Capítulo 5


Y como lo habia dicho, Hiccup partió al día siguiente hacia Berk junto con sus oficiales. Y Mérida no lo volvió a ver desde la noche anterior en el banquete de su compromiso.

Aun se encontraba furiosa, con él y consigo misma. Lo único bueno que podría sacar de esto es que tendría un mes para pensar, para estar sola y enfriar su cabeza un poco.

Y en esos momentos se encontraba cabalgando con Angus mientras acertaba a las dianas con sus certeras flechas.

Tenía que despejarse y apaciguar su furia pues aun no podía comprender las últimas palabras del castaño.

¿Qué demonios intentaba decirle? ¿Una lección?

Ja, como si eso fuera a funcionar con ella.

Era Mérida Dunbroch, la mejor guerrera del reino. Y podía enfrentar cualquier batalla y salir victoriosa, no tenía miedo a eso.

Así que... ¿qué demonios quiso decir ese estúpido rey dragón?

Dándole a la última diana en lo profundo del bosque, Mérida decidió ya no darle tanta importancia. Al fin y al cabo la alianza estaba pactada y ella habia marcado sus límites al hacerle saber que no sería agradable con él.

Así que decidió concentrarse en algo más, como en las pequeñas luces azules que salían danzarinas desde la tierra del bosque marcándole un sendero.

Y entonces recordó.

La bruja.

Tenía que encontrar la cabaña de la bruja para recuperar su objeto valioso, tal vez en estos momentos las luces trataban de llevarla hacia ahí como lo hicieron años atrás.

Y con esas intenciones, Mérida se dispuso a seguirlas.

o-o-o-o-o

La noche habia caído en Berk y volando sobre su fiel dragón, el joven rey de esas tierras se acercaba presuroso hacia una vieja taberna a las afueras de la isla.

Desde hace un tiempo ese lugar se habia convertido en el punto de reunión que tenía con ellos. Si algo pasaba o una información era muy importante como para que los otros lo supieran, ahí era el lugar indicado para su encuentro.

Y ahora se dirigía especialmente a ver a uno de ellos. Pues cuando el pequeño dragón verde se acercó a él en Dunbroch, de inmediato supo que algo iba mal. El pequeño Furtivo llevaba un mensaje y Hiccup sabía que tenía que regresar a Berk inmediatamente. Fue por eso que partió a la mañana siguiente del banquete de compromiso.

Dejando a Chimuelo en guardia a las afueras del lugar, Hiccup entró a la taberna localizando inmediatamente a su compañero foráneo.

-Hiccup, que bueno verte.

El nombrado se acercó a la persona encapuchada quien lo esperaba sentado a la orilla de la barra de la taberna con un tarro de hidromiel en la mano.

Hiccup le sonrió en respuesta y con un apretón de manos y golpes en la espalda, se sentó a su lado.

-Por todo el mar se ha corrido la noticia de que vas a casarte, - continuó hablando el encapuchado y Hiccup rodó los ojos al escucharlo. - y ni más ni menos que con la princesa guerrera de Dunbroch. En hora buena bastardo. – se burlaba dándole un sonoro golpe en la espalda.

-Aun no me felicites, amigo. – habló el jinete de dragón frunciendo las cejas mientras de un trago se acababa el tarro de hidromiel que acababan de servirle. - Falta un mes para la ceremonia. – el camarero volvió a llenar el tarro y éste volvió a vaciarse por el castaño.

-Vaya, hombre, pareces destrozado. – al parecer el foráneo no se cansaba de tomarle el pelo divertido. - ¿Acaso la princesa te rechazó tan pronto? Es raro verte beber cuando nos encontramos.

El jinete gruñó haciendo reír a carcajadas al encapuchado.

Pero era verdad, Hiccup no estaba de humor para sus bromas ahora. Habia tratado de dejar de pensar en las últimas palabras de Mérida pues de cierta forma lo enfurecían. Era una chica demasiado terca. En el banquete de compromiso habia podido sentir que se acercaba un poco a ella, y que tal vez su relación podría llegar a ser amigable con el tiempo. Pero cuando veía que todo iba en buena marcha, tanto con sus oficiales y con él mismo, de pronto la princesa decide atacarlo y poner un límite a su relación.

Definitivamente no podía comprenderla. Tan solo quería ser agradable con ella, tal vez llegar a ser amigos, pero al parecer ella no quería eso.

-Difícil de domar ¿eh? – la voz de su amigo lo trajo a la realidad y decidió no pensar más en eso, ahora no era el momento adecuado. - El mejor jinete de dragones, reconocido a lo largo de los reinos del norte por domar a feroces e incontrolables bestias escupe fuego, frenado por una princesa rebelde. – y soltando otra carcajada alzó su tarro y le dedicó el ultimo sorbo. – En hora buena amigo.

Hiccup soltó un pesado suspiro.

-Creo que tus felicitaciones y tus estúpidas bromas no es lo único que has venido a decirme. No es así, – se volvió hacia su invitado con un ceño fruncido. – Hans.

El extraño se bajó la capucha revelando un rostro varonil, mentón cuadrado y cubierto levemente por una barba incipiente. Su cabello castaño rojizo caía lacio y desordenado por los costados de su rostro y de donde unas arregladas patillas lo enmarcaban.

Y entonces su sonrisa burlona desapareció y un semblante serio la remplazó.

-No, Hiccup. No he venido a eso. - la atmósfera había cambiado y Hiccup se puso alerta, pues era extraño ver a su compañero con ese rostro. Algo sucedía. - Parece que mi mensaje te llegó con Furtivo en buen tiempo.

-Sí, llegó a la par que mis oficiales. Y en la misma noche del festejo del banquete. - Y cómo olvidar esa noche. Sus oficiales llegaron para celebrar su compromiso y en el mismo instante el pequeño dragón verde había arribado con ellos en el círculo de rocas con un mensaje para Hiccup. Y aunque eso lo había tenido preocupado en esa noche, por un instante lo habia olvidado al estar cerca de Mérida.

Soltó un pesado suspiro al recordarla, ahora no era el momento.

Lo importante ahora era lo que su compañero frente a él tenía que decirle.

Habia conocido a Hans años atrás. Un terrible pirata con fama por todo lo largo del océano, pero él sabía que no era tan terrible como lo hacían parecer. El mar se habia vuelto su hogar después de que lo exiliaran del suyo, y aunque no conocía su historia completa, a Hiccup no le importaba. Su ayuda y camaradería lo habían hecho confiar en él. Sobre todo después de que lo ayudara a encontrar al asesino de su padre.

-Es Drago.

Y esa palabra bastó para traerle el recuerdo de la muerte de su progenitor en manos de ese sujeto. Y la rabia y frustración de tantos años creció en su pecho.

-¿Lo has encontrado?

-Por todo el mar corren noticias de él Hiccup. Pero no son buenas. Está volviendo a cazar dragones, sin embargo ya no son para comercializarlos. He alcanzado a salvar unos cuantos de sus flotillas cazadoras y los he traído conmigo, tus hombres se están encargando de eso. Pero hay un rumor...

-Lo sé.

Hiccup entrelazó sus manos frente a su rostro, recargando los codos en la barra de forma pensativa.

-Sabia sobre ese rumor, - continúo el castaño. – pero no creí que se estuviera expandiendo tan rápido como para que llegara a oídos de Drago. Ni siquiera puedo creer que ese rumor sea realmente cierto. – se exasperó el joven rey. – Pero si llegara a ser verdad, entonces Drago está buscando la sangre de los dragones. Ingiriéndola vuelve lo suficientemente poderoso a un ser que controla la magia, lo suficiente como para acabar con un reino entero.

-Sea cierto o no el rumor, ahora es un hecho. Y no creo que Drago sea el único tras la sangre de dragón. – ahora Hans miraba pensativo su tarro de hidromiel. – Pero hay algo que me inquieta. Ese rumor no llegó a sus oídos por coincidencia, y Drago no es alguien que posea magia alguna. Hay alguien que le está ayudando. – conjeturó frunciendo sus cejas. - Información me llega desde otros reinos, al parecer está trabajando con una bruja, o más bien una hechicera de magia negra. No estoy muy seguro. Necesito confirmarlo. – y volviéndose al castaño con una mirada preocupada continuó: - Pero algo es seguro Hiccup, esto no pinta nada bien. Tiempos difíciles se acercan para tu reino y los dragones.

Estrellando su tarro terminado de hidromel contra la barra, Hiccup se pasó una mano por sus cabellos.

Si todo lo que decía Hans era verdad, su reino corría un grave peligro.

Pero entonces un brillo diferente se formó en sus ojos verdes.

Aunque Berk estuviera en peligro al parecer ya no tenia de que preocuparse.

-Creo que no puedo estar más agradecido con mi compromiso que hasta este momento. – puntualizó el joven rey. - Esta alianza con Dunbroch me beneficiara ahora más que nuca. Si Drago quiere enfrentarse a mí, mi pueblo y mis dragones, entonces Dunbroch junto con todos sus reinos aliados me será de gran ayuda. – y sonriendo con orgullo recordando a cierta guerrera valiente pelirroja, se volvió hacia su amigo quien lo miraba con una sonrisa por sus palabras. – Tu información ha sido de mucha ayuda Hans, te lo agradezco.

Y con una nueva resolución y un poco más aliviado por sus pensamientos, Hiccup tomó otro sorbo de su tarro despreocupadamente.

-¿Qué tienes planeado hacer ahora que llegaste a Berk? ¿Te quedaras unos días? – continuó su charla el castaño y el pirata al escucharlo sonrió ladino.

-Traigo una carga un poco irritante que creo que iré a deshacerme de ella lo antes posible. – y por un momento se volvió hacia una mesa en la esquina del lugar donde dos figuras encapuchadas se encontraban sentadas al parecer discutiendo sobre algo. Cosa que Hiccup no pasó por alto.

-¿Ahora el capitán Hawk tiene un crucero de pasajeros turísticos? – se burló el jinete de dragón queriendo regresarle un poco de sus bromas a Hans.

-El terrible capitán Hawk. - lo corrigió. - Tengo una reputación que cuidar mi estimado rey, recuérdalo. – sonrió ladino. – Pero no es nada de eso. En mi última travesía, exactamente en el reino de tu prometida rebelde, me encontré con un pequeño mago con mucho potencial y se ha pegado a mí como lapa. Pero debo reconocer que me ha servido muy bien. Ahora está intentando enseñarle magia a mi irritante carga.

Hiccup sonrió para sus adentros, sea lo que sea esa carga al parecer Hans le estaba dando mucha importancia. Más de la que intentaba ocultar.

Y descartando el tema al ver que el pirata ya no le diría nada más, Hiccup pidió otro tarro de hidromiel para acompañar.

-Por cierto Hans, ¿qué razón me das de Eugene? ¿Aún sigue tras el tesoro secreto de Corona?

Ahora fue el turno del pirata de gruñir irritado al escuchar el nombre que habia pronunciado el castaño.

-Sigue tras una estúpida fantasía. – contestó. - Le he dicho muchas veces a ese idiota que sólo es una leyenda. Un estúpido cuento inventado por el pueblo para que los niños duerman felices por las noches.

-Pero ya lo conoces, - se burlaba el rey dragón divertido de ver al pirata enfurruñado. - Es un aventurero. Lo lleva en la sangre.

-Lo único que ese idiota lleva en la sangre es su camino inevitable hacia la muerte. – tomó el ultimo sorbo de su hidromiel y dejó caer el tarro sobre la barra. – Ahora se ha infiltrado en el castillo de ese reino como un sirviente. Lo descubrirán y lo llevaran directo a la horca, y cuando venga llorando por mi ayuda no pienso salvarlo de esa. Aun me debe lo de la última vez. Por mí que lo ahorquen, podría quedarme con sus tesoros. – y con una sonrisa cómplice argumentó: - Maldito zorro engañoso cree que no sé dónde los esconde.

Mientras Hans seguía con su diatriba hacia su amigo ladrón, Hiccup no podía dejar de reír pues sabía que en realidad su amigo no lo decía en serio.

Eugene era una, o se podría decir la más poderosa y confiable fuente de información de Hans. Era un experto en engañar y manipular a las personas, escabulléndose en reino tras reino en busca de tesoros. Si un rumor corría por los diferentes reinos, Eugene era el primero en enterarse y de validarlo. Y por supuesto, vendía su información a un muy buen precio. Todo era un dar y recibir. Todo tiene un precio, es su filosofía de vida. Fue así como Hiccup lo habia conocido, a través de Hans, pues habia sido de gran ayuda al encontrar el paradero de su padre cuando se habia enfrentado a Drago él solo años atrás.

Desde entonces entre los tres se habia formado una especie de relación de camaradería. Y cada tanto tiempo se reunían a intercambiar información, materiales, tesoros y demás que ayudara a los otros en su trabajo.

Y más que eso, Hiccup sabía que podía confiar en ellos.

De pronto un extraño ruido tras ellos los sacó de su plática y su bebida. Al volverse hacia el origen del sonido se encontraron con una mesa congelada, cubierta de hielo azul.

Ante esto Hiccup miró extrañado el lugar por donde salía corriendo la figura encapuchada que momentos atrás se encontraba ahí y al ver eso Hans se limitó a soltar un pesado suspiro.

Con un ademan de su mano el pirata mandó a la otra figura encapuchada, un poco más pequeña, tras la que habia salido corriendo.

Y regresando su vista con su amigo habló:

-Mi carga se está escapando. – Soltó sin más.- Es hora de irme. – y poniéndose su capucha sobre la cabeza otra vez, se dirigió serio hacia el jinete de dragón. – Seguiré investigando sobre Drago y la bruja que lo ayuda, si alguna información llega a mis manos te mandare a Furtivo de inmediato. Mientras tanto, – su semblante cambio y una sonrisa traviesa surcó su rostro. – disfruta tu boda amigo. Y si de alguna forma tu princesa se pone rebelde, bésala. Eso siempre las calma.

Y tras una sonora carcajada al ver la cara sonrojada del joven rey, salió de la taberna tras su carga.

Mientras tanto, Hiccup seguía sentado frente a la barra con su tercer tarro de hidromiel aun a la mitad.

La información que le acababa de dar Hans lo habia dejado con una gran carga.

Tenía mucho en que pensar.

Planes que hacer para proteger a su reino y a los dragones. No permitiría que muriera ni uno más.

Y si Drago intentaba hacer ese hechizo e iba tras la sangre de sus dragones, entonces que intentara pasar sobre su cadáver.

Ahora tendría refuerzos poderosos, y no pasaría lo de la última vez en donde su padre dio su vida por protegerlo a él y su reino.

Ahora Hiccup tenía más fuerza, más poder. Y no perdería a nadie más en otra estúpida guerra.

Pero primero que nada, se terminó el tarro de un sorbo dirigiéndose hacia la salida, tenía una boda a la cual asistir.

o-o-o-o-o

El sol se ponía cuando Mérida llegó a la cabaña en el fondo del bosque la cual recordaba muy bien.

Habían sido siete años ya desde la última vez.

Esa vez Mérida habia seguido los fuegos azules en busca de cambiar su destino. La habían llevado a esa cabaña en donde se habia encontrado a una anciana la cual habia resultado ser una bruja. Una bruja a la que le habia comprado un hechizo para hacer que su madre cambiara de parecer al intentar comprometerla apenas a sus catorce años de edad con alguno de los hijos de los clanes aliados.

Pero el hechizo resultó mal y por unos días en vez de que su madre cambiara de opinión se convirtió en un oso.

¡Un oso!

Mérida rio al recordar aquella época.

Todo se habia salido de control pero habia logrado salir adelante con la ayuda de su querida madre.

Soltó un suspiro anhelante.

La extrañaba tanto.

Aunque su relación habia sido un desastre en ese tiempo, después de ese hechizo se habían vuelto más cercanas. Mérida habia aprendido a comprender a su madre y todo lo que hacía por el bienestar de ella y de su familia. Mientras tanto su madre Elinor habia dejado a Mérida elegir su propio camino.

A pesar de eso y de los siguientes años de felicidad, la tragedia llegó a su familia cuatro años después con la muerte prematura de la reina Elinor.

Todo el reino lamentó su muerte y desde entonces su padre no habia sido el mismo alegre y bonachón de siempre. Sus hermanos estando en una edad temprana, resintieron la perdida materna y fueron alejándose de la realidad.

Al ver eso Mérida se decidió a ser el pilar que su familia necesitaba. Se convirtió en la guerrera más feroz y en el soporte de sus hermanos y de su padre. La vida habia vuelto a su familia. Y ahora con la alianza con Berk parecía que los colores seguían fluyendo en ellos.

Por esa felicidad era por lo que regresaba a ese lugar.

Necesitaba lo que habia dejado ahí años atrás para así poder sellar su compromiso con el rey de Berk.

Necesitaba su collar.

El collar que ella entregó como pago por el hechizo.

Era una reliquia familiar que su madre le habia dado desde chica y del cual no sabía que habia sido tan importante para ella hasta ahora.

Y con esa decisión se acercó a la puerta de madera vieja de la cabaña esperando que la misma anciana de hace siete años aun viviera ahí.

Y mayor fue su sorpresa al verla parada frente a la puerta, incluso antes de que Mérida tocara.

-Sabía que regresarías, pequeña rebelde. – habló la anciana, se veía más arrugada que antes y un poco más encorvada. – Y creo saber por qué. – de la mano huesuda y arrugada que la bruja le mostraba, colgaba un fino collar con un pequeño medallón donde tres osos se cruzaban.

Mérida lo reconoció de inmediato. El emblema de su familia.

Su collar. 

o-o-o-o-o

Gracias por leer :D

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