Capítulo 10
Una semana más transcurrió desde la tormenta y Elsa se dio cuenta que desde ese día podía controlar sus poderes más eficientemente. Y se dijo que las palabras de Hans tal vez habían impactado en ella. Tenía razón, todo este tiempo Elsa no se habia hecho responsable de la culpa. Habia sido por tanto tiempo protegida por sus padres y por Anna de ella misma y sus poderes, que nadie la habia enfrentado, le habia dado esa reprimenda y sacudida que la hiciera darse cuenta que tenía que dejar de lamentarse y enfrentar la verdad. Sí, la muerte de sus padres era su culpa, pero tenía que asimilarla, y enfrentar a Anna con la verdad. Se lo debía, pero era más fácil el pensarlo. Elsa sabía lo que tenía que hacer, pero aún no se sentía preparada para hacerlo. Al menos habia dado un primer paso al darse cuenta de la responsabilidad que tenía que tomar por la verdad que tanto habia ocultado. El pensar en eso la hacía sentirse un poco más liviana. El trauma por sentirse culpable por la muerte de sus padres la desequilibraba completamente. Tal vez si le hubiera dicho sus verdaderos sentimientos a Anna desde un principio, hubiera liberado la presión que sentía dentro de ella y la cual le impedía el controlar adecuadamente sus poderes. Pero ahora dejaría de lamentarse, asimilaría su sufrimiento, y enfrentaría la culpa. Nadie más, sólo ella. Su familia la habia protegido bastante tiempo de ella misma, ahora ella tenía que enfrentarse.
Después de haber comprendido eso, Elsa notó que sus poderes habían comenzado a reaccionar y a obedecerla esos últimos días en sus entrenamientos sobre el barco. Los brazaletes eran una excelente herramienta canalizadora y ya comenzaba a apreciarlos. Waltz, a un lado de ella, se ponía a observarla y examinar sus progresos, anotando en una libreta de cuero todas sus observaciones. Como amante y hechicero que experimenta con la magia, no perdía ni un movimiento de la rubia.
Esos días Elsa creaba grandes ventiscas y nevadas sorprendentes, entreteniendo incluso a la tripulación. Pero entonces Hans, en el timón, la miraba molesto y le espetaba:
-¡Basta de eso Elsa, dejaras húmeda la cubierta!
Y Elsa volteaba su rostro con desdén. Parando su magia y enfrascándose en conversaciones con la tripulación.
Desde el día del enfrentamiento con Svalbard la rubia seguía enojada con Hans, y éste último como de costumbre no volvió al camarote esos días. No dormía, y lo último que habia descansado habían sido cinco horas durante esa mañana. En donde inmediatamente después de despertar, el pirata se encontraba ahora quejándose de nuevo de su nevada sobre la cubierta.
-¿Terminaste ya con tu espectáculo, Elsa? – habló el capitán llamándola por su nombre. Elsa se dio cuenta, con un pequeño acelere en su corazón, que últimamente se estaba acostumbrando a eso. Y el pirata volvió a tomar su lugar en el timón. – Tu juego me costara un revestimiento más gravoso de madera.
La rubia rodó los ojos sin prestarle atención, ignorando las nuevas sensaciones que le producía el escuchar su nombre salir de sus labios, y se volvió una vez más con Waltz. Pero entonces un sonido llamó su atención. Y al parecer, no habia sido la única. Ella junto a Waltz se acercaron a la orilla de la cubierta cerrando sus ojos para enfocarse en el sonido lejano del mar que habia llamado su atención.
Éste era diferente. Las olas a lo lejos colisionaban contra enormes rocas en forma de picos produciendo una especie de eco lúgubre.
Y entonces Elsa se percató vagamente de algo:
-Pareciera como si el océano estuviera...
-Lamentándose – terminó Hans por ella. – Así es, majestad. – exclamó animado, incluso parecía divertirse. - Estas aguas ya no le pertenecen al Norte. Bienvenida a la entrada de Tártaros. – y volviéndose hacia su tripulación comenzó a dar órdenes: – Quiero que todos estén atentos al mar y a sus posiciones. El principio puede ser tranquilo, pero conforme nos acerquemos a la isla será más peligroso.
-¡Sí, señor! – respondieron al unísono mientras se dispersaban apresurados alrededor del barco con sus tareas.
Elsa comenzó de pronto a ponerse nerviosa. El eco ya no sonaba sólo como eso, el continuo rompimiento de las olas ahora parecía una sonata lúgubre y tenebrosa.
-¿Pero por qué? – la rubia se dirigió ahora a Waltz. - ¿Por qué un mar tan tranquilo puede llegar a ser tan peligroso?
El menor se encogió de hombros, igual de asombrado que la reina.
-La verdad es que no tengo idea. – se lamentó. - Los únicos que han podido llegar hasta esta isla han sido Rugall y el capitán. Y tengo entendido, no tienen bonitos recuerdo sobre eso.
Elsa lo miró entonces con interés.
-¿A qué te refieres?
-Permítame ser yo quien le cuente esa historia, su alteza. – la voz del viejo Rugall los interrumpió abruptamente, y Hans en el timón miraba fijo y ceñudo hacia el horizonte. – ¿Sabe qué hace años Hawk y yo estuvimos juntos en la misma tripulación de piratas? – la chica asintió, Waltz le habia dicho ese dato con anterioridad. – Pues en estas aguas fue donde esa vieja tripulación pereció. – y al escuchar esas palabras, tanto Elsa como Waltz abrieron sorprendidos los ojos.
-¿Cómo fue que paso? – quiso saber ansiosa.
-¡Brujas! – casi ladró el mayor. – Brujas del océano. Mejor conocidas como sirenas.
Waltz miró a Rugall con un brillo emocionante en sus ojos. Y aunque Elsa aún seguía conmocionada por la historia, pensó que el menor no lo podía evitar. Después de todo eran los temas de magia que encantaban al pequeño hechicero y de los cuales llevaba investigando toda su corta vida.
-¡Espíritus del océano! ¡Por supuesto! – soltó excitado el pelinegro. - Es algo que se podría esperar. – Rugall al escucharlo rodó los ojos.
-No es tan maravilloso como eso muchacho. – le espetó. – Estas criaturas son monstruos. No tienen forma ni corazón. Dicen que si oyes su lamento comienzas a delirar, a ver cosas que no están ahí. – su voz subía y bajaba de tono con cada palabra, teniendo a ambos portadores de magia ensimismados en su relato: - Si llegases a ver una sirena, éstas nunca tienen la misma forma. Y una vez en ese trance, te toman desprevenido y te halan al fondo del océano para devorar tu corazón.
Waltz tragó grueso tras esa descripción, sin duda, algo tenebrosa.
Ignorando un poco la fantasiosa historia del mayor, Elsa se dio cuenta de algo:
-¿Cómo fue entonces que, de toda una tripulación, sólo ustedes dos sobrevivieran?
El viejo sonrío ladinamente.
-También dicen que las sirenas no se llevan a hombres de corazones vacíos.
Elsa y Waltz lo miraron interrogantes. Aun no pudiendo creer las palabras del mayor, que más que hechos, parecía un cuento de niños. Pero si estaban hablando de leyendas mágicas, puede que el anciano Rugall pudiera tener algo de razón ya que la magia ahora era reconocida al igual que las leyendas de cualquier criatura mágica como trolls, dragones o incluso sirenas.
-Después de todo ¿qué sabor podría tener un corazón hueco? – siguió el mayor. - Los hombres que nos acompañaban aquella vez, todos tenían alguna amante, algún hijo, o familia que atesorar. Eran débiles, fue por eso que eran la presa más fácil para esos monstruos. Yo soy viejo, mi esposa murió hace años, no me queda nada. – hizo un pequeño silencio y luego dijo: - Y al parecer, en ese entonces, el capitán tampoco tenía nada. – habló un poco más bajo el anciano, mientras se volvía hacia Hans unos momentos, quien seguía su vista fija en el mar. – Aunque ahora ya no estoy tan seguro.
Habia dicho eso ultimo para sí. Pero Elsa habia alcanzado a oírlo sin comprender del todo sus palabras. Y aun así, una punzada palpitante en su pecho le decía que tal vez sí que lo comprendía.
Después de un suspiro, el mayor continuó:
-Sin embargo, ahora tenemos una ventaja. – su rostro se veía más animado. - La tenemos a usted majestad, y a sus enormes poderes de hielo. Y también tenemos al chico hechicero. – soltó emocionado. - Sin duda las sirenas no se nos acercaran tan fácilmente.
-¡Rugall, deja de decir tonterías y ponte a trabajar! – desde lo alto del timón, Hans interrumpió entonces al anciano. El viejo contestó con un sí señor y, guiñándole un ojo a la rubia, se fue hacia su puesto.
Mientras tanto, en silencio, Elsa no podía dejar de pensar en lo que el viejo pirata le acababa de contar. Aunque podía ser una leyenda como cualquier otra, Elsa se dijo que antes de conocer a los dragones, éstos también habían comenzado como un mito, una leyenda. Un rumor que se habia hecho realidad.
La rubia miró por la cubierta al tranquilo mar frente a ella, la sonata siniestra aún se podía escuchar, y entonces un inquietante y extraño presentimiento surgió en su pecho.
o-o-o-o-o
La noche habia caído mientras seguían navegando sobre el tranquilo mar. Y aunque nada extraño habia sucedido, tan sólo el continuo eco de la colisión de las olas contra las enormes rocas y superficies corales que esquivaba el barco, un peculiar clima frio se habia hecho presente. Las noches anteriores habían sido frescas sin lugar a dudas, pero el clima que estaba rebosante en ese momento era demasiado frio para esa época del año. A Elsa no le molestaba, se podría decir que se encontraba en su elemento. Pero pudo darse cuenta de la magnitud de la temperatura baja al ver como Hans, desde el timón, aferraba fuertemente su largo abrigo mientras un espeso vaho helado salía de su boca.
Y acercándose al timón, ya no importándole si se encontraba aun enojada con él, le habló para confirmar lo que durante el día la habia mantenido ocupada a sus pensamientos como un mal presentimiento:
-¿Es acaso cierto lo que Rugall nos dijo? – Hans al verla a un lado de él, alzó una ceja interrogante en su dirección. – Acerca de las sirenas. – aclaró.
-Tal vez – soltó escuetamente, y con una sonrisa ladina le habló: - ¿Curiosa por saber la verdad, majestad?
La rubia rodó los ojos, y recordó porque era que estaba enojada con ese absurdo pirata.
-Tal vez – se jactó con sus palabras. – No puedo confiar en las palabras de Rugall. Pero, según tengo entendido, en las tuyas sí. – habló un poco sarcástica sacando a colación con esa oración lo sucedido días atrás con Svalbard.
Hans suspiró cansino al darse cuenta de las intenciones de la reina, y dejándolo pasar, se decidió en contarle. Después de todo, habia cumplido una semana desde que no habia estado tan cerca de ella. Y comenzaba a añorar esa cercanía que ahora parecían tener a pesar de discutir frecuentemente.
Luego, con una mirada más relajada, empezó a hablar sereno:
– Creo saber que ya estas informada de que cada reino tiene su propia leyenda mágica e imposible ¿no es así? – puntualizó. - La reina de las nieves en Arendell. Los inconcebibles dragones en Berk. La flor de la inmortalidad en Corona. – Elsa asintió. – Pues Tártaros tiene algo parecido. - hizo una leve pausa en donde Elsa lo miraba expectante a que continuará. - Existe una leyenda que el viejo capitán de la tripulación en la que Rugall y yo pertenecimos nos contaba a cada rato. Se trataba de una bruja del océano que dio su vida para salvar la de un humano. – hubo otra pausa. – En ese entonces no le prestaba atención, - confesó. - pero hasta ahora creo que esas estúpidas leyendas siempre tienen algo de verdad. – frunció el ceño rememorando tal vez un recuerdo.
-¿Que decía? – habló la reina interesada al ver que el pirata no continuaba. Éste se volvió hacia ella. – La leyenda. – rectificó.
El castaño rodó los ojos sin darle mucha importancia. Y entonces se dispuso a relatar rápidamente:
-La historia del viejo hablaba acerca de un joven marino que al enfermar decide arrojarse al océano y hacerlo su tumba. Pero las intenciones del marino son refrenadas por la sirena quien lo rescata enamorándose deliberadamente de él. Ante ese sentimiento, la bruja decide darle un regalo al marino: un beso que lo sanaría por completo de la enfermedad que lo aquejaba. El joven aceptó ese regalo cegado por el amor que le tenía a la bruja del mar, y pensando también que con esa unión sellaría su lazo con la sirena para siempre. Sin embargo su pensamiento fue erróneo. A cambio de la salud del marino, la sirena habia dado su propia vida. Y cuando ella murió, el joven lo lamentó profundamente. Con el dolor sobre su pecho y la tristeza en su rostro, tomó el cuerpo ya sin vida de la sirena y juntos se hundieron en el abismo oscuro del océano. – Hans volvió sus ojos hacia las tranquilas aguas que aullaban a lo lejos tras las rocas. - Desde entonces se dice que el mar lamenta su perdida. Y las hermanas de la bruja, furiosas por el desolador sacrificio de una de ellas, descargan su ira en los humanos que se atreven a acercarse a sus aguas; convirtiéndolas entonces en un infierno. – Hans señaló el océano alrededor de él. - Aguas que pertenecen a Tártaros, de ahí el nombre. – al terminar sonrió divertido. - Una historia infantil que al capitán le gustaba mucho contar cuando estaba borracho como una cuba. Sin embargo, ¿me pregunto si acaso fue eso lo que lo animó a navegar hasta Tártaros? – cuestionó el castaño para sí de pronto pensativo. - Las historias de las peligrosas aguas hacia la entrada de Tártaros son conocidas por todos los piratas. Y lo que sea que se encuentre en este mar, se ha llevado muchas vidas.
-Y sin embargo tú y Rugall sobrevivieron. – puntualizó la rubia. La leyenda que Hans le había contado era sin duda desoladora, pero era tan sólo eso. Una leyenda. Tal vez creada para explicar el misterio de esas aguas.
-Sí, lo hicimos. – afirmó sin más.
-¿Y qué tan cierta puede llegar a ser esa leyenda? – cuestionó. - ¿Cómo es que sobrevivieron?
-No puedo estar tan seguro. – dijo sinceramente. - A pesar de lo que Rugall les contó. Yo no recuerdo gran cosa. Sólo recuerdo que una tormenta se aproximaba en ese entonces, y yo me habia quedado dormido en mi puesto después de ser arrullado por el eco del mar. Al despertar, tan sólo éramos él y yo los únicos sobrevivientes de la tripulación flotando a la orilla de la isla sobre el viejo barco vacío. No puedo negar que fue extraño, pero tampoco puedo confirmar que haya visto a algún monstruo con mis propios ojos. – suspiró pesadamente. - Después de darle tantas vueltas a la situación, le eché la culpa a la tormenta. Y no podría importarme menos la verdad. Habia llegado a Tártaros y un nuevo panorama de posibilidades se abría ante mis ojos. – un nuevo brillo de ambición nació en las pupilas verdes de Hans. - Al salir de ahí seria reconocido sin lugar a dudas como un gran pirata. Era lo único que me importaba. Rugall me siguió después de eso, y henos aquí ahora. De vuelta en lo que fue nuestro comienzo.
Elsa podía comprender lo que impulsó a Hans a ir hasta ahí. La ambición y el reconocimiento, era todo lo que el Hans de entonces buscaba después de haber fracasado en Arendell. Pero también se dio cuenta que a lo mejor el terminar siendo un pirata habia sido lo mejor para él. Habia logrado todo lo que quería desde entonces, aun así ¿por qué arriesgarse de nuevo en esas aguas?
-Conociendo los peligros de esa isla, - soltó Elsa sin pensar. - ¿estas llevando a tus hombres hacia ella? Estas arriesgando sus vidas. - reclamó, porque después de todo Elsa habia aprendido a convivir con esa tripulación de piratas. - E incluso estas arriesgando la tuya, de nuevo – recalcó. - ¿Y por qué motivo? ¿Por un estúpido botín o información invaluable? – Elsa se veía furiosa, pero incluso si el ir hacia esa isla encontraría el por qué ahora era objetivo de un príncipe, no valía la pena si arriesgaba la vida de tantos hombres. Era una reina, y su vena del deber siempre fue proteger a todos. Se volvió entonces hacia el pirata, y con sus intensos y fríos ojos azules le espetó: – No hay tesoro por el que valga la pena morir.
Sus palabras de pronto sorprendieron a Hans por unos segundos. Pero entonces éste frunció sus cejas en rotundo desacuerdo.
-Lo vale, - afirmó. - si es por la persona correcta. Tú más que nadie debería saberlo.
Elsa sabía que lo decía por lo que habia pasado hace cinco años. Por como Anna se habia interpuesto entre ella y Hans antes de que este último alzara su espada. Anna habia estado dispuesta a morir por ella, y Hans se lo recordaba. ¿Pero por qué ahora? ¿Porque su ímpetu por ir a esa peligrosa isla aun sabiendo las consecuencias que podría conllevar?
-No es lo mismo – habló en un susurro refiriéndose a la circunstancia de cinco años atrás. Sacudió su cabeza alejando sus memorias y lo miró a los ojos. – El motivo fue completamente distinto. ¿Por qué te aferras a ir hacia Tártaros? ¿Por qué motivo? –y entonces al recordar las últimas palabras del capitán soltó: -¿Por quién?
Hans odiaba esto de ella. Lo desafiaba. Lo acorralaba. Y lo presionaba hasta que él no pudiera pensar más nada hasta soltar la verdad. Y desviando sus ojos verdes hacia el mar, habló secamente:
-Por un amigo.
Y Elsa se percató. Ahí estaba esa palabra otra vez. Desde que habían estado en Berk y Waltz le dijera que estaban ahí por un amigo; desde aquella noche en la que se entregó a Hans y éste le habia soltado un deliberado amigo como respuesta a sus preguntas; Elsa no habia estado segura de la veracidad de esa palabra. Pero ahora no cabía duda. Después de todo este tiempo conviviendo con él, sabía que las palabras del pirata eran contrarias a sus acciones. Podía llamarse el peor pirata del Norte, pero en la mayoría de los reinos del Norte lo recibían con los brazos abiertos. Podía decir que su tripulación era terrible, pero con él navegaban niños y ancianos conviviendo amenamente. Si apreciaba tanto aquello que juraba odiar, ¿por qué exponerlos ahora? ¿Por qué causa?
Pero cuando la rubia estaba a punto de hablar, las velas comenzaron a moverse estrepitosas. El viento helado que habia estado durante el día y noche comenzó a soplar fuertemente, y de pronto las nubes negras en el cielo empezaron a bramar.
Una tormenta.
Se dijo.
Se acercaba otra tormenta.
o-o-o-o-o
-Muy bien reina. Tal vez no te guste, pero navegare estas aguas y llegare a Tártaros. – la tormenta habia comenzado y la tripulación habia empezado a moverse. Hans se volvió entonces hacia ella con decisión férrea en sus ojos: - Y planeo hacerlo con la vida de todos mis hombres intacta. Es cierto, a veces es necesario un sacrificio para la victoria. Pero hoy no será ese día. – hizo un giro en el timón esquivando una roca y entonces susurró algo molesto para sí mismo, pero que Elsa alcanzo a oír muy bien: - siempre lanzándote a conclusiones tontas. – refunfuñó y la reina no pudo evitar una dulce sonrisa al escucharlo.
Después de eso, Elsa dejó a Hans manejar diligentemente el barco esquivando las peligrosas rocas que se alzaban frente a ellos entre el rugir de la tormenta mientras sus hombres realizaban las tareas que correspondían a su posición para asegurar el barco. La lluvia caía casi congelada de las gruesas nubes, y el viento soplaba violento provocando que las manos de los piratas se entumecieran y sus labios se volvieran lilas. Aunque Elsa estaba acostumbrada a esas bajas temperaturas, podía ver claramente que los hombres la estaban pasando muy mal.
En ese momento el lamentoso eco que escuchaba desde que habían navegado a la entrada del Tártaros, dejó de sonar. Y Elsa se tensó. La tripulación alrededor seguía su ajetreada labor y al parecer ella era la única que se habia dado cuenta de eso. El mal presentimiento creció en su pecho.
Y fue entonces que el barco se sacudió violento.
Varios hombres resbalaron de la cubierta hacia el otro extremo, Elsa se aferró a los barandales de la orilla de la madera. Y la sacudida del barco se volvió a repetir del otro lado. Los hombres volvieron a rodar, Elsa se empujó hacia delante.
-¿Qué está pasando?... ¡Waltz! – gritó entonces al ver al chico que se encontraba del otro lado tratando de aferrarse al barandal de la cubierta.
Waltz la miró y asintió en señal de encontrarse bien. Entonces oyó un grito. Y otra sacudida.
-¡Son los monstruos! ¡Lo sabía! ¡Lo sabía!
El anciano caminaba por la cubierta, escudriñando el mar en busca de esas criaturas que nombraba. Elsa se estremeció.
-¡Rugall por un demonio, amarra tu nudo de seguridad al mástil y cállate!
-Esto no funcionara Hans, esas bestias nos hundirán antes de llegar a la isla.
Los hombres cerca de ellos comenzaron a verse temerosos por las palabras del anciano y Hans gruñó.
-¡Eso no pasara! – afirmó. - ¡Ya estamos cerca!
Era verdad. La sombra de la isla se alzaba a la distancia. Cada vez más cerca de su objetivo. Pero las sacudidas persistían furiosas. Y entonces sucedió.
Una ola de mar entró a la superficie del barco y un chillido se dejó escuchar. Sin embargo no provenía de ningún hombre de la tripulación.
El rostro de Rugall quedó blanco al parecer después de ver algo entre el mar. Caminaba hacia la orilla en trance y Elsa, decidida a pararlo, congeló sus pies a la madera.
-¡Rugall quédate ahí!
Elsa caminó entre las sacudidas del barco repitiendo su movimiento de congelar los pies a los hombres que parecían de pronto distraídos.
-¡Waltz! ¡Ayúdame! – el menor vio lo que la rubia quería hacer, y con una soga comenzó a amarrar a los hombres alrededor del mástil con los nudos de seguridad.
Otra ola llegó a la superficie del barco y el horrible chillido se repitió. Elsa tapó sus oídos por un momento, el sonido estaba siendo insoportable. Y al abrir sus ojos volviéndose hacia el timón, entonces lo que vio la horrorizó.
Hans era halado por la ola. Por una sombra escondida tras esa ola quien lo acercaba a la orilla, hacia la inminente oscuridad del océano.
Y así lo hizo.
Hans habia caído al embravecido mar, y Elsa conmocionada sin reparar en su acción, se habia lanzado tras él con la mirada de un atónito Waltz al verlos perderse en el agua.
o-o-o-o-o
La oscuridad del océano la invadió mientras su cuerpo era sacudido por la tormenta dentro del agua. Salió a la superficie tomando aire dificultosamente, y se hundió cuando otra ola la sobrepasó. La oscuridad era demasiado, no podía distinguir a Hans en ninguna parte. Y la desesperación comenzó a invadirla. Creó un poco de hielo en la superficie para intentar tener más equilibrio al tomar aire, pero entonces las olas la arrastraban de nuevo hacia el fondo. Nadaba contra el mar, flotaba, tomaba poco aire difícilmente, y se hundía otra vez.
Comenzaba a cansarse.
En ese preciso momento, cuando una ola volvió a llevarla al fondo, entonces Elsa distinguió una luz. Dentro del agua una figura comenzaba a acercarse a ella. Y temerosa por la leyenda del anciano pirata, esperó lo peor. Sin embargo, el horrible monstruo que esperaba ver nunca se materializó. En cambio el agua brillaba azul y blanca alrededor de ella materializándose en un imponente caballo. Y al estar frente a ella, sintió su luz pura. Waltz tenía razón, en este mar habia espíritus de agua. Un pequeño alivio la invadió. El corcel la rodeó y se acercó a ella logrando tocarla. Su agua era tibia, diferente a la del océano, y entonces hizo algo inesperado. Empujó a Elsa desde la espalda y la haló hacia la profundidad de un pedazo del océano.
Y lo vio.
Era Hans. Inconsciente flotando en la mitad del mar.
Elsa se precipitó hacia él con todas sus fuerzas junto a la ayuda del espíritu. Cuando llegó hasta ahí, vio entonces a la sombra que mantenía al pirata hundido en el océano. El corcel despotricó en el agua y la sombra se espantó marchándose antes de que Elsa pudiera distinguirla. Tomó a Hans entre sus brazos y nadó, con la ayuda del espíritu, lo más rápido que pudo hacia la superficie. Una vez sus cuerpos se encontraban flotando cerca del barco, Elsa creó señales de nieve con su magia y Waltz los divisó mientras les lanzaba sogas rápidamente para ayudarlos a subir. Una vez a salvo sobre el barco, Elsa se volvió entonces hacia el infinito y aun embravecido mar. La luz del brillante corcel se veía tenue desde la profundidad y Elsa soltó un ligero gracias hacia el espíritu que la habia ayudado, mientras veía como la luz se extinguía de apoco. Si no hubiera sido por la repentina aparición de ese espíritu, tanto ella como Hans no hubieran podido salir vivos de la furia del mar y de lo que sea que se encontraba ahí.
Una vez sobre la cubierta la tormenta no paró, pero si aminoró su furia. El mar se habia calmado un poco al igual que el viento, pero la lluvia helada persistía. Al estar inconscientes los únicos hombres que sabían manejar el timón, tomó el mando Roger, el de los cañones, quien aún seguía despierto y con la mayoría de sus sentidos intactos. Mientras dirigía al Venganza improvisadamente hacia la isla. La cual ahora se posicionaba a pocos metros frente a ellos.
Elsa dejó salir un suspiro de alivio al ver como se acercaban, mientras intentaba despertar a Hans tendido sobre sus piernas. Fue inútil, el castaño no respondía. Su piel se veía sumamente pálida y sus labios al igual que sus manos se volvían deliberadamente morados. Elsa temió. Tenían que entrar en calor ahora mismo o tanto Hans como los hombres de su tripulación morirían de hipotermia.
El Venganza llegó pesadamente a la orilla, estaba tan oscuro que la isla no se podía distinguir. Pero Elsa no le dio importancia. Una vez sin la amenaza del mar, se dispuso a llevar a todos los hombres inconscientes a la parte baja del barco. Prenderían el horno de la cocina y cambiarían las ropas empapadas de todos para que entraran en calor. Con ayuda de Waltz y la tripulación que aún seguía consciente, obedecieron a las indicaciones rápidas de la reina y lograron su cometido. La tripulación de Hawk estaba a salvo, pero él no se veía tan bien.
Elsa le habia cambiado las ropas a Hans y lo habia hecho entrar en calor recostándolo en su camarote con todas las sabanas envueltas alrededor de él. Y sin embargo, el castaño no dejaba de temblar.
Entonces un miedo abrumador se intensificó en su pecho. En estos momentos no sabía qué hacer. Su calor corporal no lo ayudaría para nada. Vamos, era la reina de las nieves, su temperatura siempre era fría. Y lo que ahora necesitaba Hans era calor. ¡Demonios!
Después de un rato, la lluvia habia parado y junto a Waltz y sus herramientas de hechicero que facilitaban el trabajo, habían prendido una pequeña fogata en el camarote con pedazos de madera del Venganza. Hans se enfurecería cuando viera lo que hizo con su barco, pero en esos momentos necesitaba que él entrara en calor. Elsa también habia podido hervir agua para humedecer un trapo y ponerlo sobre la frente del pirata, quien comenzaba a temblar de la repentina fiebre que habia nacido en su cuerpo.
La reina pasó toda la noche cuidando del capitán y cambiando la tela caliente para así aminorar la fiebre. Y sin embargo, cuando amaneció y el sol salió con el cielo despejado, Hans seguía igual de enfermo. Toda la tripulación habia despertado al parecer con renovadas energías e incluso Rugall se veía mejor. Todos excepto Hans. Fue entonces cuando Rugall entró al camarote y Elsa vio en él su salvación. Era el único que conocía la isla después de haber llegado hasta ahí con Hans años atrás, así que sabía dónde estaban las posadas más cercanas. Podrían llegar a una, y en ese lugar se encargarían de pedir un doctor.
Y así lo hicieron.
Rugall tomó las riendas de la tripulación y ordenó lo que seguramente Hans les hubiera dicho que tenían que hacer, y saliendo junto al anciano, Waltz, y unos hombres quienes cargaban a Hans, llegaron hasta una acogedora posada. En todo ese recorrido Elsa ni siquiera se habia parado a admirar su entorno, lo peculiar de la isla, y que ésta no diferenciaba mucho de lo que habia visto en Berk. Pero cuando llegaron a la posada entonces fue inevitable el asombro tanto de la reina como el del resto de la tripulación.
Sus anfitriones no eran realmente lo que Elsa esperaba.
-Oh, mi dios. Ha pasado tiempo desde que humanos nos visitaron. ¿No es así, cariño?
-¿Así que esas brujas odiosas los dejaron entrar? – esa voz sonaba molesta. -Siempre he dicho que hacen demasiado alboroto. Si no dejan que los turistas lleguen hasta aquí, estaremos en bancarrota pronto. – resopló. - Suficiente tenemos con el estúpido nombre de la isla.
-Duendes. – soltó entonces Elsa saliendo de su asombro.
-¡Claro que somos duendes, muchacha! ¿Acaso no ves estas orejas puntiagudas? Ahora alquilen cuartos, ¡o lárguense!
-Ya cariño, son clientes. – el duende que se veía más amable que el anterior, se dirigió entonces a Elsa. – Es muy gruñón discúlpenlo, rasgo de familia. – y soltó una risita. – Bienvenidos a Tártaros.
-Aunque sólo es el estúpido nombre que le dan los humanos... - susurró el enano gruñón para sí, pero Elsa alcanzó a oírlo y su interés en esa isla comenzaba a crecer, sino fuera porque el estado de Hans la tenía preocupada.
-Gracias – habló ahora Rugall con una sonrisa tranquila. – Y por supuesto nos gustaría alquilar un cuarto. – carraspeó. - Si no es mucha molestia, también me gustaría que llamaran a un doctor por favor.
-A ti te recuerdo. – habló entonces el duende gruñón mientras examinaba al anciano. – Eres el pirata de aquella vez. – afirmó recordando de pronto. Y entonces sus enormes ojos se volvieron hacia Hans: – Y al parecer el otro también está aquí.
-Sí, y se está muriendo – contestó Rugall un poco más molesto. – Así que si no les molesta... - exigió apurado.
-¡Oh, claro que no! Ya llamo al doctor. Suban al enfermo al segundo cuarto a la derecha, por favor. Le llevaremos todo lo que necesite.
-Gracias – habló esta vez Elsa con alivio, mientras los hombres subían a acomodar a su capitán.
Después de un rato, los hombres de la tripulación se fueron a explorar la isla tras ciertas advertencias de Rugall. Mientras éste último, Waltz y Elsa se quedaban en la posada a esperar el veredicto del doctor, quien resultaba ser un troll. Muy parecidos a los que Elsa conocía en Arendell.
-Su esposo está bien señora, la fiebre bajara en unos días. Sólo suministre la pócima que le dejé escrita y siga con los paños caliente sobre su frente.
-Gracias. – contestó Elsa sin atreverse a contradecir a la amable criatura. Siendo la única mujer, habían asumido que se trataba de la esposa del pirata. Y habiendo pasado anteriormente por eso, la verdad es que en esos momentos no tenía importancia.
Una vez el doctor se fue, Elsa se dirigió hacia Rugall y Waltz comunicándoles que ella se quedaría en la posada con Hans hasta que se recuperara y preguntó lo que ellos tenían pensado hacer ahora. Waltz se encontraba emocionado por tantas criaturas mágicas a su alrededor y decidió fascinado el ir a explorar la isla y sus habitantes. Mientras tanto Rugall lo seguiría de cerca, y le afirmó a la reina que no tenia de que preocuparse. Ellos se quedarían en el barco como siempre habían hecho y vendrían al día siguiente para ver como seguía el capitán.
De acuerdo con eso, Elsa se despidió de ellos y entonces se encontró una vez más sola con el cuerpo dormido de Hans sobre la cama.
El doctor le habia dado un brebaje que hizo calmarlo y que su fiebre bajara un poco, aunque ésta aun persistía. Elsa suspiró rendida y se recostó a un lado del castaño. De pronto la pesadez cayó en su cuerpo de golpe. Desde el día de ayer habían sido demasiadas emociones en un instante, y ahora tan sólo necesitaba descansar.
Después tendría tiempo de recorrer la isla y sus peculiaridades. Pero por ahora descansaría.
Con la respiración tranquila, recostada de lado hacia el pirata, Elsa se quedó profundamente dormida. Mientras inconscientemente tomaba la mano del pelirrojo entre la suya.
o-o-o-o-o
Gracias por leer :D
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