Capítulo 3

Elsa mantenía su poderosa mirada azul brillando furiosa sobre la de Hans. La risa que profesaba atravesaba estridente sus oídos, y el dragón tras ella seguía su letanía eufórica de gruñidos. Toda esta situación comenzó a bullir rápidamente dentro de su estómago. Se encontraba furiosa.

Realmente furiosa.

Entonces alzó su mano derecha decidida a hacer algo contra el hombre que tenía frente a ella. Pero de su mano salió apenas unos cuantos copos de nieve y pequeños pedazos de hielo. Sorprendida, Elsa miró sus manos. Ninguna magia salía de ellas. En cambio, las sentía torpes y pesadas.

-¿Qué está pasando? – intentó decir, pero de su garganta no salió palabra alguna. Aun podía sentir el calor dentro de ella, eran los efectos que habia dejado el haber estado tan cerca de una poderosa criatura mágica portadora de fuego como lo era el dragón.

Hans al verla intentar inútilmente crear su magia de hielo, volvió su risa aún más estridente. Y eso hizo crecer su ira. Elsa se incorporó flaqueando un poco. A lo mejor no tenía sus poderes en estos momentos, pero su dignidad de reina la empujaba a enfrentarlo de frente. Sus hombros cuadrados, su postura recta y sus manos apretadas en puños fuertemente a sus costados.

Y cuando sentía que estaba a punto de derrumbarse nuevamente por lo débil que sentía su cuerpo, un ruido acercándose hacia ellos los distrajo de pronto.

-¡Reina Elsa! – el muchacho que habia visto la primera vez se acercó a ella, tomándola por los hombros al verla tambalear.

Recargó su peso contra él sin poder evitarlo. Demonios, odiaba sentirse así. Era reina de Arendell, portadora de una extraordinaria magia. Pero en estos precisos momentos no podía sentirse extraordinaria como aparentaba puesto que comenzaba a caer otra vez en un lento desvanecimiento.

Miró al terrible pirata frente a ella antes de cerrar sus ojos, y se extrañó de ver como el semblante burlesco habia sido reemplazado por uno extrañamente serio.

o-o-o-o-o

Hans vio como la rubia se desvaneció en los brazos de Waltz y frunció el ceño.

-¿Por qué esta tan débil?

El menor volvió su mirada carmesí hacia su capitán.

-Son los canalizadores. – habló despacio viendo las pulseras alrededor de las muñecas de Elsa. – Aún siguen acostumbrándose a ella. A su magia. Siguen tomando de su energía. – entonces Waltz frunció el ceño para sorpresa del pirata. – Hans, te dije que la dejaras en paz. Al menos necesitara unos cuantos días más para acostumbrarse a ellos.

El mayor bufó.

-Paz es lo único que esta mujer no tendrá en este barco pirata. – soltó molesto. – Llévala de regreso a mi camarote. – ordenó viendo la frágil figura de lo que ahora era la reina de las nieves. Sonrió a sus adentros sintiendo como una pequeña satisfacción lo recorría al verla en ese estado de debilidad. A ella. A la poderosísima reina de Arendell.

Waltz obedeció sus órdenes y llevando a la rubia en brazos se adentró en el barco, hacia el camarote del capitán.

Hans le dio una última mirada a la enorme jaula en donde el dragón ahora se encontraba más sereno después de haber arrojado su fuego hacia la madera de la cubierta, y regresó al timón. Ahora tendría que cambiar la madera chamuscada por culpa de esa estúpida bestia. Pero, se dijo, al menos tenía que agradecerle el temor que la criatura habia implantado en la rubia. El semblante conmocionado y lo frágil que habia puesto a la reina de Arendell valía cada maldita parte chamuscada de su barco. Sonrió divertido de lado al recordar la furia que la rubia le dedicó después de eso.

Tal vez lo que lo habia movido en un principio a secuestrarla habia sido el impulso del momento. Pero ahora se daba cuenta con perversa excitación que la tendría a su completa merced. Estaba seguro que la furia estaba bullendo por cada parte de ella y la apasionante ira que habia desbordado la reina al intentar atacarlo con su magia se lo dejó muy claro. Estaba furiosa. Débil. Y completamente a su merced. Eso lo hacía sentirse perversamente satisfecho.

Miró hacia el horizonte. Controlando el timón a través del oscuro y tranquilo mar, mientras seguía con la ruta establecida de su viaje.

Entonces frunció el ceño seriamente al recordar el día anterior.

Nunca se imaginó que después de cinco años el mar y una tormenta lo llevarían directo a su pasado. A uno de los cuales habia intentado olvidar. Pero las cicatrices eran persistentes, y él más que nadie sabía sobre eso.

Cinco años atrás cuando los poderes de la reina se liberaron y Hans habia querido hacerse con el reino de Arendell, la vacilación causada por las cicatrices de su pasado se lo impidieron. Sus planes e ideales habían fracasado. Habia sido derrotado por Elsa y su estúpida hermana. Y habia salido de Arendell humillado y sin poder alguno. Después de eso sólo estaba seguro de una cosa: no regresaría a las Islas del Sur. Después de todo, desde un principio habia ido a Arendell para poder salir definitivamente de su hogar. Pero al verse frustrado su plan, entonces comenzó uno nuevo.

Al salir de Arendell se habia convertido irrefutablemente en un villano, ¿qué más daba si seguía por ese camino? Pues al parecer era el único que le funcionaba mejor. En cuanto se percató de eso, su camino hacia la piratería empezó. Iniciando primeramente con la huida del barco que lo llevaba hacia las Islas del Sur. Tras escapar difícilmente de ahí, en un pequeño bote de emergencia, Hans llegó al puerto más próximo. Uno de los pestilentes puertos de los reinos del Norte donde se dio a conocer entre la escoria y los lugares de mala muerte. Hans tenía mucho a su favor para crecer en ese pestilente lugar con su analfabeta gente. Era una persona instruida, era inteligente, y como príncipe que se habia formado toda una vida, sabia usar la espada para defenderse. Aunque también hubo ocasiones en las que tuvo que aprender a luchar con los puños. Todo el honor que alguna vez habia aprendido para ser un verdadero caballero, lo habia dejado atrás. En esa clase de vida donde convivía y se enfrentaba a la escoria a diario, no lo necesitaría. La mala vida del puerto le habia enseñado a defenderse, a valerse por sí mismo y a sobrevivir; y entonces su astuta inteligencia lo llevó a los barcos. A zarpar en los navíos de diferentes trabajos. Barcos comerciantes, turísticos, reales y del gobierno; hasta que en poco tiempo las circunstancias lo llevaron a terminar en uno pirata.

Creó su lugar en ese barco pirata comandando por un viejo y huraño capitán. Pero después de un tiempo Hans se habia dado cuenta que habia encontrado su propio hogar. Entre disputas por botines con otros piratas, entre asaltos a veleros comerciantes y celebraciones con la tripulación. Entre las enormes noches estrelladas y la tranquilidad y pasión que le daba el océano; Hans habia encontrado un hogar. Se habia dado cuenta que las libertades que poseía un pirata era lo que siempre habia buscado. Y entonces su carrera comenzó. Se hizo de su propio barco, se hizo de un nombre. Y por cinco años habia surcado los mares. Por cinco años su fama habia crecido. Y durante cinco largos años la gente lo habia admirado y temido al mismo tiempo como el terrible pirata Hawk.

Ya no necesitaba de un reino para gobernar y sentirse alguien de nuevo. No. Ahora él era su propio rey. Rey de piratas y rufianes. De ese bajo mundo que la monarquía estaba dispuesta a ignorar. Ahora el mar era su reino, y su barco la fuerza y poder con lo que gobernaba.

Sonrió de lado por sus pensamientos, viendo como el horizonte comenzaba a aclararse poco a poco anunciando la llegada del sol. Entonces el par de dragones que se encontraban en jaulas sobre la cubierta comenzaron a desperezarse lentamente.

Sin embargo, siguió Hans en sus pensamientos, hasta entre los piratas habia categorías.

Vio por un momento a las majestuosas criaturas sobre la cubierta y una sonrisa diferente cruzó su rostro al rememorarle viejos recuerdos de cierta persona domadora de dragones.

Sí, definitivamente existían diferentes tipos de piratas. Y al menos, él se guiaba por lo que eran ahora sus principios. Y, se dijo, no se arrepentía de eso.

Pero ahora el destino le estaba jugando otra mala carta al reencontrarse con la reina de Arendell. O tal vez era una oportunidad. Intentó convencerse. Una oportunidad de vengarse de esa frívola reina. De esa persona que habia arruinado sus planes hace cinco años y lo habia humillado. Tal vez su rencor ya no era como en un principio puesto que ahora Hans tenía todo lo que quería y necesitaba en ese barco. Arendell no podía importarle menos. Aun así, quería que esa mujer pagara de alguna forma todo el trabajo que habia hecho por ese reino durante la época helada por culpa de ella, y de la degradación que habia recibido a cambio.

Oh, sí. Pensó con maligna satisfacción. Pagaría.

Ahora la reina de las nieves estaba a completa merced del terrible pirata Hawk.

o-o-o-o-o

Elsa despertó al medio día con hambre. Después de día y medio sin probar comida alguna ahora su estómago lo resentía.

Se incorporó nuevamente de la cama que ya le era familiar. Después del encuentro nada grato con Hans habia perdido el conocimiento otra vez y al parecer el muchacho de ojos rojos, Waltz si no recordaba mal, la habia traído de nuevo a ese camarote.

Suspiró cansada.

Esta situación se estaba saliendo de sus manos. No sabía cómo habia llegado ahí y también estaba lo de sus poderes. Elsa desvió sus ojos hacia sus manos. Intentó soltar su magia un poco y de éstas tan solo pudo salir poca escarcha y trocitos de hielo. ¿Qué pasaba con sus poderes? Estaba segura que los brazaletes, los cuales no podía quitarse, eran los causantes de que su magia no fluyera con normalidad.

Volvió a suspirar y llevó sus manos a su cabeza tratando de ordenar sus pensamientos y lo que haría a continuación. Entonces se dio cuenta del desastre que era. Su largo cabello se encontraba suelto y desordenado alrededor de sus hombros, mientras el camisón blanco que usaba para dormir ahora estaba sucio y rasgado en algunas partes. Gruño para sí misma. Respiró hondo y no se dejó llevar por sus emociones. Serenando su postura a la de siempre, alisó su cabello con sus dedos rápidamente y lo trenzó. Sacudió un poco su camisón con las manos y paró entonces cuando el ruido de la puerta abriéndose de pronto llamó su atención.

Elsa vio como el muchacho llamado Waltz entraba con una bandeja en sus manos, y sintió un pequeño alivio al confirmar que era él, y no cierto pirata, el que entraba al camarote.

-Reina Elsa, discúlpeme. Creí que aún se encontraría dormida. – habló el muchacho de cabello negro amablemente. Elsa no dijo nada mientras volvía a sentarse con su postura recta al borde de la cama y veía como el pelinegro dejaba la bandeja sobre el escritorio. –Le he traído algo de comida y agua. Desde que llegó a este barco no ha ingerido nada de nutrientes, así que por favor siéntase segura de comer. Yo mismo la prepare.

Elsa no podía enojarse con ese chico. Al menos era el único que se habia comportado amable con ella. No pareciera tener más de quince años, sin embargo no podía bajar la guardia. No contaba con sus poderes en estos momentos, así que tenía que ser más inteligente si planeaba salir de ahí.

-Waltz – habló la rubia con tono sereno después de un corto silencio. El chico se sorprendió al escuchar su nombre. – Podrías decirme como es que... llegue aquí.

-Así que recuerda mi nombre – le dedicó una pequeña sonrisa y Elsa se dio cuenta como el pelinegro titubeaba antes de continuar. – Bueno, hace apenas un día atrás nosotros también nos encontrábamos luchando contra la horrible tormenta. Cuando entonces nos topamos con su barco, majestad. Y cuando el capitán vio lo que estaba pasando, nos acercamos. – se pasó una mano sobre la cabeza, parecía nervioso. – Y, bueno... si el capitán no la hubiera llevado con él, tal vez el barco en el que usted venia se hubiera hundido. Pero no fue así, y...

-¿Que? –soltó Elsa de repente, incorporándose asombrada por las palabras del muchacho. – ¿Hundirse? ¿En qué momento? – siguió confundida caminando de un lado a otro. ¿Cómo era posible que no recordara nada de eso?

El menor al ver la reacción de la rubia, aumentó su nerviosismo y habló rápidamente:

-Pero así fue, su majestad. El barco de Arendell estaba a punto de hundirse por la gruesa capa de hielo que se estaba formando sobre la cubierta. Pero entonces el capitán Hawk llegó hasta usted y gracias a los canalizadores que puso en sus manos, sus poderes se detuvieron. Y entonces el hielo comenzó a desaparecer. Después de eso el capitán la condujo hacia el barco y...

-Canalizadores... - interrumpió en un susurro Elsa, viendo sus manos más confundida que antes.

-¡Si! ¡Los brazaletes! – contestó el menor emocionado. Y al parecer agradecido de desviar la conversación a otro tema. Aun así sus palabras seguían saliendo atropelladamente al explicar: – La debilidad que ha sentido en parte se debe a ellos. Ya que se están acostumbrado a su magia, y a absorber de su energía para que ésta no se descontrole. Pero no tiene de que preocuparse. Soy hechicero, así que sé de estas cosas. Puede confiar en mí. Además ya le dije al capitán que yo podría ayudarla en eso. Poderes como los suyos tienden a desbordarse, pero con mi ayuda...

-Waltz, cállate de una buena vez. – Hans habia entrado al camarote ante la sorpresa de Elsa y el menor quienes no habían reparado en su presencia. – Largo de aquí. – le ordenó. Y aunque se dirigía al pelinegro con una voz dura, Elsa pudo captar cierto brillo diferente que emanaban los ojos verdes al ver a aquel muchacho. Eso la hizo dudar de la relación que una persona tan gentil como Waltz tenía con ese despreciable pirata.

Para pesar de la rubia, el menor se despidió de ella y salió rápidamente de la habitación. Aún tenía dudas acerca de los brazaletes que llevaba puestos, sobre sus poderes, y todo lo relacionado que habia hablado el muchacho. Pero Elsa se obligó a llevar su atención al único hombre en el camarote. Ahora sólo se encontraban ella y él. Y la atmosfera comenzó a volverse un poco asfixiante.

-¿Qué haces aquí? – lo afrontó con su postura recta y su semblante indiferente.

Al escucharla, Hans volvió a formar su perversa sonrisa. Se acercó a ella al ver el desafío en sus fríos ojos azules, y bufó al ver como ella no retrocedía por su cercanía. Intentaba mostrarse fuerte lo sabía, pero también sabía que muy dentro de ella comenzaba a sentirse intimidada por su presencia. Y estaba dispuesto a ver hasta donde la reina de las nieves podía llegar.

-Este es mi camarote, cariño.

Elsa abrió los ojos. Ese dato le era desconocido y se maldijo por no haberlo intuido antes. Después de todo, ¿qué pirata iba a tener su propia habitación individual en un barco sino era el capitán de éste?

-Y si es tan inteligente como aparenta, su majestad, le recomendaría quedarse adentro. Recuerde que se encuentra entre piratas. Y como le dije antes, mi palabra es ley en este barco. Le aconsejo que me obedezca dentro y fuera del camarote si quiere garantizar su seguridad el resto del viaje.

Elsa retrocedió entonces un paso, al tenerlo ahora tan cerca de ella. Y frunciendo el ceño habló:

-Soy reina de Arendell –su mirada alzada hacia la de él con desafío. - y te exijo que me liberes.

El pirata sonrió entre dientes.

-Oh, no cariño. Mi única reina es este maldito y viejo navío. Y me temo que yo soy el capitán. Sólo yo lo puedo manejar. – se inclinó hacia ella y Elsa pudo sentir como su aliento chocaba caliente contra su helada mejilla cuando susurró: - Bienvenida de nuevo al Venganza de la Reina. ¿Lindo nombre no te parece?

Hans notó como la rubia comenzaba a ponerse furiosa pues sabía que se estaba burlando de ella. Sus delicadas cejas se habían fruncido, y para sorpresa del capitán pirata la rubia le contestó con una pregunta que no esperaba.

-¿Por qué me secuestraste? – Elsa lo estaba enfrentando, no se dejaría llevar por sus provocaciones.

Entonces la sonrisa de Hans se borró. Y parpadeó molesto cuando contestó:

-Creo que Waltz ya ha respondido a eso...

-No – lo interrumpió entonces, su voz sonaba tensa. – ¿Por qué desviaste tu curso? ¿Por qué te tomaste la molestia de acercarte al barco de Arendell entre la horrible tormenta? ¿Acaso es tal tu odio de venganza hacia mí? ¿O habia algo más? – soltó rápidamente sembrando la duda en el pirata, cosa que lo hizo enfurecer. – Sabias que si seguía así, el barco se hundiría. Y yo junto a él. ¿Por qué ayudarlo entonces?

Hans frunció el ceño al escucharla. Lo estaba acusando de haberlos ayudado. Él. ¿Un temido pirata ayudando a su fuente de odio y venganza? Ja. Se escuchaba muy gracioso. Definitivamente no. Eso no habia sido lo que lo habia movido a secuestrarla. Tan sólo habia sido por venganza. Vio la oportunidad frente a él y la tomó. La rubia estaba equivocada, y se lo demostraría. Estaba harto del absurdo razonamiento sin sentido que ella estaba intentado poner en su cabeza.

Él siempre seria el villano y se lo tenía que recordar.

La empujó con su duro cuerpo contra la pared de madera, la acorraló con su brazo izquierda. Y con el derecho tomó su mentón obligándola a mirarlo directamente a los ojos.

-Nunca habrá algo más, su majestad. Y habría sido un desperdicio el ahogarte junto a ese barco. ¿No te parece? – sus oscuros ojos verdes irradiaban ferocidad. - ¿Sabes que es lo que un pirata sabe hacer mejor? - habló ahora con el nacimiento de una media sonrisa en su rostro y Elsa se tensó, anticipando lo que ese bastardo iba a hacerle. – Cosas malas. – su aliento rosaba sus labios. – Y las sé hacer muy bien.

El espacio entre ellos fue entonces reducido completamente. Y Hans atacó sus labios. Profanó su boca y la obligó a abrirse ante él. Con eso le estaba demostrando la verdad de sus palabras. Sintió como la rubia intentaba liberarse de él pero al ver como su fuerza no era suficiente, se rindió después de un rato forcejeando. De las manos de ella, Hans sintió como ésta comenzaba a hacer magia, pero sin lograrlo completamente por supuesto. Y se alegró de eso. Si la reina de las nieves tuviera sus poderes a su disposición, en estos momentos estaría completamente congelado.

Al sentir como la rubia se rindió a su forcejeo, Hans apretó su estrecha cintura contra él. Y llevó su mano derecha hacia su nuca, profundizado su furioso beso. Y para su sorpresa, el beso lo estaba comenzando a excitar deliberadamente. Quería darle una lección. Un recordatorio de que él era el malo y ella estaba ahora a su completa merced, pero sin duda el irremediable deseo que habia nacido al probar su boca no era lo que esperaba. Podía sentir como sus pequeños pechos se restregaban exquisitamente contra el suyo. La rebeldía que comenzaba a aflorar en ella otra vez daba señales de que recuperaba su fuerza. Pero él no la soltaría. Acarició lo largo de su espalda, y enredo su mano entre sus largos cabellos trenzados. Su boca devoraba la de ella en embestidas húmedas y pequeños mordiscos alrededor de sus labios. Fue entonces cuando sintió como la rubia le devolvía una pequeña mordida a su labio inferior, tratando de lastimarlo. Hans sopló divertido entre sus labios, saboreando el hilo de sangre que bajó por ellos. Si las intenciones de la rubia eran apartarlo de ella, estaba haciendo todo lo contrario. Su excitación creció deseosa hasta su miembro viril... y entonces se apartó.

Su respiración era pesada cuando se apartó. Podría seguir besándola. Inundarse del deseo por esa maldita mujer. Tumbarla sobre la cama, arrancarle ese molesto camisón y tomarla ahí mismo. Pero no, se dijo. Tendrían un largo viaje en camino y la haría sufrir lentamente. Tomaría su venganza a través de ese inusitado deseo que habia nacido en él y la haría pagar. Pero por ahora era muy pronto. Y eso lo demostró la sonora bofetada que recibió por parte de ella.

Hans sonrió de lado al sentir la helada palma de la reina de las nieves en su mejilla. Para después volver su burlesco rostro hacia ella. Tenía que recordar que frente a él no tenía a cualquier persona. Tenía secuestrada a una reina, poderosa para variar, y tenía que irse con cuidado. Pero, pensó, no mucho. Tanto tiempo navegando por el mar, sin satisfacer sus necesidades carnales, le habían nublado la mente por unos momentos. Sin embargo su pensamiento de venganza y deseo era claro, y tomaría todo lo que pudiera de ella.

Elsa lo miró llena de rabia. Sus mejillas rojas y sus manos apretadas fuertemente en puños. Al parecer demasiado furiosa para hablar.

Hans le dedicó una última mirada y se alejó de ella.

-Calma cariño. Deberías de acostumbrarte a esto. Te gustara. Después de todo, y dentro de este barco, ahora eres mía.

-¡No! – gruñó la rubia entre diente. Su fría mirada azul sobre la de él. – No lo seré. Ni hoy, ni ningún otro día. Eres despreciable. Un imbécil. Idiota...

-Sí, sí cariño. – la interrumpió sin darle mayor importancia. - Puedes blasfemar mi nombre cuanto quieras. No serás la única. Pero recuerda que estas entre piratas. Anda ve y corre fuera de aquí. Veremos qué tan lejos llegas hasta que uno te atrape y haga cosas peores de las que yo hice.

-No podrían ser peores que tú. – escupió.

-Ja, te sorprenderías. Esos bastardos de afuera no han visto a una mujer en meses. ¿Qué harán cuando una rubia virginal se les atraviese en frente? – Elsa lo miró horrorizada. – Creo que te lo puedes imaginar.

-Son tus hombres como es que...

-Por supuesto que lo son. Pero eso no garantiza nada. – la interrumpió encogiéndose de hombros. - La mitad de ellos está aquí por oro y dinero. La otra tal vez por miedo o lealtad. Ya no estoy tan seguro. El único que es fiel a mi es Waltz y porque apenas es un muchacho adolescente. Su cabeza está llena de sueños y fantasías. – y sin dejar de sonreír ladinamente se acercó a ella tomándola de la cintura y atrayéndola hacia él nuevamente. – Así que tu mejor opción soy yo, majestad. ¿Quieres sobrevivir a este viaje? ¿Tal vez hasta el próximo puerto al que atraquemos? – le tomó el mentón viendo directo a sus ojos y susurró: - Entonces acata mis órdenes.

La soltó viendo cómo se tambaleaba alejándose de él. Y sin darle oportunidad de contestar, se alejó de ella hacia una de las puertas del camarote.

-Me daré un baño y me aseare antes de dormir un poco. Cuando el sol se pone, entonces tomo el timón y vigilo toda la noche. – abrió la puerta del cuarto de aseo y se volvió hacia ella. Su mirada ya no era de burla. – Si piensas en seguir enfrentándome, será mejor que comas. Serás mi prisionera, pero al menos te daré la libertad de hacer lo que quieras dentro del camarote.

Y tras esas palabras desapareció tras la puerta.

Entonces Elsa pudo dejar salir un gran suspiro. Aliento que no sabía que estaba reteniendo hasta hace poco. Se pasó la mano por sus hinchados labios y le agradó el poco hielo que salía de ésta para confortarlos.

Todo habia sido... No. Todo era simplemente demasiado.

La tormenta en el Mil Mares. El dejarse llevar por sus poderes durante ésta. El ser secuestrada por un pirata. Hans. El dragón. Sus poderes...

Hans.

Sacudió su cabeza tratando de olvidar las sensaciones de los repulsivos labios del pirata sobre los suyos, y volvió a tomar aire. El bastardo habia demostrado su hombría y poder que él estaba seguro ejercería sobre ella como lo hacía con el barco y sus hombres, pero ese acto no habia asustado a Elsa. Ahora más que nunca tenía que controlarse y no dejarse llevar por sus emociones. El estar entre barbáricos piratas podía llegar a ser peligroso si no se andaba con cuidado, sin embargo ella era la reina Elsa de Arendell. Se recordó con una nueva resolución en su cabeza. Y no se dejaría vencer por un hombre al que ya habia derrotado una vez.

Haría lo que Hans le habia dicho. Por supuesto no estaba dispuesta a ponerse a su completa merced ni dejaría que tomara algo de ella, pero hasta que sus poderes fluyeran con normalidad otra vez y pudiera controlar esos canalizadores o lo que sea que fueran, se seguiría enfrentando a él. Hans habia mencionado un puerto ¿no es así? Entonces vería la forma de escaparse. Podría usar a Waltz. No se sentía orgullosa de hacer eso puesto que el muchacho habia sido muy bueno con ella, pero no tenía otra alternativa. El menor era la mejor opción para salir de ahí.

Y lo conseguiría. 

o-o-o-o-o

Gracias por leer! :D

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