Capítulo 11

-Klaus no sigas... sabes que no puedo hacerlo. ¡No lo hare!

El ensombrecido rostro frente a él sonrió tristemente.

-Tus hermanos tienen razón, un monstruo como yo no puede seguir a tu lado Hans.

-Sabes que eso no es cierto. ¡No voy a obedecerlos! ¡Dejemos este estúpido combate Klaus! - El rostro joven del castaño se veía en una creciente desesperación. Y entonces, tras esquivar una estocada, se dejó caer de rodillas recargando su cuerpo sobre su espada. Su rostro se encontraba en total aflicción por ver a la persona que más atesoraba luchando contra a él. – No lo hare Klaus, te protegeré de ellos.

-Como intentas proteger a una persona, si te estas cayendo a pedazos. – le recriminó furioso. – ¡Alza la cabeza, levanta tu arma! ¡Eres mejor que esto!

-¡No lo hare!-gritó entonces el joven príncipe llenándose de la ira del momento. Se incorporó, levanto su espada... y entonces lo que hizo su combatiente congeló sus movimientos en un instante. – ¡¿Por qué hiciste esto?! – Hans recuperó sus palabras al ver como la persona con la que se encontraba luchando caía cubierta de sangre sobre su regazo. Se habia lanzado hacia su espada apropósito en un veloz movimiento. Y sin haberle permitido a Hans el esquivarlo, el florete se habia incrustado profundamente en su pecho.

Aunque la sangre fluía por su boca, Klaus le sonreía, y con su último aliento susurró:

-Eres mejor que ellos, Hans...

-¿Klaus? – lo sacudió. Pero su amigo habia dejado de moverse. – ¡Klaus!

o-o-o-o-o

Los repentinos temblores y gemidos de Hans la despertaron a mitad de la noche. Elsa se dio cuenta que aunque Hans seguía dormido parecía que estaba teniendo pesadillas.

Y entonces lo oyó murmurar.

-Klaus no...

La fiebre seguía intensa sobre él, se sacudía en intervalos, y parecía que comenzaba a delirar. Elsa preocupada por la situación, se incorporó rápidamente, tomó el brebaje del médico que aun habia sobre la mesa de noche, e intentó dárselo en pequeños sorbos al pirata. Éste seguía temblando deliberadamente mientras los balbuceos seguían saliendo ininteligibles de sus labios. Sólo un nombre podía reconocer de eso y era el nombre que habia escuchado en el barco días atrás cuando Hans habia hablado de su pasado. Y aunque Elsa habia cuestionado sobre él, el pirata habia pasado de eso olímpicamente.

Aquella vez también le habia dicho que no podía dormir durante las noches porque sus sueños estaban llenos de recuerdos, y ahora Hans parecía sufrir por eso mismo. Entonces la reina comprendió porqué el pirata odiaba la idea de descansar. De dormir tanto tiempo. Y es que ese nombre que aparecía en su delirio tenía algo que ver.

Al verlo temblar sobre la cama, tan débil por la fiebre y delirando el nombre de un recuerdo, Elsa sintió de pronto una pequeña punzada en su pecho. Le cambió el paño caliente por uno nuevo y, acercándose a su oído, susurró palabras reconfortantes para aminorar su dolor. Él la habia ayudado hace unos días con la tormenta, cuando habia entrado en ese estado de consternación que la hacía perder el control sobre sí misma, pero dentro de esa conmoción Elsa habia podido escuchar la voz de Hans. Serena y tranquilizadora, algo exasperante también, pero la habia escuchado. Tranquila yo estoy aquí. Le habia dicho, y ahora ella se encontró repitiendo esas mismas palabas para reconfortarlo a él.

Y entonces el temblor cesó. Hans respiraba apaciguadoramente de nuevo y Elsa se permitió relajarse un poco. La pesadilla habia pasado.

El resto de la noche Elsa paso vigilando el sueño de Hans. Acariciando sus cabellos en lentos movimientos mientras susurraba palabras tranquilizadoras. El amanecer comenzaba a apreciarse entre esas caricias y en esos momentos Hans movió sus parpados. Elsa retiró su mano del rostro del pirata cuando éste abrió por fin los ojos.

-¿Te encuentras mejor? – habló Elsa sentándose al borde de la cama mientras le pasaba un vaso de agua. Hans carraspeó acomodándose sobre la cama en un lento movimiento, y tomó el vaso disfrutando de la frescura que representaba para su garganta.

Antes de contestar a su pregunta, el castaño reparó entonces en donde se encontraba.

-¿Qué sucedió? – cuestionó, aun no recuperaba sus fuerzas completamente pero al menos estaba mejor. – Recuerdo la tormenta y luego un grito... - se pasó la mano sobre su cabeza.

-La leyenda era cierta. – respondió la rubia con una ligera sonrisa.

-No me extraña – fue la respuesta del pirata, Elsa alzó una interrogativa ceja. – Después de todo, esta isla está llena de ese tipo de criaturas.

-Lo sabias- afirmó la reina que aunque no era raro ver criaturas mágicas en los reinos alrededor del mundo, la abundancia de éstas en Tártaros, y el trato de normalidad que tenían, aun la tenían curiosa sobre esa isla.

-Aunque no recuerde el cómo llegue a esta isla años atrás, una vez que Rugall y yo anclamos, nos dimos cuenta que era... diferente. – continuó el pelirrojo. - Hay más criaturas que humanos. Y de estos últimos, la mayoría son portadores de magia. – y tras carraspear un poco, sonrió hacia ella: - Presiento que te gustara.

Elsa no contestó, en lugar de eso le ofreció otro vaso de agua a Hans y éste lo tomó completo. Era raro verlo ahora un poco más dócil y sonriente hacia ella.

-Dime, ¿cómo llegue aquí? – y sin embargo su semblante volvió a un aligera seriedad. - Caí al mar. Como fue que... - dejó las palabras en el aire. Aun así la rubia habia entendido. Aunque el pirata preguntara, estaba segura que él estaba intuyendo que ella lo habia ayudado. Y al perecer él no lo quería reconocer.

-Yo te rescate. – confesó sin más. – Bueno, pero sólo con la ayuda de un extraño espíritu del océano. –dijo sin darle demasiada importancia mientras miraba hacia arriba recordando al hermoso corcel lleno de luz entre esa interminable oscuridad que era el mar.

Después de ocultar su sorpresa por las palabras de la reina, Hans apretó el vaso entre sus manos desviando su vista hacia un lado, y susurró aquellas palabras que para Elsa creían eran tabú para el pirata:

-Gracias...

Y a pesar de esa demostración, del sentimiento de agradecimiento que ahora sabía que el pirata poseía, Elsa quería más. Quería escuchar más de esas palabras sinceras. Tal vez era por su debilitado cuerpo tras la fuerte fiebre, pero Hans parecía estar ahora con su guardia baja. Parecía amable tras ese gracias y, sobre todo, accesible. Y Elsa aprovecharía esos momentos. Lo que habia vivido toda la noche mientras cuidaba su sueño, esas convulsiones causadas por los recuerdos de un nombre el cual estaba segura Hans no quería rememorar, habían estado dando vueltas en su rubia cabeza toda la noche. Y necesitaba saber más.

Más de él.

Necesitaba saber que era lo que atormentaba al pirata por las noches. Tal vez no era de su incumbencia, tal vez no tenía por qué importarle tanto. Pero lo hacía. Le importaba. Y no sabía el por qué.

-Hans – lo llamó entonces, presa de ese sentimiento por reconfortar su corazón. – ¿Quién es Klaus?

o-o-o-o-o

Hans escuchó la pregunta de la rubia con un ligero asombro en sus ojos. Entonces su semblante se endureció y su ceño se frunció.

Lo sabía.

Estaba seguro que en medio de su fiebre y el estar inconsciente, habia estado delirando, hablando demás entre sueños. Delirando el nombre de Klaus. De ese último recuerdo que tenía sobre él cuando se habían enfrentado y lo habia perdido para siempre. Pero entonces en medio de esa pesadilla habia escuchado una ligera voz. Una pequeña luz que lo habia alejado de ese horrible recuerdo. Y cuando despertó y vio a Elsa, lo comprendió. Esa luz habia sido ella. Y esa voz que lo habia sacado de sus pesadillas habia sido la de ella.

Pero aunque habia querido alejarse de ese tema, de su pasado, éste siempre lo perseguía. Y ahora no tenía otra alternativa. Sabía que su relación con Elsa era distinta desde hace un tiempo, desde el primer día en el que la habia secuestrado. Desde que la habia besado por primera vez, desde que la habia hecho suya. Desde que la habia defendido del despreciable príncipe de Svalbard. E incluso ahora ella lo habia rescatado de la muerte inminente del oscuro océano a manos de monstruos mágicos. A pesar de todo eso, Hans seguía sin entender la afición de la reina por escarbar dentro de él. Ni siquiera la reina parecía darse cuenta de esto, pero lo hacía. Lo hacía hablar, lo hacía abrirse frente a ella. Y aunque habia odiado ese sentimiento de vulnerabilidad al destapar su pasado, ahora no lo veía así. Le importaba. Ahora le importaba lo que Elsa pensara de él.

Y se maldecía por eso.

Con oscura resolución en sus ojos verdes, Hans se volvió hacia ella.

-Si te lo digo, ¿qué es lo que cambiaría con eso Elsa? – reclamó. - Klaus es una cicatriz que llevo conmigo desde mi niñez. Si crees que mis acciones en Arendell años atrás fueron terribles, no es nada comparado con esto. Es mejor si no lo sabes.

Hans apretó sus manos alrededor del vaso que aún tenía entre ellas.

Y Elsa lo miró entonces con una profunda aflicción al ver su semblante duro tras decir esas palabras. El pirata parecía desolado, como un pequeño animal herido que se ponía deliberadamente a la defensiva cuando querían acercarse a él. Y eso era lo que él era, pensó Elsa, por eso no pudo evitar el retirar el vaso vacío de sus manos para después colocar una mano de ella delicadamente sobre la de él. Y la apretó.

La apretó fuertemente.

Hans miró esa acción sorprendido. Esa caricia habia sido diferente, demasiado íntima. Transmitía demasiadas emociones por parte de la reina que lo abrumaron completamente. La reina no hablaba, y él se debatió internamente con algo de furia. Desvió sus ojos y soltó un ligero gruñido. Y entonces, antes de darse cuenta de lo que hacía, habia comenzado a hablar.

Ya no habia vuelta atrás.

-Está bien. – se rindió. – Pero antes tienes que saber acerca de mi... y mi pasado. – Elsa asintió decidida, dándole esa señal para que continuara. - Mi madre murió en el parto cuando yo nací. – comenzó a hablar Hans después de un pesado suspiro. - A partir de ese hecho, y tal vez por la relevante diferencia en edades, mis hermanos comenzaron a despreciarme pues un intruso no esperado en sus vidas les habia arrebatado al ser que más amaban. – Elsa apretó el agarre de sus manos sobre las de él. - Cuando no tuviste la oportunidad de conocer a tu madre, tu padre es un rey demasiado ocupado manejando un reino, y tus doce hermanos te ignoran; un niño empieza a buscar aquello que le hace falta en alguien más. Yo empecé a buscar a alguien con quien jugar. Y entonces conocí a Klaus. – soltó una pequeña sonrisa rememorando aquel recuerdo de la niñez, y Elsa sintió como su pecho se oprimía. El castaño siguió. - Era el hijo de una vieja criada del palacio, a quienes muchos le rehuían por sus ojos rojos. Ojos de hechicero. Yo era niño y temas como la magia no los entendía, mucho menos me importaba si Klaus era un portador de ésta. Además de la servidumbre, él era el único que hablaba y jugaba conmigo. Y entonces se convirtió en mi primer y único amigo. En la persona que más atesoraba.

Hans habia hecho un pequeño silencio y entonces su rostro se volvió sombrío. Al saber que Klaus habia sido un hechicero y darse cuenta de lo que esa persona representaba para Hans, Elsa se percató entonces de la similitud que tenía con Waltz. Y a partir de ese silencio la reina presintió que la historia no terminaría bien.

El pirata continuó:

- Como era de esperar, mis hermanos mayores se dieron cuenta de la gran inclinación que yo tenía hacia Klaus. Hacia un hechicero. Y después de años de ignorarme, de tratarme como si el hermano menor no existiera, de pronto la atención de los más grandes se fijó sobre mí. – Elsa temió a lo que esto llevaría. - Me odiaban por la muerte de mi madre, se avergonzaban de mi afable trato con la servidumbre del castillo, y de mi relación con Klaus; entonces me hicieron pagar por eso. Mis hermanos, mi propia sangre, me hicieron elegir entre el reconocimiento de ser el treceavo príncipe de las Islas del Sur o la insignificante vida de un monstruo hechicero. El elegir lo primero significaría ya no ser ignorado por mis hermanos nunca más. Seria reconocido por mi familia, que en el fondo era lo que más deseaba. Sin embargo, ¿a qué costo obtendría eso? – pasó una mano desesperada por sus cabellos deshaciendo el agarre que habia tenido con las de la reina. - Aunque no lo habían dicho directamente, habia entendido el mensaje de mis hermanos, querían que terminara con la vida de Klaus con mis propias manos. – Elsa ahogó un gemido. Hans suspiró dolido por el recuerdo. - Klaus era mi mejor amigo, – habló más calmado. – el único al que realmente podía reconocer como mi hermano aunque la sangre no nos uniera. Pero descubrió lo que mis hermanos estaban intentado hacer conmigo y se dejó llevar por su ira. Estaba furioso porque me hicieran elegir entre ellos o él... y se convirtió en el monstruo que mis hermanos creían que era. – entonces se volvió hacia Elsa con una mirada profunda. - Es curioso como aquella noche hace cinco años, en tu castillo de hielo, me recordaste tanto a él. Liberaste un poder que te pertenecía, todos te temían, y entonces... te dije esas mismas palabras.

-No seas el monstruo que todos piensan que eres. – Elsa lo miró entonces cargada de emociones indescifrables. Emociones que intentaba contener tras la repentina humedad en sus ojos. Hace cinco años no habia entendido porqué un desconocido le exclamaba esas palabras tratando de detenerla, pero ahora podía comprenderlo perfectamente. Hans simplemente habia intentado llegar a ella. Esta historia tan reveladora estaba marcando profundamente en ella. - ¿Que paso con Klaus? – soltó en un pequeño susurro, tratando de que el recuerdo de Hans de aquella vez, y lo descubierto en sus acciones, no la sobrecogiera.

-Al igual que como alcé mi espada sobre ti, - desvió su mirada desolada de la de ella. - lo hice con él.

-¿Por qué, Hans? – gimió entrecortadamente, parecía decepcionada. – Si significaba tanto para ti, ¿por qué?

Pero el castaño negó con la cabeza, aun con su semblante vacío.

-No pude Elsa. – Confesó.- No pude matarlo. Habíamos discutido por los deseos de mis hermanos, nos habíamos embestido en un duelo. Pero cuando Klaus notó que yo retrocedía, pues no intentaba lastimarlo, entonces él sonrió. Su ira se apaciguo y se lanzó contra mi arma. Él solo terminó con lo que yo habia empezado. Klaus sabía lo que me pasaría después de que yo acabara con él. Mis hermanos me perdonarían, y yo no volvería a ser rechazado por ellos nunca más. – soltó un bufido lleno de frustración para después pasar una mano por su rostro. - Y así pasó. Ese día en que Klaus murió, los mayores volvieron a prestarme atención. Hablarme con armonía como si los años de rencor por la muerte de mi madre no hubieran existido. Pero todo eso ¿a cambio de qué? ¿De la vida de la única persona que realmente me habia aceptado desde el principio? Fui un idiota por no haber tenido el suficiente coraje de proteger a la única persona que podía llamar familia. –entonces sus ojos verdes se volvieron hacia los azules de ella. – Hace unas noches sobre el Venganza me dijiste que yo no podría comprender el sentimiento de querer proteger a aquellos a quienes amas. – y la culpa invadió sus ojos. – Yo ya no tengo ese derecho, Elsa. Después de lo que hice, ya nada tenía sentido. Ya nada me importaba. Ni siquiera la aceptación de mis hermanos. –un pequeño silencio se hizo presente de nuevo. – Tiempo después – siguió el pirata, pero ahora ya no miraba a Elsa. - La invitación de Arendell llegó. – y la rubia comprendió entonces. - La coronación de la nueva reina. – Elsa comprendía ahora cada acción que Hans habia hecho cinco años atrás. - Esa era una oportunidad para mí. Para salir de ese infierno de recuerdos y empezar de nuevo. Sin embargo, nunca me imaginé que la reina fuera también portadora de magia. Mis primeras intenciones al llegar a tu reino siempre fueron el obtener poder al hacerme con él y ser reconocido por su gente, por lo que habia hecho por ellos durante la época helada. Pero en aquel tormentoso día, después de haberte capturado, sucedió exactamente lo mismo que lo que habia sentido con Klaus. – y sus ojos se volvieron magnéticamente hacia ella una vez más. - Aunque Anna se adelantó en protegerte, realmente no iba a poder terminar con tu vida Elsa. – la reina abrió los ojos al escuchar esa confesión y sus manos comenzaron a temblar deliberadamente sobre su regazo. - Pues habia visto a Klaus reflejado en tus afligidos ojos, en ese rostro de desesperación y desconsuelo por sentirse culpables de lo que eran.

Hans habia dejado de hablar, y Elsa seguía procesando su historia internamente. Su pecho un lio de emociones.

-¿Entiendes ahora? – soltó abatido, gestos nuevos de sentimientos que Elsa habia podido ver durante todo el relato. – Las cicatrices de un pasado corrompido me persiguen no permitiéndome dormir por las noches. Sin embargo estas cicatrices son mías, son mi responsabilidad. – su mirada de pronto habia vuelto a ser dura. El velo de sombra que se cernía sobre él, habia regresado. – Aunque sea el villano de la historia, me hago responsable de mis pecados. Los llevo conmigo y me castigan durante las noches.

Al escucharlo decir aquello, el culparse por actos que no le cometían pues en realidad no habia tenido otra opción, de pronto la reina sintió una ira irracional crecer dentro de ella.

-E incluso así, tienes a Waltz – le espetó, y el castaño la miró confundido. – Dices que estás haciéndote responsable de tus pecados, de llevar tú solo el castigo que representan en ti por las noches. Pero inconscientemente tan sólo estas tratando de redimir esas acciones. – le hizo ver. - Esas cicatrices de tu pasado. ¿O por qué motivo has alojado a Waltz bajo tu ala? ¿No es porque te hace recordar a Klaus? Porque Waltz es un hechicero al igual que lo era él. – Hans la miraba asombrado, aun sin darse cuenta de lo que la rubia intentaba decirle. – ¿Qué hay de ? – dijo entonces la reina un poco más calmada. – ¿Por qué me secuestraste?

Y el silencio reinó entre ambos.

Hans se hundió en sus pensamientos. Elsa tenía razón. ¿Por qué habia aceptado a Waltz en su tripulación tres años atrás? lo habia separado de su decrepita abuela y lo habia llevado con él a altamar sin más. Y luego estaba Elsa. Se volvió hacia ella con un nuevo brillo en sus ojos. La habia secuestrado ¿para qué exactamente? ¿Para vengarse? No, eso sólo habia sido una estúpida excusa. Y ahora se daba cuenta.

Sus buenas acciones siempre contradecían a sus horribles palabras. E inconscientemente, muy en el fondo, Hans estaba tratando de perdonarse a sí mismo por su culposo pasado.

-Tienes razón – confesó entonces aun procesando los sentimientos que acababa de descubrir gracias a la reina. – Todo este tiempo he estado tratando de redimirme de mi pasado. De lo que sucedió en Arendell contigo. Y en mi reino con Klaus.

Y tras decir esas palabras, Elsa lo sorprendió al tomarlo delicadamente de la mano mientras le dedicaba una de las más hermosas y sinceras sonrisas. En ese momento Hans pensó que cualquier cosa que la reina le diría a continuación podría ser su salvación. Su bote salvavidas. Y se dio cuenta de cuanto necesitaba escucharla.

-Hans – su voz fue serena al llamarlo. – No son los errores que cometemos lo que nos dicen quiénes somos, sino lo que hacemos por corregirlos. Y hasta este momento es que puedo comprenderlo. Yo también quise redimirme cuando mis poderes se descontrolaron, cuando dañe a mis seres queridos y rogué por su perdón. Pero a diferencia de mí por desear ese perdón, tú nunca lo demostraste. En cambio tus acciones sí. – el pirata la miraba sin parpadear. - Waltz y las personas de Berk son prueba de ello.

Y Elsa lo entendía porque ella habia deseado la misma liberación al ser perdonada por su reino y familia. Liberación que Hans aun no obtenía. Y no podía culparlo. No podía culpar al pequeño Hans de la niñez por haber crecido en un lugar en donde le era negado todo el amor de una familia. En cambio ella habia tenido el amor y apoyo de sus padres. Y sobre todo siempre habia tenido, y seguiría teniendo, el de Anna. Para Hans lo más cercano que habia tenido de ese amor lo habia obtenido de Klaus, y se lo habían arrebatado injustamente. A pesar de que eso lo habia arrastrado a comportarse como el villano de la historia, dentro de él tan sólo seguía buscando un perdón. El perdón por verse obligado a terminar con la vida de la única persona que lo amaba como familia.

Hans la miraba intensamente, sin querer apartar sus ojos de ella. Después de escucharla, ahora quería apretarla central él, besarla y no soltarla. Pero en cambio, aferró sus manos entre las de ella y continuó hablando. Comenzaba a percatarse de todas las acciones que habia hecho hasta ahora, y tenía que reconocerlas:

-Hace tres años, cuando conocí a Waltz, -continúo. - habia ido en busca de su abuela. De la famosa bruja de los bosques de Dunbroch, porque el rey de Berk necesitaba de mi ayuda. – al verla sorprenderse, Hans aclaró: - Aquella persona que vimos en el bar la primera noche que llegamos a Berk. – Elsa asintió escuchando atenta esa declaración. Es un amigo, le habia dicho aquella vez pensando Elsa que se trataba de un traficante del mercado negro, pero ahora comenzaba a intuir que el motivo por el que el pirata hacia este viaje, era ese amigo. El rey de Berk. – Llegue a ella sólo porque necesitaba información para ayudar a mi amigo, pero al final tome a Waltz bajo mi protección.

La rubia asintió.

-Waltz me dijo que te pidió que lo llevaras con él, a pesar de creer que su abuela se opondría.

-Yo pensé lo mismo, - concordó. - pero habia algo extraño en esa bruja. – dijo entonces recordando. - La bruja me entregó a su nieto porque me confesó que escuchaba los susurros de mi corazón. Que sentía mi anhelo por proteger aquello a lo que no pude y remediar el error que cometí dos veces. – meditó un poco esas viejas palabas. – En ese entonces no habia entendido a la bruja, pero ahora esas palabras son muy claras para mí. Me entregó a su nieto ya que en él los veía a ustedes. – sus verdes orbes penetraron profundos los de ella. - Te veía a ti Elsa, y a Klaus.

Elsa le dedicó una sonrisa embriagándose de la ternura que la invadía ahora al conocer todo esto.

-Pues has cuidado muy bien de él. – se permitió bromear.

Y Hans no pudo resistirse más a la tentación de tenerla cerca de él. La tomó de la cintura y en un hábil movimiento la llevó hasta su regazo apretándola contra su pecho, aun un poco caliente de los restos de la fiebre.

Aunque sorprendida por sus acciones, Elsa soltó una pequeña risa y eso dio paso para que el pirata invadiera su boca. Lamió sus labios y embistió su lengua. La necesitaba, incluso más que cuando solo era un deseo irracional por su cuerpo. Ahora la necesitaba a ella. A sus sensatas palabras, a su cálida aura y su poderoso espíritu. La necesitaba encima de él y para siempre. Entonces sus pensamientos lo sobrepasaron y Hans jadeó entre sus bocas. Joder, tanta palabrería, tanta cercanía entre ambos, lo habían hecho débil. Sensible. Pero qué diablos, no sólo pensaba en hacerla suya ahí mismo y ese día, sino que quería que eso perdurara. Perdurara una eternidad.

¿Pero es que se habia vuelto loco?

Sin embargo cuando sus cuestionamientos iban a seguir un rumbo más profundo, Elsa se habia separado de él y lo miraba con ojos risueños.

-Ahora dime la verdad Hans.- habló intentando poner una pose seria. Y Hans tuvo el descarriado pensamiento que en esos momentos podía obtener todo de él.

-Te he contado todo lo que sé, Elsa. – habló después de recuperar el aire. Y luego sonrió ladino. - Aunque ahora creo que tampoco pueda esconderte nada. Dime que quieres saber, te diré todo.

Y Elsa sonrió para sus adentros con un poco de suficiencia, habían compartido tanto de ellos en ese momento que tener al pirata entre sus brazos, y tan accesible, la hacía sentirse perversamente poderosa. Al mismo tiempo que la hacía experimentar una intensa ternura por el hombre que ahora veía frente a ella. Ya no era un pirata o el villano de cinco años atrás. Ahora tan sólo era... Hans.

-¿Qué información vienes a buscar a Tártaros? – siguió entonces con su pregunta por lo que siempre habia querido saber. ¿Qué hacían ahí? ¿Por qué arriesgarse a tanto?

Y Hans le respondió lo que ella ya habia escuchado con anterioridad:

-Estoy ayudando a un amigo.

La pasión del beso se habia cortado. Y aunque Elsa seguía sobre el regazo de Hans, no dio indicios de moverse de ahí.

-El rey de Berk me supongo.

Hans sonrió por la intuición de la rubia.

-Muy lista reina. –habló sin sarcasmo en su voz. - Si, Hiccup Haddock III, rey de Berk. Conocido también como el rey de dragones.

Y con un dedo en su mentón en forma pensativa, Elsa habló:

-No he tenido el placer de conocerlo, pero me gustaría formar una alianza con su reino algún día.

-Hazlo. - sonrió orgulloso. – Es un buen rey. – después su mirada se cargó con un poco de seriedad y comenzó a relatar la historia que tenía con el rey de dragones, mientras inconscientemente acariciaba la cintura de la rubia en círculos. – Lo conocí hace tres años, cuando él estaba en busca de un caza recompensas de terrible fama. Se alió conmigo: un pirata, y Eugene: un escurridizo ladrón del Sur, para poder encontrar su paradero. El motivo porque Hiccup buscaba al llamado caza recompensas Drago, era porque éste habia secuestrado a su padre el entonces antiguo rey de Berk. Duramos un tiempo tras su pista buscando alrededor de los reinos del Norte en vano, pues no lo podíamos encontrar. Fue entonces que Eugene dio con la localización de una famosa bruja de los bosques de Dunbroch, uno de los reinos más importantes del Norte; y con sólo un hechizo de esa bruja podríamos encontrar el paradero de ese caza recompensas. Yo me ofrecí a ir en mi barco y enviarle la dirección a Hiccup en cuanto la obtuviera. Ahí fue cuando Waltz se unió a mi tripulación, y regrese con lo que nos ayudaría a encontrar a Drago. – soltó un suspiro al recordar lo que continuaba. - Y así lo hicimos. Lo encontramos. Y Hiccup embistió contra él en cuanto lo tuvo enfrente. Pero habíamos llegado demasiado tarde. Su padre estaba muerto. Después de eso, Hiccup regresó a su propio reino, y Eugene y yo a nuestras ocupaciones. – se volvió hacia los azules ojos de la reina, y Hans se veía un poco más relajado. - Desde ese día tenemos esta clase de alianza, la podría llamar, nos apoyamos cuando necesitamos algo y nos comunicamos frecuentemente. – volvió a suspirar. – Pero ahora Drago ha regresado y busca poder. La primera vez que estuvimos en Berk fue para advertirle. Y cuando luchamos contra Svalbard de camino a Tártaros, envié un pergamino a Hiccup comunicándole que ese príncipe podría ser un aliado de Drago. Aquella vez que nos enfrentamos soltó varias cosas que me hacen sospechar de él. Y por eso estamos aquí. – sentenció. - Necesito confirmar si la fuente de poder que Drago está creando es verídica.

Al analizar sus palabras Elsa preguntó entonces:

-¿Y cuál es esa fuente Hans? ¿De qué se trata?

-Una especie de hechizo – afirmó el castaño mientras apretaba la cintura de la rubia contra él. – Lo llaman hechizo de dragón. Si consigue la sangre suficiente de poderosos dragones, podrá obtener el poder para destruir un reino entero. Sin embargo aún no sé dónde, cuándo y cómo utilizara esa sangre.

Elsa llevó una mano hacia su boca, impresionada. Luego miró sus manos.

-Congele un reino entero con mi magia. Es posible que ese hechizo pueda funcionar.

El pirata la miró entonces analizando sus palabras. Y la reina se dio cuenta que algo intuía en su mente, aunque no se lo dejó saber.

-Tal vez. –dijo en cambio. - Pero incluso así, no estamos seguros. Por eso estamos aquí. Tártaros es una mina de información para todo aspecto relacionado a la magia. Por si te has dado cuenta, está lleno de criaturas mágicas y personas portadoras de magia. Los humanos del mundo exterior no suelen llegar aquí muy a menudo pues las aguas no se los permiten, es por eso que esta isla se ha poblado de seres mágicos durante tantos años. Crearon su forma pacífica de vivir y convivir aquí. En realidad es un gran lugar para visitar a pesar del lamentable nombre. – entonces sonrió divertido. - Yo lo descubrí en mi última visita.

Elsa se habia dado cuenta también de esa peculiaridad en esa isla y por supuesto también ansiaba salir y explorarla un poco. Sin embargo lo que Hans le habia dicho acerca del hechizo la habia dejado preocupada. Sobre todo si ese príncipe de Svalbard resultaba ser aliado de Drago, entonces ella estaría en problemas pues comenzaba a sospechar que ese hechizo tenía algo que ver con que ella fuera el objetivo de ese principie.

Elsa estaba a punto de preguntar sobre Svalbard y de su último enfrentamiento con Hans, cuando entonces éste se acercó a su descubierto cuello y la besó haciéndola estremecer sobre su regazo.

-Pero ya basta de hablar. – gruñó sensualmente sobre su oído. – Ahora te necesito.

Y cuando estaba a punto de atacar la boca de la reina de nuevo, unos constantes golpes a la puerta los distrajo de su caliente situación.

Elsa se bajó rápidamente del regazo de Hans, mientras escuchaba como el pirata gruñía por la interrupción, y colocándose en una silla a lado de la cama, habló:

-Adelante – y por la puerta entraron los duendes posaderos.

-Parece que el capitán ya se encuentra mejor. –Elsa le dedicó una amable sonrisa a la duende que se acercaba a ella. – Vine a traerles algo para comer, y una sopa para que te recuperes, querido.

-Gracias. – dijo Hans amablemente irritado. Elsa rio internamente al ver como el castaño trataba de contenerse.

Y entonces el enano gruñón entró con una bandeja llena de comida, fruta y agua para ambos. La depositó estruendosamente en la mesa y se acercó a su mujer. Hasta ese momento a la mente de Elsa vino una nostálgica sensación al recordar el trato que había tenido con Mary y Huge en la posada en Berk. Pero a diferencia de los últimos anfitriones, los de ahora eran criaturas mágicas. Y el esposo era un gruñón. Elsa rio por sus pensamientos.

-Es bueno saber que ya se recuperó capitán. Esperemos que su estadía en Tártaros sea de su agrado.

-Por supuesto, muy acogedora. La posada sigue igual que hace cinco años. – y a pesar de que lo habia soltado con un irritante sarcasmo por verse interrumpido de sus necesidades, la posadera sonrió alegre.

-Oh, así que nos recuerda. – parecía encantada.

-Desde su visita hace cinco años, fueron los últimos piratas que visitaron esta isla. – comenzó a hablar ahora el enano gruñón para enfado del castaño. - Y desde que le han dado esa ridícula fama de isla de piratas, las visitas turísticas de humanos son muy escasas. – refunfuñó.

-No cariño. No olvidemos a Eugene, el viene de vez en cuando.

Y ante ese nombre, Hans los miró con asombro. No podrían estar hablando del mismo Eugene ¿o sí?

-Ese bastardo ladrón sólo viene a sacarnos información y se larga sin darnos algo a cambio. Para mí no cuenta como cliente.

Sí. Definitivamente era el mismo.

-Esperen un momento –cortó entonces el castaño. - ¿Conocen a Eugene? Un irritante ladrón del Sur. – aclaró.

-¡Por supuesto que sí! – vociferó el enano. - ¡Es un Fitzherbert! Proveniente de la familia de caballeros que protege nuestro mundo mágico desde tiempos inmemorables. Durante generaciones esa familia de humanos se ha encargado de que alrededor del mundo nuestras leyendas sean reconocidas. ¿O acaso como es que crees que seguimos existiendo? ¿Por tomar leche con miel? ¡No! Las leyendas contienen magia, muchacho. Si estas no se cuentan, nosotros no existimos.

Aunque no habia duda de que hablaban del mismo Eugene, ahora fue Elsa quien los miró con asombro confundido.

-¿Pero qué hay de las personas portadoras de magia como yo? – habló interesada en lo que el duende acababa de decirles, mientras creaba unos pequeños copos de nieve en sus manos para mostrarles su magia. - ¿y de los espíritus mágicos que nos otorgan este don?

El enano gruño hacia ella.

-No los relaciones, niña. Los espíritus ancestrales siempre han estado ahí, y son los que crean a personas como tú. – la señaló a ella – Pero las criaturas mágicas somos diferentes. - Somos la creación de los simples humanos. Hazlos creer en algo con todas sus fuerzas y se hará realidad. La simplicidad humana, muchacha. De ahí es de dónde venimos. Es por eso que para nosotros las leyendas y rumores de nuestra existencia son importantes. Por eso es más fácil descubrir a una persona portadora de magia, que a una criatura mágica. Los espíritus siguen ahí regalando dones, pero los humanos dejan de creer.

-En Arendell hay una familia de trolls. –soltó Elsa sin pensar después de escuchar a la arrugada criatura.

-¡Por supuesto! – gruñó. – Los hay en cada reino, al igual que los duendes, elfos y hadas. Es lo primero en lo que los niños creen. ¿Sirenas? – bufó. - Por supuesto que las hay. ¿Dragones? – volvió a bufar. – ¡también! Hasta hace poco se ven con más frecuencia. Los humanos comenzaron a creer más en ellos ahora que dejaron de cazarlos y comenzaron a domesticarlos. ¡Se están reproduciendo como conejos! Ojala otras criaturas tuvieran la misma suerte.

-Así que era por eso que Eugene viajaba tanto tiempo alrededor de cada reino. ¡Por eso tenía tanta información! – de pronto se percató de eso el castaño. - No iba a validar rumores a otros reinos, iba a esparcirlos. Oh, que zorro tan astuto. De seguro está haciendo lo mismo en Corona.

-No es lo único que los Fitzherbert hacen... ¿Corona? – el anciano se interrumpió de pronto al caer en cuenta de las palabras del pirata. - ¿Eugene esta en Corona?

-Sí, - afirmó. - buscando una especie de flor...

-La flor de la inmortalidad. – los duendes se voltearon a ver alarmados.

-¿De qué me estoy perdiendo?

-Sólo sabemos que esa flor elige a su portador. Si Eugene está ahí, es que lo está buscando.

-En fin – habló Hans sin darle importancia. – Un rumor después de todo ¿no es así? No creo que Eugene llegue a encontrar algo.

-Te equivocas pirata. La flor es un espíritu, no una criatura. Y su don puede ser codiciado por cualquier ser humano. En manos equivocadas sería terrible.

-Bueno entonces dejemos todo en manos de Eugene. Sí, seguro sabrá que hacer. – habló sarcástico y rio un poco, Elsa lo reprendió con la mirada.

Y cuando estuvo a punto de burlarse de algo más sobre Eugene, la puerta volvió a sonar con golpes tranquilos y la irritación de Hans volvió.

-¿Más visitas? – se quejó el pirata. – ¿En serio?

-¿Capitán? – era Waltz, y Elsa se incorporó para abrir la puerta, dándose cuenta que con Waltz también venia Rugall y varios hombres de la tripulación quienes se veían llenos de energía para el fastidio de Hans.

-¡Oh, capitán esta isla es un cuento de hadas!

-Salga de esa cama y vayamos a una taberna capitán, ¡Hay que festejar!

-¿Y dime que cojones vamos a festejar?

-Que ha cruzado Tártaros dos veces y ahora será temido el doble.

Y tras esas líneas, los piratas se envolvieron entre risas divertidas y vítores de excitación por los refunfuños de su capitán quien comenzaba a parecerse a su enano anfitrión.

Demonios, pensó entonces el pirata más temido, ¿pero qué se tenía que hacer ahí para tener un poco de privacidad?

Tal vez el encuentro que necesitaba con Elsa, lo tendría otra día. 

o-o-o-o-o

Okay, aquí hubo muchas revelaciones y ya sabemos porque Hans es como es. El por qué se volvió en el villano que conocemos, bueno según mi historia jajaj que me ha gustado como me quedó su background, su pasado. En fiiin, espero lo hayan disfrutado. Y se acerca el final... 

Gracias por leer :D

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