Capítulo 7
Y el día de la boda llegó.
Mérida se encontraba vestida de blanco con un pedazo de tela proveniente de Berk envuelto en su cintura, símbolo de su alianza. Sus rebeldes cabellos rojizos que hasta entonces había llevado sueltos, habían sido recogidos en un tranzado perfecto simbolizando su nuevo estado como esposa. Sobre su cabeza adornaba una delicada corona de flores blancas. Y soltando un suspiro, Mérida volvió su vista hacia la persona que tenía frente a ella.
Aunque no quisiera reconocerlo, Hiccup se veía muy apuesto en su traje ceremonial de vikingo. Una espada se sujetaba a su cinturón de cuero. Y poniendo apenas atención a las palabras que decía el sacerdote, vio como el jinete de dragón la desenvainaba de su funda para entregársela a ella. La pelirroja la aceptaba en señal de aceptación de sus costumbres y tradiciones, aceptando su historia, su pasado y a sus ancestros. En intercambio Mérida le entregó la suya propia, una reliquia de Dunbroch que representaba lo mismo para él.
Después de eso, siguió el intercambio de votos y los anillos se entregaron según las indicaciones dadas por el sacerdote.
La ceremonia paso rápido, gracias a los dioses, y llegó el momento que Mérida temía. Ésta tenía que terminar con un beso sellando la unión entre ambos. Y aunque sonara absurdo, Mérida se encontraba muy nerviosa.
Todo el reino de Dunbroch estaba presente. Los condados de todos los clanes y sus jefes. Los oficiales y consejeros de Berk. Y también los reinos vecinos que fueron invitados a la celebración.
Ni todos sus entrenamientos, o batallas, la habían preparado para esto. Y se odio a si misma por sentirse tan nerviosa y no poder controlar sus emociones.
Rápidamente el sacerdote dio por finalizada la ceremonia y dio gracias internamente de que Hiccup fuera el que tomara la iniciativa mientras la tomaba delicadamente de la cintura y le brindaba un casto beso sobre sus labios.
No había sido nada, tan solo un pequeño roce de labios, sin embargo muchas sensaciones se entrecruzaron amotinadas dentro de su pecho y eso la asustó.
Hiccup despegó sus labios de los de ella y la pelirroja sintió lentamente como las sensaciones electrizantes desaparecían de su cuerpo.
Los presentes invitados dieron sonoros aplausos y vítores mientras entre risas y felicitaciones se trasladaban a los jardines del castillo donde la celebración los esperaba al aire libre como era la costumbre. Decenas de mesas llenas de comida y bebida se extendían a lo largo del lugar y tras el brindis del patriarca de Dunbroch y las gracias provenientes del rey de Berk la música comenzó a sonar alegre invitando a todos los presentes a festejar.
Oficialmente era esposa de Hiccup Haddock III, rey de Berk y jefe vikingo. Mejor conocido como el rey de dragones.
Y Mérida no sabía cómo reaccionar.
No habia visto a Hiccup hasta que éste estaba camino a la ceremonia. Ni siquiera habia podido intercambiar unas palabras con él, cuando de pronto ya la estaba besando para sellar su unión. Aún no habían dado su objeto más preciado y tenía que hablar sobre eso con él. También quería saber si partirían de inmediato a Berk o tendría tiempo de despedirse de su reino unos días más.
Volvió sus ojos azules hacia donde sus manos se entrelazaban. El castaño no la habia soltado desde que habían sellado su unión y se habían dirigido hacia el banquete.
Y al notar como la intensa mirada zafiro observaba sus manos, Hiccup de pronto cayó en la cuenta, soltándola rápidamente.
Entones Mérida se volvió hacia él, encontrando sus profundos ojos verde musgo con los suyos.
-Necesitamos hablar...
-¡Hiccup!
Pero una vez más fue interrumpida por los ruidosos oficiales de Berk. Y Mérida se sorprendió de ver que en esta ocasión no venían solos. Con ellos los acompañaban sus hermanos. Harris, Huberty Hamish parecían muy felices al intercambiar palabras con esas bulliciosas personas de Berk. Y para su sorpresa Mérida se encontraba sonriendo ampliamente al verlos.
Cosa que no pasó desapercibida por el castaño.
-¡En hora buena tigre!
-¡Oh dioses! ¿Cómo es que puede ser tan delicioso el Haggis de hoy? Es aún más bueno que el de la vez pasada.
-Deja de pensar en comida Patapez. ¿Por qué mejor no bebes? El hidromiel que sirven es de otro cielo. ¿Cómo es que no lo habia probado antes? ¿Que tiene Dunbroch? ¿Una mina de hidromiel?
-No seas idiota hermano, eso no existe.
-¡Cállate, tonta!
-Son unos idiotas, mientras ustedes piensan en comida yo iré a conquistar algunas lindas escocesas.
-Patán ni siquiera podrías alcanzar su altura ¿cómo las invitarías a bailar idiota?
-¡Cierra la boca, Brutacio!
Y mientras los oficiales seguían su divertida pelea, los trillizos no podían dejar de reír al escucharlos, mientras soltaban algún comentario gracioso cada vez que podían.
Ignorando a sus compañeros, la rubia vikinga se habia acercado a la pareja de esposos y con una sonrisa abrazó a ambos de los hombros.
Y sin poder evitarlo, Mérida le devolvió su gesto maternal.
-No hagan caso de estos tontos. – y leyendo las expresiones de los jóvenes, sonrió cómplice. – Creo que tienen cosas de que hablar. Pueden irse vamos, vamos, – hacia ademanes con sus manos como si de niños se tratasen. – yo los distraeré por ustedes. El festejo durara todo el día y estarán demasiado ocupados. Aprovechen este momento.
Y siguiendo las indicaciones de la rubia. Hiccup tomó una vez más de la mano a Mérida y la dirigió hacia una parte alejada del ajetreo de la fiesta, casi a orillas de donde empezaba el bosque.
Mérida se habia soltado de su agarre rápidamente y dándole la espalda comenzó a hablar.
-¿Cuándo partiremos a Berk?- se apresuró a preguntar.
Hiccup al verla suspiró.
-Esta misma noche. – entonces la pelirroja se volvió cerrando los puños a sus costados. Era muy rápido, más de lo que imaginaba. Tendría muy poco tiempo para despedirse. – Tengo... - y el chico continúo y Mérida vio en su rostro que debatía internamente por decir algo. – Tengo unos asuntos urgentes que dejé aplazados en Berk. – la cara de preocupación que el jinete habia puesto por un momento, la desconcertó un poco.
La última vez que habia visto al castaño se habia ido porque tenía algo urgente que atender en Berk y al parecer eso urgente de lo que hablaba aun no lo arreglaba.
La chica comprendía, y asintió tragando grueso. Ahora era su reina, tenía que ver por ambos reinos. Y si el reino de Berk necesitaba a su rey, ella no interferiría.
-Está bien, ahora tendré nuevas obligaciones en Berk y entre más rápido las aprenda será mejor para mí. Así puedo ayudar en lo que pueda y cumplir con mi cometido de reina.
El chico asintió serio sin refutar nada. Y Mérida intuyó que a lo mejor el jinete habia aceptado lo que ella le habia espetado hace un mes antes de su partida...
-Mérida tengo algo que decirte, acerca de nuestro último encuentro.
...O tal vez no.
La pelirroja desvió su vista hacia un lado frunciendo el ceño, pues después de su unión y ese beso sentía que no podía encararlo como antes.
-No te preocupes por nimiedades, Hiccup. –habló demandante. - Tan solo era lo que realmente sentía, y quería dejarlo en claro.
Pero entonces la repentina cercanía del chico hacia su cuerpo la desconcertó.
-En ese caso mírame a los ojos y repite esas palabras Mérida. – y aunque no lo hacía, Mérida podía sentir la oscura mirada esmeralda atravesando su rostro.
Y el nerviosismo la invadió. Fue entonces que una nueva resolución creció en ella pues el sentirse nerviosa ante Hiccup Haddock era algo que ya estaba comenzando a molestarle.
Ella era Mérida Dunbroch y no dejaría que la vieran debilitarse frente a su enemigo. Y apretando fuertemente los puños a sus costados, lo encaró.
Zafiro contra esmeralda se devolvían una mirada desafiante. Y por un momento el silencio reinó entre ellos. De pronto la repentina sonrisa que salía del castaño la sorprendió para sus adentros. Sus ojos verdes se habían ablandado y su sonrisa se formaba cálida hacia ella. Y la reacción que tuvo su cuerpo al relajarse con ese gesto proveniente del jinete, fue inmediata.
¿Pero qué demonios?
-Ahora puedes mirarme. – reconoció el chico, y Mérida notó el tono cálido en su voz. – Y aunque respeto las palabras que dijiste en nuestro último encuentro, no estoy de acuerdo con ellas.
¿Qué?
Parecía que su expresión reflejaba sus pensamientos pues el joven rey rio por lo bajo al verla.
-Así es princesa. No te obligare a hacer algo que no quieras, pero tengo la esperanza de que aquellas palabras no son lo que realmente sientes y lo comprobare. – un brillo de seriedad se reflejó en sus ojos y Mérida ni siquiera pudo pensar en cómo refutarle. – Quiero que dejes de verme como tu enemigo, ahora eres mi reina. Berk te abrirá los brazos y... – y tan sólo espero que lleguemos a atravesar tu armadura. – y ahora será tu hogar, Mérida. Quiero que lo sientas como uno.
La pelirroja abrió y cerró su boca sin que sonido alguno saliera de ella.
La atmosfera del joven rey junto a esos profundos pozos verdes que eran sus ojos la inundaban y asfixiaban. Pero extrañamente sus palabras la tranquilizaban.
Se estaba acostumbrando a él. A lo honesto que era, a lo perseverante que ahora veía que podría llegar a ser. Y a lo reconfortante que comenzaba a sentir su cercanía.
Sus palabras habían hecho que sus rígidos hombros se relajaran y que sus defensas que tanto se empeñaba en alzar se mitigaran un poco. Hiccup le garantizaba un nuevo hogar, uno que le abriría los brazos a una extraña, a ella. Y por un momento Mérida sintió que podía compartir la carga que llevaba sobre sus hombros desde que su madre murió, con alguien más.
Con él.
Pero entonces la realidad le llegó como un balde de agua fría.
Demonios.
Habia sentido sus piernas temblar y debilitarse. No podía dejar que el rey dragón se metiera así dentro de ella, con ese rostro apuesto y toda esa dulce palabrería a la que no estaba acostumbrada.
Estaba perdiendo esta batalla.
No podía caer en lo reconfortante de su presencia.
Necesitaba ser fuerte.
Por ella, por Dunbroch.
-Dime una cosa rey Hiccup – habló ahora la pelirroja con un nuevo semblante férreo en su rostro. – cuando nos enfrentábamos cada vez en batalla, cada vez que mi espada colisionaba contra la tuya, ¿que era en lo que pensabas? ¿Por qué no utilizabas toda tu fuerza?
Y pudo ver claramente como el rostro del castaño cambiaba a uno desconcertado.
Después de un rato, Hiccup suspiró contestando con una apaciguadora voz:
-Yo ya te conocía Mérida. – sus ojos atraparon los azules de la chica. - Tenía un recuerdo de ti el cual venía a mi cabeza en cada contienda. – sus palabras de pronto la sorprendieron y ni siquiera intentó evitar esa emoción. – No quería lastimarte pues aunque estuviera molesto y en contra de esa repentina guerra contra Dunbroch, para mí aun eras la pequeña niña que lloraba desconsoladamente en mis brazos.
Con sus ojos abiertos, la pelirroja dio un paso hacia atrás sorprendida. -¿Llo-llorando? - Eso hizo que el castaño la mirara confundido.
-¿No lo recuerdas?
La chica negó. Y él pasó una mano por sus cabellos desviando sus ojos un momento. Parecía apenado.
-Era la primera vez que visitaba Dunbroch con mi padre. – comenzó a relatar. - Y al parecer habia una cacería en el reino. Mientras nuestros padres estaban en el bosque, tú y yo nos quedamos jugando con tu arco a las afueras del castillo. Pasado el tiempo tu padre llegó con una grave herida ocasionada por el oso al que intentaban cazar. – y antes de continuar, una pequeña sonrisa nostálgica se reflejó en el rostro del castaño. - Eras muy pequeña entonces y al verlo lloraste desconsoladamente aferrándote a mí. Yo tan sólo intente calmarte hasta que la conmoción pasara. Tal vez fue por eso que no lo recuerdas. Habia sido una impresión muy grande para una niña de seis años.
Con un semblante aun incrédulo, Mérida recordó lo que le habia dicho lord MacGuffin sobre Hiccup cuando ella habia preguntado por él aquella vez en el banquete de compromiso.
Y ahora veía que lo que el lord le habia dicho sobre aquel encuentro con Hiccup en la cacería de Mordu, era verdad.
En un principio no podía creerle completamente al tío MacGuffin pues sus memorias sobre eso aún eran muy vagas.
Pero en estos momentos el mismo Hiccup se lo confirmaba.
Y ahora sabía por qué era que el joven rey nunca habia luchado en serio contra ella.
Y era porque no quería lastimarla.
Pensar en eso le hacía sentir una extraña presión en el pecho la cual no sabía cómo identificar.
¿Era incomoda o reconfortante?
Tenía miedo de descubrirlo.
Aun así, Mérida habia llegado a una decisión. Y ahora sabía qué hacer.
-Está bien, tomare tu palabra. – habló decidida y con un nuevo brillo en sus ojos. – Pero tengo una condición, rey. – y tomándolo del pecho de su vestimenta lo acercó retadoramente a su rostro. - La próxima vez que nos enfrentemos, lucharas con todas tus fuerzas contra mí. – sorprendido por el acto, el chico la miró después seriamente al escucharla. Mérida lo soltó y continuó: – Con el tiempo sé que llegare a sentir afecto hacia tu reino, pues como reina se llega a amar aquello a lo que proteges. Tus amigos serán mis amigos. – su ceño se frunció. - Pero no podría prometer lo mismo para su majestad. – resaltó su última frase. - Tienes mi respeto y mi lealtad como reina y esposa. Sin embargo, no se puede obligar a una persona a sentir algo que no siente. Tú mismo lo has dicho.
Aun sosteniendo la mirada esmeralda del rey dragón, Mérida tragó grueso.
-Acepta estas palabras Hiccup, que por hoy es lo único que obtendrás de mí.
Su diatriba terminó y sin que ella se diera cuenta, Hiccup sonreía para sus adentros por este resultado pensando que al menos esto era un avance. Ahora Mérida le estaba dejando entrar un poco, tan solo un poco, a través de esa armadura que se imponía ella misma.
Y viendo como el castaño asentía firmemente, Mérida dio media vuelta dispuesta a alejarse de ahí. En esos momentos necesitaba un gran tarro de hidromiel y cualquier otra cosa que la distrajera de la presencia del castaño. Pero entonces, y parecía que se habia vuelto una costumbre, la voz de Hiccup la detuvo.
-Por cierto, mi reina. – habló calmadamente, haciendo fruncir el ceño de la pelirroja al escuchar esa última frase. – Aun me queda una duda. He traído conmigo aquello que más atesoro, creí que durante la ceremonia se intercambiarían dichos objetos.
Dando gracias de que estaba de espaldas, Mérida sintió como sus mejillas comenzaban a arder lentamente.
Demonios.
Eso era algo que no le habia comentado al rey de Berk todavía puesto que era algo que ella tampoco sabía hasta hace poco.
Y esa misma mañana lord MacGuffin se lo acababa de recordar. Con el rostro rojo como su cabello recordó lo que el gordinflón lord le habia dicho:
-Mi querida princesa, eso es lo más importante del ritual de matrimonio en Dunbroch. Es íntimo y solamente para las dos almas que se unirán esa noche. – una enorme sonrisa fraternal surcó su rostro. - En la noche de bodas y cuando la consumación del matrimonio se haya realizado correctamente, es cuando los objetos más valiosos de cada uno se entregaran al otro. Así su enlace quedara sellado ante los dioses y la confianza entre ustedes se reafirmara para una eterna prosperidad.
Y suspirando feliz el tío MacGuffin se habia ido casi saltando hacia donde su esposa lo esperaba para el inicio de la ceremonia. Mientras tanto, Mérida no sabía cómo es que le iba a decir eso a Hiccup.
Y ahora que la pregunta salía a flote, la pelirroja tan sólo atinó a balbucear.
-Yo... este... - ¿Que hacer para poder salir de esto? - ¡Oh, mira! – y cambiando de tema radicalmente, Mérida habló apresurada. – Parece que nuestros invitados esperan por nosotros. Deberíamos de ir. Oh dioses, ¿no es esa mi querida prima? Creo que tengo años sin verla. Iré a saludarla.
Y casi corriendo, Mérida trató de alejarse de ahí difícilmente ya que su vestido le complicaba su huida. Pero Hiccup era rápido y habia notado su extraño comportamiento. Y queriéndola alcanzar salió tras ella mientras con un tono levemente demandante llamaba a su nombre.
-En la noche de bodas. – alcanzó a decir rápidamente la pelirroja sin volverse a verlo en ningún momento, haciendo que el castaño parara su andar. – Cuando el matrimonio se haya consumado.
Tras eso, y con las mejillas sonrojadas, salió corriendo despavorida de ahí.
Sin darse cuenta que detrás de ella habia dejado a un joven rey con el rostro igual de encendido que el suyo por sus palabras.
o-o-o-o-o
Después de su charla con Mérida, Hiccup se habia dirigido hacia una de las mesas del banquete.
Ahora lo que más necesitaba era un gran tarro de hidromiel. Y tras beberse el primero de un solo trago, se sirvió otro.
Podría decirse que estaba satisfecho con lo que habia sucedido. Ahora comprendía a Mérida un poco más, y sabía que su orgullo de guerrera no la dejaría acercarse a él.
Y ese era un gran problema, su orgullo.
Habia aceptado sus palabras pero ¿a qué costo? A qué se enfrentara a ella en serio.
Demonios.
Si le había dejado muy en claro que no la quería lastimar. ¿Por qué demonios se empecinaba a demostrar su fuerza contra él?
Realmente era una princesa testaruda, orgullosa y rebelde.
Pero, soltó un suspiro resignado, estaba bien.
Su acuerdo habia estado bien, al menos habían llegado a algo. Era un avance, sabía que Mérida podía llegar a tener afecto por Berk y su gente. Y aunque eso era lo que realmente Hiccup quería, ¿por qué le molestaba que sólo fuera él la excepción?
Soltó otro suspiro y tomó otro gran trago para dejar de darle vueltas al asunto.
Y tras recordar las últimas palabras dichas por la pelirroja, de pronto sintió como sus mejillas comenzaban a arder. Y no pudo evitar traer a su cabeza la imagen de Mérida semidesnuda en la cascada, sintiendo a su vez como una ola de calor crecía dentro de su cuerpo.
Maldición.
Se reprendió mentalmente por sus pensamientos.
Mérida no estaba lista para eso. Al menos no la obligaría a cumplir su deber como esposa en la noche de bodas si ella no lo deseaba. Nunca la obligaría, habia dado su palabra y respetaría cualquiera que fuera su decisión.
Además él no era esa clase de hombre que precisaba por el afecto íntimo de una mujer. Tenía sus deseos y necesidades fisiológicas sí, pero su deber como rey lo mantenía bastante ocupado como para ponerse a pensar sobre eso.
Pasándose una mano por sus cabellos desesperado por sus pensamientos, Hiccup se terminó lo que le quedaba de hidromiel. Mientras devolvía el tarro a la mesa tras un estruendoso golpe.
-Cuidado su majestad, podría estropear un magnifico contenedor de licor. Y sin licor no podríamos sobrellevar nuestros problemas ¿no le parece?
Una nueva voz con un tono divertido se habia acercado a él, y para sorpresa del castaño habia reconocido al portador de dicha voz inmediatamente:
-¿Eugene? ¿Pero qué demonios haces aquí?
o-o-o-o-o
Gracias por leer :) see ya!
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