Capitulo 1

La herencia Fitzherber.

Era un problema que Eugene cargaba desde el día en el que había nacido y gracias al linaje del que procedían su padre, abuelo y antepasados de ellos desde tiempos inmemorables. Desde que su padre murió apenas un año atrás y su abuelo era muy viejo para seguir con esa herencia, Eugene se convirtió entonces en el responsable de ella.

Un año atrás su abuelo, Lucian Fitzherber, le había enviado una carta contándole sobre la muerte de su progenitor y la responsabilidad que ahora caía sobre Eugene y, por supuesto, lo obligaba a regresar a Corona su lugar de nacimiento. Desde antiguas generaciones los Fitzherber habían residido en diferentes lugares alrededor de los reinos del Norte y del Sur. Pero hacía apenas tres generaciones atrás, Corona se había convertido en su hogar estable donde permanecer indefinidamente. Y desde entonces, y gracias a la audacia de su tatarabuelo, habían llegado a un acuerdo con el rey de entonces y los hombres de la familia Fitzherber se habían convertido en los caballeros guardianes de la familia real de Corona.

Una parte de la herencia Fitzherber era convertirse en un caballero fiel para la Corona, pero gracias a su antiguo linaje, los Fitzherber no eran un simple caballero. La otra parte de la herencia, y más importante, era seguir preservando la magia en los reinos del mundo.

Magia.

La primera vez que Eugene había escuchado esa historia por parte de Lucian cuando apenas era un niño, se había reído y había tildado a su abuelo de lunático. Pero con el paso del tiempo se había dado cuenta que la magia existía y todo lo que su abuelo le contaba acerca de ésta era verdad. El estricto y viejo Lucian le había relatado muchas historias fantásticas cuando Eugene era apenas un niño. Y al crecer, éste último se había dado cuenta que dichas historias eran verdaderas. Después comprendió que las palabras de su abuelo tenían poder, al igual que las de su padre así como las suyas propias.

Los Fitzherber eran los juglares de la magia y las criaturas mitológicas, y sin pasar el conocimiento de ellas a las personas, éstas no podían existir.

Eugene vivió rodeado toda su vida de historias sobre hadas, duendes, gnomos, trolls, dragones e infinidad de otras más. Y cuando niño, su madre, una bella mujer de largos cabellos rubios, le cantaba cada noche con una tranquila y hermosa voz cada cuento que no había escuchado de su abuelo. Pues Eugene siempre había sido un niño travieso y problemático el cual no se sentaba a poner atención a las aburridas palabras de un viejo, por mucho que su padre lo reprendiera por no hacerlo. Era entonces cuando Laila, su madre, intervenía tan dulce y apaciguadora como siempre, y le dedicaba a él las mismas palabras que el viejo Lucian había pronunciado pero que en esta ocasión Eugene sí prestaba atención. Su madre no era portadora de la herencia Fitzherber, pero siempre le había fascinado el repetir a su hijo esas historias fantásticas con melodía y tranquilidad. Y si no fuera porque era a la única que escuchaba, tal vez Eugene jamás se habría aprendido esas historias mágicas de memoria para continuar la herencia.

Pero entonces, el día de la tragedia sucedió.

A los siete años, el pequeño Eugene había perdido a su madre. Y al año siguiente, Corona tuvo a su primer descendiente. De la familia real había nacido una saludable princesa, y desde entonces el destino de Eugene se había establecido. Tenía que prepararse y entrenarse para velar por la seguridad y bienestar de esa princesa pues era su obligación como caballero guardián de la familia real. Y su padre se encargó de recordárselo durante los diez años siguientes.

Con dieciocho años, y tras la muerte de su madre, Eugene había crecido frustrado en Corona impuesto por esta herencia de caballero y juglar la cual no había pedido. Desde siempre había sido un niño travieso y problemático, y sentarse a relatar historias viejas o proteger a una princesa que nada tenía que ver con él, no era lo que realmente quería hacer de su vida. Esos hechos lo llevaron entonces a tener muchas discusiones con su padre y abuelo durante su juventud. Y entonces un día descubrió algo acerca del día de la trágica muerte de Laila que lo hizo revelarse ante su destino ya escrito.

Y con un nuevo objetivo definido, y sin importarle la tajante negativa de sus patriarcas por lo que hacía, Eugene tomó sus cosas y partió de Corona. Tomó un nuevo nombre pensando así que dejaba atrás todo aspecto que lo involucrara con la herencia de su familia, y a partir de ahí se dedicó a cruzar el mar. Conocer los diferentes reinos del mundo, y sacar el mejor provecho de eso. Mientras en mente aún tenía el objetivo que lo había hecho irse de Corona, y el cual era: investigar la verdadera razón de la muerte de su madre.

Para sobrevivir y obtener información para cumplir su objetivo, Eugene se había convertido en un ingenioso ladrón. Y diez años después de su partida de Corona, los diferentes reinos del Sur lo reconocían ahora como el famoso ladrón Flyn Rider. Y pronto su cara estuvo dibujada en carboncillo y pergaminos con su nuevo nombre alrededor de todos los reinos. Claro, nunca dibujaban a la perfección su rostro y eso le daba ventajas de escabullirse y pasar desapercibido. Sus diferentes viajes a las islas y reinos de alrededor eran por dinero e intercambio de información valiosa, y Eugene se convirtió en una gran fuente de la cual muchos buscaban y pagaban generosamente bien. Gracias a sus enseñanzas de combate de caballero y su herencia de información mágica Fitzherber, muchos eran los que lo buscaban y Eugene había sacado demasiado provecho sobre eso. Había crecido en el bajo mundo del mercado negro el cual estaba atestado de piratas, caza recompensas, y personas portadoras de magia que la usaban para sus propios fines malignos. Pero eso a él no le importaba, si recibía una gran compensación por su invaluable información, Eugene aceptaba cualquier trato. Todo tenía un precio, era su filosofía de vida. Y así había sido por diez años.

Sin embargo, y después de sus años como ladrón, un año atrás tras la muerte de su padre, Eugene había regresado a Corona.

Aunque era conocido como Flyn Rider en los bajos mundos, había regresado nuevamente al nombre de Eugene y había llegado a Corona. Más no había regresado sólo por la petición de su abuelo tras la muerte de su progenitor. No.

Eugene había regresado por algo más.

En uno de sus viajes por información tres años atrás, había conocido a un temido pirata y a un domador de dragones quienes buscaban a un caza recompensas con mucho ímpetu. Y al ayudarles, Eugene había descubierto en su camino a una bruja en los más espesos bosques de uno de los reinos más importantes del Norte quien le había dado la valiosa información que tanto había buscado por años.

Desde que había descubierto ese algo sobre el día de la trágica muerte de Laila, Eugene estaba buscando la flor de la inmortalidad. Pues ese algo que lo hizo salir de Corona había sido el descubrimiento de la historia mágica de esa flor y de cómo ésta de alguna forma que aún no comprendía había estado ligada a la muerte de su madre.

Eugene había estado en una búsqueda interminable por esa flor. Y después de escuchar a la bruja de los bosques quien le dijo que lo que tanto buscaba estaba en Corona, y poco tiempo después recibir la carta de su abuelo, Eugene pensó que el destino ahora le sonreía. Había tenido el pretexto perfecto para volver a Corona y poder buscar dicha flor sin sospechas de su abuelo, pues ésta era la pista que lo llevaría a su objetivo. A la verdadera razón de la muerte de su madre y el porqué de la relación de ésta última con dicha flor.

Y a pesar de volver gracias a esa pista que había obtenido, ya había pasado un año desde que estaba en Corona y desde que su abuelo lo había obligado a regresar a sus responsabilidades de caballero. Llevaba un año siendo el guardián de la princesa de Corona, y no había podido averiguar aun si la flor realmente se encontraba en ese abundante reino, o simplemente la bruja le había mentido.

Y ahora en esos momentos viendo como la rubia princesa que vigilaba se encontraba peligrosamente arriba de una alta torre, comenzaba a dudar que el paradero de dicha flor se encontrase escondido entre la familia real de Corona.

Suspiró fastidiado al ver como la chica de haber estado pintando tranquilamente al aire libre en un extraño paisaje que habían encontrado en medio del bosque, ahora se encontraba encima de la torre abandonada que había estado pintando momentos antes.

-Por todos los infiernos – susurró para sí mientras se incorporaba de la pequeña siesta que había tenido sentado bajo un árbol rememorando todo lo que había sucedido en ese último año. – ¡Princesa, baje de ahí en este instante! –le ordenó a gritos mientras veía como la chica seguía escalando la torre alta hasta llegar a la pequeña y derruida teja del techo.

-En un momento bajo – contestó en cambio emocionada la chica mientras su vista recorría el lugar. – Tengo que verlo desde otro ángulo. ¡Otra perspectiva!

-Si cae de ahí y se rompe el cuello, entonces no podrá ver más ángulos. ¡Baja de ahí! – rugió ya harto de la actitud traviesa de la rubia.

Y si, estaba harto. Estaba cansado de hacer de niñera de la princesa, pero no tenía otra opción. Ya llevaba un año conviviendo de esta manera con la chica y sus acciones improvisadas no dejaban de exasperarlo. Maldecía el día que había dejado de ser un aclamado ladrón para convertirse en el guardián de esa pequeña. Pero si eso lo ayudaría en obtener la flor de la inmortalidad la cual a palabras de la bruja del bosque de Dunbroch se encontraba en Corona, no tenía otra opción que seguir con su trabajo de caballero guardián. El único que parecía contento por su situación era el viejo Lucian, su abuelo, quien después de explicarle Eugene que sólo había vuelto por un tiempo mientras cumplía su objetivo, su abuelo le había contestado con una simple carcajada y una oración:

-Eso ya lo veremos hijo. Hace diez años te alejaste, pero son tus propias ambiciones las que te trajeron de vuelta. Tal vez ahora no lo ves, pero el destino anhela por tu deber.

Y aunque no había entendido las desvariadas palabras de un viejo, Eugene se había limitado a rodar lo ojos y se había dedicado a su trabajo de guardián.

Cuando en su juventud se había estado entrenando para caballero, en ese tiempo Eugene no había conocido a la familia real. Tan sólo la vez cuando niño había sido presentado como el nuevo caballero Fitzherber cuando su abuelo y padre aún eran los encargados de la protección de los reyes. Y fue por eso que en cuanto su padre murió y él regresó a Corona, fue presentado formal e inmediatamente ante los regentes del reino por su abuelo y le fue encargada la custodia de la princesa Rapunzel quien hasta entonces su padre había protegido durante años.

La princesa Rapunzel.

La primera impresión de Eugene al ver a aquella muchacha fue que era demasiado tímida, retraída y torpe. Sus exageradamente largos cabellos rubios siempre los llevaba recogidos en una gruesa trenza que rosaba el suelo. La princesa jamás se había visto con sus cabellos sueltos, así que no podía imaginar que tan largos podrían llegar a ser. Y sin duda, era una gran interrogante en él del porqué el afán de la chica en llegar a tan incómodo largo y no cortarlo. Pero no era de su incumbencia. Con el paso del tiempo, y el estar grandes horas en presencia de la rubia, Eugene llegó a interpretar un poco mejor el carácter de la chica. Aunque en un principio se presentara tímida, Rapunzel era sin lugar a dudas muy alegre y un imán para meterse en problemas por inocentes travesuras como la que hacia ahora.

Gruñó a sus adentros al ver como la chica ahora descendía torpemente de la torre de piedra mientras le soltaba un animado:

-¡Ahora puedo terminar la pintura!

Pero entonces la princesa había posicionado mal uno de sus pies, que al parecer se había atorado con el largo de su vestido, haciéndola resbalar, cayendo así deliberadamente hacia la tierra.

Al ver eso, Eugene se apresuró a llegar a ella y atraparla en el aire antes de que llegara a estrellarse contra el suelo. Cayó sobre sus brazos como una ligera pluma y entonces le dedicó una funesta mirada.

La chica al verlo se sonrojó.

-Lo siento – fue su única respuesta nerviosa. Eugene resopló y la depositó tranquilamente en el suelo.

-No me pagan lo suficiente para esto.

-Oh, no sigas. – le soltó la chica suavemente mientras se dirigía al caballete de su pintura para terminarla. - Mañana será mi cumpleaños. Estaré rodeada de guardias, y de mis padres por supuesto. – dio unas cuantas pinceladas concentrada en su labor. – Les diré que podrás tomarte todo el día. Al fin y al cabo, es noche de festejo. ¡Listo! – pronunció esto último en un ligero brinco de emoción. – Era lo que necesitaba para terminarla.

-Y eso era lo que yo necesitaba oír. Marchémonos ya princesa, que el sol se está poniendo. – ordenó mientras tomaba las herramientas de pintura de la rubia y se dirigían hacia el corcel blanco que los aguardaba atado junto a una carreta. – Además, - sonrió socarrón contestando a lo que la chica había dicho. - qué clase de guardián seria si no estoy a su lado en ese día tan importante. – Rapunzel se tambaleó un poco al escucharlo mientras sus mejillas se sonrosaban, y Eugene bufó a sus adentros por la reacción de la menor. Era divertido meterse con ella, era muy ingenua, y podía excusar lo provocativo de sus comentarios como una cierta venganza hacia ella y todo lo que lo hacía pasar por sus estúpidas travesuras e ideas tontas que se le ocurrían. Colocaron todas las cosas sobre la carreta y entonces se montaron en ésta mientras marchaban hacia el castillo. – Será mejor que nos apresuremos. – habló el castaño con algo de fastidio. – Aún tiene que hacer aquello que siempre hace una noche antes de su cumpleaños, y no quiero ser reprendido por su majestad el rey, - rodó los ojos. – ni por mi abuelo, si no cumplo con mi deber.

-¡Cierto! El ritual. – soltó entonces Rapunzel algo acongojada y Eugene alzó una ceja.

-¿Ritual? ¿De qué me estoy perdiendo, princesa?

La menor se volvió hacia él entornando sus enormes ojos verdes.

-Hace un año acababas de llegar a Corona, ¿no es así? - recordó la rubia poniendo un dedo sobre su mentón. El guardia asintió. – Entonces ¿no has celebrado el festival de las luces?

-Oh, claro que sí. Tan sólo lo celebre con el resto del pueblo. Días después me convertí en su guardián.

El festival de las luces era la festividad más grande del reino de Corona. Desde que éste se había formado se celebraba como una antigua tradición para agradecer por la abundancia y prosperidad del reino más rico del Sur. Más rico en tierras, vegetación, flora y fauna, arroyos y agua limpia, grandes praderas y montañas. Era el reino mejor bendecido con vida y fertilidad y ese festival era para honrar todo eso. Y sin embargo, veinte años atrás cuando la princesa Rapunzel nació exactamente el mismo día de esta esperada celebración, entonces ésta se volvió aún más grande. Los reyes entusiasmados hicieron que el Festival de las luces extendiera su invitación a reinos de todo el continente y más allá. Ahora era una tradición muy esperada por diferentes reinos tanto del Norte como del Sur para poder ir a disfrutar de tan hermoso festival en uno de los reinos más exquisitos y vivos de la región.

Hace un año Eugene había llegado a Corona en la víspera del cumpleaños de la princesa, era por eso por lo que aún no sabía qué clase de ritual era lo que la princesa tenía que hacer. Por supuesto, había sido instruido por su abuelo en todo lo que consistía el día del festival de las luces y cumpleaños de la princesa, pero aun así no sabía en ciencia cierta lo que esa pequeña rubia hacia cada año acercándose el festival. Acercándose su cumpleaños de vida.

-Ya veo – dijo la chica con una pequeña sonrisa de añoranza. – Imagino que el celebrarlo con las demás personas del reino debe ser muy divertido. – soltó un suspiro. Eugene la miró extrañado. – Aunque en lo alto del castillo también se puede apreciar lo hermoso que es, me gustaría al menos...- dudó mirando hacia otro lado. – pasarlo una vez abajo, con el resto del reino.

-Imposible que una princesa no pueda celebrar su cumpleaños junto a su pueblo. – habló el guardia asombrado.

La chica se encogió de hombros.

-Lo hago, sólo que en lo alto del castillo. –intentó excusarse. – Además es parte de mi deber. – soltó apesadumbrada. – No puedo fallarles ni a mis padres ni al reino.

-¿Y celebrar por unas horas una festividad dedicada a su nombre rodeada de su pueblo es fallar a su deber? – Rapunzel mordió su labio inferior desviando su mirada de la de él. No contestó y Eugene suspiró resignado. – Es duro ser de la realeza. – soltó y no dijo nada más.

Tenía un año conviviendo con esa chica y aun no podía comprenderla. Era distraída y traviesa con ideas estúpidas cuando estaba sola, que eso era casi todo el tiempo pues sólo él era el único que mayormente le hacía compañía. Y otras veces podía llegar a ser muy tímida y retraída como en ese momento. Pero, se dijo, eso era resultado de la extraña sobreprotección que los reyes tenían para con ella.

Los ojos verdes de la rubia se habían vuelto hacia atrás, hacia esa torre abandonada que habían encontrado en una parte escondida del bosque, y Rapunzel la miró con nostalgia. Casi melancólica. Expresión que últimamente había visto en ella muy seguido mientras se acercaba el festival.

-Eso no es lo único... - había susurrado la rubia para sí en respuesta sin dejar de ver la torre. Y Eugene la escuchó mas no se atrevió a decir nada.

Sí, definitivamente no comprendía a esta chica. Y aun así, sus continuas expresiones alegres convertidas rápidamente en melancólicas lo hacían interesarse cada vez más en ella.

Y tener ese extraño interés en una princesa mimada y sobreprotegida como ella, lo estaba comenzando a molestar.

o-o-o-o-o

¡Hola de nuevo! :D

Okay, aqui va nota larga de la autora pues casi no pongo mas que al principio y final de las historias: 

Y aquí vengo una vez más con la última entrega de esta serie "Caballeros". Y es el turno de la pareja de Eugene y Rapunzel con su propia historia: Mi Caballero Ladrón.

Aclaraciones:

- Esta historia es la última entrega de la serie 'Caballeros' (la puedes encontrar en mi perfil) de las parejas de Merida y Hiccup en la primera historia con: Mi Caballero Dragón. Hans y Elsa en la segunda con: Mi Caballero Pirata. Y por ultimo Rapunzel y Eugene con: Mi Caballero Ladrón.
- No necesitas leer una historia para entender otra, a cada pareja le di su espacio así que no te preocupes por seguir el hilo de la historia yo iré explicando adecuadamente pues entiendo que no todos tenemos los mismos gustos en shippear personajes. Así que puedes leer esta historia aparte sin depender de las demás.
- Puedo calificarlo como UA (universo alterno) pero dentro de la misma temática de la película Enredados, ya que es época medieval fantástica de castillos, princesas y magia. Pero por supuesto con algunos cambios como el pasado de Eugene y Rapunzel.

En fin, conforme lean se darán cuenta de estas aclaraciones y, claro está, que seguiré dando algunas más a lo largo de la historia.

Ahora respecto al capitulo tenía que empezar explicando mucho de la vida de Eugene, pues el comienzo de esta historia tendrá muchas perspectivas a través de él porque la verdad aun quiero mantener en algo de misterio a Rapunzel y todo esto de la flor. Aunque ustedes (quienes leyeron las dos historias hermanas a esta) se imaginan de qué  va el misterio. Pero continuaremos leyendo a través del panorama de Eugene.

En fin, si nacen dudas igual a lo largo de la historia se responderán. Recuerden que de 'Mi caballero pirata' ya se venía viendo algo de lo relacionado a Eugene y la magia y aquí ya lo explico mejor, pues todo eso y el pasado de Eugene es lo que lo está motivando a hacer lo que está haciendo.

También quiero comentarles que esta historia aun no la termino pues apenas llevo dos capítulos y creo me tardare un poco en terminarla. Pero no será muy larga pues Eugene y Rapunzel son una pareja canon así que creo me será más fácil y rápido llegar al final. De igual forma tardare un poco más en subir los siguientes capítulos. Espero me tengan paciencia. :D

¡Muchas gracias por leer!

¡Y nos leemos pronto!

Byebye ;*

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