él con su semblante frio.
-Si tanto quería salir, su majestad – habló entre dientes. – Ahora me acompañara – ordenó el pirata mientras se adelantaba y comenzaba a caminar hacia la borda. – ¡Waltz tú también vienes! –ladró mientras el muchacho se posicionaba a un lado de la rubia y los dos miraban al pirata. - La vigilaras mientras atiendo el asunto que nos trajo hasta aquí.
-¡Si, señor! – habló el chico y tanto él como la rubia comenzaron a caminar tras el pirata. Elsa tenía que aprovechar esta oportunidad. Ahora que Hans habia querido que lo acompañara, tenía que ver una forma de escapar.
-Colóquense las capuchas. – demandó el castaño mientras el mismo cubría su rostro con la suya.
Caminaron sobre las calles un poco transitadas del pequeño pueblo del puerto y Elsa miraba a su alrededor fascinada. Berk sin duda era diferente a su reino. Si se habia asombrado por los dragones en la cubierta de un barco, ahora estaba maravillada. Los dragones eran parte indudablemente de ese reino, y volaban y caminaban con normalidad alrededor de cualquier lugar en donde mirara. Las personas parecían relacionarse naturalmente con ellos, y al parecer también les ayudaban en sus labores.
-Vamos caminen. – apuró el mayor.
La noche habia llegado al pueblo cuando llegaron a una taberna a las afueras del puerto.
Elsa miró con desconfianza el lugar. Y al entrar, Hans les ordenó quedarse quietos en una de las mesas mientras él se sentaba a la barra. En donde, después de un rato, un hombre de aspecto vikingo se acercó a él.
Elsa miró su intercambio de palabras con curiosidad. Aunque no podía llegar a escuchar nada, parecía algo serio. Además de preguntarse de ¿quién era ese hombre de cabello castaño y extraña armadura de escamas negras?
-¿Quién es? – y su curiosidad ganó mientras se volvía interrogante hacia el moreno.
Waltz le devolvió la mirada un poco nervioso.
-No sé si este autorizado a decirle, su majestad. Pero es un viejo amigo del capitán.
¿Un amigo de Hans? Pensó con desconfianza, puesto que toda esta situación se le antojaba sumamente extraña. ¿Cómo alguien podía llegar a ser amigo de un villano como Hans? Aun no lo podía creer. Tal vez era un comerciante, un contrabandista del mercado negro. Sí, eso sonaba más creíble.
-¿Acaso por esto hemos venido hasta Berk?
-Sí. – afirmó el menor. – Hans trae información importante para esa persona en específico. – habló mirando al desconocido vikingo. - Además que los dragones que traemos en el barco, también los traemos por él.
Elsa abrió los ojos confirmando lo que pensaba. Estaba vendiendo su mercancía a ese hombre. Por un momento el vikingo se habia vuelto hacia ella y Waltz, y Elsa pudo ver un instante su rostro. A diferencia de cómo lo imaginaba, el vikingo no parecía ser malo ni mucho menos alguien que trabajase en el mercado negro. Pero, se dijo, las apariencias podían engañar.
Cansada de estar esperando, Elsa comenzó a idear un plan para escapar. Hans estaba concentrado completamente con su invitado y Waltz estaba distraído mirando alrededor de la taberna. Ahora era cuando podía hacer una distracción y salir de ahí rápidamente.
Y así lo hizo.
De sus manos congeló una parte de la mesa, lo poco que pudo salir de ellas a través de los brazaletes, y salió corriendo del lugar al ver cómo la gente alrededor se abstraía en lo que acababa de suceder.
Salió al frescor de la noche y siguió corriendo sin rumbo fijo. Tal vez si llegaba a alguna casa importante del condado y decía quién era podían ayudarla. Sin embargo su pensamiento se vio de pronto opacado por la presencia de Waltz, quien la perseguía desde atrás.
Tan enfocada veía que el pequeño hechicero no la alcanzara, que no se percató en ningún momento cuando frente a ella se posicionó el capitán pirata de quien intentaba escapar. Su cuerpo colisionó fuertemente contra el duro pecho del pelirrojo, y de pronto se vio atrapada entre sus musculosos brazos.
Demonios.
-Oh cariño. Cuando te dije que escaparas para divertirme, no me refería a esto.
Aun agitada por el esfuerzo, Elsa lo miró con unos cristalinos ojos azules, la trenza se habia alborotado un poco, y pequeños mechones habían acabado sobre su rostro. La sonrisa siguió ladina sobre el rostro masculino por un momento, pero entonces algo en el rostro de la chica lo hizo enmudecer.
Elsa se veía ahora diferente. Frente a él, el blanquecino rostro de la reina se distorsionaba entre la frustración y desesperación de verse acorralada una vez más por su captor cuando estaba tan cerca de su libertad.
-Déjame ir... - habia soltado en un lastimero susurro que hizo que una pequeña furia comenzara a crecer dentro del estómago del pelirrojo.
¿Pero qué demonios le pasaba a la reina? ¿Dónde estaba su ira? ¿Su rebeldía por desobedecerlo?
– Hans... - y entonces el escuchar su nombre proveniente de los pequeños labios de ella lo desconcertó unos segundos. – Déjame ir... por favor.
Su ceño se intensificó al escucharla, y su semblante duro no dejó de mirar el desesperado de ella.
En ese momento Waltz los alcanzó, reposó sobre sus rodillas mientras recuperaba el aliento.
-Waltz – habló entonces al sentir como la mujer entre sus brazos perdía sus energías mientras escondía su rubia cabeza entre su capucha. – Regresa a dormir al barco. La reina y yo nos quedaremos en una posada.
El chico asintió, un poco preocupado por la rubia, y partió hacia el puerto.
-No – después de un corto silencio Elsa habia hablado con renovadas energías. Y lo encaró. Su rostro ceñudo lo desafiaba de nuevo. Y extrañamente Hans sintió un peculiar alivio al verla así. – No me quedare en una posada contigo.
Una pequeña sonrisa comenzó a dibujarse en el rostro del pelirrojo.
-No me arriesgare a que escapes de nuevo. – y tomándola por la muñeca la haló junto a él. – Andando.
o-o-o-o-o
Elsa se encontraba fatigada. Fue por eso que sin poder protestar, se dejó arrastra por el pirata hacia la posada más cercana.
Habia querido escapar pero su intento habia sido en vano. El esfuerzo de su huida congelando la mesa de la taberna, más la magia que habia podido controlar y soltar en una nevada a través de los canalizadores durante la cubierta esa tarde, la habían dejado exhausta. Los brazaletes volvían a tomar de su energía. Y ahora que la obligaban a permanecer en una posada junto a su enemigo no tenía más fuerza para enfrentarlo.
El que Hans la hubiera detenido rápidamente y arruinado el único plan que habia tenido para huir de él, de pronto la habia hundido en una terrible desesperación. Tal vez fue por eso que en su debilidad, de sus labios habia salido esa pequeña suplica. Ese por favor que creyó inútilmente que podría funcionar. Pero no habia sido así, el pirata no se retractaría jamás de sus palabras. Y ahora la arrastraba junto a él. Eso la volvió a poner furiosa. Al menos tenía eso: su ira. Y se aferraría a ella más que nunca. Jamás, ni en sus momentos de debilidad, volvería a soltar una lastimera suplica frente a ese pirata.
Si el huir no funcionaba, entonces tenía que encontrar otra manera.
Otra manera de persuadirlo.
Al sentir como el castaño paraba su caminar, Elsa se dio cuenta que habían llegado a una acogedora posada. Para sorpresa de la rubia, la gran casa no se veía mal.
-Te gustara. Es de las mejores de por aquí. – escuchó que le decía. Y tomándola de la mano inadvertidamente, entraron al lugar.
-¡Pero que ven mis ojos! – una chillona voz alegre llenó los oídos de Elsa y se percató de la rolliza señora que se encontraba tras la barra del lugar. – ¡Querido, ven aquí rápido! ¡Hans ha venido!
Tras escuchar esas palabras, Elsa miró la escena frente a ella totalmente sorprendida. Mientras la alegre señora le hablaba a un hombre arrugado y extremamente delgado, Hans les dedicaba una enorme sonrisa. Y entonces comenzaron a enfrascarse en una bulliciosa y animada charla entre los señores y el pirata. Quien no paraba de sonreírles y contarles que se encontraba bien.
A un lado de él, Elsa tan solo podía quedarse quieta y ver a su alrededor mientras la sorpresa del momento pasaba.
La posada al parecer le pertenecía a esa extraña pareja algo ya madura. Y el lugar era una combinación de taberna para merendar y brindar en la planta baja, mientras los dormitorios se encontraban distribuidos por la planta alta.
Y entonces las miradas que ahora se posaban sobre ella la sacaron de sus pensamientos.
-¿Pero quién es esta hermosa jovencita, Hans? – preguntó curiosa la rolliza posadera. Elsa la miró sin saber que responder. Hans parecía tratarlos diferente. Y aun no entendía el cambio de humor tan repentino que habia tenido al llegar a esa posada.
-Es mi esposa.
Sin embargo, esa palabra bastó para que Elsa se volviera velozmente hacia él con los ojos abiertos. Éste al mirarla le dedicó la misma sonrisa falsa pero divertida que le estaba dedicando a la pareja, y tomándola por la cintura la acerco a él.
-Mary, Huge. Quiero presentarles a Elsa. Llevamos apenas unos días de casados. Esta algo tímida en estos momentos, ya saben. – y guiñándoles un ojo, la simpática pareja rio feliz. Los felicitaron con gran entusiasmo y Elsa no se atrevió a desengañar la situación. Era demasiado prudente y cortes como para hacer algún alboroto por lo que el castaño habia dicho, y Hans muy bien lo sabía. Por eso lo habia hecho. La habia puesto en esta situación a propósito.
Controlando su ira por dentro, la rubia se limitó a saludar y sonreír cortésmente a la pareja mientras seguían charlando con Hans y sus viajes como comerciante. Al parecer, y con lo que habia alcanzado a oír de su animada charla, ante los ojos de los posaderos Hans era un comerciante de otro reino quien regularmente venía a Berk a comercializar su mercancía. Elsa bufó para sus adentros. Eso podía ser una verdad a medias, pero a fin de cuentas una mentira.
-Oh, han de estar muy cansados después de tan largo viaje. Suban y pónganse cómodos, por favor. Les daré la mejor habitación a los recién casados. – siguió contenta la mujer. – En unos momentos hare que les suban la cena y unos cubos de agua caliente para prepararles un baño.
-Gracias, Mary. Lo apreciaremos mucho. – entonces se inclinó un poco y acercándose a la señora habló por lo bajo. – También me atrevería a pedirte alguna muda de ropa para mi esposa. Te lo agradecería enormemente si pudieras conseguirnos una. Unos piratas asaltaron nuestro barco casi al llegar al puerto. Y aunque me deshice de ellos con facilidad, esos rufianes alcanzaron a robar los baúles con todas las pertenencias de mi esposa.
La señora se volvió entonces hacia Elsa con un rostro compungido, y acercándose a la rubia la envolvió entre sus robustos y cálidos brazos por un momento.
-Oh, cariño. Debió de ser terrible, pero no te preocupes. – deshizo el abrazo mientras sus manos permanecían aún sobre los hombros de Elsa. – Sabes que puedes confiar en nosotros. Aquí hay todo lo que necesites, Hans. – y volviendo con Elsa dijo: - Subiré unas bonitas prendas para ti cariño.
Ante tal acción, Elsa no supo cómo reaccionar. Parpadeó un par de veces, y un poco ruborizada le dio las gracias a la señora.
-Oh, no. Es lo menos que podemos hacer por ustedes. – y acercándose a Elsa continuó: - ¿Sabes? Tu esposo es un gran vendedor. Las pieles que nos trae de otros reinos siempre son de excelente calidad.
Hans sonrió de lado al ver como Elsa intentaba inútilmente de fulminarlo con la mirada. Entonces la tomó una vez más de la cintura y la acercó a él.
-Mary, Huge, saben que ustedes son mi clientes consentidos.
-Oh, eres un bribón. – rio la posadera con una mano sobre su mejilla sonrojada.
-Ya querida, dejemos que descansen. – tomó ahora la palara el desgarbado señor. Al parecer con un carácter muy tranquilo al contraste con el de su mujer.
-Sí, claro. No los entretengo más. Vamos, suban. En un momento les llevo sus cosas.
Despidiéndose de la amigable pareja, Hans apretó el cuerpo de Elsa contra él y subieron juntos las escaleras.
Una vez dentro de la habitación, Hans suspiro divertido. Y Elsa retiró sus manos de un tirón.
-¿Esposa? – casi rugió con su ceño fruncido. – ¿Comerciante? – Se mofó ahora rodando sus ojos.- ¿Cómo puedes engañar así a esas personas? Oh, pero no debería de extrañarme. Después de todo eres un...
-Pirata – la cortó el castaño. - Y sí cariño, no debería de sorprenderte. Soy pirata y los piratas mienten todo el tiempo. ¿Acaso las reinas no hacen lo mismo?
-Yo...
-Y no me digas ahora que tú no lo haces, – la interrumpió de nuevo. – que ambos sabemos que no es cierto.
Elsa no dijo nada ante su defensa. Pues esconder una verdad también era una mentira. Y ella habia escondido la verdad de sus poderes por mucho tiempo. Y aun ahora continuaba escondiendo verdades. Escondiéndolas a su hermana. A su familia.
Elsa suspiró frustrada pues Hans tenía razón. Y odiaba eso.
El pelirrojo sonrió triunfante y entonces comenzó a desvestirse.
-Me daré un baño. – explicó. – Y después del intento de huida del día de hoy, tendré que tenerte cerca de mí en los días que estemos en Berk.
Elsa le dio la espalda al ver como el pirata comenzaba a desvestirse, y cruzándose de brazos habló molesta:
-¿Pero qué estás diciendo? – soltó entre dientes, aun controlando la frustración que sentía por haber fallado en su intento por escapar. – ¿Y por qué debería de obedecerte? Sabes que intentare escapar de nuevo.
-Lo que acabas de escuchar. – continuó el pelirrojo hablando calmadamente. – Y a menos que no quieras que te obligue a tomar un baño conmigo, será mejor que me obedezcas estos días. – entonces el rostro de la rubia se tornó escarlata al escucharlo. Sin embargo, Hans no estaba completamente seguro si era por furia o vergüenza. Sonrió ladino. – Así que cuando los cubos con agua lleguen, los llevaras a la bañera y lavaras mi espalda. – Elsa se volvió hacia él rápidamente con los puños aferrados a sus costados. Y Hans la encaró, sin perder en ningún momento esa sonrisa que comenzaba a fastidiarla: - Después de todo eres mi esposa. ¿No es así cariño?
Se burló soltando una estúpida risita, para después perderse tras la puerta del cuarto de aseo. Dejando atrás a una Elsa roja de la ira que intentaba inultamente controlar. En esos momentos la reina de las nieves deseó con todo su ser el poder congelarlo ahí mismo, pero ¡malditos fueran esos brazaletes!
En ese preciso momento la puerta sonó con unos leves golpes, y al abrirla la cara risueña de Mary la recibió.
-Oh mi niña, espero no haber interrumpido nada.
El rostro de Elsa seguía rojo y se maldijo que la mujer frente a ella lo interpretara mal.
-No es así – trató de decir calmadamente. – No se preocupe, por favor.
La mayor le sonrió reconfortante y entonces le entregó unas prendas perfectamente dobladas para ella, una bandeja llena de comida que acomodó en la mesa de la habitación. Y dos cubos de agua que traía un lacayo y los cuales colocó en una esquina.
Elsa le dio las gracias y cuando estaba a punto de irse, la mayor se detuvo.
-Cariño sé que no deberías tomar en cuenta a esta vieja anciana, pero estoy tan feliz por Hans que quiero compartirte algo de mi experiencia. – sonrió cómplice ante la sorpresa de Elsa por la actitud de la mayor. - Tómalo como un pequeño consejo. – y acercándose a su oído, Mary le compartió un pequeño secreto que hizo ruborizar por completo el rostro de la reina de las nieves.
-Gra-gracias señora Mary. – alcanzó a decir, pues la verdad era que Elsa no sabía que otras palabras pronunciar ante lo que habia escuchado.
La rolliza señora rio contenta alejándose por el pasillo.
Y entonces Elsa cerró la puerta de la habitación con una nueva resolución.
Era cierto, tal vez no debería tomar en cuenta los consejos de una peculiar señora a la que acababa de conocer. Aun así, sus atrevidas palabras seguían dando vueltas en su cabeza.
"¿Sabes cuándo puedes atrapar a un hombre en su estado más débil, cariño?
En la cama."
Tal vez las palabras de la señora Mary habían sido para otro propósito, pero Elsa podría ver ahora otra manera de huir.
Otra manera de persuadir al pirata.
Al menos, lo tenía que intentar.
o-o-o-o-o
Bueno, aquí vimos una escena creo recordaran de Mi Caballero Dragón, pero ahora la vimos a perspectiva de esta pareja. En fin, ¡gracias por leer! :D
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