Capítulo 6
La bruja de la cabaña la habia hecho pasar y sentándose en una mesa redonda de madera, Mérida se dispuso a contemplar su alrededor.
Los miles de adornos de osos de madera que decoraban el lugar como años atrás ya no estaban, en cambio la cabaña se veía derruida y gastada por el tiempo. Parecía que hubiera estado vacía por muchos años, con moho saliendo de las paredes y polvo por todas partes.
Aun así Mérida se concentró en la anciana que se acababa de sentar difícilmente frente a ella.
Y tras un leve ataque de tos comenzó a hablar:
-Tenías razón princesa, - su voz sonaba distante y rasposa. - creo que llegar a mi cabaña hace siete años atrás era tu destino. – esas palabras la sorprendieron pues recordaba en esa época lo renuente que estaba la anciana por su presencia en la cabaña. - Pero eso no terminó ahí. – continuó con voz tenue. - Aquella ocasión sólo te preparó para que llegaras a este día.
-¿Qué quiere decir?- la interrogante en Mérida crecía con cada palabra de la bruja.
La anciana sonrió nostálgica.
-Que a lo mejor esta será mi última visita al Festival Wicker Man en Stornoway.
Y extendiéndole su mano temblorosa en donde reposaba el collar, la bruja continuó:
-Tómalo, ahora es tuyo.
Mérida negó rápidamente.
-Espere, he venido con intención de comprarlo. Se lo di en forma de pago por el hechizo de la última vez, ahora lo recuperare de igual forma.
-No princesa. - la bruja carraspeó y tras toser dos veces continúo: - No lo sabes aun, pero el precio por este collar ya ha sido pagado. Ahora es tuyo.
La anciana tomó la mano de la pelirroja poniendo el collar en ella.
-¿C-Como?, pero...
-Los destinos se entrecruzan princesa, no eras la única en este camino. – e incorporándose de la mesa dirigió a la pelirroja a la puerta.
Mérida entendió esto como el final de su visita. Habia recuperado el collar y eso era todo lo que necesitaba. Aun así no se sentía satisfecha con eso. La anciana seguía hablando de destinos y precios pagados que no comprendía.
Fuera de la cabaña se volvió una última vez hacia la puerta con un ademan de despedida.
Y sonriéndole, la anciana le habló por última vez:
-Cuando veas a Waltz mi nieto, dile que la primavera llegó a su fin.
Tras eso la cabaña desapareció frente a sus ojos en una nube de polvo. Y más confundida que antes, Mérida guardo esas palabras en su mente y montándose en Angus, salió presurosa de ese lugar.
o-o-o-o-o
El mes habia pasado rápidamente y la ceremonia de bodas se celebraría al día siguiente. Y para Mérida todo estaba preparado, los detalles, la vestimenta y los objetos necesarias para la ceremonia. Solo faltaba una cosa por hacer.
Y ahora se encontraba frente a la cascada que tantas veces visitó y enfrentó valientemente, para realizar esa última labor.
La noche habia caído en Dunbroch y el sonido de la cascada la tranquilizaba por momentos. La brisa fresca llegaba a su cuerpo desnudo y asegurándose de que nadie estuviera merodeando por el lugar, sumergió sus pies lentamente en el agua cristalina que caía vigorosa desde lo alto de la cascada.
Se encontraba completamente sola y desnuda en mitad de la noche pues tan solo hacía falta su baño de purificación. Una antigua tradición que realizaban las mujeres en Dunbroch quienes estaban a punto de contraer matrimonio.
El tomarse un baño en aquel lugar purificaría su cuerpo con el agua que corría vigorosamente, y su alma con la luz de la luna que bañaba su cuerpo desde los cielos oscuros.
Sumergida hasta la cintura en el agua, Mérida se acercó a la caída de la cascada para que ésta se esparciera sobre su rostro y cabello. La sintió fría y reconfortante a la vez, todo este tiempo y desde que habia recuperado el collar no habia podido dejar de pensar en su peculiar encuentro con la bruja y su última platica. Pero sobre todo ahora que tan sólo faltaban unas horas para la tan ansiada ceremonia de matrimonio no podía dejar de pensar en el joven jinete de dragón.
Y aunque dijo que estaría a tiempo para la boda, en todo el día no había habido noticias de él ni de sus oficiales.
Mérida temía que no llegara a tiempo para su compromiso y entonces estaba segura que el reino se soltaría en un caos. Su padre estaría furioso y en un arranque de ira volvería a declararle la guerra a Berk. Sus hermanos volverían a estar en peligro y ella tendría que asegurar sus vidas, era lo único que le importaba.
Soltó un suspiro cansado alejando esos pensamientos.
Volvió su vista hacia la cima de la cascada en donde tiempo atrás se habia encontrado con el rey de Berk.
Sabía que sus pensamientos no podían ocurrir pues ese día el guerrero dragón le habia dado su palabra, y Mérida lo conocía.
Hiccup era un hombre de honor.
Un escalofrió recorrió su cuerpo. Lo conocía. O al menos estaba comenzado a hacerlo. Y eso comenzaba a preocuparla.
Se habia empeñado tanto en no tratar de pensar en él, que habia resultado todo lo contrario.
Soltando otro pesado suspiro, Mérida empapó su rostro con el agua una vez más.
En estos momentos y cerca de enlazar su vida para siempre con la de alguien más, era cuando extrañaba más que nunca a su madre. Al menos ella podría haberla aconsejado, podría haberle explicado todas estas sensaciones y sentimientos que inundaban su cabeza y la hacían dudar de lo que realmente deseaba. Tal vez ella le hubiera dado un sermón o en su defecto la regañaría, pero lo que fuera, extrañaba las atenciones de ella, sus caricias y sus mimos.
Mucho tiempo Mérida habia sido la fuerza para su familia. La guerrera y el pilar que necesitaban.
Pero en estos momentos ella necesitaba uno.
Y con la imagen de su madre en la cabeza, Mérida recordó aquellas veces cuando su madre le cantaba de niña y la reconfortaba en los días lluviosos con su dulce voz. La hacia olvidarse por un momento de lo que sucedía en el exterior y sólo se concentraba en cantar con ella.
Y sin darse cuenta, ella comenzaba a tararear aquella canción de sus recuerdos.
Sin percatarse en ningún momento que unos profundos ojos verdes la observaban atentos desde lo alto del oscuro cielo.
o-o-o-o-o
Hiccup con sus oficiales acababan de arribar en Dunbroch junto a decenas de barcos, algunos provenientes de Berk y otros de los diferentes reinos vecinos que habían sido invitados para la celebración de su compromiso.
Y aunque ya era entrada la noche, el joven rey se decidió por dar un paseo sobre Chimuelo pues necesitaba despejarse un rato tras el viaje.
Desde la llegada de Hans con su información, Hiccup habia estado muy ocupado. Les habia hecho saber lo que sucedía a sus oficiales y todo ese tiempo estuvieron en la tarea de rescatar dragones y destruyendo las flotas de caza de Drago que encontraban dispersas a lo largo del mar de Berk.
Pero ahora su labor habia sido frenada temporalmente por su compromiso de matrimonio. Y apenas arribar a Dunbroch, Hiccup se encontraba inquieto porque la ceremonia pasara rápidamente y así poder volver a la búsqueda del paradero de Drago.
Soltó un pesado suspiro.
Le habia dado demasiadas vueltas en su cabeza a todo esto desde que partieron de Berk hacia Dunbroch, que se sentía exhausto. Tenía que descansar. Habia hecho un gran trabajo todo este mes en Berk en cazar a los hombres de Drago, y ahora tan solo un día de descanso no le caería tan mal.
Además de que sería el día de su boda. Tenía que celebrar.
¿No era eso para lo que habia regresado?
Pero entonces la imagen de la pelirroja invadió su mente.
La boda seria mañana y aun no habia visto a Mérida y, sin saber el porqué, se encontraba ansioso.
Su despedida la última vez habia terminado mal y la princesa le habia dejado muy en claro que ella no iba a ir a Berk a hacer amistades. Y después de escuchar eso, Hiccup simplemente se desesperó pues habia creído que habia hecho un avance con la princesa. Pero no habia sido así.
¿Por qué era que la princesa estaba tan renuente a entablar alguna amistad con él, o con sus oficiales?
Tan sólo no la podía comprender. Habia aceptado el compromiso y le habia prometido ejercer su papel de reina en todo lo que necesitara, pero aun así ¿era tan malo poder hacer que su relación pudiera ser más llevadera? Compartirían toda una vida juntos, estaba bien que Hiccup pensara que podrían llegar a entablar una amistad.
Aun la recordaba cuando niña, sus sonrisas inocentes y alegres en la caza de Mordu y después el llanto descontrolado cuando su pequeño cuerpo se apretó al de él llorando por la herida de su padre. Aun recordaba a esa Mérida y por la cual no habia querido lastimarla en la última guerra.
Hiccup tan sólo quería ser amable con ella, no entendía por qué la pelirroja se alejaba cada vez que él lo intentaba.
Habia algo.
Hiccup sabía que habia algo más detrás del comportamiento de Mérida. Y trataría de descubrirlo.
-Está bien Chimuelo, volvamos. - Habló el castaño a su dragón acariciando su cresta. - Creo que fue suficiente, tenemos que descansar. - mientras daba media vuelta en el aire para regresar al castillo.
Pero en ese preciso momento notó como su paseo lo habia llevado hasta la cascada. Aquella cascada que habia presenciado el intercambio de honor que se habían hecho los líderes de ambos reinos. Y Hiccup no pudo evitar traer la imagen de Mérida a su memoria de aquella vez. Y como si su mente le jugara una mala broma, creyó verla al pie de la cascada. Mojando su melena roja contra la caída del agua y cubriendo su semidesnudo cuerpo.
Y entonces lo escuchó. Aquella tenue melodía que salía de sus labios. Y comprendió que no lo estaba imaginando.
Hizo a Chimuelo acercarse un poco, lo suficiente para que la princesa no lo notara.
Su voz parecía lejana, distante en algún recuerdo perdido de su pasado. Se escuchaba nostálgica mientras sus palabras se perdían entre el sonido de la cascada. Pero aun así Hiccup podía distinguir claramente la canción, y no pudo reconocerla. Tal vez era una vieja canción de cuna de Dunbroch. Tenía ese toque místico y tranquilizador.
Y el castaño se dio cuenta que no podía dejar de apreciar su belleza.
La triste belleza de la princesa que tarareaba la canción.
Contempló su calma y su serenidad mientras el agua caía a través de su delgado cuerpo y la canción continuaba a través de sus labios. Se preguntó cómo una fiera guerrera cómo Mérida siempre habia hecho ver a los demás que era, podía guardar tantas emociones. Tanta nostalgia y tristeza.
Y saliendo de su ensimismamiento al ver como la chica de pronto habia parado su canto, Hiccup dio media vuelta a Chimuelo dispuesto a alejarse de allí antes de que la princesa pudiera notar su presencia.
Volando a través del oscuro cielo de Dunbroch y alejándose de ese lado de Mérida que ahora habia descubierto, Hiccup habia decidido algo.
Trataría de llegar a ella.
Encontraría el porqué de su renuente actitud a entablar amistad con él. Y trataría de atravesar la armadura que se habia puesto desde aquella noche en el banquete. Sabía que sería difícil y Mérida se lo pondría así, estaba seguro que lo atacaría constantemente y se alejaría. Después de todo era una guerrera rebelde.
Pero, con una sonrisa en su rostro pensó, por algo él era el mejor entrenador de dragones.
o-o-o-o-o
Gracias por leer!
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