Capítulo 13

Habían llegado a Berk por la mañana y alegando que tan sólo estaría un par de horas ahí, Hans prohibió a su tripulación, así como a Elsa, el salir del barco. En cuento pusiera al tanto a Hiccup regresaría al Venganza para seguir su camino hacia Arendell. No habia tiempo que perder.

Y con sus órdenes dadas, Hans partió rápidamente al castillo del rey en donde entró sin avisar interrumpiendo el ameno desayuno que al parecer su amigo se encontraba disfrutando con su pelirroja esposa, la princesa de Dunbroch, con la que, en su última visita, Hans se habia enterado su amigo se habia comprometido. Y al ver como el domador de dragones lo miraba con sorpresa al verlo en medio de la sala, Hawk le espetó rápidamente:

-No hay tiempo para saludos amistosos Hiccup, traigo malas noticias.

Y con eso dicho vio como la mirada del rey cambiaba rápidamente a una seria, y entonces con voz serena pidió a la pelirroja un poco de privacidad y ésta salió un poco confundida del comedor mientras Hiccup lo dirigía a él hacia otra sala para charlar en privado.

El pirata reconoció la sala del concejo en la que se encontraban. Se reunieron alrededor de la mesa en donde tenía entendido el rey planeaban y desarrollaban las estrategias que junto a sus oficiales ideaban. Sin embargo, ahora la única diferencia era que solamente se encontraban ellos dos. El tema que estaba a punto de tratar era sumamente serio e importante para el joven rey de Berk y parecía que no quería meter ni a sus oficiales ni a más personas en esto.

Hans suspiró y se fue directo al grano:

-Hiccup, he encontrado el paradero de Drago.

Vio cómo su amigo fruncía sus oscuras cejas al tiempo que sus ojos verdes brillaban endurecidos.

-Pero no te adelantes. – lo alertó al ver su expresión. – Al menos se quedara en su escondite por un tiempo más. Mi ida a Tártaros ha sido una gran mina de información. – entonces Hans se dirigió hacia a la licorera de la esquina y, tomando una copa, se sirvió un poco llenando su garganta del agrio sabor tras un gemido de satisfacción. En estos momentos lo necesitaba.

-¿De qué te has enterado Hans?

Quiso saber su amigo y sirviendo otra copa, continúo:

-Está bien, te explicare todo Hiccup. Así que será mejor que lo pases con esto. – le tendió el licor y el castaño lo aceptó. – En mi última carta te dije que Svalbard estaba aliado con Drago, - Hiccup asintió. – pero eso tan solo resultó debido a que Drago fue traicionado por la bruja que le estaba ayudando desde un principio en Corona.

-¿Cómo dices? – se sorprendió el jinete. Hans tomó otro trago.

-Tanto Drago como esa susodicha bruja quieren el poder que les brindara el hechizo de dragón para ellos mismos. Son la misma clase de criatura egoísta y rastrera, era de esperar que se traicionaran entre sí. Y fue por eso que Drago se buscó un nuevo aliado, uno más dócil y estúpido para poder controlarlo y llevar a cabo sus planes.

-Svalbard – confirmó Hiccup.

Hans asintió.

-Drago se alió con este estúpido príncipe solo para que éste pudiera conseguirle un nuevo recipiente. Un nuevo portador de magia para completar el hechizo de dragón puesto que la bruja habia arruinado sus planes. – Hans se terminó el contenido del vaso y lo dejó caer sobre la mesa. – Drago no es tan idiota, tal vez veía venir la traición de la bruja y por eso siempre tuvo este plan con el príncipe de Svalbard guardado bajo la manga.

-¿A qué te refieres Hans? – cuestionó ahora el joven rey analizando las palabras de su amigo. – Si Drago ya no cuenta con la bruja para soportar el hechizo, eso quiere decir ¿que Svalbard ya consiguió el recipiente que Drago necesita?

-Así es. - afirmó duramente el pirata. – Y es por eso que anda tras mi cabeza.

Entonces Hiccup entendió completamente sus palabras al rememorar la última ocasión en la que se habia encontrado con Hans en persona en aquella taberna a la orilla del puerto. Aquella vez Hans no venía solo, le habia dicho que venía con cierta carga. Que hasta ahora entendía lo que era.

-La carga, - soltó entonces el castaño. - la última vez que te vi...- pero sus palabras quedaron en el aire. Hans se dio cuenta que el rey dragón intuía ya de quien se trataba. La última vez que habían estado ahí Elsa habia intentado huir de la taberna en la que se habían reunido, y sabía que desde entonces Hiccup ya sospechaba algo.

El pirata se habia levantado una vez más de la mesa llenando su copa de licor carmesí, y al volverse hacia su amigo se llevó el licor a los labios, y luego continúo confesando:

-Traigo conmigo a la reina Elsa de Arendell. – se encogió de hombros. – También conocida como...

-La reina de las nieves. – lo interrumpió Hiccup asombrado. Y Hans no lo podía culpar. Alrededor de los reinos del Norte se conocía muy bien la historia de Elsa, y lo que habia sucedido hace cinco años atrás con el reino de Arendell. Lo que la reina misma habia provocado a su reino. Los rumores habían atravesado el mar rápidamente y la gente comenzó a hablar puesto que habia sido impresionante, y tal vez algo aterrador, como un reino entero se habia congelado por las mismas manos del regente. Sin embargo, después de un tiempo las habladurías pararon gradualmente. La situación en Arendell se habia controlado, y los rumores se habían aclarado. Todo habia sido un accidente de los recién descubiertos poderes de la reina. Y tras eso, Arendell se habia encaminado hacia un proceso de recuperación de confianza de sus distintos reinos aliados. Todo habia vuelto a la normalidad, y Arendell seguía prosperando. Por supuesto entre todo eso, a excepción de las personas de ese reino, en el exterior no se habia esparcido el rumor del papel que él habia tenido como villano.

– ¿Drago quiere a la reina de las nieves para su hechizo? – continuó el castaño aun asombrado.

-Sí. – siguió el pirata. - Ese era su plan B, muy astuto ¿no? – se burló. – Pero no podrá lograrlo. La llevare a Arendell antes de que Svalbard nos alcance. – su rostro se volvió por un momento furioso. – Quise llegar a Berk para contarte todo Hiccup, pero en Tártaros apenas pudimos zafarnos de ese estúpido príncipe. Es cuestión de tiempo para que nos pise los talones, así que será mejor que...

Pero el pirata no pudo continuar pues el estrepitoso sonido de la puerta abriéndose los desconcertó de su charla, volviéndose ambos rápidamente hacia el recién llegado.

-¡Hans!

-¡Demonios Waltz ¿por qué tienes que interrumpirnos así?! – bramó el pirata hacia el menor que acababa de entrar agitado a la sala.

-Lo siento Hans pero... - tomó aire y se acercó a ellos quienes lo miraban expectantes. – Hans, rey Hiccup creo que tienen que saber esto.

Y desde la puerta por la que acababa de entrar el muchacho, vieron como tras él se encontraban Elsa y la esposa pelirroja de Hiccup.

Sus rostros se veían consternados. Y Hans pensó que esto no pintaba nada bien.

o-o-o-o-o

Momentos antes Elsa se encontraba junto a Waltz en el muelle de Berk. La reina estaba decidida en seguir a Hans, aunque éste lo hubiera prohibido, ella era parte de esto también. Era objetivo de Svalbard por sus poderes que ese tal Drago necesitaba, y que Hans no la incluyera en la visita al rey de Berk la habia enfurecido.

-No creo que esto sea buena idea majestad. – intentaba convencerla Waltz, pero Elsa lo ignoró. Se colocó la capucha a pesar del clima cálido que se esparcía alrededor de Berk y siguió caminando.

-Entonces iré yo sola Waltz, acompáñame si así lo prefieres.

Elsa siguió avanzando saliendo del muelle con rumbo al castillo mientras era seguida por el menor. En el camino preguntó por el sendero más rápido para llegar hasta el castillo de Berk puesto que en su última visita tan sólo habia visitado una pequeña parte de ese reino, y el castillo no habia sido parte de eso.

Después de un rato andando bajo el rayo del sol, Elsa se sintió un poco sofocada. Habían estado caminando dentro de un bosque el cual al salir de ahí tendrían el castillo a poca distancia según la información de los aldeanos.

Y entonces, la forma de piedra del castillo ya se podía distinguir un poco, y Elsa paró un momento para tomar aire aliviada de encontrarse ya muy cerca de su objetivo.

-Este reino está más caluroso que la última vez, - se quejó la rubia. - debería de quitarme la capa.

-Ni lo piense su majestad – le espetó el menor. - Hans nos dijo que nos quedáramos en el barco y si nos descubre...

Pero una nueva presencia de pronto los hizo sobresaltarse:

-Desde este lado del castillo es muy difícil que puedan distinguirlos. Así que sí, podrías quitarte la capa. – Elsa y Waltz se volvieron rápidamente hacia la nueva voz tras ellos, dándose cuenta que se trataba de una mujer. – Claro, si así lo prefieres. – les sonrió tranquilizadoramente la chica de largo y alborotado cabello rojo. Elsa la miró un momento con curiosidad. Sus ropas eran elegantes y, a pesar de su despeinado cabello, sus rasgos eran finos. Y entonces se fijó en el emblema de sus doradas muñequeras dándose cuenta que le era extrañamente familiar.

-Muchas gracias por tu información, y espero disculpes nuestra intromisión. – Elsa le sonrió de igual forma mientras retiraba la capucha de su cabeza y revelaba su rostro.

La pelirroja se vio sorprendida al verla y entonces se presentó:

-Por cierto, mi nombre es Mérida. – y extrañamente la rubia sintió que la chica le trasmitía una agradable confianza. – Mérida Dunbroch.

Un momento...

-¿Dunbroch? – cuestionó entonces la reina sorprendida. Ahora comprendía esa extraña familiaridad que le hacía sentir. Era una princesa. La princesa del reino más poderoso del Norte para ser exactos. El emblema en sus muñequeras la delataba. Y ahora recordaba. – Sabia que ese cabello rojo me era tan familiar. – sonrió para el desconcierto de Mérida. – Las exportaciones de pieles de oso de tu reino siempre son las mejores. Aunque sólo he tenido el placer de conocer a tu padre, también he escuchado mucho de ti princesa Mérida, y de tus hermanos. – la susodicha parecía sorprendida y Elsa no pudo evitar decir todo aquello pues recordaba afablemente a su padre: el rey Fergus. - Oh, disculpa mis modales. - soltó una pequeña risilla al ver su expresión y continúo su presentación: – Soy Elsa de Arendell.

Mérida abrió los ojos.

-¿Reina Elsa de Arendell? – repitió la chica un poco exaltada, Elsa se dio cuenta que ahora parecía reconocerla. - Por supuesto. Ahora recuerdo. Mi padre me contó sobre su visita a Arendell un par de años atrás y también mencionó sobre los tratados comerciales que Arendell y Dunbroch pactaron desde entonces.

-Me alegra oír eso. – dijo Elsa con sinceridad rememorando su encuentro con el rey Fergus años atrás. – Tu reino fue uno de los primeros en reafirmar su alianza con Arendell hace cinco años, por eso siempre estaré muy agradecida. – después de lo que habia pasado con su reino años atrás, Elsa realmente se encontraba agradecida con los monarcas de Dunbroch quienes habían sido el primer reino en retomar su confianza para con ella y ayudar a Arendell en su prosperidad. – Espero que nuestros reinos sigan conviviendo armoniosamente como hasta ahora princesa Mérida. – se atrevió a decir mientras tomaba de las manos de la princesa pelirroja y apretaba su agarre animadamente. - Y en otras circunstancias diferentes, nosotras también. – y lo decía en serio, pues le hubiera gustado afianzar aún más la alianza que tenía con Dunbrch yendo a visitar a la familia real con anterioridad pero desde hace un mes las cosas no iban como ella quería. Y definitivamente esta no era la mejor manera, ella navegando en un barco pirata, para conocer a la primera princesa de Dunbroch.

-Por supuesto que sí reina Elsa. – contestó entusiasta la pelirroja.

-Sólo llámame Elsa. – continuo la rubia mientras retiraba sus manos, para entrelazarlas frente a su estómago. – creo que yo ya te he llamado por tu nombre varias veces.

-Está bien. – Mérida asintió sonriente. Y ahora sintiéndose con confianza, la pelirroja se aventuró a preguntar lo que parecía estaba carcomiendo su curiosidad por dentro. - Por cierto Elsa ¿qué hacen en Berk? Tengo entendido que también viajan junto al pirata Hawk. – cuestionó curiosa.

Entonces la rubia dio un profundo suspiro. Hans era una figura muy conocida en Berk, no le extrañaba que hasta la princesa Mérida hubiera escuchado de él en ese reino. Que pensándolo ahora ¿qué motivo tendría a la princesa el visitar Berk en estos momentos? Habia sido una curiosa coincidencia encontrarla cerca del castillo del rey dragón, pero entonces, inmediatamente Elsa relacionó su estancia ahí tal vez porque ambos reinos se encontraban haciendo alguna nueva alianza. Y eso sería sin lugar a dudas algo bueno, pensó, pues la reina tenía entendido que hasta hace poco Berk y Dunbroch no se llevaban especialmente bien. Hasta habia llegado a creer que habían entrado en una pequeña guerra. Sin embargo no estaba segura de eso todavía. Además que las noticias de otros reinos no las escuchaba con regularidad, Elsa siempre se encontraba demasiado ocupada con Arendell y sus propios problemas como para preocuparse por los de los demás reinos del Norte. Para eso, era Anna quien siempre le llegaba con noticias nuevas sobre otros reinos, como lo habia sido con la invitación para el cumpleaños de la princesa de Corona, y agradecía enormemente la ayuda de Anna para todo lo que se refería a la socialización, invitaciones a eventos, o incluso nuevas relaciones y alianzas en puertas, que su hermana lograba con su abierta personalidad. Sin duda eso habia sido de gran ayuda para Arendell en esos últimos años.

-Así es. –decidió entonces hablar la rubia con la verdad. - He estado un tiempo fuera de mi reino y ahora Hans me llevara a él. – y al recordar todo el tiempo que había estado lejos de su pueblo y familia, su rostro se vio de pronto ensombrecido un poco por tristeza y frustración. Mientras cerraba levemente los puños a sus costados. – Tengo que regresar pronto. Tengo que protegerlo. – y aunque habia susurrado esto último, Elsa no podía dejar de sentirse preocupada. Desde lo sucedido en Tártaros, Svalbard ya era una amenaza inminente para ella, para su familia y reino. Tenía que ir a Arendell cuanto antes.

Fue entonces cuando Waltz, a un lado de ella, irrumpió carraspeando su garganta, haciendo que las dos chicas se volvieran hacia la pequeña figura aun encapuchada quien estuvo ahí todo este tiempo y de la cual se habían olvidado por completo.

-¡Oh, cierto! – se apresuró a hablar la rubia reina rápidamente, y volviéndose hacia su compañero habló: - Mérida, permíteme presentarte a Waltz. – presentó a la pequeña figura. – Él también nos acompaña en el barco. Por cierto Waltz, - se volvió ahora hacia él recordando entonces de dónde provenía el pelinegro. – ¿No es Dunbroch tu lugar de nacimiento?

Y con la presentación del menor, Elsa se dio cuenta como el semblante de la pelirroja cambiaba a uno curioso mientras examinaba al chico.

-¿Waltz? – repitió la princesa sin dejar de mirarlo.

Entonces el muchacho retiró su capucha hacia atrás, revelando un revoltoso cabello negro y unos peculiares ojos carmesí. Y Mérida se sorprendió al verlo y descubrir que se trataba de un hechicero. La mirada azul de la princesa brillo entonces al parecer intentando reconocer al menor, cosa que la rubia notó.

-Mucho gusto su majestad. – habia hablado ahora Waltz ante la aun sorprendida mirada de Mérida. – Aunque nunca llegue a conocer a la princesa en persona, mi abuela hablaba mucho sobre usted cuando yo era más joven. – continuó refiriéndose a ella, mientras Elsa los miraba expectante. Recordaba lo que Waltz le habia contado tiempo atrás sobre su abuela.

La pelirroja le dedicó una ansiosa sonrisa y le correspondió el saludo.

-Por supuesto que recuerdo a esa anciana. – soltó de pronto y el chico sonrió. – Creo que no podría olvidarla después de todo. – y dedicándole una mirada más tranquila, dirigió sus ojos azules hacia él. – En mi último encuentro con ella, hace poco más de un mes, me encargó que te dijera algo si es que algún día me encontraba contigo. Y – soltó un bufido divertido. – por extraño que parezca creí que solo habia sido una mala broma de la anciana, ¿pues cómo iba yo a poder encontrar a una persona que ni siquiera conozco? Además...

-¡Su majestad! – la interrumpió de pronto el chico al ver como la pelirroja comenzaba a desvariar sobre el tema.

-Oh, claro. – volvió en sí la chica sonriendo. – Lo que te tenía que decir. Ella me dio un mensaje, y estas fueron sus palabras: la primavera llegó a su fin. – concluyó para asombro del chico quien aún procesaba el mensaje. – Sin embargo, no entiendo. Ni siquiera estamos en primavera aun. Y luego está también eso. Me habló sobre destinos cruzados y precios ya pagados. ¿A caso tú comprendes algo sobre esto?

Pero cuando Mérida se volvió hacia él, éste ya no le prestaba atención. Su semblante habia cambiado lentamente de uno sorprendido a uno de ansiedad por las palabras de la pelirroja. Y Elsa sintió como un mal presentimiento nacía en su pecho.

-¿Qué sucede Waltz? – preguntó al ver las reacciones del chico.

-Oh, dioses. Esto es problemático. – y sus ojos rojos se volvieron serios hacia las dos chicas frente a él. – Tengo que decirle a Hans.

Y dando media vuelta se dispuso a llegar al castillo.

-Espera Waltz. – lo detuvo la rubia preocupada. – ¿Qué es lo que tienes que decirle?

El chico se volvió a mirarlas un momento y después siguió su andar mientras Elsa lo perseguía junto a Mérida.

-Si la primavera llegó a su fin, – habló el chico siguiendo el camino hacia el castillo. – eso quiere decir que mi abuela está muerta. – Elsa ahogo un gemido tras su mano al escucharlo, Waltz se volvió hacia ellas seriamente. - Y ella era la única que la protegía con la ayuda de tu collar – sus ojos escarlata se clavaron en Mérida. - y los poderosos sentimientos que estaban guardados en él durante tantas generaciones Dunbroch. Pero ahora mi abuela está muerta, y el collar ha sido regresado a su dueño. Ya no hay nada que pueda protegerla a ella.

Tras esas palabras y el desconcierto de ambas, Waltz les dio la espalda y prosiguió su marcha.

-¿Proteger a quien Waltz? – exigió saber entonces la pelirroja.

El pequeño hechicero siguió avanzando y ellas detrás de él, cuando respondió:

-A la princesa de Corona.

o-o-o-o-o

-Waltz habla más despacio. – exigió el pirata. – Y explícanos que tiene que ver la princesa de Corona en esto.

Después de que el pequeño hechicero entrara presuroso a la sala, con Mérida y Elsa detrás de él, comenzó a hablar atropelladamente tratando de explicar lo que momentos antes se encontraba hablando con Elsa y Mérida.

Pero ni Hiccup ni Hans pudieron entenderle una palabra. Tan sólo leves conceptos que giraban en torno a la princesa de Corona. Fue entonces que los dos fruncieron las cejas.

El menor suspiró y se decidió a hablarles desde el principio.

-La princesa Mérida me trajo un mensaje de parte de mi abuela desde los bosques de Dunbroch – los castaños se volvieron hacia Mérida y ésta asintió su cabeza confirmando.

-La bruja de los bosques. – inquirió Hans al recordar su visita a la bruja hace tres años en donde se habia llevado a su pequeño nieto hechicero consigo a altamar.

-Mi abuela habia puesto un hechizo protector sobre la princesa de Corona con ayuda de la reliquia familiar de Dunbroch que Mérida habia intercambiado con ella hace tiempo. – prosiguió el menor informando a Hans y Elsa de esa situación que les era desconocida. – Pero el collar ha sido devuelto a su dueño y mi abuela ha fallecido. Es por eso que ahora la princesa de Corona corre peligro.

-¿Por qué Waltz? – habló ahora el domador de dragones. – ¿Por qué estás tan seguro? ¿Qué es lo que le puede pasar a la princesa?

El chico suspiró pesadamente.

-Tal vez esto es algo que no deban saber, puesto que se trata del secreto de un reino. – al escucharlo no pudieron evitar abrir sus ojos sorprendidos. – El secreto del reino de Corona.

o-o-o-o-o

Waltz miró a cada presente en esa habitación a los ojos. Sabía que podía confiar en ellos. A excepción de su capitán, eran regentes de reconocidos reinos y sabía las buenas amistades y alianzas que ellos tenían con el reino de Corona. Aunque era un secreto que su abuela le habia confiado, sabía que podía contarles la verdad acerca de eso. Así que se dispuso a continuar con su relato. Después de todo lo que habían averiguado en Tártaros y lo que la princesa Mérida le habia confesado acerca de su abuela, ahora cada uno de los presentes estaba involucrado en esto.

-El secreto que Corona ha guardado por tantos años es sobre su princesa. – siguió el chico, y a la mente de Elsa se vino el recuerdo de la invitación de Corona por la que en un principio Elsa habia decidido partir de Arendell para crear un vínculo más fuerte con ellos. - Ya que ella es la flor de la inmortalidad.

Elsa abrió los ojos sorprendida rememorando entonces la charla que habían tenido con los duendes durante su estadía en Tártaros. La flor elige a su portador. Habían dicho. La leyenda era cierta.

-¿La flor de la inmortalidad? ¡¿La leyenda de Corona?! – soltó entonces el pirata fuera de sí, siendo el primero en reaccionar a lo que acababan de revelar. Y Elsa entendió el por qué. El también recordó lo que Dugan y Tala les habían dicho. – ¿Me estás diciendo que el estúpido cuento de hadas que Eugene ha perseguido todo este tiempo es real?

Waltz asintió a su capitán.

-Años atrás cuando la princesa estaba a punto de nacer, la reina de Corona sufrió una recaída. –comenzó a relatar el pequeño hechicero. - Estaba a punto de perder su vida y con ella al bebé. Al no encontrar nada en Corona que pudiera ayudarla, fue cuando recurrieron a mi abuela. A la bruja de los bosques de Dunbroch. En ese entonces la magia de mi abuela se habia hecho popular por los diferentes reinos del Norte. Y al recurrir los reyes a ella, mi abuela les dio entonces la flor de la inmortalidad que ella habia tenido en su posesión durante años. Para así prolongar la vida de la moribunda reina y que la princesa pudiera nacer sana. Lo que nunca imaginaron es que la flor se transmitiría a la princesa y rencarnaría en ella. Fue entonces cuando los reyes tuvieron miedo. La princesa habia nacido con un gran poder que si éste salía a la luz podría ser demasiado peligroso para ella. Fue entonces cuando un día su miedo se hizo realidad. – el menor hizo una leve pausa. – Antes de esto, primero déjenme hablarles sobre la hermana de mi abuela. Su nombre es Gothel, y al contrario que mi abuela, Gothel nació sin magia alguna. Era por eso que siempre intentó hacerse con el poder de la flor que custodiaba mi abuela. Pero al saber que se la habia entregado al reino de Corona, y saber que ahora ese poder yacía en la recién nacida princesa, Gothel se dispuso a robar a la bebé. Pues si tenía a la princesa, tendría el poder de la flor entero a su disposición. –las dos mujeres presentes taparon sus bocas con asombro. – Por supuesto no pudo salirse con la suya y Gothel desapareció sin que mi abuela supiera más de ella. Después de eso los reyes volvieron a recurrir a ella pidiendo protección para la princesa. Mi abuela así lo hizo – suspiró melancólico. - hasta su muerte.

El relato terminó y entonces Hans frunció sus cejas con una mano sobre su mentón, analizando lo dicho por su pequeño hechicero. No era coincidencia que ese nombre saliera de nuevo después de haberlo escuchado de la boca de Svalbard durante su último enfrentamiento. E incluso no podía culpar a Waltz por ocultarle esa verdad, después de todo no era su secreto, era de su abuela. Pero ahora todo tenía sentido.

-¿Gothel? – se dirigió entonces al menor para despejar sus dudas. – ¿Así es como se llama la hermana de tu abuela? – el hechicero asintió. – Joder – su semblante se endureció y sus puños se apretaron a sus costados. – Ahora tiene sentido.

-¿De qué hablas Hans? – inquirió el jinete de dragón hacia él.

Hans se dispuso a aclararse:

-Gothel – continuó. - así se llama la supuesta hechicera de Corona que estaba ayudando a Drago en un principio. Pero al parecer ella tiene sus propios planes. Si lo que Waltz nos contó es verdad, tengo mis razones para pensar que usara a la princesa de Corona como recipiente para el hechizo de dragón. Por eso traicionó a Drago. Ahora ya tiene su propio recipiente y quiere ese poder para ella sola.

Claro, ahora toda esta situación tenía sentido para el pirata. El caza recompensas quería a Elsa para soportar el hechizo de dragón, y la bruja de Corona quiere a la princesa para lo mismo. Cada uno tenía su propio y funesto plan, y si no fuera porque Svalbard era un imbécil al intentar hacerse con la reina de las nieves, Drago estaría muy cerca de cumplirlo.

Entonces Hans se volvió hacia su amigo castaño y se dio cuenta como éste comenzaba a darse cuenta de la situación igualmente. Su ceño se fruncía furiosamente.

-Tenemos que avisarle a Eugene.- inquirió el joven rey posando sus ojos en Hans. - Mandare un mensaje en Furtivo cuanto antes explicándole todo y...

-Hiccup – pero el pirata lo interrumpió al ver como el rey comenzaba a desesperarse. Su semblante era calculador y serio al volverse hacia su amigo. – Manda un mensaje a los reyes de Corona. – los ojos del jinete se abrieron de pronto asombrados. – Envía tu sello real, con urgencia. Después de todo se trata de su hija. Si sólo avisamos a Eugene, los reyes no podrán tomar en serio la palabra de un simple guardia real. Pero si tú los alertas de esta amenaza, obraran diferente. Al menos podremos ser de ayuda en eso. – hizo una pausa esperando a que Hiccup comprendiera sus palabras. - Abrumarte con esta información no nos ayudara de nada. – le previno Hans al notar las reacciones que su amigo jinete estaba a punto de hacer. – Además, sólo es una anciana mujer resentida por poder. – sonrió socarrón. – No es nada con lo que Eugene no haya lidiado antes.

Hiccup sonrió un poco.

-Tienes razón. – se tranquilizó entonces al darse cuenta del razonamiento adecuado que tenían las palabras de su amigo pirata. – Además nosotros tenemos nuestra propia labor.

Hans le dedicó un gesto afirmativo pues era verdad. Hiccup ahora tenía que ocuparse de Drago en su escondite. Y Hans se encargaría de Svalbard, mientras Eugene hacia algo con esa anciana ambiciosa en Corona. Con esto las amenazas serian eliminadas rápidamente. Ya nadie correría peligro.

Los dos castaños estaban tan ensimismados en su charla que se habían olvidado por completo de las dos mujeres presentes en la habitación. Y al escuchar la voz demandante de la mayor de ellas, se volvieron sorprendidos:

-Hans.- habia hablado la rubia reina quien habia escuchado todo en silencio hasta ese momento. Pero ahora su ansia la impulsó a hablar: – Quiero que me lleves a Arendell. – lo miró directamente a los ojos. – Ahora mismo.

Hans la miró sin expresión en su rostro por unos momentos, ahora era imposible el evitar lo inevitable. Elsa tenía que volver. Y algo dentro de él, que intentaba ignorar, se desmoronaba poco a poco.

-Oh, reina Elsa. – Hiccup fue quien habló ahora sorprendido. Parecía un poco apenado mientras se acercaba a la rubia y daba sus saludos formales. Al verlo, Mérida reprimió una risa. – Por favor disculpe mis modales, es un placer tenerla en Berk. – habló sincero el castaño apoyando después su mirada en Mérida. Ciertamente la reina de las nieves desprendía un aura poderosa.

Elsa se volvió hacia él con una sonrisa y mirada cortés, pero sin dejar ver lo que pensaba realmente. Aunque no eran las circunstancias que hubiera querido para conocer al rey de dragones y poder formar alguna alianza con él, Elsa se dispuso a hablarle con la verdad:

-Siempre he tenido en estima a su reino, rey Hiccup. – comenzó entonces la rubia. - Aunque no habia tenido el placer de conocerlo personal y adecuadamente, debo admitir que sí lo he tenido en conocer a algunos de sus dragones en cierto barco pirata. – Hans la vio y rodó los ojos. – Nunca me hubiera imaginado que un joven rey, famoso alrededor de los reinos del Norte por domar dragones, tuviera amistades con piratas. – Veía como el jinete sonreía nervioso ante su presencia, y entonces Elsa sonrió comprensible. – Pero – continúo suavizando su rostro. – ya veo el por qué.

Vio como el rey de Berk quedaba por unos momentos conmocionado, y la reina se atrevió entonces a tomar una de sus manos. Continuó:

-Mis palabras son las mismas que le profese a Mérida anteriormente. Espero que nuestros reinos sigan conviviendo pacíficamente, y nosotros en circunstancias diferentes también.

Correspondiendo al gesto de la mano de Elsa y dando una pequeña reverencia con su cabeza, el rey dragón habló:

-Será un honor para Berk, reina Elsa. – y para sorpresa de la rubia, el rey dragón habia tomado a la princesa Mérida de la cintura mientras hablaba: – Y para Mérida y para mi será un honor tenerla de aliada...

- Y de amiga. – terminó la pelirroja por el castaño.

En ese preciso momento un ligero rubor nació en la perlada piel de Elsa y una de sus manos cubrió su boca con un gesto de asombro.

- N-No tenía idea – habló entre balbuceos. – Que ustedes dos...

Y entonces la estridente carcajada de Hans se escuchó desde sus espaldas.

-Que refrescante es ver una expresión diferente a la helada habitual que siempre tiene, su majestad.

-¡Hans! – le recriminó furiosa la rubia, olvidándose por completo de la intensa situación que habían tenido hasta el momento. – Si tenías este conocimiento, al menos pudiste haberme informado. - y volviéndose un poco avergonzada hacia la pareja de Berk, habló tranquilamente: - Rey Hiccup, Mérida disculpen mi confusión y es que no tenía idea. – y sonriéndoles soltó un: - Enhorabuena por su unión. – después de eso Elsa se acercó al molesto pirata enfrascándose en una ardiente conversación la cual no habían tenido desde que habían partido de Tártaros.

Al verlos discutir, los reyes de Berk se volvieron al mismo tiempo hacia el joven hechicero, sus miradas llenas de curiosidad por lo que pasaba con esos dos. Y para decepción de los monarcas, el pequeño hechicero tan sólo se limitó a encogerse de hombros despreocupadamente pues para él era normal el verlos así.

o-o-o-o-o

Partieron de Berk despidiéndose de sus amigos monarcas y prometiéndole Hans a Hiccup que en cuanto se encargara de Svalbard le haría llegar noticias suyas.

Lo que Hans nunca pudo imaginar fue que su amigo jinete no recibiría noticias suyas muy pronto, y la única vez que oiría algo sobre el temido pirata Hawk sería la noticia de su muerte.

o-o-o-o-o

Gracias por leer! :D nos acercamos al final y los desenlaces siguen saliendo. Veremos que les depara a los protagonistas. Nos leemos pronto!

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